Notas de Lu: Me voy amigas, jaja. Me voy a despedir desde aquí para que les quede el epílogo así libre de notas suicidas mías. Me gustó mucho escribir este fic, sobre todo el capítulo de "Gato rojo" que fue en verdad mi favorito, pero yo creo que es el último dark fic que escribo por que la verdad es un quebradero de cabeza escribir estas cosas. Básicamente me tenía qué deprimir para escribir el capítulo, así que no, este es el último long-fic dark. Dejé muchas escenas sin presentar porque ya no hubo el momento de sacarlas y creo que se quedarán guardadas o eliminadas. Los personajes OC que son Hashimoto y Hisae lo más probable es que anden pululando por mis otros fics, porque la verdad me encantaron.
Les agradezco mucho el que hayan leído esta historia, ver tantos views me emocionaba, al igual que leer sus reviews (uno que otro hater pero la verdad me daba más risa que coraje). Muchas gracias por agregar la historia a sus favs o follows, y también a mí como autora, de verdad los amo.
Y por último, como siempre digo al final de un fic, ésta es una prueba más de que SIEMPRE termino mis historias, así me tome años. Así que tengan un poco más de paciencia. Por favor y por amor de Dios.
Bueno, esto es lo que salió gracias a bastantes días llenos de canciones, combinados con mis tostitos, y la película de Black Mirror (?).
Les mando un abrazo super mega asfixiante.
Adieu~
Ella y su oscuridad
Epílogo
Sus ojos blancos miraban la esquina del recinto, había algo de moho muy minúsculo. Hizo una nota mental de mencionárselo cuanto antes al personal de limpieza. Las respiraciones eran algo que podía escuchar, algunos estaban impacientes, pero no por eso ella se amedrentaba, ellos jamás se atreverían a exigirle cosas o regañarla. Ya no era una niña. Era una joven adulta que tenía un poderoso clan de dojutsu bajo su mando. Su rostro estaba derecho así que movió sus ojos al frente para verlos a todos, los presentes se mostraron serios y otros un tanto amables, o fingiendo ser amables. La mirada de la joven era altiva y poderosa, sin una pizca de vacilación.
Era una temida y respetable dirigente. Era la cabeza del clan Hyuga. Era Hyuga Hanabi-sama.
—¿Y bien, señor Hajime? ¿Nos va decir algo o quedará callado para siempre? —La voz de Hanabi era fina, delicada y fría, como un hermoso hielo, como un duro diamante. Combinado con su altura y su larguísimo cabello castaño peinado en dificultosas trenzas para ayudarle a recogerlo un poco, y aun así le llegaba pocos centímetros antes de los pies. Vestía un hermoso kimono blanco con bordados dorados y sakuras. Y su piel seguía siendo blanca y tersa como siempre. No cabía duda de por qué la llamaban la "princesa de hielo del clan Hyuga".
—Ah, sí, Hanabi-sama. Con su permiso. —Con torpeza el viejito sacó unos pergaminos; desdoblándolos, y se levantó para mostrárselos a Hanabi. Justo antes de llegar a ella una sombra apareció rápido al lado de su ama, un joven alto y de cabello color miel que lo observaba fijamente y con recelo —. Oh, lo siento, Hashimoto-kun, olvidaba que no te gusta que se acerquen a Hanabi-sama. —Se disculpó con una sonrisa y le entregó los pergaminos a él y éste los puso frente a Hanabi, en la mesa.
Hanabi leyó todo con rapidez y luego levantó la mirada con algo de petulancia.
—Apruebo el presupuesto. Como miembro del concejo de ancianos estoy en la firme disposición de crear un centro de apoyo para niños que no deseen ser ninjas.
Por supuesto que la mayoría no estaba de acuerdo, pero era imposible contradecir el carácter temible de la joven, además, aun así los convencería de acceder, pues tenía ese poder de persuasión demasiado desarrollado.
—Otro problema. La lápida de la antes miembro del concejo; Utatane Koharu, fue vandalizada…
—Unos cuantos grafitis no creo que molesten a la anciana, siguiente tema. —Sin mayor importancia, pero con gusto de saber la noticia, exigió continuar.
—Ya fueron localizados los vándalos que robaban en el mercado. Son menores de edad. —Anunció otra persona, pero no era un Hyuga, sino un ciudadano normal.
—Que aprendan una lección, mándelos al bosque de la muerte por una semana. ¿Qué sigue?
—Pero Hanabi-sama, con todo el respeto que usted merece, no sé si el Hokage apruebe eso.
—Lo aprobará. —Lo miró brutalmente, no tenía el byakugan activado y aun así había un par de venas resaltantes en sus ojos. El anciano prefirió callar y anotar las órdenes.
—Grupo localizado de tratantes de blancas. Morino Ibiki lidera el grupo de rescate e investigación.
—Que mis sombras se encarguen de ellos.
Los presentes se miraron entre sí con cara de angustia. Había un pequeño grupo de no más de veinte hombres que eran conocidos como "las sombras del clan Hyuga", "las sombras de Hanabi". Los chismes de la aldea decían que en realidad Hanabi tenía un ejército de ninjas a su disposición, ninjas entrenados con límites más allá de matar, algo así como un ANBU raíz dirigido por Hanabi. Las libertades que el Hokage le daba a ella como miembro más importante del concejo de Konoha eran siempre criticadas en voz baja, pero lo cierto era que la joven simplemente se había convertido en la mano derecha de Naruto, apoyándolo en su mandato y siendo una aliada verdadera para gobernar y proteger Konoha. Naruto no confiaba en sus viejos concejeros, por lo que al morir Homura, fueron Shikamaru y Hanabi quienes tomaron sus lugares.
Hanabi estaba determinada a que se impartiera justicia, que no se abusara de los débiles, y a veces esa determinación le hacía tomar decisiones duras y frías. Admirada por muchos, envidiada por algunos y definitivamente temida por toda Konoha. Shikamaru siempre la regañó por su carácter de dirigente radical, le decía que tenía que hacer que los aldeanos confiaran en ella, pero Hanabi ciertamente creía en que el fin justificaba los medios. No era para menos, Naruto y Shikamaru lo sabían. La muerte de Hinata la había transformado.
La reunión terminó una hora más tarde porque Hanabi debía recibir al señor feudal para darle los reportes de los últimos meses, aunque el viejo nunca los leía, solo se la pasaba riendo y chismeando mientras iban a diferentes tiendas de comida. El señor feudal prácticamente la adoraba, por eso cualquier queja que se dijese de ella, él rápidamente la desechaba creyendo que solo era una exageración. Hanabi tenía una cara para Konoha y otra cara para el señor feudal o personas importantes. Hashimoto y ella caminaron con pasos firmes por los pasillos de la mansión. De repente se escuchó un maullido detrás y Hanabi se volteó para recibir a su gata blanca entre sus brazos.
—¿Dónde te habías metido, Luna? —La regañó con una cálida sonrisa.
Hashimoto enarcó una comisura de su boca, viendo a su dueña. Pocas veces Hanabi se mostraba como en realidad era, la antigua Hanabi. Muy pocas veces y la mayoría con Luna. La gata de fino pelaje se acurrucó contra el pecho de la joven.
—Espero que algún día me traigas a Eclipse. Sé que debe andar rondando por Konoha.
—Eclipse es una gata muy lista, estoy seguro de que en cualquier lugar que se encuentre estará bien, Hanabi-sama.
—Sí, yo también lo creo, Hashimoto. —sonrió levemente, continuando con su camino y cargando a Luna.
Afuera el sol brillante de verano lanzaba su calor sobre Konoha. Hanabi observó aquél astro amarillo con un deje de confianza. Era un nuevo comienzo.
—Hami —Llamó a una criada que iba pasando por ahí —, hay moho en el salón principal, que lo limpien de inmediato. No quiero recibir más personas en tan terrible estado.
—Veré que lo limpien de inmediato, Hanabi-sama. —Le dio una respetuosa reverencia y se marchó pidiendo el permiso.
—Buen día, Hanabi-sama.
—Buen día, su excelencia.
La saludaba cualquier Hyuga que la viera pasar, ya fuese adulto o niño. Todos le tenían un sumo respeto. Era el mismo miedo que le tenían a su ama lo que al clan Hyuga les hacía sentir protegidos y hasta orgullosos de tener un dirigente de tan firme carácter. Jamás se atreverían a desafiarla. Jamás la traicionarían.
Shikamaru estaba de vacaciones debido a unos problemas de salud de Temari, nada importante por suerte, pero estaba ausente y Naruto se había ido para los exámenes chunin que se presentaban en Suna, por lo que dejaba a Hanabi con total dominio en Konoha. Naruto no estaba preocupado, pues confiaba en ella tanto como en Shikamaru.
—Ve, aun tengo trabajo. —Luna saltó del regazo de Hanabi y merodeó por el estanque de ranas.
—Es un buen día, Hanabi-sama. Tal vez debería tomarse la tarde libre. —Sugirió Hashimoto.
—Supongo. Debería visitar a Hinata-neechan. —Volvió a ver el cielo desnublado y dorado. "Cómo me gustaría que estuvieras aquí conmigo para que vieras cómo han cambiado las cosas. Cómo me gustaría haberte protegido con ésta nueva Hanabi que soy ahora". Siempre pensaba lo mismo cuando tenía tiempo de observar a su alrededor —. No. Tengo qué programar los festivales, no me acordaba, además hay qué hacer inspección de los establecimientos gubernamentales para antes de que llegue Hokage-sama, porque quiero entregarle los reportes a tiempo. Vamos, Hashimoto.
—¡Hai!
Él siempre estaba a un paso de ella. Él era su sombra ahora.
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—¡Niño, no corras! —Kiba estaba convertido en un adulto apuesto. Tenía el cabello castaño medio largo y puntiagudo, si antigua chaqueta gris con pelaje que lo caracterizó cuando fue genin. Su rostro era decidido, como siempre, y estaba afeitado de manera perfecta. Su linda esposa fue tras el travieso chiquillo de seis años que había salido corriendo junto a su cachorro llamado Aoimaru; un hermoso perro de pelaje azul marino de apariencia brava.
Era el aniversario luctuoso de una gran amiga del pasado.
Los Inuzuka asistieron puntuales. La familia Aburame ya estaba ahí. Se trataba de Shino; un respetado maestro de actitud seria junto a su esposa, una despampanante pelinegra de curvas muy pronunciadas, con la cara blanca y sonriente, sus ojos vivaces eran de color purpura. Cualquiera que la viera pensaría que era alguna diosa de la noche o una sacerdotisa. Tenían dos gemelos que eran la idéntica imagen de Shino en cuanto a seriedad.
Depositaron las flores sobre el espacio. En la tumba se mencionaba el nombre de "Hyuga Hinata" que no fue nada fácil imponer. Los aldeanos por muchos años creyeron en la criminalidad con que fue juzgada la primogénita de la familia Hyuga y Hanabi no quiso que la tumba tuviera nombre por miedo a que fuera profanada, hasta que después poco a poco se fue develando la información y un día de repente la verdad vio la luz. Porque la verdad puede tardar años, pero al final siempre brilla. Así fue como el nombre de Hyuga Hinata fue limpiado; más que nada por las triquiñuelas de Hanabi, aunque omitiendo el hecho de que se llamase en algún momento Hyuga Hatani. Eso último solo fue conocido por los más allegados de Hanabi-sama. Y por fin se logró colocar el nombre de Hinata en su propia tumba. Fue reconocida como una virgen mártir del clan Hyuga, para el nada agrado de Hanabi, que lo último que quiso fue que consideraran a su hermana una débil. Sin embargo, las habladurías de los aldeanos no se podían controlar perfecta y completamente.
Fue enterrada al lado de su tan querido primo hermano Hyuga Neji. Los dos ahí juntos.
—Los años pasan rápido. —dijo Kiba para romper el silencio que se había formado.
—Vaya que sí. —Naruto enfundado en su traje de Hokage hizo acto de presencia junto a Shikamaru, Temari y Shikadai.
A lo lejos venía llegando una joven de cabello corto y ojos rojos junto a una señora de aparente edad, se trataba de una jovial Mirai enfundada en su uniforme jonin y de su madre; Yuhi Kurenai.
—Lo siento por la tardanza. Esta vejez no me permite caminar tan rápido. —Se disculpó apenada.
—Nada de eso, Kurenai-sensei, te ves tan genial como siempre. —Kiba le guiñó un ojo haciendo que su maestra sonriera de medio lado.
—Es cierto, Kurenai-sensei, usted sigue siendo hermosa. —Naruto aportó.
—Es lo que siempre le digo. —dijo Mirai.
—Ya basta de mí. —Kurenai apenada hizo un ademán con la mano de que continuaran.
—Hagamos una oración como todos los años. —exclamó Shino viendo a Temari, quien siempre era la que tenía las mejores palabras.
—¿Hanabi no viene de nuevo? —inquirió Kurenai.
—Lo siento, le doy demasiado trabajo. Justo ahora se encuentra de viaje por mi culpa, se retrasó por unos problemas diplomáticos. —Naruto siempre la disculpaba como todos los años pero la verdad era que Hanabi simplemente no le gustaba asistir ahí frente a todos. Naruto sospechaba que iba a visitar a su hermana ya entrada la noche, cuando la ciudad dormía y el cementerio estaba solitario.
—Ni Kakashi. —Lamentó Kurenai.
Naruto esta vez no dijo nada. No sabía qué decir. Hace muchos años que Kakashi se dio de baja como ninja de Konoha para cambiarse de residencia. No volvieron a saber de él ni por cartas. Se alejó del mundo. Se exilió él mismo.
—Ibiki-sensei ya viene. —Mirai habló con amabilidad señalando con la mirada a un hombre de gabardina negra. Ibiki seguía siendo un roble, como siempre. Los años no le habían pasado tanta factura y aunque tenía arrugas en los ojos, por lo demás seguía igual. De cuerpo ancho y músculos preparados para la batalla. Kurenai se le quedó viendo con seriedad, sin alguna emoción de por medio. Nunca volvió a considerarlo su amigo después de que él entrenara a Hinata como sombra. Se dirigían palabras estrictamente necesarias y eso porque Mirai había querido ser su discípula, de él y de Guy-sensei.
—Ya estamos todos. —dijo Temari. La rubia dio una reverencia con respeto y empezó a orar con los ojos cerrados y las palmas juntas, los demás la imitaron, incluso los niños. Sabían que esa persona de la tumba era demasiado importante para sus padres.
—Hinata no está ahí. —Una mirada altiva los observaba desde lejos, cuidando de esconder su chakra para que no la notaran. A su lado, siempre fiel más que un perro, se encontraba Hashimoto. Como secundando a su dueña, Luna maulló suavemente frente a ellos.
—Su palabra es ley, Hanabi-sama. Si usted dice que Hinata-sama no está ahí, entonces no está ahí.
—Qué cruel por parte del Hokage permitirles llorar por un ataúd vacío. —Se cruzó de brazos y dio media vuelta de manera grácil, como si fuera una con el viento. Su largo cabello ondeó. Antes de que se volteara, Hashimoto alcanzó a notar que el Hokage los vio de reojo. Naruto asintió a lo lejos. Hashimoto imitó el gesto en secreto y siguió a su dueña. Luna caminó elegante detrás de ellos.
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Abrió los ojos de golpe al sentir el vacío. Kakashi vio que en el tatami no había nadie más que él. Ella nunca se quedaba acostada hasta tarde a pesar de que Kakashi se lo había pedido muchas veces. Con pereza se levantó tallándose los ojos. Hacía algo de calor. Estaban en pleno verano y a él no le gustaba mucho, pero al menos vivían en el bosque y eso lo hacía un poco más fresco, solo un poco. El aire estaba condimentado. Había pinos, humedad, hojas secas. Ahí en la salida de la habitación, que dicho sea de paso ni tenía puerta, solo una gran abertura con cortinas transparentes, estaba un plato grande con fruta en cubitos y un jugo. Sonrió. Siempre le dejaba el desayuno listo.
Decidió desayunar y después buscarla, así que se sentó en la orilla del piso de madera oscuro, colgando los pies y balanceándolos feliz. Era un bosque tranquilo, tenía ruidos de grillos, aves, de viento o agua, el verde lo cubría casi todo, incluso esos largos helechos que se abrían paso como podían. La tierra siempre estaba húmeda, lo que daba un olor pasivo que daba ganas de dormir todo el tiempo, algo que Kakashi hacía muy a menudo. Unos metros más allá estaba un pequeño huerto que él hizo. De vez en cuando Ibiki los visitaba para darles noticias, aunque de cualquier manera ella visitaba la mansión Hyuga sin que nadie se diera cuenta, sin que Hanabi la viera porque para todos en Konoha estaba muerta.
Kakashi alzó la mano saludando a la mujer que venía llegando a lo lejos. Usaba un pantalón ninja y una blusa blanca de seda que tenía las mangas holgadas y el cuello estaba en forma de v. Usaba unas botas para ese tipo de terreno húmedo y en su espalda cargaba una bolsa con aparentemente víveres. Su figura había crecido un poco y estaba más delgada, sus curvas seguían notorias pero se habían suavizado un poco. Y su cabello azul ahora estaba recortado unos centímetros antes de sus hombros. Kakashi se había llevado el susto de su vida cuando Hinata recortó su cabello como en sus tiempos de genin, pero ahora ya había empezado a crecer y se notaba más lindo y cuidado.
—Fui a la aldea vecina por unas cosas. —Avisó descargando la bolsa en los escalones de madera y luego se sentó en uno.
—Me hubieras despertado para ir contigo.
—Lo intenté, de verdad. Pero duermes demasiado profundo. —Volteó a verlo y aunque no le sonrió, su expresión era suave. Hinata no podía hacer las antiguas expresiones cándidas de antes debido a lo mucho que la afectó el entrenamiento como sombra del clan y por todos los acontecimientos vividos en años anteriores, pero Kakashi le decía que al menos ya no lo veía con cara de quererlo matar en el momento menos esperado.
—Me hubieras dado una patada.
—No me gusta lastimarte. —dijo extrañada.
—Sí, sí, lo sé, es sarcasmo, ¿entiendes? —Se rio. Hinata forzó una sonrisa no muy buena.
—Claro. Te haré un almuerzo, hoy tenemos que trabajar en las postas del terreno de Kakuri-san, ¿recuerdas? —A veces hacían trabajos para las personas de pueblos aledaños en busca de un poco de dinero para comprar cosas que ellos mismo no pudieran producir o cultivar. Además eso parecía agradarle a Hinata, así que Kakashi ayudaba gustoso. Se levantó mientras tomaba la bolsa con una mano y subía las escaleras para ir a guardar los víveres.
—Hinata. —La llamó en tono de regaño serio.
—Sí, perdón. Es que no me acostumbro. —Chasqueó la lengua en señal de reprocharse a sí misma el haberlo olvidado. Finalmente había un pequeño sonrojo en sus mejillas. Kakashi le dijo que las parejas siempre se saludaban por la mañana con un beso. Hinata dejó la bolsa recargada contra la pared e hincó una rodilla en el suelo para alcanzar a Kakashi. Tan solo chocó sus labios con los de Kakashi como si fuera algo rudo, no durando más de un segundo —. Disculpa si no lo hago bien, es que… —Pareció avergonzada.
—Lo haces perfecto, cariño. —Acarició su cabello poniendo unos ojos sonrientes. Hinata sonrió de medio lado sin esfuerzo y se irguió para entrar a la casa.
Kakashi comienza a besarla rápido
—Espera, ¡espera! —Lo alejó empujándolo —, perdón es que… —Bajó la mirada —, solo que tengo miedo de que no sea buena.
—No tienes qué ser buena. Sólo tienes que ser tú. Hinata, te he esperado por cuatro años. —Ella lo miró avergonzada, pero Kakashi se acercó a ella tomando su rostro entre sus manos —, y te esperaré los que falten. Cuando tú lo quieras hacer. Estoy bien con eso.
Kakashi sabía que ella no era virgen. Nunca lo habían mencionado, pero era algo implícito. …
"Tengo miedo", pensaba Hinata, "tengo miedo de fallar otra vez".
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7 años después.
Ahí enfiladas, una al lado de otra se encontraban siete tumbas. Siete. Shichi. El número de la muerte. Shinu. Los japoneses tienen la superstición sobre los números cuatro y siete hacen referencia a la muerte.
Hyuga Hatsune.
Hyuga Hizashi.
Hyuga Hiashi.
Hyuga Hayato.
Hyuga Neji.
Hyuga Hinata.
Hyuga Hanabi.
El joven de cabello largo y de color miel observó de frente aquellos lugares santos donde descansaban eternamente los líderes del clan Hyuga. Hanabi murió antes de los treinta al verse afectada por la tan conocida afección al corazón que padeció su abuelo Hayato y su padre Hiashi, enfermedad congénita que los llevó a la muerte a los tres. Todos los miembros del clan sepultaron a su líder con gran amargura y pesar, pues sabían que una líder no sería tan fácil de reemplazar.
—Ella sabía su final, por eso preparó todo con minuciosidad. —Pensó Hashimoto en voz alta contemplando el epitafio con sus ojos blancos.
La amaba.
Esa fue siempre la verdad detrás de su lealtad hacia Hanabi, pero ella era su dueña. Un perro no podía amar y casarse con su ama. No él.
Dejó su puesto como miembro del concejo de ancianos a Hisae; una mujer que demostró orgullo Hyuga aun cuando eso le llevó a perder a su propio esposo y a su hija. Así tuvo como compañero a Shikamaru, quien la respetaba mucho. El liderazgo del clan quedó a cargo de Hashimoto, quien no muy contento se autoproclamó "líder interino", puesto que no se sentía digno para el puesto y juró encontrar a alguien digno de ser el verdadero líder del clan Hyuga.
Por eso estaba ahí. En ese cementerio en la media noche. Cuando la luna alta brillaba en el cielo oscuro, brindándole la luz necesaria. Ya había revisado que el lugar estuviera libre de chakra.
—¿Vive o no, Hinata-sama? —Era la tumba de Hinata. Hashimoto enterró la pala de metal en la tierra donde reinaba el pasto verde. Comenzó a cavar arduamente. Vería con sus propios ojos si realmente su difunta Hanabi-sama tenía razón.
"Tú nunca vas a traicionarme", descubrió Hanabi sorprendida ante Hashimoto. Fue una noche en que Hanabi tenía muchas ganas de llorar. En ese día también habían enterrado a los traidores de la rama secundaria; Hayato, Hiroyuki y Ko. Al haber blasfemado contra el clan, no pudieron ser enterrados en Konoha sino fuera, en el bosque, en un apartado lugar donde usualmente se sepultaban a criminales o desertores de la aldea. Hashimoto estaba ahí con Hanabi, en lugar de con su familia. Fue esa acción que provocó la confianza de Hanabi hacia su fiel sirviente. Él se hincó frente a ella esa noche fresca. Le juró lealtad incluso más allá de la muerte.
La tierra comenzó a ser removida casi en su totalidad hasta encontrar un ataúd de madera. Hashimoto saltó al hueco profundo y con ayuda de un kunai abrió el féretro con lentitud, temiendo la verdad.
No había nada.
No había un cuerpo. Estaba solo.
—Hinata-sama está viva. —Se sorprendió.
Hanabi tenía razón. De ese modo ahí estaba su oportunidad de encontrar a la verdadera merecedora del trono Hyuga. Había una heredera auténtica.
Hyuga Hinata estaba viva por ahí, y él se aseguraría de entregarle su corona.
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—Sé que eres tú. Soy tu hermana, ¿acaso crees que puedes esconderte de mí? —Hanabi estaba febril ahí acostada en el tatami con varias cobijas para no lastimar su cuerpo débil. Desde hace un mes se fatigaba demasiado y no podía caminar. Había comenzado a platicar mucho con Hashimoto para explicarle las funciones y decisiones del clan Hyuga, a Hisae le enseñaba la manera de cabildear astutamente en el concejo de ancianos, la forma de hacerse respetar con solo una mirada. Los educaba ahí acostada, hablándoles por horas y horas sin cansarse, haciendo que de vez en cuando anotaran cosas y datos importantes en pergaminos.
La criada que había entrado a la habitación con las velas a media luz, volteó a ver a la enferma con sorpresa.
—Déjame verte como eres en realidad.
La muchacha dejó la charola de comida en un lado y se quedó sentada de rodillas al lado de su ama. De pronto una nube de vapor explotó y ahí estaba una mujer de vestido negro con tirantes, el largo del vestido le llegaba fácilmente a los tobillos y su cabello estaba ordenado y corto unos pocos centímetros antes de llegar a los hombros. Pero en su cara había una máscara de gato.
—Dije… déjame verte como eres en realidad. No eres un gato. —Hanabi exigió con voz autoritaria, pero con un deje de debilidad.
Levantó su delicada mano, sus dedos largos retiraron la máscara lentamente hasta dejar una cara pálida. Tenía una cicatriz en el labio inferior, sus ojos seguían blancos e inexpresivos, la observaba con tranquilidad, como un paisaje desértico con todo el tiempo del mundo. Ya no estaba el fervor de antes, esa obsesión por mantener la vida de Hanabi por sobre todo ser existente. Ahora había madurez en su mirada, una madurez fría.
—Nunca estuviste muerta, ¿no es así?
—Lo lamento, Hanabi-sama. —Pero su voz realmente era cándida como antes, aunque no concordaba con la expresión de su rostro.
—Ya lo sabía. Lo podía sentir dentro de mí. Sigues siendo mi hermana, ¿verdad?
—Por supuesto.
—Siempre quise preguntártelo. ¿Qué es Hatani para ti? ¿Ella… sigue ahí?
—Está aquí. Adentro. —Elevó una mano hacia su corazón —. Es muy extraño. Casi siempre tengo dolores de cabeza por eso. Intento entenderlo como que… justo ahora soy Hinata, pero cuando me pongo la máscara aparece Hatani.
—Quédate aquí esta noche. —Le pidió con voz caprichosa. Como la niña mimada que era a los cinco años.
—Sabes que no puedo. Alguien podría verme.
—Sé astuta entonces.
Hinata se quedó sin saber qué contestar.
—Estoy muriendo, Hinata. Lo sabes, lo saben todos. Mi corazón está fallando como una vez lo hizo el de nuestro padre y el del abuelito.
No se movió de su lugar, pero luego de un minuto terminó rindiéndose a los encantos de su pequeña hermana. Hanabi había cambiado mucho, superando la belleza de su hermana mayor. Parecía una diosa ahí recostada, con su piel blanca y su larguísimo cabello castaño que se desperdigaba por el edredón y se perdía en la oscuridad. Sus ojos blancos refulgían con la luz de la luna, dándole un aspecto místico. Hinata se vio superada por aquella belleza y finalmente se rindió, acostándose de lado pero sin tocar el tatami.
—Te queda bien el cabello corto. Dime, ¿es cierto que Kakashi-sensei está contigo? Naruto no me dice mucho.
—Sí, lo está.
—Qué bueno, así no estás sola. Supongo que Eclipse también está contigo y por eso no he podido encontrarla durante estos años.
—Sí, está conmigo. No te preocupes. ¿Luna está bien?
—Sí. Se pierde algunas veces pero está esterilizada así que puede andar por ahí. —Sonrió divertida. Hinata solo elevó una comisura de sus labios ante la ocurrencia de su hermana —. Tengo mucho que contarte. Pero supongo que ya lo sabes. Eres esa sombra que a veces veo de reojo y desaparece, ¿cierto?
—Siempre he estado al pendiente de ti, Hanabi. Incluso después de muerta. —Algo en el corazón de Hanabi se detuvo, como dándose cuenta, confirmando, el grado de lealtad de su hermana para con ella. "Sigo siendo su prioridad", pensó Hanabi —. ¿No hay algo que Tsunade-sama pueda hacer? Para tu corazón.
—Sabes que no. Lo sabes de sobra. Lo aprendimos con nuestro padre y el abuelito. Voy a morir lentamente y está bien. Hice lo que tenía qué hacer. Ya dejé todo preparado. Pero no contaba con la confirmación de que estuvieses viva.
—Si dejaste a Hashimoto como líder por mí está bien. Es una buena decisión. Él es leal, igual que su madre; Hisae. De todas maneras, una muerta no puede liderar un clan.
—Debe haber alguna manera. —Hanabi comenzó a pestañear lentamente hasta quedarse dormida por el cansancio.
Hinata la vio dormir por unos cinco minutos y después se levantó, añadió su disfraz de criada y abandonó la habitación.
Era de noche. Sus pasos traviesos la llevaron hacia el cementerio de Konoha, allá donde descansaban los grandes ninjas. Observó la piedra que rezaba el nombre de la muerta de ahí; Haruno Sakura.
—Tenía mucho que no te visitaba.
Una luz de rosa pálido apareció a un lado de Hinata. Era una pelirosada vestida de blanco.
—Todo ha estado muy bien por aquí. A veces regreso porque estoy aburrida. Ese corte te queda bien, por cierto.
—Sakura, lo siento.
—Lo dices todo el tiempo antes de dormir. —Se quejó fastidiada —. Ya déjalo. Todo pasa porque tiene qué pasar. Las coincidencias no existen, solo lo inevitable.
—El tiempo ha estado tan calmado que siento que en cualquier momento vendrá una tormenta.
—Nada de eso. Eres una kunoichi y por ello esperas lo peor.
—Hanabi está muriendo.
—Y tú vas a tener el lugar que siempre te correspondió. Vas a ser la reina.
—No quiero.
—Alguien tiene qué controlar al clan del ojo blanco. Y si no es Hanabi, entonces serás tú.
—Si me pongo exacta, la primogénita siempre fue Hanabi. Incluso Hatani fue la segunda hermana. Estoy destinada a ser la segunda. Soy una bouke.
—Ya no tengas miedo. —Susurró el viento en su oído y de repente la luz rosada desapareció, dejando todo en penumbras. A lo lejos el búho hacía ruido, el viento despeinaba los árboles cercanos y provocaba un estremecimiento en la piel que erizaba los vellos. Eran las dos de la madrugada. Sería mejor regresar y no preocupar a Kakashi.
Dio media vuelta, alejándose.
Aquella noche Hinata llegó siendo abrazada enseguida por un Kakashi frenético que le preguntó donde había estado a tan altas horas de la noche.
"—Ya no tengas miedo. —Susurró el viento en su oído".
—Kakashi tengo algo importante qué decirte.
—¿Ahorita a las tres de la madrugada? —Kakashi bostezó. Ya tenía sueño. Lo único que quería era dormir.
—Sí. Yo… no soy virgen.
—Lo sé. —respondió con simplicidad.
—¿Qué? —Anonadada se hizo para atrás, completamente tomada por sorpresa.
—Hinata, siempre lo he sabido. ¡Por favor dime que ese no es el motivo por el que no quisiste durante todos estos años! —Cerró los ojos con fuerza queriéndose odiar por no haber hablado de algo tan simple con ella.
—No fue por eso. Algunos años tuve miedo de que al hacerlo pudiera crear una conexión mucho más fuerte contigo y que por ello mi prioridad dejara de ser Hanabi-sama, porque eso es lo que pasa, o que por el contrario, después de hacerlo tú decidieras dejarme.
—¡¿Dejarte dices?! —Se escandalizó —. ¿Después de todo lo que me costó tenerte? Debes estar loca si crees que voy a dejarte.
Se quedó observándolo por un momento, contemplando sus ojos negros que brillaban con la luz de la luna. No pudo evitar sonreír de medio lado y sentir algo de calidez en las mejillas.
—Y tenía miedo. —Continuó Hinata —. También quería asegurarme de ser Hinata. No sé, quería asegurarme de ser alguien para ti. No ser la mitad de una y la mitad de otra, sino ser alguien completo.
—Solo tengo una pregunta. —Levantó el dedo índice.
—¿Cuál?
—¿Podemos hacerlo ahorita?
—Sí. Pero… no soy muy buena… —dijo acomplejándose, mordiendo su labio inferior un tanto nerviosa.
—Es precisamente lo que me gusta de ti.
Su espalda cayó sobre el suave futon, Kakashi besaba su cuello mientras que Hinata lo abrazaba y veía el techo de madera, pensando en muchas cosas y al mismo tiempo en nada. Pensaba en girasoles amarillos, no sabía por qué. Probablemente era su mente tratando de reprimirse, pero no podía evitarlo.
—¿Estás conmigo? —De repente Kakashi estaba observándola con sus ojos negros. Hinata se sobresaltó un poco al verse descubierta.
—Sí, solo tenme paciencia. —Le acarició una mejilla dulcemente.
—La tengo. —Volvió hacia ella besando sus labios, aunque después abandonó su cara, perdiéndose entre sus clavículas y más abajo, entre sus pechos, sus costillas, haciendo un camino interminable. Y pasó lo que tenía qué pasar. Hinata sintió que realmente estaba en el cielo, pero al mismo tiempo estaba en alerta de que algo malo pudiera ocurrir. Su instinto de gato. Cerró los ojos para ayudarse, pero tenía miedo de no ver nada. De ver solo oscuridad. Volvió a abrirlos. Estaba incómoda.
—Si hay algo que no te gusta tienes qué decírmelo. —Kakashi contempló el rostro de Hinata.
—Eso no me gusta. —dijo sintiéndose culpable. El peligris regresó frente a ella.
—Está bien, tienes qué decir las cosas que no te gustan. —Él no parecía enojado con ella y eso la tranquilizó —. ¿Qué te gusta?
—No sé.
—Entonces haré algunas cosas y tú me dices si me detengo.
Hinata asintió.
Kakashi sabía que ella no era una persona fácil. Hinata tenía muchas combinaciones, muchas cerraduras y candados, y solo alguien realmente paciente podría encontrar la clave. Pero él no se dio por vencido. Continuó hasta el alba.
Por momentos ella realmente podía dejarse ir. Por algunos segundos. Si se concentraba realmente bien podía dejar el mundo con Kakashi, aunque fuese por breves instantes.
Ahora en ese momento ya había amanecido.
Era una mañana nublada muy tranquila, algo fresca. De vez en cuando había un viento frío que sacudía las hojas de los árboles. Kakashi y Hinata estaban en el pórtico de la especie de cabaña donde vivían. Cortaban vegetales para hacer una sopa caliente. Hinata estaba moliendo tomate en un molcajete de piedra cuando de pronto sintió que algo en su interior se rompió. Se quedó quieta, como si la hubieran petrificado y exhaló con miedo. Sus cejas se aplanaron en una expresión de tristeza, mirando a lo lejos, mirando la nada. Sus dedos temblaron. Kakashi la observó, preguntándole qué le pasaba.
—Mi hermana… murió. —exclamó en casi un susurro.
Un ciclo había terminado. Por varios años el clan Hyuga tuvo un periodo de paz bajo el mandato de Hanabi. Pero todo inicio tiene un final. Y algunos finales acaban más pronto que otros.
Hinata se sorprendió al sentir a Kakashi detrás de ella, abrazándola por la espalda.
—Hanabi tenía problemas con su salud. —dijo Hinata.
—¿Quieres ir a Konoha?
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Kakashi recordaba una reunión hace varios años, cuando Hinata seguía siendo oficialmente la sombra del clan Hyuga. En el recinto estaba Naruto, Homura, Koharu y él mismo. Recordaba una frase de la fallecida Utatane Koharu: "Ciertamente me preocupa que su enfoque sea Hanabi y no la aldea. ¿Qué pasará si en algún momento faltase Hanabi?".
Miró de reojo. Hinata estaba a un lado de él, mirando el funeral a lo lejos. Había mucha neblina ese día, por lo que camuflarse no era un gran problema. Además, su cabello corto ya de por sí le servía de disfraz. Hanabi era su luz, su meta, pero ahora ya no estaba. Como anteriormente la luz de Kakashi fue su madre, Rin, Obito, Minato, y se fueron, y Kakashi se sumió en la oscuridad. Temía por Hinata, temía por su salud mental. ¿Se quebraría? ¿Terminaría de romperse esta vez? ¿Qué es lo que iba a pasar con ella?
En el cementerio había una gran congregación de personas, a tal grado que se tuvo que restringir la entrada a muchos habitantes de Konoha. Ya en sí el clan Hyuga ocupaba una tercera parte del cementerio, entre políticos, sacerdotes, aldeanos, dirigentes. Nunca en muchos años se había visto tantas personas en un funeral desde las muertes de los primeros Hokages. A lo lejos se podía ver en primera fila la altura de Ibiki, el cabello miel de Hashimoto, la capa de Naruto y el cabello crispado de Shikamaru. Sin embargo, Hinata y él se mantenían a una gran distancia, al lado de un gran roble de ramas secas.
La mirada de Hinata lucía tranquila y perdida en el más allá. Hasta que de pronto una lágrima resbaló de su ojo izquierdo. Kakashi lo notó y solo pudo pasarle un brazo por los hombros, en señal de que estaba con ella. Eclipse maulló triste a su lado. Y de pronto observaron una bola blanca caminando hacia ellos. Era Luna. Esa gata parecía seria y como si nada hubiera pasado, como si fuera Hanabi.
Hinata se acuclillo para tomarla entre sus brazos y Luna se dejó abrazar, la estrechó con fuerza contra su pecho, llorando totalmente pero sin hacer ruido, mordiéndose los labios para no gemir, cerrando los ojos con fuerza. Nunca había sentido tanto dolor, de querer gritar y a la vez tener miedo de ser escuchada, quería tener un cojín al alcance contra su boca y poder gritar libremente, porque sí, le dolía todo. Hanabi se había llevado parte de su corazón ahí a tres metros bajo tierra. Su muerte estaba significando un desgarre en su interior, un desgarre de toda la oscuridad que dejó que la invadiera.
Su luz se había apagado. La última vela se había consumido.
Todo su camino había sido por ella. Por esa persona.
Con tristeza y el corazón roto se dejó caer en la oscuridad, solo por Hanabi, y ahora estaba muerta. Muerta para siempre.
Hatsune. Hiashi. Su amable tío Hizashi. Neji. Su padre Hiashi. Su abuelo que al final fue benevolente con las hermanas; Hayato. Su fiel sirviente Ko. Hanabi-sama. Hanabi. Hanabi. Hanabi.
—Hanabi… —Lloró.
Kakashi apenas iba a inclinarse para estar con ella cuando de pronto el lomo de Eclipse se arqueó y la gata negra le gruñó ferozmente, mostrando sus dientes filosos, el pelo crispado, los ojos inyectados de advertencia. Apenas y pudo salvar su mano de alguna garra, así que Kakashi se alejó, asustado más por el ruido que por el animal en sí.
Los ojos negros de Eclipse eran claros, "No te acerques a Hinata".
A pesar de que el llanto de Hinata era lo suficientemente lejano, algunos presentes del funeral voltearon hacia los extraños que se mantenían a distancia.
—Hinata, silencio, están volteando a vernos. —dijo Kakashi —. Levántate, tenemos que irnos.
Pero ella no parecía haberlo escuchado. Más personas comenzaron a girar hacia atrás, preguntándose quienes eran esos dos a lo lejos.
—¡Hinata! —Reafirmó.
De repente hubo un remolino de hojas verdes que pasó demasiado rápido como para que él pudiera detenerlo. Hinata y las dos gatas se fueron con el viento y las hojas, desapareciendo.
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Kakashi miraba por la ventana. Había un viento fresco allá afuera que lo hacía sentir mejor. Era verano, pero también temporada de huracanes así que normalmente los días estaban nublados. Por suerte no se había presentado algún fenómeno meteorológico en Konoha, pero sí en Suna por lo que hubo que mandar ninjas para ayudar con el desastre. De todas formas las nuevas tecnologías habían podido prepararse y no había muertos, aunque sí heridos. Aun así la aldea había sufrido daños materiales.
Bajó su mirada hacia su mano donde sostenía una cajetilla de cigarros. Recordó a Asuma. Él decía que fumar lo hacía sentir tranquilo. De repente la puerta de la oficina se abrió, dejando entrar a un hombre alto y rubio.
—No pensarás en terminar con tus pulmones, ¿verdad, Kakashi-sensei?
—Uno no es ninguno. —respondió sin voltearlo a ver.
El Hokage lanzó una risita diminuta y se sentó detrás de su escritorio para empezar con los deberes matutinos.
—¿Cómo te sientes?
—Siempre me preguntas lo mismo, Naruto. La respuesta sigue siendo la misma. No siento nada en particular. —Su cara era de hastío y finalmente guardó la cajetilla en el bolsillo del pantalón. Luego dio media vuelta y se sentó en una de las sillas frente del escritorio.
—¿Quieres un equipo genin para entretenerte?
—No estoy de humor para cuidar niños. Quiero un nuevo equipo de búsqueda para Hinata.
—Kakashi-sensei, me has pedido cambiar el equipo de búsqueda como veinte veces desde hace un año. No voy a gastar más recursos en ello. Shikamaru está pisándome los talones. Además ya tengo harta a la señora Hisae. Entre los dos me van a matar. Encima me pone de los nervios que alguien del equipo de búsqueda se de cuenta que en realidad su objetivo es Hinata y no a la tal Hashimi que te inventaste. Ellos necesitan buscarla por su forma física también, no solo por su chakra.
—Préstame a Yamato o Genma. A ellos les puedo confiar que buscamos a Hinata.
—No es no. Nadie más sabrá lo de Hinata. Entre menos personas lo sepan es mejor.
El peligris rechistó enojado.
—Olvidas que Hinata alguna vez fue miembro del mejor equipo de búsqueda de Konoha. Si no quiere que la encuentres, no lo harás. Nadie lo hará. Ni el mejor.
—Ya ha pasado un año. —Se quejó el Hatake.
—Estoy seguro que ella está bien. Es solo que… no ha tenido una vida fácil. Tal vez solo quiere alejarse.
—Temo ver su nombre en el libro bingo.
—Eso no va pasar, Kakashi-sensei. Yo confío en Hinata, deberías hacerlo también.
—Es que no olvido lo que alguna vez dijo Koharu. Hinata hizo todo por Hanabi, cambió y se transformó por su hermana. Quítale a Hanabi, ¿y qué le queda?
—Estoy seguro que Hinata tiene algo más que solo a Hanabi en el corazón. —Entró Ibiki sin previo aviso con unas carpetas rellenas de documentos que depositó sobre el escritorio —. Los reportes, Hokage.
—Que Ibiki vaya conmigo. —Lo señaló Kakashi.
Naruto volteó a ver al Morino y éste le dedicó una mirada de "estoy a punto de que me de un ataque al corazón de tanto trabajo que me das y encima funjo como secretario del clan Hyuga", y además parecía que en cualquier momento le empezaría a temblar un ojo.
—No. —Naruto respondió tajante —. Encuentra algo qué hacer, Kakashi-sensei, o yo te lo asignaré. Pero ya por favor deja de darme migrañas. Nadie va a encontrar a Hinata hasta que ella quiera ser encontrada. Entiéndelo.
—Entonces esta vez iré solo. —Kakashi se levantó.
—Nadie te ha dado esa orden. —Habló la voz fría de Ibiki —. Tampoco es fácil para mí entender que Hinata anda por ahí sola, pero si no pudimos encontrarla durante todo este tiempo es porque ella quiere estar sola.
—¿Y si le pasa algo y si se convierte en…? ¿Qué si hace cosas sin pensar?
—¿Como matar? —Ibiki lo observó con el ceño fruncido.
—Tú la entrenaste en eso, ¿no? Deberías saber su potencial.
—Hinata es un gato y los gatos son inteligentes.
Nadie dijo más nada del tema. Naruto empezó a leer los reportes e Ibiki comenzó a relatarle los avances del mes. Kakashi furioso se fue de ahí azotando la puerta.
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Ella y su oscuridad
Ella estaba empezando a despertar del profundo sueño en el que la habían metido. Estaba dentro de un contenedor de vendas malolientes, sintió asco y muchas ganas de vomitar, le faltaba el aire puro, su mano derecha buscó a tientas al lado de su pierna del portakunais, intentando sacar uno para liberarse pero no fue necesario ya que ese vendaje se rompió y sin previo aviso cayó de lleno en el rudo suelo rocoso.
Sintió un terrible dolor en el rostro, aún más en la mandíbula; había caído de frente contra la tierra dura. Se arrodilló inmediatamente para liberarse de su encierro, quitándose con desesperación todas las vendas que la tocaban. Una vez libre llevó ambas manos a su boca que tenía los labios pegados, los despegó luego con algo de dolor, se dio cuenta de que en sus dedos había mucha sangre, lo que quería decir que su boca estaba hecha un desastre. Con las mangas sucias de su blusa negra de manga larga se limpió la boca y no pudo ahogar un grito pequeño de dolor. Pensó en curarse a sí misma pero se dio cuenta de que no tenía casi nada de chakra así que se dijo que buscaría un medic-ninja de emergencia.
Se puso de pie y un terrible mareo la invadió tan profundamente que cayó de bruces. De repente empezó a escuchar voces, quejidos, lamentos. Volteó hacia atrás con miedo y cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que había miles de ninjas cayendo de esas grandes ramas de árbol. Se sintió mejor, al parecer no era la única.
Pequeños flashes empezaron a iluminar brevemente su mente.
Madara. Los kages. El jubi. Monstruo. Sangre. Neji. Naruto. Pelea. Alianza shinobi. Una luna roja. El árbol de chakra. La diosa. Encarcelamiento. Sueño profundo. Ella tenía una cita con Naruto. Y luego todo se volvió blanco. Despertar. Asco. Caída. Dolor. Confusión.
Realidad.
Estaba dentro de una esfera gigante y era de color negro. A través se podía ver Konoha a lo lejos desde lo alto.
Hatani apareció a un lado de ella, mirándola de reojo. Tenía un largo cabello azulado que le llegaba a las pantorrillas, no llevaba fleco, sino el cabello dividido por la mitad. Vestía de un pantalón negro ninja, una blusa de red y encima una blusa pequeña que cubría lo necesario. Estiró la mano hacia ella en señal de que la tomara.
Hinata se miró a sí misma. El short beige, la blusa blanca de manga larga y la chamarra lila, su cabello corto y con fleco, y la inocencia con que veían sus ojos.
—Nunca seremos una sola, Hinata. Yo también existo. No podemos fundirnos. Somos demasiado diferentes. Así que…
—Tendremos que vivir con ello. —Completó Hinata, tomando la mano de Hatani.
Ya no tenía miedo de ser dos personas. Ya no tenía miedo de amar a alguien más que no fuera Hanabi. Ya no tenía miedo de decepcionar a su padre. Ya no tenía miedo de Koharu.
Porque las cadenas que la apresaron ya se habían caído. Y le costó tanto darse cuenta.
Allá abajo estaban presenciando el funeral de Hayato-sama. El tiempo estaba avanzando demasiado rápido.
—Ya no tenemos a Hanabi. —dijo Hinata.
—Pero tienes a alguien. Al menos tú. —Hatani comenzó a brillar con una luz celeste que le salía de los ojos, la nariz y la boca.
—Y por eso sigo viva. Porque no estoy vacía, Hatani-chan. —sonrió de medio lado —. Quiero decir, no estamos vacías. Realmente… no estamos vacías.
Hatani le dedicó una sonrisa, en parte de disculpa y en parte de despedida.
—Aquí es donde yo me bajo, Hinata. La muerte de Hanabi es tu inicio, pero mi final. Ya cumplí mi propósito como Hatani, ya les mostré la verdad. Ahora, a partir de aquí, yo me voy. Yo dejo de existir. Mi ciclo ya terminó.
Ahora se podía ver una gran cantidad de gente reunida en lo que estaba siendo el funeral de Hanabi. Después de ello el tiempo avanzó hasta mostrar los infinitos intentos de Kakashi por encontrarla, liderando diferentes grupos de búsqueda, yendo incluso él solo a aventurarse en los bosques y ciudades lejanas, en las costas y en el desierto.
—Ahí está él. Gracias a esa persona tú aun tienes un propósito.
—Gracias a él no estoy vacía.
Hinata volteó hacia Hatani. Ésta emitía una luz ya casi cegadora. El color celeste brillante lastimó los ojos de Hinata.
—No tengas miedo, Hinata.
—Ya no tengo miedo. —declaró, soltándose, y dio un paso al frente, atravesando la esfera negra, cayendo en picada hacia lo que fuera su realidad.
Nunca cambiaria sus decisiones. Porque fueron ellas quienes la llevaron hasta ese punto.
Hatani brilló tanto que la esfera negra comenzó a resquebrajarse y poco a poco a desaparecer.
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Un paso tras otro. Uniforme ANBU en su lugar, las botas negras, el cabello recortado antes de los hombros y una máscara de gato cubriendo sus facciones. A su flanco derecho caminaba un gato negro y al izquierdo un gato blanco, ambos ya de apariencia un tanto vieja. La chica se detuvo frente a una puerta y tocó un par de veces con respeto, esperando. Tuvo que pasarse algunos minutos intentando que alguien la recibiese, pero al final la puerta se abrió de repente.
—Hola, he traído las gatitas. —Aquello parecía tan irreal. Había tres gatos ahí.
Kakashi se quedó con la boca abierta, aunque muy cubierta por su máscara negra. Sus ojos negros no daban crédito a lo que veía. El tiempo seguramente se había detenido porque ni siquiera estaba respirando. No había sonido o movimiento, solo había silencio alrededor. Un silencio eterno.
La chica elevó su mano hacia la cara y se quitó la máscara, dejándola caer a un lado y ésta se quebró por la mitad en el suelo.
Ahí estaba ese rostro pálido con algunas ojeras, sus ojos blancos con una ligera tonalidad lila y de inocencia, unos ojos claros y puros, no había maldad ahí, o oscuridad. Sus cejas delgadas, su cabello corto, su flequillo de siempre.
Abajo, las gatitas maullaron y Eclipse se atrevió a restregarse entre las pantorrillas de Kakashi, como saludándolo.
—Es un sueño, ¿no? —Kakashi estaba tieso, pero logró hablar. Había soñado tantas veces con ese momento.
Hinata negó con la cabeza.
—¿Por qué te fuiste?
—No es fácil despedirse de alguien tan importante como Hanabi. Perderla fue… —No había alguna palabra que se comparara con el dolor que sintió, así que lo dejó al aire —, sinceramente pensé que no lo soportaría. Pero lo hice.
—Lo que no te mata te hace más fuerte.
Asintió, estaba de acuerdo.
—Pensé que después de ella, ya no había más Hinata. Que la luz se había terminado para mí. Pero descubrí que no. Había algo más en mi corazón. Todavía existía un recuerdo que podía salvarme. Y me aferré a ese recuerdo. Eres tú.
Hinata bajó la mirada un tanto avergonzada de su abandono.
—Pero no tengo nada qué ofrecerte, Kakashi. Nada bueno, creo. Solo mi compañía. Y dos gatas.
Kakashi elevó su mano hacia la mejilla de la joven, tomándola.
—Yo tengo ocho perros. Los chicos y yo las aceptamos a las tres. No somos exigentes —Se inclinó hacia ella, tomando su rostro con ambas manos y dándole un apretado beso en la frente —, solo no se vayan nunca más. —Quitó sus manos pasándolas detrás de la cabeza de ella, acercándola para abrazarla contra su pecho, cerrando los ojos para sentirla más real, apoyando su barbilla contra la cabeza de Hinata.
Extendió sus brazos y aceptó el abrazo. Se aferró a él. Lo aceptó conscientemente como nunca antes.
—Se terminó este viaje, Kakashi, por fin. —Hinata cerró los ojos, sintiéndose en casa —. Estoy tan cansada.
Kakashi se despegó un poco de ella y la cargó en brazos, metiéndola al departamento, le dio una pequeña patada a la puerta para que se cerrara, no sin antes esperar a que las gatitas se metieran. Dentro los ocho perros estaban regados, pero no hicieron mucho escándalo por las dos felinas al ver el regreso de alguien tan importante para Kakashi.
La acomodó en la cama y él se quedó a su lado, muy cerca. Tan pronto como Hinata tocó la cama, se quedó profundamente dormida, silenciosa y sin moverse. Kakashi sonrió de medio lado ante la cándida y dulce escena de una Hinata realmente cansada.
—Ha sido un largo viaje para ti, mi cielo, pero ya estás en casa. —Kakashi le acomodó el cabello detrás de la oreja.
Y se quedó ahí junto a ella, con dos gatitas y ocho perros.
Con su verdadera familia y con esa oscuridad que emanaba de Hyuga Hinata que poco a poco se apagaba. Aunque no del todo iba a desaparecer, lo sabía. Porque eso era Hinata.
Era luz y oscuridad.
Pero estaba bien, porque al final de cuentas todos estamos hechos de eso en grandes o menores proporciones. Ángeles que nos sonríen, o demonios que nos susurran.
FIN