Los tipos de lluvia

Un trajeado Lily guió a Robin a través de una serie de habitaciones espaciosas e iluminadas. En todas ellas había un cuadro enorme y con el mismo paisaje. En la primera, el pescador retratado miraba pasivamente el cebo que flotaba junto a su barca. En la segunda, dejó su caña y se volvió para mirar a su alrededor. En la tercera, sus ojos estaban mirando fijamente a Robin cuando éste entró, pero no le siguió.

"¿La gente en los cuadros está viva?" Preguntó el peliblanco con curiosidad, un sudor bajándole la frente. Tenía un mal presentimiento de aquello.

"Podríamos preguntarnos lo mismo de la gente en los libros." Contestó el castaño al abrir la puerta a la siguiente sala. Cuando Robin entró y miró al lugar donde encontraría el cuadro, donde debía estar el pescador había una silueta recortada, como si hubiese salido del cuadro.

"No, pero me refiero a la gente de los cuadros de aquí." Se corrigió Robin, mirando con inquietud a sus alrededores, en busca del trozo que faltaba. No estaba ni tirado sobre la alfombra ni colgando de la lámpara, y no había otros posibles lugares en los que esconderse.

"¿Sabes? Una vez empecé a pensar que en realidad yo soy un personaje de ficción. En que solo soy la creación de un escritor de otro mundo." Meditó en voz alta, observando el techo con desgana.

"Interesante… ¿llegaste a alguna conclusión?" Se interesó el peliblanco, intentando olvidarse del pescador.

"No realmente. No tengo modo de comunicarme con él, y por muchos ases que tenga bajo la manga, no puedo dejar este lugar para ir a visitarle." Murmuró mientras se sacaba una baraja compuesta solo de ases.

Cruzaron la cuarta puerta, la cual llevaba a una terraza decorada con enredaderas que trazaban espirales sobre las columnas. Lily se acercó a un carrito casualmente cargado de dulces. Mientras tanto, Robin se volvió a mirar atrás. En el centro de la habitación que dejaron, estaba el pescador.

Era un hombre mayor, con boina y ropa grises. Aunque su mirada era plácida al principio, algo terrible sucedió. Como si su cuerpo se retorciera sobre sí mismo, apretándose amenazadoramente, el anciano se encorvó con una sonrisa sádica. Se le cayó la boina. De su calva comenzó a crecer pelo peliblanco. Sus ojos dejaron de ser verdes para buscar tonos dorados.

"Robin, ¿te apetece algo de picar? Tu nombre es de un pajarito, así que ven a picotear como tal." Se rió el abogado infantilmente, colocando los platos del carrito sobre la mesa de patas metálicas.

Desvió la mirada solo unos instantes, pero fueron suficientes como para que la puerta que le separaba de aquella aberración se cerrase de golpe y una capa de metal la sellase, rompiendo incluso el picaporte en la caída de la placa.

Aunque las locuras a las que Robin estaba acostumbrado solían terminar a esas alturas, justo cuando se iba a dar la vuelta para unirse a su anfitrión, violentos porrazos se escucharon al otro lado. Después, un desgarrado grito que parecía provenir de un lugar muy profundo.

"¡RoooOOoBiiiIInnnNn!"

"¡Roooobiiiin! ¿Prefieres el pastel de arándanos o el de queso?"

El peliblanco retrocedió unos pasos, asustado. Era la primera vez que se sentía amenazado desde que llegó a aquel lugar. Sin ir más lejos, tenía miedo. La voz que había pronunciado su nombre… una de las voces… le inundó de un temor que le era inquietantemente familiar.

"¡¿Qué ha sido eso?!" Estalló el estratega al volverse al castaño. La expresión de este fue apagándose poco a poco, terminando con un suspiro.

"Verás… resulta que mi bufete es el único de la zona… así que es normal que la gente en la cola se ponga algo… impaciente." Se explicó, gesticulando mucho con las manos.

"¿Y ese era uno de ellos? ¿Y cómo es que sabe mi nombre?" Interrogó Robin al acercarse a él, fulminándole con la mirada para sacarle las respuestas.

"Bueno, ¿por qué no nos calmamos? Además, esa pregunta puedes contestarla tú mismo." Replicó al resumir su deleite del pastel de arándanos. Robin se sentó al otro lado, frunciendo el ceño.

"Si es alguien como yo que está muerto… y por el tono en su voz me odia… ¿es alguien que maté en mis batallas?"

"Tú lo has dicho. Pero no te sientas mal. La gente que no eligió morir y que no tuvo tiempo para aceptar la muerte suele ser así de rencorosa." Animó Lily, deslizando el plato con la tarta de queso hacia su cliente.

"¿A dónde nos llevarás una vez acabe el juicio?" Preguntó Robin con un hilo de voz, triste y distante.

"Tres, cuatro, cinco… ¡Pero bueno! ¡Ya llevas más de dos preguntas en menos de cinco minutos! ¡Calla y come, que debemos seguir! ¡Y esta vez narro yo!" Aunque intentó imbuirle fuerza a base de exclamaciones, parecieron rebotar contra la barrera que era su penuria.

Repartida la regañina del loco, los hierros de las barandillas se doblaron para formar un círculo, en el cual se proyectaban las imágenes de un paso montañoso.

"Está bien… perdón." Susurró el agotado estratega, masajeándose el tabique y descansando la mirada.


Antes de empezar, te hablaré un poco de la perfección, Robin. He conocido a muchas personas a lo largo de mis años. … No sé si esa unidad de medida de tiempo es apropiada, pero mejor lo dejo ahí. La cuestión es que he visto a muchos obsesionarse con la idea de ser perfectos.

La perfección no es para quien la busca. Si se quiere ser perfecto, y perfecto es ser bueno en todo, se será bueno en todo menos en humildad y en seguridad. Primero, ¿qué tiene de divertido ser perfecto? Segundo… ¿de qué sirve ser perfecto si no puedes proteger a tus camaradas?

"¡Nina! ¡Cya! ¡No!" Gritó una pelirroja a lomos de su pegaso. Frente a ella, criaturas aladas no paraban de caer una tras otra, abatidas por una lluvia ascendente de flechas.

"¡Márchate! ¡Ve a proteger al príncipe!" Le ordenó la veterana que fue su tutora durante tantos años. Una flecha le había alcanzado en el hombro, perforando la armadura plateada que llevaba. Su pelo era canoso, y las arrugas denotaban su experiencia… más eso palidece ante el filo de una cuchara… ¡quiero decir, de una pala! ¡No! ¡Espada!

"¿Y dejaros aquí? ¡Ni hablar! ¡No os abandonaré de ese modo!" Insistió la pelirroja, apretando su agarre alrededor de la lanza.

Sus ojos se enrojecieron por el empuje de las lágrimas que gritaban en el trasfondo de su desgarrado corazón. … ¿Pasa algo? ¿Demasiada poesía? … Te quedaste con ganas de hablar de otros de los personajes la última vez, así que se me ocurrió empezar por ella. Ojala fuera una escena más feliz. Tengo pañuelos preparados.

"¡Cordelia!" Aquella llamada de atención fue como muchas otras que hubo escuchado de su tutora. Sin embargo, por eso mismo fue devastador. Cuando intercambiaron miradas una última vez, Cordelia entendió que le estaba suplicando que se fuera de allí. Si se quedaba, moriría.

Apretando los dientes y con la vista borrosa, la pelirroja puso rumbo hacia vosotros, dejando atrás a la acrobática figura de su "madre" danzando sobre un tornado de flechas que después caía en los inmóviles cadáveres de sus compañeras. Los nigromantes son unos engendros, y espero de corazón que no sepas de lo que estoy hablando, Robin.

En fin. ¿Qué era lo que estabais haciendo vosotros de todos modos? ¿Escoltar a un jerarca corrupto? He visto muchos reinos sufrir por la corrupción en el poder, pero me asombra que en uno como el vuestro conviva tanta diversidad. Emmeryn, los consejeros de su padre, los generales locos que guiaron a los granjeros a la batalla. Esa es una dialéctica bastante interesante. ¿Debería un líder ser ingenuo y permitir que los astutos obren a su antojo mientras entre dentro de lo permisible o convendría más que el líder controle a sus seguidores para alcanzar un buen puerto? Interesante, pero algo me dice que nos podríamos tirar hablando de eso horas. *Tosido* Tu cara *Tosido* Y ahora mismo no estamos para pausas.

Em… veamos…


Lily se cruzó de brazos mientras se inclinaba hacia la pantalla.

"¿Es que no lo ves bien?" Preguntó Robin, cortando otro trozo de su suave pastel con el tenedor. El castaño pegó un bote para volverse a él y sacudir las manos.

"¡Lo veo perfectamente, ya no necesito gafas! Verás… es que ahora que me doy cuenta… no es tan sencillo como lo haces parecer. Hablar de estrategia." Se explicó encogiéndose de hombros. "¡Puedo hablar de zanahorias, de cucharas y de bermudas! Pero cuando intento pensar en cómo exponer una escaramuza…"

"Para bien o para mal, un jinete wyvern conocido como Vasto aterrizó sobre el jerarca y lo mató antes de que pudiera darme cuenta de quién era en realidad. Me sonaba su cara, pero mi amnesia mantuvo mis dudas en alza. Aunque era la misma persona que guió a Emm en sus primeros años de líder, también fue el bastardo que vendía información a los plegianos asaltantes. Fue el responsable de que se atentase contra la vida de la Venerable la noche anterior. Lo sé porque figuraba entre los documentos que pude recolectar tras la guerra." Contó el estratega dándole vueltas a un trozo de pastel, distraído.

"Nos recibió un destacamento desde el frente y otro de wyverns desde el aire en nuestro flanco derecho. Mientras Frederick y Kellam se bastaron para enlentecer el empuje por tierra, Ricken y Virion vigilaron el movimiento en nuestro flanco, lanzando flechas y hechizos de viento para repeler sus arremetidas. La batalla se estancó un poco hasta que recibimos refuerzos de la retaguardia. Con la llegada de Sully y Sumia logramos inclinar la balanza a nuestro favor."

"Agraviado por la pérdida de su ventaja, Vasto se echó encima de Chrom, reclamando su cabeza real. No la consiguió, como es evidente. Chrom siempre fue algo temerario, pero de ahí a la genialidad hay un paso. En este caso, el paso que dio fue tirarse sobre el wyvern de Vasto, en pleno vuelo. Forcejearon un poco. Mientras yo llamaba a Sumia como un loco para que le apoyara, el príncipe se las arregló para tirar al jinete de su wyvern. Tras decapitar al wyvern con la Falchion, saltó hacia Sumia. Estoy seguro de que no fui el único que pegó un suspiro al verle reírse como quien no quiere la cosa. Gaius le pegó un buen tirón de orejas cuando pisó tierra. Algo de que debía actuar más de acuerdo a su puesto como príncipe. Se notaba que todavía no conocía muy bien a Chrom, pero sé que estaba impresionado en el fondo. Yo lo estaba." Terminó con una nota más positiva.

"Y así, niños y niñas, es cómo el maestro lo hace. ¡Bravo, Robin, bravo! ¡Y en un tiempo record!" Aplaudió Lily con una amplia sonrisa. El peliblanco torció una sonrisa en respuesta, pero carecía de más de la mitad de la mitad potente del entusiasmo de Lily.

"Gracias… pero aún no he terminado." Replicó, ensombreciendo su mirada. El castaño puso cara de sorpresa, pero al mirar al cielo y ver a un pájaro esquivar varias gotas que le disparaban las nubes, se acordó.


Mientras Miriel no paraba de incomodar a Lon'qu con sus extrañas preguntas y acercándose a él para estudiar los efectos de su timidez más de cerca, Stahl no podía estarse quieto.

"¿No creéis que deberíamos ir a ayudar?" Aunque era la primera vez que lo decía en voz alta, ya era la vigésima vez que la pensaba. Vaike y Lissa se volvieron para mirarle, sentados tranquilamente en el asiento de conductor del carro, interrumpiendo un juego de manos.

"Aunque es noble que te preocupes por ellos, no te debes de olvidar de nuestra tarea aquí, Stahl." Dijo una rubia que salió del interior del carruaje. Entonces miró a Vaike con una mirada desagradada. "Hazte a un lado, ¿quieres? Quiero sentarme junto a Lissa." Le exigió indemnemente.

"¿Y a mí qué? ¿No ves que estamos ocupados?" Se cabreó el musculoso rubio, devolviéndole la mirada con el doble de intensidad.

"¿Es que además de sordo eres ciego? Lissa tiene otras prioridades en mente, y está claro que antes que tú va una servidora." Reprochó. Lissa murmuró algo para intentar pacificarlos, pero entre las chispas que saltaban entre ellos y la tensión que acumulaba Stahl, no podía atender a las dos cosas a la vez.

Por ello, se hizo a un lado para que su amiga y El maestro pudieran seguir teniendo su "pelea de enamorados", o como Lissa lo llamaría luego para meterse un poco con ella y sacarse unas risas.

"Verás, Stahl. Incluso si fuéramos allí arriba, solo estorbaríamos. Cuantos más seamos, más difícil sería moverse, y con un precipicio al lado no querríamos tropezar." Explicó plácidamente la risueña princesa, repitiendo palabra por palabra lo que le conté antes de partir para tranquilizarla.

"Pero…"

"Aunque yo también estoy algo preocupada por ellos, no es como si no les estuviésemos siendo de ayuda permaneciendo aquí: saben que si tienen problemas pueden retroceder hasta esta posición. De darse el caso, ¡estoy segura de que podrás demostrarle a Sully que no eres ningún blandengue!" Su cumplido logró hacer sonrojar un poco al apuesto jinete.

"Casi preferiría que no lo hiciera. ¡Eso significaría recibir palos más fuertes cuando entrenemos juntos!" Bromeó, acertado en su premonición.

Aunque no se dio ese caso –el de que necesitásemos retroceder–, ellos tampoco lo tuvieron muy fácil. Palne escaló de un bote el carruaje y miró fijamente a la distancia.

"Se aproxima una jinete pegaso. No viene sola. La persiguen dragones armados." Anunció la taguel, preparada para entablar combate.

Lon'qu se subió a la carreta también, llevado por el instinto que le exigía localizar a su enemigo para poder cortarlo. En cuanto se dio cuenta de que eso le acercaría a una mujer, aunque no fuera humana, cambió de parecer y le mandó a Stahl que le permitiese escalar su espalda, como si fuera lo más natural del mundo. Miriel anotó que su ansia feroxí por la batalla suprimía su vergüenza, y que tal vez ocurriese igual con su miedo a las mujeres.

… ¿Puedes relevarme, Lily? Me duele solo de pensar en lo que ocurrió entonces.


Claro. … ¿Debería ser breve y limitarme a los calcetines? … Como quieras. Solo lo decía por saltarnos esta amarga galleta mojada. En fin.

La pobre Cordelia asía las riendas de su montura para que volara más rápido, pero al exteriorizar todo lo que estaba sufriendo, su pegaso solo pudo agitarse más y más y perder el trazado ideal de vuelo. Para bien o para mal, aquello les ayudó a esquivar las flechas que disparaban los arqueros que iban montados con los jinetes plegianos.

En cuanto se dio cuenta de que había encontrado a los Custodios, puso rumbo hacia ellos, bajando el vuelo. … … Oh… así que esa decisión fue la más acertada estratégicamente. Estoy de acuerdo. Ella no estaba en condiciones de pelear con serenidad. Acababa de experimentar una pérdida sin parangón. Lo último que debe hacer uno es pelear cuando las lágrimas te ciegan. Es como si estuviera lloviendo fuera.

Vaya, y ahora va y se pone a llover. Menos mal que tenía una sombrilla preparada por si las moscas. ¿Tienes frío? ¿Quieres una manta? … De nada.

"¡Cordelia! ¿Qué ha pasado?" Le preguntó Lissa mientras la examinaba en busca de heridas. Maribelle se unió a ellas, intuyendo lo que había pasado. Sus ojos estaban así de aterrados.

La jinete se agarró a sus brazos y perdió la fuerza en sus piernas. Su pegaso cayó al suelo a recuperar el aliento perdido. … Te sorprendería saber lo sensibles que son los pegasos. Déjame adivinar: después de ese día, le costó trabajo recuperar la confianza de su pegaso, ¿me equivoco? … ¿Que cómo lo sé? Lógica. Su pegaso experimentó en primera fila los más dolorosos sentimientos de su jinete. Es de esperar que no quiera tener que pasar por algo similar de nuevo. … ¡Oye! ¡¿Qué se supone que significa eso?! ¡Mi lógica es tan buena como la de cualquiera! ¡No es mi culpa que los periquitos salten a la comba! ¡Hmmph!

¡En fin! El señor super espadachín hizo de las suyas otra vez y no se le ocurrió otra cosa que usar su espada como arma arrojadiza para matar a uno de los jinetes. Orejas de conejo adoptó su forma natural y pegó un bote tan grande que pudo patear con grácil facilidad la cara del wyvern, derribando a quienes le montaban. La piedra rubia intentó imitar a Lon'qu lanzando su hacha, pero cuando intentó soltarla, descubrió que se le había pegado a la mano. Las gafas estudiosas no querían volver a verle perder el hacha, por lo que mientras le explicaba aquello, lanzó una poderosa llamarada que aturdió al último wyvern. Sin embargo, los dragones son resistentes al fuego, por lo que solo tuvo que aterrizar para recuperarse. El arquero disparó una flecha hacia la princesa, pero Cordelia fue rauda en reaccionar y usando su lanza, creo una pantalla protectora al darle vueltas. Tras terminar su movimiento, arrojó su lanza como si fuera una jabalina y ensartó al par de filetes plegianos. El wyvern salió que se las pelaba.

Concluido el combate en la retaguardia, las miradas se centraron en Cordelia. Vaike intentó hacer que Miriel le quitase el conjuro, pero ésta le mandó a callar con una cortante mirada. La líder de los caballeros pegaso se unió una vez hubo puesto a salvo a Emmeryn más atrás.

"¡Cordelia! ¿Qué haces aquí? ¿Dónde están tus compañeras?" Le preguntó la peliblanca al bajarse de su montura. … Por su cara deduzco que se lo imaginaba, pero aún conservaba la esperanza de equivocarse.

"Los plegianos… atacaron… Eran liderados por Gangrel… Mis compañeras me suplicaron que me fuera… todavía puedo escuchar sus gritos… dioses…" Gimió la pelirroja, conteniendo sus quejidos todo lo que podía para no romper a llorar con la desesperación que embriagaba dolorosamente su pecho.


"No sé si debería contarte esto, Robin, pero lo cierto es que ya he conocido a Gangrel en persona." Reveló de pronto Lily, subiéndolas piernas en el asiento.

"De algún modo, no me sorprende." Murmuró el peliblanco, impasible y desensibilizado ante tanta tragedia.

"La verdad sea dicha, ser rey es muy duro. Tienes la carga más pesada sobre tus hombros, y se te exige salir airoso. Incluso las tortillas lo tienen más fácil. No es de extrañar que se convirtiera en un desquiciado ambicioso y egocéntrico, ciego al mal que sembraba a diestro y a siniestro." Defendió el castaño, incómodo.

"Lo sé. No llegué a conocerlo tan bien como me habría gustado después de volver a cruzar caminos, pero pude sentir el vacío en él tras nuestra primera conversación." Asintió Robin, recordando la deplorable condición en la que le encontraron.

"Gangrel hizo muchas cosas malas, es cierto, pero él no tuvo suficiente con la muerte. … Antes me preguntaste, ¿a dónde vais después de visitarme? Eso depende de la sentencia que se dicte, y la que recibió Gangrel… um…" Paró de hablar durante un largo rato, el suficiente como para que dejase de llover.

"Está bien, Lily. El único villano de esta historia fue Grima." Suspiró Robin, levantándose de su asiento. El abogado le fulminó con una mirada vacía y deshecha, distinta a todas las que le hubo dedicado antes.

"No tienes ni puta idea de lo que estás hablando."

Cuando el silencio y la sorpresa alcanzaron su límite, Lily volvió en sí, encogiéndose de hombros en una actitud menos mordaz.

"Lo siento, Robin. No debería haberte contestado así." Se disculpó con arrepentimiento. "Mejor dejemos a Grima por el momento, ¿vale? Ya llegará su… momento." Susurró al darse la vuelta y poner rumbo a las escaleras metálicas que descendían al jardín del árbol de piedra.

El peliblanco vaciló en seguirle, pero cuando descubrió que tanto la placa de metal como la puerta que le separaba de la habitación del pescador habían desaparecido, pegó un bote para perseguirle. Observando su espalda en silencio, Robin le dio vueltas a aquella nueva información que hubo adquirido sobre su abogado.

Ya había tratado con Gangrel, lo cual significaba que el plegiano hubo pasado por donde él. Eso… era una gran noticia. Gangrel regresó con vida después de ser dado por muerto, lo cual significaba que él también podría. ¡Solo tenía que averiguar la clase de criterio que empleaba Lily para dictar sentencia y asegurarse de que fuera favorable!

"Había una vez un patito chiquitito, había una vez un patito chiquitito. Que no sabía, que no sabía, que no sabía volar."

"Estoy cien por cien seguro de que la letra no era así." Corrigió Robin al mal cantor.

"¿Y qué más da? ¡Así es más interesante!" Replicó con alegría el trajeado, bajando las escaleras con saltarines botes.


Otra vez había fallado. Pero aquella vez estuvo más cerca que nunca. Solo un poco más. Un poco más, y conseguirá salir de allí. Su poder habría sido severamente mermado, pero todavía tenía su orgullo, y mientras ese fuera el caso, nunca se rendiría. El mundo debía morir. Pero para que eso sucediese, él debía renacer. Otra vez.

Sin embargo, ahora estaba jugando con fuego. Debía andarse con cuidado, o podría ser destruido por completo. Le irritaba más allá de lo razonable. Hacía miles de años que no se sentía inferior. Había ido a acabar en un lugar espantoso, y todo por culpa de ese condenado Robin. ¡Y lo peor de todo es que no estaba haciendo caso de sus consejos! ¡El imbécil iba a hacer que les matasen!

Apretó los puños con fuerza, conteniendo su ira lo mejor que pudo para mantener la mente serena. Inspiró y espiró. Su suerte era penosa para haber acabado en aquel lugar. Sobrevivir a la muerte era más fácil, pero acabar en el territorio de ese monstruo…

"¿Quién me iba a decir a mí que me iba a tener que preocupar de ese viejo después de tantos años? Más le vale a Robin no estimular su memoria, o preferirá haber muerto cuando me mató. … Y probablemente yo también. … … Odio este lugar sin sentido."


Un capítulo corto, lo sé, pero no me dio la impresión de que lo fuera tanto, la verdad. Estoy satisfecho con este. *Asentir*

Si no habéis seguido el consejo de Lily sobre no intentar darle sentido a lo que está pasando, es probable que os esté dando un dolor de cabeza entender lo que está pasando. Ese es el espíritu de esta historia. Sin embargo, os prometo que todo tiene su sentido. Su sentido en un mundo de locos. Parece que he perdido la razón, ¿eh? De nuevo, ese es el alma de esta historia. ¿Qué es blanco? ¿Qué es negro? ¿Por qué gris en vez de verde?

Nos vemos. *Guiño, guiño* *Codo, codo*