Fairy Tail no me pertenece, es de Hiro Mashima.


8 de diciembre del 2016: Gajevy Day.


~Implícito

Había sido un acuerdo implícito. Y, aparentemente, Gajeel había entendido todo mal.

Ésta iba a ser la primera navidad que pasaría junto a Levy, juntos, juntos, como una pareja. Llevaban alrededor de seis meses saliendo y habían compartido uno que otro beso más que apasionados. De cualquier modo, esa no había sido la causa de su malentendido.

Cuando en una de esas sesiones de pasión la peliazul le había soltado un sugerente: «No puedo esperar a que veas tu regalo» –quizá sugerente por la ehm, situación–, Gajeel había entendido lo que cualquier otro hombre habría entendido:

Que ellos iban a pasar su primera noche juntos en navidad. Juntos, como en una cama, velas, pétalos de rosa y condones – ¡Seguridad ante todo!–.

Aunque pensándolo en calma, sin su mano debajo de la blusa de Levy y con la sangre fluyendo bien por su cerebro… en realidad sonaba descabellado.

Aun así, a Gajeel no le pareció lo suficientemente descabellado hasta el día de navidad. Justo después de haber obligado a Pantherlily a permanecer en la fiesta del gremio y llevar a Levy a su casa, en busca de un lugar más tranquilo.

Al llegar, ella se había ruborizado y le había pedido el baño. Gajeel, emocionado, le había mostrado el camino, para después poner en marcha su plan.

Se quitó toda la ropa excepto los bóxers –rojos, a juego con la decoración– y se puso un moño rojo enorme sobre… el regalo de Levy. Después, se sentó junto al árbol y esperó a su adorada novia.

Escucho a la pequeña maga salir del baño, dirigirse hacia él y entonces esbozó su mejor sonrisa seductora.

Ella llegó a la sala con una sonrisa, que desapareció de su rostro con tan sólo verlo, sus labios se separaron entonces, con sorpresa y finalmente, gritó.

Gajeel comprendió entonces cómo toda su vida –y en especial ese último detalle– había ido mal.

Levy se calmó finalmente, después de lanzarle varias cosas y lastimarlo un poco. Gajeel tuvo tiempo de ponerse su camisa de nuevo y disculparse un millón de veces.

— ¿Fue sólo un malentendido? —suspiró Levy.

— ¡Oye! Nunca te lastimaría.

No de nuevo. Los dos guardaron silencio, con un aire tenso llenando la habitación. Levy intentó disiparlo.

—Ten —soltó de pronto, sacando un regalo de su bolso.

—Lo siento, juro que te compraré algo mañana —se disculpó Gajeel otra vez.

—Sólo ábrelo, tonto Gajeel.

Él obedeció, con la culpa aun retorciéndose en su estómago. Tomó el regalo envuelto en papel gris y rodeado por un moño dorado. Era pesado y rectangular, Gajeel comprendió que se trataba de un libro.

Se deshizo del papel y sostuvo entre sus manos un libro café sin ninguna inscripción al frente ni atrás. Al abrirlo y pasar sus hojas se encontró con diversas fotografías con pequeñas descripciones, escritas con la bella letra de Levy que narraban o comentaban las imágenes.

Eran fotografías de sus últimos meses juntos y de mucho antes, inundando al Dragon Slayer de nostalgia y un suave calor en su pecho.

Se trataba de un regalo sencillo, que gritaba Levy en cada una de sus páginas. Eso, y el hecho de que la pequeña maga apreciara el tiempo que habían pasado juntos tanto como Gajeel, lo hicieron sentir el hombre más feliz en la tierra.

Y era su deber devolverle el favor a la peliazul. Lo sería por el resto de sus días.

Quedándose sin palabras, el pelinegro le sonrió a la chica.

—Gracias, Levy… en verdad, gracias.

Levy le sonrió de vuelta, acercándose un poco y dándole un suave y casto beso en los labios.

— ¿Gajeel?

— ¿Si? —contestó, aun admirando su regalo.

— ¿Podrías quitarte el moño?

Al día siguiente, Gajeel pasó toda la mañana fabricándole un anillo. Levy, por supuesto, dijo que sí. Formando entonces entre los dos un acuerdo mutuo.


Fin.