I
Edward abre los ojos lentamente y le toma unos segundos enfocarse y darse cuenta que no está en su habitación sino en la de su hermana. No tarda en recordar por qué se quedó dormido en la cama de ella. Se levanta un poco, ayudándose con una de sus manos, y gira su cabeza, encontrándose con que Bella no está a su lado. Frunce el entrecejo y termina por sentarse completamente en la cama. Cuando lo hace, la ve parada en frente de él, cerca de la cama.
Bella tiene sus orbes chocolates fijos en él, pero no parecieran mirarlo realmente. Sus pupilas están vidriosas y reflejan temor. Su boca está semiabierta y su pecho sube y baja constantemente, como si le costase respirar. Edward adivina que el estado de ella se debe al hecho de estar en el mismo espacio en el que él, sola, sin nadie a quien ella pueda usar como excusa para escapar de sus preguntas. Edward ya no necesita las respuestas de éstas, las ha obtenido por medio de lo escrito en el diario y, las que no, las intuye...
Lo que necesita ahora es una confirmación...
Edward se desliza sobre la cama, acercándose hacia su hermana. En tanto lo hace, su corazón comienza acelerarse y su propia respiración se vuelve pesada. Baja los pies al piso y se queda sentado en el borde. Sus rodillas rozan las piernas desnudas de ella, que lleva falda. Ella no se aleja de él, se queda allí, ahora con la mirada fija en algún punto detrás de él, mientras él mira al piso y traga saliva, humedeciendo su garganta que de repente se ha quedado seca.
—Leí el diario... —le dice sin anestesia. Su voz es un susurro lo suficientemente alto para que ella lo oiga y suelte un pequeño gemido, causando que el desvíe su mirada del piso hacia ella, notando que ha cerrado los ojos y que dos lágrimas se deslizan lentamente, una a cada lado de sus pálidas mejillas. El cuerpo de ella tiembla del esfuerzo que hace para no colapsar.
—¿Por... qué? —Ella le pregunta. Su voz refleja dolor y temor.
Edward no le responde. Se pone de pie, desecha cualquier pensamiento que le dice que lo que está apunto de hacer está mal, y la besa.
El beso sólo dura una milésima de segundo porque, tan pronto sus labios tocan los de ella; siente un empujón que lo hace caer sentado de nuevo en la cama. Cuando se recupera de la sorpresa de no haberse esperado ese movimiento por parte ella, Edward, mira a su hermana. Ella ahora tiene una mano en sus labios, y le devuelve la mirada, haciéndolo con una mezcla entre confusión y molestia. Su otra mano está echa un puño.
—¿Por qué hiciste eso? —ella le pregunta más molesta aún.
Edward se sonroja, su traquea se cierra un poco más y ahora es él que siente temor. ¿Y si ella ya no siente lo mismo por él? Después de todo lo último escrito en el diario fue en mayo y ellos están a principios de septiembre. Edward palidece cuando otra pregunta acude a él: ¿Y si ella nunca sintió nada, y siempre sí era que ella estaba confundida de lo que sentía, y terminó por darse cuenta? Eso explicaría por qué es que ella lo está mirando ahora con más odio, sumándose un expresión de reproche.
Edward baja de nuevo la mirada mientras juega nerviosamente con las manos. Piensa un momento en qué le responderá ahora que ha descubierto que ella ya no siente nada por él. Quizá lo mejor sea que le diga cualquier cosa menos lo que tenía pensando confesarle...
Edward vuelve a tragar saliva y le dice.
—Porque te amo... —las palabras salen de su boca de manera involuntaria. Al menos es lo que él se dice, quizá es que está cansando de seguir callando sus verdaderos sentimientos. La amado por tanto tiempo. No sabe desde cuando, sólo sabe que es la primera vez que los acepta y los dice... Se siente bien, como si hubiera liberado a su corazón de unas gruesas y pesadas cadenas que lo tenían aprisionado... Pero ahora que está expuesto, también siente temor.
Bella se agacha a su altura, lo que hace que él pueda ver el rostro de ella que está empapado en lágrimas. Bella levanta una de sus manos y la pasa de manera delicada por la mejilla de él. Edward se da cuenta que también está llorando. Cierra los ojos disfrutando esa dulce caricia, sabiendo, con dolor, que es lo más que va a obtener de ella.
—Dime que no estoy soñando... —la voz de ella le llega lejana y siente luego unos labios que cepillan sus propios labios. Edward entre abre la boca dejando salir un suspiro—... Dime que no me estás mintiendo... —le exige mientras comienza a mover su boca encima de la de él.
—¡Bella...! —Lian gime extasiado dentro de la boca de ella. Sus manos se han movido por voluntad propia, perdiéndose en los cabellos castaños de ella. La besa duro, con necesidad, atrayéndola hacia sí, temeroso de que él sea el que esté soñando, y de que ella en cualquier momento se desvanezca de entre sus brazos
Los dos caen acostados en la cama. Edward con la espalda apoyada en ésta y Bella es engullida totalmente por el cuerpo de su hermano que no deja de besarla, de acariciarla toda. Sus manos le aprietan los brazos desnudos; se deslizan por las costillas y el vientre que han quedado descubiertos por el hecho de que la blusa se la ha arremangado un poco; por las piernas que se han abierto sobre el centro de su eje, lo que hace que él gruña al sentir el calor de ella mezclándose con su propio calor.
Bella lleva una mano atrás de su cabeza y jala con brusquedad su cabello. Un grito de dolor y placer sale de la boca de Edward, pero es rápidamente acallado por la boca de su hermana que le devuelve el beso con la misma intensidad con la que él la ha estado besando; eso mientras ondula las caderas, causando que los dos giman cada vez más por tan deliciosa fricción.
Edward no soporta más la tortura y, en un movimiento rápido, hace girar a los dos, ahora Bella quedando de bajo de él, aún con la piernas abiertas. La posición lo marea a tal punto que deja de besarla momentáneamente; sus caderas se mueven, embistiendola aun con ropa.
Bella lo toma del rostro con ambas manos y lo besa lentamente, metiendo y sacando la lengua, simulando la penetración. Edward desliza una de sus manos por la pierna de ella hasta llegar al final de ésta. Vuelve a gemir cuando siente el material empapado. No pierde tiempo y hace aun lado la tela. Ésta vez la que gime es su hermana al sentir cómo él comienza a explorarla.
Bella lo ayuda, llevando una mano por entre ellos, alcanzando el botón de su pantalón, abriéndolo y bajándolo luego hasta la mitad de las piernas de él con todo ropa interior. Una vez liberado, Edward deja de tocar a su hermana y, guiándose con una de sus manos, comienza a penetrarla. Se detiene un segundo al sentirla tensarse, pero no deja en ningún momento de besarla. Ella es tan cerrada, tan apretada, que al él cuesta un poco seguir aguantando las ganas de adentrarse en ella.
Ya no tiene que seguir aguantándose: Ella se relaja y lo anima a continúe empujando las caderas hacia él. Edward se sumerge un poco más..., y más, hasta que finalmente no se puede definir dónde comienza el cuerpo de ella y su propio cuerpo.
Edward no se mueve, quiere disfrutar lo más que pueda éste momento único, que lo es tanto para él como para su hermana. Es la primera vez de ella, pero también es la primera vez de él. Sabe que no va a durar mucho, por eso respira profundamente el aliento de ella mientras le insufla el suyo a su hermana.
—Te... Amo... —le dice con voz temblorosa, con la respiración acelerada, luego le chupa el labio inferior.
Bella gime a la vez que todo su cuerpo se estremece y palpita a la vez.
—Yo... También —le contesta con el mismo tono de él al tiempo que se aferra más al cuerpo de su hermano, diciéndole de manera muda qué es lo que quiere.
Edward la complace, comenzando a moverse lentamente primero y luego más rápido, lo que hace que los dos no tarden en tocar juntos el cielo con las manos.
Fin