EL ELIXIR DE LA ETERNA BELLEZA

Por Cris Snape


Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.

Esta historia participa en el "II Fest de La Noble y Ancestral Casa de los Black"

Mi prompt es el siguiente:

AK#006: En el que Draco intenta montar un negocio y acaba metido en líos, como siempre.

En cuanto lo leí supe que podía ser muy divertido escribir a Draco metido en follones de los gordos, así que aquí estoy. Eso sí, advierto que no suelo trabajar con los Malfoy demasiado a menudo. A lo mejor los notáis raros, yo que sé.


1

Cuando Draco decidió ser un empresario de éxito

—¡Potter! ¡Quítame esa jodida luz de los ojos!

Vale. A lo mejor no es la mejor forma de afrontar la situación pero Draco está cabreado. Muy cabreado. De hecho, no recuerda haber estado tan cabreado desde que Gregory Goyle le rompió su caballito de madera encantado, cuando ambos tenían unos seis años. No le extraña que Potter gruña justo antes de apartar la varita de su cara.

—No te consiento esa clase de vocabulario.

—¿Qué eres tú? ¿Mi puñetero profesor de buenos modales?

Definitivamente no se está comportando de la forma más inteligente posible, pero en los últimos tiempos le han venido ocurriendo un montón de cosas que bien podría calificarse como mierdas desastrosas y necesita desahogarse. Muchísimo.

—No, Malfoy. Soy el auror encargado de interrogarte, así que muestra más respeto.

—¿Y si no, qué?

Eso. ¿Qué puede hacerle? ¿Enviarlo a Azkaban? ¡Por los calzones de Bargota! Acaba de estar en sitios muchísimo peores. Posiblemente tenga pesadillas el resto de su vida.

—Te lavaré la boca con jabón.

La amenaza de Potter le sorprende. Su sonrisa torcida le asusta una pizca. Habla muy en serio.

—Sabes que puedo hacerlo y cabe la posibilidad de que me apetezca. Así pues, ¿harás el favor de comportarte?

Draco aprieta los labios y contiene la respiración durante varios segundos. Supone que calmarse no debe resultar tan difícil después de todo. Por una vez Potter no es el culpable de sus desgracias, así que no tiene por qué desquitarse con él. Hace que sus dientes rechinen y asiente de mala gana.

—Mejor así —Potter toma asiento frente a él y conjura una jarra de agua y un vaso de cristal. Después de llenarlo, se lo tiende—. Bebe.

—Si le has puesto veritaserum…

—¡Por el amor de Dios! Deja de ser un idiota.

A lo mejor Potter no está teniendo un día mejor que el suyo. A lo mejor también está muy cabreado y al borde de su paciencia, pero reconocer ese hecho no convierte a Draco en un imbécil. Está dispuesto a colaborar con los aurores sin necesidad de que utilicen estratagemas en su contra. Así va a decírselo a Potter cuando éste se bebe el agua que le estaba ofreciendo.

—¿Ves? No tiene nada.

Draco piensa que de todas formas debería asegurarse. Y sólo por eso deja que la lengua se le dispare.

—Dime, Potter. ¿Cuándo fue la última vez que le echaste un polvo a tu mujer?

Al principio sólo pone esa cara de tonto que ya le caracterizó durante sus años de estudiante. Después, Potter se pone rojo como la grana y aprieta los puños hasta que los dedos se le ponen blancos. Por la cabeza se le deben estar pasando ideas bastante feas pero consigue contener su enfado. En honor a la verdad, Draco debe reconocer que tiene mucho más aguante que en Hogwarts.

—La próxima vez que te pases de la raya, dejaré que otro lleve el interrogatorio.

Draco piensa en retarle a que lo haga, aunque eso hubiera sido de lo más estúpido puesto que él mismo solicitó entrevistarse con Potter. En realidad no sabe por qué lo hizo. A lo mejor porque en las últimas semanas se han hecho más amigos de lo que está dispuesto a reconocer.

—Vale —Alza las manos para demostrar que no quiere seguir ocasionando problemas—. Me beberé tu agua y dejaré de decir palabrotas. ¿Contento?

Potter asiente. Draco siente un gran alivio cuando puede saciar su sed y poco a poco se encuentra más tranquilo. Aunque sabe que se ha metido en un buen lío, ya no ve el horizonte tan negro como antes.

—¿Estás mejor? —inquiere Potter después del segundo vaso de agua—. Si te encuentras mal puedo hacer que te vea un medimago.

—No necesito un pu…—Draco se interrumpe. Nada de palabras mal sonantes—. Estoy bien.

—Han estado a punto de matarte. No creo que estés del todo bien.

¡Oh, sí! El secuestro y posterior intento de asesinato. Un asunto feo.

—No quiero hablar de eso.

—Pues a mí me parece que si estás aquí es precisamente para hablar sobre ello.

Draco suspira nuevamente. El cabreo empieza a desaparecer, aunque eso no es del todo bueno porque supone empezar a ser consciente de lo que ha estado ocurriendo. ¡Merlín! ¿Cómo ha podido salir todo tan rematadamente mal?

—Prefiero dejarlo para más tarde —murmulla de mala gana. En ese momento se siente un pelín vulnerable, lo cual lo lleva directo a los peores años de su vida—. Supongo que lo mejor es empezar por el principio.

Potter le sonríe y parece desear darle una palmadita en el hombro o algo así. Draco no quiere que le toque bajo ningún concepto. Ya está resultando demasiado duro asumir que ese idiota le ha sonreído como si pretendiera ser amable. Potter conjuró una vuelapluma y un largo pergamino y le hizo un gesto con la mano.

—Cuando quieras.

Draco intenta ordenar sus pensamientos. Son demasiadas cosas y espera poder relatar una historia coherente y nada confusa. No le resultará fácil porque en ese momento se siente muy perdido, aunque el principio es simple.

—Todo empezó por culpa de Pansy Parkinson —Se detiene un instante y carraspea—. Supongo que lo correcto sería decir Pansy Greengrass.

Potter asiente. A lo mejor no es el brujo con más vida social de Inglaterra, pero todo el mundo sabe que Pansy y el señor Greengrass contrajeron matrimonio dos meses atrás. Incluso aquellos que odian los cotilleos han hablado sobre la hija del mortífago casada con el hombre que más seguidores del Señor Tenebroso ha enviado a Azkaban.

—¿Está relacionada con el tráfico de pociones prohibidas?

—En absoluto —Draco habla antes de que ese zopenco empiece a sacar conclusiones precipitadas—. Pero si la boda de Pansy no hubiera tenido lugar, yo nunca hubiera tenido esa conversación con mi madre y por ende no habría decidido sentar cabeza.

Potter alza las cejas. Draco sabe bien lo que está pensando. Que ya tienen casi treinta años y que a esa edad uno ya debería saber qué hacer con su vida. No es el primero que opina así, incluyendo a sus propios padres. Incluso Draco debe darles la razón pero tampoco es culpable de estar totalmente perdido y sin motivaciones.

—A lo mejor no es la única responsable —Draco se encoge de hombros—. Últimamente a todos mis amigos les ha dado por hacer cosas supuestamente dignas de admiración. Por ejemplo, Theodore Nott. ¿Te acuerdas de él?

Potter asiente antes de hablar.

—Trabaja en el Departamento de Misterios. Suelo cruzármelo en el ascensor por las tardes.

—Pues resulta que hace poco lo ascendieron —Y en el fondo la noticia le alegró—. No puede contarle a nadie qué es lo que hace exactamente porque ya sabes que los inefables siempre andan metidos en cosas muy secretas —Draco tuerce el gesto y sonríe con maldad—. Hasta es posible que a estas alturas haya salvado el mundo media docena de veces, aunque no vaya presumiendo por ahí.

Potter entorna los ojos, signo inequívoco de ha captado la indirecta. Draco se arrepiente un poco por haber sido tan infantil y espera que ese idiota no encuentre una excusa para marcharse. Por fortuna, se queda donde está.

—Y luego está Blaise, que ya va por la tercera esposa. A veces creo que quiere batir el récord de su madre, aunque no lo tendrá nada fácil —La buena mujer se había casado diez veces. Los aurores deberían tenerlo en cuenta—. Millicent ha empezado a trabajar en esa galería de arte y Tracey y su Gryffindor se han comprado una casa en Hogsmeade. Hasta tú tienes tu tercer mocoso, Potter. ¿Y qué hago yo?

Es una pregunta retórica. Le molesta que Potter no se dé cuenta.

—Eso digo yo, Malfoy. ¿Qué haces tú?

Nada. No le gusta tener que reconocerlo pero no hace nada. En un principio había pensado en tomarse un par de años sabáticos para recuperarse de los horrores de la guerra, pero el tiempo fue pasando y pasando y ahí está él, con su vida hecha un caos.

—Pensé que había encontrado algo interesante, Potter. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba.


Draco vertió el contenido del caldero en los pequeños viales de cristal. Una vez más obtuvo catorce dosis exactas de la poción antiarrugas y se sintió muy satisfecho con su trabajo. Consciente de que tanto a su madre como a su tía les alegraría recibir sus respectivos mejunjes, se dirigió a los jardines con paso firme y seguro.

Tía Andrómeda acostumbraba a pasar mucho tiempo en la mansión, sobre todo desde que el pequeño Teddy empezó a ir a Hogwarts. Las hermanas Black se reconciliaron después de la guerra y habían dedicado los últimos años a recuperar el tiempo perdido.

A Draco le gustaba la tía Andrómeda. Durante su infancia nadie habló sobre ella en buenos términos, pero después de la guerra todo se volvió muy diferente. La tía no resultó ser la mujer estúpida y traicionera que siempre se había imaginado, si no una persona de gran fortaleza y astucia. Toda una Slytherin.

Las hermanas Black tenían bastantes cosas en común, una de las cuales resultó ser su gusto por verse hermosas siempre y bajo cualquier circunstancia. De hecho, tras la reconciliación limaron asperezas gracias a los vestidos de madame Malkin y las sesiones de belleza en cierto establecimiento de Hogsmeade.

En algún momento Draco empezó a elaborar aquellas pociones para su uso exclusivo. Estaba bastante seguro de que fue poco después de que Teddy cumpliera cinco años, tras una fiesta que se tornó más salvaje de lo razonable para una celebración infantil. Desde entonces, el joven brujo solía pasar mucho tiempo en el laboratorio de Malfoy Manor, matando el tiempo entre calderos a falta de algo mejor que hacer.

Draco encontró a su madre y a su tía en el solárium, tomando el té y charlando sobre los últimos acontecimientos sociales. Parecían dos damas superficiales y sin seso, aunque claramente eran mucho más. Se aproximó a ellas sin hacer ruido y dejó los viales junto al platillo de galletas de mantequilla.

—¡Draco! —Su madre le reprendió sin demasiado entusiasmo—. No dejes las pociones al lado de la merienda.

—¿Y dónde se supone que debo ponerlas?

—En mi tocador, por supuesto.

—¿Y las de la tía?

Su madre había alzado la barbilla mientras contenía una sonrisita. Su tía extendió una mano y se hizo con su mercancía.

—En mi bolso estarán bien —dicho eso, le sonrió con cariño—. Gracias, Draco.

—Es un placer. ¿Puedo acompañaros?

No esperó respuesta. Se acomodó en uno de los butacones de mimbre y se sirvió una taza de té con mucho azúcar.

—¿Alguna novedad en el mundo mágico? —inquirió mientras se zampaba media galleta de un bocado.

—Draco, querido. ¿Y tus modales?

Pese al nuevo reproche, su madre no parecía en absoluto preocupada. Draco se encogió de hombros.

—Estamos en familia, madre. ¿Pretendes que use cuchillo y tenedor para la merienda?

Narcissa Malfoy puso los ojos en blanco y ocultó la sonrisa tras una taza de té. Andrómeda retomo la conversación mientras les observaba con expresión divertida. Draco sabía que ella también intentaba inculcar modales a Teddy, pero el niño había resultado ser un poco asilvestrado. Debía ser su sangre Lupin.

—Ya sabes que la boda de tu amiga Pansy es la comidilla actualmente. No ha ocurrido nada lo suficientemente llamativo como para destronarla como reina del escándalo.

Draco soltó un resoplido de risa. No le extrañaba nada que la gente murmurara sobre su futuro matrimonio con el señor Greengrass. Después de todo, era treinta años mayor que ella y había enviado a prisión a su propio padre. La cuestión era que estaban genuinamente enamorados. Lo sabía de buena tinta porque durante muchos meses fue el paño de lágrimas de aquella chiflada.

—Pobre Pansy —Se lamentó su madre.

—No la compadezcas tanto. Está encantada con la situación.

—¿Pese a las insinuaciones maliciosas?

—Gracias a las insinuaciones maliciosas, de hecho.

Andrómeda fue la primera en reírse. Y eso que no conocía a Pansy en absoluto. A su vieja amiga le encantaba llamar la atención. Siempre decía que lo importante era que hablaran sobre uno mismo, aunque fuese en malos términos.

—Pansy nunca ha tenido dos dedos de frente —comentó Narcissa—. Su pobre madre intentó meterla en vereda muchas veces pero posee un carácter demasiado indómito.

—Te doy la razón en parte, mamá —Draco le dio un afectuoso apretón en el brazo—. Sin embargo, lo que está pasando ahora no es culpa suya. Ya sabéis que no se puede luchar contra los sentimientos.

Narcissa y Andrómeda se miraron. Era inevitable estar de acuerdo con él. Después de todo, Andrómeda había dejado de lado a su familia para irse con un sangresucia y Narcissa seguía visitando semanalmente a Lucius en Azkaban, tan enamorada de él como el primer día.

—Yo no termino de entender qué ha visto en él —Andrómeda cambió ligeramente su postura puesto que el sol comenzaba a darle en los ojos—. Lawrence Greengrass siempre fue un tanto…

—Insulso —Su hermana terminó la frase—. La verdad es que me extrañó un poco que se casara la primera vez.

—Y que fuera capaz de tener hijos.

—Sí —Narcissa sonrió con malicia—. Es un hombre tan frío y desapasionado que fue inevitable que corriera el rumor de que no tenía nada entre las piernas.

Draco abrió mucho los ojos, fingiendo una sorpresa que no era tal ya que en los últimos tiempos había escuchado muchas historias similares a aquella.

—¡Madre!

—No iras a escandalizarte por eso ¿verdad, querido? —La bruja le palmeó una pierna—. Esperemos que Pansy no tenga ninguna queja en ese sentido.

—Pobre —Andrómeda soltó una risita—. Es tan joven aún…

Draco las miró de hito en hito y parpadeó.

—Me sorprende que no os hayáis envenenado al mordeos vuestra propia lengua. ¡Y a vuestra edad!

Las mujeres empezaron a reírse al mismo tiempo. Desde la reconciliación acostumbraban a bromear bastante a menudo, tal vez ansiosas por borrar todos los recuerdos dolorosos que la separación trajo consigo.

—Hablemos en serio —Y efectivamente Narcissa compuso una expresión más digna—. ¿Al final has encontrado pareja para asistir a la celebración?

—Pues no. Una vez más seré el soltero más deseado de la noche —Draco cogió otra galleta. La verdad era que tenía mucha hambre—. Confío en poder abandonar la fiesta con alguna compañía interesante.

Draco guiñó un ojo. Su madre arrugó el entrecejo y se dispuso a ponerse realmente seria. Demasiado seria. Tan seria que el joven se arrepintió de su último comentario al adivinar lo que vendría a continuación.

—¿No has pensado en buscar una pareja que te dure más de una noche, hijo?

—¿Por qué? Eso no trae más que quebraderos de cabeza y yo no necesito ninguno, muchas gracias.

—¿Y qué me dices de tus deberes como heredero de la familia Malfoy?

Sí. Ese definitivamente era un asunto serio, el único por el que alguna vez habían llegado a discutir.

—Astoria sigue dispuesta a casarse conmigo de ser necesario, lo cual convertiría a Pansy en mi suegrastra y en la abuelastra de mis hijos. ¿No te parece maravilloso?

—No es momento para chanzas.

Lamentablemente. Era triste pensar que un segundo antes todo eran risas y buen rollo.

—No estoy diciendo que debas casarte mañana mismo, pero deberías replantearte qué quieres hacer con tu vida.

—En realidad lo tengo bastante claro.

Su madre entornó los ojos tanto que dio un poco de miedo.

—No hacerte responsable de absolutamente nada no es una opción, Draco. Lo sabes tan bien como yo.

Sí. Algún día tendría que hacer aquello que llevaba tanto tiempo posponiendo. Hasta ese momento su madre se había encargado con buen tino de los negocios familiares, pero tarde o temprano esa carga recaería sobre sus paliduchos hombros.

—Admito que tienes razón. Tal vez sería conveniente ocuparme del dinero y…

—Ni hablar —Su madre le interrumpió de forma categórica.

—Pero si acabas de decir que tengo que hacerme más responsable.

—Eso no significa que vaya a dejarte al mando de todo así como así.

Aunque a Lucius Malfoy siempre le encantó presumir de sus supuestamente innatas capacidades para los negocios, Draco sabía perfectamente que a su madre se le daban infinitamente mejor. De hecho, era bastante posible que ella lo hubiera manejado todo desde el principio del matrimonio, aunque fuese desde las sombras. Por ese motivo no le sorprendió de todo su aseveración.

—Ya veo.

Pese a su comportamiento de los últimos años, Draco no se consideraba estúpido. Ya en Hogwarts había ideado un sistema de apuestas de quidditch que le permitió ganar unos buenos galeones, así que no se consideraba nada tonto para las cosas del dinero. Entendía los reparos maternos pero en ese preciso instante decidió que iba a demostrar su valía. Y con creces.

—¿Y si pruebo cuáles son mis capacidades en el mundo de los negocios?

Andrómeda compuso un gesto un tanto incrédulo. Su madre le miró con interés.

—¿Cómo pretendes hacer tal cosa?

Draco carraspeó y dejó que su mente trabajara a toda velocidad. Sólo habló para ganar tiempo mientras se le ocurría algo más específico.

—Aquí y ahora me comprometo a fundar mi propia empresa y sacarla adelante en menos de seis meses.

—No me digas —Su madre estaba a punto de poner los ojos en blanco.

—Valiéndome únicamente de mi talento y esfuerzo, conseguiré estar en boca de todo el mundo mágico en un tiempo récord.

—Eso también puedes hacerlo si mantienes relaciones sexuales con un trol.

En esa ocasión, la tía Andrómeda no contuvo su carcajada. Draco tuvo que retener el aire en los pulmones porque no se había esperado semejante comentario.

—¡Mamá!

Y fue incapaz de protestar más o de decir nada coherente. Por fortuna, su madre decidió apiadarse de él y le acarició el dorso de la mano con cariño.

—Disculpa, Draco. Debes comprender que lo que dices resulta difícil de creer.

—Puede, pero sabes bien que siempre consigo lo que quiero.

Sí. Desde muy niño había sido bastante cabezota. Draco no era de los que se daban por vencido.

—¿De qué dices que será ese negocio tuyo?

Tomar esa decisión era el primer paso para conseguir el éxito. Debía optar por algo que le gustase y se le diera bien, tomar su mayor pasión y convertirla en una bonita fuente de galeones. No era fácil y sin embargo, se dio cuenta de que tenía la respuesta frente a sus ojos.

—Pociones, madre —Se levantó y le besó la frente—. Convertiré mis tratamientos de belleza en la sensación del mundo mágico.


Y hasta aquí el primer capítulo.

La verdad es que me costó un poco decidir qué tono dar a la historia. No quería hacer nada demasiado dramático y mi primera versión de Draco me salió un tanto… prematuramente maduro. No sé si he acertado o no al darle una vida un poco a lo Paris Hilton, pero la verdad es que estoy disfrutando mucho con la escritura, y eso es lo esencia.

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