¡Hola! ¡Hola! Os traigo un nuevo fic de la pareja BulmaxVegeta que espero que os pueda llegar a gustar y a entretener. ¡Que lo disfrutéis!

Personajes del Gran Akira Toriyama!


Prólogo

Fue capaz de ver con sus propios ojos el dolor, el sufrimiento y la muerte de su propia raza. Sintió impotencia al no poder levantarse del suelo y rogar por la vida de su familia pero fue completamente imposible. Sus ojos azules presenciaron el fin de cada miembro de ella, de como la vida que irradiaban cada uno se esfumó en cuestión de segundos.

Su dulce madre estaba tirada en el suelo, con un hermoso vestido azul cielo que fue destrozado por el duro golpe que recibió en el abdomen. Su boca estaba inundada de sangre y sus ojos siguieron cerrados, esta vez sin opción a poder abrirlos.

Al otro lado se encontraba su padre incrustado contra la pared de su propia casa. Su bata estaba rota y manchada por su propia sangre al igual que los pocos trozos de cristal que quedaban de sus gafas. Su cabeza estaba agachada y su melena se mecía al son que marcaba el viento.

Delante de ella estaba su hermana mayor tirada. Su cabello rubio desparramado por el suelo y su hermoso vestido blanco manchado de sangre. Sus brazos estaban amoratados y sus labios rotos. No podía evitar perderse en sus blancos ojos igual de muertos que ella.

Levantó la mirada para ver al monstruo frente a su hermana. Un lagarto de baja estatura, con dos grandes cuernos, una larga cola, los labios pintados oscuros y sus ojos fríos del color de la sangre. Se levantó corriendo y golpeó el pecho de la bestia, pero ésta no se movía de su lugar, sin sentir ni padecer.

–Vamos, pequeña–la joven escuchó la fría voz del asesino. Sus ojos azules repletos de lágrimas observaron con odio y temor al lagarto que la regalaba una sádica sonrisa helando todo su ser–. No me obligues a matarte. No hice este viaje para nada.–

Ella dio un paso hacia atrás pero tropezó con el cuerpo sin vida de su hermana. Cayó encima de ella ensuciándose con su sangre. Se apartó de ella temblando mientras gritaba con espanto. Su mirada volvió dirigida al cruel tirano que reía viendo la imagen que la joven le brindaba.

–Bulma ¿verdad?–ella no dijo nada, sólo le miró con sus grandes y heridos ojos azules–he oído hablar de ti, niña.–

Ella negó asustada. Se levantó dispuesta a salir corriendo dirección opuesta a la de aquel monstruo pero, sin saber cómo logró moverse tan rápido, el enemigo se puso ante sus ojos. Un fuerte golpe en la boca del estómago la hizo perder el conocimiento cayendo al suelo en el momento.

–Gran Freezer–el tirano se dio la vuelta para ver a dos soldados detrás suya. Uno gordo de color rosa, con el cuerpo repleto de pinchos, y el otro un atractivo hombre de piel verdosa a conjunto de su trenzado cabello. Éste último fue quien le llamó–, esta niña... es sólo eso. ¿Está seguro de que sea ella?–

Freezer miró al soldado que se irguió tenso ante la amenazante mirada que recibía. Tal bestia odiaba ser subestimada, pero lo dejó pasar por ser, quien le nombró, uno de sus más leales soldados.

Volvió la mirada a la joven tirada en el suelo. Sólo tenía diez años por lo que tenía conocimiento. Había escuchado desde hacía unos meses el gran talento de la niña como científica, superando así a su propio padre quien tenía un prestigio merecedor.

Ya hacía años que intentaba convencer al padre de Bulma de trabajar con él, pero éste le negaba a sabiendas de las duras consecuencias. Freezer lo dejó pasar porque después de todo sólo era una mente brillante más de todas las que tenía trabajando en su base, pero al oír los incesantes rumores de que su hija le había superado a tan temprana edad, investigó para saber si era verdad y, al recibir una respuesta positiva, no dejó pasar la oportunidad.

Freezer es un ser caprichoso. Todo lo que quiere lo tiene y pocas veces se priva de algo, en este caso el padre de Bulma le privó de su inteligencia pero con la niña no pasaría igual. Él quería lo mejor para su base y si ella era tan inteligente la quería trabajando para él. Además que al ver a la joven muchacha se percató de que, a pesar de su temprana edad, tenía una belleza exótica. Aquella por la que pagarían grandes cantidades de dinero sólo por tenerla una noche. ¿Por qué dejar pasar tal oportunidad? La pobre muchacha estaba condenada a la dura esclavitud del lagarto, por mucho que ella se negase.


La base del lagarto, en el planeta Freezer nº 79, sería el nuevo hogar de la joven científica. Éste disponía de una tecnología avanzada y de grandes guerreros que trabajaban bajo la autoridad de Freezer. Sus misiones eran sencillas, buscaban planetas que purgar, habitantes a los que aniquilar o esclavizar y volver a la base con una victoria y un gran trabajo realizado.

Allí abundaban la sangre y el dolor. Mirases por donde mirases siempre había un hombre ensangrentado, con una sonrisa sádica en el rostro y una mirada gélida. Si no fuera porque estaban vivos se podía comparar aquel lugar al mismo infierno, y a ellos a los mismos demonios que atormentan la paz de la buena gente.

En aquel lugar destacaban tres guerreros en particular que, a diferencia de los demás, tenían un especial odio al tirano. Ellos eran una raza en extinción a causa del lagarto, pero esto no era conocedor para los hombres. Su odio hacia él derivaba de tener que vivir sumidos bajo su yugo. Tener que arrodillarse ante él, nombrarle con respeto y hablarle aún con más si cabía. Las ganas de matarlo erguidos era el pensamiento que más les pasaba por la mente.

El mayor de todos era un hombre grande que estaba bastante musculado, calvo con un bigote fino. Alcanzaba perfectamente la edad de 38 años. El mediano de ellos tenía el cabello bastante largo y despeinado, tenía una mirada penetrante y una sonrisa de lado. Él tenía 19 años. El más pequeño de ellos, inclusive en estatura, tenía el pelo en forma de llama de color azabache y una dura y fría mirada opaca. Su rostro mostraba la etapa adolescente por la que atravesaba, 15 años.

Lo que más destacaban en ellos era que tenían una peluda cola que se enredaba en su cintura, siendo ésta la marca de su raza, los Saiyajin. Tenían un aspecto feroz y arrogante, pocos de los soldados de la base paraban a hablarles, puesto que el que siempre iba a la cabeza, el adolescente, imponía respeto entre ellos, aunque sólo ocurría en los casos de débiles. Los fuertes y más cercanos a Freezer siempre solían burlarse y reírse de ellos.

Hacía una semana que los tres vinieron de una dura misión. Gastaban su tiempo entrenando, luego cenaban y volvían a sus habitaciones a dormir. Por parte de los dos mayores solían ir a ver a las prostitutas de la base pero por lo general el más joven no lo hacía con tanta insistencia.

A él le gustaban las mujeres, le encantaba oír a una chica gemir por su causa, y ahora que estaba en la adolescencia sus ganas de explorar y conocer el cuerpo femenino era muy excitante, pero había numerables noches, como aquella, en las que no le apetecía gastar el tiempo en el sexo. Veía a sus compañeros como animales babeando por el cuerpo de una fémina, ante sus ojos le parecían dos hombres patéticos bajo el influjo del deseo carnal.

Se tumbó en su cama y miró hacia el techo apoyando las manos detrás de su cabeza. Antes que las mujeres estaban la fuerza y la pelea. Tenía una meta que todavía no había logrado. Lo único que le motivaba de verdad era ser más fuerte que Freezer, matarlo y humillarlo ante sus hombres. Deseaba ver al tirano arrodillado frente a él suplicando por su mísera vida y que él, con una sonrisa arrogante y frívola, le hiciera desaparecer sin piedad alguna.

Ese sueño se veía muchas veces lejano, otras incluso muy cerca, hasta que finalmente sólo se hacía doloroso, pues únicamente ocurría en su cabeza y hasta entonces así seguiría.

–Príncipe Vegeta–el adolescente escuchó la voz detrás de la puerta de su habitación. Se levantó de la cama dirigiéndose al panel junto a la puerta para teclear un número y que ésta se abriera. Vio que detrás estaba el hombre calvo–, hay algo de lo que debe ser informado.–

–Más vale–el joven muchacho se cruzó de brazos observando con atención al hombre. No pensaba dejar pasar al grandullón a su habitación, nadie nada más que él, o el bastardo de Freezer por ser quien era, podía entrar–. ¿Qué demonios quieres?–

–Freezer ha destruido el planeta Tierra– Vegeta alzó una ceja al escucharle. Su mente tanteó los castigos que infligir a Nappa pues le pareció absurda su intervención. Éste al ver como el príncipe le miraba tragó saliva y mantuvo la compostura–. Es el planeta que enviaron al hermano de Raditz... Kakarotto.–

La información de Nappa consiguió llamar la atención de Vegeta. Era conocedor que su compañero de escuadrón, Raditz, tenía un hermano con una fuerza miserable, tanto que le enviaron a un planeta débil para destruirlo. Después de que Vegetasei desapareciera del Universo no se supo nada del niño pero por lo visto su hermano mayor si tenía conocimiento de su estancia y ésta fue pulverizada por Freezer.

–¿Cómo demonios supo Freezer que se encontraba ahí ese traidor?–preguntó Vegeta intentando mantener su típica compostura de superioridad.

–Porque no sabía que él se encontraba ahí–Nappa aguantó la mirada dura del príncipe por mucho que le intimidara–. Sólo soy conocedor que una investigación le llevó a la Tierra. Ésta no tenía el nombre de Kakarotto por ningún lado.–

Vegeta gruñó frunciendo el ceño. Volvió a teclear el código en el panel para que la puerta se cerrase sin decir nada a Nappa, que no recriminó ni objetó ante la acción. El príncipe se tiró en su cama pensando que podía ser el motivo que a Freezer le llevase al mismo planeta en el que se encontraba el hermano de Raditz.

Él que ya sabía de su existencia también pensó en la forma de vengarse pues le tenía como a un traidor. No se supo nada de él y, por la información recibida de Nappa, era evidente que la Tierra seguía en pie junto con sus habitantes. El niño no realizó la misión encomendada por lo que para su raza era algo parecido a una traición o directamente lo era. Vegeta le haría pagar por ello una vez que Freezer no estuviera en su camino, pero aún estaba en las mismas condiciones o mucho peores. El hermano de Raditz muerto y el lagarto se mantenía con vida por quien sabe cuanto tiempo más.

Se acomodó en la cama para poder dormir tranquilo, pero como todas las noches las ansias de matar al tirano aún se mantenían en sus sueños. Algún día, Príncipe Vegeta...


¡Hasta aquí el prólogo! Espero que más o menos os haya gustado la introducción. Pronto subiré el primer capítulo para que podáis seguir leyendo.

¡Gracias por haber leído! No os desconectéis ;)