Siento el frio de mi helado sobre la delgada tela de mi camiseta y tiemblo. Genial, tanto mi camisa como mi delicioso helado están arruinados gracias al señor que acaba de golpearme y hacer que caiga de trasero al piso.
Dejo de mirar mi cuerpo adolorido y lo enfoco a él, quien como estatua solo se ha dedicado a observarme allí, tirada en la acera.
Bufo como toro intentando levantarme, y es entonces allí cuando espabila y me extiende una mano ayuda. La tomo y con demasiada intención la presiono más de lo debido, soy alta y delgada, pero sé que poseo un poco de fuerza. Una media sonrisa aparece en su rostro oculto bajo las enormes gafas al entender lo que estoy haciendo. ¡No se merece menos!
Cuando ya estoy nuevamente sobre mis pies, con mis cachetes punzando de dolor, le dedico una mirada y me señalo el pecho, allí donde la prenda se ha arruinado.
―Gracias por esto, extraño ―Culpo con veneno saliendo de mis labios―. Arruinaste mi camiseta.
Él mira hacia la zona afectada y es entonces cuando me siento incomoda, pues reconozco cuando un hombre me mira el busto, que pese a no ser el más grande, tiene su atractivo, si a eso le sumamos el levantamiento que trae un sujetador con Push-up el resultado es fantástico. Pongo las manos sobre mis caderas y carraspeo, logrando que se centre en mi rostro, el cual parecía haber olvidado de repente. No puedo mirar sus ojos, pero por más extraño que sea, siento la intensidad de estos pese a las gafas. Comienza a rebuscar en su chaqueta y extrae un pañuelo de su interior para acercármelo, como si eso ayudara mucho.
Niego con la cabeza, me doy media vuelta para botar el trozo de cono que ha quedado sobre la tela y paso por su lado, dispuesta a irme, estoy furiosa.
―Hey ―Dice para llamar mi atención. El sonido de su voz me detiene, no porque suene mal o amenazante, sino todo lo contrario, es sensual, varonil, sexy, pero más aún, siento que lo he escuchado antes, oír esa única palabra ha provocado estas sensaciones extrañas en mí.
Me giro en el acto, sin dejarle saber lo que su voz a hecho y lo miro.
Ahora que lo detallo, está muy cubierto, casi como si se escondiera.
―¿Qué?
No dice nada en un rato, solo mira a mi espalda y después a mí.
―Déjame ayudarte —Propone.
Frunzo el ceño.
―¿Cómo?
...
Capítulo 3.
Llego a casa un poco perdida por mis pensamientos y confundida sobre todo lo que ha ocurrido esta noche, digo, plantarle un beso de esa magnitud al hombre que ha dicho cosas desagradables de mi a la prensa no era mi plan inicial, pero así ha ocurrido todo y ahora para atormentarme tanto las imágenes como las sensaciones no quieren abandonar mi sobrecargado cerebro.
¿Me ha gustado el beso?
Sí, mucho.
¿Pero que si me siento a gusto con el personaje que me lo ha dado?
Ni de broma.
Es Sasuke y de él nada debe gustarme; porque lo detesto, es la última persona a la que me veía besando de esa manera. No sé qué está ocurriendo conmigo ahora pero tampoco estoy dispuesta a martillarme más la cabeza. Después de una ducha me pongo un pijama y me recuesto sobre mi cama como un peso muerto. La verdad es que estoy agotada y dormir sin interrupciones no me caería nada mal. Me aplico una crema en el rostro y cierro los ojos, respirando pesadamente y abandonándome a Morfeo cogida a mi almohada como si fuese un salvavidas.
...
—Mierda, mierda, mierda —Suelto improperios en murmullos para no alertar a quienes se encuentren del otro lado de la cortina. Mis manos sudan y mis rodillas tiemblan con cada nuevo tic-tac del reloj que reposa en la pared del fondo de este improvisado camerino. Me acerco al espejo de cuerpo completo que reposa en un rincón y suspiro con calma. La tira que rodea mi espalda parece haberle salido púas, me está asfixiando. Sueno mi cuello un poco y vuelvo a aspirar.
Cabello, listo.
Barriga adentro, listo.
Hombros rectos, listo.
Seguridad en mi misma... no tan listo.
Me comporto como toda una principiante y resulta ridículo, teniendo en cuenta las veces que he debido modelar lencería, trajes de baño o posar frente a la cámara con atuendos sugestivos, más no vulgares. Hasta allí no llego yo.
La cortina se abre sin preguntar antes siquiera y siento un gran alivio al ver cierta cabellera rubia moverse al compás de cada paso que da mientras se acerca a mí.
—Lo siento, he llegado lo más pronto posible —Se disculpa Ino una y otra vez, y le creo, la pobre aún anda con la ropa cómoda que utiliza para montarse en aviones, porque puede ser muy diva en ocasiones, pero al igual que yo no es dada a subir a ese transporte con plataformas y corsé—. Casi le arranco el cabello al hippie del taxi en el que me monté a penas llegue a Tokio —Habla frenéticamente, cosa que no ayuda mucho con mi actual nerviosismo.
—¿Qué ha pasado con Shikamaru? ¿Por qué no fue a recogerte?
—Desde ayer el vago tomó sus vacaciones.
—Ya le iban haciendo falta, Temari debe estar contenta —Recuerdo a su amable, pero voluble esposa. Son una pareja un tanto particular, si me lo preguntan, pero se adoran, eso no hay quien lo dude.
—Sí, bueno, centrémonos en lo que ocurre en este instante —Mi mejor amiga me mira de cuerpo completo y frunce el ceño un poco—. Estás un poco pálida, Sakura, ¿no lo crees?
Mi espalda se tensa ante esto, pues claro que lo creo, pero nada he podido hacer dada la situación.
—Lo sé, Ino. Pero recuerda —Pido—, que la cita en el salón de bronceado estaba programada para la próxima semana. ¡Jamás me imaginé que a última hora me avisarian que sería adelantada mi audición! No exfolie mi piel debidamente ni he ido al gimnasio en semana y media —Quiero tirar de mi cabello, pero ya que estamos, eso sería lo peor para lo que se supone debo hacer—. Estoy jodida.
—¡No digas bobadas! —Me reprende en un tono bajo para que nadie se entere—. Sakura Haruno, no me agrada que pienses en cosas como esas. Eres hermosa, y que conste que no lo digo solo por ser tu manager, a parte de mejor amiga, simplemente es la realidad. Eres despampanante por ti misma, sin necesidad de tanta perorata, métetelo en la cabeza. ¿Bien? —Me toma de los hombros y presiona con cuidado—. Vas a salir allá afuera y a deleitarlos con tu belleza y actitud, sin titubeos ni peros. Porque eres tú, la mujer que le hace frente a lo que la vida le ponga; porque eres magnífica y siempre me haces sentir orgullosa con cada nuevo logro, ¿ha quedado claro?
Como pocas veces ocurre, sus palabras me calman. ¿Qué tan malo podría ser?
Le regalo una sonrisa y un pequeño abrazo cuando mi respiración se normaliza un poco, ya no parece que mi corazón vaya a querer escaparse por mi boca. A lo hecho, pecho, o como sea que diga ese dicho.
—Gracias —Murmuro antes de separarnos. A veces pienso en qué sería de mí sin ella, una catástrofe, posiblemente.
Como minutos atrás la cortina es abierta sin advertencia previa y por ella aparece una mujer de piel pálida y gesto de aburrimiento que termina de decir algo por el micrófono/audífono añadido a su oreja. Acto seguido nos mira y me señala.
—Ha llegado tu turno, Haruno. El jurado está listo para verte —Acota. Emprendo mi camino hasta llegar a ella, seguida de Ino, quien de un momento a otro es detenida por la mano de la mujer que ni siquiera se ha molestado en presentarse como es debido—. Para la entrevista debe ir sola, puede esperarla aquí con sus cosas o fuera —¿Conocerá la cortesía esta mujer? Creo que Ino está teniendo la misma pregunta que yo. Aún así decide quedarse allí y, no sin antes ignorar olímpicamente a la mujer restante, repite que todo irá bien. Cuando me giro para no hacer esperar a los ejecutivos siento un efímero ardor en mi nalga derecha.
—¿De verdad lo has hecho? —Pregunto, sorprendida.
—¿Nalguearte? ¿Tú qué crees? —Sonríe—. No te he dejado marca, tranquila, ahora ve —Hace gestos con su mano y yo retomo mi camino.
Suspiro, ahora sin ganas de retorcer mis manos y me enderezo. Camino con aplomo los metros necesarios para atravesar la puerta y entrar a la habitación pertinente.
En su mayoría sus paredes son blancas, en una se encuentra el material de fondo blanco para realizar una sesión, la cámara apuntando al centro de ésta y unos banquitos en su entorno. Del otro lado reposa una pasarela larga y tendida, frente a la mesa pulcra con las cinco personas que han deparado en mí tan sólo pisar el sitio. Escucho como la mujer de antes se retira y aguardo, mirándolos con calma.
—Sakura Haruno, acércate un poco —Dice uno, que reconozco como uno de los ejecutivos con los que compartí en aquella comida a la que acudí con Ino.
—Buen día —Pese a las circunstancias no tengo porque ser descortés. El hombre de antes sonríe en mi dirección y es el único en responderme.
Detallo a cada uno de los presentes sin querer parecer una invasora o acosadora y me preparo para lo que puede venir.
El hombre del medio es quien inicia con las presentaciones.
—Haruno, él es Ayutaru —Señala a su derecha, a un prototipo de unos treinta años con gafas y expresión un poco altanera—, Yokino —Ahora es el turno de un fornido con brazos sumamente marcados que debe dar un buen derechazo y cabello sumamente bajo—, Kohei —Nombra al bronceado que, al parecer, es el único que porta un buen humor y a quien ya he visto; me guiña un ojo, divertido—, Nagari —La mujer de esa mesa con vivaz cabello rojo y ojos oscuros me somete a un escrutinio bajo lupa, pero no dejaré que me amedrante pese a encontrarme de pie y solo portando un traje de baño verde y tacones—, y yo soy Kan, para dar inicio y que tengas noción de lo que se hará, la entrevista cuenta con tres fases: Pasarela, fotografías y preguntas simples. Por ser tú te daremos la opción de escoger el orden, ¿con cuál deseas iniciar? —Vaya, eso no me lo esperaba.
Quizás y después de todo mi temor haya estado infundado.
—Generalmente, ¿cuál es la primera fase?
—Pasarela —Responde el fortachon con voz rasposa y dura.
—Bien, por allí iniciare —Expongo, caminando hacia allá. No quiero un trato especial. Puede que a muchas la idea le agrade, pero no a mí.
Subo los peldaños que me dejan a razón de metro y medio por encima de los demás y aguardo al final. Ninguno ha quitado sus ojos de encima de mí, pero a eso fue a lo que vine, a la prueba de admisión para el desfile anual. Raro sería que no me miraran.
—Bien, cuando quieras —Apunta Kan, acomodándose en su asiento y estirando las piernas. Sonrío, es lo primordial en estos casos, y asiento, antes de iniciar mi caminata mucho más marcada de lo normal. Un pie delante del otro, seguido de un pequeño balanceo de caderas al terminar y los hombros rectos, con la mirada en alto. Paso a paso voy sintiéndome más confiada. No es la primera vez que hago esto, ya he perdido la cuenta de la cantidad de pasarelas que he pisado sin hacer el ridículo. ¿Por qué ésta vez debería ser distinto? Mi cabello parece tener vida propia cuando es el momento del giro, ya casi frente a la mesa, antes de andar de regreso, crea un velo impresionante sobre mis hombros a medida que mis tobillos dan el ángulo perfecto y me encamino al punto de partida. Al llegar tomo la postura adecuada y aguardo un par de segundos antes de mirar a mi público. Regreso al frente para estar más cerca y escuchar sus comentarios.
—Bien —Concede, como no, Kan, nuevamente, compartiendo una mirada apreciativa con los otros presentes.
—¿Tienes planes de cortar tu cabello próximamente? —Intervine por primera vez Ayataru.
La pregunta me pilla desprevenida, pero niego de igual manera.
—No —Y no dice ni pregunta más.
—Perfecto, tu cabello luce mucho de esa manera —Intercede Kohei.
—Gracias.
—¿Y qué opinan ustedes? —Vuelve a hablar Kan mirando a los dos restantes que no han dicho nada al respecto.
—Desfila de nuevo —Exige la fémina de mirada inquisitiva.
—¿Por qué? —Inquiere Kan, quitándome la interrogante de mis labios.
—Necesito confirmar algunas cosas —Explica y se gira para repetirme—: Desfila de nuevo.
Sin tiempo que perder así lo hago, sintiéndome ya no tan segura pero sin dárselo a saber. Puede que solo quiera hacerme pasar un mal rato, pero no le daré el gusto. Pasado mi lapso de nervios me he propuesto disfrutarme toda esta experiencia, y eso, ella no lo va a arruinar.
Repito lo mismo de antes y pronto estoy de nuevo frente a ellos.
—¿Cuántas veces por semana vas al gimnasio? —Pregunta el musculoso. Así que intuyo debe ser entrenador, o preparador físico, como suelen decirle actualmente.
—Cinco o seis.
—¿Y cuándo fue la última vez que visitaste una máquina de piernas?
Auch, su tono es hiriente y mordaz.
—Semana y media.
—¿Qué opinas, Nagari? —Cita a la de mirada agria.
—¿Cuáles son tus medidas exactas, Haruno? —Asumo que ya entramos en las preguntas, de no ser así, ni me imagino lo que me espera por parte de este par.
—49.5 kg, 1.76 de estatura, y en proporciones 86, 57, 99.
—¿No te parece qué es mucho para el área de los glúteos?
—Al principio lo pensé, sí, pero dado que la agencia contactó conmigo para que viniera resolví que ya debían ser conocedores de mis medidas y no les presentaba problema alguno —Le sonrío con empatia cuando sé que no le ha agradado mi respuesta, tampoco podía mentirle.
Aguardo unos segundos más hasta que escucho el carraspeo que proviene de quien parece dirigir la entrevista, en todo caso, el de ojos claros y cabello oscuro.
—Entrando a términos de mercado, no te equivocas, Sakura. A mi parecer el tener ciertas particularidades en tus medidas es lo que ha causado el apogeo de tu carrera. Eres una mujer curvilínea y esbelta, lo que resulta agradable de ver...
—Más con tantas anorexicas andando por allí —Interrumpe Kohei.
—Continuando a lo que iba —Reprende y retoma a la vez—. Nuestra firma es creadora de lencería sensual que ayuda a realzar la belleza femenina, dicho concepto ha ido cambiando y justo ahora nos encontramos en una época en la que las curvas son aceptadas, y más aún, admiradas. No te confundas, tienes un hermoso rostro y porte, pero eso no es lo único que ha tenido que ver con que cuentes con tu fama actual. Hasta eres considerada una de las mujeres más hermosas del país, cosa que no es fácil de lograr, lo que apoya mi teoría: La belleza está pasando por una excepcional metamorfosis y no podemos luchar contra ello, menos yo que en particular la apoyo —Se señala a sí mismo—. En conclusión, eres un imán y nos encantaría tenerte con nosotros este año.
—¿No vas a hacerle la sesión fotográfica antes de aceptarle de manera definitiva? —Indaga Ayataru, pareciendo genuinamente interesado en la respuesta.
—¿Lo crees necesario?
Y se hace el silencio. Entre ellos comienzan a comunicarse con la mirada y me siento un poco excluida de la situación, aún un poco estupefacta por las palabras de Kan. Nada ha salido como pensaba y no sé si eso sea bueno o malo.
Al final deciden seguir el protocolo y tomarme algunas fotos en el lugar donde antes había visto la cámara. Por medio de un teléfono llaman al camarografo, quien entra como perro por su casa alegando estar pasando una mañana sumamente aburrida ya que no le han dejado retratar a más de dos chicas, y eso que he visto a varias tan sólo llegar. Ya en el lugar donde debería estar con la pose que necesito y la sonrisa irreemplazable escucho el obturador característico de las fotografías. Pasan unos diez minutos antes de que se decida poner fin a la sesión y regreso a estar frente al jurado.
Tengo curiosidad por saber la respuesta, pues nunca hay que dar algo por sentado. Todo me resulta un poco irónico teniendo en cuenta que al principio no estaba muy entusiasmada con la idea de desfilar en la inauguración de la nueva colección de esta firma y ahora, sin importar pelirrojas o fisicoculturistas, quiero hacerlo.
Miro a cada uno de los seres sentados en sus puestos.
—Pásate mañana a primera hora de la tarde para recoger tu contrato. Bienvenida a Nohgwalls, Sakura —Resuena por todo el lugar.
Mi sonrisa se extiende a cada segundo que pasa, en una muestra un poco más sinceras que las anteriores. Les doy la mano uno por uno después de agradecerles y abandono aquella habitación.
Lo logré.
Salgo de allí con una sonrisa amplia y excesivamente vistosa que casi hace doler mis mejillas, siento que puedo comerme el mundo, no literalmente, por supuesto. La mujer de malos modales no se encuentra por ningún lado así que emprendo mi camino de regreso al camerino improvisado por mi cuenta. Menos mal el trayecto no es difícil de memorizar. Cruzo en uno de los pasillos ya muy cerca de donde debe estar Ino y distingo dos figuras femeninas caminar hacia mí. Como no, la que me llevó al salón de pruebas viene delante de una chica, que al igual que yo, solo porta traje de baño y tacones. Debe ser otra modelo. Pasan por mi lado y ni me miran, no me importa. Sigo en lo mío y descubro la cortina con dramatismo previamente acordado. Me quiero divertir un rato.
La ojiazul estaba inmiscuida en su teléfono hasta que me vio, la expectativa se encuentra en el aire y yo quiero reír, pero no lo hago.
Me detengo frente a ella.
—¿No planeas decirme lo que ocurrió allá? —Suelta después de unos segundos en los que me dedico a buscar mi ropa y ponermela. Termino de ponerme mi chaqueta y saco mi cabello del interior. Me siento muy cómoda con éste vestido negro y chaqueta a juego, me dieron la suficiente confianza como para no derrumbarme a penas entre a este sitio—. Sakura.
—Me hicieron tres pruebas... —Le cuento, de manera resumida, lo que ocurrió allí dentro y ella frunce el ceño al enterarse de algunas preguntas de cierto par. Le quito importancia con mi mano y prosigo—. La cosa es —Mi amiga contiene el aliento ante mi seriedad y sus ojos advierten que quiere saberlo de una buena vez. Bien, ahí le va—, debo regresar mañana a firmar el contrato que me permitirá participar en el desfile de este año.
El grito de Ino resuena por casi toda la cuadra, hay que ver que cuando se lo propone es toda una escandalosa. Da saltos cortos en su lugar y después me lanza una mala mirada.
—¡¿Por qué no empezaste por allí?!
En respuesta me encojo de hombros en un vano intento de parecer inocente en la situación, la verdad es que ansiaba tomarle el pelo aunque fuese un poco. Juntas recogemos nuestras pertenencias y ya practicamente del otro lado de las cortinas, un teléfono comienza a sonar. El de mi acompañante. Buscándolo entre todas las cosas que presumo debe guardar en su bolsa, espero, ella atiende y empezamos a caminar directo a la salida de forma tranquila.
—¡Sakura! ¡Sakura! —Llaman a mi espalda. Volteo en el acto, encontrándome con una jovencita que debe alcanzar por los pelos la mayoría de edad, sumamente alta delgada y con un bonito rostro que aún no adquiere todos los rasgos de una mujer. Trota hasta mí con una deslumbrante sonrisa de dientes perfectamente blancos y rectos. Le devuelvo el gesto.
—Hola.
—Hola... yo, eh, bueno, te he visto salir de allí —Señala el sitio de donde venimos y toma un poco de aire por lo rápido que ha hablado—. Y, pensaba que, quizás, si podías... —Está tan nerviosa que me parece tierna. Le sonrío para que no se sienta tan cohibida.
—¿Tomarnos una foto?
—Sí, eso, yo admiro tu carrera. Eres una mejor hermosa y pues, quisiera ser como tú, de verdad —Le creo, ese entusiasmo no puede ser fingido.
—Gracias, pero no debes imitarme. ¿Quieres ser modelo, no?
—Así es.
—Pues debés valerte de tus propios medios y actitud para tener futuro en esto. Hazme caso, mucho de lo mismo aburre —Le digo en tono confidente a lo que ella asiente con efusividad—. Ahora, ¿lista para la foto?
—Claro.
Se acerca un poco más hasta que nuestros hombros se tocan y con su teléfono en lo alto prepara la cámara frontal. Precisa de tres intentos para que la foto no quede borrosa, cosa que me hace gracia. Al culminar me da las gracias y me extiende su mano. Se presenta como Nai, yo por mi nombre, aunque es más que obvio que eso ya lo sabe. Nos despedimos y busco a Ino con la mirada quien se ha detenido unos pocos pasos más allá, aún pegada del teléfono. Retomamos nuestro rumbo y salimos de aquel edificio. Lo primero que nos recibe es un clima sumamente caluroso, me pongo los lentes de sol y vamos al aparcamiento directo a mi auto.
Solo cuando cierra su puerta es que se digna a cortar. Se acomodan en el asiento y me mira.
—Sai te manda felicitaciones.
—Gracias.
Detengo el auto en un semáforo en rojo y me asalta una idea.
—¿Vamos por algo de comer?
—Pensé que nunca lo dirías, sí, vamos, pero eso sí, no creas que por el almuerzo te escapas de la celebración.
—¿De qué me hablas? —Ensayo hacerme la tonta, con una pequeña esperanza de que no le de por ir a un...
—Club, alcohol, baile y música a todo dar. Podemos ir mañana, ya después de firmado el contrato y pautado los términos. No creo que ir con resaca y ojeras sea una buena idea para cerrar un trato. Menos uno como éste.
—En realidad no me apetece.
—¿Y qué es lo que sí te apetece alguna vez?
—Eso ha sido hiriente.
—Lo sé, Sakura, pero verdadero, y lo sabes.
No digo más en el trayecto y estaciono frente a un restaurante pequeño y poco concurrido que me parece apto para una comida tranquila y sin interrupciones. Esto de hacer lo que me gusta es lo mejor, pero no todo el tiempo, ser relativamente famosa en ocasiones es muy atocigador y exhaustivo, por lo general no se cuenta con tiempo a solas a menos que me encierre en mi casa o a la de las afueras de la ciudad.
...
—Está hecho, Sakura. Oficialmente eres una modelo de nuestra firma —Exclama Kan mientras me da la mano. Yo la acepto con calma y un asentimiento de cabeza. No quiero parecer demasiado entusiasmada con la idea, pero tampoco desinteresada, ¿resulta raro mi razonamiento?—. Felicidades, la compañía anhela trabajar contigo.
—Muchas gracias, yo igual.
Nuestras manos terminan su unión y doy un paso atrás en la oficina. Ino aún está sentada en la silla a mi lado pero eso cambia cuando la reunión se da por terminada y ella se pone de pie, estrechando las manos de Kan con sutileza. El hombre parece fascinado con mi amiga, cosa que realmente no me extraña ya que es extrovertidamente hermosa y sabe mucho sobre cómo relacionarse con el público.
—Ah, y casi se me pasa por alto —Por andar embelesado, pienso con sorna—. Después del desfile y la presentación a la prensa se realiza una fiesta con los invitados y las modelos, es algo grande y concurrido en la que deben estar presente todas las partícipes de la pasarela, a ser posible, claro está. Me gustaría que ustedes asistieran, ¿qué les parece?
—Genial, pero no veo que tenga que hacer yo allí, no soy modelo ni participo en el proceso de ejecución del evento —Suelta Ino con toda su monería.
—Sinceramente, señorita Yamanaka, no encuentro diferencia entre usted y cualquier otra modelo, por lo que no resultaría extraño verla allí —Responde él con una pequeña sonrisa—. Ahora que si ya tiene planes, sabría entenderlo —Y ahora me mira a mí—. Sakura, tu presencia sería de excelente aceptación. Podrás divertirte como todas las demás modelos, y quien sabe, quizás pescar otro contrato antes de lo previsto. Pese a todo, los asistentes son exclusivos y tienen mucha influencia en éste mundo, ¿qué dices?
—Acepto, creo que me agradaría asistir.
—Perfecto, como las prácticas iniciarán este lunes a las ocho de la mañana, a esa hora ya tendrás la invitación en tus manos. Ahora sí, creo que ya hemos terminado —Comunica con una última despedida y volviéndose a sentar en su puesto.
Ino y yo salimos del edifico, al igual que ayer, con un buen presentimiento. Esta vez hemos asistido en su auto, por lo que aguardo a que le quite el seguro y poder montarme, pero ella tiene otros planes. Con su teléfono en mano me pide que sonría para la cámara.
—¿Estás loca? ¿Para qué quieres una foto mía aquí?
—Bah, publicidad y expectativa —Dice en un tono que quiere insinuar que se trata de una cuestión tonta—. Además llevas algunas semanas sin prestarle atención tus redes sociales, ésta solo es una manera de anunciar tu regreso.
—Como si alguna vez me hubiese ido.
—Deja el sarcasmo y no, no me mires así, estás perfecta, solo sonríe y permite que tome la foto para irnos de aquí.
Le hago caso porque sé lo insistente que puede llegar a ser en ocasiones. Sube la foto desde su teléfono y aguarda. Los 'me gusta' que recibe en cuestión de segundos me parecen alarmantes e irónicos, mucha de esa gente puede ignorar publicidad de asociaciones que realmente precisen de su ayuda pero en cambio a fotos simples y vacías como la que Ino acaba de subir, darle la máxima importancia.
¿Me sorprende eso? No, pero tampoco me agrada.
Ino se incorpora al tráfico pensando en voz alta en los pros y contras de asistir a la fiesta posterior al desfile. Sé que quiere ir, pero algo se lo impide, aunque no me quiera decir de qué se trate. Me lleva a casa y nos despedimos tranquilamente, no sin antes insistir una y otra vez para que esté lista a las nueve de la noche, ya que no se le ha olvidado eso de celebrar por la reciente contratación.
Ya en mi hogar dulce hogar, me desmaquillo y decido poner a lavar un poco de ropa mientras tomo un baño con agua tibia y espumosa. Aprovecho la ocasión para rasurar mis piernas y anotar mentalmente el tener que acudir a la sesión de láser del lunes. Aplico una crema hidratante para mi cabello y me unto la cara con una mascarilla y pepino que me ayude a librar mis poros de impurezas. Vacío la tina y me quito todo mis patuques antes de enrollarme en una toalla y tararear una de mis canciones favoritas de Simple Plan.
Me quedan un par de horas libres antes de comenzar a arreglarme e ir al club de turno con Ino. Aprovecharé de dormir un poco antes de que llegue el momento.
...
No sé cómo lo logra, pero Ino evita que tengamos que hacer una larga fila para arribar el club. Ya dentro, pasamos por el centro de la pista repleta de gente y sonido ensordecedor, huele a alcohol y prevengo que ya hay más de una persona pasada de copas, aunque sólo pasen de las 10:00 p.m. Nos detenemos al pie de las escaleras de cristal que hacen las veces de un segundo piso del de donde tienes visión de las personas que bailan y lo que sucede a su alrededor. Esta es la zona V.I.P; lo cual no resulta muy difícil de deducir teniendo en cuenta la forma mucho más delicada de decoración y mesas, a la par que la barra en el fondo. Las cantidad de presentes aquí no pasan de una treintena y se ven mucho más calmados que los demás. Nos detenemos en una pequeña mesa para cuatro, también de cristal. La verdad es que ver hacia abajo produce un poco de vértigo, pues al ser todo transparente tienes esa sensación de caer en cualquier momento. Ahora, cayendo en cuenta de eso, ¿me estarán viendo las bragas los que allí abajo se encuentran? Cierro mis piernas por instinto, maldiciendo por no haberme traído pantalón o short. La verdad es que pensé que este vestido color magenta, con la mitad de la espalda descubierta, sujeto en mi cuello por una delgada tira de plata y que me llega a medio muslo a juego con zapatos de color negro eran aptos para éste sitio. Quizá me equivoque.
En cuanto tengo oportunidad me siento en un asiento, como era de esperar, también de cristal y junto mis extremidades.
Ino se ha ido a pedir unas bebidas después de comunicarmelo entre gritos unas cuantas veces. ¿Sabrá ella lo del piso traslúcido?
Se lo preguntaré a penas esté de regreso. Mientras, me dedico a observar todo a mi alrededor. La gente parece estarla pasando de lo mejor a primera vista y quiero yo estar pronto en esa situación. Vine aquí para celebrar, así que es lo mínimo que se puede esperar, ¿no?
Cheap Thrills da inicio y dos parejas más entran a la zona, una tomada de la mano y otra de la cintura, lo que inevitablemente me hace suspirar, ¿cuándo fue la última vez que estuve en una situación similar con un hombre?
Desde Gaara, la estrella del rock, creo que nadie.
No es momento de pensar cursilerías, así que deparo en Ino quien viene con una bebida en cada mano. Se sienta y me tiende uno de los vasos que al ver su contenido no dudo en aceptar.
—Eh, aguarda, tenemos que brindar, ¿o lo olvidas? —Me detiene cuando estoy con los labios prácticamente pegados al borde de mi copa.
—¿Es estrictamente necesario?
—Obviamente. Ahora, ¿quieres el brindis corto o el largo?
—El corto, por favor.
—Como quieras —Eleva su copa en una clara invitación a que la imite—, brindemos por tu nuevo contrato y porque, aunque era de esperarse, lo lograste... —Nuestras copas chocan y sonreímos—. Y un carajo, entendiste a lo que iba, ahora a beber.
Con una pequeña risa ingiero de mi copa, tomándome más de la mitad de un solo golpe. No había notado lo sedienta que estaba hasta que me han puesto mi Cosmopolitan al frente. Ahora inician los primeros tonos de Feel So Close. Charlamos de varias cosas antes de decidir ir a la pista de baile, me cuenta sobre una pequeña riña con Sai y luego se carcajea sola, no está lo suficientemente bebida como para tener un comportamiento de borracha, lo que me lleva a pensar que el que se ríe solo...
Bailamos un poco entre la gente, lo que evita que me reconozcan a simple vista son las luces intermitentes del centro de la pista, creando una buena ilusión óptica para quienes no se mueven mucho. Y para mí, ya que a su vez, esto evita que mi rostro sea iluminado por mucho tiempo y me identifiquen.
Pasadas un par de canciones volvemos a la zona elevada, donde ahora se encuentra un hombre fornido y moreno custodiando la entrada de la misma, ve a Ino y le hace espacio para que entre, a lo que ella responde con una sonrisa afable. Muy posiblemente él tenga mucho que ver con que hayamos entrado tan fácil a este club.
Vamos directo a la barra por una nueva ronda, y una vez las pagamos y le damos un pequeño trago, regresamos a la pequeña mesa de antes. Lo que me recuerda...
—¿Crees que nos estén viendo el trasero desde allá abajo?
—¿Cómo dices?
Señalo hacia el piso y luego a ella.
—¿Pueden ver el color de nuestra ropa interior desde allí...?
Espero a que me responda, pero nunca lo hace pues parece un poco distraída mirando unos metros de mí. Volteo disimuladamente para echarle en cara el que me ignore cuando me encuentro con una inmaculada camisa gris de botones —con los dos primeros abiertos—, y los extremos doblados pulcramente unos centímetros antes de tocar el codo.
Miro a quien luce tan inmaculada prenda de esa manera y me encuentro con unos ojos juguetones y brillosos, a juego con una sonrisa sin llegar a mostrar los dientes.
—¿Kohei?
—Hola, Sakura... ¿Ino, no? —Pregunta en dirección a mi amiga.
—Sí. Hola —Responde haciendo gestos con la mano a modo de saludo. Kohei le responde e inmediatamente posa una mano en el respaldo de mi silla, cosa que me pone incómoda.
—¿Qué las trae por aquí? —Indaga.
—Celebración —Responde Ino.
—¿Puedo saber de qué?
—No, no puedes —Contraataca mi amiga y yo me espabilo, luego se echa a reír—. Solo necesitábamos un poco de diversión.
—¿Y la han encontrado?
Ambas nos encogemos de hombros.
De pronto me siento un poco incómoda, pues aunque no me desagrade se siente extraño estar al lado de un hombre que fue jurado en una entrevista que a penas tuve ayer.
—Kohei —Llama una voz desconocida y sutil, perteneciente a una mujer de corto cabello rubio y labios rojos—. Estamos esperandote —Se nota su impaciencia al hablar, ni ha deparado en nosotras.
—En un momento voy, solo quería saludar —Exhala, cerrando sus ojos cuando la mujer se da la vuelta y camina en la dirección de la que hace poco vinimos. La verdad es que parece un poco cómico bufando aburrido, como si no tuviese escapatoria. Vuelve a abrirlos y nos deslumbra con una gran sonrisa, y yo me pregunto ¿qué edad tendrá?—. Bueno, damas, tengo que retirarme. Un gusto volver a verte, Ino —Va por su mano y le da un apretón amistoso—. Y felicidades a ti, Sakura. Ya me he enterado que has firmado, nos veremos el día del desfile —La mano que mantenía en el espaldar de mi silla se mueve hacia mí, hasta que siento el tacto de sus dedos en la piel desnuda de mi espalda provista de cualquier tipo de tela por el corte que tiene. Tengo un pequeño escalofrío al roce y lo miro con ojos un poco abiertos, cuando él se inclina y aunque pareciera que va a besar mis labios, depara en mi mejilla. No sé por qué lo hago, pero contengo el aire hasta que se incorpora, no sin antes murmurar—: Y no, no te verán la ropa interior desde allá abajo, ellos no pueden verte a ti, pero tú sí —Y se retira, dándole una palmada en el brazo al muro de huesos y carne de antes y perdiéndose entre la marea de gente aún cuando yo siento mis mejillas arder.
Un carraspeo nada disimulado llega a mis oídos.
—¿Qué ha sido eso?
—Ni yo misma lo sé —Admito.
La rubia me mira de mala manera antes de negar con su cabeza y mirar a la pista.
—Pues más vale que no pase de un simple coqueteo —Yo no le estaba coqueteando, estoy por decir, pero ella me cierra la boca—. Kohei es un gran empresario, pero también un mujeriego de alto calibre, con sus andanzas hay que tenerle cuidado, no vaya a ser que en un parpadeo te veas envuelta en su cama.
Eso me molesta un poco.
—¿Por quién me tomas?
—Por una mujer que lleva más tiempo del que soy capaz de recordar sin una relación tanto sentimental como sexual, puede que eso logre que estés un poco... propensa a caer en sus encantos, porque vamos, el hombre tiene lo suyo.
—No me interesa, no de esa manera. Sabes que no me gusta ligarme con hombres que algo tengan que ver con mi trabajo. Eso no cambiará solo porque... —Me callo.
—¿Por qué...? —Ino me insta a continuar pero no soy tonta, ni muerta le doy el gusto.
—Nada. Olvídalo, ¿sí? Y vayamos por otros tragos, quiero bailar de nuevo.
De nueva cuenta nos ponemos de pie, esto lo hacemos porque queremos pues hemos visto a algunos camareros ir y venir y solo seria cuestión de cachar a uno, pero preferimos ir a tener que esperarlos.
Una nueva ronda de Margarita y Cosmopolitan después decidimos no sentarnos en la mesa de antes, sino quedarnos de pie apoyada en el barandal para mirar hacia la pista. Ahora hay mucha más gente que antes y el doble de animados. El ambiente es bueno y pronto me contagia, así que bajo a bailar seguida de mi —a veces— insoportable amiga.
La noche tengo que disfrutarla al máximo, ¿no es eso a lo que vine?
Para cuando amanece yo no quiero saber nada de nadie. Mi resaca no permite mucho así que tumbada en mi cama boca abajo, me cubro con mi sabana para intentar evitar el contacto directo de la luz que se cuela por la ventana. Me hago un ovillo y suspiro, queriendo perderme entre los sueños más hermosos que alguna vez he tenido. Estiro un poco mi pierna y arreglo mi almohada para que se sienta más acolchada, vuelvo a suspirar y hundo mi rostro en ella una vez he cumplido con mi objetivo.
Debe ser ya la mitad de la mañana, pero no tengo planes de levantarme, ni de moverme en realidad, pero al final me toca hacerlo pues mi vejiga está por explotar. Aprovecho y en una bata extremadamente cómoda me cepillo los dientes y lavo mi rostro; preparo la cafetera y monto unas tostadas mientras la maquina hace lo suyo. Bostezo, estirándome como felino y aguardo para comer. Regreso a mi alcoba y pongo todo sobre la cama, busco el mando del televisor y lo enciendo, luego empiezo a comer mientras hago zapping de arriba a abajo y viceversa.
Termino mi desayuno/almuerzo y satisfecha, me acomodo con unas cuantas almohadas detrás para mayor comodidad. Mi teléfono comienza a sonar cuando empiezan los comerciales y yo rebusco en mi aún ebrio cerebro para recordar dónde lo deje. El sonido cesa cuando yo recuerdo que no me lo llevé al club y que lo coloque en un cajón de mi mesilla de noche. Lo busco allí y efectivamente, se encuentra en el sitio. Lo tomo con un nuevo bostezo invadiendo mi cuerpo y reviso la llamada ahora pérdida.
Al ver el identificador me apresuró a devolver la llamada pero no es necesario, pues el mismo emisor está invadiendo la pantalla nuevamente.
Atiendo sin pensármelo dos veces.
—Hola —Saludo.
—Sakura Haruno, ¿dónde te has metido últimamente? —¿Saludar? Cuando está enojada a mamá parece olvidarsele esas cosas.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre?
—Hija, ¿estás saliendo con alguien, no es así? —Va al grano.
—No... Yo no salgo con nadie, mamá.
—¿Y quién es ese hombre misterioso al que besas en unas fotos?
Mi espalda se acalambra y toma una postura anormalmente erguida. ¿Fotos? ¿Besándome con un hombre misterioso? ¿De qué habla...?
No puede ser.
¡¿Nos han sacado fotos?!
Bellas criaturas he aquí un nuevo capítulo, ¿les ha gustado?
Déjenmelo saber, nos estamos leyendo.