Aviso: '[…]' significa cambio de perspectiva.


Recuerda que morirás

Había luz. Mucha. No estoy seguro de dónde estaba, pero definitivamente ya no estaba sobre la espalda del dragón ancestral. ¿Qué había pasado? Me dolía la cabeza. Lo único que lograba recordar era aquella dura decisión que me vi obligado a tomar. Por la vida, renunciaría al resto de mis días. Por poner fin a las andadas de un dragón tenebroso, luché hasta el último aliento. Solo que no había sido el último.

Aunque cegado, mis pies sentían un suelo liso y firme. Había una suave brisa, que me acariciaba el rostro. Era fresca y húmeda, libre del olor a sangre, sudor y metal. Todavía era capaz de recordarlo: el hedor de la corrupción escalando mis piernas. Desde el mismo momento en el que entré en contacto con Grima, un martilleo golpeó mi visión incesantemente, luchando por arrebatarme el control con inclemencia y sin descanso. Si tan solo hubiera sido la primera vez que me pasaba, tal vez hubiera perdido contra su embiste impetuoso a mi mente.

Como un rayo que recorrió mi cuerpo, recordé a los amigos que dejé atrás, dejándome una sensación pastosa en la boca. ¿Dónde estaban? Pero sobre todo, ¿estaban bien? ¿Qué había sido de ellos? Qué… ¿qué pasó después de que muriera? […]

Como una sábana blanca que se hace a un lado, Robin pudo examinar el lugar en el que estaba, recuperada su visión. Estaba en mitad de un largo pero pequeño pasillo de losas de diferentes tonalidades doradas. Las ventanas abiertas permitían al viento bailar con las cortinas traslúcidas. Había unos cuantos bancos de madera situados cada cierta distancia, pero no había nadie con él.

El peliblanco se acercó a la puerta más cercana a él, decorada con grabados plateados. Posó su mano sobre la fina madera, intentando presionarla por si ya estaba abierta. Probó a agarrar el pomo y retorcerlo hasta que cediera, pero tampoco hubo suerte. Sin embargo… algo le llamó la atención.

No estaba. La marca que le había recordado tan maliciosamente su sino, su futuro y su ascendencia, había desaparecido. Ya no había seis ojos morados perfilados por las líneas moradas, emblema del Dragón Caído, sobre el dorso de su mano. Solo había piel sucia y sudada, desgastada por tantas batallas libradas.

Robin perdió la fuerza en sus piernas, hasta caer sobre sus rodillas frente a la entrada inaccesible. Su respiración se agitó al compás de sus acelerados latidos. Su emblema significó mucho más de lo que nunca dejó saber. Era la marca de un traidor, la insignia del enemigo. Le recordó durante mucho tiempo su destino prefijado, impuesto antes de que pudiera dar su opinión al respecto. Ni todos los planes del mundo podían permutar lo que era.

¿Por qué ha desaparecido la marca? Se preguntó, afligido por la confusión. Aún no comprendía lo que le había pasado al final, o el lugar en el que estaba, pero recordaba claramente como venció al avatar de Grima, destruyéndose a sí mismo en el proceso al ser la misma persona. Robin se aseguró de morir, pues lo contrario significaría el final para todos sus seres queridos.

'Tú eres uno de los nuestros, Robin, y no hay destino que pueda cambiar eso.' Esas decididas palabras resonaron como una voz lejana en su mente, amenazando con romper la presa de sus ojos.

Sin embargo, estaba en una situación totalmente desconocida para él. No recordaba cómo llegó allí. La luz se hizo demasiado brillante en sus párpados. ¿Dónde estaba? ¿Y por qué no estaba muerto? Naga, la dragona divina, presentó la posibilidad de que sobreviviera a la desvinculación… pero nunca mencionó que acabaría en un edificio en mitad de la nada.

"¡Melancolía!" Cantó una voz en la distancia. El peliblanco pegó un bote en el sitio, apresurándose a reincorporarse al descubrir que no estaba solo. "¡Oh, dulce llanto que lavas mi corazón! ¡Azota mis ojos con la fuerza de mil carros, y entonces sírveme un pastel de calabazas!" Prosiguió aquel mal cantor. Provenía de la puerta entreabierta que había al final del pasillo.

Robin se armó del valor necesario para emprender sus pasos a aquel extraño, probable conocedor de los misterios del lugar en el que estaban. Si realmente seguía con vida, debía hallar el modo de regresar. Él… ya no tenía su marca… y por fin podría empezar su nueva vida. Una vida que solo le pertenecía a él. Y sería libre de decidir cómo y con quien pasarla. Él… aún tenía que cobrarse su apuesta con Chrom.

Sus botas resonaron a cada paso que daba por el largo pasillo. Una ráfaga de viento sacudió las cortinas, llevando a Robin a asomarse por una de las ventanas. Había un jardín bien cuidado, con una hermosa fuente de piedra que imitaba a un sano roble, de cuyas hojas se vertían gotas de rocío con armonía. Lo más extraño era que cada gota que tocaba la superficie del agua, producía un sonido de campanilla, creando una relajante y encantadora melodía. Incluso el viento parecía jugar con sus matices, asemejándose a un vals de los elementos.

El patio daba a un enorme valle verde que daba paso a un lago que reflejaba las distantes montañas. El cielo radiaba rayos dorados del ocaso, y nubes deshechas jugaban a intentar esconder la luz, en un baile que solo la noche concluiría.

Aunque las puertas que dejaba atrás capturaron enormemente la atención del estratega, la única que estaba abierta era aquella de la que venían los berridos sin sentido. Robin se detuvo a escasos centímetros de la puerta, dudando antes de empujarla para abrirse paso a lo desconocido. Un destello en sus recuerdos despertó el coraje en su rostro, llevándole a buscar las respuestas que ansiaba, pues de ellas deduciría lo que estaba pasando.

"¡Te he dicho que dejes el libro en el suelo! ¡¿Qué pinta una novela en la estantería?!" Rugió un hombre castaño, mirando a la nada que había a su lado. Dejó aquel papel y corrió al lugar al que estaba mirando, sujetando el libro con determinación y decisión. "¡Las estanterías están para eso, majadero! ¿Si no, dónde pondríamos las tostadas?" Se respondió a sí mismo, comenzando a subir una escalera de madera para devolver el pobre libro a su merecido sitio.

Robin se quedó de piedra, observando aquella bizarra escena. Fuera quien fuera aquel tipo de ropa formal, estaba como una cabra. Dicha cabra pegó un salto desde las escaleras hasta el escritorio que había en el centro de la habitación. Lanzó su mano en una dirección mientras hacía sonidos especiales que le recordaron a Owain. Con fuertes y ceremoniosos movimientos, el castaño acabó señalando al recién llegado, apuntando sus ojos verdes al pobre hombre cuerdo.

"¡Tú! ¡¿Qué hora es?!" Reclamó saber, pegando otro bote para bajarse de su escritorio y correr hacia Robin. El peliblanco se encogió en el sitio al ver que ese loco acercaba mucho el rostro al suyo, como si por estar más cerca fuera a escucharle mejor.

"¿La hora? Serán pasadas las ocho." Contestó el chico de túnicas oscuras, retrocediendo un par de pasos. Aunque debería haber salido de la habitación al hacerlo, por alguna extraña razón lo único que su espalda encontró fue la puerta cerrada tras él. No recordaba haberla cerrado.

"¿Ya es tan tarde? Pues más nos vale empezar cuanto antes, ¿no crees? Las amapolas solo brillan una vez al año, y pronto obtendremos su bendición." Se aceleró el castaño de chaleco verde y camisa blanca, agarrando a Robin del brazo y dirigiéndose a una esquina del cuarto.

El peliblanco se tropezó con unos platos sucios en el camino, manteniendo el equilibrio milagrosamente al apoyarse en un bonsái que parecía estar ahí con el único propósito de salvarle de caer. ¿Desde cuándo estaba esa planta ahí?

El loco le pegó una patada a la pared, derribando una falsa trampilla que daba a un jardín de flores doradas. Varias palomas blancas alzaron el vuelo, asustadas por el asalto del castaño de pelo revuelto.

"¡Mira! ¿No te parecen bellas? ¡Vivas como nunca! Demos gracias a las estrellas por el delicioso desayuno que tomamos." Alabó el castaño, arrodillándose en el camino de tierra que había para no pisar las flores. Robin se soltó de un fuerte tirón, dándose la vuelta para intentar regresar al estudio en el que habían estado. Pero el acceso había desaparecido. Solo había más campo, y ni siquiera estaban en el valle que observó desde el pasillo de antes.

"¡¿Qué es éste lugar?! ¡¿Y quién eres tú?!" Estalló el peliblanco, entrando en pánico al ver que la lógica a la que tanto había estado acostumbrado no funcionaba en aquel lugar. El castaño se levantó tan rápidamente que le entró mareo, cayéndose al suelo y creando una nube de pétalos dorados que reflejaban la luz del ocaso.

"No estás en ningún sitio, y no estás hablando con nadie." Replicó el hombre de joven apariencia, llevándose una mano a la cabeza mientras veía las estrellas, en los dos sentidos.

"Entonces, ¿estoy muerto o no? ¡Te lo suplico, dame respuestas!" Pidió Robin, sintiéndose al borde de las lágrimas al agarrarse los brazos con aflicción.

Estaba asustado. Acababa de derrotarse a sí mismo y al Dragón Caído. Tenía miedo. No comprendía el lugar en el que había acabado. No habría pasado ni un minuto desde que se encontró a aquel extraño hombre, y ya habían sucedido más cosas de las que su cabeza podía racionalizar. Quería irse a casa, con sus amigos. Necesitaba algo a lo que aferrarse… algo que le contestase a alguna de las miles de preguntas que torturaban su mente.

Robin siempre había sido una persona concienzuda, detallista y realista; y en aquel momento de máxima fragilidad, daba bandazos sobre la superficie del agua al intentar entender lo que estaba pasando. No obstante, aquel graciosillo había sustituido el contenido del lago por aire, y solo podía observar la superficie invisible desde el fondo, sin esperanzas de salir.

El castaño neutralizó su expresión, mirándole con unos ojos profundos que devoraban su esencia. Se levantó del sitio y se quedó mirando al afligido estratega. Estaba perdido y desprovisto de planes con los que defenderse. De repente, el castaño se pegó dos fuertes palmadas en la cara.

"Sí, debería haberme presentado antes de traerte al jardín de oro." Asintió para sí mismo. Entonces posó sus enguantadas manos sobre el pobre cuerdo, mirándole con fuerza y presencia. "Tú eres un casi-muerto, y yo soy tu abogado, el fiscal, el jurado y el juez. De lo que pude ver, tu fallecimiento fue uno bien radiante y apoteósico, así que te debo pedir perdón por no empezar explicándote las cosas. ¡Perdón!" Se disculpó el castaño tras soltarle, inclinándose ante Robin. El peliblanco parpadeó unas cuantas veces, intentando mantener el control de sus emociones.

"¿M-mi abogado?" Repitió el estratega, cuerdo confuso en un mundo de locos.

"Mi consejo es: no intentes darle sentido a nada de lo que vayas a ver a partir de ahora. Aunque se lo intentes encontrar, la naturaleza misma de esta dimensión es el cambio impredecible." Prosiguió el trajeado, alzando la cabeza para mirar al cielo. Robin siguió su mirada, buscando aquello que con tanto interés había atendido aquel tipo.

Un parpadeo. Un parpadeo fue todo lo que hizo falta para que estuvieran de vuelta en el despacho anterior. Una chimenea alojaba un fuego detrás del escritorio, proyectando sus danzantes luces sobre los muebles de madera, chirriantes y desgastados. Había una silla imponente en el lugar del invitado, y un taburete humilde frente a la chimenea.

"Mi nombre… ¡bah! Me llaman de muchas formas distintas. La oscuridad, el fin de los días, el otro lado, el sueño eterno… ¿Cómo quieres llamarme tú?" Le preguntó el castaño, golpeando una torre de cartas sobre la mesa y deshaciendo su triangular y equilibrista forma. Se sentó sobre el caos que ocasionó, aplastando incluso con algo de maldad las cartas que siempre conspiraban contra él en sus intentos por construir monumentos.

Robin comenzó a temblar en el sitio, dándose cuenta de que aquello no era ningún sueño. No se iba a despertar en su tienda de campaña como si la batalla contra Grima no hubiera sucedido todavía, con Gaius hurgando en sus cosas con la esperanza de encontrar algún caramelo, o tal vez Lissa tapándole la nariz como otra de sus muchas bromas pesadas, o incluso Tharja intentando inmortalizar en su mente la cara que ponía mientras dormía.

"La verdad es que me gusta que me llamen Lily. Ha habido quienes decían que era un nombre demasiado femenino para mí, pero eso no importa mucho en éste sitio, ¿no crees, Robin?" Sonrió Lily, rodando con la espalda sobre la mesa en una torpe voltereta, arrollando con los candelabros apagados y los platos con sandías.

"¿Cómo sabes mi nombre?" Se sorprendió el peliblanco, acercándose a la mesa para comprobar si no se había matado al llegar al final de la madera y caerse escandalosamente. Lily asomó un par de calcetines desde debajo de la mesa, uno con el cuerpo morado oscuro y la punta blanca, y el otro con el cuerpo verde y la punta marrón: eran ellos.

"¿No te había dicho que soy tu abogado? Es normal que me informe antes de mis clientes." Le dijo el calcetín verde al otro.

"¡¿Y de qué se me va a juzgar si se puede saber?!" Preguntó el otro calcetín con violencia, solapándose con la voz de su dueño al aporrear sus manos contra la mesa, perdiendo la poca paciencia que le quedaba. Los calcetines se quedaron rígidos, esfumándose entre bastidores. Lily salió a escena al levantarse, mirándole con paciencia y seriedad.

"Me temo que es demasiado pronto para contestarte a esa pregunta, Robin. En los juzgados puede pasar de todo, que no te quepa duda, pero normalmente siempre empiezan con una recapitulación de los hechos." Explicó el castaño, haciéndose paso hasta la chimenea. Cogió una jarra de cerámica grande y vertió su contenido sobre el fuego, extinguiendo su viveza. Sustituyéndola en su lugar, el agua se arremolinó con la incomprensible forma de su víctima, prosiguiendo su recuerdo mientras quedara vida en su interior: una hoguera de agua.

El peliblanco se restregó los ojos, perplejo. ¿Cuándo había usado un grimorio? ¿Y dónde lo escondía? Solo le había visto extender la mano hacia la pila de leña, pero nada más. ¿Quién…?

Lily cogió un colgante de plata, con una gema azul resplandeciente en la forma de un arpa. Murmuró una melodía distante, resonando en los solitarios pensamientos de alguna alma perdida. Echó el objeto al cuerpo acuático, flotando en su interior como si fuera el corazón de un monstruo sin forma. El agua comenzó a brillar gentilmente, llevada por un pulso tranquilo y pasivo que se propagó por la habitación.

"Por favor, Robin, ponte cómodo. Tenemos mucho de lo que hablar." Pidió el castaño, volviéndose con los brazos abiertos a su invitado. El peliblanco dudó durante unos momentos. En vez de sentarse en la silla presidencial, el estratega se hizo paso hasta una pequeña y sencilla banqueta junto a las estanterías de libros. Cogió el cuaderno que había junto a él, y lo dejó reposar entre sus piernas. Estaba seguro de que si lo habría, algo raro pasaría, y ya había tenido suficiente incoherencia en aquel breve rato.

Lily sonrió al ver que su nuevo amigo se iba acostumbrando. El juez caminó hasta una columna de piedra que daba soporte al edificio. Como si se arrojara sobre una cama, pegó un salto, reposando sobre la piedra sin tocar el suelo, falto de gravedad. Robin no pudo sorprenderse, pues la angustia de lo que estaba por suceder fue suficiente como para ocupar sus pensamientos. Ya le había dicho que nada de lo que iba a ver tendría sentido, por lo que se refugiaría en mente, la cual todavía estaba cuerda… dándole mil vueltas a sus últimos momentos frente a Grima.

"Empecemos por la vida que no conoces. ¿Quieres saber lo que eras… quién eras antes de 'perder' tus recuerdos?" Ofreció el ahora adormilado loco, llevándose las manos tras la cabeza.

"¡¿Qué?! ¿Quieres decir que puedes contármelo?" Se sorprendió el peliblanco, volviéndose a observar a Lily. ¿Podía contarle lo que le pasó a su madre tras apartarle de los grimantes? … ¿Antes del regreso de su yo pasado y su pérdida de memoria? Lily le devolvió una cara seria, todavía esperando su respuesta.

En aquel intercambio de miradas, Robin pudo entender algo escalofriante. Cuando le dijo que no estaba hablando con nadie… no era otra de las muchas locuras que soltaba. No pudo sentir que hubiera una persona detrás de sus verdes ojos. La primera vez que vio a alguien así tenía el mismo rostro, aspecto y voz que él; la segunda, fue la mismísima Naga.

El cliente, achantado, agachó la cabeza, posando sus ojos sobre el cuaderno. Antes no había tenido nada escrito en su recia cubierta, pero en ese momento adquirió la forma de dos palabras. 'Sí' y 'No'. Esas eran sus posibles respuestas.

"Esto… mi respuesta es 'No'." Decidió Robin, apretando los labios. Antes lo hubiera dado todo por recordar fue era, y de dónde venía, pero en aquel momento lo único que le importaba era quien era en ese momento, y a dónde quería ir.

"Muy bien." Sonrió Lily, rompiendo su sombrío carácter con alegría. Extendió sus manos al frente para dar dos palmadas que resonaron por la habitación.

Frente a ellos surgió una niebla azulada con forma de disco, orientado hacia ellos como si fuera una pantalla. Una imagen se generó lentamente en su centro, primero con colores oscuros y borrosos, pero después con la claridad de la vida misma.

"Robin, ¿te apetece contar tu historia? Como tuya que es, estoy seguro de que tú la narrarás mucho mejor que yo, ¡y con los comentarios del creador! Todo un honor." Intentó convencer el castaño, simpático. El peliblanco no entendió a lo que se refería. ¿Narrar la historia?

Tras volver a echar un vistazo a las imágenes proyectadas ante ellos, se dio cuenta de lo que quería decir. Delante de sus ojos, había un par de príncipes: uno bien alto y de cabellos azulados, y otra pequeña con dos alegres coletas rubias. Le estaban observando desde arriba, como si estuviera tirado en el suelo. De hecho, estaba junto a un camino, dándole vueltas a un extraño recuerdo sobre una batalla que no comprendía. Detrás de los príncipes había un cauto caballero de ostentosa armadura, montado sobre su yegua acorazada, examinándole con ojos recelosos.

Robin soltó un suspiro, cediendo en aquel juego cuyas reglas todavía desconocía. Pensar en sus amigos le animó un poco. Estaba asustado, en un mundo que no comprendía, conversando con un hombre que se llamaba Lily. Pensar en aquellos por los que luchó hasta el mismo final… era lo que necesitaba para ordenar sus ideas. De un modo u otro, supo que si recapitulaba toda su historia, comprendería la clase de lugar en el que estaba. […]

"Está bien. Normalmente, seguiría dándole vueltas a cómo ha pasado todo lo que ha sucedido desde que llegué aquí, pero me guiaré por tu consejo, Lily." Resoplé, dirigiendo mis cansados ojos a las imágenes de mis amigos. Verles fue todo un bálsamo para mi agotamiento.

"¡Hurra!" Celebró Lily, extendiendo los brazos y acomodándose sobre su columna. Diría que es alguien razonable, pero no es esa la palabra que estoy buscando. Mi abogado parecía estar de mi lado. Sí, eso es lo que quiero decir.

"Aunque han pasado muchísimas cosas desde entonces… todavía lo recuerdo como si fuera ayer."


Aquellas extrañas personas estaban observándome a mi lado, cerca de camino de tierra que guiaba a un pueblo próximo. La pequeña rubia me miraba preocupada, dirigiendo de vez en cuando alguna cara enfurecida al castaño alto, quien se bajó de su yegua, lanza en mano.

Debían estar discutiendo lo que hacer conmigo. No sabían quién era, pero cuando me descubrieron inconsciente en mitad de la nada no tardaron en acudir al rescate. Mientras que el peliazul y su hermana intentaban averiguar cómo ayudarme, el caballero de brillante pica esperaba con cautela, dispuesto a finalizarme al menor movimiento sospechoso.

En cuanto a un servidor, yo estaba recuperando la consciencia lentamente, despertando de aquel extraño sueño donde el peliazul que tenía delante y yo luchamos contra un mago de cara pálida y alargada. Mi confusión no podía ser mayor, pues en ese sueño, le clavé una estaca eléctrica en el abdomen. ¿Qué hacía allí? … ¿Y por qué le traicioné?

"Veo que por fin has despertado." Se alegró aquel apuesto hombre al fijar sus azules ojos sobre los dorados míos. La rubia de alegres ojos verdes se puso en frente mía al robarle a su hermano el sitio delante de mí.

"¿Qué tal?" Me saludó con una amplia sonrisa bastante contagiosa.

"No es que el suelo sea el mejor sitio para echar una siesta, ¿sabes?" Me sermoneó el peliazul con una cara que escondía algo de diversión. "Anda, dame la mano." Me pidió al ofrecerme la suya enguantada.

Lentamente, alcé mi brazo hasta agarrarle. Aquella fue la primera vez que vi la marca que tantos problemas me causaría luego, en el dorso de mi mano. Dos columnas de tres ojos siniestros. El caballero que me perforaba con la mirada no tardó en darse cuenta, extremando su cautela.

"¿Estás bien?" Se preocupó el peliazul. Era más o menos de mi estatura. Llevaba una túnica azul oscura con bordes dorados, de corte pequeño. Tenía una capa blanca que le cubría un brazo, y sobre ella una hombrera de metal. Varias correas blancas el recorrían el torso: unas para ajustar su capa, y otras para colgar la funda de una extraña espada de mango rojo. Mientras que el brazo izquierdo estaba enfundado en una manga azul, el derecho no estaba protegido, permitiendo lucir un extraño símbolo en su hombro: la marca del venerable.

"S-sí… Gracias, Chrom." Solté como si nada al reincorporarme. Noté una mirada asesina en mi nuca, dejándome bien claro que había metido la pata.

"¡Ah! Así que sabes quién soy." Se sorprendió mi salvador, dibujando una sonrisa en sus labios. Mientras que él se alegró, alguien más cauto se preparó para lo peor.

"Lo cierto es que no. Qué extraño… tu nombre simplemente… me ha venido a la cabeza." Me corregí, sin tener que forzarme para sonar sincero. Sabía su nombre, pero no quién era.

"¿Así sin más? Eso sí que es raro." Concordó Chrom, cruzándose de brazos mientras me examinaba. Mi voluminosa túnica oscura, de bordes dorados y motivos morados, caía sobre mis hombros como ahora, Lily. Y bueno, ya ves la camisa grisácea con rayas negras verticales que llevo, mis dos cinturones, faldones complementarios a la túnica y pantalones blancos. … Fuiste tú quien me dijo que narrase mi historia: si veo conveniente aclara cómo visto, aunque sea evidente para ambos, lo haré. … ¿Y ahora te pones a patalear? *Suspiro*

"Bueno, ¿cómo te llamas? ¿Qué te trae por aquí?" Prosiguió el hombre de mirada noble, inquietándose al ver mi perplejidad. Si yo fuera un lienzo, por aquel entonces estaba en blanco como las nubes que flotaban sobre nosotros.

"Me llamo… Esto… Me… me llamo…" Me llevé las manos a la cabeza, buscando desesperadamente la respuesta a su pregunta. No sé si te habrá pasado alguna vez, Lily, pero no recordar tu nombre es terrible. Sin identidad… ¿quiénes somos? Sin pasado… ¿de dónde venimos?

"¿No sabes cómo te llamas?" Se sorprendió nuevamente Chrom, afilando sus ojos en un intento de ver a través de mí.

"N-no estoy seguro… Esto… ¿Dónde estoy exactamente?" Pregunté para invertir la dirección del interrogatorio. No comprendía dónde estaba… al igual que ahora. Desde que desperté, un par de ojos no habían parado de observarme sobrecogedoramente.

La rubia se llevó un dedo a los labios, intentando recordar algo.

"He escuchado hablar de esto… ¡Es amnesia!" Informó la chica, orgullosa de haberle dado un nombre. Habría sido reconfortante saberlo, dada la crisis de información que tenía, pero comprender que mis recuerdos habían desaparecido fue escalofriante.

"Lo que se llama es… ¡patraña! Y de las grandes." Replicó el alto castaño de voluminosa armadura azul y blanca, acercándose a mí con agresividad. Las únicas juntas de su armazón estaban localizadas en los hombros, articulaciones y entrepierna. Montado a caballo sería toda una fortaleza.

"¿Me estás diciendo que conoces el nombre de mi señor Chrom pero no el tuyo?" Acusó, planteándolo de un modo en el que daba a entender lo sospechoso que era.

"Sé que suena increíble, ¡pero es cierto!" Me intenté defender, manteniendo mi posición pese a la intimidante actitud del caballero. Chrom le detuvo en su avance al interponer su brazo.

"Frederick… ¿Y si no miente? No podemos dejarle aquí, solo y confundido como está. ¿Qué clase de custodios seríamos si le abandonásemos a su suerte?" Reprochó el peliazul, molesto sobre aquel asunto. Apenas le había conocido, y ya sabía que podía confiar en él. Algo en mi interior me lo decía.

"Aun así, mi señor, os sugiero que actuéis con la máxima cautela. Nuestro deber es custodiar y velar por la seguridad de la gente de bien." Contestó el castaño. La forma en la que remarcó 'bien' me dejó bien claro que no confiaba en mí. Lo cierto es que me molestó su agresividad, pero comencé a entender las razones por las que lo hacía.

"De acuerdo." Asintió Chrom tras unos segundos. "Nos lo llevaremos a la ciudad y allí intentaremos llegar al fondo del asunto."

"Un momento. Tendré algo que decir al respecto, ¿no?" Pregunté con algo de prudencia: no quería tentar a la suerte con un guardián tan celoso como Frederick. No obstante, no estaban teniéndome muy en consideración. Quiero decir, acababa de despertar en la mitad de la nada, sin recuerdos o algo a lo que poder aferrarme, y ahora querían llevarme a un sitio cuyo nombre desconocía.

"Tranquilo. Te prometo que escucharemos lo que tengas que decir cuando lleguemos a la ciudad. Tienes mi palabra." Me aseguró con una mirada que no podía rechazar. No cabía en mí la sospecha. Chrom tenía un carisma especial… siempre lo ha tenido. "Ahora, ¿vamos?" Retomó el peliazul al darme un toque en el hombre, mostrándome su espalda para reiniciar el camino. Dejé escapar un suspiro, pues no me hizo falta volverme para ver las llamas de determinación que rodeaban a Frederick. Nada raro, lo prometo.*Alza la mano*

Realmente era un alivio tenerle vigilándome de cerca. Acababa de tener una visión en la que traicionaba a Chrom después de todo. No comprendía las razones por las que lo hice, pero fuera por lo que fuera, no quería que volviera a pasar. La… la tristeza que sentí en ese momento me desgarró el pecho.

La rubia comenzó a caminar a mi lado, sin apartar sus ojos verdes de mí. No paraba de sonreír ni un momento, lo cual fue más reconfortante de lo que me di cuenta. Al imponerse un silencio, mis pensamientos regresaron a la angustia que me azotaba… ¿Cómo me llamaba? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Y cómo había ido a parar a aquel lugar?

Así que era eso… Oh, perdón, Lily. Acabo de darme cuenta de qué era aquel horrible sentimiento de que me estaba olvidando de algo importantísimo. En aquel momento no llegué a librarme de aquella incógnita. Aunque había sido arrebatado de todo recuerdo, la penuria me apretaba el pecho… como si hubiera perdido a alguien importante.

La chica no tardó en cogerme un cabello plateado, curiosa. Aquello me volvió a rescatarme de mis preocupaciones. Por la periferia de la vista vi dos extraños destellos, procedentes de los ojos de mi vigilante. Me tensé para caminar recto, asustado como un conejo ante un zorro. La rubia comenzó a reírse, tirándome del brazo para examinarme la manga de la ropa. Se quedó un rato observando la marca de mi mano. Por alguna razón… no quería que la mirase, pero retirar mi brazo bruscamente podría alterar a Frederick.

El camino bajo nuestros pies recobró el color cobrizo de la tierra removida. Distraído, me fijé en la chica que tanto interés parecía haber contraído por mí. Llevaba una blusa blanca bajo una pieza de cuero que evitaba la región de su pecho, y que dejaba escapar las mangas doradas desde los hombros. En la cintura llevaba un pañuelo blanco con volantinas, y debajo un vestido amarillo de falda ensanchada con un miriñaque. No obstante, su falda se habría a los bordes, revelando sus medias blancas. Por último, una diadema blanca decoraba su cabello sujetado tras sus orejas o recogido en sus respingonas coletas.

"Entonces, ¿qué será de mí? ¿Me haréis vuestro prisionero?" Pregunté tras un rato de camino en el que la rubia llegó a intentar quitarme el abrigo. Al menos Frederick no se molestó cuando me resistí, pues con lo pícara que era podía acabar desnudándome allí mismo. Se le notaba en la cara, pero sobretodo en su sonrisa.

"¡Que va! Serás libre en cuanto confirmemos que no eres un peligro para Ylisse, no te preocupes." Contestó Chrom felizmente, retrasando un poco su paso para unirse a nosotros.

"¿'Ylisse'? ¿Es ese el lugar en el que nos encontramos?" Me interesé, mostrando algo de entusiasmo al ver llegar una respuesta a mis muchos interrogantes.

"¿No has oído hablar del Sacro Reino?" Estalló Frederick, agarrándome por los hombros y mirando en el fondo de mis ojos. No pareció encontrar lo que buscaba. "¡Por favor, que alguien le dé un premio: es un actor de primera! La manera en la que ha fruncido el ceño ha sido especialmente convincente." Dijo el castaño al soltarme, contrariado, pero sin estar dispuesto a rendirse.

"Frederick…" Suspiró Chrom al llevarse una mano a la cara. "Así es, estás en el Sacro Reino de Ylisse, gobernado por su venerable, Emmeryn. Y ya que estamos, no estaría de más presentarnos todos. Yo soy Chrom, aunque eso ya lo sabes. Esta delicada joven a tu lado es mi hermana pequeña, Lissa." Presentó el peliazul, extendiendo un brazo hacia su hermana.

"¿¡Cómo que delicada!? Serás… " Se espantó Lissa al rechazar su mano con ojos inconformes. Aunque me asustó un poco ver la forma en la que le trató, al ver la jovial risa de su hermano me dio a entender que estaban jugando.

"No le hagas caso. A veces es un poco tontorrón. ¡Tienes suerte de que te hayan encontrado los Custodios y no un puñado de bandidos!" Celebró la rubia agitando sus brazos con alegría.

"Estoy de acuerdo. Aunque… ¿qué custodiáis… aquí, en medio del campo?" Cuestioné con una cara extrañada. Sí, como esa que estás poniendo, Lily. Chrom se rió con mi pregunta, volviéndose a mirar al caballero.

"Nunca se sabe. El peligro puede acechar en cualquier parte. Simplemente pregúntaselo a Frederick el Cauto." Sugirió el peliazul al encogerse de hombros y dirigir su vista nuevamente al camino, pendiente de la conversación.

"Gracias, mi señor. Será un honor ostentar este título." Asintió el castaño con una leve inclinación. Entonces se volvió a mí con una expresión dura. "Perdonadme por ser el único que intenta mantener un mínimo de prudencia. Nada me gustaría más que poder confiar en ti, extraño, mas mi posición me lo impide." Se disculpó Frederick sin llegar a mostrar arrepentimiento.

Tal vez puedas pensar que me desagradaba Frederick, Lily, pero lo cierto es que no me esperada otra cosa. Así como hasta un momento yo no sabía quiénes eran, yo todavía seguía siendo un desconocido. Además, de un modo u otro siempre supe que era esa clase de persona. Leal hasta el punto de ser demasiado prudente. Nunca he entendido cómo puedo hacer eso.


"¿Y qué dirías de mí?" Me preguntó Lily levantándose de su columna y caminando hacia mí. Con cada parpadeo, desapareció de un sitio y apareció en otro. Con el primero se posicionó delante de mí, y con el segundo se colocó muy cerca de mi rostro.

Pegué un bote en el sitio, cayéndome hacia atrás con la banqueta. Me había esperado chocar contra la estantería a mi espalda, pero no estaba. En su lugar, seguí precipitándome en un gran pozo redondo. Lily se tiró detrás de mí con un grito excitado.

Al chocar contra la superficie del agua, el mundo se dio la vuelta, y arriba se convirtió en abajo. Saqué los brazos del agua en mitad de un océano celeste. Aunque desafiaba toda lógica, no podía volver a hundir los brazos en el agua. Al tirar hacia arriba, me puse de pie sobre las tranquilas olas.

El castaño de chaleco verde salió sin mojarse del agua, como expulsado por una gran explosión. Pegó un pisotón en el agua y se formó un blandito sofá de agua que me pasó con una patada. Antes de que pudiera si quiera preguntar lo que estaba pasando, Lily se proporcionó el suyo y se sentó en él mientras una pantalla hecha de piedras viejas salía del agua.

Solté otro suspiro, acercando mi asiento de forma indescriptible al suyo y acomodándome sobre él. No me esperaba que fuera tan placentero.

"Esto… Veamos." Comencé, recuperando mis pensamientos. "No eres humano, pero pareces uno. Pensaría que tu identidad está ligada a tu bizarra actitud… pero estamos sentados en sillones de agua sobre la superficie de un océano. No creo estar en condiciones de juzgarte por tu cordura." Me reí, alzando la vista al cielo para observar unas distraídas aves transitorias.

Lily estalló en risas, golpeando el brazo de su sofá y deformándolo un par de veces antes de recuperar solo su estructura.

"¡No decepcionas, Robin! ¡Eres el primero que intenta analizarme después de tanto tiempo en este mundo! Muy pocos siguen con ganas de hacerse preguntas al ver lo que sucede aquí, pero veo que tú eres un cabezota. ¡Me gustas!" Sonrió de vuelta, ofreciéndome una manzana que se sacó del bolsillo de su pantalón gris oscuro. Me quedé un rato observando su ropa, preguntándome de dónde había salido la fruta, pues en ningún momento había visto las arrugas que debía original su almacenamiento. La acepté de igual modo. *Mordida*

"¿Por dónde iba?"


"Entiendo, señor. De estar en vuestro lugar, yo haría lo mismo." Tanto Chrom como Lissa ya habían demostrado ser bastante confiados conmigo, y no me gustaría ver que eso se convirtiera en su perdición. "Bueno, mi nombre es Robin." Sonreí como si nada. No fui el único que se sorprendió con mi revelación.

"Robin…" Repitió Lissa, valorando si tenía cara de un 'Robin'. Debió ver que sí, a juzgar por su emoción.

"Me ha venido a la cabeza de repente. Un misterio menos." Me reí, encontrando el alivio de recuperar mi identidad. Bueno, parte de ella. Frederick mirándome con ojos sospechosos, planteándose si aquella no estaba siendo la mejor treta a la que se había enfrentado nunca.

"¿Robin? Es un nombre extranjero, ¿no?" Meditó Chrom, acariciándose la barbilla con actitud reflexiva. "En fin, ya lo discutiremos más tarde. Ya casi hemos llegado a la ciudad. Una vez allí, podremos-"

"¡Chrom, mira!" Interrumpió Lissa con fuerza, alzando su brazo para señalar al lugar del que provenía el olor a humo.

"¡La ciudad está en llamas! ¡Seguro que han sido esos condenados bandidos!" Maldijo el peliazul apretando un puño. "¡Lissa, Frederick! ¡Hay que ir de inmediato!"

"¿Y qué pasa con Robin?" Recordó el castaño, encontrándose en conflicto entre la disyuntiva que se le presentaba.

"¡A no ser que él también esté ardiendo, ese asunto puede esperar!" Replicó Chrom con vitalidad, dirigiendo sus ojos azules a su lugarteniente.

"Muy acertado, mi señor." Asintió Frederick, disipándose en su mirada la duda que le atacó unos momentos atrás.

He de admitir que me sorprendió que Chrom le convenciera con tanta facilidad, aunque lo entiendo: había hablado como un líder. … ¿De qué te ríes? … ¿Que seguramente habría enfrentado muchas situaciones al rojo vivo? … ¿Que lo que acabas de hacer es una broma? … El fuego de la ciudad, sí. ¿Qué pasa con eso? ¿Al rojo vivo? Oh. *Suspiro* ¿Nadie te ha dicho nunca que tienes un… único sentido del humor?

"¡Vámonos ya!" Instó Lissa, comenzando a correr hacia la ciudad en llamas.

"Esto… ¿Qué pasa con…? Um…" Intenté preguntar, inseguro de cómo proceder. No obstante, no me honraron con una respuesta cuando la situación estaba tan 'al rojo vivo'. *Suspiro* Sigo sin verle la gracia, Lily.

No sé qué movió mis actos en aquel momento. De haberme dado media vuelta y comenzado a caminar, mi destino habría sido muy distinto…


"Entonces, ¿por qué decidiste ir tras ellos?" Me preguntó Lily al volver su cabeza hacia mí, ignorando cómo yo encaminaba mis pasos hacia la ciudad en la pantalla.

Que supiera lo que pasó sin ni siquiera verlo fue otro de los recordatorios de que aquel castaño no era alguien normal. Aunque podía parecer simpático y alegre, de vez en cuando se dejaba ver de aquella forma: profundo, poderoso y enigmático. Contrastaba como el día y la noche. […]

Aquel lugar debía estar leyéndole los pensamientos a Robin, pues en menos de diez segundos el cielo perdió su luz, dejando a las constelaciones el encargo de decorar el firmamento en su ausencia.

"No lo sé." Contestó al rato el peliblanco, agachando la cabeza para observar el bello reflejo del ondulante océano. "Se arrojaron a los brazos del peligro sin la menor duda… Supongo que me sentí inspirado por ellos: ni siquiera sabían lo que estaba sucediendo pero ya se habían decidido a ayudar a quienes pudieran."

"Pero eso no fue todo." Añadió Lily, llevándose las manos a la cabeza mientras su sofá se deshacía en la superficie del agua, dejándole tumbado con las piernas cruzas, mirando al cielo y a las estrellas tintineantes. El asiento de Robin no tardó en imitarle, pero el estratega no se resistió, encontrando estimulante unirse a él.

"Te refieres a aquel sentimiento en mi pecho." Comprendió el peliblanco con calma. Tardó unos minutos en proseguir, pero Lily no le importó esperar, pues la vista sobre ellos llenaba el espacio con facilidad.

"Era una mezcla de miedo, excitación… y de algo más. Supongo que nunca sabré de dónde surgió, pero ahora sé claramente lo que era: el deseo de ayudar a los demás. Y por extensión, ayudar a Chrom a ayudar a los demás." Se rió Robin, apoyando la planta de sus pies sobre el agua.

Lily posó sus manos sobre la superficie, acompañado del sonido de la corriente. Una forma mucho más compleja emergió del agua. Una hamaca acuosa para cada uno, colgadas entre un par de palmeras transparentes. El sonido de la marea reanudó su ciclo, y antes de que Robin pudiera sorprenderse, estaban en una playa arenosa. Tanto las plantas como las cuerdas que les sujetaban cómodamente adquirieron color y grosor, consolidándose en el material del que solían estar hechos.

La luna por fin se asomó de detrás de unas nubes, derramando su misteriosa luz sobre la arena sedosa que les rodeaba. Aunque seguían en mitad del océano, la tierra bajo ellos era real de nuevo. Una pequeña mancha de color carne en mitad de la infinidad azul.

"Esa decisión fue sin duda la que decidió tu destino, Robin, Pero no se te ve nada arrepentido." Mencionó Lily con una de sus caras serias y analíticas, como si viera a través de su cliente.

"Porque no me arrepiento." Replicó el estratega, sin ni siquiera perturbarse. "Si tuviera que volver a tomar la decisión, haría exactamente lo mismo, aunque supiera que acabaría muriendo para destruir a Grima."

Un olor fresco y agradable les rodeó, eclipsando el sonido de las olas. Lily se levantó de su hamaca y se colocó debajo de Robin. Con un fuerte empujón, logró tirar al peliblanco en un ataque sorpresa.

"¿Pero qué haces?" Se molestó el asaltado, escupiendo la tierra que había tragado. ¿Y por qué había flores en su cara?

"¡Pilla pilla!" Sonrió el castaño antes de comenzar a correr hacia unos árboles cercanos. Robin se levantó lentamente del campo de flores que apareció bajo ellos cuando no se daba cuenta. Aun así, se sorprendió de ver que ni las palmeras ni las hamacas estaban ahí para cuando se hubo reincorporado.

"¡Pillado!" Le empujó Lily por la espalda, pegándole un susto de muerte al pobre estratega. Le acababa de ver entrar al bosque, por lo que no era posible que estuviera allí. … Pero, de nuevo, aquel extraño mundo no tenía ningún sentido.

El peliblanco inició su, por una vez, normal persecución tras el loco feliz, corriendo por el campo de flores. Todos los colores imaginables les rodeaban, y el valle se parecía extenderse sin fin. Estirar las piernas sin duda le ayudó a reavivarse.

La pantalla a los recuerdos fue apagándose hasta fracturarse, despedazando las piedras que limitaban su forma hasta que se convirtieron en polvo en arcas del viento. Las flores se quedaron tranquilas al recuperar su compartida soledad. Lily no tardó en invocar una jauría de toros bravos para que se unieran a la fiesta. Robin ya no le perseguía para atraparle y darle la paliza que se merecía, sino para que las malas bestias se enzarzaran con el responsable de todo aquello en vez de con él, pobre víctima de un misterio todavía por resolver.


Un día alguien *tosidos* me sugirió escribir algo sobre este otro mundo. Así llegué a plantearme la pregunta: Si yo hiciera una historia de Fire Emblem Awakening, ¿de qué la haría? Normalmente, todas las historias comienzan por el inicio, en plan, Validar… el otro Chrom… el Robin que fue consumido por su historia… No había forma en la que yo hiciera lo mismo. Simplemente no. Heh. Y por eso, ésta es mi respuesta.

Estaría guay que os guste esto. Sería… uf, no lo sabéis bien. Pero bueno. Os advierto que no soy… el típico escritor (tengo mis particularidades), pero de la locura nace la genialidad (¿de qué me sonará? *Mira todo lo que había escrito*)

Ahora que lo pienso, de eso se trata ésta historia más o menos. Locura, hasta el punto en el que cobra sentido. Como el lienzo en blanco, que de tanto ser observado pinta colores sobre su cuerpo para complacer a vuestros ojos.

No me gusta mucho coger los guiones que me dan los scripts sin más, así que conforme vaya apoderándome de las personalidades de los personajes me tomaré mayores libertades, pero nunca sin salirme de su esencia.

Oh, y como ya me conozco, porque me conozco, sé que acabaré describiendo las batallas tal y como sea necesario, y eso implica sangre y pupitas que tal vez no sean apropiadas para algunos ojos. u.u Me decanto por clasificar mi estilo 'T', pues no es como si me regodeara en el gore o procurase perturbaros con la monstruosidad, pero probablemente acabe siendo 'M' de un modo u otro. Sufriré nuevamente la censura del filtro, pero cada vez me importa menos. *Suspiro realizado*

En fin. Siempre es emocionante recibir feedback, y nos vemos en el próximo capítulo. *Introducción gloriosa con golpes de orquesta impresionantes* 'Guiño, guiño' & 'Codo, codo' han vuelto. (Tampoco he tardado mucho, pero fliparse es sano)


El disclaimer ese: de aquí, únicamente Lily es mío, así como el mundo en el que están. Los eventos y los personajes del mundo de Fire Emblem Awakening y su historia son de sus respectivos propietarios, mientras que la historia de lo que ocurre después del final del juego, es creación mía. Ya sabéis como son éstas cosas de los derechos de autor. Tenía que decirlo por algún sitio o algo, para que quede en constancia.