Si con dos hacen una cita, ¿con tres que sería?
Invader Zim pertenece a Jhonen Vasquez. La historia es mía.
Capítulo 2: Una cita para tres
"Tengo una cita."
Eran exactamente las 6 de la tarde, estaba bajo en uno de los postes de luz cerca del cine, no había mucha gente como en los fines de semana, así que, no habría que esperar mucho para conseguir una entrada. Pero eso no era lo que le preocupaba.
Las palomitas estallaban detrás de él y sintió erizársele la piel al escuchar unos pasos acercarse, solo para después notar que solo era otro ciudadano más de esta pequeña ciudad sin nombre, desviaba la vista de la persona y continuaba con la espera.
De tanto en tanto volvía a preguntarse cómo había terminado así… en esta situación.
-Tengo una cita –se repitió como una mantra, con la mirada desorbitada y un escalofrió que subía le lentamente por la espalda- oh, Dios.
Esta debió haber sido una situación feliz, debería de estar ansioso y emocionado por que comenzara, no como ahora que deseaba con más ansias a que terminara.
Y eso se debía a que él tenía una cita.
Con Zin.
¿Por qué tenía tan mala suerte?
-Psst.
Se sobresaltó por cuarta vez en el día, presa del nerviosismo y del temor, volteo a ambos lados de la calle, pero no vio a nadie. Lo cual en parte era un alivio. Tal vez, Zin ni siquiera fuera a venir.
-Psst!, Gregory, aquí –lo llamaron de nuevo.
Salto nuevamente en su lugar y miro a su alrededor con nerviosismo. Fue allí cuando noto un bote de basura donde por la pequeña rejilla se asomaban dos bellos ojos ámbar.
Su corazón dio un vuelco y soltó un grito.
-¡No grites! –chillo Drina saliendo del bote de basura- ¡no, tranquilo! ¡soy yo, Drina!
Se tapó la boca en cuanto la reconoció, su cabello estaba cubierto de desperdicios y su gargabina estaba sucia, pero esos ojos ámbar seguían tan brillantes y determinados como siempre.
Casi había olvidado que Drina vendría aquí también, oh que buen día, su presencia le traería esa calma y felicidad que en la mañana creyó perdida.
Sus ojos eran el sol de este triste día y estaba agradecido de poder verlos nuevamente antes de empezar con esta pesadilla.
–H-Hola –balbuceo en un torpe saludo.
-Siento la tardanza, pero mi presencia podría despertar las sospechas de Zin –contesto Drina metida en el bote de basura- no será cómodo para mí, pero estaré escondida a su alrededor por si quiere sacarte un pulmón.
Sonrío con ternura.
Se veía tan linda cuando se empecinaba en hacerle creer que Zin era una amenaza para su seguridad.
Le gusto que se preocupara.
–P-Pues… ahm, tal vez no s-sea necesario –tartamudeo, sus majillas se encendieron al captar su atención, trago saliva y continúo– p-pensaba que… si ella no venía…
–Significaría que, ¡está planeando otro intento de conquistar la Tierra! –exclamo Drina interrumpiéndolo estrepitosamente- ¡por Mercurio! tal vez esto fue una trampa, ¡sabía que vendría! ¡oh, no! ¡tal vez ya inicio su plan!
–Eh… D-Drina… –balbuceo torpemente.
-¡La seguridad del planeta peligra! ¡¿Por qué no lo vi venir?!
-Drina… no es…
-¡Y yo aquí oculta en un bote de basura! –grito Drina saliendo un poco de su escondite y zarandeándolo de los hombros- ¡¿sabes lo que esto significa?! ¡¿lo sabes?! ¡¿eh?! ¡¿EH?!
–Ah… n-no –tartamudeo nervioso por su repentina cercanía.
-¡EL FIN DE LA TIERRA! ¡EL FIN!
Se quedó sin habla, su capacidad se desvaneció al tenerla tan cerca, trago grueso ante su mirada enloquecida por la paranoia. No estaba preparado para tenerla tan cerca. Casi sentía como sus narices se rozaban.
Creyó que se desmayaría por la sobrecarga de emociones, cuando de repente algo logro captar la atención de Drina y volvió a esconderse dentro del cubo de basura.
–¿D-Drina? –balbuceo consternado y su corazón latiendo como loco.
-¡Es Zin! –chillo una voz a su costado- y Zin estaba a punto de ofrecerle sus grandes disculpas por llegar más tarde, ¡pero fuiste tú humano con dientes de metal que llego más temprano que Zin!, ¡Ofrécele tus disculpas a Zin!
El cambio de panorama lo aturdió, de aquel hermoso color ámbar a unos enfurecidos violeta, parpadeo un par de veces para reconocer que la persona que ahora estaba frente a él era Zin.
Aquella pequeña niña de piel verde tenía los brazos cruzados y golpeaba con la punta del pie el suelo en espera que el dijera algo. A primera vista no se había puesto nada diferente a su habitual uniforme, solo una flor marchita estaba sujeto a su cabellera, pero aun así el detalle era mínimo para quién no sabía mirar.
Zin lo miraba con el ceño fruncido y junto sus manos, nervioso.
-¿Lo… siento?
Su mirada pareció amilanarse un poco, pero era difícil decir si su extraña sonrisa era mejor que su ceño fruncido. Según él.
Suspiro para sí.
-¿Y qué cosas se hacen en una repugnante cita?
Parpadeo con confusión mirando a Zin.
-¿Nunca has ido a una cita? –pregunto empezándose a sentir culpable.
Esta probablemente era su primera cita.
Zim se le quedo mirando en silencio, en un incómodo y humillante silencio, empezó a pensar que no debió haberle preguntado eso. Hasta que ella dijo:
-¡JA! ¡La gran Zin ha tenido muchas de esas citas repugnantes! –respondió Zin con una risa forzada- Zin ha tenido tantas que tu débil estomago humano jamás lo resistiría.
Y Zin se echó a reír con fuerza. No estaba seguro si era de él o de ella misma o de las incontables citas que dudosamente tuvo.
-Pero… me preguntaste que se hacía en una…
-¡Zin te estaba probando repugnante larva! –le corto apuntándolo con el- ¡Zin es una maestra de la cita! ¡Una diosa más increíble y sorprendentemente conocedora de las asquerosas pegajosas citas!
La miro consternado. ¿Hasta dónde podía llegar su ego?
Sin embargo, él suspiro con resignación, no valía la pena ponerse a discutir esto con ella. Después de todo él la había invitado, y que ella supiera o no que era una cita, era una cosa que iba a descubrir conforme transcurriera la noche.
Miro el cine detrás de él y volvió a suspirar con resignación.
-Ah, bueno… entonces –hablo señalando la entrada del cine- ¿entramos?
Zin siguió contando que tan genial fueron sus "citas" mientras esperaban a que les dieran las entradas, aparentemente ella había salido con mazorcas y bestias vaca, dejando claro que Zin no siquiera tenía la menor idea de lo que estaba hablándole.
Esta sería una larga noche.
-¡Y aquellas bestias vaca volaron por los aires y se estrellaron en la luna! –continuo Zin quien ya hacía unos minutos que había cambiado de tema- ¡y Zin gano todos los espárragos del cochino lago!
-Estoy seguro que los espárragos no crecen en las lagunas… –murmuro en voz baja. Algo confundido por el extraño giro de la conversación.
-Y esa fue la última carnada que Zin encontró –continuo Zin sin prestarle mucha atención- y esa fue la repugnante cita de Zin… ¡Zin quiere eso con mantequilla!
Casi se mató del susto cuando Zin grito aquello, estaban en una de las salas y aunque aún no empezaba la película, algunas personas los miraron fastidiados por tanto escándalo.
Zin estaba apuntando las palomitas que había comprado para ambos.
-La… tiene –balbuceo confundido.
-¡Mientes! –exclamo Zin estampándole las palomitas en la cara- ¡el delicioso sabor de los copos de maíz no está completo sin esa grasa comestible de la bestia vaca! ¡huélelo y verás estúpido terrícola que no tiene ese olor! ¡Huélelo! ¡Huélelo! ¡HUÉLELO!
-¡Calla a tu novia! ¡ya va a empezar la película! –se quejó alguien.
Las luces de la sala se empezaban a atenuar, miro a Zin que insistía en que oliera las palomitas, si no se callaban ahora podrían ser sacados del lugar.
-Está bien –susurro parándose y logrando quitarle las palomitas- comprare otra…
-¡Con mantequilla! –replico Zin.
-¡Cállala!
Asintió apenado y salió de la sala, esperando que Zin no hiciera un alboroto en su ausencia, salió al pasillo del cine. Dirigiéndose al pequeño puesto de snacks.
Y se asustó cuando de repente el tapiz de la pared empezó a cobrar vida.
-¡Ahh!
-¡Cálmate! Soy yo –hablo la aparición antes de quitarse el tapiz de la cara y revelar a Drina- ¿Zin aún no ha hecho nada raro?
Respiro y exhalo lentamente antes de responder. Las sorpresas no terminaban para él.
–N-No…
-No olvides que lo hará –le previno Drina- dependiendo de cuanto se divierta, Zin aún podría poner tu vida en peligro si se aburre.
–Ahm… d-dudo que "La Invasión III" la… aburra –respondió torpemente.
Drina se le quedo mirando agrando los ojos para luego echarse a reír. El sintió sus mejillas ruborizarse ante el dulce sonido de su risa.
-Irónico –rió Drina mirándolo con una gran sonrisa. Sintió su corazón se desbocada de la felicidad- es una buena elección… aunque nunca superará la primera.
–S-Sí,… cierto –le sonrió tímidamente antes de recordar las palomitas– ah…. Creo que d-debería volver… Zin p-podría…
-¡Por Mercurio! –exclamo Drina alarmada de repente- ¡podría ocurrírsele un plan con esa película! Nunca se sabe con esa tonta –le hizo un ademan para que se fuera- ¡ve!
Asintió torpemente y tambaleándose un poco, por los nervios de haber mantenido una conversación real con ella por primera vez, pidió otro balde de palomitas con mantequilla y regreso a toda prisa a la sala.
La sala estaba completamente a oscuras, lo asusto el fuerte sonido de la pantalla, en donde la película recién estaba dando comienzo.
Tanteo entre las butacas hasta encontrar su lugar, quedo impresionado al ver tan tranquila a Zin, parecía estar tan embelesada con la película que no lo noto llegar.
Había hecho una buena elección al elegir la ficción por sobre el romance. No podría imaginarse sentado en una sala a oscuras, mientras en la pantalla una pareja se profesaba amor eterno, y ser consciente de que la persona a su lado no le tenía simpatía más allá de darle órdenes.
Puso el balde entre ellos y Zin empezó a meterse grandes cantidades de palomitas a la boca, él no se molestó en agarrar, algo le decía que a su acompañante no le gustaba compartir.
Y pronto el también quedo tan metido en la historia de la película que por un momento se olvidó que estaba al lado de Zin.
Fue su error.
Porque casi a la mitad de la película, cuyo clímax en la trama había estallado cuando los aliens empezaron a explotar las ciudades y el hijo del protagonista moría en uno de esos ataques.
"-Recuérdame… cuando todo perdido –hablo débilmente el pequeño-… recuérdame…
-Por favor, David, por favor resiste –le pidió desesperado su padre, alzando la cabeza de los escombros, empezando a entrar en pánico- ¡Ayuda! ¡Necesito atención médica! ¡Ayuda! ¡Por favor!
-Papá, la luz… es tan hermosa…
-No David, por favor, se fuerte… no me abandones –lloro el padre viendo como su hijo perdía sus fuerzas.
-Mamá está allí… –susurro David desvaneciéndose-… todos… están allí.
-¡Por favor resiste! ¡Ayuda! ¡Ayuda! –lo zarandeo sintiendo la muerte de su hijo cada vez más cerca- ¡David! ¡¿me oyes?! ¡David!
-Sálvanos… sálvalos… –susurro David cerrando los ojos-… padre…
-¡David! ¡NO!"
La mayor parte de la sala estaba en llanto ante la emotiva escena. Incluso el sintió sus ojos lagrimear. La escena continúo cuando llego los bomberos para decirle lo que el protagonista ya sabía.
"-Lamentamos su perdida.
El protagonista miro el cielo, plagado de una engañosa, ahora sabían que había algo más ocultándose allí afuera. Algo que quería destruirlos.
-Los aniquilaré, ¡juro que lo haré!
Y entonces callo de rodillas y lloro, por todo lo que había perdido, por lo que ahora podría perder. Lloro lo que quiso, porque este sería el único momento en que se permitiría hacerlo.
Ellos iban a pagar."
El ambiente en la sala se había vuelto envuelta en la melancolía del protagonista, del héroe que en la pelicular había perdido todo, la escena estaba tan cargada de dolor que nadie se salvó de las lágrimas.
-¡JA, JAAAAAH! ¡Iluso! ¡JA! ¡JA!
La risa de Zin quebró el ambiente en la sala y provoco que todas las miradas fueran dirigidas asía a ellos.
-¡¿Puedes creerlo?! –le codeo Zin muerta de risa- ¡un… un estúpido e iluso humano… jaja… quiere… ja… quiere hacerle frente a una especia de nivel superior! ¡Humano estúpido! –se carcajeo en voz alta- ¡ILUSO HUMANO!
-¡Ya cállate! –grito una voz en la tercera fila- ¡eres una niña insensible! ¡Cállate! ¡Arruinas la película!
Zin a su lado empezó a fruncir el ceño, recupero el escalofrió de horas atrás, y una mezcla de incomodidad y temor se cernieron sobre su pecho cuando Zin se paró encima de la butaca y le grito a uno de los espectadores.
-¡Zin no responde a ninguna orden de un sucio terrícola! ¡Nadie le da órdenes a Zin! ¡Y si Zin dice que ese nauseabundo protagonista es estúpido… ES PORQUE LO ES!
-¡Ya cállense! ¡No dejan escuchar! –se queja una mujer detrás de ellos.
Él no se dio cuenta, pero antes de que lo hiciera, Zin agarro el balde de palomitas de su asiento y se lo arrojo a la señora.
-¡Cállate tú! ¡Estúpida humana!
Y fue ahí donde se desato el caos.
La sala tranquila del cine se llenó de gritos, la comida era lanzada por los aires mientras se insultaban unos a los otros. Zin era una de las voces más fuertes de la sala.
Llegado a un punto ya nadie estaba prestando atención a la película y más parecía que la batalla que estaba ocurriendo en la pantalla se había pasado a la sala.
El alboroto continuo hasta que ingresaron los de seguridad y pusieron orden.
Pero él no se enteró de eso hasta que uno de ellos lo encontró escondido debajo de una de las butacas.
Se quedó algo cegado cuando la luz de su linterna lo ilumino en la cara, la sala aún estaba a oscuras y las maldiciones se habían silenciado.
-¿Esto es tuyo? –le pregunto alzando a Zin, quién se retorcía en el aire exigiendo que la liberaran.
Con un quejido apenas audible, asintió.
Minutos después fueron sacados de la sala y a Zin junto con él para variar, les prohibieron la entrada al cine hasta nuevo aviso. Una advertencia que él tomo muy en serio, agradeció que no intentaran llamar a sus padres porque si no… hubiera tenido que dar unas cuantas explicaciones.
Miro a Zin a su lado, quién no había dejado de maldecir y quejarse, amenazando con destruir el lugar.
-Estúpidos humanos, basura terrícola, ¡ya sabrán de Zin! –grito Zin frunciendo el ceño y apretando los dientes- ¡Nadie deja afuera a Zin! ¡¿cómo se atreven hacerle eso a la gran Zin?! ¡basura inferior! ¡Zin los maldice a todos!
De froto las manos con nerviosismo mientras veía a los del cine mirarlo con mala cara, Zin seguía despotricando y si se quedaban aquí de seguro nada buena pasaría.
-Al menos… si había… mantequilla en tus palomitas, je –susurro con voz nerviosa.
Zin alzo la mirada hacia a él y palideció, con lo fuerte que era su voz creyó que le gritaría cuando alzo sus manos en alto y abrió la boca como si fuera a gritar, cerró los ojos preparándose para el impacto.
-Cierto.
-¿Eh? –abrió los ojos con cautela.
-La consistencia estaba grasosamente planificada y se derretía como lava hirviendo sobre el maíz reventado –sonrío Zin pensativa- incluso en la inconsciencia Zin podría sentir su sabroso sabor.
Parpadeo confundido.
Él había esperado un grito, un reclamo y a lo mucho que le echara la culpa. Lo cual él hubiera estado de acuerdo, pero Zin parecía sonreír mientras le decía de las delicias de la mantequilla sobre sus palomitas.
-¡Bien! –soltó Zin de repente con las manos en la cadera y le miro demandante- Zin tiene hambre, así que exijo que se me lleve a probar alimentos que estén a mi altura para poder terminar pronto con está cosa sucia cita.
La miro crédulo.
-¡Ahora! –exclamo Zin al no oír una rápido respuesta suya.
Él asintió, consternado y un poco ofendido. ¿Acaso lo había insultado?
Pero no importaba. Sí en algo tenía en común con Zin era que ambos querían que esta desastrosa cita acabara.
Así que, ¿para qué esperar?
-Conozco un lugar –le respondió.
Salieron del cine y se dirigieron a una cafetería cercana, era su favorita, tenía dulces deliciosos y había una pequeña plataforma al fondo donde la gente podía contar poemas o cantar, era un lugar muy relajando y tranquilo. Justo lo que él necesitaba.
Llegaron al frente del café, recordando sus modales, tomo la manija de la puerta de cristal y la abrió ante Zin que la miro confundida.
-Las damas primero –la invito a entrar con su mejor sonrisa.
-Zin no necesita tus pobre halagos, niño brackets –se burló Zin entrando por la puerta.
Se sentaron en una mesa cerca de la ventana, una mesera se acercó a ellos, entregándoles los menús. Al parecer había un nuevo especial en la carta.
-¿Primera cita? –pregunto la mesera con una divertida expresión.
Sintió la vergüenza subirle por el cuello y suspiro con resignación cuando miro de reojo a Zin que se estaba comiendo la sal de la mesa mientras buscaba que pedir.
Suspiro con resignación.
-Sí… –respondió sin mucha emoción.
-¡Que dulce! –sonrió la mesera enternecida- bueno los dejaré elegir, ¡llámenme si necesitan algo!
Asintió sonriendo incómodamente a ella, mientras está se iba riendo, bajo su mirada al menú que tenía en sus manos. Pero la vista del pastel del chocolate y el pie de limón no evito que una oleada de decepción se apoderara de sus pensamientos.
Se suponía que su primera cita hubiera sido con Drina y no con Zin quién estaba aquí presente. Él hubiera deseado traerla a Drina aquí en su lugar, hubiera deseado que sentara con él en la misma mesa mientras platicaban sobre la película mientras compartían un helado o un batido.
Y no así, él con Zin y Drina en quién sabe dónde.
La campana de la entrada del café se abrió atrayendo un poco su atención miro perplejo a un hombrecito de barba gris, gran abrigo de invierno y un gorro que le cubría toda la cabeza y los ojos.
Cuando el hombre se dio cuenta levanto un poco su gorro y un par de ojos ámbar brillaron en su dirección.
Drina.
Tuvo que morderse el labio para evitar que soltará una carcajada.
Drina le dio un guiño y se dirigió a una mesa cercana a la de ellos, un mesero se acercó a ella y la confundió con un señor, de nuevo tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse cuando ella imito la voz grave de un hombre mayor.
Zin lo miro con suspicacia.
-¿Qué es tan divertido, humano?
El tosió falsamente y volvió su mirada al menú, ocultando su sonrisa tras este.
-Nada –respondió sonriente.
Zin lo miro unos momentos más dudando de sus palabras para al final restarle importancia y mirar la carta.
-¡Ey, tú! ¡Esclava del café! –llamo a la mesera alzando la carta- ¡Zin quiere este cono de crema frío rosada!
Alzo la cabeza hacía a ella y la miro como si estuviera hablando en serio, a su detrás oyó como Drina ahogaba una risa.
La mesera lo miro confundida viendo la imagen elegida.
-¿Un helado de fresa?
-¡Eso es lo que Zin dijo! –exclamo Zin sin reconocer su error.
La mesera lo miro a él y percibió una mirada de lastima en sus ojos, él le sonrío con un asentimiento. Ahora le entendía.
-Yo quiero un pastel de limón –le dijo.
La mesera asintió y fue por su pedido.
-Espero que esa esclava del café sea rápida –gruño Zin golpeando los dedos sobre la mesa- Zin tiene hambre ahora.
-Ahm, esas cosas toman un poco de tiempo –le dijo.
-No es problema de Zin, ¡Zin lo quiere ahora!
Se produjo un silencio incomodo, uno en el que Zin miraba amenazadoramente a la mesera que estaba ocupada en la preparación del helado, suspiro un poco para así siendo consciente que si no hacía nada esta vez podrían acabar siendo corridos del café.
O algo peor.
-Ehm, ¿Zin? –comenzó torpemente apartando algunos mechones de su rostro forzando una pequeña sonrisa- ¿sabes para qué son las citas?
-¿Para embadurnarse de afecto pegajoso entre saliva, dulces y helado? Esas cosas Zin ya lo sabe, humano ingenuo –respondió Zin agresiva y obviamente impaciente.
-Ah, sí… algo así –continua un poco incómodo- pero también son para conocerse mejor, una manera para saber más del otro.
La mirada gruñona de Zin parece desaparecer dando paso a un estado de alerta, él solo lo interpreto como un nerviosismo, suponiendo que Zin pudiera ponerse nerviosa por estás cosas. Ya que la mayoría del tiempo parecía amar hablar de sí misma.
-¿Intercambiar datos? –balbuceo Zin mirándolo de arriba a abajo con recelo.
-Sí, es sencillo –asintió sonriendo un poco más natural- yo te pregunto algo sobre ti y tú sobre mí.
-¿Por qué Zin le interesaría saber de tu patética vida? –repudio Zin con desconfianza.
-Bueno es una manera de pasar el rato –dice con paciencia- además, sí hay algo que no me quieras decir está bien, no te forzaré.
-Esos dices ahora y luego Zin se encuentra en medio de una mesa de disección, rodeado de un montón de humanos científicos, ¡Zin no caerá en ese juego! –grito Zin golpeando la mesa con fuerza.
Algunas personas los miraron y oyó a Drina sacar algo debajo de su disfraz, tal vez esas raras esposas con las que siempre amenazaba a Zin, suponiendo que si dejaba las cosas así podrían salirse de control.
-Entonces… tú –hablo rápidamente antes de Zin pudiera decir al más- ¿de dónde eres?
Zin lo miro como si fuera un gusano, frunciendo los ojos y la boca un poco más fuerte que las veces anteriores, él era consciente de que había ignorado su negativa o amenaza de responder a ninguna pregunta.
Pero no tuvo otra cosa mejor que decir, así que se abstendría a las consecuencias si con eso evitaba una pelea entre ella y Drina.
-¡Zin dijo que no responderá a ninguna de tus repulsivas preguntas!
-Ah sí… pero… ¿tenía que intentarlo?
Sonrió con nerviosismo ante la mirada escrutadora de Zin, pensó que le gritaría algo más pero ella se sentó de brazos cruzados, subiendo los pies a la mesa con un gesto indiferente y fastidiado.
-Zin no admite preguntas de su sorprendente vida personal, gusano terrícola, si Zin detecta preguntas tan hondas como el núcleo de está apestosa Tierra, ¡Zin te derretirá la cara! –le amenazo Zin con una mirada fúrica antes de desviar la mirada a la camarera como si no le importara la visión de su presencia- ¡primera pregunta!
Suspiro un poco aliviado, aunque aún tenso, pero teniendo en cuenta que si accedió a su pequeño riesgo era mejor seguir con eso si quería mantener la calma en su mesa y los problemas lejos.
O al menos hasta que terminarán su cita.
-Bien, ¿de dónde eres? –empezó sentándose correctamente- sé que eres nueva, pero que yo recuerde, nunca dijiste de donde venías.
-Estúpida larva como si no supieras que Zin es de Iiiiirrrrrrrrr… –respondio Zin antes de ser consciente de su presencia y toser antes de volver hablar- Iiirklanda! Zin viene de ese apestoso país llamado ¡Irklanda!
-¿Eres irlandesa? Vaya, aunque no se nota mucho en tu acento.
Zin lo miro sin comprender antes de sacudir su cabeza y desviar la mirada de él, hundiéndose de hombros.
-Siguiente pregunta.
-Uhm, ¿tienes algún pasatiempo? –Zin lo miro incrédula- es decir, ¿hay algo que te guste hacer para divertirte?
-Que pregunta más estúpida –bufo Zin con una sonrisa arrogante- a Zin le gusta hacer planes malva…
Tan pronto como comenzó Zin se detuvo mirándolo un poco como reconociéndolo y frunció la boca en claro gesto de nerviosismo.
-¿Malva...? –la miro dubitativo.
-¡MALVAVISCOS! –chillo Zin de repente- ¡Ah Zin le gusta hacer malvaviscos! ¡Zin ama hacer malvaviscos!
La miro confuso y creyó oír una risita detrás de él.
-¿Malvaviscos?
-¡Sí! ¡esa cosa suave, blanca esponjoso, llena de dulce que se derrite en fuego! ¡tan suave!... ¡Siguiente pregunta! –se cortó Zin abrazando sus rodillas y maldiciendo en un dialecto que no pudo entender.
-Ok… –dijo un poco desconcertado por como cambiaba sus respuestas a mitad de la oración, eso era un poco raro- entonces, ¿cómo es tu familia?
-¡La familia de Zin es una familia humana completamente normal! –grito Zin con brusquedad y golpeando con sus manos de nuevo la mesa- ¡humana y perfectamente normal! ¡quién te haya dicho lo contrario! ¡MIENTE! ¡MIENTE!
Se le quedo mirando un minuto, la sentía un poco tensa y a juzgar por el tic en uno de sus ojos, lo estaba.
Tal vez era momento de parar.
-Disculpen.
-¡¿QUÉ?! –grito Zin sobresaltándolo de repente.
Miro a su costado para notar a la camarera que había venido, estaba sosteniendo una bandeja de metal con su pedido.
-Su pedido… está aquí –respondió la señorita.
Vio como Zin inflaba las mejillas con el ceño fruncido, apretó sus manos en dos puños, estaba enojándose. Iba a estallar.
-¡Ah, muchas gracias! –respondió tomando sus pedido antes de que Zin o la camarera dijera algo- muchas gracias, mira Zin ya está tu helado.
Funciono.
Zin lo miro aún con todo el enojo contenido, pero no grito, en cambio le arrebato el cono de helado de fresa y se puso a comer en silencio.
La camarera lo miro con una aliviada sonrisa.
-¿Se les ofrece algo más?
-No, gracias –respondió rápido con la intención de que se fuera pronto.
-¡Zin quiere su barra de caramelo!
Ambos la miraron, Zin les devolvió la mirada con el ceño fruncido, golpeando sus manos sobre la mesa. Con una expresión impaciente.
Suspiro por tercera o quinta vez este día.
-¿Podría traernos una barra de caramelo también? –susurro despacio y la camarera asintió- gracias.
En cuanto la camarera se retiró Zin empezó a comer su helado de fresa demasiado rápido, ya no intento hacerle conversación, se veía que la niña con la enfermedad de la piel no estaba dispuesta hablar más.
-¿Vas comerte eso humano? –apunto Zin, con la boca llena, a su pie de limón.
Suspiro y empujo el plato hacía a ella.
-No… es todo tuyo –dice ya sin mucho apetito.
A Zin no pareció importarle y con la otra mano agarro un trozo y se lo metió a la boca llena de helado de fresa.
Se le revolvió un poco el estómago.
-Iré al baño… –murmuro a Zin, levantándose de la mesa-… regreso en un rato.
Zin le prestó atención y se apodero de su plato comiendo como si no hubiera comido en semanas, se le revolvió el estómago de nuevo y corrió al baño del local.
Esta cita no podía ser más incómoda.
"Que modales", pensó.
Termino escapando al baño de hombres y se encerró en uno de los cubículos, suspiro y recordó la comida desparramándose de la boca de Zin, su estómago se revolvió y ya no hubo necesidad de convencerse que estaba en el baño para esconderse de su indeseable cita.
Dejo todo ir.
Solo podía desear a que todo ya terminara.
Entonces la puerta de su cubículo se abrió.
-¡¿Qué rayos…?! –chillo jalando su polo, con un fuerte color rojo en su cara, pasmado de humillación y vergüenza.
No fue mejor cuando reconoció, de nuevo, en ese disfraz de hombre vagabunda a la chica de ojos ámbar.
Él en ese momento… quiso morir.
-Drina –murmura bajando la mirada, incapaz de verla.
Drina cerró la puerta detrás de ella.
-Me disculpo… –murmuro Drina y cuando por fin levanto la mirada hacía a ella, noto que usaba el abrigo para taparse la cara- necesitaba saber si estabas bien, me distraje…
Sonaba incomoda.
Bajo la mirada sintiéndose peor y más avergonzado.
–N-No te preocupes… estoy bien –balbuceo tan rápido como encontró su lengua para hablar- solo… necesitaba ir.
-Ya veo –susurro Drina y alzo su mirada hacía a ella, sus miradas se conectaron y la oculto de nuevo, ruborizada- esta… no fue mi mejor idea.
-Descuida –sonríe al suelo, rojo hasta las orejas.
Pero era evidente que no fue su mejor idea.
Y él se estaba aguantando.
-¿Drina? –la miro apenado.
-¿Ah, sí? –ella ni lo miro.
-Aún… estoy ocupado…
A Drina le tomo un momento y luego abrió la puerta y se salió.
Él nunca estuvo más aliviado de que se fuera.
-Lo siento… por Mercurio –la escucho disculparse tras la puerta.
Negó con la cabeza, apenado, rojo.
"Ella debía estar muy preocupada", intento recordar.
-Está bien… –murmuro.
-Lo siento –la voz de Drina se hacía más pequeña-… mejor me voy.
Y escucho el sonido de sus pasos alejarse y respiro.
A pesar de esa embarazosa situación… pensó que era lindo.
"Oh, Dios", se lamentó de nuevo "¿Por qué no la invite a ella?"
Suspiro pesadamente antes de jalar la palanca y salir del cubículo.
Solo para encontrar que su cita acababa de empeorar.
-¡AAAHH! ¡QUÍTENLA! ¡QUÍTENLA DE ZIN!
Sus ojos se dispararon a la mesa donde momentos antes estaba sentado junto a Zin, quién chillaba furiosa mientras una ardilla pelea contra su cabello azabache, tratando de quitarle la barra de caramelo que Zin había pedido para ella.
"Oh, chico."
-¡Zin! –corrió hasta donde ella, no podía acercarse mucho, al parecer no solo Zin estaba rabiosa- ¡solo dale la barra de caramelo y te dejará en paz!
-¡ESA BARRA DE CARAMELO ES DE ZIIIIIN! –grito levantándose de la mesa y luchando contra la ardilla, su cabello despeinado y sus mordiscos.
Estaban atrayendo la atención de casi toda la clientela.
-¿Necesitan ayuda? –pregunto uno de los empleados.
-No se preocupe –se disculpó antes de volverse a Zin- por favor, es solo una barra de caramelo… te… te compró otra.
-¡ESTA ES LA BARRA DE CARAMELO DE ZIN! –ella grito obstinadamente.
De pronto la ardilla mordió la mano de Zin, ella grito de nuevo, el roedor se escapó con la barra de caramelo entre sus patas. Fue muy veloz.
Miro a Zin, estaba furioso con el cabello revuelto y una de sus mechones estaba en lo alto irguiéndose desordenadamente, entrecerró los ojos al percibir que ese mechón pareció moverse solo.
Pero no tuvo mucho tiempo para meditarlo, porque de un momento a otro un cable extraño salió de la mochila de Zin, y ella empezó a gritar cosas a su interlocutor.
-¡GIRI! ¡VEN AQUÍ AHORA!
Estaba a punto de preguntar quién era Giri, cuando un extraño perro verde con un tutú rosado, entro volando contra puerta del local. Rompiéndola en mil pedazos.
-¡Ninguna sucia ardilla quedará impune a la ira de Zin! –exclamo Zin, subiéndose al que aparecer era su perro, se giró a él y lo agarró del cuello de su polo- ¡tú vienes con Zin humano de brackets! ¡Llevaremos esta asquerosa cita contra el desgraciado roedor!
-P-Pero… la cuenta… –fue lo único que pudo decir porque las palabras no le salían.
Miro al perro otra vez notando que tenía propulsores saliendo de sus patas traseras y que cantaba que todos íbamos a morir.
¿Acaso esto era real? ¿No era ninguna broma o un mal sueño? ¡¿En serio iban a perseguir a una ardilla encima de su perro volador?!
Quiso echarse para atrás, volverse donde Drina, porque algo aquí no cuadra y si alguien podía despejarle la duda de que rayos estaba pasando aquí esa era ella.
Pero no tuvo oportunidad.
-¡VENGANZA! –ladró Zin sin miramientos y jalándolo detrás de ella, salieron disparados del local.
Él nunca había gritado de tanto terror antes, pero bueno, había una primera vez para todo.
Salieron despedidos como un corcho, ni siquiera se esperaron a que se acomodará bien, se aferró a la parte trasera del perro, jalando el tutú rosa. Zin solo tenía en la mira a la dichosa ardilla que huía de ellos.
Fue el inicio de una aterrado persecución en la que el creyó que no saldría con vida, vio todo a su alrededor moverse demasiado rápido y tan alocadamente y cuando se elevaron para alcanzar a la ardilla en la copa de un árbol, los propulsores del perro se apagaron y por un momento pensó que moriría.
Solo elevarse en el último minuto hacía arriba de una manera que superaba a la más extrema de las montañas rusas, casi alucino que un flash había capturado ese momento, casi podía jurar que había llorado de miedo antes de ser elevados rápidamente al cielo.
Él no podía dejar de preguntarse porque Zin no estaba gritando de miedo, el por qué esto era tan normal para ella, ¿es que acaso esto era algo de todos los días?
-Ah, la perdimos –bramo Zin después de una hora de loca persecución.
-¡¿Qué?! –grito de miedo, aferrándose con todas al perro, que al parecer era Giri- ¡Zin baja ya! ¡me resbaló! ¡Zin!
Zin lo miro como si fuera un ser insignificante y estúpido, y para ser sincero consigo mismo, tal vez lo era si había aceptado salir con ella.
-¡NO LE DES ORDENES A ZIN, MIEDOSA BABOSA TERRÍCOLA! –le grito apuntándolo con el dedo, dejando el vuelo a criterio del perro. Y estaba comenzando a sospechar, que el perro no tenía ninguno.
-Zin… por favor… –rogó ya sintiendo las lagrimas regresar.
-Esto es lo patético de los humanos, ¡son unos llorones! –grito Zin antes de jalar las orejas de su perro que chillo de alegría y rápidamente empezaron a descender- ¡Zin podrá fin a esta asquerosa cita ya!
Él nunca estuvo más agradecido con ella como lo estaba en ese momento.
Y tal vez sea el único momento de simpatía que compartiera con ella, porque después de esta pesadilla, no volvería acercarse a ella nunca más.
Aterrizaron cerca al jardín de la casa de Zin, una casa cuya puerta parecía la de un baño y cuyos adornos de jardín eran un flamenco rosa y una bandera que decía "Amo a la Tierra".
Cuando él toco tierra, lo primero que hizo fue saltar lejos del perro verde de Zin y de la misma Zin, como si de un momento a otro salieran volando de nuevo hacía el suelo, sin cinturón y en donde podría sentir la muerte tan cerca como el viento en su cara.
No haré esto de nuevo.
-¡Finalmente esta asquerosa cita ha terminado! –exclamo Zin sonriendo orgullosa como si hubiera ganado alguna clase de premio.
No pudo evitar mirarla y pensar, tal vez no por primera vez en este día, en lo terrible de su compañía.
-Si, finalmente termino… –suspiro levantándose ya no queriendo dar más vueltas al asunto.
Había tenido suficiente por hoy. Hoy y el resto de su vida.
-Si esperas que la gran Zin reconozca tus patéticos intentos terrícolas por hacer esta asquerosa cita, asquerosamente no asquerosa, ¡Zin dirá que fallaste! –grito Zin de repente.
Se dio vuelta para mirarla, sorprendido por el grito repente, Zin lo empujo con sus manos como si fuera un estorbo.
Y empezó.
-¡No había mantequilla en las palomitas! ¡el cine fue horrible! –se quejó empujándolo de nuevo- ¡Zin odio la película! ¡la mala de compañía y que la sacarán injustamente de la sala!
-P-Pero… fue porque tú armaste revuelto…
-¡CÁLLATE! –le corto alzando la voz- eres un despreciable y asqueroso humano aliado de las ardillas roba dulces… ¡ESTA FUE LA PEOR CITA DE ZIN!
La mira y siente una oleada de fastidio y es entonces cuando toda su frustración se asoma por su garganta y él (Dios mío!) quiere gritar.
-¡Bien! –le responde con otro grito- ¡también fue la peor cita de mi vida!
-¡Zin no te pregunto! –Zin grito de nuevo y luego se cruzó de brazos mirándolo como si fuera la victima aquí- y por este tipo de cosas Zin jamás saldrá contigo de nuevo.
-Pues yo no estaba pensando en salir de nuevo contigo –gruñe cruzando de brazos y mirándola igual.
-No inundes el césped del perfectamente normal de Zin –le corta dándole la espalda, aparentemente ignorando su respuesta anterior.
Respiro hondo, ya estaba cansado de pretender que tenía una paciencia infinita, y sería ridículo indignarse por eso.
La cosa ya había acabo y él ya no tenía que hacer nada más aquí.
-¿Y quién lloraría por ti? –susurro mientras se daba media vuelta, de regreso a su casa.
De regreso a la tranquilidad que esta chica extranjera de extraña piel verde le había estado privando todo el día.
¡BROOOOM!
Se dio la vuelta solo para volverse a voltear, empezó a salir corriendo.
De repente los nomos de jardín, que no había podido notar en su aterrizaje, estaban empezando a disparar. Eso era algo completamente descabellado y desquiciado.
Por no olvidar nada normal.
Pero él no iba a quedarse averiguarlo.
Y menos la persona que vio salir corriendo del jardín antes de que un rayo la alcanzará y la empujara hasta los contenedores de basura de la casa del frente.
-Ah, ¡¿Drina estás bien?! –exclamo tan pasmado como asustado, aun corriendo en dirección contrario.
Vio una mano tambalearse alzarse sobre el montón de basura y suspiro aliviado cuando alzo el pulgar.
Si de algo podía estar seguro, era que no sido el único que había tenido un día pesado.
Y para la suerte de ambos tal vez no tendrían que volver a pasar por eso.
Eso fue lo que él, el dulce e inocente Gregory Spolar, había pensado esa lunes por la mañana.
Si tan solo hubiera sido posible quedarse en ese minuto, ese preciado minuto, en el que llego a la escuela de camino hacía la entrada pensando que lo pasado sábado quedaría en el pasado. Y que terminaría como un recuerdo que tarde o temprano iba a empezar a olvidar.
Que el lunes por la mañana, iba hacer un nuevo día.
Pero lo malo con su suerte, era que no nunca tenía suerte. Y esa mañana comprobó nuevamente lo mucho que el mundo lo despreciaba.
Zin y Gregory sentados en el árbol
B.e.s.á.n.d.o.s.e!
Ese fue el comienzo de la pesadilla.
Ho-lo, terrícolas… ok no, hola y sé que quieren una explicación de porqué tarde tanto
La verdad es que tenía varias preocupaciones en la cabeza y poca inspiración para este capitulo, pero luego me enteré que mis preocupaciones se aplazaron unos días más y la idea de seguir vino a mí =D
Ja, soy graciosa XP
Al final no pudo evitar la tentación de utilizar esa odiosa canción infantil y espérense… que este es solo el comienzo para nuestro desdichado Gregory
Espero no haber actualizado esto demasiado tarde, pero bueno que le vamos hacer
Por favor, dejen reviews! (aunque puedo no merecerlo)
Y nos vemos en el siguiente capitulo!