The Fallen Ones
Summary: Y ellos se atrevieron a soñar muy alto, haciéndose a la idea de que eran iguales a Ellas. Se enamoraron y se atrevieron a imaginar que eran correspondidos de la misma manera carnal que soñaban. Pero hay cosas que no están destinadas a ser… A menos que las fuerces.
Nota: Ningún personaje me pertenece.
Ellas siempre habían estado ahí.
Desde el inicio de los tiempos, y mucho antes de estos…
Ellas ya estaban ahí.
Las historias cuentan que hace eones Dios con un suspiro de su aliento creo la materia y la energía que se fundió en los universos que conocemos. Llenó la oscuridad con la luz, creó los cielos, las tierras.
Dio vida.
Una historia tan sonada que se ha vuelto un clásico. Un relato que han adorado los humanos a tal punto que les dio un significado a sus vidas.
La esperanza de que haya algo más grande que ellos, algo que los creo y que los cuida como si fueran sus hijos.
Sin embargo, todas las generaciones han malinterpretado esa historia.
No existe un Dios… Al menos no uno como ellos lo pintan: un hombre viejo de cabellos blancos, vestido con toga y que irradia luz y poder con cada respiración que da.
No, el Dios que los creó ni siquiera es uno, ni dos… Sino tres.
Y no son él. Sino ellas.
La perfección que tanto relatan…
Tres seres que son todo lo bueno y puro de la energía.
Cada una representando las cualidades que han reinado los universos desde los inicios, que han permitido la supervivencia:
Sabiduría.
Fuerza.
Compasión.
Ellas tres dieron forma y vida a todo lo que se conoce.
Sin embargo, tener todo un paraíso y no compartirlo… Se sentía mal para esos seres llenos de bondad y de luz.
Por lo que crearon vida.
Motivaron a la energía y materia a su alrededor a formar seres de diferentes formas y tamaños.
Pero cada uno con un poco de esas cualidades que Ellas representaban… No mucho, porque Sabiduría sabía que sería un error dar demasiado poder a aquellos que no están acostumbrados a tenerlo, que no nacieron para poseerlo.
Como ellas lo hacían.
A pesar de que Compasión protestó, se hizo lo que Sabiduría decía.
Porque nadie sabía mejor que ella.
Sin embargo, cometieron un error en confiarles libertad a eso seres, que jóvenes y sin guías fueron abrumados por la sensación de poder.
Por muy poca magia que Ellas les habían dado aún eran lo suficientemente inteligentes y fuertes en estos jóvenes y vacíos universos. La sensación de embriaguez pronto extinguió la gota de compasión que poseían y empezaron consumir sin control.
Pronto se dieron cuenta que tenían que hacer algo para acabar con esto, si es que no querían ver destruido su gran obra.
Por lo que Fuerza los maldijo, usando su infinito poder los condenó a que cada día, cada segundo el mismo poder que ella les había dado al principio se fuera extinguiendo.
Los hizo vulnerables… Mortales.
La mayoría no lo tomó muy bien. Y por supuesto que les declararon la guerra.
A pesar de que sabían que nunca podrían matarlas, que ni siquiera les era posible tocarlas, sabían dónde hacerles daño…
En su bella creación… Sus universos.
Pronto Ellas entendieron que no todo se podía resolver con paz y amor.
A veces la destrucción y la muerte de algunos eran necesarias para la supervivencia de otros.
Pero Ellas eran incapaces de hacer ese trabajo. Destruir iba en contra de sus nobles naturalezas… Por lo que Ellas nos crearon.
A mí y a mis hermanos.
Cada una creó a su perfecto general, a su perfecta arma, con las mismas cualidades que ellas representaban solo que… Retorcidas… Oscuras, para que no tuviéramos ningún problema o escrúpulo en hacer el trabajo para el que nos crearon.
Estaban tan desesperadas por salvar su obra, un sentimiento tan nuevo y abrumador, que por primera vez no les importó que tanto poder daban al hacernos.
Solo querían que fuéramos capaces de hacer… Todo lo que Ellas no eran capaces de hacer.
Sin pensarlo dos veces crearon a sus contrapartes.
Crearon su ruina.
A pesar de los eones que han pasado, aún recuerdo esa primera vez que la vi… Tan claro como la maldita luz del día.
Porque eso era Ella… La luz después mis oscura inexistencia.
Sabiduría siempre fue amable aunque distante al principio. Era la única que veía el potencial que teníamos. Para Fuerza éramos un reto y para Compasión unos niños… A pesar de que lucíamos más grandes y poderosos que Ellas.
Hicimos ciegamente lo que nos pedían… A pesar de la oscuridad con la que nacimos lo único que queríamos era hacerlas felices.
Quitarles ese gran peso que siempre habían cargado solas.
Sin embargo era demasiada oscuridad contra la que luchar, días interminables en los que éramos incapaces de volar a los cielos donde Ellas aguardaban. Por lo que crearon más seres. Poderosos… Pero nunca como nosotros.
Arcángeles… Según los llaman las historias. Los favoritos…
Puras mentiras. Mis hermanos y yo siempre fuimos sus favoritos.
Los únicos que éramos tan iguales a Ellas, pero a la vez tan diferentes…
Los únicos en los que confiaban ciegamente.
Mis hermanos y yo nos convertimos en la muerte y la destrucción encarnadas. Traíamos miseria y desesperación a aquellos que se atrevían a tan siquiera pensar en hacerles daño con sus acciones.
Mientras Ellas trataban de enmendar su error y le daban una segunda oportunidad a la vida… Solo que esta vez a nuestra perfecta semejanza y apariencia.
Porque aunque nunca lo aceptaron… Mis hermanos y yo éramos la mejor obra que Ellas habían creado.
Iniciaron su pequeño experimento en ese lugar llamado Tierra, crearon a Adam, una imitación barata nuestra. Pero que sin embargo Ellas adoraron.
Al débil y patético espécimen humano.
Nunca había sentido celos, ni siquiera cuando Ellas crearon a otros, los Arcángeles. No había razón. Si, eran útiles, atractivos y poderosos pero nunca se compararon con mis hermanos y yo.
Y aun así este... Débil y rompible mortal, había logrado fascinarlas más de lo que nuestra creación lo hizo.
No podíamos con la furia, los celos nos estaban consumiendo vivos. No podíamos tolerar la idea de que Ellas estuvieran pensando en alguien que no fuera nosotros...
Cuando nosotros en ningún segundo dejábamos de pensar en Ellas, en anhelar sus compañías. Y pensar que nosotros no éramos tan indispensable para Ellas...
Por un eterno minuto en serio pensamos en destruir a ese patético humano.
Sin embargo pronto Ellas vieron a Adam y notaron su soledad, su tristeza y el vacío en su corazón. El inútil humano al parecer estaba incompleto, por lo que Ellas le crearon una Compañera.
Mis hermanos y yo nunca habíamos escuchado esa palabra.
Era nueva y simple, pero de algún modo sonaba... Correcta.
—Un compañero o compañera es tu otra mitad. Es un ser que es solo tuyo y de nadie más en cuerpo y alma, y por voluntad propia. Te traerá felicidad y llenara los vacío que hayan en tu corazón —dijo Sabiduría cuando le pregunté el significado de la palabra—. Te amará por toda la eternidad sin importar qué.
—¿Cómo tú?
Ella rio. Amaba el sonido de su risa, era tan pura y delicada... Como todo en ella.
—Sí, Azazel —contestó mientras flotaba más alto por los cielos infinitos de su reino—. Solo que es un tipo diferente de amor.
—No sabía que había diferentes tipos de amor —dije siguiéndola. Mis enormes y magníficas alas blancas salpicadas con motas escarlata en la punta de las plumas, haciendo sombras en las nubes de algodón.
—¡Oh, hay muchos! Está el de una madre hacia sus hijos, el de una persona hacia su hogar o una cosa material con un significado especial. Está mi amor infinito y puro hacia todo y todos... Y luego está el amor de un hombre hacia una mujer y viceversa. Ese es el tipo de amor que sienten los compañeros.
No pude evitar que mi mano se alzara para sujetarla de su delicada muñeca. Ella se detuvo y volteo a verme, sus ojos rosas se encontraron con los míos. Los suyos llenos de confusión y de preguntas silenciosas que solo yo sabía leer.
Era esa única conexión que se formó entre nosotros desde el bendito momento en que Ella decidió crearme.
—¿Y qué tipo de amor sientes por mí, Blossom?
Usé ese nombre. Él bello nombre que yo le había dado y que solo yo tenía permitido usar.
Nadie podía tomarse esas libertades con Ella. Solo yo.
Tocarla aunque sea tan castamente estaba severamente prohibido, llamarla por otra cosa que no fuera Sabiduría era inmediatamente castigado y cuestionarla era penado con la muerte.
Pero yo era su favorito.
Ella se acercó más a mí hasta que tuve que inclinar mi cabeza para no romper contacto visual con sus hermosos y suaves ojos. Alzó la mano que no estaba sujetando y la usó para acariciar y acunar mi mejilla.
Instintivamente la rodee con mis alas hasta que estábamos en un abrazo, su poder sosteniéndonos a ambos en los cielos. Ella completamente cubierta por mí y yo embriagado por su exquisita esencia a rosas, fresas, luz y nieve.
—Eres una parte de mí, fundamental y especial. He compartido cosas contigo que ni siquiera quiero compartir con mis hermanas. Yo te amo eterna e infinitamente, Azazel, y te perdonaría cualquier cosa que hicieras si estás realmente y profundamente arrepentido de tus acciones.
A pesar de sus dulces y sinceras palabras... No eran lo que quería escuchar.
Esas palabras eran lo que siempre decía y expresaba con esos inmundos humanos. Eran palabras de amor verdadero, no cabía duda... Pero estaban carentes de esa chispa, de esa ferviente pasión que no podía evitar sentir cuando la miraba a los ojos.
Sin embargo no era el momento para discutir eso, no cuando había insinuado otra cosa.
—¿A qué te refieres con que me perdonarías?
Una triste sonrisa apareció en sus labios.
—Sé lo que pensaste en hacerle a Adam. Y no trates de negarlo, Azazel, te conozco mejor que tú mismo. Sé de la oscuridad que te acosa día y noche... Porque yo fui la que la puso ahí.
—Para que no tuviera problemas en matar. Sí, me sé la historia.
—Solo quiero que recuerdes una cosa...
Espere a que continuara, pero Ella no lo hizo. Solo me miro atentamente, la mano que antes acunaba mi mejilla se desplazó al arco sensible de mis alas y lo acaricio.
Una muestra de cariño típico para cualquiera... Menos para mí.
Mis alas y las de mis hermanos nunca fueron como las de los Arcángeles. Siempre fueron más grandes, más poderosas y letales... Y mucho más sensibles.
Dudábamos en serio que Ellas supieran lo que nos hacían sentir cada vez que tocaban nuestras alas, la ebullición de nuestra sangre hacia nuestra entrepierna...
Sin embargo estábamos perfectamente entrenados para nunca mostrar nuestras verdaderas emociones. Por lo que sabía que ella no notaría ningún cambio en mi cuerpo a pesar del inmenso placer que me estaba dando.
Solo fue un ligero roce de unos escasos segundos, pero fue suficiente para satisfacerme, hasta que volvió a hablar...
—Mi amor es infinito y para todos por igual. No pienses que mi cariño hacia ti disminuirá solo porque le presto atención por unos segundos a otro ser —y con eso Ella se desvaneció de mis brazos.
Me alegré que se hubiera marchado, a pesar de que mi corazón gritaba por la pérdida mi mente era un caos peor. Y no quería que me llegara a ver así tan... Descontrolado.
Solo confirmaría sus sospechas y desconfianzas. Y no podía permitirme eso... No después de esto...
Sus palabras resonaban en mi cabeza. Obsesionándome. Enfermándome. Carcomiéndome.
Mi amor es infinito y para todos por igual.
Para todos por igual.
Todos por igual.
Todos. Igual.
No, no, no. ¡No! No... No...
Siempre fui consciente de sus sentimientos, nunca los dude, los expresaba todos los malditos días. Pero que los dijera en voz alta cuando estábamos hablando sobre lo que sentía hacia mí...
Me destrozaba.
Yo quería que me amara más a mí. A mí y solo a mí.
Que pensara en mí todo el tiempo. Como yo nunca lo dejaba de hacer con Ella.
Solo... Era justo.
Justo.
Hablé con mis hermanos sobre esto... Y me dijeron que tuvieron conversaciones parecidas con Fuerza y Compasión.
También estaban furiosos. Cegados por los celos y la... Posesividad. Nuestro odio hacia esos mortales había aumentado.
En especial porque ahora se estaban apareando. Otra palabra interesante... Muy interesante.
Sin embargo Ellas se negaban a explicarnos completamente su significado, porque no tenían palabras para describirlo.
Nunca lo habían experimentado, ni siquiera lo habían planeado, simplemente había surgido natural entre los compañeros aparearse.
Según Ellas la única razón por la que le estábamos dando vueltas al asunto era porque ahora el apareamiento sucedía entre seres parecidos a nosotros.
Y eso nos daba... Ideas.
Tenían razón.
Nunca había comprendido enteramente el ardor de mi cuerpo cuando la veía. El cosquilleo en mi entrepierna cuando Ella acariciaba mis alas... Pero ahora lo hacía.
Quería aparearme con Blossom... Con Sabiduría.
Quería tenerla de esa forma caliente y sudorosa en la que los humanos varones tomaban a las féminas.
Hacerla mía... De esa forma tan primordial y definitiva que la marcaría eternamente con mi esencia.
Nadie nunca dudaría a quién pertenecía... Y si Ella me dejaba tomarla así...
Sería la prueba que necesitaba para saber que yo era lo más importante para Ella.
Sabía que requería una enorme confianza dar este paso, ya que se desnudaba no sólo el cuerpo sino también el alma con el apareamiento.
Pero estaba dispuesto a tomar el riesgo.
Y no era el único. Mi hermanos sentían lo mismo, cada uno con su respectiva creadora.
Teníamos que ser cuidadosos. No podíamos lanzarnos en esto como generalmente hacíamos en los campos de batalla. No... No podíamos, porque Ellas eran sagradas, puras y tan inocentes.
Debíamos hacer esto tranquilos, iniciar con inocentes preguntas sobre sus... Necesidades femeninas.
—¿Alguna vez has pensado en tener un compañero? —Pregunté lo más casual que pude mientras la acompañaba al Vórtice.
El maravilloso lugar donde sus esencias se difuminaban y creaban las almas. Ese lugar que era el vientre de toda vida.
No podía evitar pensar, cada vez que veía ese lugar lleno de luz y color, si Ellas... Si Blossom tenía más en común con una mortal de lo que Ella pensaba.
Si algún día nos uníamos, nos apareábamos como los mortales... Tal vez podía llenarla con mí, nuestro hijo.
Ese pensamiento solo parecía excitarme más.
—¿Por qué preguntas eso, Azazel? —Preguntó mientras acariciaba la superficie del Vórtice y sonreía.
Para cualquiera que no fueran Ellas solo había luz y color, pero estaba seguro que Ellas podían ver cada bebe aun no nacido jugando y divirtiéndose en ese paraíso.
—Solo siento curiosidad.
Por un largo momento Ella no respondió, solo siguió jugando y acariciando ese Vórtice.
—Si soy honesta… No, nunca lo he considerado.
Su respuesta fue como un balde de agua fría para mí. El dolor y la furia hicieron mi cuerpo tensarse como un arco.
—¿Por qué? Eres… Joven y hermosa. Una mujer en toda la extensión de la palabra. Eres la perfección, Blossom. El ser que todas tus mortales aspiran y nunca podrán ser.
Sabiduría no había dejado de ver el Vórtice hasta que empecé a describirla. Un ligero ceño adornaba su rostro.
—No te confundas, Azazel. Podré poseer esta forma femenina, esta imagen que las mujeres humanas también poseen… Pero eso es porque yo decidí hacerlas así. Yo les di esta imagen semejante a la mía y también les di esas… Necesidades. Pero eso no significa que estaba destinado a ser así. No significa que yo estoy destinada a la misma condena, porque por más que me duela admitirlo, no soy igual a mis niñas. Mis hermanas y yo estamos por encima de esas necesidades… Somos más poder, luz y energía que carne y como tal no tenemos sus carencias ni anhelos.
Sus palabras no tenían sentido para mí, a pesar de que acepte su explicación como aceptaba todo lo demás que Ella me daba.
Si Ellas estaban por encima de los deseos carnales… ¿Entonces por qué mis hermanos y yo no? Si habíamos nacido con tanto poder como Ellas. Si éramos sus iguales.
Sus contrapartes.
¿Por qué nosotros estábamos condenados a desearlas fervientemente… Cuando Ellas nunca podrían sentir lo mismo?
No era… Justo.
Y sin embargo Ellas los querían…
Veíamos su amor puro e incondicional cuando observaban a los humanos. Escuchábamos sus risas de pura alegría cuando ellos eran felices. Sentíamos su profundo dolor y veíamos sus lágrimas caer cuando alguno de ellos moría…
Los humanos se convirtieron en su mundo. Las guerras habían cesado por lo que era muy extraño que Ellas nos llamaran, ahora estaban más ocupadas dándole regalos y bendiciones a esos débiles y patéticos mortales.
Les daban todo lo que pedían… Porque los adoraban.
Parecía que solo era cuestión de tiempo… Antes de que Ellas quisieran demostrar su amor a los humanos de otra… Forma.
No lo soportaba.
Tenía que volver a llamar su atención. Tenía que hacerla volver a depender de mí… Así como en los viejos tiempos.
Tenía que hacer volver el caos y la destrucción… ¿Y qué mejor que con los humanos?
Así mataría dos pájaros de un tiro: recuperaría la atención de Sabiduría y la haría decepcionarse de sus patéticos mortales.
Y tal vez con esta pérdida definitiva Ella comprendería que la única persona que la merecía y que verdaderamente la amaba… Era yo.
Cubiertos por la oscuridad que habitaba dentro de nosotros, mis hermanos y yo bajamos a la Tierra a sembrar la semilla de la maldad en sus vulnerables corazones.
Fue tan divertido verlos destruirse los unos con los otros.
No les hicimos daño, ni siquiera los tocamos, a pesar de que queríamos tanto destruirlos por su insolencia… Lo único que hicimos fue sembrar la discordia entre ellos.
Volvimos a Los Cielos, el plano desde donde Ellas reinaban y existían.
Todo era un caos.
Los ángeles estaban desesperados y tristes porque la creación más preciada que Ellas habían hecho… Se estaba corrompiendo.
Los Arcángeles trataban de solucionar el problema… De la forma más pacifica que podían.
Y Ellas… Tenían sus corazones rotos. Todo lo que les habían enseñado a sus preciados humanos se había retorcido u olvidado.
Usaban los dones y regalos que les habían dado para matar a sus hermanos… Para matar sus templos y maldecir sus nombres. O nombre…
Dios.
Fue un gran alivio volver a sostenerla… A tocarla… Consolarla.
En mis brazos era donde pertenecía.
Donde siempre debía estar.
Nos ofrecimos a masácralos a todos por lastimarlas… Por traicionar su confianza.
Sabíamos que aceptarían aun con todo el dolor de sus seres… Después de todo podían volver a empezar de cero. Reconstruir ese mundo y habitarlo con nueva vida…
Solo que esta vez nos aseguraríamos de convencerlas de que la mejor vida que podían dar era la de nuestros hijos.
Sin embargo nunca llegaron a contestarnos ya que Miguel, el Guerrero, el más molesto de los Arcángeles y que siempre luchó contra nosotros para ganar su atención, abogo por los humanos.
Pidiendo una segunda oportunidad.
Supe en ese momento que él sería el primero que descuartizaría si llegara la oportunidad.
Como los buenos seres que eran Ellas aceptaron.
Les darían misericordia y dejarían que se redimieran de sus acciones.
Mierda. Estúpida y maldita mierda.
Ellas crearon a los humanos a su semejanza, por lo que sus naturalezas siempre fueron nobles. Sin nuestra influencia lo patéticos humanos volverían al buen camino...
Y recuperarían su amor.
—¡No puedo soportarlo más! —Gritó Astaroth en cuanto nos materializamos en el plano intermedio entre mundos. Un lugar ciego para Ellas y su luz, pero para nosotros...
Era el único lugar donde podíamos expresar nuestros oscuros sentimientos.
El poder de mi hermano reacción ante sus palabras y destruyó varios conjuntos de materia que se habían perdido aquí.
—Mi Bubbles... Ella los perdonará, no cabe duda... Compasión...
Astaroth dijo su nombre sagrado como si fuera una maldicion, y lo era. Odiaba que su amada fuera eso... Fuera Ella...
Lo aborrecía con todo su ser... Y sin embargo se había enamorado de Ella a causa de eso.
—Tenemos que hacer algo —la furia de Asmodeo era palpable en cada palabra que decía—. No puedo volver a soportar esa estúpida mirada de amor y adoración en los ojos de Buttercup. ¡No si no va dirigida a mí!
—Por lo menos Fuerza solo se dedica a observar… Bubbles no parara de hablar y prometer y declarar su incondicional estúpido amor hacia esos seres inferiores.
—Si… Y apuesto que Sabiduría recompensara a esos idiotas arrepentidos y les revelara otro secreto sagrado de los universos. No podemos permitirlo. Azazel…
Ambos me miraron, esperando mi opinión y… Sabiduría.
Así como Ella era la líder de las tres, la que tenía la última palabra, yo también lo era.
Había surgido de su poder. Su inteligencia era la mía, su conocimiento el mío… Solo que mientras Ella siempre lo había usado para ayudar, yo comenzaría usarlo para… Ganar.
—Creo que deberíamos ayudarlas a repartir ese conocimiento, hermanos míos.
—¡Qué! —Gritaron los dos al unísono.
—Sí… Les enseñaremos todo lo que sabemos de este mundo y más. Los alimentaremos con el conocimiento para que ya no dependan más de Ellas. Y cuando estén ebrios con todo ese poder en las palmas de sus manos…
—Las desecharan.
—Las olvidaran.
Los tres sonreímos. Sonrisas crueles y sombrías.
—Además podemos aprender también de esos mortales —continúe mientras creábamos un portal hacia la Tierra.
—¿Qué podríamos aprender de esos idiotas? —Preguntó Asmodeo molesto—. Son inútiles y tontos, no hay nada que ellos sepan y nosotros no.
—En eso te equivocas, hermano. No sabemos aparearnos.
—¿Estás loco, Azazel? —Astaroth tenía una enorme cara de repulsión cuando me miró—. ¿Cómo puedes tolerar la idea de tocar a alguien más que no sea Sabiduría? En especial tocar a esas inmundas mortales.
—No lo hago. La idea me desagrada y repulsa tanto como a ti, Astaroth. Pero yo quiero aprender, para así cuando llegue el momento de estar con mi compañera pueda hacerlo bien y complacerla de formas inimaginables a tal punto que se vuelva adicta a mi toque.
Así como yo ya lo era al suyo. Por muy casto que fuera.
—¿Acaso ustedes no quieren lo mismo?
A pesar del desagrado que sentían, ambos asintieron.
Y entonces viajamos a la Tierra.
Usamos todo nuestro poder para ocultarnos de sus ojos, para mezclarnos. Pero aun así llamábamos la atención, en especial la de las mortales, quienes no dudaron en enseñarnos todos los placeres carnales que existían.
Y a pesar de nuestra reticencia al principio había mortales hermosas que si podían hacerte dudar solo por un segundo… Pero nunca, nunca serian la perfección que Ellas representaban.
Y que nosotros anhelábamos cada maldito segundo.
Fiel a mi plan, les enseñamos a esos mortales a pensar y crear discordia. A ambicionar el poder.
Eran tan débiles física y mentalmente, que en cuanto se les presentó la oportunidad de dejar atrás esa vulnerabilidad no dudaron en tomarla.
Sabíamos que Ellas eran conscientes de que había algo que estaba creando el caos en la Tierra, pero también sabíamos que no tenían idea de quienes lo hacían.
Al menos aún no.
Solo era cuestión de tiempo.
Los Arcángeles y ángeles viajaban cada vez más a la Tierra a intentar corregir el camino de los humanos. Pero nuestra influencia era tal que por cada alma que salvaban diez se unían a nosotros.
A mis hermanos y a mí nos divertía ver sus patéticos intentos por controlar sus destinos. Su ignorancia a que con un solo tronar de sus dedos Ellas podían hacerlos polvo y olvido…
Sin embargo no lo harían… No mientras aun hubiera almas por salvar.
No nos importaba. Acabaríamos con ellos… Aunque nos llevara la eternidad hacerlo.
Sin embargo no dudamos en volar hacia Los Cielos en cuanto escuchamos el rumor…
Sabiduría, Fuerza y Compasión habían decidido recompensar a sus nuevos Cuatro Favoritos, Miguel, Gabriel, Uriel y Azrael, dándoles compañeras a cada uno.
No podíamos creerlo… Ni una maldita palabra.
Pero si era cierto… Entonces Ellas ya sabían.
Sus nuevos favoritos… Cada uno con una compañera…
Cuando a nosotros, que las habíamos servido desde casi el inicio de los tiempos, estábamos pudriéndonos por esa oportunidad…
Por la oportunidad de poseerlas.
Nadie nos detuvo cuando entramos a Los Cielos, aun cuando sabíamos que Ellas habían sentido nuestra presencia en cuanto dejamos de ocultarnos en la Tierra.
Mis hermanos y yo volamos hacia Ellas, sabíamos dónde estaban… Donde siempre se encontraban cuando querían discutir asuntos importantes y privados: la sala de tronos.
Tal vez estaban ahí con sus nuevos favoritos, con sus malditos nuevos amantes…
Ellos estaban afuera, resguardando las puertas. Los cuatro tenían una maldita cara de felicidad que me hacía querer arrancárselas.
—¿Cuidando a sus amantes? —Escupió Asmodeo furioso. La palabra amante prácticamente un insulto.
—No —contestó tranquilamente Uriel, el Arcángel de la Venganza—. Ellas están a salvo y tranquilas en nuestras casas.
—No nos mientas —rugió Astaroth—. Podemos sentirlas en la sala de tronos.
—¿De qué hablan? —Preguntó confundido Gabriel.
—Ellos piensan que Ellas son nuestras compañeras —contestó Azrael sin dejar de mirarnos en ningún segundo—. ¿No es así?
No contestamos pero nuestras expresiones sombrías eran suficiente respuesta para ellos.
—¿A que ser se le puede ocurrir eso? Ellas son sagradas, están más allá de todos y todo —dijo alarmado Gabriel.
—Y eso los incluye a ustedes.
La mirada de Miguel era de repulsión mientras hablaba. Sin embargo no nos importaba lo que dijeran…
Lo único que anhelábamos oír era que Ellas no se habían dado a otros. Que seguían siendo nuestras compañeras.
—Venimos a verlas y Ellas nos están esperando —dije fríamente—. Así que apártense.
A regañadientes lo hicieron. No nos perdimos las miradas asesinas que nos dieron mientras cruzábamos las puertas.
Pero nada podía arrebatarnos la felicidad que sentíamos.
Ni siquiera saber que este encuentro con Ellas no sería la cálida bienvenida que antes recibíamos.
Las tres estaban sentadas, cada una en su respectivo trono de luz. Sabiduría en medio, a su derecha Fuerza y a su izquierda Compasión. Cada una con una expresión triste en sus bellos rostros.
Nos arrodillamos ante Ellas, a los pies de su pedestal. Sin embargo nuestra muestra de respeto era una farsa.
Pronto les haríamos todo tipo de cosas que no podían describirse como respetuosas.
Nuestra paciencia se había acabado, ya no tenía caso seguir con este engaño. No cuando Ellas ya sabían todo lo que habíamos hecho en la Tierra y ya se habían dado cuenta a quienes pertenecían.
Que no se hubieran entregado a sus nuevos favoritos y que hubieran tenido que crear a esos, mientras que con nosotros nunca tuvieron que hacerlo… Era la respuesta que necesitábamos.
—De pie —dijo Compasión.
La obedecimos. Fue un gran alivio volver a mirar esos bellos e infinitos ojos rosas. No me había permitido sentir el sentimiento aprensivo de extrañarla todos esos meses.
—Bubbles —murmuro Astaroth dando un paso hacia ella. Sin embargo fue detenido abruptamente por la orden de Fuerza.
—No te hemos dado el permiso de acercarte a nosotras, Astaroth.
¿Permiso? Nunca habíamos necesitado permiso.
El shock en el rostro de mi hermano confirmaba que no habíamos escuchado mal. El dolor que sintió cuando Compasión no dijo nada ante las palabras severas de su hermana…
La tensión en la habitación era tal que se podía cortar con un cuchillo.
—Escuchamos que les crearon parejas a los Arcángeles —no solo lo dije para romper la tensión sino porque en serio quería escuchar lo que tenían que decir ante eso.
—Así es —asintió Sabiduría.
—Las hemos servido durante milenios, eones, y nunca tuvieron esa consideración con nosotros… ¿Por qué?
Las tres permanecieron en silencio durante demasiado tiempo, como si no supieran que decir.
Mi corazón se aceleró, este era el momento que había estado esperando durante toda mi existencia.
Las palabras sinceras que me completarían…
O me destruirían.
—Nunca llegaron a merecerse ese regalo. No realmente.
Antes creí conocer el dolor y el sufrimiento… Pero estaba equivocado.
Esa fue la primera vez que comprendí lo que se sentía la tortura.
—¿A qué se refieren?
—A que nosotras siempre supimos sus sentimientos, Asmodeo —contestó Fuerza—. Siempre fuimos consiente de la oscuridad que les susurraba al oído… Y que nunca trataron de detener.
—Teníamos la esperanza de que con el tiempo lucharían contra ella, que aprenderían de nosotras y olvidarían a esa oscuridad… Pero no. Ustedes mataron y asesinaron una y otra vez…
—¡Hicimos lo que nos pidieron! —Gritó Astaroth a Compasión a quien en seguida se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Y disfrutaron haciéndolo… A pesar de que a nosotras se nos partía el corazón cada vez que dábamos la orden —dijo tranquilamente Sabiduría—. Tomaron placer en quitar vidas, cuando nunca debió ser así.
—Por eso nunca los recompensamos —concluyó Fuerza—. Porque nunca se lo merecieron.
Mentira…
Mentira. Mentira. Mentira. Mentira.
—¡Mentira!
Toda la habitación se congelo ante mi arrebato.
Ya no podía soportarlo más. ¿En serio era tan difícil que Ellas aceptaran la verdad? Que aceptaran que nunca se molestaron en crearnos compañeras porque no había nadie a quien crear.
No cuando Ellas ya existían.
No cuando nos crearon a nosotros como sus compañeros.
¿Acaso era tan difícil?
—¿Qué es mentira, Azazel?
—Esta historia. Este… Cuento… No es más que una vil mentira.
Ninguna de las tres dijo nada, solo nos observaron desde su pedestal. Y después de mucho tiempo como una se levantaron de sus tronos.
—No tiene caso discutir esto, ya no —murmuró Sabiduría—. No cuando hay otros asuntos que requieren nuestra atención.
Sabíamos perfectamente a que se referían.
—¿Por qué lo hicieron? —Preguntó Compasión con lágrimas en sus cristalinos ojos azules.
—Corromper a nuestras creaciones… ¡Como se atreven!
Asmodeo se acercó a Fuerza, ignorando completamente su mandato de no tener permiso de acercarse a Ellas, hasta que prácticamente estaba a un escaso suspiro de ella y de sus labios.
—Teníamos que empezar a practicar, Buttercup… Si algún día vamos a complacerlas tenemos que asegurarnos de que lo estamos haciendo bien.
—¿De qué estás hablando?
—Vamos, Butter —murmuró seductoramente Asmodeo—. No puedes negar más lo que sientes. No importa cuántas mentiras nos cuentes… Mis hermanos y yo sabemos la verdad.
Fuerza parpadeo confundida ante el repentino cambio de tono de su contraparte.
—¿Sentir? Lo que siento es tristeza porque ustedes no solo han violado a las mujeres mortales, sino que han masacrado brutalmente a varios hombres inocentes.
El rostro de Asmodeo se ensombreció súbitamente ante la mención de esos débiles humanos.
—Era necesario, Butter. Ellos me estaban robando tu cariño. Pero no te preocupes, aniquilare a todos y cada uno, hasta que solo quede yo. Y todo tu amor sea solo para mí.
Y con eso besó a Fuerza.
Solo fueron unos segundos, unos escasos segundos en lo que Ella se tardó en reaccionar por el shock, pero fue lo suficiente para que sus bocas se rozaran.
Y luego Asmodeo fue lanzado por el poder de Fuerza hacia el otro lado de la habitación.
—¡Como te atreves! —La furia y la vergüenza estaban escritos en sus ojos jade.
Sus hermanas también estaban en shock.
Nunca se habían podido imaginar el grado de obsesión que sentíamos por Ellas.
Pude ver a Compasión temblar cuando Astaroth dio un paso hacia Ella.
Y Sabiduría... Ella había sido apresada por mi mirada sangrienta y anhelante que la acariciaba. La acariciaba como había soñado incontables veces en hacer.
Sabía que mi poder la estaba envolviendo, intentado marcarla con mi esencia.
Y a pesar de que sus rostros no denotaban nada, sabía que está era la primera vez que sentían... Miedo.
No tenían porque. Nunca les haríamos daño... Al menos no del modo tradicional.
Perder la virginidad, no importa que tan cuidadoso seas, siempre dolía. Inclusive para seres como Ellas.
Asmodeo se levantó del suelo y se situó de nuevo a nuestro lado. Aun debajo del pedestal donde se situaban los tres tronos.
Y ellas usaron esos segundos de interrupción para recomponerse de... Nuestro intento de reclamo.
—Han malinterpretado gravemente lo que sienten por nosotras —murmuró Sabiduría, siempre la calma y razón del grupo—. Esto ya no es cariño ni siquiera es amor, lo están confundiendo con…
—¿Lujuria? —Dije cuando Ella fue incapaz de decir la sucia palabra—. ¿Esa es la palabra que estás buscando, Blossom? Me parece que así es como tus adorados humanos han nombrado esta… Necesidad
Sabiduría había estado tan calmada, siempre la perfecta imagen de la infinita tranquilidad, hasta que la llame por ese nombre. El que yo le había dado con todo mi corazón y que ahora para ella había manchado con mis descaradas e impuras palabras y pensamientos.
Ahora estaba tensa, su poder prácticamente haciendo vibrar la habitación. Sus hermanas pronto respondieron a su llamado.
No nos importaba. Las conocíamos… Eran incapaces de destruirnos, no solo por sus nobles naturalezas sino porque no tenían el poder para matarnos.
Nunca lo tuvieron. No cuando nosotros éramos como Ellas.
—Podemos perdonar su insolencia, sus sucios e impuros pensamientos hacia nosotras… Pero lo que no toleraremos son sus acciones a nuestras creaciones.
—Han corrompido y manchado a nuestras niñas. Asesinado a sangre fría a nuestros niños.
—Y por tal acto deben ser castigados.
—Pero podemos reconsiderar su castigo si dicen que lo sienten…
Nuestra sonrisa nunca vaciló, al contrario, creció.
Nunca lo sentiríamos. Teníamos el derecho, el deber de destruir todo lo que se pusiera en nuestro camino.
Los humanos nos habían robado su cariño, su atención… Su amor.
¡Y Ellas seguían ciegas! ¡Seguían negando sus verdaderos sentimientos!
¿Por qué no se daban cuenta que nosotros podíamos adorarlas de una manera única? Mostrarles todos esos placeres carnales que tanto desdeñaban y que sabíamos que disfrutarían.
Por más luz y poder que fueran… Habían nacido en esa forma femenina. Sin importar si cambiaban de forma sus esencias serían las mismas: Tres mujeres en la plenitud de su juventud y poder.
Y nosotros éramos hombres. Sus contrapares. Sus iguales.
Sus parejas.
Entendíamos perfectamente por qué no se habían molestado en crearnos unas compañeras como con los Arcángeles, a pesar de que habían tratado de envolvernos con su conveniente historia.
Ningún ser inferior podría nunca satisfacernos. Solo Ellas…
Porque eran nuestras.
Blossom era mía. Y se lo demostraría.
Si tan solo dejara su maldita fachada de todo poderoso y sucumbiera a sus necesidades carnales como mujer… Todo sería mucho más fácil.
Fuerza fue la primera de las tres en romper el silencio:
—Entonces no nos dejan otra opción.
—Azazel, Asmodeo y Astaroth —dijo Sabiduría mirándonos a cada uno a los ojos— A partir de hoy y para toda la eternidad quedaran exiliados de nuestro reino ancestral.
De todos los castigos que habíamos esperado desde que llevamos a cabo nuestro plan nunca nos imaginamos… Eso.
—Y vivirán en una prisión de fuego, oscuridad y dolor eterno —murmuró Compasión con ojos aun llorosos pero voz firme.
—Un lugar que hemos llamado…
—Infierno —sentenciaron las tres al unísono.
Por un momento no dijimos nada. No podíamos creer lo que nos estaban diciendo… Era inaudito.
Nos importaba una mierda su maldita prisión y su estúpido nombre. Nos importaba una mierda si ahí seriamos torturados para toda la eternidad… Lo único que sonaba en nuestras mentes era la palabra exilio.
De aquí. Los Cielos.
Su reino y hogar.
El lugar donde Ellas se habían confinado a estar y nunca dejaban sin importar lo que pasara en los universos…
Y si nunca lo volveríamos a pisar…. Nunca las volveríamos a ver…
Nunca volvería a ver a mi Blossom.
—¿Qué has dicho? —Astaroth fue el primero en reaccionar. Cada palabra denotaba su furia… Su miedo a nunca volver a ver a su Bubbles.
—Lo que has oído —contestó Compasión.
—Y nuestra palabra es ley —el poder de esas palabras, de Sabiduría… Selló nuestro destino.
—¡Ustedes no pueden hacernos esto! —Gritó Asmodeo—. Buttercup…
—Has perdido el derecho de llamarme así. Soy Fuerza.
Podía sentir que mis hermanos estaban al borde, su dolor una cosa física. Yo nunca había sentido una furia igual hasta que traté de captar la mirada rosa de Sabiduría y ella solo la desvió… Como si no valiera la maldita pena volver a mirarme a los ojos nunca más.
Nuestra ira combinada de alguna manera hizo a nuestro poder superar al de ellas en la habitación.
Ahora la sala de tronos vibraba por nosotros.
Muy bien… Estábamos exiliados.
Pero por el momento seguíamos aquí y haríamos que esto contara.
—No pueden corrernos. Ustedes nos necesitan —dije fríamente.
—Ya no.
—Los universos estarán en paz una vez que ustedes sean contenidos.
—Además tenemos a nuestros Arcángeles.
—Ellos se encargaran de cuidar y proteger a nuestros niños.
—De ustedes.
—Y de cualquiera que intente lastimarlos o corromperlos.
Siempre tan perfectamente sincronizadas… Tan poderosas, inocentes y puras.
Siempre como un uno… Pero si estuvieran separadas.
Entenderían.
Moría por quitarle a Sabiduría esa fachada y bajarla a mi nivel.
Al de una criatura consumida por el deseo… Por la necesidad carnal.
Por el anhelo de su cariño… De su atención… De su amor.
—No me refería a eso… Sé perfectamente que ya no nos necesitan para la batalla.
—Tienen a sus Arcángeles de mierda —se burló Asmodeo—. Aunque ellos nunca se compararan con nosotros.
—Sin embargo, ustedes nos necesitan como hombres —continuo Astaroth—. No pueden verlo aun pero nosotros somos sus compañeros. Sus parejas.
—Nosotras no tenemos ni necesitamos tal cosa —dijeron las tres al unísono.
—Un compañero es para completar…
—Para llenar los vacíos y la soledad.
—Nosotras tres al estar juntas...
—Estamos completas.
—Somos una.
—Somos un todo.
—¡No sean hipócritas! —Explotó Asmodeo—. Ustedes nos crearon, nos hicieron los perfectos seres para ustedes —Asmodeo empezó a acercarse a Ellas con cada palabra que decía, hasta que de nuevo estaba a un suspiro de Fuerza—. Tú… Buttercup, me hiciste para ti. Pusiste todas las características que amabas en mí. Todos tus deseos, tus anhelos y fantasías… Yo las encarno.
Las tres parpadearon lentamente. Como si estuvieran confundidas por el arrebato de mi hermano, por sus palabras.
—Esta conversación no nos llevara a nada —dijo Sabiduría mientras tomaba a sus hermanas de la mano y se apartaban de la cercanía de mi hermano—. Han malinterpretado por completo la razón de su existencia. Lo mejor será que se vayan. Ya no queda nada para ustedes aquí.
—No… No nos iremos, Blossom… Al menos no solos.
Si no podíamos tenerlas voluntariamente… Entonces seria a la fuerza.
Las llevaríamos con nosotros a ese lugar llamado Infierno y ahí, encerrados y completamente solos, le enseñaríamos a desearnos. A anhelarnos.
Recuperaríamos su amor… Quisieran dárnoslo o no.
Mis hermanos y yo nos lanzamos hacia Ellas. Los años de guerra, de muerte y destrucción nos habían entrenado para este momento en específico.
Para reclamar a nuestras respectivas compañeras.
Sin embargo nunca llegamos a tocarlas porque ellos se habían materializado enfrente de Ellas.
Bloqueándonos.
¡Los malditos hijos de puta!
La batalla fue sangrienta y brutal. Destruimos por completo la sala de tronos y aun así no pudimos acercarnos a Ellas ni una puta vez.
Sabíamos que era culpa de Ellas. Los Arcángeles nunca habrían podido vencernos… No sin su ayuda.
Lo último que vi antes de caer en ese maldito hoyo negro fueron sus ojos rosas implacables pero tristes.
Las tres alzaron sus manos al cielo y con un movimiento de sus muñecas sus poderes surgieron...
—Ustedes fueron nuestro Lucero del Alba.
Y mis alas, mis fuertes y sagradas alas, el orgullo de cualquier ser celestial... Fueron arrancadas.
Así como las de mis hermanos.
Entonces el portal se cerró y conocí el Infierno.
Mi nuevo hogar.
Mi reino y dominio.
Estuvimos encerrados ahí durante milenios. Incapaces de abandonar esa prisión.
Pero sabíamos que nuestro cautiverio no sería eterno. Ellas lo sabían.
Los humanos habían quedado marcados con nuestra mala influencia y las malvadas almas que eran incapaces de salvar debían ser enviadas a un lado…
Por lo que se decidió que sería al Infierno.
Esas almas en desgracia nos dieron poco a poco fuerza… Pero no era suficiente.
Necesitábamos más. Más poder que drenar…
No tuvimos que esperar demasiado.
Ángeles, de todo tipo y rango, empezaron a sentir curiosidad por nosotros.
¿Qué era lo que sus antiguos favoritos habían hecho para caer de la gracia… Y no parecer arrepentidos?
Pronto ellos también probaron los deseos carnales y… Se volvieron adictos.
Querían más, más poder, más adrenalina… Más sexo.
Ellos también cayeron…
Algunos por voluntad propia, otros expulsados por Ellas. Y terminaron también aquí, en el Infierno, donde nos servirían…
Por el resto de la eternidad.
No pasó mucho tiempo en que nuestro poder e influencia era tal que no podía ser contenida por ninguna prisión.
Fuimos libres de vagar y de persuadir más almas a nuestro lado.
Necesitábamos debilitarlas… Obligarlas a bajar. Ya que nosotros nunca más podríamos subir.
Los humanos han olvidado esta historia. Los hemos obligado a olvidarla.
Ahora solo recitan lo que nosotros les dijimos que recitaran.
Para ellos solo hay un Dios.
Y los nombres de Azazel, Asmodeo y Astaroth, son de simples príncipes del Infierno.
Para ellos el único y verdadero Rey Infernal, el que causó la Rebelión Celestial, fue un Arcángel llamado Lucifer.
Lucero del Alba.
Mentiras como estas también las debilita.
Solo teníamos que esperar, contar las mentiras correctas, influenciar a los humanos correctos y masacrar a los demás… Destruirlos hasta el punto de no retorno…
Y Ellas vendrían.
A este mundo… Vulnerables y desesperadas por salvar a sus preciados humanos.
Era la noche de tormenta más perfecta que había presenciado en eones.
No era común.
No había sido formada por la naturaleza. Oh, no…
Era otra cosa.
Y habían estado esperando por esto desde ese fatídico día en que todo se fue a la mierda.
—Es la hora —Dijo Brick, milenios atrás conocido como Azazel, a sus hermanos que también estaban ahí en el balcón del penthouse más lujoso de la ciudad, observando el magnífico y hermoso desarrollo de la tormenta.
—No vienen solas —Gruñó Butch, el antes llamado Asmodeo—. Los Arcángeles de mierda las acompañan.
—Mientras sigamos con el plan y las separemos —Comentó Boomer, antiguamente conocido como Astaroth—, ellos no serán un problema para nosotros.
Habían planeado esto desde el segundo en que pusieron un pie en el Infierno. Antes habían sido tan ingenuos, tan ciegos…
Habían tratado de reclamar a sus compañeras cuando estaban completas… Cuando estaban juntas y eran una… Cuando lo que debieron de hacer desde un principio fue separarlas.
Juntas eran Dios Todo Poderoso, pero separadas…
No podrían vencerlos.
No podrían resistirse a las necesidades carnales… A ellos.
Porque estarían incompletas…
Y su tarea seria completarlas… Ayudarlas… Enseñarles a amarlos.
Como siempre debió haber sido.
La tormenta paró tan súbitamente como había iniciado y entonces por primera vez en eones volvieron a sentirlas…
Estaban aquí.
Nota de Autor: Hola a todos… Bueno… Amm… Esto se me ocurrió el domingo y ya sé que está bien loco y todo pero tenía que escribirlo. No podría perdonarme si no lo hacía, jaja.
La verdad no sé si es un One-Shot o si será una historia… Solo quería compartirlo con ustedes y me gustaría que me dijeran que les parece. ¿Sí? Please? La verdad a mí me encantó la idea desde que surguio en mi cabeza y puedo decir que me enamore de este mundo. Pero puede que haya personas que no compartan el mismo sentimiento que yo.
Por favor no me juzguen por haber mezclado y retorcido la historia del Génesis, esto es solo ficción, chicos. Y lamento si pude ofender a alguien.
Gracias por leer.
Sorceri.