Disclaimer: Los personajes que se mencionan a lo largo de la historia, son de Stephenie Meyer. Yo solo estoy jugando con ellos.

Capítulo beteado por Sarai GN (LBM) y Yanina Barboza, Betas de Élite Fanfiction: www facebook com/ groups/ elite. fanfiction

Sarai, Yani una historia más terminada, no tengo palabras para agradecerles!

Las invito al grupo: Erase una vez... Edward y Bella en Facebook


Bella se mordisqueó el labio inferior mirando la casa.

No iba a ponerse a llorar. De verdad. Hoy era el festejo por el último día escolar de sus hijos en el kínder, y Edward no iba a poder asistir. Él tenía muchísimo trabajo y una reunión con unos clientes que había estado cazando por meses, no podía simplemente botarlos. Bella lo entendía, sí, ojalá su corazón pudiera recibir cuanto antes el memo. Para ser honesta consigo misma, el que él se perdiera ese evento, la llevaba a esos días oscuros donde tenía que vérselas sola.

Con un último suspiro se bajó del auto, eran las seis de la mañana y alcanzaba a despedirse de ellos antes de que Edward los llevara a la escuela. Afortunadamente pronto cambiaría su horario de nuevo al turno matutino y así podría convivir más con ellos. Su esposo abrió la puerta antes incluso de que le diera tiempo a sacar las llaves.

―¿Quieres desayunar? ―La voz ronca mañanera de Edward fue directamente a su centro, estremeciéndola. Bella levantó la vista para encontrarse con esos orbes jade.

―¿Hiciste algo? ―preguntó observando su cabello de recién levantado, el cual le daba un encanto ridículamente atractivo.

―Tenía la esperanza de que tú lo hicieras, eres tan buena en eso.

―Tan atenido ―bromeó, escondiendo su sonrisa al pasar a su lado. Él no la dejó ir más allá, su insulto le valió un prolongado beso y un golpe ligero, pero prometedor, sobre el trasero.

Bella se había dado cuenta de que Edward era un bromista de clóset. Sonriendo maliciosamente al dejarla mareada por sus besos, la soltó haciendo un gesto hacia la cocina, ella rodó los ojos pero comenzó a caminar hacia allá. Había cambiado mucho en los últimos meses, perdiendo la vigilante cautela que había llevado como una armadura cuando se casaron, y finalmente dejándose reír. Y jugar. Y confiar…

Los mellizos estaban esperándola ahí. Sam llevaba un perfecto y pequeño traje hecho a medida y Elizabeth se veía preciosa en su vestido azul con vuelos… eran hermosos.

―¡Mami! ―canturrearon ambos lanzándose a sus brazos.

―¿Ya están listos, mis amores? ―inquirió llenando de besos sus mejillas.

―Sí, ¿irás en la tarde? ―inquirió Elizabeth, rebotando con entusiasmo, la castaña sonrió mientras acomodaba la corbata alrededor de su cuello.

―Claro que iré, ¿por qué tienes una corbata? ―sonrió con extrañeza, mirando a Edward.

―Ella quiere usar lo mismo que Sam.

―¡Yo quería una crobata! ―aseguró, todo su cuerpo temblando de alegría―. ¿Por qué solo los niños pueden llevarla? ―Edward se encogió de hombros.

―Como no encontré una respuesta adecuada, mejor se la puse. ―Bella se echó a reír negando con la cabeza. Lo que les esperaba con Elizabeth sin duda sería toda una travesía.

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Después de dejar a los mellizos en su festejo previo a la tarde, cuando sería su graduación, Edward se dirigió al trabajo para afinar los últimos detalles y dejar descansar a su esposa un poco de su larga jornada de trabajo.

―¿Lograste que Sam aprendiera a hacerse el nudo de la corbata? ―inquirió Emmett acercándose a él.

Edward sonrió recordando cómo los ojitos de sus hijos brillaban como hermosas estrellas a la expectativa de aprender; Edward lo hizo un par de veces él solo, pero después optó por traer las corbatas de ellos y enseñarles frente al espejo cómo debían seguir sus movimientos. Una sonrisa se dibujó en sus labios al recordar cómo después de que lo consiguieran, habían admirado aquello como si fuera una obra, correteando de un lado a otro con entusiasmo.

―Elizabeth también aprendió, ya sabes cómo es. ―Su hermano se echó a reír.

―Lo que te espera con mi princesa. ―El cobrizo sonrió torcidamente, ya se daba una idea―. Por cierto, Ben ya arregló los pendientes, así que no te preocupes.

Ben era su nuevo asistente; Emmett había dejado bastante claro el punto de no más mujeres como asistentes, y no solo porque Rosalie lo hubiera exigido, Edward sabía que la confianza de su hermano también era algo que se ganaría con el tiempo.

―Gracias, Emm, espero que a Bella le guste lo que tengo planeado.

―Lo hará, Rose ya arregló todo también.

―Y también ―carraspeó―, gracias por todo tu apoyo. ―Emm se encogió de hombros antes de pasar a su lado y darle una palmada en el hombro. Al igual que él, su hermano no era de mucha conversación, pero Edward sabía todo lo que implicaba el pequeño gesto.

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Bella estaba hirviendo. Y no porque tuviera fiebre, detrás de ella un cuerpo cálido y desnudo, cabía aclarar, se presionaba contra ella. Tenía que estar soñando porque no había manera de que grandes manos estuvieran ahuecando sus pechos. La joven respiró de forma entrecortada cuando detrás de ella sintió el pene engrosarse y presionar contra su trasero, extendiendo calor a través de su pelvis, y Bella jadeó cuando él deslizó una mano a sus caderas para quitarle las bragas.

―Edward ―gimió ayudándolo a que la desnudara―. ¿Qué haces aquí?

Bella se dio la vuelta, dando la bienvenida a su amado peso sobre ella. Edward sonrió colándose entre sus piernas antes de besarla con un poco más que entusiasmo; antes, cuando mantenían relaciones, él no quería involucrarse, era demasiado distante. Ahora él estaba usando ese mismo autocontrol para otro fin devastador, besando y mordisqueando su cuello. Moviéndose en círculos lentos entre sus piernas, su pene a veces empujando otras deslizándose entre sus pliegues en lánguidas embestidas que la volvían loca.

—Amo tanto cómo me respondes —murmuró contra su piel—. Los sonidos que haces. El modo en que hueles. —Empujó sus pechos acercándolos uno al otro para lamer la unión entre ellos—. El modo en que sabes, eres perfecta —susurró, haciéndola gemir.

Edward se llevó el pulgar a la boca y pasó la lengua por la punta antes de meter la mano entre los cuerpos, haciéndole sentir esa ligera y suave caricia sobre el clítoris, provocando que suspirara de placer. Su pulgar giró en círculos alrededor del nudo pulsante mientras él empujaba su pene contra su abertura. La sensación atravesó su pelvis, haciéndola marearse de deseo, y la respiración áspera y entrecortada de él vibró por todo el camino hasta sus huesos cuando finalmente la penetró. Bella gimió enterrándole las uñas en la espalda, era grande, lo suficientemente grueso como para estirarla casi hasta el punto de la incomodidad, y siempre se deleitaba por ello, tomándolo hasta la raíz.

El cobrizo aumentó la velocidad, embistiendo cada vez más fuerte, hasta que ella se deslizaba hacia delante con cada embestida casi golpeando el cabecero. Gimiendo, hizo rodar sus caderas para tomarlo más profundamente, para hacer… cualquier cosa para disparar el clímax que se estaba construyendo en su centro, y cuando él se inclinó hacia adelante y tiró de su cabello a la par que la besaba, el orgasmo le vino en una detonación de éxtasis tan intenso que podía jurar que seguramente la habían escuchado los vecinos, y no le importó mientras veía luces detrás de sus ojos. Edward jadeó, arrojando hacia atrás su cabeza, se unió a ella con un gruñido empujando una última vez dentro de ella con tal fuerza que si no ponía la mano se hubiera dado un buen golpe en el cabecero cuando los empujó hacia delante. Él se sacudió una última vez, su cuerpo sufriendo espasmos cuando lo último de su simiente se derramó dentro de ella, dejándolos a ambos fuera de combate.

Bella por supuesto que lloró cuando Sam y Eli la saludaron alegremente desde el templete agitando sus pequeños diplomas. La angustia de que crecieran tan rápido fue sustituida rápidamente por el orgullo y el amor. Edward deslizó un brazo por sus hombros y le dio un suave beso en la sien, recordándole cómo había dejado su trabajo para estar a su lado. Después de que se quedaran exhaustos al hacer el amor, ella le preguntó a qué se debía todo eso, a lo que él respondió tan solo besándola y diciéndole que la extrañaba, lo que sin duda le dejó claro cómo había escogido a su familia por encima de cualquier cliente. Era… más de lo que alguna vez podría haber esperado y cuando sus ojos se apartaron sutilmente de los niños, notó como Edward los observaba con un brillo especial en su mirada.

—Son increíbles —susurró con su voz aterciopelada cargada de emociones.

La castaña asintió en silencio, lo eran. Edward le acarició el rostro con las yemas de sus dedos, y su corazón dio un vuelco en su pecho ante su toque suave. Sintió su pulgar deslizarse por su mandíbula, Bella lo miró, y entonces él se estaba inclinando para darle un suave beso. Frente a todos. Sus muestras de cariño no paraban y a Edward parecía no importarle dónde estuvieran. Después de los respectivos abrazos, y de que Emmett y Rosalie los acompañaran a cenar para celebrar a los niños, Bella sonrió sujetando la mano de Edward mientras estaban sentados tranquilamente en el área para juegos.

—Gracias por esto. —Él sonrió mirándola.

—De verdad creíste que iba a perderme este día —acusó tocando su nariz tiernamente—. Me ofende tu falta de confianza. —Bella se ruborizó mordisqueándose el labio—. Sé que tienes motivos suficientes para pensarlo, pero arreglaré eso, solo ten paciencia.

—Lo siento, supongo que los viejos hábitos no mueren pronto —susurró avergonzada antes de besar con suavidad sus labios—. Aunque, creo que después de todo, me puedo acostumbrar a las sorpresas. Esta fue increíble, la verdad quería compartir este momento contigo y con los niños —murmuró desviando la mirada hacia enfrente, donde vio cómo Emm ayudaba a Elizabeth a subirse a los juegos, y Rose le tomaba fotos a Sam mostrando el diente que se le había caído minutos antes.

―Le dije a Emm que voy a tener una semana de descanso ―dijo Edward, una sonrisa curvando esos labios que podrían hacer mendigar a Bella―. Le pedí a Rosalie que te autorizara una semana también.

―¿Hiciste eso? ―Él rodó los ojos.

―Por supuesto, y dijo que sí, ya sabes que es mi aliada. ―Bella se soltó riendo.

―Cómo es que tú y Rose hicieron una amistad, siempre será un misterio.

―Nunca nos hemos tomado unas vacaciones, de hecho, nunca he estado de vacaciones con nadie. Ya sabes, el sol, la arena, el mar… Me imagino que podemos ir a algún lugar exótico, me gusta Florida. Podemos llevar a los niños a Disney, y luego cuando regresen exhaustos, atrincherarnos en nuestra habitación…

―Lo tienes todo calculado ―comentó sonriendo acalorada, su esposo suspiró antes de mirarla, repentinamente sus ojos verdes intensos, cargados con tantas emociones que se quedó sin aliento.

―Justo ahora lo único que quiero es disfrutar de mi familia, de lo único que nunca pensé que podría llegar a tener ―suspiró, observándola con detenimiento―, además, soy feliz diciendo la única cosa que nunca pensé que diría.

―¿Qué cosa? ―balbuceó aturdida ante sus palabras y sus manos ahuecando ahora sus mejillas.

―Te amo.

Bella sonrió cerrando los ojos, dejándose llevar por la maravillosa sensación de su pecho ensanchándose a tal grado que la hacía sentir que estallaría; enterró los dedos en el suave cabello de Edward y lo atrajo contra ella para unir sus labios.

―Yo también te amo, Edward. Siempre. ―Él suspiró contentó, atrayéndola a su regazo.

―Bueno, si eso es verdad hay una cosa que puedes darme. ―Bella frunció el ceño.

―Lo que sea.

―Ten cuidado con eso ―canturreó intentando contener una sonrisa, cuando se acercó a sus labios―. Quizás me gustaría agrandar la familia.

Bella se quedó de piedra, mirándolo incluso sin parpadear, quizás hasta pálida cuando él se echó a reír con ganas.

―¿Estás bromeando?, tienes que estar bromeando. ―Él la besó suavemente antes de ponerse de pie y dirigirse hacia donde los gemelos lo llamaban.

―Tranquila, cariño, de momento no tengo planeado eso... ¿pero en las vacaciones? ―Le guiñó un ojo―. Quién sabe, todo puede pasar.


Bueno chicas hemos llegado al final, nuevamente gracias a todas por sus comentarios y por acompañarme en cada historia, siempre es un gusto escribir para ustedes, nos leemos en otra historia!