Hinata estaba tumbada en el sofá, mirando al techo. El sonido del tráfico o el ruido ocasional de algún grifo intensificaba su sensación de soledad. Se sentía vacía.
Su partida había sido una bofetada de realidad. Por mucho que intentase convencerlo, Naruto nunca creería que era suficientemente bueno para ella. Siempre saldría huyendo y Hinata estaba cansada de seguirlo.
Todo había terminado.
Ni siquiera tenía lágrimas. Y experimentaba una sensación rara en el vientre, como un peso inesperado y nuevo.
Entonces se le ocurrió pensar que no estaba sola. Naruto no se había ido del todo. Había dejado en ella un pedazo de sí mismo.
Y por ese niño, si existía de verdad, tenía que seguir adelante.
De modo que se levantó, dispuesta a seguir viviendo... y tropezó con algo que había en el suelo, cayendo de rodillas.

- ¿Qué demonios...?

Era una maleta. La maleta de Naruto.
Pero no tenía sentido. Él se había ido...
En ese preciso momento se abrió la puerta. Era Naruto. Naruto. Con dos cafés en una mano y una bolsa de plástico en la otra.

-¿Qué haces sentada en el suelo?

-Me... he tropezado.

-Ah, perdona. He dejado tirada la maleta...

-Me desperté y no estabas.

-He ido a comprar café y bollos para desayunar. ¿Te has hecho daño?

-No, no... Es que...

-¿Pensabas que me había ido?

Hinata asintió con la cabeza.

-No voy a ninguna parte, cariño. No te preocupes por eso.

Entonces, sin poder evitarlo, Hinata se puso a llorar.

-Tranquila, no pasa nada -murmuró Naruto, acariciando su pelo- No llores, cielo.

-Pensé que... te habías ido. Que todo había terminado -dijo ella entre sollozos.

-Aún no sé si podré hacerte feliz, pero te aseguro que lo voy a intentar. Amor mío, te quiero.

-Yo también... te quiero.

-Entonces, espero que ésas sean lágrimas de felicidad -sonrió Naruto.

-Sí, así es. La vida es maravillosa -dijo Hinata, levantando los brazos para enredarlos alrededor de su cuello. Al hacerlo, la sábana se deslizó un poco...

-¿Estás desnuda? -preguntó Naruto.

Ella asintió con la cabeza- Entonces podríamos cerrar con llave, desconectar el teléfono y pasar todo el día celebrando nuestro amor.

-Me parece muy buena idea.

Naruto hizo entonces un gesto de rabia.

-¿Qué pasa?

-Que no estás ovulando.

-Entonces... ¿sigues queriendo tener el niño?

-Claro que sí. Quiero el niño, la boda, lo quiero todo.

-¿Sabes una cosa? Yo creo que ya ha pasado -dijo Hinata.

-¿A qué te refieres?

-Creo que pasó anoche -contestó ella, tomando su mano para llevársela al vientre.

-¿Cómo? Dijiste que no estabas ovulando.

-Era mentira. Lo siento, pero no quería que me hicieras el amor por obligación. Quería que fuese de verdad.

-Oh, era de verdad, amor mío -sonrió Naruto- Y en caso de que estés embarazada, habrá que hacer esto bien. Quiero que nos casemos enseguida.

-Yo también, pero antes de que sea oficial, hay una cosa que debemos hacer.

-¿Qué?

-Tenemos que establecer unas reglas -dijo Hinata.

-Unas reglas, ¿eh?

-Por supuesto, la primera será la sinceridad.

-Desde luego. Y no acostarse con nadie más -sonrió Naruto.

-Evidentemente.

-Y hacer el amor... todos los días.

- ¿Todos los días?

-Todos.

- ¿Podemos hacerlo en la ducha?

-En todas partes -rió Hinata.

-Y yo voy a decirte que te quiero mil veces al día para compensar el tiempo perdido -sonrió Naruto, acariciando suavemente su vientre- Voy a ser un buen padre y un buen marido.

-Nunca lo he dudado. Pero tengo que hacerte otra pregunta.

-¿Cuál?

-¿Cuándo empezamos? -sonrió Hinata.