Disclaimer: ningún personaje o lugar que reconozcan me pertenece, todo es obra de la magnífica imaginación de Masashi Kishimoto.

Voluntad de Fuego

XXIII

Evadiendo la verdad y afrontando la mentira

A veintisiete kilometros de Tanzaku

País del Fuego

17:45

Debía admitir que el escondite elegido por los rebeldes para la misión del día siguiente era un sitio estratégico, inteligente y muy bien logrado. Se notaba a leguas que habían pensado cada detalle con anticipación, cada roca, cada árbol, cada rama, incluso el clima cambiante, la dirección del viento y la posición del sol sobre ellos. Todo había sido calculado con el ojo de un ninja experto en el arte del escondite, puliendo los detalles hasta alcanzar el mayor nivel de seguridad para aquellos guerreros deseosos de cobrar venganza. Pero, por mucho que se esforzaran en crear el mejor centro de operaciones clandestino en medio de territorio enemigo, nada podía ser perfecto en la guerra. Y aunque ninguno de ellos se percataba de las debilidades de aquel sito, Sasuke no podía ignorar el nivel de riesgo que estaban corriendo al estar en medio de una zona regida por el imperio de Madara.

Desde su punto de vista, Sasuke lograba apreciar lo cerca que estaban de Tanzaku, lo suficiente para facilitar la infiltración del día siguiente, pero, al mismo tiempo, se encontraban excesivamente lejos de la costa para regresar al País de las Olas en caso de forzar una retirada. El acantilado que habían escogido para levantar sus tiendas de campaña era perfecto para pasar desapercibido, rodeado de montañas rocosas, lejos del rio y de algún sitio que fuese demasiado visible, pero, en el remoto caso de que los Uchiha dieran con su paradero, sería como terminar en un callejón sin salida, todos los rebeldes estarían en completa desventaja y la muerte de cada uno de ellos sería el fin de su absurda rebelión. Otro punto a favor de aquel lugar era el acceso visual hacia el campo de concentración. Estaban lo suficientemente lejos para no ser escuchados, vistos o detectados, pero siempre existiría una posibilidad remota de ser encontrados por accidente o por una muy mala suerte del destino, incluso cuando tenían una organización casi perfecta y un esquema de trabajo que no dejaba ningún cabo suelto.

Esto y muchas cosas más pasaban por la mente de Sasuke desde el momento en que había respirado de nuevo el aire del País del Fuego. Él estaba al corriente de este tipo de cosas, más de lo que le gustaría estar. El haber sido Teniente en Konoha por tanto tiempo le otorgaba amplios conocimientos que podían funcionarle a favor o en contra durante la misión, y precisamente por ese mismo motivo, sabía que nada bueno saldría de todo este estúpido y absurdo plan de los ninjas de La Resistencia.

Mientras caía la tarde, la temperatura bajaba y los grilletes en sus articulaciones comenzaban a congelarle la piel. Para ese momento, el humor de Sasuke estaba por el suelo y el ajetreo entre las tiendas empeoraba sus ánimos hasta generarle dolor de cabeza.

Quería dar media vuelta y regresar al País de las Olas, volver a sentir la arena entre sus pies y el sol quemándole los hombros. Se había acostumbrado en tan poco tiempo a estar en la soledad de la costa frente al océano en vez de la oscuridad de un bosque lleno de arboles y con exceso de compañía humana. En definitiva, Sasuke prefería la ferocidad de los sonidos del mar que ver a un grupo de ineptos caminando de un lado a otro como si no estuvieran conscientes de la muerte que se les avecinaba. Internamente, también deseaba darse a la fuga antes de enfrentarse a su clan y meterse en los problemas de un puñado de rebeldes. Pero no podía hacerlo. Ahora estaba metido en ese rollo del campo de concentración, liberar prisioneros que él alguna vez había sentenciado a esa misma cárcel, atacar su propio clan de forma directa y sin contemplaciones. Había pasado más de un día y aun no sabía cómo demonios había acabado metido en un nido de rebeldes con un profundo amor al deseo del suicidio en masa.

Quería evaporarse y salir de ahí cuanto antes. Terminar con esta misión a la que le habían arrastrado.

En la misión que ella le había pedido participar…

Un par de sujetos – seguramente los guardias de turno que vigilaban a Sasuke y que éste siempre se sacaba de encima – le interceptaron en el árbol donde se encontraba descansado, con los brazos cruzados y la espalda recostada sobre la corteza del roble. Habían llegado al escondite hace tal vez una hora, pero Sasuke se había zafado de ese par desde el momento en que puso un pie fuera del País de las Olas. Desde luego, los dos guardias le miraron con desprecio y rompieron en un sinfín de maldiciones entre dientes mientras se acercaban pisando ruidosamente la tierra bajo sus pies.

–Maldita sabandija escurridiza – farfullo uno de ellos deteniéndose a unos pasos de él, frunciendo deliberadamente el ceño antes de volver a gruñir –. Se nota que te gusta escapar, Uchiha. Por lo visto, es lo que mejor que sabes hacer.

Sasuke sintió el mensaje subliminal en sus palabras, pero supo ignorarle. El otro sujeto dio un paso al frente llamando su atención.

–Esperan por ti, Uchiha – le dijo con voz áspera, listo para sostenerle de los brazos y arrastrarle a la fuerza de ser necesario –. Vamos, mueve tu culo antes de que yo lo haga por ti.

El semblante de Sasuke permaneció inquebrantable mientras los guardias esperaban irritados. Estuvo a instantes de ignorarles magistralmente y dejar que el dolor de cabeza lo consumiera ahí y ahora, pero debía ir a atender aquel llamado si quería zafarse de esos sujetos. Así pues, de mala gana, se irguió y siguió a los dos malhumorados con las manos en los bolsillos y los pies casi arrastrándose pesadamente sobre la tierra seca.

Los guardias lo condujeron hacia una tienda de campaña que debía ser la principal entre todas las que habían levanto. Alcanzaron la entrada y ambos sujetos le dejaron pasar, quedándose ellos afuera para asegurarse de que no diera media vuelta para escabullirse de nuevo por algún lado del campamento; cuestión que Sasuke deseaba con más intensidad de la que pretendía.

Con tan solo sentir el aire una vez dentro de la gran tienda, el Uchiha pudo advertir que el movimiento era casi igual de frenético que afuera. Personas iban y venían, tan constantes como las agujas de un reloj, sin detenerse demasiado en una plática o en la tarea que se suponía debían realizar.

Sasuke logró reconocer a alguna de los ninjas que permanecían estáticos dentro del lugar, y se centró en los rostros que les eran familiares mientras se escondía en un lugar dentro de la tienda que fuese poco visible y que no funcionase como un vulgar estorbo en el ir y venir de la gente.

Por un lado estaba el General de la Tercera División, un hombre con un severo problema con el color verde y un exceso de felicidad que era una completa molestia. Se hacía llamar Gai, un nombre que, desde luego, no inspiraba ni una pizca de liderazgo. Más allá estaba un chico que era la copia exacta del General. Tenía cejas gruesas y ojos como insecto. Éste estaba hablando con una efusividad alarmante con Neji Hyūga – que no dejaba de mirar a Sasuke de reojo desde su llegada a la tienda, para variar – y un tipo de piel morena y semblante serio que tenía más aspecto de líder que el supuesto General Gai. Por su aspecto, dedujo Sasuke, debía ser del Trueno o de algún sitio del norte. Entre el murmullo dentro de la tienda, había escuchado que el sujeto se llamaba Darui. Tenía el puesto de Teniente General dentro de la Tercera División de los rebeldes y era el segundo al mando de la misión actual. Un golpe en el orgullo para Neji, seguramente. Sasuke les escuchó hablar tomando especial cuidado en varias de sus conversaciones, pero era difícil con tanto ajetreo dentro de la tienda. Además, el dolor de cabeza que comenzaba a aumentar en su nuca y los grilletes quemándole la piel de las muñecas funcionaban en armonía como un potente distractor.

Desistió en tratar de escuchar su conversación, giró la vista y siguió su escaneo. En una esquina, se encontró con Tenten que hablaba con la misma efusividad de siempre junto a un chico menudo con dientes de tiburón. Cerca, estaba la princesa Hyūga, sentada en una silla hecha con la corteza roída de un árbol pero que ella hacía parecer un trono digno de una reina. Por raro que sonase, su postura elegante y fuera de lugar hacia llamar fuertemente la atención. Sasuke se odió a sí mismo cuando se encontró demasiado tiempo observándola. La encontraba hermosa, sin lugar a dudas lo era, pero esa timidez que la chica profesaba lo dejaba inquieto. Y él odiaba estar inquieto.

Al parecer, la mirada de Sasuke era demasiado dura o demasiado perversa, porque al poco tiempo el cuerpo de un hombre se interpuso en su escrudiño sobre la Hyūga. No se impresionó al encontrarse con los ojos del Inuzuka que esperaban un movimiento en falso por parte de él para zamparle las garras en el cuello. Ambos intercambiaron miradas iracundas y llenas del desprecio más sincero. Justo en ese momento, mientras ambos se lanzaban amenazas silenciosas, un corto flashback pasó por la mente de Sasuke. Hace tan solo unos días, Kiba y la Hyūga estaban revolcándose en una habitación solitaria de la Tercera División, gimiendo y jadeando tal cual animales en celo. Y poco antes de esa escena, el Inuzuka estaba lanzándole caricias y sonriéndole a Sakura como si fuesen mucho más que simple compañeros de equipo. Ante aquella imagen, la sangre en las venas de Sasuke burbujeó en desprecio hasta hacerle apretar los puños a ambos lados de su cuerpo. Sus ojos entrecerrándose con fuerza.

Maldito hijo de perra.

Le sostuvo la mirada al Inuzuka de la manera más venenosa que conocía, deseando con locura activar su inútil Sharingan y fundir a ese tipo en la peor de las torturas, aun cuando el dolor de cabeza comenzaba a intensificarse hasta querer romperle el cráneo y la espalda en dos. Pero antes de que pudiera imaginarse la mejor forma de despedazarle los huesos a Kiba, Gai se acercó a la mesa que habían ubicado en el centro de la tienda, llamando la atención de todos los presentes.

–Muy bien, equipo. Es tiempo de ponernos manos a la obra –lanzó una única palmada al aire para acabar con los murmullos –. Acérquense todos. Repasaremos el plan.

Sasuke frunció el ceño. Aun faltaba una persona de vital importancia dentro de la tienda. No debía de ser muy observador para reconocer la ausencia de una mata de cabellos rosa, aunque, sinceramente, Sasuke no necesitaba sus ojos para saber que ella no estaba cerca. Era una cuestión de percepción, lo más cercano que tendría a un sexto sentido. Si su corazón no latía ridículamente deprisa o el aroma a cerezo no impregnaba sus pulmones, sabía que Sakura no estaba ahí.

El silencio se interpuso en la tienda y Darui, el chico de cabello blanco, tomó la palabra luego de carraspear la garganta e inclinarse sobre la mesa en la que descansaba un largo y roído mapa de la zona en la que se encontraban.

–Como todos muy bien saben, Tanzaku era territorio neutro en esta guerra. Sin embargo, en los últimos meses, los Uchiha se han encargado de que no continúe de esa manera. Decidieron atacar la ciudad y crearon un nuevo campo de concentración para poder almacenar al exceso de prisionero que han coleccionado en los últimos años. Hasta ahora, a los Uchiha les ha ido de maravilla con su nueva adquisición desde que se instalaron en Tanzaku. Es grande, poderoso y visiblemente impenetrable. Una edificación que consideraría «casi» perfecta.

Darui pasó una mano sobre el mapa que descansaba en la mesa, alisando su superficie antes de continuar.

–Hemos estudiado con sumo cuidado cada aspecto de esta misión y logramos crear un plan de ataque solido que Neji y su equipo han aprobado – señaló con la mano hacia el Hyūga a un lado de él que asintió brevemente con la cabeza–. Pero, antes de explicar la posición de cada uno de nosotros dentro de la misión, intercambiaremos información sobre la situación interna del campo.

Hubo un corto silencio antes de que la voz de Gai se volviera a elevar dentro de la tienda.

–Uchiha.

Aunque habían llamado a todos los presentes alrededor de la mesa, Sasuke permaneció muy quieto en su oscura esquina, con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas abiertas a nivel de los hombros. La mirada de todos cayó sobre él y se sintió volver a sus días como Teniente en Konoha. La bilis le subió por la garganta en señal de asco, y con pesadez, se movió hacia el centro de la tienda. No estaba ni a dos pasos de la mesa cuando los rebeldes a su alrededor se apartaron para darle espacio. Le recordaba el efecto que creaba sobre sus subordinados en su antigua aldea. Él era una amenaza, y todo ser viviente retrocedía ante su presencia al advertir el nivel de su poder. Todo en él enfundaba miedo. Nadie era capaz de sostenerle la mirada y ver más allá del monstruo que era. Nadie lo podía hacer… nadie excepto tal vez…

–La organización del campo es estratégica. Nada se construye al azar – explicó Sasuke forzándose a hablar para no recordar la imagen de Sakura que se había esforzado en no evocar por lo que quedaba de misión. Necesitaba concentrarse, retomar sus viejos hábitos de Teniente.

Observó entonces el mapa y repasó su superficie en un único escaneo. Se trataba de la infraestructura de Tanzaku y gran parte de sus alrededores. Era un mapa algo viejo, posiblemente desactualizado, pero entendía a los rebeldes en ese punto. Debían trabajar con lo poco que alcanzaban a tener.

–Los Uchiha debieron mantener alguna de las estructuras de la ciudad con tal de evitar algunos costos innecesarios – infirió Sasuke luego de unos minutos de meditación–, pero he de imaginar que habrán hecho algunos arreglos importantes.

–Tanzaku era un sitio de juegos, apuestas y prostitución – dijo Gai forzándose en hablar nada más que lo necesario –. Solo algunas edificaciones eran óptimas para ser usadas como campo de concentración.

–Nunca subestimen la creatividad de Madara, Gai-sensei – se burló Tenten en un tono carente de gracia.

–El edificio de apuesta más grande de la ciudad esta ubicado en el centro de la misma y los Uchiha lo tomaron como su centro de mando. Estos sitios que están aquí, aquí y aquí, son barracones nuevos que aseguran la torre principal – explicó Darui señalando algunos elementos del mapa que habían sido resaltados con tinta roja, opacando el sonido de alguien entrando en la tienda –. También existen muchos locales que han sido removidos para ampliar la tierra en la que los prisioneros puedan trabajar.

–El campo de concentración que dirigí tenía una distribución similar, aunque éste es notablemente más pequeño a pesar de que estemos hablando de toda una ciudad –continuó Sasuke con voz plana, sin despegar su mirada de las edificaciones dibujadas, analizando todo con sumo cuidado –. Lo más seguro es que esta sea la división entre sectores –hizo una pausa esperando que alguno de sus interlocutores lo corrigiera, por lo visto estaba en lo correcto. Prosiguió con calma –. Hay solo dos sectores en vez de los tres del campo anterior. Esto se hace con la finalidad de distribuir mejor la voz de mando, pero el resto es similar. Ambos lados son como imágenes especulares una de otra. Aunque la ciudad genera un nuevo nivel dificultad por mantener su infraestructura inicial, los Uchiha pueden ser un poco predecibles a la hora de mantener sus costumbres, así que asumo que ustedes están al tanto de la distribución interna.

–De la gran mayoría –los ojos de Darui estaban mirando de lleno a Sasuke cuando éste le echó un vistazo por el rabillo del ojo –. No estaría de más tu confirmación...

Sasuke frunció el ceño.

Ya comenzaba a comprender.

Esta reunión no se trataba solamente de darles conocimientos a los rebeldes sobre el funcionamiento de un campo de concentración. No, esta reunión era mucho más que eso. Estaban poniéndolo a prueba. Querían saber si Sasuke decía la verdad. Hasta ahora, ninguno de esos ninjas que yacían a su alrededor, esperando por sus siguientes palabras, aguardando con una mano en la funda de sus kunais por si se atrevía a moverse más de la cuenta, al asecho ante cualquier señal que sugiriera un ataque por parte del Uchiha, ninguno de ellos, ni siquiera el más insignificante de entre todos ellos se habían tomando la maldita molestia de ponerlo al tanto sobre los conocimientos que ellos manejaban sobre Tanzaku. Los rebeldes querían primero tener todos la información que albergaba Sasuke, compararla con la que ellos tenían, estar seguros que concordaba una con otra, y, de esta manera, asegurarse de que Sasuke no les estaba mintiendo. Aquello era tanto una forma de pulir los datos que ellos albergaban sobre los campos de concentración, como la forma menos violenta de poder juzgar a Sasuke sobre la sinceridad de sus palabras.

Todos son unos malditos cretinos de mierda – pensó Sasuke queriendo blasfemar en voz alta a cada uno de los presentes.

Se esforzó en controlar la ira en sus ojos, y, como si nada hubiese pasado, sus pupilas azabaches regresaron al mapa y se apoyó sobre su superficie con las palmas extendidas sobre el viejo papel.

–Bordeando el campo siempre encontraran una verja de hierro forjado, electrificada y lista para calcinar a cualquiera que sea lo suficientemente estúpido para escapar – explicó con voz neutra y balanceada –. También tienen una pila de guardias custodiando en torres de vigilancia distribuidas a veinte o treinta metros una de otra y unos cuantos a las afueras…

De esta manera, Sasuke siguió lanzando datos, uno más importante que el anterior, todo cuanto recordaba de su asquerosa estadía en aquel viejo campo de concentración.

En ese momento, las palabras le salían solas, sin esfuerzo. Y aunque se suponía que no guardaba simpatía por ningún bando en la guerra, además de no sentirse animado a ayudar a esa basura de rebeldes, debía aceptar que el remordimiento no lo dejaría volver a dormir si no aportaba algo para aquella misión. Dejando a un lado su orgullo, Sasuke sabía que debía darle a La Resistencia lo que necesitaban, aun cuando estuviesen tratándolo como un paria o como la persona más insignificante del mundo, aun así, él les diría la verdad. No por los rebeldes, sino por las personas que sufrían un día más dentro de ese campo de concentración. Lo único que lo motivaba a seguir junto a esos sujetos que lo rodeaban era la necesidad de evitar que la historia que había escuchado hace unas noches atrás frente a la costa del País de las Olas no se volviera a repetir jamás. Impediría que otra persona sufriera la mismas desgracia que ella vivió. Mientras él pudiera hacer algo por evitarlo, estaría dispuesto a ayudar.

–…Dentro, están los dormitorios de los ninjas de Madara – continuó Sasuke, escuchado como alguien escribía de vez en cuando algún dato que soltaba –. Siempre bordean los alrededores, de esta manera, si alguien se ve en la irracional necesidad de escapar, algún ninja le escucharía y le atraparía en el acto.

–¿Y la habitación de los prisioneros? – preguntó Tenten.

–Debe ser esta de acá –señaló Sasuke. De nuevo oyó el lápiz rasgando el papel –. El comedor comunal debe ser este y el almacén estaría por acá.

–¿Dónde crees que se encuentre la central de enfermería? – preguntó la chica Hyūga.

–Hay una por cada sector, y siempre se encuentra en un punto céntrico del mismo, de esta manera, es más sencillo llevar a los heridos indistintamente en que parte del campo se encuentren.

–¿Y el pozo?

La atención que recibía Sasuke ahora había sido dirigida a una nueva persona en la tienda que no estaba ahí al inicio de la reunión. Y, aun así, el Uchiha reconoció su voz con tanta facilidad que hasta él mismo se estremeció. Poco a poco levantó la mirada, sintiendo los latidos de su corazón sobre la piel y el aroma a primavera golpeándole la mirada justo antes de encontrarse con los ojos de Sakura mirándole fijamente desde el otro lado de la mesa.

No la había visto desde ayer. Ambos se habían evitado de la forma más espectacular posible, y ese juego de evasivas solo había incrementado sus pensamientos hacia ella. Aun cuando se esforzaba en no evocar lo sucedido la noche anterior, el sabor de sus labios le llegó a Sasuke como un recuerdo muy vivido que deseaba repetir. Tal vez eso explicaría la horrible necesidad de apartar a todo el mundo y acercarse de nuevo a Sakura para refrescar el recuerdo de su cuerpo sobre el suyo una vez más.

Gracias a los cielos, Tenten estaba ahí para hacerlo volver a recobrar el juicio y centrarlo en la misión.

–¿A qué te refieres con el pozo, Sakura? – preguntó Tenten acercándose a su amiga.

Sakura sostuvo la mirada fija en Sasuke, pero luego la desvió evitando responder mientras se mordía el labio inferior que él mismo había mordido la noche anterior sobre el acantilado.

Sasuke se esforzó en desviar la mirada de Sakura y se volvió hacia Tenten.

–Normalmente, los Uchiha castigan a sus prisioneros en unas fosas cavadas en tierra – explicó con calma, odiándose a sí mismo por cada palabra que pronunciaba mientras Sakura le escuchaba en silencio del otro lado de la mesa –. Siempre se tiene más de un pozo para castigar a los prisioneros que no cumplen con su trabajo. Es una forma menos elegante que un calabozo pero lo justo para que la persona aprendan la lección.

–Son lugares distribuidos por todo el campamento – continuó Sakura, esta vez, sin mirar a Sasuke en ningún instante –, a veces ni se notan que están ahí. Pero esa es la finalidad, esconderte en medio de la nada para que todos vayan olvidando tu existencia.

A Sasuke no le pareció extraño que todas las miradas lastimeras se centraran en ella, y los maldijo a todos por eso.

El tal Rock Lee fue el que más palideció ante la noticia y el primero en volver a hablar.

–¿Cuántos pozos habían cuando tu… ya sabes…?

–No sé – le interrumpió Sakura con el rostro neutro, ilegible –, nunca tuve la valentía de contar.

Las miradas se volvieron hacia Sasuke que apretó las manos formando dos puños sobre el mapa.

–Cincuenta y seis –escupió como si fuese una maldición.

–¿En todo el campo? – susurró Tenten.

–Por sector.

Todos contuvieron el aliento.

–¿Siempre estaban ocupados? – preguntó Rock Lee.

–La mayoría de las veces, si – contesto el Uchiha

–Tenemos alguna información al respecto –argumentó Darui –. Sabemos la ubicación de algunos. Esperemos que, una vez dentro, los prisioneros nos ayuden a ubicar a las personas que están en estos pozos. No hay nada de qué preocuparse, Sakura. Salvaremos a tantos como sea posible.

Lo que Sasuke escuchó fueron promesas vacías, y Sakura, aunque asintiera solemnemente con la cabeza, sabía que también lo eran.

–Muy bien – saltó Gai volviendo a lanzar un aplauso al aire para recobrar la atención de todos sobre él –. Ahora que ya sabemos todos los detalles necesarios sobre el campo, es hora de anunciar las divisiones de los grupos que se infiltraran.

Sasuke se separó de la mesa y buscó a Sakura entre la multitud, pero ella lo encontró primero. Ambos se quedaron mirando, intercambiando un silencio que hacia cortar la respiración. La distancia que los separaba era abrumadora, casi un suplicio. Las manos de Sasuke le comenzaron a hormiguear mientras recordaban su paso por la piel de Sakura. Como se curvaba sobre sus dedos, la suavidad del tacto. Sabía que no debía pensar así de ella. Todo lo que deseaba y sentía estaba mal.

Completa y condenadamente mal.

–Rock Lee y Tenten –llamó Gai, señalándoles con un dedo mientras la otra mano descansaba sobre su cadera–. Ustedes estarán a cargo de romper la vigilancia externa. Tendrán un grupo de ninja a su cargo para realizar el procedimiento. Los detalles ya los conoce Lee, haz que te ponga al tanto –dijo refiriéndose a Tenten que asintió con vehemencia–. Yo entraré con el grupo de Darui para encargarnos de la seguridad interna del campo, ya tenemos todo planificado, así que no hay nada de qué preocuparse.

»Kiba, Neji. Ustedes dos serán nuestros ojos, uno en cada sector. Neji, tu estarás en el primero. Kiba en el segundo. Ambos estarán encargados de ayudar a la evacuación de los prisioneros una vez sean liberados. Su misión es dirigirlos hacia un punto seguro que Hinata y sus guardias dispondrán en las cercanías. Este es nuestro punto de encuentro – señaló un sector boscosos donde habían cientos de pequeños puntos azules que rezaba en letras pequeñas «El bosque de las lagunas» – recuerden su ubicación. Chōjūrō permanecerá aquí manteniendo libre nuestras comunicaciones, pero, de ser necesario, entraremos en silencio radial y todos debemos estar preparados para esto. Es por ello que deben reconocer la localización de nuestro punto de encuentro si nuestros comunicadores fallan en medio de la misión. Si algo sale mal, nos encontraremos aquí ¿Entendido?

Todos asintieron con la cabeza.

–Hey, Gai-sensei – le llamó Kiba muy inquieto, cruzando los brazos a nivel del pecho y mirando de reojo a la pelirrosa a su lado – ¿Qué hay del puesto de Sakura…? ¿Se quedará con Chōjūrō? Creo que sería una opción bastante razonable ¿no cree?

–Sinceramente espero que no – respondió la aludida con vehemencia.

–Ella y el Uchiha se encargaran de liberar a los prisioneros del segundo sector – dijo Gai señalando a los dos ninjas–. Sakura, te necesitamos para curar a cualquier prisionero que se encuentre herido y no pueda movilizarse. Estabilízalo y fuérzalo a que se mueva. Si no puedes hacer nada…

–Seguiré intentando – agregó Sakura.

–Te iras de ahí –intervino Neji muy serio, volviéndose hacia ella con severidad –. Puede sonar duro, pero si un prisionero está demasiado grave y no puede moverse, lo dejas y continúas. Para eso llevaras al Uchiha –miró de reojo a Sasuke–. Él tiene sangre fría para estas cosas.

–Neji –ladró Gai molesto, y se volvió hacia Sasuke–. Tú tienes más conocimiento del terreno interno, Uchiha. Sabrás si algo va demasiado mal, tu trabajo es mantener al escuadrón que te acompaña informado de todo.

–¿Por qué no colocas al Uchiha en un sector y a Sakura en el otro? – bramó el Inuzuka sin comprender – ¿No sería una distribución más equitativa? Ellos son los que más tienen conocimiento sobre el interior de estos sitios.

–Sakura no fue la única en escapar de ese campo de concentración hace un año atrás –dijo Darui muy serio, señalando a una mujer rubia que había permanecido al margen durante toda la reunión –. Samui estuvo recluida por cerca de unos tres meses en el mismo lugar. Ella tendrá el mismo trabajo pero en el otro sector – regresó su mirada hacia la de Kiba – Sabe a lo que se enfrenta tanto como ellos dos.

–Además – habló la mujer por primera vez, entrecerrando aun más sus pequeños ojos azules hacia Kiba y luego hacia el Uchiha –, me gusta trabajar sola.

Hubo un incomodo silencio donde nadie se atrevió a llevarle la contraria. Se notaba a leguas que era una mujer muy capaz de cuidarse su propia espalda y de las que no le agradaba entrar en un conflicto verbal innecesario.

En un intento por romper el hielo que se había formado en el ambiente, Gai volvió a alzar la voz.

–Muy bien. Creo que es todo por ahora, equipo. Los detalles los terminaremos de pulir en el transcurso del día mientras terminamos de alistarnos – sonrió ampliamente con ambas manos sobre las caderas –. Vayan a dormir, mañana será una larga noche.

Sasuke trató de pasar desapercibido y evitó en todo momento volver a encontrarse con la mirada de Sakura ¿Su excusa? Fácil: la noche anterior no había pegado un ojo luego de haber pasado por los labios de ella, y justo ahora ese tipo de distracciones no eran muy convenientes si quería llevar a cabo la misión.

No miró atrás cuando se escurrió fuera de la tienda. La noche lo recibió con un frió cruento, duro, atípico de verano. Debía descansar, comer algo y enfocarse en la misión. Necesitaba buscar una fuente de distracción ante el inmenso cartel de neón que brillaba la palabra «cobarde» dentro de su cabeza.

Jamas hubiese pensado que volverla a ver luego de lo sucedido lo desequilibraría de tal manera. Sabía que tarde o temprano debía dar la cara a Sakura, arreglar el desastre que habían creado con aquel beso sobre el acantilado, lo que aquello había significado para ambos. En el caso de Sasuke, no estaba del todo seguro que fuerza lo había impulsado a hacer lo que había hecho. Una parte de su ser le reprochaba lo increíblemente estúpido que era. Pero se trataba de un pequeño fragmento de sí mismo, porque el resto de Sasuke sabía que había hecho todo aquello porque quería, porque dentro de un corazón de piedra áspera y maciza como el suyo había crecido sentimientos que jamás pensó albergar. Hace menos de un día había besado a Sakura… y si se encontraba una vez más frente a ella estaría seguro que lo volvería a hacer.

Y esa idea lo devastó.

¿En que se había convertido? ¿Por qué se dejaba llevar por ese calor que corría por sus nervios y la chispa que aceleraba su pecho? Quería detener cada sentimiento que aparecía en su cabeza cuando pensaba en ella, cuando la veía a su lado, cuando la tocaba. Todo aquello lo hacía sentir débil, o eso es lo que él creía, lo que hacía todo más difícil. Debía de ser franco consigo mismo, responder a sus propias preguntas con extrema sinceridad.

¿Quería estar con Sakura? Si ¿Deseaba volverla a tener en sus manos? Definitivamente ¿Anhelaba poder sentir más de lo que habían compartido en el acantilado? Que un rayo lo partiera en dos si se atrevía a decir que no a eso, pero… había una pregunta más importante que todas las demás, una que él había evitado desde hace mucho tiempo… ¿La apreciaba? ¿Él sentía algún tipo de afecto hacía Sakura? ¿Podría ser capaz de quererla hasta sentir algo mucho más fuerte? ¿Algo más imposible para él? No… no lo sabía… al menos no en ese momento… o… tal vez… tal vez…

Escuchó como los pasos se acercaban a él mucho antes de que una mano le sostuviera por el hombro y lo arrastrara a la oscuridad de un árbol. Si no hubiese estado tan ofuscado en sus pensamientos, el que tendría la espalda contra la corteza de aquel roble no sería él sino su atacante, pero se había descuidado pensando en Sakura una vez más.

Se tragó una maldición cuando su columna crujió contra el árbol antes de parpadear y ajustar su vista hacia el frente. Decir a estas alturas que estaba impresionado por encontrar la mirada iracunda de Neji sería una mentira. Aunque, siendo sinceros, había esperado más que fuese el Inuzuka el que lo acorralara listo para zamparle otra nueva tanda de puñetazos en la cara.

–Quiero que te quede muy claro una cosa, Uchiha –las palabras salieron como un siseó de los labios de Neji, sosteniendo en un puño el cuello de la camisa de Sasuke y acercándose a él–. Esto que estás haciendo no hará jamás que confíe en ti y tu asquerosa sangre ¿Entiendes? Jamás.

–Tampoco era mi intención que lo hicieras – bramó Sasuke entre dientes, listo para romperle la nariz hasta la base del cráneo mientras ajustaba su visión hacia el malnacido que le asediaba.

Neji frunció aun más el entrecejo, dejando que su voz se arrastrara como la de una serpiente.

–Déjate de jueguitos, hijo de puta. Nada de lo que hagas ahora limpiara tu nombre, y mucho menos después de haber sido el Director del sitio donde mi prima murió y Sakura estuvo prisionera por cinco malditos años.

Ese último comentario hizo fruncir el ceño a Sasuke.

–Ya te lo he dicho antes, Hyūga. Me importa una mierda lo que pienses de mí.

Neji entrecerró los ojos.

–Si te atreves a escapar, me encargaré personalmente de buscarte hasta el mismísimo infierno para hacerte pagar por todo lo que hiciste en el pasado. Y créeme cuando digo que lo haré, Uchiha.

–No lo hiciste en la Segunda División mientras era prisionero –le recordó Sasuke alargando la comisura de su labio hacia arriba en un gesto de arrogancia –. Dudo mucho que intentes de matarme ahora.

Los ojos de Neji se abrieron solo un poco bajo la impresión.

–Sabías que era yo...

–Tienes un temperamento demasiado predecible, Hyūga.

El aludido apretó aun más su puño sobre la camiseta de Sasuke.

–Dame más motivos y esta vez no dudaré en romperte el cuello.

–Tú no eres el único que puede dar amenazas aquí – le advirtió por lo bajo

–Esto no es una amenaza, Uchiha –murmuró Neji –. Es una promesa.

–Neji-niisan.

Aunque la voz de Hinata llegó hasta ellos en un tonó lleno de determinación y autoritarismo, ni Neji ni Sasuke se movieron de su posición o dejaron de intercambiar miradas envenenadas. La chica se acercó hasta ellos con paso regio.

–Suéltalo –pidió su prima tocando el tenso brazo de Neji por el que sostenía al Uchiha por la camisa –. Aunque no te guste la idea, él es uno de nosotros.

Aun sin quitarle la mirada de encima, el puño de Neji comenzó a liberarse lentamente. Dio un paso hacia atrás sin bajar la guardia.

–Recuerda cada palabra, Uchiha – susurró entre dientes –. Escapa, y eres hombre muerto.

Aguardó un instante y se giró a ver a Hinata que permanecía tan apacible como una soberana en medio de su corte. Neji hizo una brevísima inclinación con la cabeza hacia ella y dio media vuelta de regreso al campamento, hundiéndose en la oscuridad de los arboles más allá.

Sasuke permaneció quieto, tratando de controlar su ira, mirando el sitio donde había desaparecido Neji hace unos instantes. Si esa basura volvía a ponerle una mano encima otra vez, su puño estaría listo para desfigurarle esa asquerosa cara de niño bonito una y otra vez.

–¿Se encuentra bien? – preguntó Hinata haciendo que Sasuke rompiendo su atención de la sombra de Neji – ¿Le han lastima…?

–¿Y a ti qué te importa, Hyūga? – respondió con agresividad, volviéndose hacia ella.

Hinata cerró los labios y levantó al instante su mano derecha como si quisiera impedir el avance de alguien. Los ojos de Sasuke viraron rápidamente unos metros más allá a los fieles guardias de la Hyūga que se detuvieron cuando vieron la señal que ella les había dado, sin embargo, permanecían preparados por si se Sasuke se le ocurría la brillante idea de tocar tan siquiera una hebra de cabello de su querida princesa.

–Neji-niisan tiende a ser una persona demasiado temperamental – susurro Hinata entrelazando sus dedos entre sí dándole a su postura una forma más ceremonial. Luego, sin previo aviso, la chica se inclinó hasta casi doblar la mitad de su cuerpo en una verdadera y pulcra reverencia –. Me disculpo en su nombre y el de nuestro clan. Deseamos profundamente poder resolver nuestras diferencias y ser aliados en esta nueva misión y en el futuro.

El acto maravilló y asqueó a Sasuke en partes iguales. No se imaginaba a un Hyūga capaz de desprenderse de su orgullo para pedirle disculpas a un desertor sin importancia como él, pero de entre todos los de ese clan odiaba que ella lo hubiese hecho. Esa chica no le traía buenas vibras. Era demasiado callada, demasiado perfecta. Cualquier hombre se quedaría pringado en su magnífica belleza, perdiéndose en la elegancia de sus movimientos o la profundidad de sus ojos, pero para Sasuke todo aquello gritaba peligro. Se sentía distraído ante su presencia, le hacía sentir incomodo, capaz de cometer alguna estupidez. Sus sentidos querían desvanecerse y estar alerta al mismo tiempo. Debía tener cuidado al estar cerca de esa mujer.

–No necesito que me rescaten, Hyūga – dijo a secas ignorando la forma en que lentamente ella se erguía con perfección hasta devolverle la mirada –. Y tampoco necesito un aliado entre los rebeldes.

–Imaginé que esa sería su respuesta. Es por eso que vine a darle una información, no a rescatarle. Salió muy rápido de la tienda y no pude dársela antes, así que vine a buscarle personalmente –sus palabras sonaban como el viento, suaves pero frías. Respiró profundo antes de continuar –. Como ya se habrá dado cuenta, muchas de las personas que están aquí no confían en usted, ni siquiera cuando nos ayudara a entrar en el campo de concentración en la misión de mañana. Es por esto que no quitaremos sus grilletes para la incursión al campo de concentración, pero si eliminaremos el radar que le impide desplazare a grandes distancia para que pueda movilizarse sin problemas.

–Oh, vaya. Que generoso de su parte – ironizó Sasuke.

Hinata frunció ligeramente el entrecejo.

–No debería seguir con esa actitud, de esa manera tendrá más enemigos que aliados al final de la misión.

–No tengo porque escucharte, Hyūga.

Giró sobre sus talones, dispuesto a marcharse a un lugar donde la extraña belleza de Hinata no jugara estragos con sus pensamientos.

–Proteja a Sakura-san – de nuevo, la voz de Hinata zumbó sobre sus oídos, pero la verdadera fuerza que lo hizo detenerse fue el nombre que ella había pronunciado –. Protéjala a toda costa, por favor.

Sasuke giró el cuello mostrando su perfil ennegrecido por la noche.

–Ella puede cuidarse muy bien sola.

–Kiba-kun no fue el único que lo vio a usted con Sakura-san antes de que la pelea en la costa… esa noche yo también estuve allí. Se lo que ella significa para usted, lo puedo ver en sus ojos –dijo la Hyūga con calma –. Será duro para Sakura-san volver a entrar en uno de esos lugares, y usted lo sabe.

El cuerpo de Sasuke se giró lo suficiente solo para volver a ver la silueta de la chica bajo las espesas ramas del roble.

–¿Por qué me pides que la proteja?

El aire azotó los cabellos de Hinata al mismo tiempo que una sonrisa tierna surcó sus labios.

–Tiene razón, Uchiha-san – dio media vuelta, dándole la espalda a Sasuke –. Aunque yo no se lo pidiera, usted lo haría de todos modos.

Y así sin más, la perdió de vista, desapareciendo de la misma manera que su primo había hecho minutos atrás, entre el silencio de los árboles y la soledad de la noche.

Los puños de Sasuke se cerraron y quedaron tensos a ambos lados de su cuerpo. Había quedado abandonado en medio de la arboleda, sin más que sus pensamientos como compañía. Los mismos pensamientos que seguían atormentándole y que ahora abarcaban cada esquina de su mente como una enredadera que crecía rápidamente hasta abarcarlo todo. Porque ahí, justo ahí bajo la sombra de aquel árbol, Hinata hizo que Sasuke cayera de bruces en la realidad.

Porque ella tenía razón.

La Hyūga tenía toda la maldita razón.

Aunque no se lo hubiese pedido, él de todas maneras estaría dispuesto a proteger a Sakura. Negarlo sería estúpido, no podía hacerse el desentendido aunque quisiera, los hechos hablaban por él mismo. Si hacía memoria, Sasuke la había tratado de proteger antes, de manera tanto consciente como inconsciente, hace años en el campo de concentración y hace tan solo unas semanas con los Bandidos. El sentido de protección que había crecido dentro de él estaba haciendo estragos. Aunque quisiera alejarlos y enfocarse en otra cosa, Sakura regresaba a sus pensamientos una y otra vez, como las mismísimas olas del mar, porqué, por mucho que el agua se alejara hacia las profundidades del océano, siempre volvería a rozar la arena de la costa.

Fue entonces cuando algo dentro de Sasuke se detuvo y el mundo se paralizó bajo sus pies.

Necesitaba verla.

Tenía que hablar con ella y terminar con este endemoniado lio que no lo dejaba respirar.

Debía encontrarla en ese preciso instante.

Giró en redondo con decisión y fue a buscarla. No importaba cuanto tiempo le tomase, hablaría con ella esa noche, antes de la misión, antes de que lo que sea que crecía dentro de él estallara en miles de pedazos.

Se escurrió sagazmente de los guardias y de los cientos de miradas que le observaban de reojo. Pasó desapercibido entre las tiendas de campaña, escuchó conversaciones a escondidas tratando de buscar una señal para saber en dónde podía estar, pero no consiguió escuchar nada útil y tampoco su mente descontrolada le era de ayuda en ese momento.

Siguió caminando, con las estrellas brillando como faroles en el cielo nocturno. No se atrevió a mirarlas directamente. Sentía que cada uno de esos puntos celestes eran testigos de lo que había sucedido entre Sakura y él, y de lo que podría estar por ocurrir otra vez esa misma noche.

Decidió moverse por instinto, que la electricidad bajo su piel le indicara el camino y la escasa luz de los astros hicieran sus pasos hacia dónde ella debía estar.

Se estaba alejando del campamento, tal vez demasiado. Pero algo le decía que no debía detenerse, que debía continuar. Poco a poco se fue adentrando entre los árboles. Decidió caminar en vez de subir a la rama de los árboles y avanzar saltando. En tierra firme llamaría menos la atención. Caminaba decido, con pasos regios. Sentía rabia y frustración, pero al mismo tiempo ansiedad y un nivel de determinación tan grande como el día en que abandonó Konoha y se convirtió en un desertor…

Cuando esa idea surcó su mente, la cadencia de sus pasos descendió, su mirada ser perdió entre los árboles, y la seguridad que antes emanaba sobre su piel se había evaporado tan rápido como agua en el desierto.

Sasuke no le había contado a nadie cual fue el motivo de su huida, ni siquiera a Sakura. Enfrentarse a esa realidad que casi había olvidado fue el detonante de su indecisión y la muerte de la seguridad que albergaba hasta hace unos segundos atrás.

Se detuvo en seco, al final de la arboleda, y, sin quererlo demasiado, levantó la mirada con la tensión torturándole el cuello, encontrándose con la figura de Sakura cerca de una ligera montaña, más allá, en un lugar donde Sasuke podía verla, pero ella no a él.

Estaba sola, con la espalda recostada sobre el tronco del árbol. Su cabello rosado brillaba tenuemente bajo la sombra de la noche mientras que sus ojos se encontraban perdidos en la lejanía, ahí donde se lograba ver a penas la silueta de lo que antes era Tanzaku y que ahora se había convertido en una fábrica de pesadillas.

No fue un asombro para Sasuke cuando se percató que su cuerpo no le respondió cuando quiso seguir andando. Aunque hace unos minutos estaba dispuesto a hablar con ella y zanjar de una vez por todas eso que estaba arremolinándose en su pecho, sus músculos estaban rígidos, incapaces de responder a las señales de su cerebro. Sasuke pensaba que era por las dudas que comenzaron a aporrearle hace unos instantes atrás. El hecho de que su cuerpo vacilaba en un mar de incertidumbre debía ser la causa de su repentina rigidez. Pero no era por eso, porque una vez alcanzó a ver a Sakura, todo dentro de él se detuvo de repente.

Los oscuros ojos Sasuke se dispusieron a beber de cada centímetro de la silueta de la pelirrosa, embriagándose de la forma en que respiraba, en cómo se mordía distraídamente el labio inferior, la manera en que sus dedos jugaban con la hierba a sus pies. La atención de Sakura estaba perdida en Tanzaku a lo lejos, pero la de Sasuke estaba hipnotizada por lo que estaba a unos pasos más allá de él.

Su corazón lanzaba latidos innecesarios y el aire le corrompía los pulmones.

Fue ahí cuando se dio cuenta de algo que hubiese preferido nunca conocer.

Porque en ese momento Sasuke sabía que estaba perdido.

Indeciso, dio un paso al frente. No sabía que iba a transcurrir en los próximos minutos, pero de algo estaba convencido. Hablaría con ella. Sería sincero, le diría toda la verdad, tanto de su pasado como de lo que sucedía en su pecho. No podía decir que estaba seguro de lo que sucedería, pero valía la pena intentarlo.

Una sensación extraña hizo tensar los músculos de Sasuke y evitó dar el siguiente paso. Antes de escuchar algo, una punzada de advertencia le atravesó la cabeza hasta alojarse en forma de dolor sobre su nuca. El sonido de una tercera persona hizo frenar su avance dejándolo petrificado en la oscuridad de su escondite cuando vio a un hombre clamando la atención de Sakura.

Desde su escondite, Sasuke vio como los ojos jades de ella se elevaron hacia el recién llegado que se reclinaba sobre el árbol donde descansaba.

–Kiba… – dijo Sakura.

Una sonrisa lobuna flanqueo el rostro del Inuzuka e hizo que los hombros de Sakura se relejaran perdiendo la tensión sobre ellos. El cuerpo de Sasuke quedó quieto, como el de una piedra, observando y escuchando con demasiada claridad lo que sucedía más allá en la colina.

–Hey – el lacónico saludo de Kiba sonó un poco cohibido, con las manos en los bolsillos de sus pantalones – Ehm… ¿Puedo sentarme?

El Inuzuka señaló escuetamente el pasto vacío a un lado de Sakura. Ella le siguió la mirada y asintió a penas con la cabeza, abrazándose las rodillas mientras él se sentaba con las piernas cruzadas, consumiendo el espacio que había entre ambos hasta quedar tan juntos que no había lugar ni siquiera para que un grillo se sentase entre los dos.

–¿Qué estás haciendo por aquí? – preguntó Sakura, sin sentirse incomoda por la cercanía del muchacho.

–No tenía mucho sueño, así que vine a dar una vuelta – se encogió de hombros y trató de alegrar el ambiente con una risa divertida – Y, por si fuera poco, quería hablar con mi chica favorita.

Sakura rodó los ojos y le observó con aire juguetón.

–Muy gracioso – dijo ella.

–Saliste corriendo de la reunión antes de que pudiera detenerte –Kiba arqueó un ceja– ¿Escapando de alguien?

–Necesitaba un momento de paz.

Algo se retorció silenciosamente dentro de pecho de Sasuke, y aunque quería dar media vuelta y largarse, sus pies siguieron clavados en la fría tierra bajó la sombra del árbol que le servía como protección.

Kiba comenzó a jugar con la hierba entre sus pies, sin tomarse la valentía de mirarla a la cara.

–¿Estas molesta por lo que dije en la reunión? – soltó el Inuzuka, incomodo por sus propias palabras –. Ya sabes… por lo de…

–Estoy acostumbrada a que trates de sobreprotegerme cuando no lo necesito, Kiba – el suspiro de Sakura fue lánguido y pausado –. Al menos no te lanzaste a golpear al Uchiha en la cara… otra vez.

–Ganas me sobran.

–Kiba – dijo Sakura alargando la última vocal en forma de reprimenda.

El Inuzuka movió las manos en son de paz.

–Está bien, está bien ¿Qué te parece sin cambiamos de tema? – el Inuzuka la observó con cuidado, estudiando su perfil de la misma manera que Sasuke lo hacía desde su oscuro escondite bajo la rama de aquel roble olvidado más allá – ¿Cuándo fue la última vez que dormiste, Sakura…?

Sakura se encogió, ocultando su rostro en mechones de cabello rosa.

–Anoche no pude descansar demasiado bien – dijo a secas.

–¿Por qué? – la pregunta de Kiba estuvo llena de preocupación sincera – ¿Acaso tienes miedo?

–No... – respondió Sakura.

–Mientes.

–El recuerdo del pasado no es lo único a lo que tengo miedo, Kiba.

–¿Hay algo del presente que si lo hace?

Las mejillas de Sakura se ruborizaron ligeramente.

–No quiero hablar de eso – jugueteó con una hoja suelta del árbol y miró a Kiba con la cabeza ligeramente inclinada – ¿Y tú no deberías estar de guardia?

Él se encogió de hombros aparentando inocencia.

–Compruebo las últimas horas de vida de mi compañera suicida.

–Que encantador de tu parte – sonrió Sakura, volviendo a sonar tranquila, como las aguas de un lago.

En ese momento Sasuke sintió la urgencia de desaparecer. Quería evaporarse, terminar con ese creciente dolor de cabeza que lancinaba su nuca, dar media vuelta y maldecir de camino a su tienda por todas las estupideces que había pensado esa noche, en todos eso sentimientos a flor de piel que poco a poco se marchitaban en cada respiración y en cada momento que veía a esos dos idiotas juntos, al otro lado de la arboleda.

Pero de nuevo, la voz de Sakura lo hizo detener su huida cuando murmuró hacia el viento.

–Mañana entraras a ese campo bajo el riesgo que alguien te atrape – sus ojos jades estaban fijos en Tanzaku a lo lejos –. Será muy peligroso.

–También correrás el mismo riesgo – le recriminó Kiba.

–Puedo tolerarlo.

–Lo sé, y eso es lo que me preocupa –dijo él colocan una de sus manos sobre la rodilla de Sakura, clamando así su atención –. Sé que soy un idiota al tratar de protegerte sabiendo que eres la pupila de Tsunade-sama, la mejor medic-nin de todos los tiempos. Incluso los rumores dicen que vales el peso de Chōji en oro ¿lo sabías?

–Déjate de tonterías.

–Cuando estuve afuera por… ya sabes – susurró el Inuzuka buscando las palabras adecuadas al hablar –. Escuché muchos rumores sobre ti. Incluso dentro y fuera del campo de concentración. No lo sabes, pero tienes una reputación impresionante que te precede en todo el País del Fuego y más…

–Detente – pidió Sakura cerrando los ojos.

–¿Por qué he de ocultar la verdad?

–Tengo pesadillas, Kiba –soltó con la espalda encorvada y los labios fruncidos –. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que soñé con ese lugar, pero los recuerdos envuelven de noche. No he logrado dormir porque él… –tragó grueso, su palabras transmitiendo el dolor que su cuerpo relucía –. No soy tan valiente como tú dices que soy. Justo ahora ni siquiera puedo moverme hacia la tienda para descansar, no quiero regresar a la cama y recordar…

–¿Esto es culpa del Uchiha?

Esa pregunta hizo erguir a Sakura.

–¿Por qué debería ser su culpa? – le dijo a la defensiva, molesta por tal acusación.

Los hombros del Inuzuka se encogieron.

–Puede que su presencia te fuerce a recordar lo que pasó en el campo, y más cuando él fue Direct…

–Deja de poner al Uchiha como el malo de la historia, Kiba. Él no tiene nada que ver con esto…

El Inuzuka asintió y zanjó la conversación hasta ahí, sabiendo que abrir esa herida en Sakura no sería lo justo en ese momento. Así pues, elevó sus ojos rasgados hacia el cielo, dejando que su cabello castaño fuese batido por el aire helado de aquella extraña noche de verano.

Una media sonrisa surgió de los labios de Kiba, con un colmillo sobresaliéndole del labio inferior.

–Esta noche hay muchas estrellas ¿no crees?

Sakura le imitó y, en su pequeño escondite, Sasuke también lo hizo. Los tres observaban el manto de la noche salpicado en infinidades de minúsculos puntos resplandecientes, como luciérnagas lejanas que se desplazaban tan lentamente que pasaban desapercibidas ante sus ojos.

El verlas hizo que todo dentro de Sasuke comenzara a vibrar. Era una sensación que había comenzado a experimentar desde hace poco tiempo y que lo dejaba desconcertado, como las aguas del mar. No tuvo el valor de sostener por demasiado tiempo la mirada fija en lo alto, por lo que sus ojos se desviaron de nuevo a la pareja que seguía con el cuello erguido perdido en los astros sobre sus cabezas.

El rostro de Sakura, aunque visiblemente cansado, lucía en paz, lleno de una tranquilidad que raras veces Sasuke le había visto. Fue entonces cuando sus ojos repararon en Kiba, sentado a su lado, emanando un aura tan cálida y embriagadora. Aunque su temperamento era volátil, Sasuke admitía con demasiado pesar, que, aun cuando le detestase a muerte, el Inuzuka emanaba un aliento radiante, lleno de paz.

Él era muy diferente a lo que era Sasuke. El Uchiha estaba lleno de dolor, odio e ira. De él solo podías sentir la inestabilidad de su ser y la forma en que su oscuridad formaba un caparazón a su alrededor. Es por eso que las personas se veían atraídas por el ambiente que Kiba creaba a su alrededor. Todo el mundo quiere estar cerca de alguien que le genere estabilidad, armonía y seguridad. El Inuzuka y Sasuke eran personas totalmente opuestas. No había nada en común entre ellos. Eran como la paz y la guerra, el día y la noche, la oscuridad y la luz.

A pesar de que los dos eran ninjas que habían sufrido los estragos de la misma guerra, eran muy diferentes. Aunque ambos eran como el agua, el Inuzuka era la calma de un lago en medio del bosque, y Sasuke, un océano enardecido a mitad de la tormenta.

Y nadie nunca ha preferido el caos sobre la paz.

Nadie tomaría tal elección si la tuviera.

Nadie…

Ni siquiera ella

–Duerme – la voz de Kiba se alzó de nuevo en la noche. Sakura, a su lado, bajó la mirada hasta posarla en él.

–¿Eh?

–Lo necesitaras.

Inmediatamente ella quedó cabizbaja.

–No sé si pueda…

–Al menos deberías intentarlo.

–¿Estarás aquí? – preguntó con un hilo de voz.

–No pienso moverme.

El rostro de Sakura se reclinó sobre el hombro del Inuzuka.

–¿Lo prometes? – preguntó ella con suavidad.

Los labios de Kiba rosaron la coronilla de la cabeza de Sakura.

–Lo prometo.

Un sonido ínfimo como el de pasos llego hasta ellos dos. Sakura no lo notó, pero Kiba elevó la mirada al instante. Por un momento pensó que alguien les observaba, pero entre los arboles solo había la quietud de una noche donde las estrellas volvían a ser testigos de las palabras no dichas y de un alma roída por la soledad.


Konoha, Cuartel General Uchiha

País del Fuego

18:53

Estaba a oscuras. La pantalla del computador permanecía en negro, las cortinas de la ventana ocultaban la tarde cayendo tras él, la luz de la oficina permanecía apagada. No había ni un solo rayo de luz natural o artificial que tocase su piel, ni una sola partícula, y aun así, aun sumido entre tanta oscuridad, la blancura de aquella habitación cegaba a Itachi hasta hacerle sentir el escozor tras sus cansada mirada azabache.

Lo único que le acompañaba en ese momento era el silencio y la soledad, junto al reloj frente a su escritorio, moviendo sus manecillas tras una maquinaria silenciosa. El paso de los minutos le parecía eterno, pero sus ojos no se separaron de los números en negro plasmados en el artefacto de la pared.

Se había pasado todo el día encerrado en aquella habitación que comenzaba a sentarle como una caja asfixiante, donde circulaba un aire vicioso y toxico. Luego de haber sufrido otra noche sin dormir, cavilando en cada una de las palabras que Sai le había dicho, tratando de encajar lo que ya sabía con la nueva información que había recibido, el cuerpo de Itachi agotó toda fuente de energía. Si alguien lo viese en ese estado podría confundirlo fácilmente con una cascara vacía. Su rostro no transmitía ni un ápice de vida, sus ojos parecían cuencas vacías, su cuerpo lucia frágil, incapaz de moverse.

Pero nadie que pudiera verle desde fuera podía deducir lo que sucedía en su interior. Porque dentro de Itachi, algo oscuro había cobrado forma, algo que había reprimido por mucho tiempo y que había cocinado a fuego lento en lo más profundo de su ser. Ese día, a diferencia de otros muchos, Itachi había llegado a una resolución que debió haber tomado hace mucho tiempo atrás…

Atacaría. Ese mismo día. Al anochecer.

Sin ningún rastro de piedad.

Sin un ápice de clemencia.

No le importaba que su cordura dijese al respecto, no pretendía quedarse ni un minuto más de brazos cruzados. Si Itachi creía en las palabras de Sai, puede que tuviese un aliado en la aldea, alguien que estuviese ayudándolo tanto a él como a La Resistencia desde las sombras. Izumi le había comentado que existían cuatro topos de La Resistencia dentro de Konoha. Itachi conocía la identidad de dos de ellos: la propia Izumi era una y Shisui era el otro. Por otra parte, estaba el ninja traidor que permanecía atrapado en los calabozos, el cual, con mucha seguridad, Itachi asumía que era el tercer topo de los rebeldes. Así que solo le quedaba un individuo suelto del que no sabía su localización ni su identidad. Posiblemente, esa persona había sido la que había enviado a Sai a buscar a Itachi para advertirle. Era la conclusión más lógica a la que había llegado… O, tal vez, Sai podía haber sido un emisario que Madara había enviado con la finalidad de lanzarle una sarta de mentira en su momento de mayor debilidad.

Indistintamente que podía ser verdadero y que podía ser falso, Itachi estaba dispuesto a sacar a Izumi de los calabozos sin importar lo que sucediera. Y, de tener algo de suerte, también ayudaría a escapar a tantos prisioneros como le fuese posible, incluido al tercer topo de La Resistencia.

Pero, aunque ya había planificado cada minuto, cada segundo, cada movida de su plan, debía de pasar antes por un primer obstáculo como General de Brigada… Y faltaban solo seis minutos para enfrentarse a él.

Tres golpes en la puerta fueron lo necesarios para romper el círculo de clama en que se había convertido su día. No alzó la voz para dar el permiso porque ella entró de todos modos, resonando sus tacones sobre el suelo de mármol, haciendo que Itachi desviara su atención a Yūgao caminando hacia él con paso firme.

La mujer se acercó hasta el centro de la oficina y dejó sobre el escritorio un par de sobres rotulados y resguardados con un sello que solo Itachi podía abrir.

–Son todos los informes que necesitara para la reunión, Itachi-sama – explicó la secretaría con voz neutra –. Shiho mandó esta mañana la información que usted había pedido hace unos días atrás.

Itachi observó los sobres y ocultó una risa sarcástica al ver el sello que cubría los documentos. Un acto de burla silenciosa dirigido hacía él. Estaba claro que tal cosa como un sello era innecesaria sabiendo que esa información ya era de conocimiento público para todos lo que estarían en la reunión esa tarde.

Aquella era la forma que tenía Madara para mofarse de él.

Pero el rostro de Itachi no mostró expresión alguna cuando dijo con voz grave:

–Gracias, Yūgao.

La mujer hizo una ligera reverencia.

–El Hokage espera por usted en la sala de reuniones en cinco minutos junto a los otros Generales de Brigada.

Itachi no necesitaba la confirmación del horario. Se había pasado gran parte de esa tarde viendo el reloj de pared. De lo único que estaba seguro ese día era del tiempo, de nada más.

Se dispuso a colocarse de pie y tomó los sobres, las piernas rugiendo por la tensión depositada en sus articulaciones, listas para largarse de ahí cuanto antes.

Bordeó el escritorio, sin detenerse a mirar por última vez esa pequeña celda de reluciente blancura que había consumido su vida en los últimos doce años, porque, de todos los acontecimientos que esa noche le depararía, Itachi estaba muy seguro de una sola cosa: No volvería a pisar ese lugar. Ni hoy, ni mañana, ni en lo poco que restaba de su vida.

Caminó a un lado de Yūgao, ignorando su presencia, demostrando una calma tan etérea que haría robar el aliento al mismísimo mar. Tomó la manecilla de la puerta, tan helada que le quemó la piel, listo para seguir adelante y no volver a mirar atrás.

–Itachi-sama.

El aludido se detuvo de espaldas a ella.

Sintió como todos los músculos de la espalda se le tensaban como nudos. Esperaba sentir el peso del silencio de Yūgao como un yunque en su espalda. Para Itachi no era un misterio que su secretaria era un ANBU leal a Madara y al bastardo de Danzō, una espía muy hábil que se escondía entre faldas ajustadas y tacones de aguja fina. Nunca había mostrado señal de ser alguien de confianza para Itachi y menos ahora cuando el momento más álgido de la guerra estaba ocurriendo frente a sus narices. Ella jamás le había demostrado ser una compañera, y muchos menos una amiga en quien confiar. Tal vez sabía cuáles eran sus intenciones para esa noche, el ataque que tenía preparado era un misterio incluso para él mismo, pero puede que ella haya leído algo en su rostro que Itachi no consiguió ocultar. Yūgao siempre había sido una herramienta para vigilar todos sus movimientos. Desde su primer día en el Cuartel ella estuvo a su lado midiendo cada decisión que tomaba y cada acto que realizaba. Es por ese motivo que el silencio que ella había impuesto en la habitación debía sentirse como un abismo inflexible, un preámbulo a los problemas, pero… lo único que logró sentir Itachi en ese momento fue incertidumbre y vacilación.

Escuchó como Yūgao tomó aire, el único acto de duda que había hecho alguna vez en su presencia, antes de oír las palabras titubeantes que salieron de sus labios.

–Buena suerte… Itachi-sama.

Itachi no supo cómo interpretar esas palabras ¿Era una despedida o una verdad sentida? ¿Una advertencia tal vez? ¿Y por qué ahora? ¿Por qué justo hoy? Estuvo tentado a dar la vuelta y enfrentarla por primera vez desde que la había conocido, pero eso estropearía todo lo que había logrado hasta ahora. Muy probablemente moriría con la duda de saber cuál era el verdadero rostro tras la máscara de inquebrantable quietud que Yūgao siempre llevaba consigo. Uno de los muchos misterios que Itachi no lograría descifrar.

Sin esperar otra palabra que proviniese de ella, el Uchiha en la habitación reanudó la marcha, giró el pomo y cerró la puerta tras él.

Caminó a buen paso, sin llamar demasiado la atención, con un pensamiento fijo entre ceja y ceja. La tarde seguía cayendo en un ocaso de brillantes colores que hicieron daño en los ojos de Itachi. Continuó su avance sin pensar demasiado en los detalles que había pulido para su misión de esa misma noche. Debía enfocarse en esta reunión de Generales de Brigada, mostrarse interesado, no levantar sospechas, hacerles creer que seguía siendo un Uchiha respetado y fiel a la causa. Entrar a los calabozos era la parte sencilla, la reunión, en cambio era la fase más complicada de su plan.

Arribó justo cuando el reloj del pasillo marcó la hora.

Una mujer pequeña lo vio llegar e hizo una reverencia. No intercambiaron palabras, pero ella sabía a que había venido Itachi, así que lo condujo ceremoniosamente hacia el final de un largo pasillo. La mujer señaló una puerta custodiada por dos Uchiha que Itachi reconoció como Tekka y Yahiro, los fieles amigos de Inabi. Ambos sujetos le miraron de reojo, pero no dijeron nada. Aquello debió servirle a Itachi como un preludio de lo que se avecinaba, y, aun así, dejó que sus piernas se movieran por si solas y abrió la puerta que lo separaba de la última prueba que debía llevar a cabo como General de Brigada.

La sala de reuniones lo recibió con un olor a Malvas Reales y vino. Las flores estaban dispuestas en las esquinas del salón, como un ornamento pretencioso, clásico de los Uchiha. Había una mesa larga, hecha del más hermoso ébano, oscura y poderosa. A su alrededor habían cinco sillas, cuatro de ellas apuntando a una majestuosa en la cabecera de la mesa, todas vacías.

Itachi barrió con la mirada la sala, pisando con cuidado el piso de madera. Por un momento pensó que estaba solo, pero una silueta en la esquina de la habitación le corroboró lo contrario.

A pesar de su llegada, Madara permaneció de espaldas a Itachi, escogiendo algo de una larga mesa llena de botellas ostentosas y vasos de cristal. Usaba su típico traje de guerra y su postura era igual de relajada que siempre. Pero Itachi notó un cambio en el aire, una sensación diferente, un grito silencioso de advertencia. Era aún de día, pero dentro la oscuridad era aplastante.

–Siempre he admirado tu puntualidad, Itachi ¿No te lo había dicho? – la voz de Madara retumbó en la solitaria sala como si se tratase de una caja de resonancia.

–Buenos tardes, Hokage-sama – saludó Itachi haciendo una breve inclinación pero sin quitarle la mirada de encima al sujeto del otro lado del salón.

–Cierra la puerta y acércate, por favor.

Itachi obedeció, calibrando cada uno de sus movimientos. Era muy consciente de la soledad de la habitación, de la ausencia de los demás. Algo no encajaba.

–¿Dónde se encuentran los demás Generales de Brigada? – preguntó con cautela.

–No se nos unirán hoy – explicó Madara con calma, decidiéndose por una botella larga y oscura –, al menos no todos.

La piel se la nuca de Itachi se erizó.

–¿Algún motivo en particular? – quiso saber, manteniendo la cautela.

–Ninguno – el Hokage abrió la botella con parsimonia y vertió su contenido en una copa de cristal. El sonido del liquido cayendo era lo único que se escuchaba en el salón. Una vez acabado, Madara elevó la copa con una mano enguantada, inspeccionando su contenido con quietud – ¿Vino?

–Estoy bien – respondió Itachi.

–Es una buena cosecha, proviene del Sur, de tu propio sector. Seguro conoces el sabor – aun sin darse la vuelta, Madara removió la bebida y olió su contenido, no se acercó el borde a los labios, simplemente admiraba la forma de las ondas en la superficie – ¿Sabes lo que más me gusta del vino, Itachi?

–No, Hokage-sama.

–Su color –Madara se alejó de la mesa. Llevaba una mano en la espalda y otra admirando la copa llena de aquel líquido que parecía negro a expensas de la oscuridad abrumadora del salón –. Es lo más cercano al color de la sangre, aunque no tenga el mismo sabor.

–Así parece.

El Hokage seguía sin dirigirle la mirada a Itachi. Estaba extasiado con el vino en sus manos, como si fuese una majestuosa obra de arte, y así, sin previo aviso, volcó el contenido de la copa hacia el suelo, dejando que una cascada oscura impregnase la madera hasta formar un charco entre los pies de Madara.

Itachi mantuvo la compostura, viendo como la última gota se resbalaba del cristal silenciosamente y caía directo a suelo, como una lagrima perdida en medio de la tinieblas.

–Este es el color de la guerra –dijo Madara levantando lentamente la mirada del vino en el suelo hacia el General frente a él –, un color que personalmente disfruto ver.

La oscuridad de aquel hombre agitó sus ojos cuando encontró los de Itachi, demostrando la magnitud de un poder que haría derribar pelotones enteros de ninjas con tan solo un parpadeo.

–Tú lo debes de conocer muy bien, Itachi – no hubo necesidad de señalar el charco negro que se extendía bajo los pies de Madara y se filtraba en las ranuras del piso. Hubo unos segundos de calma antes de que su voz fuese ponzoña que sacudiera el aire – ¿o me equivoco?

Los sobres en las manos de Itachi se arrugaron cuando apretó los puños con fuerza. La única señal de inquietud en su postura.

–He estado en innumerables batallas –respondió, con extrema cautela– . Conozco de primera mano el color de una masacre.

–Masacre… – repitió Madara saboreando cada silaba, y sonrió –, que palabra tan oportuna.

Dejó a un lado la copa vacía, llevó ambas manos a la espalda y comenzó a caminar en dirección a la mesa de ébano, pisando el vino y dejando huellas oscuras a su paso, huellas de sangre.

Itachi, en cambio, permaneció inmóvil en medio de la sala, incapaz de saber qué demonios estaba pasando pero con el propósito de no quebrantarse frente al hombre que había hecho de su mundo un infierno.

–¿Alguna vez te he contado como llegue a ser Hokage? – preguntó Madara como si de verdad estuviese intrigado.

–No personalmente – murmuró Itachi –. Solo he escuchado rumores.

–¿Y qué dicen esos rumores?

–Uno más fantástico que el otro, Hokage-sama.

–¿Te gustaría saber la verdadera historia?

Hubo un momento de duda, pero Itachi terminó susurrando:

–Si usted gusta, estaré complacido de escuchar.

Madara no se sentó, no buscó una posición cómoda, simplemente comenzó a narrar su historia, sin templanza ni miramientos.

–Todo comenzó luego de mi pelea con Hashirama en el Valle del Fin –relató con serenidad, tan tranquilo que haría desesperar hasta el más sabio de los monjes –. Quedé muy debilitado, al borde de la muerte, pero logré escapar y establecerme en un lugar secreto para recuperarme de mis heridas. El mundo pensó que había muerto, y, de alguna forma, lo estaba. Pero la realidad era otra. Me había distanciado de mi pueblo, de mi gente y aunque permaneciera oculto, nunca estuve aislado del mundo externo. Tenía mis contactos. Orochimaru era uno de ellos.

»Fue un proceso largo, complicado, sin embargo al tiempo logré crear un cuerpo más sólido y capaz. Pero, aun así, no conseguía la forma de volver a surgir de entre la tierra. Buscaba la forma y el momento justo para hacerlo. Mi resurgir de entre los muertos debía ser un evento que maravillase al mundo. Todo debía ser perfecto. Así que esperé y esperé, hasta que por fin el momento llegó… y tú estabas en él.

De la mismísima nada, Madara sacó un pergamino antiguo, sin sello pero con las señales de que había sido un documento de suma importancia. Lo lanzó sobre la mesa y el cilindro rodó hasta detenerse justamente donde estaba Itachi. Éste dudó un instante antes de tomar el pergamino, sin despegar la mirada de Madara que tenía la vista perdida en los grandes ventanales que rodeaban la sala.

Itachi abrió el rollo, percibiendo como el papel se agrietaba en sus manos. Lo sintió demasiado familiar entre sus dedos y más cuando leyó el membrete escrito con una caligrafía que él conocía de hace años. La tinta negra nubló su vista por unos segundos y su corazón dejó de latir cuando leyó su contenido.

–Esto… esto es… – balbuceó Itachi, incredulo.

–Escuché que Sarutobi, el Tercer Hokage, tenía un espía dentro de la familia Uchiha, el hijo del mismísimo líder del clan –dijo Madara, girando su rostro para admirar la palidez del de Itachi –. En mi escondite, recibía información con frecuencia sobre la álgida situación que se avivaba dentro de los Uchiha. Como sabrás, tenía mis fuentes, pero siempre permanecí al margen de lo que sucedía. Hasta el día en que a mis oídos llegó la decisión de Fugaku de hacer una rebelión contra Konoha, destronando a Sarutobi y ubicándose ellos en el poder.

»Reconozco que la idea me sonaba esplendida, hermosa. Por fin mi familia ocuparía el puesto que merecía desde la mismísima fundación de Konoha. Pero… nada podía ser tan sencillo, y menos cuando el muy cobarde de Sarutobi dictaminó que matar a todos los Uchiha era la mejor solución a una rebelión contra su preciada aldea. De entre todas las soluciones posibles, el Tercer Hokage quería crear una masacre, eliminar la raíz de sus problemas. Matar a todos los Uchiha erradicándolos del mapa para siempre. Pero él no se ensuciaría las manos con sangre inocente… no. Era demasiado cobarde para tal barbaridad. Necesitaba de alguien que hiciese el trabajo sucio por él, alguien fuerte y capaz – sus ojos se entrecerraron hacia Itachi –. Y la primera idea que tuvo fue elegirte a ti como verdugo.

Itachi cerró el pergamino lentamente y lo dejó de nuevo sobre la mesa, inmutable. Esa información era secreta, todo lo referente a esa misión fue quemado en una hoguera antes de que los Uchiha ocuparan su lugar como líderes de Konoha. Salvo ese pergamino que Itachi sostenía entre sus manos. Madara lo observó por un instante, sabiendo muy bien los recuerdos que corrían en la mente de Itachi. Guardó unos segundos más ese silencio abrumador, afilando sus siguientes palabras, listas para cortar la atmosfera asfixiante que comenzaba a rondar el salón.

–Todos amaban al viejo Sarutobi, pero nadie veía el monstruo que habitaba en su interior – continuó sin alterar el nivel de su voz –. Él era un hombre perverso, un cínico, capaz de dar la orden para que asesinaran a mi clan solo por miedo a perder su puesto como Hokage. Y lo peor, es que había puesto ese trabajo sobre tus manos, las manos de un Uchiha.

»Cuando escuché esos rumores, perdí las esperanzas. Sabía sobre ti y tus habilidades, sabía que con tu poder serias capaz de asesinar a toda una aldea de ser posible… pero no lo hiciste. Los Uchiha adelantaron el día de la rebelión, te tomó por sorpresa, pero aun sabiendo ese detalle, tenías una pequeña oportunidad, una brecha ínfima de tiempo que sería suficiente para llevar a cabo tu plan. Sin embargo, dudaste. No fuiste lo suficientemente valiente para alzar el kunai... Porque tu corazón era demasiado blando para asesinar a tu familia. Y por esa debilidad, Itachi, te estoy profundamente agradecido.

Madara sostuvo la mirada de Itachi antes de sentarse en la silla ubicada en la cabecera de la larga mesa de ébano. Las manos de Itachi temblaban mientras sostenía el pergamino, aun cuando su rostro permaneció inerte, ni siquiera una grieta en su expresión dura como una roca.

No había necesidad de contar el resto de la historia. Los Uchihas habían triunfado con su rebelión, Fugaku estuvo un tiempo en el poder y Madara surgió de las cenizas para reclamar su puesto como Hokage. El padre de Itachi no tuvo más opción que ceder el puesto, aceptando a su rigente como un heredero al trono. Todo por la vacilación de un ninja incapaz de matar a su familia.

Como si pudiera leer sus pensamientos, una sonrisa curvó los labios de Madara. El corazón de Itachi se congeló, y la voz del Hokage volvió a esparcirse como veneno dentro del salón.

–Gracias a ti ocupo este lugar, Itachi. Tú fuiste el que me coronó Hokage ¿Qué hubiese sucedido de haber masacrado a todo nuestro clan con tu mano asesina? Jamás lo sabremos. Tal vez no estaríamos en esta guerra que lleva más de una década de muerte y destrucción. Tal vez tú te hubieras convertido en el siguiente Hokage después de Sarutobi. Pero, ya ves, no lo sabremos nunca. No podemos emendar los errores de nuestro pasado. Y estoy muy feliz de que así sea – los ojos de Madara brillaron entusiastas antes de optar por una postura cómoda en su silla, con un codo apoyado en el reposabrazos mientras que con la mano sostenía su propia quijada, admirando cada uno de los movimientos de Itachi.

»Mi acenso se cumplió como yo había deseado. Todo seguía el curso de mis planes. Konoha era mía por fin, pero aun con la gloria sobre mis hombros albergaba mis dudas sobre ti. Al ver que te negaste a realizar una masacre, me quedé muy pensativo. No sabía qué postura tener sobre ti. ¿Estabas mostrando tu lealtad hacia el clan o tu cobardía hacia Konoha? Eras un enigma, Itachi. Un verdadero enigma. Como te comente hace un tiempo atrás, Pain estaba muy interesado en que ingresaras a Akatsuki. Tenías el potencial, pero yo seguía albergando mis preocupaciones. No sabía quién eras, cuáles eran tus verdaderas intenciones. Para mí, eras un completo extraño dentro de mi preciado clan, dentro de mi familia, de mi aldea. Yo no sabía que pensar sobre ti… – una mirada llena de odio fue lo único que fracturó la tranquilidad de Madara cuando continuó –. Pero fue el tiempo quien me enseñó a esperar, a esperar por el momento oportuno hasta mostrarme por fin el bastardo traidor que siempre has sido y siempre serás.

El tiempo se detuvo.

El olor del vino en el suelo y de las Malvas Reales saturaban el aire.

Itachi no se movió. No respiró. De sus labios no salió ni una sola palabra. Su rostro era hielo, desprecio y tempestad.

Madara arqueó una ceja ante su silencio.

–¿No lo piensas negar, Itachi?

El sol debió terminar su viaje hacia el horizonte. La poca luz que había atravesado las ventanas de la sala desapareció. Ahora solo quedaba los tenues rayos de las lámparas sobre sus cabezas, tratando de no verse sofocadas ante la implacable negrura del salón.

Madara elevó la quijada, disfrutando el momento en que Itachi se quebrantara ante sus ojos.

–¿Y bien?

–¿Cómo se enteró? – susurró Itachi con voz nivelada, desprovisto de cualquier tono de respeto que alguna vez le había dedicado a ese sujeto. Decidido a que ese hombre no lo viera caer.

–Una pregunta intrigante –asintió Madara con calma, y su mirada volvió del odio a la diversión en un simple parpadeo –. Tus movimientos siempre fueron demasiado sutiles, cautos, dignos de un ANBU excepcional. Ni siquiera yo sería capaz de seguirte el paso.

»Al tiempo me di cuenta que si quería vigilarte debía de buscar una manera diferente de abordar el problema. La confianza es algo difícil de cultivar, y más en tiempo de guerra. Aunque fueses muy escéptico con las personas que te rodeaban, tu corazón seguía siendo demasiado blando, lo suficiente para dejar entrar en tu vida a un pequeño grupo de personas que serian capaces de ocultar tus secretos.

La sonrisa petulante volvió a surcar los labios de Madara.

–La única forma de conocerte, Itachi. Era acercándome a las personas que te rodeaban, poder entrar a ese selecto circulo que tu consideras amigos.

Itachi tragó grueso, con el corazón latiéndole de nuevo, demasiado deprisa.

–¿Qué quiere decir con eso? – exigió saber.

–¿Por qué decírtelo –susurró Madara con arrogancia – si te lo puedo mostrar?

Unas pisadas alteraron la estática del salón. Provenían de alguna parte tras Madara e iban en aumento. Itachi no había percibido la presencia de un tercero dentro de la habitación, debió aparecer de la mismísima nada. El sonido se intensificó, rompiendo la quietud de la sala. Poco a poco algo comenzó a cobrar forma unos pasos más allá, una silueta saliendo de la sombras. La luz era pobre en la estancia, pero Itachi advirtió la figura de un hombre materializándose junto al Hokage. El recién llegado era de espalda ancha, vestía como un General de Brigada, con la banda roja en uno de sus brazos y el uniforme impoluto de color negro sobre sus hombros. El rostro del sujeto terminó por asomarse en la penumbra salpicada por la luz de las lámparas, sus ojos negros como dos pozos sin fin se clavaron en Itachi como una estaca.

Fue ese momento, cuando se encontraron sus miradas, que el aliento le faltó a Itachi, las palabras se le atoraron en la garganta. Dolor. Lo único que podía sentir en ese momento era el dolor de ver a su mentor, a su mejor amigo, a quien había considerado alguna vez un hermano, de pie junto su enemigo de sangre.

Shisui, en cambio, sonrió.

–Tiempo sin vernos, Itachi.

El recién llegado se adelantó hasta ubicarse a un lado de Madara, hinchando el pecho con orgullo mientras Itachi no daba crédito a lo que sus ojos veían.

–Shisui… – murmuró sin poder ocultar la voz trémula – ¿Qué estás haciendo aquí?

–Esta es una reunión de Generales – respondió Madara con cinismo – ¿Lo olvidaste acaso, Itachi?

Itachi ignoró a Madara, toda su concentración yacía sobre el hombre que decía ser su más leal compañero.

–Shisui –repitió, con la boca excesivamente seca – ¿Qué está pasando? ¿Qué haces con Madara?

–Deberías mostrar más respeto al Hokage, Itachi – le espetó éste con la advertencia rozando su lengua.

Itachi trató de buscar algo fuera de lugar, pero era él. Su chakra, la forma en que balanceaba su cuerpo todo dictaba que era Shisui. Era él.

–Shisui…Todo este tiempo… Todo este tiempo tu...

–¿Crees que te traicione? – agregó éste, mostrando una sonrisa socarrona que hizo petrificar a Itachi. Shisui ladeó la cabeza –. No te traicione, querido amigo. No precisamente. Yo solo sigo ordenes.

–¿Qué sucedió contigo…?

–Nada de lo que no sospecharas ya, querido amigo – dijo Shisui, frunciendo el ceño.

La incredulidad dio paso a la ira dentro de Itachi en un abrir y cerrar de ojos. Algo en él le había hecho dudar de Shisui en las últimas semanas, pero jamás pensó que llegaría a este nivel de traición.

–Todo este tiempo… todo este tiempo fuiste un espía… Le contaste todos nuestros secretos. Nos vendiste a él –dio dos pasos hacia el frente sin acercarse demasiado al extremo de la mesa, señalando con un dedo a Madara pero sin quitarle la vista de encima a Shisui –. Por tu culpa ella está en los calabozos – aquello ultimo lo escupió como si fuese una maldición –. Izumi está tras las rejas por tu culpa, maldito hijo de perra.

El semblante de Shisui era inquebrantable.

–Izumi fue un bonus en todo este plan para saber más sobre ti – respondió con tranquilidad –. No sabía de su doble vida hasta hace unas semanas.

–¿Qué? – Itachi negó con la cabeza, con el rostro contraído en la rabia –. Se supone que tú eres un infiltrado de La Resistencia, tú la arrastraste a esa vida desde hace meses.

–¿En serio? –se burló Shisui con una regocijo morboso atípico en él –. No lo recordaba.

–Creo que te estás divirtiendo mucho con todo esto, pero harás que nuestro querido Itachi termine muy confundido –dijo Madara elevando con pesadez una mano para que Shisui se moviera. El General a un lado del Hokage extendió sus brazos y dejó sobre la mesa una portátil negra que había traído consigo. La pantalla del computador estaba a oscuras, no había nada en ella, solo el reflejo de los ojos de Itachi llenos de un pánico oculto desde el otro lado de la mesa. Madara alzó la comisura de su labio y apretó el botón de encendido luego de susurrar –: Esto te hará ver las cosas mucho más claras.

La pantalla centelló y la imagen se formó al instante. Se trataba de una grabación en vivo de una celda dentro de los calabozos. Pero no era cualquier celda, se trataba de una celda donde recluían a los prisioneros más peligrosos. Lo sabía por el material indestructible de las paredes, la ausencia de ventana y la forma en que las cadenas negras rodeaban a aquella persona en medio de la habitación. Inicialmente, Itachi no podía distinguir quién era el que estaba encadenado, pero… a pesar de tener el rostro desfigurado por la sangre coagulada, los moretones antiguos y nuevos deformando la línea de su quijada, la forma en que sus ojos negros miraban al vacío mientras un hilo de baba caía directo al suelo de piedra maciza. A pesar de tener el cuerpo tan delgado que los huesos sobresalían de la piel mientras sus extremidades sufrían espasmos violentos de manera inconsciente… a pesar de todo eso, Itachi lo reconoció.

Y su corazón se rompió en mil pedazos cuando lo hizo.

–Shisui… – susurró Itachi más para sí mismo que para su pequeño publico al otro lado de la mesa.

–El verdadero Shisui, para ser precisos –explicó Madara sin interesarle el estado en que estaba el hombre tras la pantalla –. Capturado y encarcelado en los calabozos para pagar por sus crímenes.

–¿Él es…? – pero Itachi no pudo continuar hablando, la voz se le había perdido en algún punto entre el pecho y la garganta.

Madara se volvió a recostar sobre el respaldar de su ostentosa silla.

–Shisui es nuestro prisionero estrella. Imagino que has escuchado de él –dijo el Hokage como si se tratara de una conversación trivial, sin importancia –. Hace unas semanas, cuando pediste una audiencia conmigo, te pedí que fueras a los calabozos. Y mi petición fue totalmente intencional. Quería que escucharas los gritos de tu querido amigo de camino a verme –la malicia brilló en sus ojos –, incluso cuando no supieras que era él el que estaba ahí atrapado.

–Pero… eso no tiene sentido… – dijo Itachi separando la mirada de la horrible imagen de la portatil y dirigiéndose al Shisui que estaba ahí, a un lado de Madara, sonriendo de una forma en la que jamás abría sonreído su mejor amigo. Itachi abrió los ojos desmesuradamente –. A no ser que tu…

El Shisui de la sala no le dio tiempo para terminar sus suposiciones, porque antes de que pudiera decir algo, el Sharingan comenzó a girar en sus ojos, y todo en él comenzó a cambiar. Su chakra comenzó a moldearse, cambiando hasta ser una masa espesa, saturada en oscuridad. El cabello dejó de ser ondulado y pasó a ser unas hebras gruesas y desordenadas. Sus ojos se delinearon, la mitad del rostro se desfiguro en una larga cicatriz que le dividía la cara en dos, su sonrisa divertida serpenteaba de un lado a otro hasta abarcar su nueva cara.

Y solo cuando el ultimo fragmento de su esencia fue ubicado de nuevo en su lugar, fue cuando los ojos de Obito brillaron por fin con la maldad que había ocultado tras la mirada de Shisui.

–Tu padre me enseñó muy bien cómo usar el poder del Mangekyō Sharingan – susurró Obito con petulancia, con su voz, no con la de Shisui, si no con la suya. La verdadera voz de una serpiente.

Itachi trató de comprimir la ira que surcaba sus venas. Obito fue alguna vez el estudiante de Fugaku Uchiha. El pupilo del «El ladrón de rostros». Por esa razón pudo hacerse pasar por Shisui sin levantar sospechas. Había aprendido de su propio padre el cómo cambiar la forma de su chakra, incluso aprender como caminar, como hablar y como expresarse de la persona a la que había de reemplazar. Todo había sido previamente planeado por ellos dos desde mucho antes de que Itachi lo hubiese notado.

Ahora todo comenzaba a cobrar sentido.

–Veras, Itachi. Obito es mi más leal súbdito –explicó Madara con orgullo, atrayendo de nuevo la atención de Itachi sobre él. La luz titubeo más arriba, el calor sofocándole hasta hacer sudar las sienes –. La única persona en la que podía confiar para poder saber más sobre tu doble vida era introduciendo a alguno de mis ninjas dentro de tu muy cerrado núcleo de amigos y amantes. Solo debíamos escoger el eslabón más débil entre tu fiel compañero Shisui y tu querida Izumi. Así que planee una misión especial para Obito. Dado su entrenamiento con tu padre, que yo personalmente decidí escoger como sensei hace muchos años atrás, sería capaz de realizar a la perfección este pequeño trabajo que le tenía preparado.

»Luego de mucho investigar, nos dimos cuenta que Shisui era el punto perfecto por donde atacar. Así que comenzamos a investigarlo. A diferencia de ti, Shisui no tenía las mismas habilidades ANBU. Era un ninja muy bien dotado, pero carecía del arte del espionaje tan pulido como el tuyo. Así fue como logramos encontrar mucha información suculenta sobre lo que tu querido amigo hacía a escondidas de la aldea – miró de reojo la pantalla de la portátil en medio de la mesa –. Siempre nos pareció extraño que al ser Shisui el General de Brigada Oeste, no estuviese enfrentándose contra las fuerzas del Kazekage Gaara. La actividad en su zona reglamentaria como General era escasa. Nos preguntamos ¿Por qué? Y la respuesta fue sencilla.

–Era un infiltrado de La Resistencia –agregó Obito –. A partir de ese momento todo comenzó a encajar.

–Aunque conociéramos la doble vida de Shisui, aun eras un completo misterio, Itachi. Queríamos saber más de ti, pero no sabíamos como acercarnos – continuó Madara, sin que su rostro abandonase su sonrisa –. Hasta que la estúpida deserción de tu hermano nos dio la oportunidad que necesitábamos.

–La misión a la Base de los rebeldes – escupió Itachi las palabras como si se trataran de una maldición –. La caída de La Segunda División de La Resistencia.

Para ese punto ya había deducido a que se estaba refiriendo, pero ellos continuaron regodeándose en su perfecto y maquinado plan.

–Si recuerdas, elegimos a Shisui para que fuese a la misión junto a mí para poder recuperar a tu querido hermano Sasuke – dijo Obito con jactancia –. Era una elección sospechosa. No había necesidad de enviar a dos Generales de Brigada a atacar una Base rebelde, pero era necesario para llevar a cabo nuestro plan. Mandé a tu querido mentor Shisui junto con mis tropas a ese cuchitril de La Resistencia, necesitaba que mis ninjas lo vieran para no levantar sospechas. Aunque ese día no pudiéramos atrapar a Sasuke, lograríamos al menos atrapar a un traidor. Es por eso que, una vez terminada la batalla, Shisui quedó débil y muy malherido. Yo personalmente escogí su posición en la pelea, lo ubicamos en el primer pelotón, la peor posición en una batalla. De camino a la aldea, aproveche su debilidad y lo dejé inconsciente. He de decir para alivio de tu consciencia, que el maldito de Shisui no se dejó atrapar con tanta facilidad. Con algo de esfuerzo logramos llevarlo por las malas a los calabozos justo después de entrar en Konoha. A permanecido ahí desde entonces y, como te habrás dado cuenta, – una sonrisa se alzó por la mitad de su rostro desfigurado – yo ocupé su lugar.

»Fue así como me enteré poco a poco de algunas verdades sobre tu vida, Itachi. Fuiste soltando tus secretos bajo la seguridad de tu fiel mentor Shisui que en realidad ocultaba mi rostro. Pero eras demasiado inteligente, poco a poco te alejaste de mí. Empezaste a sospechar, decías verdades a medias o tratabas de mentir con una facilidad que deslumbraría al mejor timador. Izumi, en cambio, era mucho más crédula que tu.

»Confiaba ciegamente en Shisui, y vertía todos sus pesares sobre mi hombro falso. Fue así como me enteré de que ella formaba parte de La Resistencia, la reacción que tú tuviste cuando ella te lo contó, incluso me confió la noticia de su embarazo.

El cerebro de Itachi trabajaba más deprisa que las palabras que Obito iba soltando, por eso motivo dio un paso al frente y rugió con el veneno del odio bañando sus palabras

–Ella te contó lo que iba a hacer ese día en tu oficina – dijo, refiriéndose a el día en que capturaron a Izumi. Esa noche donde Itachi vio la falsa silueta de Shisui observando todo desde la oscuridad sin hacer nada por evitar la captura de ella. Debió haberlo previsto, pero estaba demasiado ciego. El dolor de Itachi hizo temblar su garganta –. Tú le contaste a todos lo que ella estaba a punto de hacer.

Los ojos de Obito brillaron.

–Confiaba demasiado en mí como para no aprovechar esa oportunidad.

–Todo este tiempo te has hecho pasar por Shisui solo para llegar a mí – susurró Itachi, obligándose a decirlo en voz alta para hacerlo sentir más real de lo que ya era –. Hicieron todo esto con tal de atraparme.

Madara se encogió de hombros desde su cómoda y ostentosa silla.

–Buscábamos el eslabón más débil, y lo encontramos – lentamente, el Hokage comenzó a colocarse de pie. Su armadura tintineando dentro de la habitación–. A estas alturas no es necesario que te haga un relato de todo lo que sabemos de ti o de tu gran mentor Shisui. Una gran parte lo leíste en tu paso por el Núcleo ¿cierto?

Sus palabras no alteraron a Itachi que le sostuvo la mirada a un Madara que disfrutaba cada segundo de esa larga y perpetua agonía que tenía sobre él.

–¿Creíste que tu pequeña escapada hacia el sector de Inteligencia pasó desapercibida? – se burló Obito de lo más entretenido.

–Debo darte crédito, Itachi. Nadie hubiese notado tu entrada al Núcleo, ni siquiera yo – expuso Madara, insistiendo en alabar sus actos al mismo tiempo que se burlaba de él –. Pero, veras, tengo ojos y oídos en todas partes. Aunque tu trabajo fuese perfecto, siempre existirá una forma de poder obtener lo que quiero – la sonrisa de Madara se amplió –. Y te lo puedo demostrar con esta última sorpresa que tengo preparada solo para ti.

Un sonoro click sonó en la entrada. Itachi giró justo para ver la puerta abrirse, observando como una silueta alta y femenina se materializaba unos pasos más allá. Llevaba puesto su falda ajustada, su impecable blusa blanca, el cabello rubio cayéndole a la perfección sobre los hombros en una pulcra línea recta. Y sus ojos. Los ojos de una amiga que lo había traicionado, unas perlas celestes que habían perdido el valor de mirarle a la cara.

–Hokage-sama. Obito-sama – Ino hizo una reverencia hacia los dos hombres en el extremo de la mesa. Ni siquiera un titubeo en su postura.

Itachi aguardó con calma, percatándose de la ausencia de Sai tras ella.

–Gracias por venir, Ino – dijo Madara, su rostro tan radiante de felicidad que en cualquier momento estallaría en medio del salón –. Serias tan amable, por favor, de contarnos como te enteraste de la intromisión de Itachi a Inteligencia. Estamos ansiosos por saber.

La Yamanaka no dudó ni un minuto ante la orden del Hokage.

–Su mente estaba muy alterada el día de la captura de Izumi –explicó ella, la quijada en alto, los hombros hacia atrás, sus ojos clavados en los de su gobernante–. Alguno de sus pensamientos se filtraron y pude leerlos. Fue entonces cuando me enteré lo que había hecho en el Núcleo.

Itachi recordó como aquella noche Ino se había introducido en su mente para tratar de calmarle. Él mismos había bajado las barreras en sus pensamientos y se descuido frente a la jefe de Inteligencia. La culpa era de Itachi, debió haber tomados las previsiones necesarias para evitar que alguien entrase en su mente y… No. No era su culpa. Ino lo había traicionado, le había hecho creer en ese momento que era su amigo. Siempre le había mostrado su lado gentil, pero desde el inicio de los tiempos ella había apoyado el sistema de Madara más que el de la justicia.

–Imagino que no te encuentras tan impresionado por todo esto ¿verdad, Itachi? Estaría muy decepcionado si así fuera – dijo Madara sin esperar a que él respondiera –. Ya con esto nos sobran las pruebas para llevarte a los calabozos ¿no crees?

–¿Montaste todo este show solo para restregarme en la cara tu victoria? – preguntó Itachi tratando de no mostrarse tan afectado por esa última estocada que recibió con Ino.

–¿Qué te puedo decir? Disfruto ver sufrir a los que me traicionan – una risa gutural se ocultó en sus últimas palabras. Luego hizo un gesto con el brazo, señalando a Obito listo con unos grilletes que hizo aparecer entre sus manos –. Ahora, Itachi ¿Serias tan amable de rendirte? Así nos evitaremos un espectáculo innecesario.

Itachi cerró los ojos, tratando de buscar aquello que comenzaba a bullir dentro de él. Ese hombre que se hacía llamar Hokage le había arrebatado todo cuanto amaba y respetaba. Había encarcelado a Shisui ante sus narices, infiltró a su mano derecha en su círculo de amigos, mandó a los calabozos a Izumi junto a su futuro hijo, hizo que una amiga fuese en su contra hasta venderle como si fuese un saco de basura inservible. Aquel hombre le había hecho mucho daño, tanto a él como al mundo entero. Jamás tendría su perdon. Y por todo ello y muchas cosas, pagaría el precio que el odio Itachi había acumulado por doce largos años de guerra y muerte.

–¿Y bien, Itachi? – preguntó Madara elocuente, a la espera de una respuesta por parte de él – ¿Haremos esto por las buenas o nos harás ver un poco de destrucción?

Una sonrisa socarrona surco el rostro de Itachi. Era el primer gesto de tranquilidad que había hecho desde que puso un pie en aquel salón. Y con la firmeza de un guerrero listo para la batalla, elevó la quijada hacia Madara y con un simple parpadeo el Mangekyō resplandeció en sus ojos.

–Estas muy equivocado si piensas que saldré de aquí sin pelear.

Madara le devolvió el gesto de diversión. Sus ojos bañándose en el mismo rojo carmesí.

–No esperaba menos de ti...


N/A: HOLIS! :3

Espero que todos estén muuuy bien incluso cuando ha pasado tanto tiempo sin escribirnos los recuerdo todos los días sin excepción. Como todos nos habremos dado cuenta, luego de 84 años *inserte meme aquí* por fin logré volver a la pág! No sé si para estas alturas sigan leyendo este fic o si recuerdan alguito de la historia, pero igual quiero continuarlo y aquí estamos con otro largo (y muy atrasado) capítulo que les debía desde hace eones.

Primero que nada, hablemos de la parte de Sasuke. Como verán esta escena (aunque algo lenta y puede que aburrida), era necesaria para poder desarrollar los sentimientos de nuestro cubito de hielo favorito. Explicar un poco de cómo será la infiltración al campo de concentración y cultivando los celos que Sasuke tiene por culpa de Kiba. Si, lo sé, puro salseo, pero me fue inevitable no escribir al respecto xD

Ahora bien. La segunda parte, y, con esta solo puedo decir que se nos vino otro Plot twist, Señores! Moría por revelarles esta verdad sobre Obito y Shisui. Sin embargo ya muchos de ustedes habían predicho en sus reviews que la persona que estaba encarcelada en los calabozos era en realidad Shisui. Les digo que me quedé boquiabierta con todas las hipótesis que me llegaron y mi mente solo decía: «Rayos, estos lectores son como Sherlock Holmes, nada se les escapa. Para la próxima tengo que ocultar las pistas al mejor estilo de Moriarty».

Y para refrescarnos un poco la memoria despues de tanto tiempo, viene la sección de la N/A más confusa de toda: Las notitas.

1. La misión de la masacre Uchiha que nunca se llevó a cabo ha sido una información que solo maneja Itachi e Izumi (porque él se lo contó una vez a ella). Pero, lo importante es que fue un asombro saber que Madara tenía conocimiento sobre este tema.

2. Como ya se nombró, existen cuatro topos de La Resistencia dentro de Konoha. Tenemos a Izumi y a Shisui. Los otros dos seguirán en el anonimato. Hagan sus apuestas xD

3. La última vez que el verdadero Shisui hizo su aparición en esta historia fue en el Capítulo V (yeap, desde hace muuucho tiempo hemos vivido un engaño). Y la caída de la Base de la Segunda División de La Resistencia ocurrió en el Capítulo VIII que fue donde trataron de atrapar a Sasuke pero no lo lograron y fue previo a la captura de Shisui como explicó Obito en esta entrega.

4. En el Capítulo XIII, Sasuke le comenta a Sakura que normalmente Madara escoge quienes serian los pupilos de cada sensei en Konoha. Y, de igual manera, le cuenta que, por elección del Hokage, Fugaku fue el maestro de Obito desde pequeño enseñándole todo cuanto éste sabía, incluyendo la habilidad que el padre de Sasuke tiene como el «Ladrón de rostros». Así pues, les digo que todo estaba planificado desde hace muchos capítulos atrás, jeje.

5. En un momento, Madara le mención a Itachi que, durante su paso por los calabozos en el Capítulo XV, escuchó los gritos de Shisui pero él nunca supo que era su amigo hasta ahora. Y, en el mismo capítulo, fue cuando Madara le da la noticia a Itachi de que va a ser padre sin éste saber nada al respecto.

Sé que les había dicho que este capítulo tendría más acción, pero necesitaba colocar la verdad que sucedía en Konoha en esta nueva entrega, porque, si no lo hacía, la cronología de los siguientes caps quedaría destrozada y no podemos permitirnos eso. La próxima actualización será exclusiva de la misión del campo de concentración y, aunque las escenas de acción se me dan pésimo, trabajaré muy duro en ello :3

Por los momentos, tengo planeado cerrar la historia con 33 capítulos. Es decir que a partir de ahora nos quedan 10 más. Sé que suena como mucho y espero de verdad no extenderme demasiado. Ya vamos para dos años de publicación y esto está quedando infinito x.x

También es bien sabido por todos que me he tardado más de lo usual en publicar. Estos últimos meses han sido excesivamente fuertes para mí, y, muy a mi pesar, tuve que dejar a un lado el fic. En lo que va de año he estado más enfocada en mi familia y en mis estudios, y no he tenido mucho tiempo para otra cosa. Por ahora, he de decir que este ha sido el año más duro que he tenido que afrontar. Tenía este capítulo escrito desde hace tres meses, solo faltaba un poco de edición y listo, pero las cosas se complicaron y el tiempo pasó sin darme cuenta. Pero gracias al Cielo ya estoy mejor, así que no tienen nada de qué preocuparse n.n .Puedo decirles que estoy convencida de que terminaremos esta historia, pero será un proceso más lento de lo habitual. Disculpen si no ven publicaciones con frecuencia o desaparezco por mucho tiempo. Mi intención es que, al pasar por acá, lean algo de calidad y no un montón de palabras escritas al azar. Escribir no es tan sencillo, lleva mucho (MUCHO) tiempo y dedicación, pero lo que se hace con cariño siempre se disfruta, sin importar que tan cuesta arriba sea :)

No puedo despedirme sin antes darles las GRACIAS infinitas y en mayúsculas. He recibido todos sus mensajes y los he leído todos y cada uno de ellos. Justo después de publicar este capítulo me pondré a responder tantos reviews como me sea posible.

Por ahora me retiro. Les mando muchos besitos y abrazos de osos. De nuevo, gracias por todo lo que hacen por esta simple escritora. Les quiero un monton! Cuídense muchísimo y nos leemos en la próxima.

Bye Bye :3