"FESTIVAL VIKINGO" rezaba el enorme cartel a la entrada del parque de la ciudad. Desde fuera se podían observar tres grandes carpas y muchas personas con atuendos vikingos, además podía escuchar el sonido de unas gaitas y oler el aroma a carne cocinándose en alguna parte.

─ ¡Rutherford! Debiste avisarme qué vendríamos aquí ─ se quejó Pinkie al bajar de la motocicleta y quitarse el casco.

─ ¿Por qué? ¿No te gusta? ─ preguntó el chico un poco apenado.

─ No, no me gusta… ¡Me encanta! ─ respondió Pinkie gritando de emoción ─ y decía que debiste avisarme porque así podía haber conseguido disfraces vikingos con el club de teatro, siempre he querido venir a un evento así disfrazada.

─ El siguiente mes hay uno medieval… ─ dijo Rutherford encogiéndose de hombros ─ puedo traerte también, y te avisaré para que consigas disfraces. Por el momento, podemos conseguirte un casco, conozco al chico que los vende.

─ Uh, un chico con contactos importantes, me gusta ─ respondió Pinkie entusiasmada ─ Entonces vamos ya, entremos.

Rutherford se acercó a la taquilla para comprar los boletos, que estaban impresos en unas curiosas hojas en forma de cuerno. A pesar de que tuvieron la precaución de llegar temprano, ya había bastante gente adentro.

─ Primero vamos por los cascos, es en esa carpa ─ el chico aprovechó la oportunidad para tomar a Pinkie de la mano con el pretexto de guiarla a la carpa entre la gente.

El interior de la carpa era mucho más curioso de lo que Pinkie esperaba, dentro parecía un pequeño mercado, lleno de puestos donde podía encontrar desde llaveros, tazas y camisetas alusivos a la cultura vikinga, hasta atuendos completos y mueblería con la misma temática. Se alegro de llevar suficiente efectivo con ella, pues aún sin explorar, podía ver varias cosas que quería comprar.

La pareja camino de la mano entre varios puestos, hasta que llegaron al indicado, con la mesa llena de casos.

─ ¡Hey, Ruthy! ¡Qué gusto verte! ─ saludó el chico que atendía el negocio, un chico que parecía haber comido muchos más cupcakes de la cuenta, con una larga barba y una sonrisa infantil ─ ¿Y esta simpática señorita quién es?

─ Ella es la chica del cabello rosado… quiero decir, su nombre es Pinkie Pie, trabaja cerca del bar, al que por cierto, deberías visitar alguna vez ─ respondió Rutherford con su marcado acento ─ ¿Tienes listo mi casco?

─ Por supuesto, es una belleza ─ respondió el chico sacando una caja de debajo de la mesa y entregándosela a Rutherford ─ Materiales de la mejor calidad y un excelente acabado, algo profesional para un verdadero coleccionista y no la parafernalia que vendo aquí para los simples mortales.

Rutherford sacó de la caja un hermoso casco negro que se asemejaba un poco a una corona, con unos enormes cuernos adornados con incrustaciones de lo que parecía ser oro. El chico pelirrojo se puso el casco, que le quedó a la perfección, Pinkie se le quedó mirando con una sonrisa, con ese casco, la tupida barba y esa mirada intensa parecía un apuesto príncipe vikingo… o cualquiera que fuera el equivalente vikingo a príncipe.

─ ¿Te gusta, chica del cabello rosado? ─ preguntó el chico con una sonrisa que hizo que a Pinkie le diera un vuelco el corazón.

─ Claro, se te ve increíble ─ respondió la chica con un leve sonrojo ─ ¿Puedo probármelo?

─ No creo que te quede bien, pero claro, aquí tienes ─ Rutherford se quitó el casco y se lo entregó a Pinkie.

El casco era mucho más pesado de lo que la pelirrosa había pensado y se sintió aliviada de haber optado por llevar el cabello suelto y no las dos coletas que había pensado. Se lo puso y todo se volvió oscuridad, sólo pudo escuchar el ataque de risa de Rutherford mientras ella miraba el interior del casco, escuchó el característico sonido de una cámara siendo disparada y unas cuantas risas más antes de decidir quitarse el casco.

─ Creo que necesito uno de mi talla ─ dijo encogiéndose de hombros, Rutherford le extendió una cámara digital sin dejar de reír, Pinkie la tomó y estalló en una carcajada al mirar la fotografía, el casco realmente le quedaba enorme, y los cuernos eran tan grandes que seguro medían el doble que su cabeza.

─ No es una edición de super lujo, pero creo que tengo el indicado para ti ─ dijo el dueño del negocio cuando a la pareja al fin superó el ataca de risa.

Era un pequeño casco gris con detalles dorados y unos cuernos blancos mucho más discretos. Pinkie se lo probó y le quedó a la perfección, se miró al espejo que el chico le ofreció y asintió varias veces.

─ Sí, sí, me lo llevo puesto ¿Cuánto cuesta? ─ preguntó la chica deseando que el precio le dejara suficiente dinero para al menos comprarse una camiseta.

─ Oh, no, nada de eso ─ respondió Rutherford ─ Ponlo en mi cuenta Rick, te lo pagaré junto con la liquidación de mi casco.

─ ¿Qué? No, lo pagaré yo ─ dijo Pinkie sacando su cartera.

─ Por supuesto que no ─ respondió Rutherford ─ es un regalo, así que tendrás que aceptarlo, velo como una disculpa por no avisarte y quitarte la oportunidad de venir disfrazada.

─ Bueno… pero si la próxima semana te invito al parque de diversiones y decido regalarte unas orejas de conejo no podrás negarte y tendrás que usarlas ─ dijo Pinkie con un gesto adorable.

─ Es un trato ─ respondió Rutherford soltando una carcajada ─ ¿Recorremos la carpa ahora?


Los primeros rayos del sol se colaron por la ventana sin armar gran revuelo, la pareja seguía dormida, fue hasta un par de horas después, cuando la alarma programada del celular de Luna las despertó.

Después del primer beso habían venido otros más, y luego silencio, un cómodo y cálido silencio. El cansancio del día se apoderó de ellas y se fueron juntas a la cama, se quedaron dormidas al instante. Y ahí estaban ahora, con la alarma sonando y ganas de seguir durmiendo.

─ ¿Estás ocupada hoy? ─ preguntó Cadence cuando Luna apagó la alarma.

─ No, solo que siempre olvido poner la alarma así que mejor la configuré para sonar diario ─ respondió la morena volviendo a la cama ─ muero de hambre ¿Tú no?

─ Ya que lo mencionas, sí, anoche no cenamos nada ─ Cadence tenía un enorme antojo de algo dulce ─ ¿Te apetecen wafles para desayunar?

─ Me encantan los wafles ─ respondió Luna con una sonrisa ─ Tiene años que no desayuno wafles, cuando era niña era Celestia quien solía prepararlos, así que nunca aprendí a hacerlos, luego… supongo que simplemente crecí y empecé a desayunar cereales, fruta y esas cosas.

─ ¡¿Qué?! ─ exclamó Cadence sorprendida ─ ¡Son wafles! Los wafles son atemporales, no importa si eres una niña o subdirectora de un colegio, todos necesitamos un desayuno de wafles de vez en cuando. Hoy solucionaremos eso. Te enseñaré a preparar wafles… y por cierto, también puedes ponerle fruta y cereales a los wafles.

Pasaron la siguiente hora en la cocina, Luna parecía no tener mucho talento para la cocina, pero hizo su mejor esfuerzo y preparó unos cuantos wafles decentes, el resto los preparó Cadence. Sacó del refrigerador fresas, zarzamoras y plátano, además dispuso en la mesa nueces, miel de maple, granola, mermelada, crema batida y chispas de chocolate. Luna había puesto la cafetera y un delicioso aroma se apoderó de todo el departamento.

"¿Así se sentirá pasar un fin de semana con tu pareja?" pensó Luna, y de inmediato se dio cuenta de un detalle importante, se habían confesado sus sentimientos, habían superado el miedo y decidido confiar, pero no habían establecido qué tipo de relación tenían. ¿Eran pareja? Ninguna se lo había pedido a la otra, ¿aún se hacía eso? Muchos jóvenes vivían relaciones sin etiquetas, pero… si decidieran tenerlas ¿Quién debería pedírselo a quién? Conocía algunas parejas gay en que marcadamente uno era más masculino y otro más femenino, pero también las conocía como Lyra y Sweetie, que no parecía haber marcado ninguno de estos patrones… ¿Y Cadence y ella?

─ ¿En qué piensas? ─ la voz de Cadence la sacó de sus pensamientos ─ de pronto te quedaste quieta y callada.

─ Tú y yo, ¿qué somos? ─ dijo Luna sin saber de qué otro modo preguntarlo.

─ Te refieres a … ¿nuestra relación? ─ preguntó Cadence, la morena asintió con la cabeza ─ bueno, yo lo había dado por sentado, pero en vista de que tú no, supongo que tendré que hacer la pregunta… Luna ¿Te gustaría ser oficialmente mi novia?

─ Yo… ─ a pesar de que había pasado los últimos minutos pensando en ella, la pregunta la tomó por sorpresa, seguía un poco asustada, pero sí, eso quería ─ Sí, Cadence, quiero ser tu novia.

─ Perfecto, celebremos con un festín de wafles ─ dijo la pelirrosa acercándose para besar a su ahora novia.


Rainbow Dash llegó a la granja de los Apple y se dirigió al granero, tal como Applejack se lo había indicado. Ahí se encontró con la rubia clasificando las manzanas, años de experiencia le permitían reconocer fácilmente cuáles serían mejores para sidra, cuáles para postres, y cuáles para comerse frescas.

─ Hola A.J. ─ saludó Rainbow sentándose en uno de los enormes bultos de heno.

─ ¿Qué hay Dash? Dijiste que tenías algo importante que decirnos ¿Tiene que ver con lo que pasó con Fluttershy en el baile ─ preguntó Applejack dejando a un lado las manzanas y sentándose junto a Rainbow.

─ Cariño, aquí está la limonada ─ Rarity acababa de entrar con una jarra de limonada y tres vasos, que casi tira al mirar a Rainbow ─ Querida ¿Qué te pasó? Tienes un aspecto terrible, parece que hayas pasado la noche entera bebiendo, o llorando, o ambas.

─ La primera ─ respondió Dash encogiéndose de hombros ─ ¿Qué se le va a hacer? No siempre puedo ser la estrella de la noche.

─ ¿Está todo bien Rainbow Dash? ─ preguntó Rarity con expresión preocupada.

─ Estoy enamorada de Fluttershy…

─ Ya, pero eso ya lo sabíamos ─ respondió Applejack dándole una palmada en la espalda ─ La cuestión es… ¿Qué harás?

─ Anoche salí a beber con Pinkie… sí, ya sé que beber es malo para la piel ─ dijo adelantándose a Rarity que seguro estaba por hacer un comentario sobre eso ─ y me dijo algo que me dejó pensando, quiero demostrarle a Fluttershy que soy esa chica segura que puede pararse frente a toda la escuela y decirle que la ama.

─ ¿Y lo eres? ─ preguntó Rarity con todo el tacto que pudo.

─ No ─ respondió Dash tras soltar un largo suspiro ─ No lo soy, pero quiero serlo. Por eso necesito su ayuda. Applejack, tú te paraste frente a toda la escuela con total seguridad. Y tú Rarity, a pesar de ser una persona que se preocupa por el qué dirán, dejaste todo eso de lado, porque amas a Applejack y quieres estar con ella. Pues eso quiero yo, poder arriesgarme por amor y poder gritarle al mundo ese amor.

─ Bueno, terroncito ─ dijo Applejack rodeando a su amiga por los hombros ─ No tienes que ser como Rarity ni como yo, debes ser tu misma. Yo me paré frente a todos y canté una canción porque esa soy yo, está en mí ser así. Tú debes descubrir tus propias formas de expresar amor, no es que Fluttershy quiera que de verdad le cantes una canción a mitad del baile, sólo quiere que seas capaz de reconocer lo que sientes y tengas el valor de decírselo, no a toda la escuela, solo a ella.

─ Tener el valor… ─ murmuró Rarity ─ Si necesitas tomar valor, es que algo te asusta ¿Qué es lo que te asusta a ti Rainbow Dash?

─ Arruinar las cosas ─ respondió de inmediato, ya había tenido toda la noche para pensarlo y ese era su principal temor ─ llevamos más de la mitad de nuestras vidas siendo amigas, nos conocemos mejor que nadie, tenemos algo especial, algo que pensé que duraría para siempre, muchas veces nos imaginé de mayores, ella con su clínica veterinaria, yo en las olimpiadas, juntándonos todos los fines de semana para platicar y ponernos al día. Y ahora, si esto sale mal, si arruino las cosas, si ella no me corresponde y no quiere verme nunca más…

─ Wow, wow, wow, Dash, espera un poco ─ la interrumpió Applejack ─ sí, el rechazo es una posibilidad, pero no es la única, y permíteme decirlo, es la más improbable. Estás pensando mucho en lo que podría salir mal, pero ¿Y lo que podría salir bien? ¿No crees que es mayor la recompensa? ¿Que vale correr el riesgo?

─ Sí… lo vale ─ dijo Rainbow poniéndose de pie ─ Claro que lo vale. Tengo que ir a hablar con ella.


─ Y luego está mi hermana Maud, ella es la mayor, estudia geología en la Universidad, adora las rocas, en verdad, si tu crees que yo adoro los postres es porque no la has visto hablar con una roca ─ habían pasado toda la mañana recorriendo las carpas, Pinkie había comprado una camiseta, un llavero y un libro. Habían visto tocar a dos bandas, y escuchado poesía vikinga. Ahora se encontraban sentados en la carpa de comida, disfrutando de unos jugosos cortes de carne y un par de cervezas. Pinkie le contaba a Rutherford acerca de su familia, el chico la escuchaba con mucha atención y no despegaba la mirada de ella, salvo para comer. La gente solía perder la atención con Pinkie después de los primeros cinco minutos por lo mucho que hablaba, pero él parecía encantado.

─ ¿Entonces sólo ustedes dos viven en Canterlot? ─ preguntó Rutherford tras darle un largo trago a su cerveza.

─ Sí, mis hermanas prefirieron quedarse con mis padres, es más lo suyo ─ respondió Pinkie ─ pero definitivamente no es lo mío.

─ ¿Y qué sí es lo tuyo? ─ preguntó el chico mirándola con atención.

─ Vaya… ─ la pregunta la dejó pensando un poco ─ Más, mucho más… todo. Pasar toda mi vida en la granja no es para mí. Hay tantas cosas que aprender, tanto por conocer, tanta comida que probar, tanta música que escuchar, tanta gente con quien platicar… una granja se queda pequeña comparada con el mundo que quiero recorrer. ¿Qué es lo mío? Todo.

Aunque el chico pelirrojo parecía tranquilo por fuera, por dentro sintió toda una explosión, el también sentía que su pueblo le quedaba pequeño, que había un mundo enorme allá afuera que recorrer.

─ ¿Qué? ─ preguntó Pinkie al notar que Rutherford la observaba con una sonrisa.

─ Recorramos ese mundo juntos ─ respondió el chico con una sonrisa aun más amplia.