Bleach

Ichigo / Rukia

Advertencia: escenas de sexo, temas complejos. Las advertencias de siempre.


Capítulo X

—Encontré al padre de Ichika —soltó ella.

Lo único que sabía acerca de ese sujeto, era que no era él. No era que le quitara el sueño realmente, pero había preguntas a las cuales le gustaría darle una respuesta.

—¿Él sabe? —consultó.

No hablaban mucho el uno del otro. Él no lo hacía porque no había mucho que en realidad pudiera contar, y ella simplemente no era del tipo comunicativo, no obstante había cosas que necesitaban ser dichas.

—No —respondió —. Y no lo sabrá…

Estaba sintiéndose un poco incómodo y se puso en el lugar de ese hombre, ¿por qué ella tomaba una decisión como esa sin preguntarle primero a él si era lo que quería? Era… injusto…

—¿Crees que eso está bien? —inquirió él.

—¿A qué te refieres? —indagó Rukia.

—¿Por qué no se lo dijiste antes? —averiguó —. ¿Por qué no lo consideras una opción siquiera?

Ella estaba visiblemente incómoda y él lo suficientemente molesto como para ignorar que ella no deseaba profundizar acerca del tema. Sintió de pronto una repentina lealtad con su congénere, porque fue imposible no colocarse en su lugar… si él hubiese engendrado un hijo sería algo que le gustaría saber.

—Se suponía que él había usado protección —murmuró —. Y que yo era lo suficientemente experimentada para usar anticonceptivos.

No se sentía orgulloso, pero él mismo lo había hecho alguna vez. Sólo en ese momento le tomó el peso a lo irresponsable que eso había sido, y se sintió inseguro.

—No se suponía que un encuentro sin importancia trajera consigo la consecuencia que finalmente conllevó —explicó —. No quería verme atada a alguien a quien no se suponía no volvería a ver, ni yo tampoco quería ser la mujer que le arruinó la vida.

—¿Piensas que Ichika te arruinó la vida? —interpeló.

—¡No! —negó de inmediato —. Ella fue completamente inesperada, pero no me arrepiento de nada.

—Quizás el padre de ella pensaría lo mismo tú… —expuso.

Se quedó callada nuevamente, parecía estar reflexionando al respecto.

—Él se casó y tiene un hijo, y viene otro en camino —reveló —. Ya lo tiene todo: un buen trabajo, una casa, una esposa, dos hijos, dos gatos y un perro… ¿no sería peor que llegara de pronto a decirle sobre Ichika y desordenarle el mundo?

Era cierto que no había sopesado en sus circunstancias, pero la verdad es que él seguía pensando en que si fuera él, le gustaría saberlo de todos modos.

—¿Por qué no se lo dijiste desde un comienzo? —fue más a fondo.

Al parecer no obtendría una respuesta, porque pasó el tiempo suficiente como para asumirlo.

—No me corresponde a mi decirte qué hacer con tu hija —aceptó finalmente —. Pero te estás contradiciendo con lo que según tú quieres demostrarle a Ichika.

Ella se excusó diciendo que tenía sed, pero tardó tanto en regresar que se quedó dormido antes de que ella volviera.

.

Desde esa noche, la única noticia que había tenido de Rukia había sido a través de mensajes de texto. Él no la había llamado y tampoco había ido a su casa, y ella había adoptado las mismas medidas al parecer. Ninguno de los dos se había sentido cómodo con la diferencia de opinión y él, por primera vez desde que había descubierto que sentía algo más profundo por ella, no se sentía dispuesto a dar el primer paso para reconciliarse.

No había notado que era un día festivo y que parecía como si el día tuviera más horas de las que había estado consciente. En siete meses se había acostumbrado al ritmo que llevaba hasta hacía una semana, por lo que al otro día al seguir el fin de semana, decidió ir a la casa de su padre, donde se reunirían todos después de mucho tiempo.

Yuzu había quedado embarazada de un hombre al que no volvió a ver, sin embargo ella si le había dicho al chico, y él había escogido alejarse. Siempre creyó que lo mejor hubiese sido que ella volviera a la casa y aceptara la ayuda de él y su padre, pero ella desde el comienzo había decidido, mostrando una fortaleza antes desconocida, criarlo por su cuenta, aunque su padre y él la ayudaban con los gastos y Karin a la que se lo confiaba cuando tenía cosas que hacer. El niño tenía casi tres años y aunque lo quería, no estaba acostumbrado a tanto ruido y gritos.

Ichika no era ruidosa y era muy poco demandante. Siempre respetaba los espacios además, aunque por supuesto, ella era mayor, ¿siempre fue así de tranquila o se calmaban con los años?

—Onii-chan —habló Yuzu —. ¿Por qué estás tan callado? Bueno… "más" callado de los usual.

Era cierto que él no se caracterizaba por ser alguien comunicativo, pero de algún modo no se estaba sintiendo agradado y era evidente que aquello era apreciable.

—Disculpa, estoy algo cansado por el trabajo —mintió.

Su sobrino impidió que pudieran profundizar sobre el tema y junto con eso que la mentira se agrandara. Sus pensamientos estaban a kilómetros de distancia de donde se encontraba su corporeidad.

La tarde se vio más tranquila una vez que su sobrino cayó profundamente dormido luego del almuerzo y agradeció la calma y el silencio.

—Estoy saliendo con alguien —anunció Yuzu.

Él tenía plena consciencia de cómo eran los hombres en relación a las madres solteras, por lo que no pudo dejar de inquietarse, pero antes de que pudiera decir algo, ella se le adelantó.

—Karin lo aprueba —se defendió.

Karin tenía un excelente sentido en cuanto a personas se refería. Nunca se había equivocado antes en su juicio, por lo que por esa parte se sintió algo más relajado. De hecho ella fue la primera en decirle a su hermana que ese novio que la había embarazado y luego dejado, no era una buena persona, pero Yuzu no la escuchó cuando se lo advirtió, y tal como dijo tras ese hecho, no volvería a ignorar su intuición.

—¿Él lo sabe? —preguntó —. Acerca de lo que ocurrió antes…

—Sí… —dijo lacónica —. No es algo que una mujer pueda ocultar por demasiado tiempo, la verdad.

Era cierto, las mujeres en ese sentido estaban en una ambivalente "desventaja", porque también aquello terminaba siendo algo bueno porque no había nada que un niño quisiera más que a su madre.

—¿Y tú, Ichi-nii? —preguntó Karin —. ¿Estás saliendo con alguien?

Pensó en Rukia y en esos siete meses de relación que hasta antes de ese altercado, no podían ser negados. Sería una falta de respeto hacia ella, y hacia el mismo.

—Sí —admitió por primera vez —. Desde hace algun tiempo salgo una mujer.

No respondió acerca de detalles que su familia demandaba saber, y no pudo dejar de pensar en que tal vez había estado buscando algo para distanciarse de Rukia e Ichika. Las cosas estaban yendo demasiado bien antes de eso… ¿se estaba volviendo todo demasiado serio y buscó una excusa para escapar? ¿Era él la clase de hombre que despreciaba?

Había sido una charla amena, hasta que el pequeño hijo de Yuzu despertó y dificultó cualquier la comunicación, al punto de hacer insostenible una conversación.

—Me voy —anunció Ichigo.

—¿No te quedarás a dormir? —preguntó su padre con tristeza.

—Lo siento, dejé trabajo pendiente —justificó.

—¿O echas de menos a esa mujer misteriosa? —lo molestó su padre.

Él simplemente respondió con una sonrisa, pero a su padre le había bastado. En realidad era eso más que el trabajo.

—Regresa pronto, pero no lo hagas solo —pidió —. Quiero conocer a la mujer que mi hijo escogió.

Seriamente aquello le llevó a preguntarse si eso se daría eventualmente, porque como estaban las cosas no estaba seguro…

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"Le dije al padre de Ichika acerca de ella"

El mensaje había llegado justo en ese momento en el que si cedía, caería profundamente dormido, pero eso no sucedió, porque rápidamente relacionó que era muy posible que fuera un mensaje de ella.

"¿Y qué dijo?"

De algún modo que ella lo contactara era todo lo que había estado buscando, porque tan pronto leyó la pregunta acerca de si estaba ocupado, no tardó en ir tal como estaba vestido a casa de Rukia, quien lo recibió con una sonrisa y que tras una sesión de sexo rápido y necesitado en el salón, ella le explicó la razón por la que no se había contactado antes: Ichika se había enfermado, y Rukia aun con el brazo algo delicado, había podido encargarse de todo: de su trabajo, su hija, los problemas que le concernían, y todo lo demás…

Él, simplemente no era necesario en sus vidas. Podía estar o no y ellas estarían bien y era duro darse cuenta de que su presencia era irrelevante, aunque a su vez era un alivio el saber que podía valerse por sí misma…

—Tenías razón acerca de lo del padre de Ichika… —confidenció de pronto —. No era una decisión que me concerniera a mí.

Tenía algo de curiosidad, pero no estaba seguro de si debía seguir indagando.

—Él dijo que económicamente estaba dispuesto a pagar por la manutención, si es que la prueba de paternidad resultaba positiva —explicó.

El sujeto no le había creído, y es que en los tiempos actuales se veían ese tipo de cosas.

—En realidad… yo no necesito ese dinero —aclaró —. Yo sólo quería que ella no tuviera dudas de su origen, y que lo conociera, pero eso él no está dispuesto a hacerlo. Tiene a su familia… ¿y sabes? Lo entiendo. No tengo derecho a de pronto perturbar su vida.

También era capaz de colocarse en su lugar en ese aspecto, y se alegró que ella lo mirara de esa manera. Ella había podido hacerlo bien sola, estaba completamente seguro de que continuaría lográndolo.

—Al menos ya no tendrás que llevar la carga de haberle negado la paternidad… cuando llegue el día, Ichika tomará la decisión sobre qué hacer —agregó él —. Él se la pierde.

—Ni siquiera puedo culparlo por no creerme —se lamentó ella —. Yo misma me hice la fama, aun cuando me malinterpretaran…

Ella estaba consciente de que su comportamiento lucía más promiscuo de lo que había sido en realidad, y que eso era exclusivamente porque ella había buscado esa imagen.

—Muchos hombres mienten acerca de hasta dónde llegan con las mujeres para ganar el respeto de sus pares —implicó —. Y en realidad, hablar de ello y jactarse hace que frente a quien realmente importa mostrar esa supuesta hombría decrezca.

—¿Quiénes? —preguntó insegura.

—Las mujeres —clarificó —. A ellas no les gusta saber que se habla de ellas y hasta donde permitieron avanzar…

Rukia lo abrazó, gesto poco usual en ella cuando no estaban teniendo sexo, por lo que se paralizó unos segundos, pero después se relajó.

—A veces creo que tú eres más capaz que yo de ver lo que es mejor para mi hija —manifestó —. Gracias…

Era evidente que ella notaba sus carencias, pero después de haber conocido su historial familiar, ¿qué más le podía pedir? Había sido traicionada por quienes se suponían eran personas incondicionales. Era todo un logro que resultara ser quien era.

—Creo que no puedo llevarme el crédito, me puse en el lugar de él no imaginando que él no pensaría como yo. No deseo tener hijos todavía, pero si los tuviera es algo que no podría ignorar —reconoció —. Sé que no es raro en los hombres simplemente no asumirlos, y me da en realidad mucha vergüenza que así sea…

Había decidido que siempre le diría la verdad con las palabras que correspondían y sin suavizarlas. Rukia era fuerte y podía soportarlo. Era lo que más le gustaba de ella después de todo.

—De verdad me hubiese gustado que fueras tú… —susurró.

Ya se lo había dicho una vez, pero en ese momento escucharlo fue increíblemente agradable y tranquilizador, aunque ella lo había dicho posiblemente sin siquiera darse cuenta y sin ánimo de que se enterara. Él profundizó el beso que ella había comenzado, y una segunda sesión, menos impulsiva, tomó lugar, en esa oportunidad en la comodidad de la habitación de ella…

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El padre de Ichika había recapacitado, y sin la prueba de paternidad, con tan solo verla en persona la reconoció como suya, y es que hubiese sido un descaro no hacerlo, porque la niña se parecía mucho a él de no ser por las finas facciones que había heredado de su madre; el fenotipo era claramente heredado de él.

La situación se complicó cuando Ichika se negó de plano a aceptar a ese tipo, y salió corriendo antes de que él se le acercara lo suficiente. Ella lo supo sin que siquiera se lo explicaran. Él se había presentado sin aviso, justo en el momento en que ellos estaban regresando de haber ido a cenar fuera.

Rukia se había quedado un tanto choqueada, pero él reaccionó y fue tras la niña, que era sorprendentemente rápida.

—¿Estás muy apurada? —le indicó cuando la sujetó de la ropa justo antes de cruzar una avenida.

La había detenido, pero ella había dado muestras de lo que él sabía desde el primer encuentro: Ichika además de rápida, tenía la mano muy pesada y cuando se cansó de intentar golpearlo luego de haber acertado el primer puñetazo. Ichigo le indicó que caminaran, ya que la luz había cambiado a verde, y los transeúntes comenzaban a mirarlos extrañados.

—¿No me harás regresar? —preguntó ella desconcertada

Habían estado caminando hacia el lado contrario de donde ella vivía.

—¿Quieres un helado? —le ofreció.

Estaban frente a la heladería que él sabía era la que Ichika más visitaba, sin embargo Rukia los tenía terminantemente prohibido a esa hora, pero no le importó. La situación ameritaba una estrategia, y si podía contentarla con un helado, ¿qué más daba?

—Pero mamá dice que… —justificó.

—No tiene que saberlo —le cerró un ojo.

La vio batallar internamente, sabía que estaba manipulándola colocándola en una encrucijada.

—No… mejor no… —rechazó el ofrecimiento.

Ella era una buena niña, obediente a pesar de portarse rebelde en algunas ocasiones.

Finalmente ella accedió a que le comprara una gaseosa en la tienda de conveniencia que estaba cerca.

—Tú querías conocerlo —aseguró él —. ¿Por qué huiste?

No estaba seguro de si debía evitar el tema o enfrentarlo o siquiera si él era la persona idónea para ello, pero era quien estaba con ella, y no podía esperar a que la conversación la iniciara Ichika.

—Leí un mensaje que tenía mamá acerca de que él no quería conocerme —susurró.

Debía hablar con Rukia y decirle que fuera más cuidadosa, los niños a veces se enteraban de cosas que no deberían.

—Él no sabía de tu existencia —le explicó —. Probablemente lo haya tomado por sorpresa… ¿sabes? Los adultos no somos perfectos y tampoco estamos preparados para todo. Cometemos errores todo el tiempo y nos equivocamos más de lo que quisiéramos.

—Yo quizás no sea la hija que él quisiera tener —expresó con tristeza.

No supo qué decir, estaba seguro de que no era por su causa, pero no quería tampoco hablar sin saber. Ya se había dejado llevar una vez por el súbito apoyo a un congénere desconocido, y había salido trasquilado.

—¿Quieres volver? —le preguntó.

—No, todavía no —pidió —. ¿Podríamos seguir caminando cuando termine la lata?

Ichigo observó como movía inquieta sus piernas y como la mano que no sostenía la lata, en los nudillos estaba muy apretada, parecía tranquila, pero no lo estaba en el fondo. Esa niña, si no fuera por la imposibilidad de regular esos impulsos, tendría el semblante de un adulto frente a una mala situación.

Para cuando regresaron, traía consigo a Ichika durmiendo sobre su espalda, cubierta con su ropa. Temió que se enfriara y se enfermera nuevamente, por lo que había usado lo único que tenía para cubrirla.

Pudo escuchar los pasos apresurados de Rukia para abrirles la puerta del otro lado, y él se dirigió a la habitación de Ichika, a quien le quitó los zapatos y cubrió.

—Gracias por cuidar de ella —musitó ella —. Por estar ahí cuando te necesité…

Él asintió, y le indicó que salieran de la habitación. En lo que al respectaba, Ichika podía estar perfectamente fingiendo el estar dormida.

—No pensé que reaccionaría así… —le explicó —. Pero fue culpa de Renji por aparecer de esa manera. Ni siquiera pude prepararla…

—¿Por qué no me habías dicho que él era el padre? —consultó.

Lo ubicaba del tiempo que estaban en el instituto. Él había sido uno de los novios de Rukia.

—No estaba segura de que lo conocieras —explicó —. Lo de él y yo fue algo de una sola noche, si no hubiese quedado embarazada, nunca lo hubiese vuelto a contactar. Si hubiese tenido más experiencia habría estado alerta de que bastaba sólo una ocasión para concebir una vida.

—Todos habríamos hecho las cosas mejor de haberle tomado el peso a las consecuencias —sonrió —. Además, no tienes que darle vueltas a eso, porque a causa de eso Ichika existe.

—¿Siempre sabes qué decir? —consultó ella —. Llegas a ser molesto.

—¿Sí? —interpeló él —. No pareces enojada…

—Porque es también algo sexy —aceptó —. A algunas personas nos cuesta el ser empáticas y a ti te sale tan natural que es algo exasperante.

Ella se rio, y él también, posteriormente le ofreció un té que no estaba deseando pero que terminó por aceptar. La noche estaba fría.

—¿Qué acordaron finalmente? —quiso saber.

—Él le dijo a su esposa de la existencia de Ichika —reveló —. Y ella insistió en que debía conocerla cuanto antes y hacerse responsable.

—Suena como una buena persona —comentó.

—Él dijo que no forzaría la relación, que a medida que Ichika lo conociera le presentaría su familia y a sus medios hermanos —explicó —. No quiere abrumarla y pienso que es lo mejor también.

—Démosle tiempo al tiempo —acotó.

—Va a ser difícil dejarla ir —se entristeció —. Por años hemos sido solo las dos…

Rukia todavía no lo contabilizaba, pero no le daría importancia. Si dentro de un tiempo seguía haciéndolo se preocuparía; ella era la clase de persona que no creía en las palabras, sino en los hechos y estaba en él demostrarle que había tomado una decisión que la incluía a ellas.

—Voy a estar a tu lado —aseguró —. Del de las dos.

La mirada que ella le dirigió le dio a entender que quería creer en ello también.

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—¿Trajiste todo? —preguntó.

—Sí, eso creo —respondió.

Observó que Ichika se despedía con la mano de sus medios hermanos.

Habían pasado nueve años desde la súbita aparición de su padre, y tal como lo habían estipulado, ella poco a poco se fue acercando a esa familia, y pasaba las vacaciones con ellos.

—Este no es el camino a casa —notó ella.

—Tienes razón —confirmó él —. Hoy nos iremos a pescar tú y yo.

La expresión de Ichika cambió de inmediato. Se alegró al oírlo.

—¿De verdad? —preguntó.

—No pudimos antes porque yo tuve que viajar y cuando regresé ya habías venido hacia acá —le recordó.

Era una clase de tradición adoptada un día que Rukia no había podido cumplir con su palabra de salir con ella, y él se la llevó con él. Ninguno de los dos había pescado antes, ni siquiera estaba seguro de cómo habían llegado ahí, simplemente condujo hasta ese lugar, y desde entonces iban un día de pesca, pero desde que ella estaba creciendo siguió preguntándose si esa era la clase de cosas que quería hacer.

—Aunque eso es si quieres —explicó él —. No tenemos que seguir yendo…

—¡No! ¡Yo quiero! —reconoció.

Pasaron la noche en la cabaña, y temprano en la mañana comenzó la pesca, de la que no obtuvieron nada.

—Compraremos pescados antes de irnos —sugirió él —. Prometí llegar con pescados, pero nunca dije que serían los que nosotros atraparíamos.

Ichika se rio burlonamente, pero estuvo de acuerdo en guardar el secreto.

—Creo que me gusta alguien —confesó Ichika.

¿Había pasado tanto tiempo ya? Ya poco quedaba de la niña que podía ser confundida con un chico, era lo normal, pero no dejaba de sorprenderlo.

—¿Y sólo lo crees o estás segura? —profundizó.

—Me gusta —admitió.

Ella ya tenía quince años, y cumpliría dieciséis pronto. Una edad, que en lo que a él respectaba, era peligrosa.

El camino se hacía monótono, y además de árboles solo los carteles promocionales ensuciaban la vista de un paraje en donde no se observaban residencias cercanas.

—¿Y él? —quiso saber.

—Somos amigos —admitió.

Detectó algo sospechoso en su voz, por lo que ignorando la incomodidad, tenía que hacer la tan temida pregunta.

—¿Tengo que darte la charla? —le preguntó.

—Por favor, no —dijo sonrojada.

—Gracias —soltó él con alivio.

Con los años, Ichika y él se fueron acercando. Él le había prometido un día que Renji no fue a buscarla aun cuando era su turno, que nunca le mentiría y se había apegado a su palabra, y él le pidió a ella lo mismo.

Con la llegada de sus propios hijos él procuró jamás dejarla de lado y no hacer diferencias, lo cierto era que había resultado algo fácil de hacer. No lo decía, pero a veces sus hijos eran demandantes y ruidosos, a diferencia de ella, que prefería jugar en su habitación.

—Llegamos —la despertó.

Ichika era la peor copiloto, siempre se quedaba dormida.

—¿No irás conmigo? —consultó ella dudosa.

—No… —respondió —. El fin de semana vendré por ustedes.

—Ichigo… tú no tienes que llevarme a mí también —dijo con tristeza.

—¿Por qué? ¿No quieres ir? —preguntó.

—Porque ya no estás con mi mamá —respondió —. Ya no tienes que forzar esto.

Era cierto, desde hacía un año y medio que se habían separado, pero que lo dijera de esa manera lo hacía sentir decepcionado. Su relación era independiente de la que tuviera con Rukia.

—Si no quieres ir no vayas, pero no te justifiques en cosas que no tienen sentido —interpeló molesto.

Aceleró y rápidamente se alejó. ¿Ella no entendía que una cosa no tenía que ver con la otra? ¿Cómo podía demostrarle que si bien no era su hija biológica la quería tanto como a los que sí lo eran?

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Despertó con el sonido del teléfono. Miró a través de la ventana y se podía apreciar que seguía siendo de noche, por lo que rápidamente despertó al pensar que podía ser una emergencia, dado que al mirar la pantalla pudo ver el nombre de Rukia.

—¡Rukia! ¿Está todo bien? —averiguó con preocupación.

—Algo —respondió —. Ichigo… ¿qué pasó con Ichika?

Tras contarle lo ocurrido, ella solicitó que conversaran en persona.

Sabía lo que eso significaba. Sexo.

Estaban separados, pero seguían acostándose. La única diferencia era la frecuencia, por eso cuando se daba la ocasión, la aprovechaba sin titubear.

—¿Vienes tú o voy yo? —demandó saber.

—Yo voy —contestó ella.

No pudo evitar que su corazón latiera más rápido.

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Ella tenía las piernas abiertas, y él estaba frente a ella. Le gustaba hacérselo más de lo que a ella le gustaba recibirlo. Ella decía que era tanta la estimulación que temía no poder controlar lo que pudiera salir.

A él le daba igual. Ella se lo chupaba a él de una manera que nunca ninguna otra logró que no la recordara y no evocara su recuerdo. Ninguna nunca supo usar la lengua como ella lo hacía, y con el tiempo ella sólo se volvió mejor.

Esa admiración que sentía por ella, quería que ella la sintiera por él. Que nunca ningún otro la hiciera sentir igual.

—Ichigo… —se quejó —. Quiero acabar, pero contigo.

Antiguamente Rukia hacía de todo para postergar la penetración, pero él había logrado revertir la reacción involuntaria que unas palabras equivocadas habían hecho mella en su mente, porque claramente no había problemas con su cuerpo. Ella disfrutaba tenerlo dentro de ella tanto como a él le gustaba sentirse albergado. Todavía le costaba trabajo no acabar tan pronto lo metía, y le gustaba. No creía que esa acción no conllevara un esfuerzo adicional jamás.

—¿Ya vas a acabar? —se burló ella.

—No, ¿quieres que lo haga? —rebatió.

Rukia se movió, y con una facilidad envidiable se colocó sobre él, guiando el ritmo que ella necesitaba, no el de él.

Estar en esa posición le permitía ver su rostro, el movimiento de su pelo y de sus pechos que habían crecido tras los embarazos posteriores. Se habían caído también un poco, pero a él lo excitaba más saber que la razón de que eso sucediera era porque él la había fecundado. Esa mujer les había dado vida a sus tres hijos.

—¿Estás cómodo abajo? —inquirió ella.

No había estado colaborando tras perderse en sus pensamientos, y ella siempre se daba cuenta, y nunca lo dejaría pasar.

—Sé cómo podría estarlo más —aseguró.

—Muéstrame —lo invitó.

Se movió y quedaron apoyados de costado, lo que le permitió una penetración muy profunda.

—¿Conforme? —averiguó.

Ella no respondió, pero sabía la respuesta. Ellos no se besaban demasiado mientras tenían sexo, pero se detuvo unos segundos para hacerlo, y no mucho después acabaron ambos, con unos escasos segundos de diferencia.

Usualmente Rukia no se quedaba a dormir, por lo que le extrañó que se acomodara a su lado en vez de vestirse para marcharse.

—¿Esperas a alguien? —quiso saber.

—No —negó.

—Entonces dormiré aquí —le informó —. Estoy cansada…

No parecía mentira, porque su esperanza de repetir se esfumó a los pocos minutos después, cuando ella sin consideración ocupó más espacio del que su tamaño requería, lo que fuera de molestarle le causó mucha gracia.

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Desde hacía tiempo que no lo despertaba algo distinto al teléfono, ya fuera la alarma o las llamadas de broma que sus hijos solían hacerle temprano por las mañanas, despertó con la suave y cálida mano de Rukia en su mejilla.

—Casi no te mueves al dormir —habló finalmente —. Tuve que tocarte para saber si estabas vivo.

—No es lo único que despertó —indicó.

Rukia miró hacia abajo, comprendiendo el mensaje.

—Parece que estás de buen humor —sonrió ella.

—Siempre puedo estarlo más —afirmó

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Se sentía algo tímido, tras despertar Rukia lo invitó a tomar desayuno a su casa. Ellos no mostraban ante sus hijos que continuaban en contacto para no crear expectativas en ellos, pero ese día ella insistió y él cedió.

Se sentó y poco después apareció Ichika, sin mirarlo a los ojos.

—Buenos días —la saludó.

Ella se acercó a él de manera nerviosa y dudosa y murmuró algo que no entendió.

—Discúlpame por haber sobrereaccionado ayer —espetó —. No debí molestarme, pero no me gustó oír lo que dijiste; tú nunca has sido una molestia para mi.

La muchacha se quedó callada y sonrojada, sin poder mirarlo a los ojos.

—¿Sigues molesta conmigo? —preguntó preocupado.

Miró a su alrededor y estaban solos. Rukia había desaparecido, pese haber estado ahí pocos minutos antes.

—Quiero ser Kurosaki —murmuró.

—¿Qué dijiste? —quiso saber —. No te entendí bien.

—Quiero ser tu hija —pidió llorando.

Ichika tenía un carácter voluble a veces, como todo adolescente, pero no solía llorar.

—Lo eres —aseguró.

Ella negó con fervor.

—No… yo… ¡Quiero tener el mismo apellido de mis hermanos! —dijo con voz aguda.

Quedo perplejo y sin saber qué decir.

Ichika no tenía el apellido de su padre, sino el de Rukia. Nunca preguntó por qué no habían hecho el cambio. Lo que ella estaba diciendo lo tomó por sorpresa, porque no creía que le importara.

—Ichika, tu padre se puede ofender y un apellido no cambiará nuestra relación –insistió.

—Ya lo hablé con él y no le molesta —refutó su argumento —. Él seguirá siendo mi padre, pero tú… tú eres mi papá, Ichigo.

Nunca se había sentido tan emocionado en su vida. Él nunca le pidió que le dijera de manera distinta y siempre había sido "Ichigo". Sus hijos le decían "papá" todo el tiempo, pero era porque él lo era, no había elegido serlo. Era un sentimiento diferente.

—¿Estás segura de que es lo que quieres? —reiteró.

Ella hizo demostración su carácter fuerte por primera vez en ese día.

—Sólo si es lo que tú también quieres —respondió mirando hacia otro lado con los brazos cruzados —. Mamá dijo que estaba de acuerdo si ambos lo queríamos.

Él quería; amaba a esa niña, a pesar de los problemas que tuvieron en el comienzo y los que surgieron a través del tiempo.

—No pedimos conocernos, pero hiciste de mi vida algo mejor —reconoció —. Y a pesar de que tú y mamá en teoría no están juntos, nunca me dejaste de lado, aunque nada te ataba a mí: me llevabas a las salidas con mis hermanos, me comprabas regalos, me llevabas al médico, me ibas a buscar a la escuela cuando llovía sin que te lo pidiera y te desvelaste fines de semanas enteros conmigo explicándome los ejercicios de matemática cuando casi pierdo el año...

Recordó cuando él no se sentía necesario en sus vidas, y el haber oído de ella lo que pensaba de él era algo… lindo; no lo había hecho esperando recompensa, simplemente le había nacido.

—Espera… —requirió él.

Ella lo miró cansina.

—¿A qué te refieres con "en teoría no están juntos"? —investigó suspicaz.

—¿Quién crees que cuida a los monstruitos por las noches? —dijo con obviedad —. Aunque nunca se han dado cuenta de que mamá no está…

El sonrojado en esa oportunidad fue él, y Rukia entró en la habitación poco después.

—Ichika, ve a vestirte —pidió ella.

Ella bufó y se encaminó hacia la salida de la cocina.

—Aprovechando que irán al a por lo del registro, ¿por qué no se casan también? —implicó ella —. Se ahorrarán un viaje y se desgastaran menos tratando de fingir que no están juntos.

Rukia y él se miraron algo sonrojados, porque a ella no habían podido engañarla y de hecho colaboraba con sus encuentros furtivos.

—Tuve que decirle —admitió ella —. Creía que veía a otro hombre y no le gustó que alguien ocupara tu lugar.

—Parece que tengo una fan —se burló.

—Una que has ganado tú solo —dijo con seriedad.

—¿De verdad está bien convertirla en mi hija de manera legal? —preguntó.

—Ella te escogió y yo no tuve nada que ver al respecto —reveló —. Averiguó si se podía y habló con Renji además.

—No tengo palabras… —dijo conmovido.

—Bueno, eso sí es una novedad —sonrió.

Él se acercó a ella y la besó. Había tenido la intención de que fuera sólo un roce de afecto, pero había terminado siendo algo que sus hijos habían terminado observando boquiabiertos.

—Les conté la novedad —dijo Ichika sentándose de manera poco educada en la mesa.

—¿Es cierto que papá volverá a vivir con nosotros? —interrogó entusiasmada Rui.

Rukia miró con molestia a Ichika, que no se dio por aludida mientras mordía una manzana.

—¿Papá es verdad que se casarán? —insistió el menor de los niños.

Ellos no habían registrado su matrimonio, por lo que cuando se separaron, simplemente acordaron vivir en casas separadas.

—Le dije a su padre, pero él todavía no está seguro —esquivó la respuesta ella.

Lo había traicionado de último minuto y no se lo había esperado. Demasiadas sorpresas para ser tan temprano en la mañana.

—¿Podrían decirle por qué lo queremos acá? —alentó Rukia.

—¡Porque cocina mejor que mamá! —soltó Rui.

—¡Porque sabe matemáticas! —apoyó Takeru.

Ichigo sonrió.

—¿Ves? ¡Eres el mejor! —sustentó Rukia son sorna.

—¿Y tú por qué me quieres acá? —preguntó inseguro.

Ella se acercó a su oído y susurró:

—Porque sin ti la vida se siente incompleta —aseveró.

Pocas veces ella decía cosas significativas, y a él le gustaba el hecho de que no fuera cursi. Ella nunca respondía como se suponía que lo hiciera.

Desde siempre lograba descolocarlo.

—Quédate con nosotros, papá —pidió Ichika.

Los niños la quedaron mirando sorprendidos, porque siempre les llamó la atención que ella no lo llamara como ellos. No comprendían del todo que ella tuviera "dos padres" y ellos no.

Sí, él se quería quedar con ellos, porque de hecho le costaba recordar por qué se había ido en primer lugar.

—Acepto —dijo él.

Tras eso todos desayunaron de muy buen humor, aunque él parecía ser el único sin apetito, estaba satisfecho de algo distinto a la comida, que no dejaba espacio para nada más.

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—¿Pensaste algún día cuando me descubriste viendo porno que terminaríamos así? —inquirió él.

—No, pero eso debió indicarme que posiblemente tenías el material suficiente como para embazarme —dijo molesta —. Fui testigo de eso. Debió ser una advertencia.

Por tercera vez, y cuarta para ella, se encontraron frente a una pantalla observando donde se suponía había un bebé. Él nunca logró ver algo más que unas manchas, especialmente cuando era un embarazo temprano como ese.

—Suenas molesta, pero yo no te obligué en ese entonces y no lo hago ahora —se defendió.

—Yo fui la empezó todo, ¿no? —consintió.

—Y yo me dejé —aceptó.

—La responsabilidad es compartida —convino.

—Y nuestra compatibilidad sexual abrumadora —agregó él —. Los adultos se hacen cargo de sus actos, y yo acepto a esta nueva consecuencia con alegría.

—Recuérdalo cuando tengamos llantos y cambios de pañales por las noches —le quitó el romanticismo ella.

Habían pasado años, habían sido poco constantes, inseguros e inmaduros. A él le había costado asumir sus sentimientos por ella, pero para cuando lo hizo siempre tuvo claro qué era lo que quería.

—No me arrepiento de nada —manifestó ella.

—Yo tampoco —avaló él —. Jamás podría…

Entonces él supo que ella también estaba alegre con la noticia, era que le costaba ser más sincera, pero eso él lo sabía y le gustaba ser capaz de darse cuenta de que podía leer el comportamiento poco claro de ella.

Cuando el médico le solicitó a ella que se fuera a limpiar el exceso gel al baño, le habló a modo de consuelo.

—No se preocupe, a algunas las toma por sorpresa y después se contentan —infirió.

—Ella está entusiasmada —afirmó —. Está complacida con la noticia.

El médico lo quedó mirando extrañado, sin creerle lo que él aseguraba tras ser testigo de su rostro inexpresivo y se encogió de hombros a modo de respuesta.

Sí… definitivamente se sentía feliz de haber sido el único al que ella le dio la oportunidad de conocerla, pero eso nunca ningún otro ser humano podría entenderlo y no tendrían nunca una idea de lo que se perdían...

Fin


Muchas gracias por seguir esta historia hasta el final, independiente del grosero lapsus de tiempo que me tomé en los últimos capítulos.

Lamento la tardanza, pero acá está como prometí el final.

Es una historia muy distinta a las que he escrito antes, lo sé.

¿Me ayudan a llegar a los 100 reviews?

Hasta pronto, prometo seguir con las otras historias pendientes :)