La noche apenas había entrado, pero el pequeño pueblo donde habían atrapado al desafortunado vampiro estaba bullicioso de actividad.
La turba furiosa de aldeanos había decidido descargar toda su ira con Ichimatsu, culpándolo de un crimen que ni siquiera tenía conocimiento.
Van Helsing puso además del grillete un par de esposas en las manos para evitar que este fuera a hacer daño a alguno de los aldeanos. Ahora con el vampiro suprimido e indefenso la turba comenzó a darle de golpes con las antorchas, patadas, aventarle piedras, le escupían a la cara. Después de un rato de recibir los maltratos, Ichimatsu quedó tendido en el suelo, con su vestido blanco hecho jirones y manchado de sangre.
Pero la noche era larga y los habitantes tenían planes para prolongar su sufrimiento.
Como Ichimatsu era el cebo para atraer a Karamatsu, Van Hellsing les dio la idea de sujetar con un gruesos clavos de hierro en los huecos de los grilletes, a una pesada mesa de madera que uno de los habitantes dio parte del mobiliario de su taberna.
Fue así como pusieron a Ichimatsu extendido de brazos sobre la barra de madera, y al no poder sucumbir por más heridas que le infligieran, los aldeanos decidieron jugar tiro al blanco con Ichimatsu, en lo que su amante decidía aparecer.
Después de unas horas, el ánimo decreció bastante, ya era la 1 am y no se veía rastro por ningún lado del otro vampiro. Pero Van Helsing no perdió tiempo, se había subido al techo de algunas casas, para apostar unas pequeñas estructuras de madera, parecidas a torres con un cañón y mira.
Todos estaban preocupados, pero sobre todo el alcalde de la aldea, que veía como el cazador de vampiros se paseaba de aquí y allá, y por más que pensaba, algo no le encajaba. Con cuidado camino hacia donde se encontraba la alimaña bebe sangre, maniatada a la mesa.
Ichimatsu estaba ya con la cabeza gacha, cerca de él se podía oler el aroma chamuscado de su piel constantemente ardiendo donde los grilletes benditos lo ataban. En su abdomen, brazos y piernas, habían algunas flechas encajadas, producto del juego de tiro al blanco que lo habían tomado de diana. El gordo hombre caminó más de cerca observando el patético espectáculo que daba el vampiro, con su vestido tan solo tapándole solo la entrepierna, con la tela llena de hoyos y sangre seca. Pero, cómo era posible que aún así, ¿esa criatura maligna se atreviera a usar un color tan puro como el blanco? Y sobre todo le intrigaba el porqué aún en ese estado indefenso el vampiro emanaba esa aura atractiva, sensual, atrayente...
- ¡Oye! que estas haciendo junto a él? - Van Hellsing camino pesado, haciendo sonar a cada paso todo el instrumental cazavampiros que llevaba encima de sus ropas.
- Nada, tan solo veía a aquel vampiro, preguntándome si no nos tomaste el pelo. Parece que solo era uno.
Van Helsing vio a la noche como quien ve un mapa del oceano, estudiando rápidamente la posición de la luna y las estrellas.
- Ya vendrá. Si no viene dejará morir lenta y dolorosamente a la luz del amanecer a esta escoria- El cazavampiros tomó con su mano derecha el mentón de Ichimatsu, viendo si aún existía el fuego de la lucha o esperanzas de que su amado lo rescatará.
Ichimatsu solo movió su cabeza débilmente tratando de zafarse de las asquerosas manos de su capturador, si tuviera energías le hubiera escupido en su presumida cara a ese cazador de pacotilla.
Van Helsing miró divertido la repulsión que le tenía el vampiro, lo soltó y camino para resumir su trabajo.
-Aún hay tiempo para morir.
Otra hora pasó, parecía que Karamatsu había abandonado a Ichimatsu, dejandolo a la merced de la muerte que evitó en su primer día de vampiro. Para el joven vampiro eso dolió, mucho más que los grilletes o el saber que por fin su odiada inmortalidad acabaría de la peor forma.
Dos aldeanos estaban conversando, sentados esperando si es que eso tan emocionante y fuera de ese pequeño mundo al que siempre habían vivido llegaría a pasar. De pronto uno de ellos mira al cielo, extrañandose de ... lo oscuro de la noche.
- Oye, que es eso que está tapando a la luna?
- No seas tonto, nada está tapando la ... ahhh AHHHHHH!
Los aldeanos vieron incrédulos al cielo, en efecto, era más oscuro, y todo porque cientos, no miles de murciélagos estaban revoloteando sobre ellos, tantos que tapaban la protectora luz del satélite en el cielo.
Pero no solo eso, sino que a lo lejos se oyó el estridente aullido de lo que parecía un lobo, o mejor dicho algo mucho más grande que un lobo.
Rodeando a la pequeña aldea una manada de lobos atacó uno a uno a los aldeanos, los que lograron escapar a los lobos sufrieron el embate de los murciélagos, pequeños pero con la horrible sorpresa que mordían, arañaban, se pegaban a tu cara y pelo revoloteando.
Todo se convirtió en un espantoso caos de gente huyendo, gritando, tropezando unos con otros, los que no eran mordidos por los lobos trataban de quitarse frenéticamente los murciélagos.
Entre tanto alboroto, una persona trato de abrir el establo donde se encontraban los caballos, sin ver que estos estaban nerviosos de ver a las otras criaturas atacando, uno de los equinos coceo y rompió una lámpara de aceite junto a un montón de paja.
Ahora sumándose al caos, había caballos atropellando a la gente bajo sus cascos, y fuego consumiendo con furia todas las casas de madera.
Pero entre todo eso, Van Helsing se mantenía erguido, inmuto a todo lo que pasaba a su alrededor, viendo hacia lo lejos por lo que tanto estaba esperando.
Entre el humo de las casas ardiendo, apareció un ser del tamaño de 3 hombres corpulentos, caminando a dos patas.
Un imponente hombre lobo había entrado, no era otro que Karamatsu convertido en su forma de lobo. Aulló a todo pulmón haciendo retumbar su llamado en el bosque y la aldea sumida en caos
Van Hellsing sabía que era el momento, caminó entre los pobres sobrevivientes que aún se debatían entre lobos y murciélagos, cuando el alcalde lo agarro desesperado de sus ropas, su rostro inyectado de desesperación y angustia de ver como su pueblo sucumbia
-¡Tu! tu maldito hijo de sucia puta, nos engañaste, nos has usado a todo el pueblo como tu cebo. Nos has condenado a todos.
Van Helsing lo tomó del cuello, cortándole el aire al otro.
- Les dije: mi misión es acabar con esas alimañas... No salvar a un inmundo pueblo.
El cazavampiros lanzó a un lado al gordo alcalde, el cual solo cayo de rodillas para después sucumbir a la mordida en el cuello de un enorme lobo.
El alcalde tenía razón, Van Helsing los uso como carnada para atrapar a Ichimatsu y Karamatsu. Ser cazador de vampiros no era nada barato, todo el equipamiento con el que contaba el cetrero de monstruos había sido provisto por el vaticano. Y verán, al vaticano no le importaban las desgracias que padecieran las pequeñas aldeas situadas en medio de la nada. En cambio las grandes ciudades donde vivía la realeza y la aristocracia era el objetivo que tanto protegía el vaticano; estos les pagaban con carros llenos de oro y joyas para que los defendieran de cualquier desgracia sobrenatural que pudiera caer sobre ellos y afectar el linaje puro de las familias. Ese el porque armaban hasta los dientes e instruían en las artes de combatir a los habitantes de la noche. Es por eso que Van Helsing iba buscando en los bosques donde nadie iba, esos donde tanto les gusta habitar a los vampiros, hombres lobos y demás, para matarlos y después cobrar su recompensa en el vaticano. Cada uno que atrapase significaba una rechoncha bolsa llena de monedas de oro, y mejor equipo para atrapar más monstruos.
Siguiendo su camino Van Helsing subió a una de las torretas que había apostado en los techos de las casas, por fortuna la mayoría seguían intactas aunque el fuego alrededor de las casas volvía más difícil su tarea que estaba por hacer. Viendo por la mira del cañón, Van Helsing inserto unos arpones del tamaño del antebrazo de un hombre, todos con punta de plata, dentro de esta había una combinación de ajos, agua bendita y otras sustancias sagradas suficientemente potentes que si llegaban al corazón matarían de un golpe hasta un hombre lobo.
PAFF!
sonó la torreta al activar el cañón, el arma lanzó el arpón girando en el aire, por suerte Karamatsu lo vio y pudo esquivarlo, pero tras esa vino otra y otra, el hombre lobo corrió serpenteando entre los cuerpos de los aldeanos muertos.
Cuatro arpones se clavaron en la tierra y otro alcanzó a uno de los lobos que se encontraba correteando a un moribundo sobreviviente. Con su compañero muerto, los otros lobos decidieron salir del infierno de llamas que se había convertido el pueblo, los murciélagos salieron volando a todas direcciones, el hechizo de Karamatsu para atraer a las criaturas de la noche se había roto.
Ya no quedaba nadie en pie más que Karamatsu y Van Helsing, este se quedó sin arpones en la torreta y brinco entre las llamas para alcanzar la siguiente casa con una torreta apostada en el techo y otra carga de arpones. Justo a tiempo para ver como Karamatsu corría directamente hacia donde estaba Ichimatsu sujeto con los grilletes benditos a la mesa.
Ya Karamatsu se encontraba a pocos metros de alcanzar a Ichimatsu cuando Van Helsing tiró del gatillo del cañón y PAFF!
El arpón salió en un abrir y cerrar de ojos; el hombre lobo bajo la guardia en sus ansias por rescatar a su compañero. El arpón giro con un brillo casi elegante antes de hundirse en el hombro derecho del hombre lobo, desgarrandolo en un ronco grito de dolor.
Changos, debí terminar este fic hace mucho.
Supuestamente era un capítulo más y terminaba pero como pueden ver esto va para largo y emocionante.
Los reviews los contestaré el siguiente capítulo u