Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto, la imagen de portada, a su respectivo autor. Lo único mío, es la historia.

Notas al final.


Travesura

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Capítulo uno: Conmigo.


Casi todas las luces estaban apagadas, excepto las de su cuarto y la cocina. Era una noche como cualquier otra, con nieve cayendo a toneladas, y tapando las calles con una sábana blanca que antojaba a los habitantes no salir de casa. En la residencia Uchiha se hallaba la excepción, pues habían tenido que salir por algún compromiso, dejándolos solos a los dos.

— Sa… Sakura-san…

La tetera silbó cuando el agua estuvo lista. El reloj de las paredes hizo tic tac. El pequeño hijo de los Uchihas estiró sus bracitos en el aire, sosteniendo un vaso vacío.

— …Sakura-san, yo…

Fugaku Uchiha tuvo una importante reunión en su trabajo, que culminaría con una cena dispuesta de un gran banquete, en una noche antes de que fuera navidad. Su esposa por supuesto que le acompañó y su hijo mayor no dudó en decir que sí. Pero esa noche hubo un extraño inconveniente, demasiado para ser casualidad.

—… quiero un poco de leche, por favor.

— Claro que sí Sasuke-kun.

El menor de sus hijos, que sólo contaba con diez años, había enfermado grave y repentinamente. Y es que hasta hace pocas horas, antes de que Mikoto les dijera a sus hijos los planes de la noche, el niño jugaba perfectamente bien y no se notaba para nada enfermo. Y una hora después de la noticia, a su hijo pequeño le dolían mucho los músculos y la cabeza.

«Entonces me quedare contigo Sasuke» le había propuesto su madre, pero el pequeño negó rápidamente, porque no quería arruinar una noche importante en el trabajo de su padre, y su deber como esposa era estar con él y apoyarlo. «Mejor llama a la niñera» propuso después, con la cómplice risa de su hermano mayor.

Con la sospecha barajándose entre sus dedos, Mikoto levantó el teléfono de la casa, esperando que su niñera de confianza no tuviera planes para esa noche. Algo muy difícil porque era viernes y Sakura Haruno, una veinteañera, por supuesto que debía tener planes.

Pero esa noche la suerte estaba del lado del pequeño Sasuke.

«Sakura-san dijo que podía venir, pero me dio mucha pena que tuviera que cancelar una cita con su novio» había exclamado Mikoto, y aunque Sasuke pareció desinteresado, dentro de su cabecita traviesa, bailaba la danza de la victoria. «Que suerte tienes Sasuke, Sakura-san dejó de lado a su novio por ti» le molestó su hermano, Sasuke se tomó carrera para darle una patada voladora que se le ajustara en el trasero, e Itachi recibió su débil golpe en el antebrazo sonriente «Que raro, ya te ves mucho mejor, creo que tendrás que llamar a la niñera y cancelar mamá»

Sasuke entonces se había doblado porque el malvado de Itachi le había lastimado sus dolientes huesitos, empeorando su ya de por sí, gravísimo estado de malestar no fingido.

— Aquí tienes Sasuke-kun, lechita caliente.

A las siete en punto la niñera estuvo en la puerta, e Itachi la recibió con un sonrojo en la cara. «Es por el frío» se excusó con su madre antes de que ella la abrazara, pidiéndole disculpas otra vez por las molestias. La joven veinteañera, con su gran sonrisa de oreja a oreja, le dijo que no era una molestia porque adoraba cuidar a sus niños, aunque esta vez le tocara sólo a uno.

Entre los huecos de las escaleras, el pequeño Sasuke la vio entrar, con su abrigo rojo y sus pantalones blancos. Su cara de mujer joven y a la vez madura, su cabello rosa cubierto por unas orejeras verdes, que hacían juego con sus ojos de primavera. La vio sonreír y le dolió el corazón. La vio mover sus labios sonrosados por el intenso frío y con sus más puros e inocentes pensamientos, quiso darles calor. El pequeño de diez añitos se puso rojito, pero en él, no había sido por el frío en lo absoluto.

— Muchas gracias Sakura-san.

Y ahora estaba ahí, frente a ella, recibiendo ese vaso de leche tibia que pudo ser excusa para rozar sus deditos con los de ella. Sakura le sonrió cálidamente.

— Vamos, te llevaré a tu habitación, no debes hacer esfuerzos si no te sientes bien Sasuke-kun.

Él pocas veces mentía, pero cuando lo hacía, siempre había detrás una noble intención. La intención de esa noche, era el amor. Ambos llegaron hasta la habitación de Sasuke, donde él tenía una televisión y podían ver juntos las caricaturas.

— Sakura-san — susurró el pequeño, cuando ella hizo ademán de acostarse en la otra cama, la que era de Itachi — ¿Recuerda mi problema con los monstruos?

Sasuke a su edad, era mucho más maduro que otros niños como para tener problemas con monstruos, pero eso Sakura no debía de saberlo. Una mentira más, pero todo por una inocente razón.

— Por supuesto ¿quieres que me acueste contigo?

El niño movió la cabeza de arriba hacia abajo, y de sólo pensarlo su cara enrojeció.

— Muy bien, hazme espacio — exclamó coqueta, como una travesura de un hombre y una mujer estando en la misma cama, siendo sólo una broma para ella. Era una lástima que él no pudiera percibirlo de la misma manera

Despacito se acomodó lo más que pudo a la pared para que su niñera pudiera meterse. La cama era pequeña, la que normalmente tenían los niños, y quedar demasiado juntos era inevitable.

Pasaron mucho tiempo viendo la televisión, hasta que Sakura se dio cuenta de que eran las once y media. Cuando miró a su lado para decirle a Sasuke que ya debía ir a dormir, vio que él había tomado su propia iniciativa y descansaba como un angelito.

Se levantó para apagar la televisión y acostarse en la otra cama, de esa forma, el pequeño descansaría mejor. Tomó su celular y se puso a jugar con él, programó alarmas cada veinte minutos a partir de ese momento en caso de que se quedara dormida, y finalmente se relajó. Después de media hora, y de haber desactivado la primera alarma, ella también se durmió.

El pequeño Sasuke abrió uno de sus ojitos y tanteó el terreno muy lentamente, esperando a que Sakura estuviera dormida. La luz de su celular se había apagado hace poco y la pelirrosa ya no soltaba esas risitas traviesas que la delataban. Seguramente se estaría mensajeando con su novio ¿verdad?

Se acercó sigilosamente a la otra cama, de puntitas, como si fuera un ladrón en su propia casa. Se subió muy lentamente y con la mano temblorosa por los nervios de ser descubierto, acarició uno de los brazos de la joven.

Ella no hizo ningún movimiento, así que supo que en verdad estaba dormida. Sujetó el celular curioso de lo que ella hacía, en su inocencia, queriendo saber qué era lo que su enemigo le escribía que la ponía tan feliz. Al desbloquearlo, porque la espiaba tanto hasta para saber la contraseña de su celular, observó a un chico pelirrojo sobre la ventana de los mensajes, y entonces los leyó.

"Imagina que te beso en este instante"

"¿Puedo ir a colarme a tu trabajo y hacer travesuras contigo?"

"Niña mala"

"Me gustó el rojo que usaste la otra noche"

"Si tan sólo hubieras dicho que estarías ocupada, yo te hubiera hecho tu propio bebé"

Apagó el celular envuelto en cólera. Bien, no debía de tener veinte años como ellos para saber lo que significaba hacer niños. Su hermano ya había pasado por sexto grado y le había explicado con lujo de detalle de dónde venían los bebés, ¡y que escribiera que quería meterse a su propia casa y hacerlo con él ahí, con su Sakura! ¡Le hacía hervir la sangre!

Miró a ese ángel que tanto hizo por él. Que lo cuidaba desde que tenía cinco años, que lo protegía y no lo molestaba en lo absoluto. Siempre se esforzaba por él, a pesar de que en un principio la odiaba y no confiaba en ella. Pero Sakura nunca se rindió, ni se desesperó, a pesar de tener la fama de tener poca paciencia, perecía que con él se permitía muchas excepciones.

Le abrazaba cuando necesitaba un abrazo y no lo decía, lo ponía a él antes que a su hermano, cuando con sus padres era todo lo contrario. Le dedicaba palabras de amor sin ser su madre, le daba consuelo y orgullo sin ser su padre. Estaba ahí para verlo en los festivales culturales, para correr con él en las competencias, para hacer que el tonto niño rubio que siempre lo retaba a la hora de la salida se muriera de celos, porque ese rubio la quería, sospechaba que su hermano también, incluso a su primo Shisui le gustaba a pesar de que él tenía novia. Todos veían en ella, en su gran carácter, en su aplastante personalidad, en sus humores, en sus virtudes y en sus defectos, a una chica polifacética, problemática y guerrera; pero que, sin lugar a dudas, eso atraía a los hombres como insectos a la luz y los hacía enamorarse de ella.

Él tenía muy poca edad para definir qué tipo de chicas le gustaban, y definitivamente no eran las del tipo ruidoso. Pero a Sakura, a pesar de que podía ser de esa clase de personas en ocasiones, la quería, la quería muchísimo, y entonces en su poquísima experiencia en el amor, supo que este no se podía decidir, solamente te podías dar cuenta cuando alguien te había robado el corazón y sufrir o gozar por ello.

Lo que sentía por ella no se comparaba a lo que sentía por su mamá, o por una compañera de clases, o por cualquier persona a su alrededor. Quería sujetarla de la mano y caminar con ella a comprarse unos helados. Quería ponerse uno de esos trajes que usaba su papá, y que ella usara un vestido de mamá y caminar con los brazos entrelazados, presentándola con orgullo ante los demás como su esposa. Quería verla recibiéndolo en casa, quería recibirla él a ella. Quería que juntos hicieran el desayuno, y juntos miraran sus caricaturas favoritas. Vivir juntos en su propia casa y dormir en la misma cama. Quería darle besitos, abrazos, cariños, decirle lo mucho que la quería, y hacerla muy, muy feliz.

El niño pensó en todo lo que quería de ella o con ella, y se acercó lentamente maravillado de verla dormir. Con los ojitos brillantes, ansioso de saber qué era besar a una chica, qué era besarla a ella.

— Me gustas mucho Sakura-san.

Sin tener la intención de esperar un sólo segundo más, juntó sus pequeños labios con los de ella, sin moverlos, sin atreverse a hacer nada más. Incluso dejó de respirar por esos cortos segundos en los que sólo sentía su suavidad. Cerró sus ojos hipnotizado de su primera experiencia, con cositas recorriéndole de arriba abajo su espalda, desplazándose por su nuca y acalambrando sus piernas.

Atreviéndose a más, movió sus labios con los de ella en un baile mágico. Sacó su lengua para acariciar sus labios como si fuera un caramelo, sin importarle que todo se volviera pegajoso. Era genial besarla, lo más genial que había hecho en toda su vida. Su zona prohibida estaba punzando igual que cuando le daban ganar de hacer pipí. La cabeza le daba vueltas por lo caliente de sus mejillas. Quería besarla más, quería que ella le correspondiera.

Una alarma empezó a sonar, pero él estaba demasiado ocupado para prestar atención, ni siquiera sabía lo que era ese ruido, y la verdad es que poco le importaba.

Repentinamente, sintió como su amada Sakura soltaba una exclamación. Un suspiro como si se estuviera desperezando, y sin darle tiempo a reaccionar, la sintió sonreír contra sus labios y sujetar su pequeña cabecita con una mano en la mejilla y la otra en su nuca. Empezó a mover los labios con mayor fervor, tomó el control de todo, y el baile tímido y suave de sus labios se había convertido en una danza atrevida. Se sonrojó a más no poder, pero no se quejó en lo absoluto.

Sakura empezó a acariciar su lengua con la suya, a recorrerle toda su boquita para morderle los labios y besarlo más y más. Acariciaba su nuca de manera lenta, mientras a sus labios los chupaba y los movía con insistencia. De sus bocas salían esos sonidos de humedad que hacían que las cosquillitas de su nuca aumentaran, y la sensación de su zona intima se sintiera más punzante y con ganas de querer tocarla.

— Sasori.

Su amada mujer susurró entre su primer beso un nombre que no era el de él, pero no era suficiente motivo como para querer apartarse. Se sujetó como un koala a un árbol de ella sin pensar demasiado, sólo dejándose seducir por su emocionante beso con la chica que amaba. Con mucho apuro intentó mantener el paso, el beso de Sakura no era veloz, pero si profundo y él no sabía muy bien cómo seguirle el ritmo.

Cuando ella sintió que le faltaba el aire se separó de aquel que creía su novio. Bastó unos segundos para que ella enfocara su vista en la oscuridad, pero no miró a Sasori, ni estaba en su habitación. El único que estaba ahí era Sasuke, con su boquita hinchada y brillosa de humedad, mirándola como si estuviera en el quinto sueño. Primero Sakura le miró también embobada, para después abrir sus ojos a la máxima capacidad y sorprendida.

— ¡Sasuke-kun!

Se levantó muy rápido llevándose al niño consigo. Consiguió tumbarlo en la cama y él se quejó. Sakura lo miró absolutamente confundida. Por un momento, en medio de la inconciencia del sueño, sintió sus labios ser besados y había pensado que estaba en su propia casa con su novio. Pensó que era él quien quería levantarla de esa manera como tradicionalmente lo hacían, y le había correspondido apasionada.

Pero no había sido su novio, sino Sasuke, el pequeño niño de diez años al que debía cuidar.

— Sasuke, ¿por qué me estabas besando? — exclamó alterada, intentando no gritar.

Sasuke destacaba por un montón de cosas, y una de las más útiles, era su inteligencia. Otra mentira más que valdría la pena para salvar su pellejo, pero que ella tuviera el sueño tan sensible no estaba dentro de sus planes. Tenía que inventar algo rápido para salir de ésta, porque corría el riesgo de que ella no quisiera regresar a cuidarlo nunca más.

— Sólo quería darte un beso de buenas noches, después tú me tomaste e hiciste eso.

Ella se sonrojó y tapó su rostro avergonzada. No podía creer que le había hecho eso a un niño, confundiéndolo entre sueños con su novio, y besuqueándolo en medio de la oscuridad. ¡Por Dios, estaba enferma! O no, si él le decía a sus padres sobre aquello, seguro la meterían a la cárcel por pedofilia.

— Vamos a hacer un trato ¿vale? — susurró Sakura al niño.

Ni siquiera había pensado nada, pero fue lo primero que se le ocurrió decir ante la crisis. Tragó saliva y lo miró a los ojos.

— No les digas nada a tus padres de lo que hice, no estaba pensado, te lo juro Sasuke.

A veces Sakura podía llegar a creer que él tenía cinco años, y que no era capaz de razonar el mundo de los adultos, no la culpaba, así lo había querido él.

— Te juro que no volverá a pasar, pero prométeme que no le dirás a nadie, eso podría arruinarme para siempre ¿y tú me quieres verdad?

¿Qué si la quería? ¡Ja! ¡La amaba!

— No le diré a nadie Sakura-san — informó el pequeño — Con una condición.

Sakura asintió sin pensárselo mucho.

— ¿Cuál es?

Sasuke en un arrebato de confianza por terminar siendo la victima de toda la situación, señaló sus labios.

— Vuelve a besarme, o les diré a todos que te aprovechaste de mí.

La pelirrosa sonrojada lo miró como si lo acabara de conocer.

— Termina con tu novio, y todo lo que haces con él, hazlo ahora conmigo.

Consternada por la declaración, no esperó lo último de él.

— Y yo te haré tus bebés.


Era un One shot, pero ya no :D Recuerden que esto es ficción y si son víctimas de pedófilos, cuéntenselo a quien más confianza le tengan, a menos que sea Sakura, entonces déjense muchachos, déjense. Los quiero mucho, gracias por leer, y nos leemos en la próxima.

SM~