CAPITULO 20. LLUVIA
PARTE II
Save your advice, 'cause I won't hear
You might be right, but I don't care
There's a million reasons why I should give you up
But the heart wants what it wants
The heart wants what it wants
You got me scattered in pieces
Shining, like stars and screaming
Lighting me up like Venus
But then you disappear and make me wait
-The heart wants what it wants, Selena Gomez
Lantis se cambió: un jean seco y un buzo negro estampado era todo lo que necesitaba. Iba a ver si su invitada necesitaba algo adicional cuando en el canto de la puerta se encontró a Lucy de frente. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y miraba al suelo.
Detalló que se había puesto un conjunto que usaba su madre cuando decidía tumbarse a ver televisión toda la noche; una camiseta de tiras y un pantalón de algodón. Se había secado el cabello y lo conservaba suelto. Lo extraño era que encima de sus hombros conservaba la toalla que él le había conseguido momentos antes.
El semblante de Lucy era sombrío; algo le preocupaba y no encontraba la forma de decirlo en voz alta. Supuso que se avecinaba la negativa que estaba esperando.
— ¿Estás bien?
— Lantis, no puedo irme a mi casa con ropa prestada. Tengo que secar la mía a como dé lugar.
— Podemos meterla a la secadora.
— E-eso podría funcionar.
Lucy se quedó en la misma posición con los brazos apretando su pecho. Entendía que la situación era extraña, pero Lucy no solía comportarse de ese modo tan silencioso. ¿Había algo más?
— No te preocupes, la ropa se secará a tiempo para que regreses.
— Lo sé.
— ¿Esa toalla no está húmeda? Déjame darte una nue...
Lucy retrocedió como si su vida dependiera de aquella toalla y le dió una rápida mirada que no duró ni un segundo, acompañada de una sonrisa forzada.
— ESTA BIEN, no es tan terrible —dijo alarmada.
El tajante rechazo le sorprendió, aunque quizás no era tan descabellado. Si Lucy se había mirado en el espejo y se había dado cuenta de la trasparencia de su ropa, tendría razones para creer que él también le había visto. Lucy volvía a evitar el contacto visual con él, así que era probable que se sintiera intimidada o que creyera que era un pervertido. Si embargo, si él se disculpaba por eso, tendría que admitirlo.
De ninguna manera iba a decir algo sobre ese tema. Mejor eludirlo y hacer como si nunca hubiera pasado. Intentó por otro frente para que ella sintiera que estaba dispuesto a ayudarle y que no le interesaba que tuviera problemas en su casa.
— Secaremos la ropa. ¿Dónde la dejaste? Voy por ella —se ofreció—
— ¡NO! —dijo alzando la voz, apretando más sus brazos sobre sí misma— eh…no, yo misma la llevaré.
Sabía que esa noche había traspasado ciertos límites pero estaba comportándose. O eso creía. Trataba de ser lo más respetuoso posible. Esos dos rechazos fulminantes empezaban a preocuparle.
— Entonces…¿te acompaño al cuarto de lavado?
— Primero eh…—Lucy hizo una pausa, y movió su cabeza hacia un lado.
¿Era ese el tercer strike?
— ¿Necesitas algo?
— No encontré nada…grande en el armario de tu madre. ¿T-tienes algo?
— ¿Algo grande? ¿Te refieres a ropa grande? ¿Tienes frío?
— Si. ¡Si! Eso. Tengo frío. —dijo como si fuera una revelación asintiendo con la cabeza—Necesitoalgo que pueda ponerme encima, abultado.
— Déjame ver.
Se devolvió hacia su closet y abrió la puerta con cuidado. Puso su cuerpo para bloquearle la visión. No quería que se fijara en el desorden y en todo lo que había embutido en los últimos minutos para pretender que su cuarto estaba perfecto.
Sacó un buzo azul oscuro y cerró la puerta del closet de inmediato antes que la pila de historietas perdiera el equilibrio y se precipitara afuera.
— ¿Te sirve algo como esto? —preguntó exhibiendo la prenda.
— Sí, eso estaría bien. Te lo devolveré tan pronto mi ropa esté seca. —dijo ella estirando un solo brazo para sujetarlo. Acto seguido lo aprisionó sobre su pecho.
— No hay problema.
Esperó unos segundos y al no ver ningún movimiento por parte de ella, se decidió a preguntar.
— ¿No te vas a poner el buzo?
— S-sí, claro que si —Una risita nerviosa surgió de su pequeña boca— ¿Puedes esperarme aquí mientras traigo la ropa? Quédate aquí —enfatizó.
Él asintió y se quedó en su habitación. El tercer strike no había llegado así que todavía había esperanzas.
Lucy caminó a prisa y se encerró en el cuarto de la señora Kuroda. Se puso el buzo de inmediato y fue a mirarse en el espejo del baño. Miró su pecho. Si, quizás pasara desapercibido, pero por si acaso se pondría otra camiseta adicional debajo. Todas las que había encontrado eran tan apretadas que no ayudaban a ocultar que no llevaba brasier, pero servirían para aplanarla. Ante el espejo se giró y con beneplácito constató que el buzo le llegaba a la altura de los muslos. ¡Perfecto!
Tomó la ropa mojada, teniendo especial cuidado de enrollar la ropa interior en el centro para que no se viera, la envolvió en la toalla y salió del baño sintiéndose mucho mejor.
Sin embargo, el hecho de llevar puesta la ropa de Lantis era ¿emocionante? No sabría cómo definirlo.
Tomó aliento lista para girar el pomo de la cerradura y encontrarse con él. Sobreviviría a esa noche.
¿Podría considerarse afortunado? Lucy estaba en su casa, en su cuarto, estaban solos (con Raikou —se corrigió— Aunque el perro se había quedado en la planta baja) y además ella tenía puesta su ropa, como si…
Lo pensó de nuevo. No, no era afortunado. Eso era una tortura. ¿por qué habían regresado a su cuarto en vez de bajar a la sala? Esta vez era obra suya. Si sus impulsos le ganaban, sería su culpa.
Quería convencerse que tenía todo bajo control. Que Lucy estuviera en su cuarto no tenía que significar nada. Ella estaba tranquila por alguna razón desconocida y se limitaba a observar sus pertenencias como si quisiera hacer un inventario, caminando aquí y allá con los pies descalzos. Mientras tanto él estaba…tratando de no pensar en su cabello suelto, su sonrisa, sus labios, o sus mejillas sonrosadas. Sobreviviría esa noche, tenía que hacerlo. Tenían que hablar, para eso estaba ahí.
— ¿Cuánto demorará la secadora?
— Tal vez una hora.
Lantis sólo tenía una silla en su habitación, que pertenecía a su mesa de estudio. Ninguno de los dos había tomado la iniciativa de sentarse en ella o mucho menos, sobre la cama.
Decidió que era el momento de avanzar en la conversación, así que tomo la iniciativa. Se sentó en el piso de madera recostando su espalda contra la cama. Era un escenario neutro y a la vez rezumaba informalidad; eso era lo que deseaba proyectarle. Debía quitarle la idea que era un pervertido que disfrutaba verla con la ropa mojada.
— ¿Quieres sentarte?
Lucy se detuvo y miró de reojo el sitio que él señalaba. Asintió y se sentó dejando un espacio amplio entre los dos. Aquella actitud dejaba claro que a pesar del beso y del tiempo compartido esa noche, ella no se sentía totalmente a gusto con él.
— Dijiste que querías hablar —empezó ella, abrazando sus rodillas.
— Me contaste con valentía lo del incendio. —dijo mentalizandose en el objetivo—Te debo mi verdad también.
Por primera vez en ese día, Lucy volteó a mirarle con una expresión diáfana, llena de curiosidad. Le desarmó por completo. La tentación volvió y tuvo que apartar su rostro para mirar hacia el frente.
— Hace siete años dije cosas que no deseaba decir. Estaba furioso con todos, furioso conmigo mismo por haber dudado, por haber sentido tanto miedo.
— Raikou era tu familia. Tenías razón para estar molesto —rememoró ella.
— Estaba asustado porque estuve a punto de no lograrlo. Un segundo más y tú y Raikou hubieran muerto sin que yo pudiera hacer nada. Pude haberlos sentenciado a muerte.
— Pero no fue así.
— Con esa frase que te dije, lo arruiné todo. Incluso siete años después esas palabras se encontraban presentes en tu memoria. Lo que menos quería era causar más dolor del que ya tenías sólo por mi egoismo. Lucy, no te odio, jamás te odiado. No me arrepiento de haberte sacado de esa casa.
Lucy recordó la conversación con Águila días atrás. Él había dicho que era imposible que Lantis pudiera odiarla, pero aún así no le había creído.
Se sintió ligera, feliz. Su primer beso no había sido malgastado con alguien que le despreciaba. ¡Era un día maravilloso! ¡Uno que recordaría por siempre! Hubiera querido grabar esa conversación para repetirla una y otra vez.
— Me dijiste que no tenías nada que perdonar. Creo que yo tampoco.
— Gracias —dijo él perdiéndose en su mente— Debí haberlo dicho antes.
Lantis estaba sufriendo. Podía notarlo en su voz. Los recuerdos le dolían a él tanto como a ella. Con horror, se dio cuenta lo que implicaba que desde la ventana de ese cuarto él fuera capaz de ver con claridad la casa de al frente. ¿Cuántos días, cuántas noches había pasado Lantis mirando la casa destruida?
— ¿Piensas en el incendio a menudo? —preguntó ella.
Lantis volteó a verle y por un momento sintió una conexión. Sus experiencias nacidas de la desesperanza mutaban en un sentimiento común que nadie más podría entender. El mundo dejó de girar. Estaban ellos dos, sólo los dos.
— El tiempo me hizo entender que todas mis decisiones tienen consecuencias —formuló Lantis, sin responderle.
— Si. Lo sé.
— ¿Qué pasó con tu abuela en ese entonces?
— Mamá tuvo que quedarse en Tokyo conmigo, y papá estuvo atento a la enfermedad de Momo. Nunca se recuperó del todo, pero al menos unos días después le dieron de alta.
— ¿Se reunieron con ella cuando saliste del hospital?
— Si. Nos quedamos en el campo. Además no teníamos casa en Tokyo a la cual regresar. Al menos allá tendríamos un techo y le cuidaríamos.
Lucy suspiró recordando esos meses en el campo. Habían sido muy largos. Su padre viajaba todos los días ida y vuelta a su trabajo, mientras su madre se ocupaba de los trámites del seguro y de recoger lo poco que les había quedado. Días oscuros, difíciles. Al final, a pesar de todos los cuidados y el esfuerzo, Momo había muerto dos años después.
— Lantis, ¿Piensas en los "qué hubiera pasado"? ¿Qué hubiera pasado si me quedaba en la cocina supervisando el pastel? —siguió—O si no hubiera puesto música. O si Raikou no se hubiera colado en mi casa, o si ese día Zagato hubiera convocado un partido.
— O si no los hubiera podido sacar —dijo él bajando la mirada.
El silencio se coló haciendo zurcos por la habitación. Ninguno se sintió con ganas de romperlo, porque ambos sabían que las palabras sobraban. No era necesario decir mucho para entenderse.
— Siento que hayas pasado por todo eso, y que yo lo hubiera hecho más difícil. —dijo Lantis después de un rato.
— ¿Cómo podría recriminarte algo? Sería una malagradecida.
Un nuevo silencio. Recordó el abrazo que Lantis le había dado ese día, justo después de sacarla de entre las llamas. Sería bonito que le volviera a abrazar. Si se recostaba en sus piernas, ¿sería demasiado?
— ¿Hubiera cambiado algo si te hubiera dicho ese día antes que subieras al auto de tus padres, que no te odiaba?—dijo él— ¿Cambia algo ahora?
El calor volvió retorciéndole el estómago y sus órganos se consumieron en una pira de ansiedad. ¿¡Por qué hacía esas preguntas!? La forma en que Lantis le estaba mirando…no era bueno. No era bueno teniendo en cuenta que no quería ceder. Lantis tenía novia. ¡Lantis tenía novia por todos los cielos! ¡La novia se llamaba PRIMAVERA! PRI-MA-VE-RA. Ya suficiente daño le había hecho hacía apenas unos días como para siquiera considerar su propia felicidad. ¡Piensa con claridad Lucy Shidou!
— No lo sé—el pulso seguía subiendo y subiendo, enloquecido, bombeando sangre por todo su cuerpo.
— ¿Fue porque creías que te odiaba que dijiste eso en Shibuya?
Quedó de piedra. Tenía miedo al pensar en lo que esa conversación le conduciría, pero no quería mentirle.
— Siempre he querido reconciliarme contigo —confesó, sabiendo que la "fiebre" volvía a atacar sus mejillas.
— Yo igual.
¿Era su imaginación o el espacio entre los dos era menor que al comienzo de su conversación? ¡Lantis estaba demasiado cerca! ¿Qué haría si…? ¿¡Qué haría!? ¡Quería GRITAR!
— Y…e-el ¿"estoy aquí por ti"? —dijo lanzándose de una vez por todas al abismo.
Lo había hecho. Lo había dicho. ¿Por qué había abierto su boca? ¿Qué haría si la respuesta era lo que ella deseaba desesperadamente escuchar? ¿¡QUE HARÍA!?
¿Lucy se molestaría si le respondía con un beso? ¿Era demasiado pronto? Se acercó más. Tenía el presentimiento que la atmósfera era más ligera, que habiendo expuesto sus demonios el muro de dudas que siempre se interponía entre los dos se diluía y ahora no era más que una barrera que podría derribar con un pie.
¿Era su imaginación o ella se inclinaba hacia él de la misma manera?
Miró su boca. Quería volver a sentir aquella montaña rusa y someterse al vértigo una y otra vez. El deseo conquistó todos los espacios entre sus células, que ardían desesperadas por tomar lo que querían. Lucy estaba a su alcance, sólo tenía que estirarse un poco más y podría volver a probar sus labios.
Lucy quería volver a sentirlo, quería volver a arder por dentro y por fuera. Se inclinó hacia él conciente que la mano que apoyaba en el piso de madera temblaba, pero su sed era más poderosa que cualquier reacción que su cuerpo se encargara de hacerle sentir. Sería sólo un momento, una última vez, sólo un poco. Un beso y se retiraría de allí, un beso y se lo dejaría a Primavera para siempre. Se sometería sólo una vez a la voluntad a esa fiebre que le consumía, que se concentraba debajo de su piel queriendo explotar en millones de chispas y luego saldría a flote, lo olvidaría, se alejaría.
Sólo un poco más, un poco más y se rendiría a la droga de su contacto, un poco más…
Su conciencia le pateó, sosteniéndole a duras penas el cuerpo para evitar caer. No, no sería "un poco", porque aquello no sería un beso sino un remolino del que no podría salir nunca más, que le arrastraría hasta lo más profundo. Como cualquier adicción le enloquecería hasta que pudiera repetirlo una y otra vez. Si seguía, no sólo no podría escapar, sino que no tendría la fuerza para rechazarlo. Lantis tenía una novia y ella no estaba dispuesta a generarle dolor a una persona inocente. Eso le destruiría a ella, y a Primavera.
No era necesario continuar con eso, no era correcto. Ya había tenido la respuesta que quería; Lantis no la odiaba y eso debía ser suficiente.
La huída de Lucy después de haberla besado hizo que se fijara en su expresión para confirmar lo que iba a hacer. Con dolor vio que no había deseo en su rostro, sino un miedo indescifrable que él no soportaba generar. Ella no quería que le besara.
Paró en seco. No iba a forzarla a quererlo sólo porque el se moría de deseo.
Retrocedió tratando de que ella no viera que se estaba rompiendo por dentro. Una tortura, eso era una maldita tortura.
— "¿Estoy aquí por ti?" —dijo él ganando tiempo hasta que su cuerpo se tranquilizara.
— No es importante, no tienes que decirme. Es una tontería—Lucy le sonrió y se levantó del suelo.
La estocada final. El cuchillo de la indiferencia era helado y se clavó en su pecho destrozando ánimo, haciendo trizas sus tejidos.
— ¿No es importante?
— Raikou debe sentirse solo. Bajaré a darle un vistazo. ¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo le faltará a la secadora? Voy a revisarla.
Lucy caminó hacia la puerta y desapareció en el pasillo. Una vez más Lantis se quedó solo.
Una imagen salida desde bien atrás de su córnea se regodeó en su dolor, vertiendo ácido en la herida. Era el recuerdo de Águila un día después de que él le besara, descendiendo en la oscuridad, tomando posesión sobre la persona que él amaba.
¿Qué expresión tendría Lucy cuando Águila le había besado?
Lucy se aguantó las ganas de correr y bajó las escaleras repitiéndose que había hecho lo correcto. Pero si era así, ¿por qué le dolía tanto el pecho?
Escuchó que Lantis salía de su habitación y le seguía. Nerviosa caminó más rápido hacia el salón de lavado. ¡No podía enfrentarlo aún! no quería que le viera la cara porque no podía explicarle sus mejillas encendidas o su erratíco comportamiento. ¡ELLA había intentado besarlo! Lantis le abría su corazón, le decía que no la odiaba y ¿entonces ya tenía luz verde para pasar por encima de su relación con Primavera? ¡AGHHH! ¿¡Qué estaba haciendo!?
Abrió la puerta del cuarto, y se agachó al frente a la secadora que ronroneaba mientras hacía girar la ropa, para ver si el continuo sonido lograba calmarla.
Entonces notó algo preocupante; ahí dentro había más ropa que la suya. ¿Acaso Lantis había echado la suya también? ¿Su ropa interior estaba girando entre la camisa de Lantis? Oh santo cielo.
— Todavía le queda una hora— dijo Lantis detrás suyo.
Su voz le provocó un respingo. No quiso voltearle a ver.
— ¿Tu ropa también está ahí dentro?
— Si dejo la ropa mojada en la canasta, Zagato me interrogará.
— Tienes razón.
Una hora. ¡Toda una hora! ¿Qué se supone que haría toda una hora? Tenía que estar pendiente cuando terminara. No dejaría por nada del mundo que él se diera cuenta que su ropa interior estaba ahí y no…sobre ella.
Siguió mirando el tambor girar y se concentró en el sonido, debía aparentar normalidad si tenía que pasar todavía otra hora con él. Estaba bien, todo estaba bien. Sacaría su ropa antes que él se diera cuenta, y pasaría esa hora en la sala con Raikou, no tenía que hablar de nada más. Lo importante era encontrar alguna actividad que les alejara de lo que acaba de pasar.
— ¿Quieres algo de comer? —propuso Lantis.
— Sí, me gustaría —dijo tratando de colocarse de pie. Hacer algo de comer los distraería.
— ¿Vamos?
Lantis le ofreció su mano. ¿Por qué tenía que hacer eso? Si seguía así…
Si se rehusaba sería demasiado grosero, ella quería seguir siendo su amiga. Así tuviera que sufrir cada vez que lo viera era impensable alejarse de él; eso si sería el peor de los castigos. Por eso aceptó su mano y se impulsó hacia arriba, pero una vez estuvo frente a frente se soltó con rapidez para evitar tentaciones.
Lantis se dio cuenta de su gesto porque se quedó en silencio un momento y cerró el puño. Tenía plena conciencia que su actitud estaba molestándole y de algún modo necesitaba no echar por la borda el minúsculo avance que habían dado.
— También podríamos jugar algo. —propuso él, lanzando un salvavidas a esa noche.
— ¿Jugar? —eso le gustaba. Podría hacer que el tiempo pasara sin darse cuenta y era algo que dos amigos podrían hacer— ¡Sí! ¿a qué jugaremos?
— ¿Te gustan los videojuegos?
— No lo sé. No tengo ninguno. Nunca los he jugado.
— Te enseñaré. —Lantis sonrió—No es difícil.
Sabía que podía proyectar una impresión diferente hacia las personas y eso hasta el momento jamás le había importado. Ese aspecto de su personalidad le había valido problemas en el instituto y en la universidad. Estaba acostumbrado a que ocurriera y no buscaba cambiar para agradar.
Sin embargo, con Lucy no podía dejar que ocurriera. No podía tolerar ver miedo o rechazo en ella, era doloroso.
Por un largo tiempo estuvo convencido que Lucy podía ver su alma. Esa niña a pesar de haberle dicho cosas horribles, a pesar de haber pasado por una experiencia traumática; se había levantado de su cama de hospital para darle consuelo. Si no pudiera ver su arrepentimiento, su dolor, jamás habría empatizado con él.
Entonces si le asustaban sus avances, trataría de tomarlo con calma y se concentraría en ser su amigo. Si no podía tenerla del modo que él quería, al menos permanecería cerca y en la medida de sus posibilidades se esforzaría en hacerla feliz. Lo que si sabía era que semejante iluminación no se mantendría en el caso que volviera a ver alguna muestra de cariño entre ella y su mejor amigo. Contra Águila; quien la conocía apenas hacía semana y media no pensaba perder.
Por eso sin dudar un segundo, con los dos sándwich que había armado en la cocina sobre un plato, subió las escaleras hacia su cuarto con Lucy siguiéndole sosteniendo las bebidas. La consola estaba en su habitación, por tanto el que jugaran allá no tenía nada de sospechoso.
Raikou no había estado de acuerdo con esa actividad como era de esperarse, pero para alegrarle algo la noche; mientras el preparaba la comida Lucy estuvo haciéndole carantoñas. Por ahora no escuchaba aullidos de soledad subir desde la sala y esperaba que se mantuviera así.
Lucy estaba emocionada, su cara se iluminaba a cada segundo que pasaba. Le esperó en el corredor hasta que ella le alcanzó. Le tranquilizaba verla así, era lo más cercano a la normalidad.
— ¿Qué vamos a jugar? ¿Podemos jugar al mismo tiempo? ¿Cómo se sabe quién gana?
— Te explicaré. Dame un momento.
Sacó de la cama dos cojines y los puso en el suelo. Dejó a un lado el plato y le recibió las bebidas mientras ella se sentaba. Para ser honesto, él también estaba emocionado. Era la primera vez que hacían algo diferente, como si tuvieran una cita. Y si de felicidad se hablaba, le encantaba que ella no se había quitado su buzo. Ahora mismo jugaba con las mangas como si fuera un títere.
— ¡Tienes brazos larguísimos! ¡Mira! ¡todo esto sobra!—dijo riéndose y dándole vueltas a la tela con un movimiento de manos.
— Parece que te gusta.
— Sí, es calientito. Es muy cómodo.
— ¿Lo quieres?
— ¡No! ¿Cómo se te ocurre? —dijo haciendo una gran negativa con sus manos.
— Puedes tenerlo, si lo quieres.
— ¡De ninguna manera! Ya tengo un abrigo en mi casa que no te he regresado. ¡No te voy a dejar sin ropa!
Lantis tuvo que mirar hacia otro lado. Ella había dicho eso de forma inocente pero si no tenía cuidado, vería que el había entendido otra cosa. Sonrió por lo bajo tratando de calmarse y descartando lo que su imaginación había inventado en 2 segundos.
Se agachó frente a la pantalla, todavía a punto de reírse. Sacó los controles de uno de los cajones del mueble y le ofreció uno a ella.
— Este es el tuyo.
— ¿Qué vamos a jugar? —preguntó Lucy.
— Algo que nos gusta a los dos.
Su mente hizo una referencia absurda con el beso de hacía unas noches. Juraba que tenía las mejores intenciones, pero su imaginación no quería colaborar con la causa.
Compórtate — se dijo mientras sacaba el juego de la caja y lo introducía en la consola. Prendió el televisor y el sonido de la música de inicio del juego envolvió el espacio.
— ¡Fútbol! ¡AHH! ¡Es fútbol! ¡Enséñame!
Quería permanecer tranquilo, pero se estaba exigiendo algo imposible. Al tiempo que le indicaba lo que significaban los botones, y cada movimiento que debía hacer para pasar de un jugador a otro, su cercanía y su sonrisa hacían que pensara en mil posibilidades. Por fin comenzaron los partidos y el concentrarse en el juego le ayudó un poco. Devoraron los sándwich hasta que sólo quedaron las migas casi sin darse cuenta por estar absorbidos en la competencia. Era increíble.
El primer juego lo ganó con amplia diferencia, pero ella no se quejó. Al tercer partido, terminaron empatados.
— Voy a ganaaarteee—declaró con una sonrisa desafiante apretando los botones con frenesí, mirando a la pantalla— ¡Ya verás!
Lantis sonrió sin decirle nada. En el fondo quería ver si era capaz. Lucy mejoraba rápidamente. Y él no estaba jugando de forma mediocre sólo para agradarle. Su espíritu competitivo despertó y aceptó el reto.
— Lo dudo.
— Te voy a dejar sin respiración. Ya verás — respondió ella con una mueca de satisfacción.
Esta vez no pudo contenerse y soltó una carcajada. Lucy se quedó mirándolo asombrada.
— ¿Qué pasa?
— Es que te estas riendo—aclaró ella— Ahora mismo estás sonriendo.
— ¿Es algo malo?
— No, es que no lo veo muy seguido. Me agrada.
Lantis se aclaró la garganta. Comportarse. Tenía que comportarse.
— ¿Dos de tres? ¿O muerte súbita? ¿Qué prefieres? —le preguntó siguiendo la conversación. El que lo mirara de esa forma le ponía nervioso.
— Súbita —declaró meciéndose en su puesto y tomando con fuerza el control.
— Así será entonces.
Cada partido duraba diez minutos. En el primer tiempo Lantis anotó dos goles. Lucy no dijo nada en el entretiempo y se limitó a reorganizar su equipo. Al minuto de comenzar el segundo tiempo, Lucy alcanzó la portería y marcó.
— ¡Va UNO!
— Todavía no me alcanzas
— ¡Todavía no termina!
Lantis estuvo a punto de marcar el tercero, pero Lucy contragolpeó de inmediato
— ¡DOS! ¡DOOOOS!
Quedaban unos segundos para terminar, ambos se esforzaban por no dejar ningún espacio que pudiera aprovechar el otro, pero al fin uno de los jugadores del equipo de Lucy tomó el balón.
— ¡VAMOOOS! ¡VAMOS!
— ¡No te dejaré pasar!
— ¡Podrás intentarlo!
Ella se inclinó junto a su control como si la posición pudiera ayudarle a ser más rápida. Lantis sintió el roce de su cabeza sobre el hombro y volteó a mirarle. Esa distracción involuntaria ayudó a Lucy a dar el golpe final.
— ¡TRESS! ¡TRES! —Lucy se volvió hacia Lantis y se le lanzó encima para celebrar su gol—¡TRES! ¡TRES!
El abrazo repentino hizo que soltara el control de la consola. Lucy reía y señalaba la pantalla donde los jugadores alzaban al que había marcado el gol mientras caía confeti sobre la cancha.
Tenerla así de cerca era una prueba de alto nivel. Sentía su calor, su aliento rozándole las mejillas. No tenía tanto autocontrol. No después de verla empapada, no después que anduviera por su casa con su ropa puesta. Sus brazos le rodearon sin consultar las implicaciones.
Le había ganado la emoción. Estaba tan feliz por pasar tiempo con él, por escuchar su risa, que el instinto que había bloqueado toda la noche se manifestó en aquel abrazo. Al poco tiempo de hacerlo, supo que era un horrible error no sólo por el abrazo en sí, sino porque no llevaba ningún brasier puesto.
Se congeló.
Lantis correspondió su abrazo, y puso la mano izquierda en su espalda. Le apretó suavemente hacia él. Estaba casi sentada encima de su pierna.
Se dará cuenta, se dará cuenta. Imposible que no se dé cuenta.
Se quedó quieta, escuchando el pulso sobre sus orejas trinándole en la cabeza. Quizás si no hacía ningún movimiento no pasaría a mayores, hasta que el decidiera soltarla. Estando en esa posición era inevitable que no se trasladara a la experiencia de días atrás. Ahora estaba cerca de su cuello y recordó con claridad cómo había puesto sus manos allí días atrás. ¡Era vergonzoso! ¿Ella había hecho eso? Bueno, no era peor que la situación en la que estaba ahora, claro. Pasó saliva. Lantis olía tan bien.
Él aflojó su abrazo y ella aprovechó para moverse, despacio. Trató de alejarse, pero la mano en su espalda le impedía el movimiento. Sin embargo se atrevió a mirarle para constatar algún asomo de haber sido descubierta. Lo único que encontró fue esa intensidad violeta que podría derretirla de un solo brochazo.
— Ganaste —dijo él sin dejarla ir.
— Si
Tenía calor. Otra vez sentía que se deslizaba entre olas de fuego peligrosas e inestables. ¿Cómo se había metido en semejante lío? Mentiría si afirmaba que todo había sido fruto de la inconciencia. Anhelaba que eso pasara, quería sentir aquella electricidad aún en contra de la lógica. Era un ser humano horrendo. Despreciable.
Y sin brasier. Un ser humano sin brasier. Tenía que alejarse YA.
— Lucy
Ahí estaba. Le preguntaría, ¿lo había sentido? Claro que lo había sentido. Santo cielo ella lo había apretado. Oh nooo moriría de pena.
Puso las manos sobre el pecho de Lantis y se empujó un poquito hacia atrás. Él le soltó un poco. Volvió a mirarlo. Tenía el ceño fruncido. ¿Estaba empeorándolo? ¿Se había movido muy rápido?
No mires hacia abajo, sigue mirándome a los ojos, no mires no mires.
— Lucy, ¿Por qué te fuiste?
— ¿Irme? —no esperaba eso— N-no entiendo.
Oh por favor, suéltame, no quiero que pienses cosas raras. Sé que yo me metí en esto, pero por favor por favor.
— El martes te fuiste… —Lantis se interrumpió y bajó la mirada hacia sus labios— ¿Hice algo que te molestara?
Por su gesto se dio cuenta que Lantis hablaba del beso y de inmediato el brasier pasó a segundo plano. El dolor, la ansiedad y la rabia giraron en su garganta. ¿Molestarla? No. Su primer beso se lo había dado él. Era lo que ella quería.
El problema era que le había besado y ahora no podía sacarlo de su mente. Desde ese día no podía dormir sin pensar en eso. ¿Era molestarse desear repetirlo? ¿Era molestarse cometer tonterías como lo que acababa de hacer? ¿Era molestarse sentirse como una persona horrenda si deseaba que Primavera no existiera?
Lantis podría no odiarla, podría ser gentil, ¡pero eso no quitaba que había besado a otra chica teniendo novia! ¿Cómo él permitía eso? ¿¡a qué estaba jugando!? Pensándolo bien le molestaba MUCHO porque no encajaba con la imagen mental que se había formado de Lantis, ni con la bondad que sentía emanar de él. Pero a la vez era algo tan deseado que...
— No… ¿Tal vez?— dijo sin estar segura
— ¿No?
Estaban tan cerca que era casi doloroso. Sin querer bajó los ojos hacia sus labios y los volvió a subir apenada.
— ¿Puedo volverlo a hacer? —dijo él en ese tono profundo que le ponía la piel de gallina.
Debía darle una negativa, debía sentar su posición, pero no pudo. La mano de Lantis subió por su espalda hasta su cabeza mientras el brazo derecho rodeaba su cintura. Ardía. Lucy ardía. Cerró los ojos y se rindió. Sintió su aliento contenido sobre los labios, un preludio casi insoportable.
Él le estrechó contra su cuerpo cada vez más fuerte y las yemas de sus dedos le acariciaron sus mejillas, para luego bordear su boca. Las manos que ella había puesto al frente para evitar que sus cuerpos rozaran fueron cediendo su posición y se entregaron al magnetismo...
El sonido de su celular sonó como el lamento de un huérfano olvidado en alguna parte del segundo piso. Lucy saltó en su puesto y abrió los ojos en todo el sentido de la palabra.
Tensó sus brazos e imprimió la poca fuerza que tenía para separarse de él. Lantis le soltó y ella se levantó rápidamente para salir corriendo a buscar su móvil. Una sensación de desamparo le estrujó al salir de la habitación. Ni siquiera tuvo la voluntad de voltear a verle.
Siguió el sonido. Había dejado el teléfono en la habitación de la señora Kuroda cuando estaba cambiándose y lo había olvidado por completo. Corrió para alcanzar a contestar. Era Marina.
— ¿Aló?— dijo mientras se tocaba las mejillas que parecían piras encendidas.
— ¡Al fin me contestas! —reclamó Marina al otro lado de la línea— ¡Casi muero de desespero!
— ¿Hace mucho me estabas llamando?
— ¿Dónde dejaste botado el móvil acaso? ¿Qué estabas haciendo?
— N-nada—Lucy se pasó nerviosamente la mano por el cabello, por la nuca. Apretó los ojos tratando de calmarse.
— ¿Lucy? ¿Todo bien?
— Si. ¡AH!¡ ¿Marina, entraste a Youko?!
— ¿En serio es eso lo que te preocupa? Eres increíble.
— Es que llovió muy fuerte.
— Sí, lo sé. Por eso estamos todavía encerrados en esta cafetería a pesar de la hora. No veo la hora de salir de aquí. Andar de violinista no me sienta.
— ¿Tocas el violín?
— Tengo que enseñarte algunos términos, Lucy de verdad. No sé cómo no te metes en más líos. ¿Dónde estás?
— En casa de Lantis
— Repite eso
— Estoy-en-casa-de-Lantis —dijo obedientemente.
— ¿Quién está con ustedes?
— Raikou
— ¿El PERRO? ¡Pero QU..! —Marina hizo una pausa—
— ¿Marina?
— Lucy, ¿estás en la casa de Lantis, y están solos? ¿Es que tuvieron que resguardarse de la lluvia de camino a…algún lado?
— No, pero sí terminamos empapados. Tuve que poner toda mi ropa a secar.
— …
— ¿Marina, estás bien?
— ¿Estás tú bien?
— ¿A qué te refieres?— preguntó Lucy pensando lo que acaba de pasar.
— Mi instinto me decía que estaba bien mentir, pero no creí que fuera TAN necesario. Lucy, tu casa queda al frente de la suya, ¿no? ¿Te has alejado de las ventanas al menos?
— Sí, claro. Cerramos las cortinas del cuarto.
— Lucy dime por favor que no estás en su cuarto.
— Estábamos jugando…
— ¿Sabes qué? No quiero saber. Demasiada información. Sólo llamaba a avisarte. Tu madre llamó a Paris a preguntar por ti. Dijo que te había llamado muchas veces al celular y como ya era tarde estaba preocupada.
— ¿QUÉ HORAS SON?
— Pasadas las nueve. Escucha, Paris le dijo que te había visto salir conmigo y que seguramente estaríamos atrapadas en algún lugar por la lluvia. Debes llamarla y decirle que vas a regresar pronto.
— Lo haré.
— ¿Segura que está todo bien?
— Sólo estoy esperando que se seque mi ropa.
— Lucy sal de ahí rápido.
Sonrió. Marina estaba preocupada por ella.
— Todo está bien, saldré tan pronto pueda.
— ¡Ah! Lo olvidaba. Tenemos los libros. ¿Quieres que nos encontremos el Lunes para dejarlos en la biblioteca?
— ¡Si! ¡Gracias!
— Espero tu llamada.
— ¿Puedes pedirle el número a Anaís?
— Lo haré tan pronto me ponga cuidado
— ¿Cómo así?
— Ya te contaré. Ten cuidado ¿eh?
Lucy colgó. Se lo pensó un momento. Era mejor llegar de inmediato a casa en vez de llamar. No quería mentir más de lo necesario, y no sabría cómo explicar que de su lado no se escucharan los ruidos de la calle.
Salió del cuarto de la señora Kuroda y avanzó hacia las escaleras. Lantis ya no estaba en su cuarto. ¿Dónde…?
Oh no
Bajó como un rayo por las escaleras y llegó en el justo momento en que Lantis abría la puerta de la secadora.
— ¡YO LO HARÉ! —dijo tratando de detenerlo.
Lantis le dio una mirada y se hizo a un lado. Ella se concentró en envolver lo que no quería que él viera dentro de la blusa y sacó las otras prendas con presteza.
— Iré a cambiarme— anunció saliendo de allí disparada.
La noche terminó para los dos como había empezado: en medio de la lluvia. Lucy se escabulló hacia la esquina y desde allí cruzó la calle para llegar hasta su hogar.
Lantis vio la puerta abrirse para recibirla, y a la señora Shidou que levantaba sus cejas y ponía sus manos en la cintura al ver a su hija cruzar el umbral.
"No…Tal vez" —recordó Lantis.
Raikou levantó las orejas desde su posición y abrió la boca en un enorme bostezo. Él se acercó al perro y se sentó en el piso para acariciarlo.
— ¿Qué opinas?
El pastor giró su cabeza para que le rascara por debajo de la mandíbula. Lantis sonrió.
— Dijo que no le había molestado. Tampoco se negó cuando le pregunté. Incluso cerró los ojos.
Raikou se sacudió y se acercó para poner sus patas al alcance de la pierna de su amo. Era importante el contacto.
— Mamá dijo que tenía que ser correspondido si quería darle el collar. ¿Un "No, tal vez" cuenta?
NOTAS DEL AUTOR
Hola!
Como les decía, ya tenía el capítulo escrito así que ¡aquí está una nueva parte de Raikou! Espero les guste.
No me saco de la cabeza la canción con la que escribí estas dos partes. La culpa la tiene Jason Cheng, que hace un cover de esa canción de Selena Gomez.
Gracias a los que leen, me gustaría saber que piensan. Y MIL gracias a las personas que han dejado un review. Es lo único que me anima a seguir adelante.
Nikita Shinoda: Se la pone difícil a Lantis sin siquiera intentarlo, imagínate si de verdad el se hubiera dado cuenta jajajaa. Gracias por tu review y gracias por leer.
Lin: Que bueno que te gustóooo!(blushing) Quería darle algo de picante adicional. Siento que la longitud no alcanzara para darte al enharinado, pero ten seguro que en el siguiente lo verás jajaja (chiste local X2) Espero ho haberte hecho sufrir tantoo! Gracias por leer.