TRADUCCIÓN con el consentimiento de su autora.
ADVERTENCIAS:
Este fic contiene mpreg, lactancia masculina, algo de bestiality y consentimiento dudoso. Si alguno de estos temas te incomoda, por favor no leas.
Auribus Teneo Lupum – Latín. Se traduce como 'Sostengo al lobo por las orejas ", que es un antiguo proverbio romano que significa estar en una situación peligrosa o desagradable que hay aguantar y afrontar, ya que no hacer nada sería peor. Es el equivalente al más actual "Tomar al tigre por la cola" o " Tomar al toro por los cuernos".
Cambio de Grilletes
La oscuridad de un mundo sin esperanza se arremolinaba a su alrededor, su desolación casi audible en el silencio colectivo. Eran la última esperanza del mundo mágico, sentados alrededor de la larga y usada mesa de la cocina del sótano de Grimmauld Place. Las manos cruzadas delante de ellos, con los ojos fijos en los rasguños y abolladuras de la madera envejecida. Ninguno quería poner voz a lo que todos sentían en las entrañas.
Sin Harry estaban perdidos.
Había algunos más de la resistencia (la Orden del Fénix) fuera de esta sala, por supuesto, pero los que estaban aquí eran los que estaban al mando de todos los magos que peleaban por la luz. Ron y Hermione habían sentido cómo Harry fue arrancado de ellos por los carroñeros. Habían sentido sus dedos soltarse de los suyos cuando el chasquido de la aparición los llevó a un lugar seguro; no habían tenido más remedio que buscar ayuda hasta ahora. Incluso si Harry no fuera su mejor amigo y su vida no hubiera sido una prioridad personal, no había ninguna razón para destruir a los Horrocruxes si la única persona que podía destruir a Voldemort era asesinado, torturado hasta la locura o algo peor...
Hermione se mordió el labio, luchando contra las lágrimas antes de mirar alrededor a los que estaban sentados a la mesa. Los mismos que se reunían para una feliz cena de Navidad. Ron y ella seguidos de Remus Lupin, Tonks, Kingsley, McGonagall y un gran puñado de Weasleys incluyendo a Molly, Arthur, los gemelos, Charlie, Bill y Fleur –que estaba casi tan embarazada como Tonks.
Tomando una respiración profunda, Hermione logró encontrar las palabras. ―Solo tenemos que traer a Harry de regreso, no hay otra opción. —Le siguió el silencio y luego...
―El-que-no-debe-ser-nombrado tiene una ubicación tan impenetrable e intrazable como esta casa –tal vez incluso más segura. No tenemos idea de dónde está ―comenzó Kingsley racionalmente, continuando apresuradamente cuando vio que los argumentos empezaban a formarse en las lenguas de los miembros más jóvenes―. También quiero salvar a Harry, no me atrevo a pensar en lo que podrían estar haciéndole...
―Harry es la única maldita cosa que Él siempre ha querido ―dijo Fred entre dientes―, sabemos exactamente lo que está haciendo: humillándolo, degradándolo, volviéndolo loco de dolor y tormento más allá de... todo.
―Y él sabe que Harry es la última esperanza del mundo mágico, seguramente querrá... dar a conocer esto de alguna manera ―añadió George con un estremecimiento de rechazo―. No hay manera de que mantenga esto para sí mismo. Va a querer disfrutar de esto para tratar de quitarle el orgullo a Harry-
―Y la esperanza al resto de los inútiles de nosotros ―murmuró Ron con auto disgusto, las primeras palabras que había pronunciado desde que Hermione y él habían aterrizado en la tierra dura y fría después de aparecerse y darse cuenta de que Harry no estaba con ellos. Hermione tomó su mano sobre la superficie de la mesa.
Otro silencio angustiante flotó brevemente a través de la habitación en penumbra.
―¿Así que qué haguemos, si un asalto al cagstillo está fuega de cuegstión? ―preguntó Fleur tentativamente, una elegante mano apoyada en la ligera curvatura de su vientre. Bill tomó suavemente su mano.
―De la forma en que yo lo veo, solo hay un camino hacia la fortaleza de Voldemort, y es ser capturados nosotros mismos ―comenzó Remus, mirando a cada uno de ellos con solemnidad, como si se preparara para lo que iba a decir―. Y una vez allí, no regresaremos hasta que Él esté muerto. Al igual que…
El hombre lobo apretó los dientes, con las manos cerradas en puños temblando sobre la mesa. Tonks le tocó el brazo para tranquilizarle, pero parecía que nada podía consolarlo. ―A pesar de que Harry lo es todo para mí, tenemos que enfrentar el hecho de que la única manera en que podremos rescatarlo con éxito es destruyendo los Horrocruxes restantes y luego hacer que nos capturen. Después, cuando Él sea vulnerable, debemos ayudar a Harry-
―¡¿Quieres decir que vamos a dejar a Harry ahí?! ―gruñó Ron poniéndose de pie junto con algunos otros de la mesa.
―¡Tiene que ser una maldita broma! ―añadió Fred.
―Sirius hubiera muerto antes que dejar a Harry allí ―comenzó George, y Remus también se puso de pie, sus manos se estrellaron con furia sobre la mesa de madera, con tanta fuerza que crujió sobre el suelo de piedra.
―¡Y Sirius habría muerto, y Harry con él, a causa de su imprudencia! ―tronó Remus, su voz usualmente calmada y tranquila sonó un poco quebrada a causa de su preocupación por Harry―. No sugieras que Harry me importa menos que a cualquiera de ustedes. Soy mucho más viejo que tú. ¡He perdido a mis dos mejores amigos en la guerra contra ese desquiciado hombre y sé por experiencia que pensar con la cabeza es la única manera de asegurarse de que Harry salga de esto con vida!
―Bien dicho, Lupin ―una suave voz sardónica interrumpió la discusión.
Todos en la habitación se detuvieron y se dieron la vuelta desde donde se encontraban, parados o sentados, para hacer frente a la puerta que nunca habían escuchado abrirse, donde se encontraba de pie nada más y nada menos que Severus Snape, mirando a todos con estoicismo. Algunos se quedaron aturdidos mientras otros saltaron en busca de sus varitas. Snape simplemente levantó una mano como si con eso tuviera el poder para defenderse de todas las maldiciones que estaban a punto de enviar en su dirección.
―Podría ser bueno que escucharan por una vez en su vida, sobre todo cuando su enemigo tiene la sartén por el mango. El Señor Oscuro tiene a Potter, y soy esencial para su rescate ―dijo Snape simplemente, haciendo un gesto con las manos para demostrar que estaba desarmado –visiblemente al menos. Dio un paso hacia delante lentamente, pero la varita de McGonagall se levantó un poco más vehementemente en su mano temblorosa.
―Eso es suficiente, Severus ―le espetó―. ¿Qué es lo que esperas lograr exactamente, tú, el asesino de Albus, irrumpiendo entre nosotros?
―¿Cómo llegaste aquí, de todas formas? ―exigió Charlie con desprecio.
Snape hizo esa mueca conocida, similar a una sonrisa. Pero no era una mueca divertida y estaba teñida de amargura. ―Todo se aclarará una vez que les informe sobre el plan maestro de Albus, uno que no reveló a nadie mas que a mí mismo. Les doy permiso para probar mi honestidad con Veritaserum, por supuesto ―añadió apresuradamente cuando algunos de ellos estaban a punto de protestar―. Voy a responder a su pregunta en primer lugar, sin embargo, ya que eso les dirá que es parte de este plan. Albus se aseguró de que pudiera acceder a esta casa de seguridad en el caso de que necesitara abandonar nuestro primer plan para hacer frente a todos ustedes –en el estricto y único evento de que Harry se perdiera de alguna manera, por alguna razón. Los trucos de Moody nunca fueron suficientes para mantenerme fuera, no en contra de la magia de Albus. Todas las apuestas están echadas ahora, incluso Albus sospechaba que esto podía suceder, aunque hasta su último aliento esperó que no fuera así...
―¡Aliento que le robaste! ―Molly Weasley chilló.
Snape solo asintió solemne. ―Eso no lo puedo negar, solo explicar la razón detrás de un crimen que nunca podrá ser justificado. Voy a explicar eso y más, pero tienen que escucharme-
―¿Y por qué deberíamos? ―Hermione preguntó, su voz dura y brusca, inquebrantable frente a su alguna vez profesor―. ¿Por qué deberíamos darle la oportunidad después de todo lo que ha hecho? ¿Usted, quien más detestaba a Harry?
El rostro del maestro de pociones se contrajo en una expresión indescifrable antes de que, lentamente, sus labios delgados se movieran con una respuesta―: Porque la única manera de salvar a Potter y poner fin a esta guerra es trabajar juntos, y ya sea que usted me crea o no, ambas cosas son mi prioridad en este momento. Eso y terminar con el Señor Oscuro de una vez por todas...
Todos se miraron entre sí, las varitas todavía suspendidas en sus manos cuando cayó un silencio demasiado familiar. Ninguno de ellos sabía qué hacer.
Blanca y caliente agonía como nada que hubiera experimentado antes se extendió a través de cada uno de sus músculos y huesos. La cavernosa sala a la que había sido arrastrado (parecía que habían pasado días desde eso) era deslumbrantemente brillante. Tan brillante que lastimaba sus ojos, aunque estaban entornados por el agotamiento. Y hacía frío, frío helado que hacía que cada partícula de aire se sintiera como una aguja punzante en cada uno de sus poros. Se sentía como una eternidad desde que lo habían colgado ahí, sus muñecas amarradas por encima de él con lazos invisibles y su cuerpo colgando inerte desde ellas, lo que le obligó a equilibrarse torpemente sobre las puntas de sus pies.
Hermione y Ron habían escapado de los carroñeros, era lo único que importaba. Habían escapado de esto. Estaban a salvo ahora que Voldemort tenía lo que siempre había querido: a él. Atado, humillado y sufriendo de dolor, tan desnudo como el día en que nació frente a una sala llena de mortífagos y su 'Señor Oscuro'. «Simplemente deja que esto acabe», pensó con melancolía una y otra vez, empujando al fondo de su mente esa desesperación por conseguir la libertad que otorgaba la muerte para que Voldemort no pudiera siquiera vislumbrar los pensamientos que pasaban a través de él.
La mayoría de los Horrocruxes habían desaparecido y Ron y Hermione seguramente estaban a punto de destruir los dos últimos. Voldemort evidentemente no se había dado cuenta de que los otros habían desaparecido y Harry estaba decidido a que se quedara de esa manera, lucharía por ello hasta su último aliento.
El agotamiento recorrió sus huesos y no pudo evitar gemir cuando espasmos continuos de agonía recorrieron sus brazos, sus piernas y su columna vertebral por estar en esa posición durante demasiado tiempo. Se tambaleó inestablemente, con la cabeza colgando a un lado. Estaba tan cansado. Pero desmayarse, dejarse caer sobre sus ataduras o rendirse a la tensión de sus músculos por un momento estaba fuera de cuestión.
Las cuerdas que lo sujetaban dolorosamente en su lugar habían sido atadas fuertemente alrededor de su carne. Se cruzaban alrededor de su cuerpo, bajando desde sus muñecas hasta enredarse en sus brazos, garganta, pecho, estómago y piernas, atándose en sus tobillos. Un delgado, plateado alambre de púas se constreñía malévolamente contra él cada vez que siquiera se movía para tratar de aliviar el dolor ardiente imbuido en sus miembros por la posición en la que estaban.
Un gruñido salió de sus labios cuando su cuerpo dio espasmos tratando de liberarse de la agonía y el alambre cortó en él como si fuera mantequilla, creando tajadas sangrientas que destilaban sangre por su cuerpo en gruesos arroyos. Una risa oscura se escuchó delante de él, donde sabía sin siquiera abrir los ojos que Voldemort estaba sentado en una silla parecida a un trono inspeccionándolo con gran atención. Por muy tentadora que fuera la idea de la muerte en este tormento, su terquedad y orgullo no le permitirían retorcerse de manera que los cables simplemente lo cortaran en pedazos –no permitiría que Voldemort ganara.
Otra risa estridente delante de él le dijo que Voldemort había captado esos pensamientos. No podía dejar que Voldemort se metiera en su cabeza, pero hasta ahora había tenido éxito en empujar los pensamientos menos preciosos hacia delante para ocultar lo que no quería que el hijo de puta pudiera ver.
―Eres un niño tan precioso, Harry ―Voldemort siseó burlándose tranquilamente―. Pero si el agotamiento te permitiera abrir esos ojos tuyos verías una habitación llena de mortífagos a mí alrededor, cada uno con su propio tormento en mente para ti. No vas a ganar, esto es solo el principio.
Harry abrió la boca, tragando saliva en un intento de humedecer su garganta seca. ―I'o no... voy... a rendirme ―se las arregló para decir, su voz ronca y temblorosa por la pérdida de sangre, el cansancio y el dolor, cada uno de ellos tratando de arrastrarlo ferozmente hacia la inconsciencia―. O inclinarme... ¡ante alguien como tú!
―Ah, pero querido Harry, pareces no darte cuenta: esto es sobre el poder, todo se trata de poder, y aquellos que lo tienen pueden hacer que te inclines para ellos ―siseó Voldemort y con un movimiento de su muñeca los alambres alrededor de Harry se tensaron. Tiró de él hacia delante con fuerza, doblándolo completamente por la cintura hasta que su nariz tocó el suelo y se vio forzado a hacer una reverencia a los pies de Voldemort. El cable rebanó más profundo, excavando grandes surcos en él. Estaba seguro que sintió cómo traspasó la carne hasta el hueso en algunos lugares, sintió oleadas de sangre empapándolo y no pudo evitarlo. Él gritó.
―¡Oh, sí! ―Voldemort siseó con regocijo casi orgásmico―. Puedo hacerte gritar, chico, y sangrar y llorar por tu madre muerta, pero no voy a matarte, no todavía. No hasta que el mundo entero te haya visto temblar y chillar a mis pies. No hasta que se den cuenta de que ni siquiera su niño de oro puede derrotar a Lord Voldemort―. El hilo se tensó de nuevo obligándole a levantar la cabeza, apenas un poco antes de cortarle la garganta, y Harry se quedó mirando aquellos ojos color rojo sangre a través de la enredada cortina obsidiana que era su flequillo. Lo miró mientras continuaba gritando hasta que su garganta dolió.
―Eso es, grita para mí, pequeño. Bella ha logrado conseguir a algunos reporteros del Profeta para grabar tu derrota para el público ―el Señor Oscuro se rió entre dientes. La pierna de Voldemort se movió, un miserable pie desnudo fue sostenido bajo su nariz –el mismo que había mancillado el cuerpo de Cedric antes de que siquiera estuviera frío―. Muestra tu contrición para que el mundo la vea y te puedo dar misericordia―. Apretó con fuerza la mejilla de Harry con el pie y no dejó de presionar hasta escuchar los gritos de Harry. Harry se quedó sin aliento, dando sollozos secos que luchaba con todas sus fuerzas por reprimir. Ese pie todavía estaba presionando su mejilla con impaciencia. Sabía lo que Voldemort quería a cambio de su 'misericordia', por lo que había llamado aquí a los esbirros del Profeta para presenciar y mostrar al mundo...
Al otro lado de la sala en la parte posterior del círculo de mortífagos, por encima de todas las cabezas y hombros, el propietario de un par de ojos azul hielo observaba. En el segundo en que la sangre del chico de oro había rezumado de esa piel dorada, había quedado congelado en su lugar, con los ojos fijos en el muchacho que el Señor Oscuro estaba atormentando tan alegremente. No lo había notado antes; era tan sutil que incluso cuando la sangre se había derramado antes solo ahora recogió el olor por encima del hedor de los magos reunidos en el vestíbulo de la mansión Malfoy. El chico Potter era verdaderamente especial.
Una sonrisa se extendió por la cara de Greyback cuando Potter utilizó toda su fuerza para gruñir y escupir el ofensivo pie. Voldemort rugió con furia, agarrando el cuello de Harry y levantándolo del suelo de manera que sus caras estaban a unas pulgadas de distancia. Harry gritó de nuevo cuando sus ataduras se adentraron más y más en él. Greyback juró que sería cortado en pedazos en algún momento, pero el muchacho hundió los dientes en su labio para acallar sus gritos mientras miraba de nuevo a esos ojos carmesí.
―Nos quieres hacer creer que no temes a la muerte o al dolor ―siseó Voldemort―, pero yo sé mejor―. Con la otra mano presionó su varita en la garganta de Harry, arrancando el cable enterrado allí solo para extraerle un jadeo de dolor. Harry hizo una mueca. La varita presionó más fuerte en su carne ya abusada―. Voy a cortar todo lo que eres, pieza por pieza hasta que te derrumbes –y lo harás. ¿Cuál debería ser el primero? ―Su agarre en la garganta de Harry se apretó.
» ¿Tu nariz? ¿Una oreja? Tal vez voy a empezar con los dedos... ―Arrastró su varita preocupantemente bajo, dudando sobre un pezón que estaba salpicado de sangre por las laceraciones anteriores―. ¿Uno de estos? O tal vez... más abajo... ―El pene flácido de Harry colgaba humillantemente entre sus piernas para que todos lo vieran, vulnerable a cualquier tortura. Se obligó a no parpadear siquiera.
―¿Y bien, mis seguidores leales? ―Voldemort ofreció a aquellos reunidos alrededor del gran círculo―. ¿Qué vamos a hacer con el elegido del mundo mágico?
La sala estalló en ruido, sugerencias lascivas y repulsivas se dijeron, burlonas risas malévolas llenando el aire. Harry juró que se ahogaba en él, asfixiándose y cerró los ojos con fuerza, preparándose para todas y cada una de las torturas que estaban a punto de suceder. Pero de repente, un resonante y áspero ladrido tronó por encima de todos ellos, sumergiendo la enorme habitación en silencio. ―Dámelo a mí ―exigió una voz vagamente familiar.
Sin ceremonias, Voldemort dejó caer al muchacho al suelo, un jadeo-gruñido de dolor puntuó la acción y el Señor Oscuro pasó por encima de su cautivo casualmente, como si no estuviera ahí. El círculo de mortífagos se separó cuando su señor se acercó, lo que le permitió ver hacia donde Fenrir estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados sobre el voluminoso, apretado y musculoso pecho. Fenrir examinó al hombre casualmente conforme se acercaba, con los ojos azules despreocupados. La varita de Voldemort colgaba sin fuerzas de una larga mano pálida y le dio una sonrisa a Fenrir cuando se detuvo a unos pasos de él.
―Fenrir Greyback, un aliado que tiene más que ganado mi respeto ―dijo de manera convincente, como si confiara en él con su vida. Un sentimiento fingido que Fenrir podía oler en el aire, pero no le importaba. Se había aliado con Voldemort simplemente porque este le había ofrecido tierras y dominio sobre los magos que habían cazado a él y los suyos durante todos estos años. No era un esclavo del hombre, él era un gran activo, quizás una de las pocas cosas que inclinaban la balanza de la guerra a favor de Voldemort –y el hombre lo sabía.
―Mi amigo, ¿qué harías con el chico Potter? ―le preguntó el Señor Oscuro con un acento peculiar en su voz―. ¿Qué te puede posiblemente interesar? Ni siquiera tiene carne en su escuálido y subdesarrollado cuerpo como para tentar tu apetito por carne joven.
Fenrir ni siquiera parpadeó ante eso. Su predilección por los adolescentes y el hecho de que había robado niños pequeños de sus inadecuados padres humanos para convertirlos y llevárselos a su manada, habían creado rumores de que le gustaba devorar niños humanos. Incluso puede que haya dejado caer un comentario o dos para alimentar esos divertidos rumores. Estaba muy satisfecho con esa reputación; que todos supieran de lo que era capaz antes de que incluso se encontraran con él. Era poderoso, despiadado e inhumano. Resopló y movió un poco la cabeza para ver al agotado niño desnudo por encima del hombro de Voldemort. Seguía ahí, notó Fenrir, sin hacer el intento de desperdiciar energía luchando y logrando perder más sangre, pero a la espera de una oportunidad...
Era un luchador nato, muy superior a los magos reunidos en círculo, inquietos, incómodos y positivamente apestando a miedo. Ah, el chico olía a miedo también, y dolor, pero estaba enseñando los dientes, negándose a rendirse. A él le gustaba eso.
―Los hombres lobo no pueden tener hijos ―dijo Fenrir simplemente después de inhalar por un momento el aroma a desafío del muchacho―. El ciclo de la madre luna nos obliga a cambiar una vez al mes y todo ese cambio mata al niño en las entrañas. Lo sabemos. Es por eso que robamos niños humanos y los convertimos para nosotros mismos. Pero las brujas y los magos pueden llevar a nuestro cachorro si tienen el gen recesivo de la licantropía.
» Son inmunes al veneno en nuestros colmillos y garras y la inmunidad en sus venas significa que podemos criar con ellos sin convertirlos accidentalmente en uno de nosotros. No quedan muchos con el gen después de todas esas redadas que el Ministerio llevó a cabo en nuestra contra cuando llegaron al poder por primera vez, pero mi madre lo era. Me trajo al mundo como un lobo de raza pura, más en sintonía con mis sentidos, más potente y más rápido que un hombre lobo convertido. Y ese chico es uno de ellos ―concluyó, indicando al muchacho tendido en el suelo sobre un charco de su propia sangre.
Hubo un momento de silencio y luego un mortífago habló desde el círculo disperso. Macnair, Fenrir creyó que ese era su nombre. ―Qué tontería. Un cuento de hadas que los hombres lobo le dicen a sus crías. No hay nadie vivo que pueda soportar llevar una cría de hombre lobo, la bestia podría rasgarlo de adentro hacia afuera-
―Nuestros cachorros no tienen colmillos o garras en su estado transformado por algún tiempo. Ni siquiera pasan por el cambio hasta que no ven su duodécima luna fuera del útero ―corrigió Fenrir bruscamente, sus ojos brillaban desafiantes mientras giraba dentro del círculo antes de mirar de nuevo a Voldemort―. El chico es portador del gen recesivo; lo quiero, Mi Señor, y si estoy equivocado, entonces mi veneno lo convertirá tan pronto como lo muerda. Y usted puede tenerlo de vuelta y verlo lastimarse a sí mismo con la confusión y el hambre de la luna llena.
Esos ojos carmesí lo examinaron con cuidado, como si considerara sus palabras y calculara su propia respuesta con mucho cuidado. «Deberías hacerlo», pensó Fenrir mientras miraba hacia el inquebrantable chico, sintiendo la conciencia de Potter menguar. Estaba perdiendo mucha sangre, se dio cuenta distraídamente.
―No puedo permitir que el otro bando lo recupere ―dijo Voldemort después de un momento―. Él es una valiosa carnada y conquista. Su captura ha aplastado toda resistencia que existiera hasta el momento, además, el mocoso tiene tendencia a causar estragos cuando se le deja a su suerte. Lamento no poder dártelo, Fenrir.
Greyback levantó una ceja. ―Como yo lo entiendo, su principal preocupación es que se le permita escapar; confíe en mí, ni siquiera el chico de oro puede correr tan rápido, sobre todo ahora que he descubierto cuán infinitamente valioso es para mí. No escapará de mí y sus amiguitos ni siquiera sabrán que lo tengo. ¿Quiere retener al chico pero no quiere que le cause problemas? Créame, después de una luna conmigo no va a poder moverse, ni siquiera será capaz de irse de mi lado. El prisionero perfecto ―. Observó a Voldemort calcular con cuidado todo lo que había dicho, sus dedos retorciéndose alrededor de su varita, pensativo, mientras lo contemplaba.
Al otro lado de la sala, el niño se retorcía en agonía mientras luchaba por levantarse sobre sus rodillas, jadeando, con el cabello colgando sobre sus ojos. Había estado aquí durante casi tres semanas y no se había quebrado; era admirable, ese tipo de valentía temeraria y orgullo. Exactamente lo que había soñado con conquistar en su cama. Sin apartar la mirada del chico, le habló a Voldemort una vez más. Esto se estaba volviendo aburrido –el niño sería suyo de cualquier manera, y si este esfuerzo por evitar una pelea problemática fallaba y Voldemort seguía negándose...
―Él es demasiado terco y orgulloso como para romperse bajo este tipo de tortura ―Fenrir continuó―: Démelo a mí, mi Señor, déjeme reclamarlo y lo verá vencido y la última voluntad de nuestros enemigos se derrumbará.
Voldemort se giró para mirar al chico. El Señor Oscuro era tan orgulloso como el muchacho, pensó Fenrir, y eso le permitiría entender por completo lo improbable que era que el chico se rompiera bajo el dolor. Viendo la mente de Voldemort trabajar Fenrir añadió: ―Sabe el poder que tengo, mi Señor. Cualquier manada de hombres lobo en este país se moverá a mi disposición, y he hecho este poder suyo al aliarme con usted. ¿Creo que eso me da el privilegio de reclamar lo que es mío por naturaleza, sin luchar?
Nunca había hablado tanto ni tan formalmente a cualquier mago. Sería más sencillo si pudiera llevarse al niño sin luchar y sin arriesgarse a dejarlo aún más herido –lo necesitaba sano, después de todo. Pero este era su último esfuerzo. El chico Potter era suyo tanto si Voldemort lo permitía como si no.
―Oh, te lo has ganado, y vas a hacerlo incontables veces en los próximos años, sin duda ―dijo Voldemort con suavidad y astucia serpentina. Él no era un cobarde, pero aun así sabía que no debía equivocarse con este mago. Fenrir estaba seguro de que si algún otro hubiera pedido al niño se habría negado rotundamente, y posiblemente el autor de la pregunta hubiera sido castigado por su audacia.
―Si el niño es como dices, no hay manera de que pueda rechazar tu petición ―. La voz de Voldemort estaba llena de amabilidad fingida y camaradería. Hizo que la piel de Fenrir picara. Se quedó quieto, sin embargo. Incluso cuando Voldemort se deslizó de nuevo hacia Potter y lo levantó por el cuello con un siseo―. ¡Relashio!
Las cuerdas cayeron y Potter quedó inerte sobre el suelo, ahogándose y escupiendo, pero demasiado débil por la pérdida de sangre como para levantar los brazos para luchar. Sus ojos estaban abiertos todavía, sin embargo, mirando inflexiblemente a Voldemort con la rebelión y el odio no disimulado. ―Creo que se puede entender mi deseo de tranquilidad, sin embargo. Sé que no te importará jurar sobre la sangre de este mocoso que no vas a permitir que escape, y que dentro de unos meses me lo traerás –conquistado. Tendrá que arrodillarse ante mí –tal vez con tu cachorro en su vientre.
El hombre era inteligente. Jurar sobre la sangre del chico significaba que si Fenrir trataba de mantenerlo para sí mismo y renegar de su acuerdo, el niño moriría de todos modos –Voldemort no correría el riesgo de que el enemigo pudiera rescatar a su héroe de cualquier persona.
Fenrir se preguntó si el chico había oído el intercambio, viendo los riachuelos carmesí gotear bajo la piel pálida. Necesitaba atención antes de que muriera por la pérdida de sangre. Que no se hubiera desmayado era un homenaje a su magia y fuerza interior. ―Y una vez que se ponga de rodillas ante usted, voy a llevármelo de nuevo y hacer con él lo que quiera ―dijo Fenrir, asegurándose de que eso estaba claro―. Voy a reclamarlo como mío, mi compañero. Creo que sabe lo que eso significa para un hombre lobo.
Voldemort le dio una lenta sonrisa torcida. ―Sí, por desgracia para mi querido Harry, para toda la vida. Siempre y cuando no lo dejes escapar y me lo jures ahora, puedes hacer lo que quieras con él―. Hizo una pausa y luego arrastró su varita a través del profundo corte en el pecho de Harry, retorciendo la punta en la herida hasta que Harry se quedó sin aliento ―. Entonces, ¿vas a jurarlo? ―preguntó casualmente.
Exhausto de esa farsa, Fenrir marchó hacia él haciendo caso omiso del estremecimiento del círculo reunido alrededor de ellos y puso una sola garra en la herida de su muchacho, donde la varita de Voldemort mordía la carne cruelmente. ―Lo juro por su vida ―gruñó, sin tener la menor intención de dejar que la vida de este muchacho terminara en el corto plazo. Verdaderamente era un hallazgo, un activo para su manada, reputación y poder. Voldemort no tenía por qué preocuparse con la fuga de Potter, Fenrir no tenía intenciones de dejarlo ir―. Voy a llevármelo ahora.
Hubo un momento en que los dedos de Voldemort se clavaron profundamente en la garganta del niño, como si no fuera a dejarlo ir, pero esos ojos carmesí se reunieron con los de Fenrir y por fin lo soltó. Fenrir atrapó el cuerpo inerte del niño antes de que cayera al suelo y jaló el cuerpo sangriento contra su pecho, colocando un brazo fornido bajo sus rodillas y el otro en su espalda. Estaba helado y temblaba –apenas consciente, pero sin duda seguía ahí. Su cabeza colgaba lánguidamente desde sus hombros, como la de un muñeco roto.
Se las había arreglado para apoderarse de él sin una guerra abierta con el Señor Oscuro, que era la prioridad de Fenrir ahora. «Y la única persona que va a derramar esa preciosa sangre soy yo», pensó.
―Gracias, mi Señor ―se obligó a decir, logrando contener una mueca de desprecio. Nadie era su Señor―. Voy a limpiarlo y luego comenzaré el viaje de regreso a mi manada.
―Alguien puede sanar al niño y podrán aparecerse de nuevo en tu territorio, Fenrir ―le ofreció Voldemort con falsa caballerosidad. Fenrir luchó de nuevo contra su desprecio y sacudió la cabeza. Unos cuantos momentos de cortesía más antes de salir de aquí con su premio sin sufrir ningún daño adicional. Solo unos instantes más de resistir la tentación de rasgar la cabeza del Señor Oscuro...
―Me gusta hacer las cosas a la manera de los hombres lobo. Voy a esperar su próxima convocatoria ―dijo, antes de dirigirse hacia la puerta. La idea de permitirle llevarlo o tener su magia repulsiva cerca de él aunque sea por un segundo hizo su que su piel se pusiera de gallina. Al salir del círculo, le espetó al chico rubio pálido que parecía como si quisiera esconderse tanto como fuera posible―: Tú, esta es tu casa. Muéstrame un lugar donde pueda limpiar al chico―. El mocoso Malfoy miró a su padre, que evitó sus ojos, dejándolo moverse hacia delante y frenéticamente liderar la salida de la habitación cavernosa.
Después de unos minutos de seguir al chico por un largo pasillo con poca luz forrado de tapices y robusta decoración en colores Slytherin, Fenrir ladró―: Espero que estés agradecido por darte una excusa para salir de allí, niño –parecía que te ibas a desmayar si el chico Potter derramaba más sangre.
Malfoy tragó saliva y se arriesgó a mirar hacia la carga inmóvil en los brazos de Fenrir cuando el hombre lobo pasó a zancadas junto a él. Fenrir sabía lo que el chico estaba pensando sin que dijera una palabra. Potter era como Voldemort había dicho, una luz de esperanza en esta guerra y no tenía ninguna duda de que verlo caído destruyó la poca esperanza que el mocoso Malfoy había poseído de que le pusiera fin.
―No estoy acostumbrado a ver a Potter perder, eso es todo ―murmuró Malfoy, tratando de no sonar afectado, indiferente y reprobatorio. Mantuvo los ojos hacia el frente cuando añadió en voz baja―: Tiene la irritante costumbre de triunfar sobre todo a lo que se enfrente. Siempre gana todo, incluyendo la adoración del pueblo.
Fenrir se rió entre dientes, siguiendo al rubio dentro de una habitación lejos del vestíbulo que resultó ser un gran cuarto de baño ricamente adornado de reluciente mármol negro de piso a techo y accesorios de oro. Extravagancia de extremo a extremo, no esperaba menos de una familia como los Malfoy.
―Tendrás que acostumbrarte a que otra persona ocupe ese lugar de ahora en adelante ―resopló Fenrir, acercándose a la gran bañera hundida. Apenas se contuvo de saltar hacia atrás de sorpresa cuando una docena de relucientes grifos de oro cobraron vida, llenando rápidamente la bañera con suave y espumosa agua que olía a tranquilizador aceite de árbol de té que tenía algunas propiedades curativas por sí mismo. Eso le ayudaría a cuidar de su muchacho.
El otro chico, por su parte, seguía allí de pie, mirando el cuerpo inerte en sus brazos, el aún semiconsciente Potter. ―Haz algo útil y tráeme ropa ―le ladró al chico Malfoy, sacudiéndose la capa de los hombros y quitándose los pantalones mientras sostenía torpemente a su muchacho contra su pecho. Estaba helado. No quería que yaciera en el suelo de mármol frío.
Malfoy se quedó allí por un momento como si no lo hubiera escuchado antes de girar y desaparecer por la puerta, que se cerró en silencio detrás de él. Fenrir se quejó por su rareza y se metió en la bañera con su muchacho casi inconsciente en sus brazos. Se sentía extraño, ser tan cuidadoso, poseer algo tan frágil.
El agua caliente se derramó sobre su pecho, el flujo de los grifos cesó cuando echó ese esbelto y ligeramente musculoso cuerpo hacia atrás para que flotara en el agua con ayuda de los amplios brazos de Fenrir manteniendo su pecho y cabeza por encima de la superficie. El niño dio un suave e ininteligible gemido cuando el agua lo cubrió, un sonido atrapado entre el alivio y el dolor.
Fenrir dio un suave y reverberante gruñido e inclinó la cabeza sobre el pecho del chico, lamiendo las profundas laceraciones lenta y tentativamente. El chico gimió en medio del dolor de nuevo, aún inconsciente de su entorno y cuando Fenrir levantó la cabeza estaba complacido de ver que su saliva (como predijo) había curado las heridas en el torso del chico, por lo que las una vez furiosas heridas se habían vuelto meras manchas rosáceas sobre la piel dorada.
Esas marcas se habrían ido por la mañana gracias a las propiedades curativas de su saliva, pero Fenrir sabía que el chico estaría lejos de estar agradecido. Sonrió ante el pensamiento e inclinó de nuevo la cabeza, sosteniendo torpemente a Potter por encima del agua para atender el resto de sus heridas.
Por fin, cuando la tirante carne tensa fue sanada a excepción de las marcas rojizas alrededor de la esbelta garganta, Fenrir acercó a su muchacho contra su cuerpo para que pudiera sentir ese pecho contra el suyo y movió suavemente la oscura cabeza hacia atrás, masajeando la base del cráneo mientras su boca curaba las últimas heridas sangrantes. Esto era parte del ritual de cortejo de apareamiento entre una pareja. Si cualquiera de los dos era herido, esta era la única forma en que debían ser sanados, era como se hacía, provocaba que el momento en que pudieran completar su unión se acelerara –alentaba su conexión.
Potter respiraba suavemente, como si hubiera caído en un sueño ligero cuando Fenrir lo lamió por última vez y aunque vio que su ceño seguía fruncido igual que antes, Fenrir podía sentir que estaba fuera de peligro. «Aún débil pero más que preparado». Gruñó suavemente de nuevo, olisqueó la herida en el pecho del niño y mordisqueó en aprobación, satisfecho porque el agua los había limpiado a ambos. Marcó un camino a lo largo de ese cuello, rascando suavemente la manzana de adán con un colmillo antes de colocar su boca justo donde se unía con el hombro.
Su próximo destino era su territorio, por supuesto, pero no era tan estúpido como para correr el riesgo de arrastrar por ahí un premio tan valioso como el chico sin haberlo marcado. Llamaría la atención solo por estar junto a Fenrir, y por supuesto, una vez que lo mordiera (no iba a dejar la posibilidad de que alguien más probara esa carne primero), su cuerpo tomaría conciencia de sus enterrados instintos de hombre lobo. Comenzaría a prepararse para la concepción, para su primer calor –comenzaría a emitir el aroma de estar listo y fértil. Antes de dar un paso más se aseguraría de que el mundo supiera que ya había sido reclamado.
Con otro gruñido tranquilizador que surgió de él por instinto más que otra cosa, lamió una y otra vez la suave unión entre el hombro y el cuello, anestesiando la carne para lo que estaba por venir. Sintió aumentar el calor de la piel del niño, enrojeciendo hermosamente y no sólo por el agua caliente del baño. Escuchó a su muchacho dar el más pequeño de los gemidos confusos y chupó firmemente la carne húmeda antes de hundir sus colmillos en ella. No era una mordida profunda, apenas lo suficiente para marcar, lamiendo el lugar donde la había atravesado para su propósito, curando rápidamente la herida antes de que la sangre tuviera incluso la oportunidad de fluir. Pero esta marca no desaparecería por completo.
Levantando la cabeza, estaba satisfecho al ver formarse un cardenal rojo púrpura que eventualmente se decoloraría en una cicatriz púrpura opalescente –su marca de reclamo. «Y se convertirá en una marca de apareamiento cuando él me muerda y complete nuestra unión», pensó sonriendo por los tiempos que se avecinaban. Sus instintos vibraban con emoción. No se había acostado con alguien tan joven y fecundo durante mucho tiempo...
La suerte quiso que el mocoso Malfoy regresara en el momento en que Fenrir salía de la bañera, secando a su muchacho en el suelo. El rubio se quedó allí mirándolo (o a Potter, más exactamente) antes de ofrecerle un par de pantalones de algodón negros y una camisa verde pálido. ―Es lo único que tengo que le queda, siempre ha sido más pequeño que la mayoría de nosotros en la escuela ―murmuró, saltando ligeramente cuando Fenrir le arrebató la ropa, vistiendo el aún lacio cuerpo lo más rápido posible para darle al mocoso Malfoy tan poco tiempo para mirar a su muchacho como pudiera.
―Si no lo supiera mejor, diría que lo deseas, por la forma en que pareces saber mucho sobre él –la forma en que lo miras. Apenas es el tipo de compulsión obsesiva que yo esperaría de un supuesto enemigo ―acusó Fenrir bruscamente. Malfoy solo miró hacia otro lado.
―Cuidado. La gente tiene la mala costumbre de enamorarse de Potter –sienten que necesitan cometer errores tontos y sacrificarse por él-
―¿Con quién crees que estás hablando, mocoso? ―gruñó Fenrir en señal de advertencia―. No presumas de advertirme de nada. Soy un hombre lobo de pura sangre –¡y un alfa! No soy vulnerable a sentimientos mortales, y mucho menos a la influencia de un niño que es apenas un hombre―. Envolvió su capa de piel alrededor del cuerpo de Potter y se puso los pantalones, dirigiéndose a la puerta con el Elegido de nuevo en sus brazos. La sugerencia de que alguien, incluso su futuro compañero podía controlarlo, envió un escalofrío de furia a través de sus huesos. Nadie lo controlaba, incluso su servicio al Señor Oscuro era su elección.
» Cualquiera que sea la rebelde naturaleza que lo ha gobernado antes, va a aprender a respetarme y obedecerme. Al final va a ser una criatura pequeña y dócil como tú ―se burló Fenrir, sonriendo al ver la mirada del rubio desviarse torpemente―. Oh, te habrías convertido en una buena perra de hombre lobo ―le pinchó, deleitándose con la mirada escandalizada en esa puntiaguda cara pálida―. Sí, te gusta la idea ¿cierto? Ser la puta de un hombre lobo sería mejor que estar aquí, bajo el pulgar del Señor Oscuro, ¿eh? ―Mostró sus largos y fuertes dientes blancos en una sonrisa burlona. Se había olvidado de lo delicioso que era burlarse de jóvenes magos como este.
El rubio corrió.
Ondas gruesas de insoportable agonía punzante fueron lo primero que captaron sus sentidos cuando Harry despertó. Ni siquiera había abierto los ojos, pero su cuerpo ya dolía como si se estuviera recuperando de ser golpeado por los implacables puños de un gigante. Eso le hizo gemir en voz alta, su garganta seca raspando ligeramente con el sonido. Y sin embargo, el agudo dolor ciego se había ido. Como si los lacerantes lazos como alambres nunca hubieran existido.
Con otro gemido, Harry obligó a sus miembros a estirarse un poco y sintió cada uno de los dedos de sus manos y pies, las piernas y los brazos aun completamente intactos. Intactos y no colgando como miembros de una marioneta. Cuando por fin abrió los ojos, se sorprendió no solo por encontrarse con sus lentes puestos, sino también al ver la gran extensión de delicadas vigas de madera e inhalar el olor de la caliente paja seca. ¿Un granero?
―Veo que despertaste por fin ―dijo una ronca voz baja. Sus ojos se abrieron. Conocía esa voz. Su cabeza giró a un lado, el cuello crujiendo en protesta por el movimiento rápido. Se encontraba en un granero, efectivamente. Rayos de luz pálida fluían a través de grietas en la madera y de las cercanas puertas abiertas. Estaba sobre una cama de paja con un manto de pieles echado sobre él como una manta. Un poco más allá del umbral, fuera del alcance de la paja inflamable, un fuego ardía con el delicioso aroma de los alimentos fluyendo de los espirales de humo. Y allí, arrodillado junto al fuego y mirándolo con sus oscuros ojos azules, estaba Fenrir Greyback.
Harry se colocó en posición vertical desde donde yacía. Un siseo de dolor escapó de entre sus dientes apretados. Oh, sí, sus heridas habían sanado milagrosamente, pero su cuerpo aún se estaba recuperando de la terrible experiencia. ¿Cuánto tiempo había estado en las garras de Voldemort? El débil temblor en sus extremidades y la sensación de hambre insoportable en su vientre le dijo que durante demasiado tiempo.
―Fenrir Greyback ―respiró, mirando al hombre lobo con horror. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Por qué era prisionero de Greyback ahora? Lo último que recordaba era a Voldemort amenazando con cortarle los dedos de los pies, las orejas, la polla y ahora...
―Bien hecho, chico ―sonrió Greyback, regresando su atención a los alimentos cocinándose en la sartén. El estómago de Harry rugió. Era una tortura casi peor que la Cruciatus. Tenía tanta hambre, más de la que había tenido nunca en Privet Drive. Greyback no dijo nada por sus entrañas retumbantes, sin embargo.
―¿Dónde estoy? ―preguntó, tratando de eliminar el agotamiento de su voz ronca―. ¿Dónde está... Él? ―Tenía que recordar que el nombre era tabú―. ¿Qué diablos-?
―¿Tengo la intención de hacer contigo? ―lo cortó Fenrir, su sonrisa se ensanchó―. Lo que sea que yo quiera. Me preguntaba cuánto recordarías cuando al fin despertaras. Es menos de lo que creí.
Por un momento, Harry lo miró fijamente, estupefacto. Entonces recordó. ―Le pediste que me cediera a ti ―dijo, mirando esos ojos que ardían con una oscura y ardiente emoción que nunca antes había visto y no podía identificar―. ¡¿Y él dijo que sí?!
―No se lo pedí, muchacho, se lo dije ―respondió Greyback bruscamente―: La petición fue una mera cortesía, te habría tenido, permiso o no. Eres mío. ―Remarcó sus palabras pinchando la comida sobre el fuego con un largo tenedor, vaciando las salchichas, el tocino y dos huevos sobre el plato que yacía esperando cerca de sus pies. Podría haber sido capaz de sentir su mirada en la comida, pensó Harry. El olor debía haber adormecido su cerebro anhelante de sueño porque solo unos momentos después se dio cuenta de lo que el lobo acababa de decir.
―¿Tuyo? ―le exigió acaloradamente.
Esos dientes aún estaban expuestos en una sonrisa cuando el lobo tomó el plato y se puso de pie lentamente. Harry no se había dado cuenta de lo enorme que era el hombre antes de ahora. Era alto, él apenas le llegaría a los hombros y los grandes músculos de sus bronceados brazos y pecho eran claramente visibles mientras estaba allí de pie, solo con unos pantalones grises colgando de sus caderas.
Muy a su pesar, Harry tragó saliva con nerviosismo. No era un cobarde, no tenía miedo, pero tendría que ser un tonto para no darse cuenta de lo intimidante que era Greyback. Podría rasgar su garganta con un solo movimiento.
―Mío ―confirmó Greyback acercándose y quedando por encima de él, sus ojos helados clavándose en él con voracidad. Harry no pudo evitar estremecerse interiormente―. Olvidaste un montón de cosas sobre la noche anterior, niño. Afortunadamente tomé precauciones y puse una marca en ti que te lo recuerde. ―Entonces se puso de cuclillas frente a Harry, todavía elevándose sobre él y puso el plato lleno de comida a un lado para deslizar un dedo sobre la furiosa cicatriz rosada que marcaba la garganta del chico.
Agudos estallidos de placer vertiginoso surgieron desde ese lugar y fueron en espiral a través de su cuerpo, sacudiéndolo con espasmos de placer –del tipo que nunca había soñado. No pudo evitar emitir un gemido gutural. Antes de que incluso el sonido muriera en sus labios, aferró la piel que lo cubría y se lanzó hacia atrás, tanto como podía escapar de Greyback dentro de la firme cama de heno. El lobo permaneció en una posición medio arrodillada, aparentemente aún divertido por la confusión de Harry.
―¡¿Qué me hiciste?! ―medio jadeó, medio gruñó Harry, sus dedos se encresparon con tanta fuerza sobre la piel que lo cubría que sus nudillos se pusieron blancos―. ¡¿Qué fue eso?!
―Eso es una marca de reclamo, muchacho, mi marca de reclamo, le dice al mundo que he iniciado el proceso de cortejo contigo. Que eres mío. Que muy pronto vas a ser mi compañero y deben mantener sus garras lejos de ti. ―Su voz aún era baja y retumbante, y honesta, Harry podía decirlo. Sintió el color escurrirse de su propia cara. Hermione todavía era la mejor de su año, pero él lo había hecho lo bastante bien en Defensa Contra las Artes Oscuras como para saber lo que eso significaba. Especialmente en el tema de los hombres lobo, gracias al odio de Snape por Remus...
Harry lo miró fijamente por un momento, estremeciéndose de pánico. —Yo… ¡Estás mintiendo! ―gruñó, y al no tener una varita alzó su brazo y lanzó su puño contra el rostro de Greyback. El lobo cogió su muñeca con facilidad en un fuerte agarre. Harry gruñó. Esos fríos ojos lo miraron reflexivamente mientras un par de letales colmillos lo saludaron desde una aún más amplia sonrisa.
Una espiral de calor casi eléctrico se extendió desde el lugar donde sus pieles se tocaban, como un reguero de pólvora encendiéndose a través de su cuerpo. No pudo evitar jadear ante la fuerza de esta. Tratando de hacer pasar su jadeo ahogado como un siseo, trató de arrancar su brazo con fuerza, con las mejillas coloradas por ese calor interno que aún ondeaba a través de él. Pero esa sonrisa seguía allí. Hizo que los dientes de Harry rechinaran de furia.
―Sé que lo sentiste, ¿ese calor innegable cuando nos tocamos? Es la atracción, a partir de dos fuerzas que se estrellan juntas, como los polos opuestos de un imán ―explicó Greyback lentamente―. Estamos atados juntos ahora, los esponsales de un hombre lobo si quieres...
Harry se tambaleó un poco, esa voz áspera se había vuelto tan... hipnotizante con esas últimas palabras. O tal vez solo era el comienzo de la inanición haciéndole tambalearse.
Pareciendo darse cuenta de que ahora tenía toda la atención de Harry, Greyback soltó su brazo y empujó el plato de comida hacia Harry. ―Come, no estoy acostumbrado a la carne cocinada, pero los delicados y pequeños seres humanos como tú lo necesitan, según tengo entendido. ―Observó cómo lo meditaba por un momento. Finalmente, Harry acercó el plato hacia él. Su estómago traicionero gruñó.
―¿Crees que no sé lo que es esto? ―acusó Harry.
―Espero que sí ―se burló Greyback―, incluso un simple niño criado con muggles sabe lo que es una comida cuando la ve, ¿cierto?
―¡Es veneno!
―Eres demasiado útil como para envenenarte.
―¿Y por qué me marcaste, de todos modos? ¿Por qué yo? ¿Solo por el placer de hacerlo? ¡Difícilmente soy tan deseable! ―espetó Harry, no creyendo nada relacionado con esta situación, era un truco de Voldemort, una trampa –¡debía serlo!
Greyback gruñó con irritación, estirándose y agarrando su garganta firmemente en sus manos, sujetando, pero no estrangulando o apretando. Los gruesos dedos casi parecían frotar suavemente la garganta de Harry, el índice acariciaba su barbilla mientras el pulgar frotaba su clavícula, pensativo. «¿Qué está haciendo?» Frunció el ceño ante la agradable sensación de esa mano alrededor de su cuello vulnerable y miró aún más virulentamente al lobo.
Era un poco diferente de la forma en que había estado la última vez que Harry lo vio, recién escapado de Azkaban y parcialmente sumergido entre las sombras de la Torre de Astronomía la noche en que Dumbledore había muerto. El cabello y la barba una vez enmarañados estaban ligeramente domesticados. Su cabello todavía era plata y largo hasta debajo de los hombros, pero estaba limpio y el vello facial había sido recortado cuidadosamente. A pesar de su muy mejorado aspecto, Harry estaba más disgustado que nunca.
Esta bestia, este asesino de inocentes –el hombre lobo que había convertido a Remus– ¿había decidido arruinar la vida de Harry ahora también? Esta cosa le estaba tocando, mirándolo de una manera tan primitiva y sexual que hizo un nudo en el estómago de Harry. «Y me ha hecho algo –me marcó para que mi maldito cuerpo disfrute de todo esto, ¡incluso si eso me hace sentir enfermo!»
Retorció fuertemente la cabeza luchando por escapar de su control, pero el agarre de Greyback se mantuvo fuerte y las largas uñas, no garras, rasparon su cuello y barbilla en señal de advertencia mientras continuaban acariciando su carne. Carne que se estremeció en agrado traicionero.
―Esa marca de mordida en tu cuello significa que eres de mi manada ahora –significa que soy tu alfa, y te dirá que obedezcas. Vas a tratar de resistir, pero esa parte de mí que está dentro de ti me desea y luchará para que me escuches. De carácter fuerte como eres, puede que incluso seas capaz de resistir el impulso de esa naturaleza, pero no serás capaz de mentirme, ni yo a ti.
El lobo tiró un poco de Harry por lo que su rostro quedó casi pegado al suyo, su aliento húmedo empañaba sus gafas. ―Mírame, niño, sabes que no estoy mintiendo, puedes sentirlo en tus huesos. Eres mío. Cuando te mordí, desperté una parte de ti que habría permanecido dormida sin mí, el gen recesivo de la licantropía.
Era cierto. Harry podía sentirlo. Sabía que era verdad de la misma manera en que había sabido que el hombre y la mujer mirándolo desde el espejo de Oesed hacía tantos años eran su madre y su padre. Los ojos de Harry se abrieron. ―¿Lycan, como un-?
―Como un hombre lobo. Ha estado en tu torrente sanguíneo desde tu nacimiento y lo olí en las enormes cantidades de sangre que coloreaban el suelo del Señor Oscuro ayer ―gruñó Greyback suavemente, sus gruesos dedos todavía acariciando su barbilla y su garganta de manera hipnotizante―. Tan pronto como te olí supe que tenía que tenerte. Tal increíble tesoro.
Las manos de Harry volaron hasta la muñeca de Greyback, se clavaron en la carnosa mano y rasparon, tiraron y arañaron en busca de libertad como un animal en pánico. ―¿Y qué demonios hace eso tan malditamente atractivo?
Greyback se inclinó aún más cerca, inhalando profundamente como si su piel desnuda emitiera el mejor de los perfumes bajo las pieles. ―Puedes soportar más daño que un mago normal, seguro te has dado cuenta de eso. Tu magia interna es temperamental pero más fuerte. Como uno de los únicos seres humanos con el gen recesivo, eres el único que me puede dar cachorros de hombre lobo puro, vivos. Y la poderosa descendencia que me darás, si la magia rasgueando en tus venas bajo la superficie dice algo. ―Se inclinó aún más y olfateó más profundo―. Ah, sí, puedo oler el poder, las posibilidades, el deseo, la inocencia. La pareja perfecta. No puedo esperar a preñarte.
Al principio estaba simplemente aturdido, tratando de recuperarse del shock luego de esa declaración, de la revelación de tales verdades impactantes. Entonces la furia y el miedo y el orgullo, todo se elevó en Harry a la vez. ―No soy una perra de hombre lobo que puedes controlar, instintos o no ―le espetó, mirando hacia él con vehemencia―. No me arrodillé ante Voldemort y no voy a arrodillarme ante ti ―se burló en voz alta con el ceño oscurecido.
» ¿'Preñar'? Voy a arrancar esa cosa fuera de mí antes que dar a luz cualquier cosa con algo de ti en él. ¡Soy un maldito hombre! No una yegua de cría o lo que sea la equivalencia perruna. ―La sentencia se sentía extraña en su lengua, dado que apenas había caído en la cuenta de que tenía la capacidad de hacer una cosa así, pero él siempre había sido rápido en adaptarse así que hizo a un lado tal peculiaridad como tal. Podía sentir que Greyback no estaba mintiendo.
La sonrisa finalmente desapareció de esa cara y el hombre lobo se puso de pie lentamente, por encima de Harry. ―Tienes un temperamento desagradable, muchacho ―murmuró con voz gruesa y áspera―. Me calzas perfectamente. ―Con otro gruñido ininteligible empujó la humeante comida hacia Harry un poco más firmemente―. Yo no como esta basura. Come, como están las cosas, ya hay lo suficientemente poco de ti.
Harry simplemente se quedó mirando el plato, su estómago rugiendo desesperadamente ante la vista y el olor de la comida.
―Te lo dije, eres demasiado útil para mí como para matarte –y además, el veneno no es mi estilo. ―Greyback le mostró los blancos dientes antes caminar de nuevo hacia el fuego y sentarse junto a él, la parpadeante luz del fuego bailando sobre sus facciones. Harry lo miró tentativamente antes de jalar el plato hacia él. Estaba demasiado hambriento como para preocuparse por el orgullo y además necesitaría la energía para escapar...
Una espesa niebla se había arremolinado y asentado sobre el páramo que rodeaba la granja conforme la noche transcurría y amanecía débilmente en el horizonte. Harry se había recostado en algún punto entre la piel y la paja, pero no había pegado ojo. Había estado esperando, observando y parecía que al final Greyback se había quedado dormido como un muerto, el fuego aún humeaba ligeramente. Respiraba con suavidad y no se había movido por algún tiempo. «Y no me está mirando», pensó Harry mientras se sentaba lentamente. Había sentido esos fríos ojos sobre él toda la noche, devorándolo, y si se había detenido solo podía ser porque Greyback se había dormido.
Gracias a toda la práctica escabulléndose en sus días de escuela, se puso de pie lenta y silenciosamente. Sus extremidades temblaron débilmente, no completamente recuperadas de su tortura a manos de Voldemort, pero no lo hicieron tanto como para permitir que la piel o la paja que habían sido su cama emitieran algún sonido.
Las puntas de los dedos de sus pies lo llevaron a través del quicio del granero y luego sobre la hierba lejos del campamento que, evidentemente, el lobo había hecho para ellos. «Lo hizo por mí», corrigió su mente. «Porque él inició el cortejo de hombre lobo conmigo, porque me quiere como su compañero». Recordaba bien sus lecciones sobre hombres lobo, había aprendido lo suficiente acerca de sus hábitos de apareamiento para saber que el cortejado sería capaz de sentir las intenciones del pretendiente y si fuera deshonesto. Greyback era un bruto y un asesino, una bestia asquerosa, pero no había mentido.
Él era lo que había dicho Greyback, un ser humano con el gen recesivo de la licantropía. Y éste lo quería porque era su única oportunidad de tener –Harry se estremeció– cachorros de hombre lobo vivos. Pero también sabía que eso significaba que cualquier otro hombre lobo sin pareja que lo encontrara iría también tras su culo. Esa era la razón por la que Greyback lo había marcado, para advertirles a los demás. «Me marcó como su árbol favorito sobre el que le gusta mear», pensó miserablemente, justo antes de llegar a la línea de árboles que marcaban la frontera con el bosque que los rodeaba.
No importaba si Greyback esencialmente lo había rescatado de Voldemort, su vida no iba a ser decidida por él, que cada pizca de orgullo y masculinidad le fueran despojados en aras de cumplir con sus caprichos. ¿Ese tonto realmente pensaba que iba a abrir sus piernas y tener agradables pequeños cachorros con él? «No soy una aduladora perra de lobo que va a inclinarse ante él», pensó con furia. «¡No soy suyo y nunca voy a dejar que me tome!»
¡Chasquido!
Harry se quedó helado. En su diatriba mental había metido la pata, había bajado un dedo del pie apenas un poco demasiado duro y una ramita se había roto bajo él. Aspiró intensamente, conteniendo la respiración y escuchó. Las suaves respiraciones de Greyback se habían detenido. Harry tragó saliva. Y corrió. Salió corriendo hacia el bosque sin importarle su desnudez y se abrió paso frenéticamente entre los árboles, su corazón martillaba en su pecho como las alas de un colibrí. Abrió la boca en busca de aire mientras volaba, la maleza y las ramas que crecían bajas se enganchaban en su carne vulnerable. La niebla era espesa. Su vista solo llegaba a un par de pies por delante, pero no podía parar. No podía permitir que Greyback lo atrapara.
De repente, un gruñido desgarró el aire en algún lugar a su izquierda, su única advertencia antes de que una enorme bestia plateada apareciera por entre el velo de niebla y se estrellara contra él, aplastándolo con fuerza contra el suelo. Harry gruñó cuando su aliento escapó al caer sobre su espalda. Dos enormes patas delanteras se posaron sobre sus hombros mientras que las traseras estaban a horcajadas sobre sus piernas. Hizo una mueca.
Greyback se alzaba sobre él, y a diferencia de un hombre lobo cuya sangre estaba contaminada por matalobos, él era más sólido, más fuerte y más parecido a un lobo que los hombres lobo como Remus, que se aferraban a su humanidad con tanta fuerza que su apariencia se corrompía. Este podría haber sido fácilmente un lobo normal, sólo que más grande, la penetrante mirada azul y los colmillos afilados blancos y brillantes. Era más feroz que cualquier cosa que Harry hubiera visto en su vida.
―¡Déjame ir! ―Harry jadeó, pero mientras luchaba la bestia solo presionó más fuerte sobre sus hombros hasta que se tranquilizó de nuevo. Harry lo miró a los ojos―. ¡Nunca voy a ser lo que quieres! ¡Nunca me resignaré y te aceptaré a ti o a los planes que tengas para mí! Puedes violarme y perseguirme, pero nunca voy a dejar de luchar contra ti o dejar de querer escapar, ¡y nunca voy a permitir que nada tuyo crezca en mi cuerpo! ―Su voz temblaba con disnea, el miedo y la ira por igual, pero no le importaba.
En ese momento, el lobo se fusionó grotescamente de nuevo en el enorme hombre que lo había mirado desde el fuego. Estaba desnudo y tan fuerte como lo había sido en forma de lobo, aplastándolo contra el suelo implacable con sus poderosos brazos mientras lo miraba. El cabello plateado colgaba sobre los enormes hombros en una revuelta cortina y Harry se estremeció por dentro al pensar en su pene flácido fuertemente encajonado bajo el cuerpo del hombre.
Greyback gruñó profundamente a modo de advertencia mientras acercaba el rostro a pocas pulgadas de Harry. ―Eres mío, así que refrenarás tu pequeña delicada personalidad o te ofreceré a aquellos que harían algo peor que 'violarte'...
Se refería al resto de los mortífagos, a Voldemort...
―No hay nada peor que estar atrapado contigo. ―Harry lo miró, escupiendo a la cara del lobo. Un gruñido rompió a través de su bravuconería, sin embargo. Fue sacudido como una muñeca de trapo antes de que una de esas garras se desenganchara de su hombro. Un enorme puño chocó duramente contra su mejilla, enviando su cabeza volando hacia un lado. La sangre caía babeante de su labio roto mientras enderezaba sus gafas torcidas.
―Me he enfrentado a bestias más desagradables y fuertes que tú ―gruñó hacia el bosque lleno de niebla, con el rostro aún palpitante de agonía―. Actúas como si me estuvieras haciendo un favor al violarme. ¡Lo recuerdo! ¡Te ofreciste a matar a Dumbledore en lugar de Malfoy! Solo me salvaste de Voldemort para usarme como una especie de... sujeto de cría. ¿Qué pasa si no quiero tener hijos, joder, y mucho menos llevarlos? Menos de un hombre lobo. ¿Y si no me gusta dormir con un hombre? ¿Especialmente uno con fama de comer niños? Probablemente te comerías a tus hijos, ¡incluso si tuvieras alguno!
De repente, dos gruesos brazos se estrellaron contra el suelo a cada lado de él y un peso masivo se recargó en su pecho. Su cuerpo se tensó en anticipación al dolor, pero no temía al dolor. Temía ser violado, aborrecía, temía las reacciones que eran como drogas en él, pero estaba más que acostumbrado al dolor, lo había estado durante algún tiempo...
―Intimidas a la gente para conseguir lo que quieres, los amenazas, pero no me importa. Si se trata de una elección entre ser tu puta y Su prisionero, ¡lo elegiría sobre ti cualquier día! ¡Así que regrésame a él porque mataré al engendro que pongas en mí en el segundo en que me des la espalda!
En ese momento un gruñido agudo llenó el bosque y Harry no pudo evitar estremecerse cuando Greyback hizo que sus narices casi se tocaran―. Puedo oler la inocencia en ti, muchacho, has matado tanto como un mosquito. No hay manera en el infierno de que mates a tu propio hijo-
―Tendría una vida llena de asesinatos, derramamiento de sangre y dolor si viviera ―susurró Harry―. Yo llamo a eso una muerte piadosa.
Justo en ese momento, la mano de Greyback se posó en su vientre plano, presionando firme, casi dolorosamente. ―Y yo llamo a eso el sonido de una perra asustada que necesita aprender un poco más de su nuevo mundo antes de hacer tales juicios temerarios. No matarías a un niño incluso si fuera engendrado por el mismísimo Grindelwald. ―Se recargó sobre sus tobillos, todavía sujetando a Harry contra el suelo con una mano en sus muñecas mientras que la otra rozaba la gran marca roja que se estaba formando en donde había golpeado a Harry hacía un momento.
» Creo que no te das cuenta de lo que implica exactamente esta situación ―gruñó con voz ronca, sus ojos inspeccionando el torso desnudo de Harry con avidez―. Esto no es acerca de presos o violación o muerte, e incluso los hombres lobo no se comen a sus crías, quítate ese pensamiento.
Harry simplemente lo miró, obstinadamente en silencio cuando el lobo se molestó. ―Te estoy cortejando a la manera tradicional, seduciéndote, conquistándote –otros no son tan... tradicionales. Ellos te tomarían, dispuesto o no-
―Como si te importara si yo estoy dispuesto ―escupió Harry, haciendo una mueca cuando Greyback aplicó más presión en sus muñecas para silenciarlo. La otra mano se arrastró lentamente mientras le sostenía la mirada, los nudillos acariciando la piel sobre el corazón de Harry en señal de advertencia. Éste golpeó con más fuerza en su pecho. Contuvo el aliento.
―Estás desnudo como el día en que naciste debajo de mí y no he tomado tu virginidad todavía, ¿lo he hecho? ―gruñó Greyback con impaciencia―. Te encontré cobijo. Curé tus heridas. Llené el agujero en tu vientre, ¿y me insultas insinuando que me importa una mierda?
―Por favor ―gruñó Harry―, no hagas que suene como si fueras el santo aquí. Me marcaste para tus propios fines. Si no hubiera sido un... un licántropo recesivo o lo que sea, te hubieras limitado a observarme felizmente desangrarme hasta la muerte a los pies de Voldemort. Me salvaste porque te convenía hacerlo. ¿Y te preguntas por qué no puedo confiar en ti?
Greyback se apoyó sobre sus talones entonces, aflojando su control sobre Harry, pero sin dejarlo en libertad por completo. ―No tienes que confiar en mí o quererme, para eso está hecho el período de cortejo. Confiarás en mí y me querrás, bastante, y para el momento en que te unas plenamente a ti mismo como mi compañero, será de buena gana. Sé agradecido, otros podrían no considerar tu consentimiento como algo importante.
Harry resopló con incredulidad y giró la cabeza hacia un lado, negándose a permitirle al lobo la satisfacción de encontrarse con su mirada. Sobre todo porque la mordida en su cuello había forjado una conexión que le dijo a Harry que, una vez más, Greyback estaba diciendo la verdad.
―Nunca voy a asesinar voluntariamente o a convertirme en algo que no soy quedándome embarazado –mucho menos con los hijos de un asesino ―le aseguró Harry sin rodeos―. Incluso si veneras mi trasero por el resto de la eternidad no va a cambiar lo que eres. ¿A cuánta gente has asesinado?
―Solo algunos ―respondió Greyback en un tono de 'trata con ello'. Sonrió―. Estás haciendo esto para que te sea más fácil confirmar la imagen que tienes del monstruo de sangre fría sediento de sangre, por lo que veo ―respondió casualmente, divertido.
―No necesito imaginar nada –incluso si niegas atraer a los niños hacia el bosque para devorarlos vivos como dicen los rumores, aun así has matado a personas –¡decenas, tal vez cientos!
Greyback gruñó exasperado. ―Eres poco más que un adolescente, no hables de cosas que no entiendes. Eso fue la guerra. Siempre hay víctimas... Los hombres mataron a muchos más hombres lobo que el número de humanos que yo maté. ―Con eso se puso de pie, liberando a Harry y permitiéndole beber de la embarazosa y atractiva vista de su cuerpo desnudo en toda su gloria. Harry se puso de pie, manteniendo con determinación su mirada en otra parte. Sus mejillas ardían.
―Vas a tener que esperar una eternidad para que yo esté dispuesto ―juró Harry, mirando a su alrededor y luego hacia el bosque, que estaba casi completamente envuelto en gruesos bancos de niebla. Él sabía lo que Greyback había planeado para él, lo que se proponía, y aun así se sentía increíblemente abrumado por lo desconocido.
No había ni una maldita manera de que la bestia mágica más buscada en el país se contentara con sentarse y seducirlo hasta que diera su consentimiento. Había más en esa historia. Se estremeció ligeramente, cubriéndose con torpeza al darse cuenta de que estaba desnudo en más de una manera y frente a un abismo desconocido de locura. Por lo menos había sabido qué esperar con Voldemort.
Este capítulo fue beteado por Midnight_Phoenix.