Hola! Después de tanto one-shot, por fin un proyecto largo de mi parte. La OTP se merecía uno. La historia ya se irá desarrollando, pero básicamente es un School!AU (No confundir con Gakuen!AU). Quise darle más atención a personajes secundarios, aunque muchos de nuestros protas favoritos van a ser mencionados dos por tres.

También, la historia está principalmente centrada en el POV de Rumania (aunque narrada en tercera persona). Y no le diremos Rumania (no son naciones aquí. Si alguna vez se me cuela un nombre de país en vez de un nombre humano, pido disculpas y agradezco que me avisen). Así que les presento a nuestro protagonista, Nikolai. (Las nacionalidades de los personajes se corresponden con la nación que son en el anime, así que no habrá muchas confusiones :D).

Advertencias a desarrollar más tarde~

Nota: Uso de nombres humanos (en este capítulo: Nikolai -Rumania- y Andrei -Moldavia/Moldova-). Universo alternativo. Futuro Yaoi... y Hetero (Temed fujoshis, temed D:). Vocabulario indecente (léase con voz austríaca).

Y actualización cada 15 días (viernes por medio, horario yorugua). Hay espera, pero no espera indefinida ;)

Antes de dejarlos con la historia, espero que les guste :) esta historia va para largo, así que sean pacientes~.


Prólogo.

Comienzo de "algo".

Cuando uno se acostumbra demasiado a cierta rutina (aunque ésta no sea necesariamente aburrida), los pequeños cambios pueden causar estragos en el equilibrio. Y mejor ni pensar en los cambios más grandes. Pero pase lo que pase, no debemos olvidar bajo ninguna circunstancia, que la felicidad está en las pequeñas cosas de la vida. Tan simple como eso. Porque esto es algo así como una historia normal, entre dos personas normales (tal vez no tanto si las llegamos a conocer). Aunque no por eso va a significar menos para las personas que participan en ella.

Sí, fue una noticia sorprendente. Tampoco completamente inesperada. Siempre en algunas de sus reflexiones internas, se planteaba el hipotético caso de que aquello sucediera. No pasaban de ser simples posibilidades lejanas.

Pero ahora esa posibilidad lejana estaba más cerca de lo que jamás habría pensado, modificando así el transcurso de sus últimos años bajo dependencia de sus padres. Y ellos eran, precisamente, quiénes le comunicaban esa noticia que daría vuelta a su rutina diaria y vida en general.

—Nikolai, ya es seguro. Vamos a mudarnos.

Las palabras de su padre y la expresión de aparente empatía por parte de su madre, prácticamente habrían caído como una bomba sin amenaza previa para cualquier persona externa a la situación. Por ejemplo, su hermano menor, Andrei. El niño de diez años parecía no entender demasiado. Si bien no era tan pequeño, parecía no mostrar reacción aparente.

Nikolai, por su parte, se lo veía venir. Un par de conversaciones casuales en la cena, búsqueda de información en internet, contactos, extrañas reuniones que parecían más despedidas que otra cosa. Eso, problemas en el trabajo, y las ganas de que su hijo (es decir, él, Nikolai) asistiera a una mejor escuela.

El problema era que no había abandonado la esperanza de que aquello quedara como una especie de típicas vacaciones familiares que siempre se conversan pero jamás se realizaban. No supo exactamente qué hacer. ¿Sonreír? ¿Mostrar más alegría? ¿Deprimirse? ¿Hacer un berrinche típico de adolescente caprichoso?

Más tarde supuso que su aparentemente graciosa cara de sorpresa era reacción suficiente para sus progenitores.

—Ya… veo—balbuceó. Observó a su hermano menor, que tenía una dulce expresión de aburrimiento en la cara. Parecía no importarle demasiado irse: tan sólo quería ir a jugar.

Sus padres procedieron a contarle detalles. Nikolai llegó a retener la información más importante: dejarían Rumania, y él tendría la posibilidad de asistir a un colegio internacional. Una perspectiva nada mala... excepto por la parte de tener que dejar el lugar donde vivió toda la vida y que fue testigo de su evolución como persona. Los mejores y peores momentos. Envidió la soltura de su hermano menor, y la poca importancia que parecía darle a ése asunto, sin estresarse.

A partir de aquél momento, el tiempo transcurrió demasiado rápido.

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El viaje no había sido nada del otro mundo. Aburrido, claro está, por lo tanto, seguía siendo "propio de su mundo". Estaba con cierto mal humor. El movimiento constante del vehículo lo hacía abstenerse de abrir un libro para entretenerse, ya que prefería morirse de aburrimiento a tener que pasarse el resto del viaje entre mareos y náuseas. Envidiaba a aquellos mortales que lograban leer en pleno vehículo en movimiento sin sentir malestar alguno.

Pero como todo, la espera terminó. Luego de pasar las aduanas, Nikolai prestó excesiva atención a su alrededor. Después de todo, viviría ahí mínimo un año.

Suspiró. Sí, muchas personas se mudaban. La casualidad, el destino, Dios, la cuántica o como cada uno quiera llamarlo, hizo que le tocara a él. Si bien no sería problema familiarizarse con el idioma (lo tenía bastante inculcado), todavía quedaba el adaptarse más a la cultura y su nuevo entorno. Y eso sería verdaderamente un problema para él.

¡Y lograr hacer amigos! Tembló ante la sola perspectiva.

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El viaje pudo haber sido aburrido, pero la experiencia de la mudanza era un asunto completamente nuevo. Su madre daba vueltas entre un laberinto de cajas, dando órdenes a diestra y siniestra, a nadie en particular; aunque el rubio decidió obedecerla, para ahorrarse regaños. Sólo por si acaso. Andrei simplemente se escondía entre las cajas y exploraba la pequeña casa.

Debía admitir que su nueva casa no estaba nada mal. Era un poco más grande que la anterior (Ésta tenía una pequeña habitación en un segundo piso, dónde se suponía que dormiría él. No tendría que compartir habitación con su hermano, tal como en su país natal). Su cuarto era un tanto pequeño, pero se las arreglaría para mantener todo en orden.

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Los días que siguieron a la mudanza lo dejaron exhausto. Aun así, estaba orgulloso (y sus padres también) de que el trabajo duro había dado sus frutos.

Y comenzaba el gran desafío antes de que terminaran las vacaciones y comenzara las clases en su nueva escuela.

Integrarse poco a poco al entorno.

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En un principio fue sencillo. Localizó rápidamente dos lugares donde conseguir víveres, una biblioteca, y algunas vecinas ancianas simpáticas que lucían increíblemente interesadas por "la nueva familia".

Tuvo que sonreír mientras contestaba con un poco de vergüenza todo lo que preguntaban. Que de dónde era, cómo era Rumania, porqué su colmillo era tan afilado, y preguntas que seguramente tendría que contestar repetidas veces cada vez que conociera a alguien más en aquél barrio. Además del constante "¡Tu hermano menor es adorable!".

—¡No soy adorable! —dijo un día Andrei, durante el almuerzo, harto de escucharlo tanto. Infló las mejillas infantilmente, lo que no hizo más que contradecir sus anteriores palabras—Ya soy mayor.

—Claro que sí. Por fin tu altura supera al chihuahua de la vecina—se mofó Nikolai.

—Seré más alto que tú—se defendió el pequeño—Ya les mostraré. No soy nada tierno. No soy adorable. Y mucho menos "un dulce terroncito de azúcar"—hizo una mueca asqueada, mientras su cabeza ponía en marcha un plan para deshacerse de aquellas palabras.

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Una de las primeras cosas que se decidió a hacer Nikolai, fue el ir a la biblioteca y hacerse socio. Mientras cruzaba los dedos, deseando que hubiera libros en rumano (no tenía muchas esperanzas, pero tal vez algo encontrara. Siempre era más fácil leer en la lengua materna).

Afortunadamente no tuvo problemas con la bibliotecaria: logró hacerse entender fácilmente, aunque ella no le quitaba el ojo de vez en cuando, mirándolo con desconfianza, como si se tratara de un ladrón. Hizo una mueca, un poco molesto. Sólo porque le gustaba llevar un pequeño sombrero y vestir abrigos largos (además del hecho de ser rumano), había que vigilarlo como si fuera un ladronzuelo. Intentó hacer caso omiso a la mirada de la mujer, y se perdió entre los estantes de la biblioteca.

Estaba ensimismado en la sección de "Fantasía", analizando detalladamente los pros y los contras de releer la saga entera de "El Señor de los Anillos", cuando la presencia de alguien llamó su atención.

No era como si se hubiera tratado de un choque repentino, de esos que suceden a menudo en las películas, y que ya es seguro que terminan con un montón de libros y papeles desparramados por el suelo. Simplemente estaba en un pasillo de la biblioteca, rodeado de estantes de libros, y por el rabillo del ojo observó a quién se encontraba a su lado.

Tal vez fue por inercia. Por simple curiosidad. O porque de verdad algo le llamó la atención en él. Lo cierto fue que, en vez de volcar nuevamente la atención en su libro (como lo haría normalmente), mantuvo la vista fija en aquél desconocido.

Era un joven, que probablemente tendría la misma edad que él. El cabello era corto y lacio, de color negro azabache. La contextura física no era nada del otro mundo, ni muy menudo, ni muy fornido. Era más bien una persona normal, y por eso el joven rumano no entendió del todo la anormal atención que puso en él.

Se sobresaltó cuando el joven desconocido apartó la mirada del libro que parecía ocupar toda su atención ("Ángeles y Demonios" fue lo que alcanzó a captar) y lo observó con expresión confusa. Los ojos verdes del joven lo atravesaron por un momento, hasta que Nikolai decidió romper el incómodo momento.

—Hola—dijo, intentando sonar calmado. El otro chico sólo asintió con la cabeza a modo de saludo, y volvió a su libro. El rubio tragó saliva, palpó un libro sin siquiera leerlo, y se dio media vuelta para salir de ahí con el poco orgullo que mantenía.

(No era como si se tratara de una persona orgullosa. Es que la presencia del otro chico lo intimidaba bastante, ¡y no porque el otro fuera más alto que él).

Su plan improvisado no estuvo mal. Sólo tenía un pequeño error de cálculo, a causa de no conocer bien la biblioteca. Y era que se encontró con un callejón sin salida.

Escape frustrado nivel Nikolai.

Miró hacia atrás disimuladamente. A simple vista, parecía que nadie le prestaba atención, pero el otro joven de ojos verdes lo estaba observando. Y parecía tener una pequeña sonrisa en sus labios.

Mirando hacia abajo, el rumano caminó rápidamente hasta el otro lado. Podía jurar que desde que firmó el retiro del libro hasta que salió por la puerta, la mirada del azabache no había dejado de posarse en él.

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Dejando de lado el incidente de la biblioteca, no había sido un mal inicio. Pero lo más difícil vendría después, a la hora de comenzar el nuevo colegio.

Tragó saliva, mientras un montón de dudas se agolpaban en su cabeza. Entre ellas, el si volvería a encontrarse con aquél joven.