Disclaimer: Harry Potter no me pertenece, es autoría completa de J.K Rowling. Yo solo uso sus personajes para fines de entretenimiento y sin ánimo de lucro.

SUMMARY: Tras la muerte del esposo de Hermione Granger, Draco Malfoy, el mejor amigo de infancia de éste, Theodore Nott, comienza a visitar a la viuda con la esperanza de volver a construir entre los dos, aquello que la vida les quitó.

ADVERTENCIA: Este fic está catalogado como M pues aparecerán situaciones donde se pondrá en duda lineamientos morales versus deseos propios, situaciones de sexo explícito. Sí eres sensible a este tipo de temas o eres menor de edad, ésta no es tu historia.

FUEGO AZUL

Capítulo 1: Aquello que se quebró

Hermione Granger, estaba sobre el fregadero de su casa vomitando lo que quedaba del consomé de pollo que había tomado a la fuerza hace cinco minutos. Era su primera noche en completa soledad. Nada se había cambiado de lugar y hasta había flores frescas en el horrible jarrón verde de la sala. Su casa de dos pisos permanecía intacta.

Los cuadros no habían sido descolgados, la ropa estaba perfectamente planchada y la nevera abarrotada para un mes.

No era como si hubiese muerto nadie. No era como si su esposo hubiese muerto. Lo trágico del asunto era que eso era lo que sucedía, él había muerto.

Aún tenía el traje negro del funeral y los zapatos nuevos le tallaban en aquél punto en donde Aquiles tenía escondida su debilidad. Podía sentir una naciente ampolla palpitando.

Un par de brazos la rodearon, sobando su espalda, brindándole el apoyo que necesitaba para terminar de trasbocar.

−Tranquila−susurró Harry.

La mujer asintió, tratando de respirar profundamente. Le dolía demasiado el pecho por el esfuerzo de cada arcada. Apretó con fuerza el borde del fregadero, mientras su amigo abría la llave y el agua se llevaba todo a su paso. El sonido la tranquilizó y aprovechó de paso para llevarse un sorbo a su boca; humedeció sus labios secos e hizo un buche para limpiarse.

Harry Potter, "El niño que vivió", con un par de ojos verdes veía a su mejor amiga tras sus gruesos lentes. Le pasó un trapo de cocina para que se limpiara y mientras, le sirvió un vaso de agua fría. Arrancó unas hojas de menta, que yacían en una matera en una hilera del mesón, y las echó ahí. Revolvió un poco y se lo ofreció.

−Gracias, Harry.

−Despacio.

La mujer se sentó en una de las sillas de la mesita que había en la cocina. No era grande, solo tenía cuatro puestos y era redonda. Hermione bebió de a sorbo, mojando sus labios por largo tiempo antes de pasar el trago por la garganta.

Harry tomó su mano fría para acariciarla, viéndole con mucha tristeza. Ella prefería no mirarlo. Era más fácil mirar el vaso. Era más fácil no mirar a los ojos de nadie. Las cosas no le devolvían sentimientos o sensaciones. Así, en su estado, era mucho mejor. Quería anestesiarse para no caer en ese va y ven infinito. En aquél que no le permitiría seguir adelante; ese ir y venir de un sentimiento irreconciliable donde las náuseas la atacaban.

−Mione, hablé con tus padres y dicen que te esperan en su casa.

Ronald Weasley, con sus intensos cabellos rojos largos hasta la base de la nuca, prendió las luces del primer piso. Cerró las cortinas y fue directo a la cocina, donde sacó una jarra de leche de la nevera, té de una gaveta y unos bollos blandos de una cesta. Sin hacer más comentarios, comenzó a hervir la leche y dispuso el pan encima de un plato para compartir entre los tres.

−No quiero ir con ellos−respondió Hermione quitando su mano del agarre de Harry para refregar su cara.

−Nos quedamos entonces−le contestó en tono cortante Harry.

Hermione negó con la cabeza tomando un poco más de agua. −Tienes dos hijos de cinco y cuatro años. Ginny está por dar a luz y no se puede quedar sola.

−Yo no llamaría "estar sola" a compartir espacio con George, mamá, papá y el insípido de Percy− intervino Ron buscando el azúcar.

−Yo solo quiero estar acá−musitó Hermione entrelazando sus manos sobre la mesa. El escozor de su garganta comenzó a picarle, subiendo rápidamente a sus fosas nasales. Podía sentir el escozor de las lágrimas en sus ojos. Le dolían demasiado.

−Pero, Mione…−atajó el pelinegro tratando de volver a poner su mano sobre las de ella.

− ¡Si me voy, es como si lo dejara! −gritó Hermione, callando un momento para arremeter a llorar de nuevo.

La mujer llevó sus manos al rostro para que no la vieran. Era ridículo, pero no quería que la observaran derramar esas lágrimas tan amargas. Le dolía la cara, sentía que se le salían los ojos por la hinchazón. Pensó que ya había cubierto su cuota diaria de llanto, pero no. Ahí estaba.

Draco Lucius Malfoy, había sido su esposo durante tres años. Decir que su relación había sido un lecho de rosas era mentir. Habían sido enemigos acérrimos desde niños; incluso, habían batallado uno contra el otro, cuando Voldemort ascendió y se desató la Segunda Guerra Mágica. Había sido torturada frente a sus ojos y él mismo le había hecho la vida imposible.

Pero luego el tiempo pasó. Con la violencia finalizada y los sobrevivientes luchando por rehacer sus vidas, ambos regresaron a Hogwarts y la amistad nació. Una amistad encantadora que se convirtió en noviazgo y de ahí en matrimonio. Una relación que había terminado con un: "hasta que la muerte los separe".

El dolor era demasiado. Incluso, años después de tanto odio, éste los había alcanzado de nuevo. Draco había sido la víctima esta vez y en definitiva, nada se logró.

Estaba cansada físicamente, quitando de lado la amargura, su cuerpo necesitaba recargar energías. Ese día había sido el velorio en la Mansión Malfoy. Fue eterno y cada segundo había sido como una puñalada a su alma. Narcissa Malfoy había permanecido con un velo negro sobre su rostro, pero Hermione sabía que no había parado de llorar. Se llevó siempre un pañuelo de seda blanco debajo del tul. Uno que le vio cambiar varias veces en el transcurso del día.

La Mansión Malfoy, un lugar que detestaba, había estado más oscura y lúgubre que de costumbre. Todos los que asistieron al funeral vestían de negro, con túnicas ridículamente extravagantes y rimbombantes. Sombreros gigantes y capas tan largas que limpiaban el suelo por donde pasaban. Todas las familias sangre pura asistieron, así como la gran mayoría de funcionarios del Ministerio. Blaise Zabini, Pansy Parkinson, Daphne y Astoria Greengrass no faltaron a la ceremonia y le dieron el pésame a Hermione tomando su mano con apretones que intentaban ser reconfortantes. No lo fueron.

Cuando las llamas azules incendiaron el cuerpo de su esposo, una tumba negra lisa apareció. Draco había sido sepultado en el mausoleo de los Malfoy, a unos kilómetros al norte de la Mansión. Todo quedó en silencio y solo se escuchaba a Pansy y a Astoria sollozar con mucha fuerza. Hermione no se atrevió a mirar a nadie y permaneció de pie aferrada de las manos de Harry y Ron, quienes estuvieron cada uno, a su lado.

Fue cuando escuchó un "Ahh" por parte de todos, que hizo levantar su vista nublada por las lágrimas y ver a Narcissa caer al suelo, siendo atrapada por su esposo, quién la cargó compungido. Andrómeda Tonks, quien iba acompañada por Edward Lupin, asistieron a los Malfoy, alejándose los cuatro al final para no ser molestados.

No quiso saber más. Sabía que necesitaba hablar con su suegra, pero no podía ni respirar de manera correcta. Sus amigos sintieron el peso de Hermione recaer en ellos y de inmediato abandonaron el lugar para llevar a la mujer a un lugar calmado.

Cuando llegaron a su casa, cerca de Wiltshire, Ron la acomodó en el sofá de la sala. Se desplomó sin sentir sus piernas y Harry la recostó para que durmiera un poco. No recordaba la última vez que había cerrado los ojos para reposar, pero cuando sintió que le colocaban una cobija encima, no pudo pensar más. Sin embargo, los sentimientos no reposaron.

Una negrura absoluta la envolvió sumergiéndola en un pánico terrible que la despertó de inmediato. Había podido ver a Draco en sus sueños. Irse con pasos calmados y con su traje negro y corbata del mismo color a un lugar donde ella no podía ir. Había sentido como si el cuerpo no respondiera y la voz no saliera. Se ahogaba sin remedio.

Entonces abrió los ojos de a poco al escuchar voces extrañas. Era Ron cerca a la puerta de salida y Harry, que se encontraba hablando por Red Flu con quién parecía ser Ginny.

Mione, hola−saludó un hombre rubio de mirada soñadora, acercándose con voz condescendiente.

¿Cuánto dormí? −preguntó perdida. Todo estaba oscuro. No podía distinguir bien quien le hablaba con tanta familiaridad.

Veinte minutos−respondió Ron con ceño preocupado.

Vinimos con Hannah. Quedamos un poco preocupados cuando te vimos partir del funeral.

Neville, que ahora ejercía como profesor de Herbología en Hogwarts, se sentó al lado de ella, quién se incorporó lentamente para sentarse y arreglar un poco su indomable cabello. Se lo ató en un chongo bajo rápidamente, lo que hizo que un rizo se enredara en su anillo de bodas. El hombre, que tenía un mirar más triste que ella, le ayudó a zafarlo y Hermione gruñó con rabia.

Ven, tranquila, déjame sacar este cabello−le calmó su amigo con toda la serenidad que ella no tenía.

No entiendo que hacen acá. Basta Neville, yo puedo−le ordenó halándose más.

La frustración comenzó a invadirla y sus lágrimas volvieron a escapar por pura impotencia. Estaba sofocada, perdida y acorralada. No podía respirar bien y ahora toda esa gente en su casa. Y la situación. Y su esposo. Y ella.

Trata de calmarte−le susurró con mucha suavidad.

¡NO, NO ME CALMO! ¡DEJENME EN PAZ!−gritó histérica, arrancándose unas hebras castañas que quedaron colgando de su sortija.

Todos se le quedaron mirando, incluso Ginny a través de la chimenea. Hermione trastabilló con angustia cuando subió corriendo a su cuarto sollozando fuertemente, cerrando la puerta tras de sí. Varios pasadores mágicos se escucharon y los tres hombres junto con una plañidera Hannah, quedaron quietos sin atreverse a seguirla.

.°.°.°.°.°.°.°.°.°.°.

Su cuarto, que antes era sinónimo de "Sanctasanctórum", ahora era como estar dentro de la boca de un monstruo. Hermione encendió la luz de la lámpara de noche y varias lágrimas surcaron sus mejillas. Algo la hizo girar al pequeño vestier, donde estaban colgados varios trajes de Draco. Había tenido que escoger el que había llevado por última vez. Dio unos pasos torpes hasta un bléiser negro, esos que tanto usaba, y chilló en un quejido.

Abrazó la prenda recostándose en una pared y lloró hasta el desaliento. Se deslizó perdiendo fuerzas hasta quedar sentada. Llevó su rostro al cuello de la prenda y lo olió hasta que le dolió el alma. Hasta que su masoquismo lo permitió. Su olor, su delicioso olor, todavía estaba impregnado y le abrazaba en un recuerdo más doloroso que placentero.

La mujer se tapó la cara con el saco e internamente le pidió perdón a Draco por ensuciar de esa manera, la ropa que tanto le gustaba y presumía.

Vuelve a mí, Malfoy−chilló con voz quebrada y congestión nasal. −No me dejes sola.

En ese momento, un retrato que había de ambos, justo colgado en la pared de enfrente, comenzó a moverse. Hermione dejó de hipar viéndole con los ojos bien abiertos.

Había sido una fotografía tomada a escondidas, mientras ambos brindaban con sus copas. Había sido en una cena en casa de los Potter, donde ajenos a las miradas, compartieron una caricia íntima entre las risas nerviosas de Hermione, y la mirada de pasión de él. Draco acariciaba, de manera efímera, el labio inferior de ella, quien con gesto nervioso se sonrojaba para negar con la cabeza.

Por supuesto que recordaba lo que le había dicho. "Tú, yo, el armario del segundo piso". Era un hombre perverso. Por supuesto que le había respondido que "no". Pero al llegar a su casa lo recompensó. Hermione abrió la boca para llamarlo de nuevo, pero solo salió un lamento penoso y agudo. Draco, el del retrato, volteó a mirar al frente y se sintió observada cuando la imagen le sonrió brevemente.

Era una ilusión por supuesto. Pero en ese segundo, el amor, ese que tanto la había llenado, ahora la estaba matando de la forma más lenta y aterradora posible.

Era julio trece, y a pesar del calor, Hermione Granger-Malfoy, se puso el saco negro de su difunto marido mientras se acostaba en el suelo para ver ese retrato tan querido, moverse tiernamente relatando una historia feliz que había llegado a su final.

.°.°.°.°.°.°.°.°.°.°.

Molly Weasley, como la amorosa mujer y abuela que era, había traído comida para su hijo y sus amigos. Comida que fue refrigerada por Harry, para que así su amiga no cocinara y solo tuviese que servirse si le apetecía. Bastante tentada estuvo la mujer de regordeta figura de subir a ver a Hermione, pero Ron la detuvo en seco. Desde las escaleras se podía oír su llanto agónico.

Era un sonido espantoso. Parecido al que escucharon cuando fue torturada por Bellatrix Lestrange años atrás. Con aprehensión, la matriarca del clan Weasley dio medio vuelta y se fue por Red Flu. Fue cuando Harry decidió ir a llevarle un poco de consomé al cuarto. No podía dejarla más tiempo sola. Él sabía que era estar inundado por el dolor de la pérdida. Frente a sus ojos, muchos habían muerto. Amigos y familia. Por supuesto que entendía a su mejor amiga.

Cuando estuvo frente a la puerta le llamó y con sorpresa, vio como Hermione le abría con su cara hecha un desastre. Su cabello parecía comer su rostro y de solo ver sus ojos, a él le ardieron los suyos.

Ambos se sentaron en la cama y Harry la observó hasta que se tomó toda la sopa. Fue tanta la parsimonia, que cuando terminó, ya estaba fría y grasosa.

Harry Potter, héroe de guerra, Auror, esposo y padre de familia, trabajaba para el Ministerio al igual que su mejor amiga. No había regresado para terminar Hogwarts y fue en ese lapso, durante el octavo año que Hermione sí hizo, que la mujer de rebeldes cabellos había comenzado a hacer amistad con Draco Malfoy.

No sintió temor cuando ella le contó. Ron hizo un berrinche y le advirtió no acercarse a él. Fue un año extraño, donde su mejor amigo y él, iniciaron sus estudios no teniendo a Hermione a su lado. En ese tiempo, ella y Ron salieron como pareja. No había sido muy ameno de ver, pues la fricción entre ambos fue constante. Peleaban por las cosas más nimias y sus temperamentos chocaban más que un "Bombarda" contra una pared.

Y él estuvo en el medio todo ese tiempo. Hubo un momento, casi al final de la relación, a pocos meses que Hermione terminara su último año en Hogwarts, que Ginny y él tuvieron que intervenir absolutamente exhaustos de la situación. Eran gritos y situaciones incómodas en las que ambos condicionaban lados para tomar partido sin proponérselo realmente. Sí Hermione tenía una actividad, Harry y Ginny le acompañaban. Luego Ron les llamaba para asistir a un partido y no podían ir por estar con Granger. Fue un "tira y afloje" que culminó solo cuando rompieron el noviazgo de forma definitiva.

El tiempo hizo lo suyo y en 2003, su mejor amiga anunció que salía formalmente con Draco Malfoy. Fue una relación bastante comentada, foco de chismosos y víctima de todo tipo de comentarios malintencionados. Ambos lados como participes de guerra, pero a su vez, como dos estandartes de tiempos compasivos e indulgentes.

Había sido un compromiso inusual, pero con mucha química. Eso se notaba. Solo Malfoy tenía el interés suficiente para hablar de temas rebuscados que solo a Hermione, parecía parecerle atrayentes. Ella reía mucho más y se le veía tranquila al lado de él. No se ofuscaba o exhalaba todo el tiempo por alguna clase de frustración.

Ellos dos… eran.

Harry vio botados en el suelo, varios trajes que habían pertenecido a Draco. Acarició la espalda de Hermione en forma fraternal sintiendo mucho dolor por ella. No imaginaba perder a su esposa… no después de todo lo que habían pasado. Sobre todo, por lo que quedaba por vivir.

El pelinegro retiró el cuenco vacío, recogiendo de paso, unos vasos sucios que estaban en el piso, justo al lado de la cama.

Voy a refrescarme un poco, enseguida bajo.

Harry afirmó con su cabeza y se adelantó dejando la puerta abierta tras de sí.

.°.°.°.°.°.°.°.°.°.°.

Ronald Weasley intercambió miradas con Harry cuando su mejor amiga se tapó el rostro y comenzó a llorar de manera frenética de nuevo.

De jóvenes, cuando Hermione le decía que tenía el "rango emocional de una piedra", de verdad lo creía. En estos momentos, cuando la adultez dejaba atrás comportamientos del pasado, quería volver a pensar de esa manera. Pasó saliva para evitar las lágrimas que llegaban a él, al ver un dolor tan tangible. Con congoja pasó el brazo sobre los hombros de ella, que se estremecían en escalofríos e hipos sin control.

Hermione le abrazó con fuerza, sin importar mucho ensuciarle la ropa. Ron acarició su cabello, sin atreverse a musitarle palabras de consuelo. No sabía que decir. No creía ser lo suficientemente locuaz para expresar una frase decente. Cualquier cosa sonaría como una idiotez.

Harry se levantó para servir la leche caliente con té. No habían comido nada en todo el día y su cuerpo comenzaba a resentirse. No había llorado ni un cuarto de lo que había hecho su amiga, pero se sentía extenuado. Admiraba a Hermione por llorar con tanta intensidad sin descanso. El dolor debía ser tan inmenso que su mente obraba sobre el cuerpo.

Cuando abrió una de las despensas de arriba, vio una taza verde esmeralda con el escudo de Slytherin. Todo en esa casa gritaba Malfoy. A ese paso, le iba a costar mucho a Hermione reponerse. Lo corrió a un lado y sacó tres tazas blancas sin adornos o motivos.

−Hablé con el Jefe de tu Departamento y me dijo que tienes una semana de incapacidad por calamidad−dijo Harry sirviendo las bebidas. −Pero creo que deberías tomarte más de ese tiempo. Ven a quedarte con nosotros en La Madriguera, con todos. Deja este lugar por un tiempo. Nos tomaremos unos días de descanso.

−Eso es una buena idea, Mione. ¿Qué dices?

Ron la soltó sentándose frente a ella, tomando el puesto donde se había sentado Harry con anterioridad. Hermione tomó un limpión de cocina y se limpió la cara congestionada. Ya no botaba más lágrimas, pero sentía su voz muy perdida en el fondo de la garganta.

−Tengo una semana y… quiero alejarme. No irme de mi casa. Este es mi hogar.

−Hermione−comenzó Harry en tono prudente−una semana no es nada y todo este lugar…. −exhaló cansado y fatigado. −Este siempre será tu hogar, solo digo que por el momento hay que estar unidos, como la familia que somos. Tus papás viven en Australia, y sé que no quieres irte con ellos. Las cosas están así.

La mujer afirmó con la cabeza tomando un pedazo de pan y pellizcándolo para llevarse una migaja a la boca. Había sido casi boronas. −Vámonos. Necesito irrealidad. Volar lejos.

Ambos hombres se miraron con preocupación sin hacer más comentarios al respecto. Fue el té más horrible y amargo que habían tomado desde las tardes de onces en casa de Hagrid.

.°.°.°.°.°.°.°.°.°.°.

Hermione respiró con dificultad y las náuseas volvieron a ella. Vio el puñado de Polvos Flu en su mano, para luego ver la chimenea. −No quiero hacer esto, amor. Si estás aquí, dame valor−suplicó tratando de no llorar de nuevo.

Harry y Ron se habían ido a sus hogares temprano en la mañana. Se sintió culpable con Ginny y Lavender por robarse a sus respectivos esposos esa noche, pero la soledad y tristeza le permitió darle gusto al egoísmo. No había dormido en lo absoluto y un par de ojeras de media luna adornaban su rostro. Antes de irse a la semana de retiro, horriblemente obligatorio, tenía que hacer una visita a los Malfoy.

No habían tenido una conversación particularmente profunda sobre "el incidente". Pensar en la palabra "muerte" era algo que la hacía hipar desde lo más profundo de las entrañas. En ese momento hizo de cuenta que Draco había viajado por negocios y llegaría en unos días. Entregarse a la negación era menos doloroso que la otra alternativa. ¿Loco? No lo pensaba de esa manera.

Era dejar de pensar, dejar de pensar para dejar de sentir, dejar de sentir para poder sobrevivir.

−Nunca me llevé bien con tus papás y ahora los visito sola. Te debe hacer mucha gracia−dijo Hermione para luego prensar sus labios y evitar dejar escapar un sollozo.

Dio un paso adelante y apretó su mano izquierda para presionar la argolla de matrimonio contra su piel. Eso le dio la fuerza suficiente para arrojar el polvo y decir con firmeza: − ¡Mansión Malfoy!

.°.°.°.°.°.°.°.°.°.°.

La Madriguera se encontraba en un silencio por todos conocido. Era el silencio que dejaba la nada. Era un silencio muy similar al que se produjo con la muerte de Fred. Durante los años consecutivos, a pesar de la perdida de Tonks, Remus, Sirius y hasta el mismísimo Albus Dumbledore, había sido Fred, uno de los hijos pródigos de esa familia específica, el que se había llevado junto a él, parte de la luz.

Ginevra Weasley, acariciaba su enorme panza con paciencia. Era una forma de darse tranquilidad y de llamar la buena fortuna. Casi como un augurio. Su madre limpiaba loza sucia, que perfectamente podía hacerse con magia, pero había algo en la tarea que le daba sosiego para perderse en sus pensamientos.

Harry y Ginny vivían ahí, en parte, porque sus padres y hermanos representaban una ayuda sustancial al momento de criar a sus hijos, y porque al estar así, todos juntos, se sentía correcto. Era tener unida a la familia. Mantener juntos a un grupo de personas que habían pasado por toda clase de vejámenes, era esencial para poder sanar, debían estar reunidos; era clave en el proceso curativo.

Junto a La Madriguera, Ron había construido un chalet de pequeño tamaño a la vista, y medianamente decente en el interior, que estaba unido a la construcción principal por un sendero de flores saltarinas. Lavender Weasley, antes Brown, era una mujer bastante tozuda que no cedía terreno en ningún aspecto de la vida. Si bien se llevaba bien con los hermanos de Ron, con Molly era una historia diferente. Jamás se habían dicho alguna mala palabra, pero las miradas de reproche nunca faltaron, y se dieron cuenta, que eran mejores personas con su espacio personal separado. Más aún que esperaba su segundo hijo y su hija mayor, Rose, era terriblemente inquieta e hiperactiva, cualidades que Molly desaprobaba constantemente. Tenía dos meses de gestación menos que Ginny y con ello, solo un poco menos de barriga.

La pelirroja miró a la ventana, viendo como Lavender recogía unas hierbas con la ayuda de su varita y se adentraba en La Madriguera con un cesto lleno de raíces recién cortadas.

−¿Cómo está Harry?−preguntó la mujer de cabellos rubios, pasándole la cesta a su suegra; la cual la recibió de buen grado, sacando un buen puñado para ponerlo en un caldero y comenzar a hervirlas.

−Preocupado. Aunque eso no es ninguna novedad. Ese ha sido su modo perpetuo de vivir desde que tiene conciencia.−La pelirroja suspiró cansada tratando de acomodarse en la silla.

Ese sería su último hijo. No más. No podía más con la carga y la sensación "ballenezca" prenatal. Extrañaba a las Arpías de Holyhead, sentir la euforia de las anotaciones y la adrenalina del juego. Quería correr, volar y hasta rodar. No porque fuese el equivalente físico a una pelota roja de gran tamaño, sino por pura convicción y decisión. Al contrario de Lavender, que se le daba fantástico las labores del hogar y la vida en casa, ella no soportaba estar en la suya por más de tres horas.

−Ron…llegó con un aspecto totalmente demacrado. Agotado.

−Eso pasa cuando no se duerme.

−Me contó que Hermione accedió a pasar unos días acá.

−Bueno, Jimmy de seguro no le dará tiempo para pensar demasiado.

Molly Weasley, ya envejecida, un poco más rellena y sin su cabello pelirrojo, ataba sus hebras blancas en un moño austero, mientras se arremangaba una chalina bordada por ella misma. Sus ojos, que parecían haber visto la vida entera, ya no eran tan vivaces, pero si tremendamente profundos. Se limpió las manos con un trapo y se giró colocando una taza de hervor de raíz enfrente de su hija. −Creo que Hermione necesita sentir diferente. No dejar de pensar.

Ginny suspiró con mucha tristeza viendo de mala gana el brebaje frente a ella. Odiaba esas bebidas multivitamínicas que le daban a tomar. Sabían a diablos y eran espesas como brea. −La habitación que usaba Charlie me parece una buena opción−dijo finalmente antes de soplar para beber.

−Sí, creo que la podemos adecuar. Poner unas lindas flores, una manta… voy a tejerle un suéter. Seguro que le hace falta.

La matriarca del clan Weasley abandonó la cocina con paso lánguido hablando consigo misma sobre el color de la lana para usar. Lavender y Ginny la vieron desaparecer por las escaleras mientras se escuchaba su pisar de escalón por escalón.

−El día del funeral, antes que Ron y Harry se fueran con Hermione, no pude evitar notar que no estaba Theodore Nott.

Oh, el tema favorito de los chismosos. Ginny le iba a replicar, pero calló al ver sinceridad en los ojos de Lavender. −Bueno, si es verdad lo que nos contaba Malfoy, no creo que pudiese estar ahí.

−Eran mejores amigos, prácticamente hermanos.

−Supongo que su situación debe ser aún más grave para no haber venido.

Lavender llevó un limpión a su rostro y limpió dos lágrimas que rodaron por sus mejillas rápidamente. −Me duele mucho por Hermione.

Ginny no pudo contestar al sentir su voz quebrarse cuando iba a salir de su garganta. Tan solo afirmó con su cabeza y volvió a acariciar su panza, pero esta vez, con más ahínco y determinación.

.°.°.°.°.°.°.°.°.°.°.

Narcissa Malfoy, de hermoso porte en sus años de juventud, buscaba caminar con su espalda recta pese a tener zapatos de tacón altos. Su cabello no tenía ni una cana y estaba perfectamente peinado en un estilo vintage. Todo su atuendo era negro y solo el blanco del pañuelo que tenía en la mano, contrarrestaba con la uniformidad del luto.

Su esposo, que no se encontraba en el mejor estado mental desde el final de la guerra de Voldemort, veía por la ventana a los jardines marchitos de los Malfoy. Eran senderos sin fin de ortiga y mala hierba que hacía del paraje, una vista tétrica y horrible. Casi sucia, de muerte. De hecho, era una representación muy exacta de sus almas. Tal vez por esa razón, la dama Malfoy, jamás había decido intervenir en él.

−Estamos malditos, Cissa−musitó Lucius con una sonrisa de burla a su propia existencia. Tenía un tic en su rostro, que lo hacía pestañear con el ojo izquierdo un poco más de lo normal. Aleteaba constantemente con sus brazos tratando de explicar con ellos, lo que sus palabras no podían. −El Señor Oscuro aún está tras nosotros. Su alma quiere llevarse las nuestras para acompañarlo en el infierno.

Narcissa, cuya paciencia parecía ser infinita cuando se trataba de su esposo, se paró rápidamente para no seguir escuchando tantas tonterías. Su alma necesitaba un bálsamo momentáneo. Algo que le ayudara a pasar la acidez que tenía en la boca. Algo que le ayudará a abandonar las ideas suicidas que se arremolinaban en su mente. Cada una más cruel que la anterior.

Cerró la puerta tras de sí caminando por el pasillo oliendo la humedad, que poco a poco, consumía las paredes de la mansión. Una que no había sido particularmente bella ni en sus tiempos de apogeo. Tiempos oscuros, de masacres, homicidios y torturas. Quería prenderle fuego y arder junto con ella.

"Nada de pensamientos suicidas. Nada de pensamientos suicidas".

Una llamarada verde atrajo su atención y vio a su nuera salir de la chimenea principal. Narcissa Malfoy rio con ironía para sus adentros. Los pensamientos suicidas ya no los sentía tan descabellados después de todo.

Continuará

COMENTARIOS DEL AUTOR

*¡Hola, de nuevo! Hola a mis antiguos lectores y a los nuevos. Estoy tan emocionada con este fanfic. Yo amo a Theodore, para aquellos que no lo saben, y tener la oportunidad de dedicarme por completo a él, es algo que me llena, que pone a trabajar la imaginación y que me hace enamorarme cada vez más de él.

*Este fic es una cosa extraña porque es un Theomione que también en un Dramione. Que son mis parejas favoritas en todo el universo. Los amo.

*El fic está categorizado como Hurt/Confort-Romance, pero como la vida misma, tiene sus puntos de diversión, de angustia y de drama.

*En esta ocasión no podré actualizar con la frecuencia que me gusta y a los que estábamos acostumbrados todos, pues tengo un trabajo demandante que me queda muuuy lejos de casa. Cuestión que me quita horas de transporte que usaba para escribir. Pero bueno, algo haré.

*Gracias a Puchufly por betear esta historia. Esperemos no abandone el barco. ¡Al menos yo lo espero!

Preguntas, dudas, comentarios. Toda crítica es bienvenida, sí y solo sí es constructiva.

Miyuki Uchiha

Escuchando "Come, Sweet Death" by ARIANNE