Descargo de responsabilidad: Skip Beat no es mío, ya lo sabemos…


KAMPAI

—Bueeenas no-noches -hic-, señooor a-hic-gente.

El hombre suspiró y sacó su libreta como un látigo. Es evidente (y mucho) que esta mujer está borracha, pero el procedimiento es el procedimiento.

—Buenas noches, señorita… ¿Ha consumido usted alcohol esta noche? —como si no fuera obvio…

—Nop… -hic-.

—¿En serio? —le porfía el policía con su mirada más implacable. La muchacha le resulta vagamente conocida, pero no sabría decir de dónde…

—No soiuna menti-hic-rosa, señooor —Kyoko, porque la señorita es Kyoko, saca los brazos por la ventanilla del coche para levantar y agitar un enojado dedo frente a la cara del policía. El hombre frunció el ceño pero no se dejó amedrentar—. Fuesssta tarde -hic-. Veráusté, mi mejor amiiiga -hic-, mi adrodada mejor amiiiga, ¡se casó hoy! —Kyoko alzó las manos al cielo mientras gritaba de alegría—. ¡VIVA! —el hombre se llevó la mano a la oreja. Probablemente la hayan escuchado hasta en Shibuya—. Yyo fui su damaehonor, sí, sí, sí… -hic, hic- Bueeeno, brindé con un poquitoecham-pán. Más riiicooo… Todo brubujitas que se te suben -hic- a la nariz… Y luego otro poquitito… —ella junta (o lo intenta…) los dedos pulgar e índice para representar la cantidad de alcohol ingerida. El policía se limita a mirarla fijamente y a no creerse nada—. Y pué quespués por la salus y prosperidá de los -hic- novios… Perosta noche nohe bebío ná —ella se lleva el dedo a la punta de la nariz para probarlo, pero falla miserablemente metiéndoselo en el ojo—. Naaaada…

El hombre suspira. Ni alcoholímetro ni pruebas de equilibrio le hacen falta. La señorita está como una cuba…

—Señorita —le dice él, con su tono más profesional y siguiendo el procedimiento—, ¿es usted consciente de que esto es un control de alcoholemia y de que usted está definitivamente ebria?

—Sip -hic-. Y usté, ñoragente —replicó Kyoko, con voz pastosa—, ¿es cosciente de questo es un Pocresh, un Poooorch… —Kyoko resopla, frustrada, y saca la lengua, torciendo los ojos y haciendo esfuerzos por vérsela, como si su lengua fuera la culpable de que ella no estuviera hablando correctamente. Al final vuelve a resoplar y se rinde—, questoes un -hic- cocheurropeo, huy, eu-ro-pe-o, eso —y entonces sonríe, muy feliz por haberlo dicho bien—, iquel volantestá a la -hic- izquierrda? ¿Y quelque conduce es mi -hic- marido y no yooo?

El pobre hombre se inclinó para mirar por la ventanilla y verificar la declaración de la señorita. Y efectivamente, en el otro asiento, y con las manos al volante, Tsuruga Ren. Ese Tsuruga Ren.

—Un Porsche, señor agente —le dijo, sonriéndole con esa sonrisa que tienen los santos varones armados de paciencia e infinito amor—. Mi mujer quería decir Porsche.

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NOTA 1: Sí, bueno, drabble inspirado en las mil versiones del sketch que hay por internet. Espero que les arrancara una sonrisa al menos.

NOTA 2: Las penas en Japón por conducir en estado de ebriedad son muy severas: desde la retirada de la licencia por tres años, cinco años de cárcel o multa de hasta un millón de yenes. Penas similares, aunque algo más ligeras, se aplican a los acompañantes que permitan un conductor ebrio y al establecimiento que les vendió el alcohol.