Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin pertenecen a Hajime Isayama. Este FanFiction es escrito sin fines lucrativos.

Dedicatoria total por el 14 de febrero. Dibuja y le gusta el Hannigram. Dudo que esto tenga la calidad de ser considerado un regalo; es para notalienblooded.

Mención especial a Gate-chan, Millary Rim, Astrid, Les, Hota-chan, N. Jeager, la Charls, Dayechelon, Pandirafa, Pandaxpanda, Xochilt Oda, Luciakkss, Himitsu Furikou Akira y Altaria que se fue a buscar sirenas.

Lamento terriblemente la tardanza, y gracias a quien recordara el fic.

Notas del capítulo: OoC. Algo fuerte. Enfermedad.


- Final -

Fuera de la cafetería, habían pasado diez minutos en total silencio.

En total incomodidad, también.

—Levi, yo- —comenzó el chiquillo, trastabillando con las sílabas, cuan manojo de nervios.

—Cállate. Ya sé de qué va toda esta mierda. —Lo cortó.

—… lo siento.

Se formó otro silencio. Denso, potente.

Más tarde, preguntó:

—… ¿qué sabes de mí?

Eren se quedó inmóvil, confundido.

—¿Eh?

—Actúas como un grandísimo idiota enamorado de mí-

—¡No lo actúo! Estoy-

—Cierra la boca. No tienes ni puta idea de quién soy.

Aquel diálogo fue tan intempestivo como un azote.

Sin embargo, Eren contestó:

—… Tengo una idea de quién eres. Quiero descubrir el resto.

—No, vas a dejarlo por la paz. —Lo contradijo, encontrándose en unos ojos verdes asombrados.

—¿Dejarlo? ¿Por qué? —Levantó la voz, casi frustrado.

—No te quiero cerca de mí.

Eren parecía comenzar a enojarse.

—¿Y por qué no me empujaste en el tren, entonces?

Ante esto, Levi le dedicó una mirada reprobatoria, tan cargada que lucía casi mortífera.

Eren se quedó mudo.

El moreno tenía la clase de mirada que, cuando no mataba, disciplinaba.

—… sea lo que haya sido, no fue importante. —Respondió, secamente— Si no me aparté en el tren, no fue por lo que "tú piensas".

Eren agachó la cabeza.

Sabía lo que eso significaba: Que Levi no lo hubiera alejado, no quería decir que el contacto le hubiera agradado…

No dijo nada por un rato; hasta que, minutos después, de sus labios escapó:

—Sólo lamento haberte molestado…

Pero, en ese instante, Eren alcanzó a ver algo en la muñeca de Levi.

Una nota.

"Mié 4-10"

Era la primera nota que Eren entendía: Ése era su turno en la cafetería. Pero ¿por qué Levi lo llevaba escrito en la muñeca?

Aunque ésa no era la única nota en su piel…

—No vuelvas a ir al club. No me vuelvas a buscar. —Prohibió el mayor, terminantemente.

Pero el castaño seguía sin comprender el porqué de la nota.

Y, arriesgándose a un golpe, preguntó sin pensar:

—… ¿te anotaste mi horario sólo para venir a decirme esto?

Tal como imaginó, fue apuñalado por la mirada de Levi.

—Dime la verdadera razón. —Le pidió el menor, y Levi lo interpretó como que un niñato lo estaba mandando.

—Cómo te atreves a hablarme-

—Vamos, dime. —Lo urgió— Yo busqué entre todo el repertorio de jazz por una canción para decirte qué pienso de ti, y se la di a esa resbalosa que te tocó en el escenario y casi se acuesta contigo…

¿Hanji?

Venga, que Hanji le había tocado la espalda por joda, porque sabía que a Levi le molestaba…

—… tal vez estás saliendo con ella. —Dedujo Eren.

Nunca. —Repuso el moreno, con el más puro sentimiento de terror desbaratándole el hígado.

Pero el castaño ya no lo estaba escuchando.

—Quiero oír una respuesta clara al porqué no puedo salir contigo. —Estableció el menor, decidido.

Más que nunca, Levi tenía una mirada difícil de descifrar, que Eren no podría explicar con palabras.

—No tienes idea de quién soy. —Murmuró.

—Quiero descubrirlo.

—La idea que tú tienes de mí —continuó el azabache, sin oírlo—… es una idea que tú te has creado, algo que no soy yo. Nadie se enamoraría de la verdadera versión de mí.

—Que tú no ames tu versión de ti, no quiere decir que yo no puedo amarla. Somos diferentes.

Los ojos grises lo contemplaron, casi con impacto.

—… Nos faltó hablar. —Repuso Eren, seriamente.

—Bueno, tú te tiraste a besarme sin decir mucho-

—Venga, si te encantó —la carcajada de Eren fue descarada.

—Cierra la boca, imbécil.

En ese instante, el azabache viró el rostro a un lado; Eren observó el gesto, con curiosidad. Le pareció que estaba enfadado, con toques de avergonzado. Interpretar a Levi era interesante. Las emociones del moreno se asomaban como algo pequeño, casi volátil: Por tanto, era fácil concluir que no tenía ninguna emoción, para el que no sabía o no quería observar.

—Dame una oportunidad. Si la cago y dices que no quieres verme más, ya no te molestaré.

En la última frase, Levi comentó:

—No pareces de los mocosos que se rinden fácilmente.

—Sólo con lo que amo. —Sonrió el castaño.

Se quedó callado.

Ese mocoso no sabía qué rayos era amor.

Seguro sólo se quería acostar con él.

Levi pensaba mostrárselo.


—¿Sigues pensando que sólo quiere un acostón? —Preguntó Hanji, con una risita, maquillándose para esa noche.

—No me preguntes cosas personales. —Gruñó el más bajito, abotonándose las mangas de la camisa larga.

—¿Cuántas veces han salido ya? —Lo ignoró ella.

—No te interesa.

—¿Cinco, seis?

Se formó un silencio, mientras el moreno mantenía un ceño peligrosamente fruncido.

—… Son muchas citas como para que no te des cuenta.

—Es peor que un grano en el culo. —Refunfuñó.

—Tú también estás interesado en él, por eso aceptas. —Sonrió ella.

—Pues ya no lo haré. —Escupió.

—Claro. —Canturreó la mujer, saliendo del camerino con una risotada que le taladraba el oído.

Habían sido nueve. Nueve citas por todo Liverpool, en los últimos cuatro meses.

Se sentía… culpable. Había una voz en el fondo de su cabeza que le gritaba que no merecía salir con Eren. Se sentía sucio, como si estuviera abusando de él…

Escuchó los primeros acordes desde el escenario, cuando la orquesta empezó a tocar The Way You Look Tonight. Habían comenzado sin él.

Mierda, no podía enfocar la partitura…

La imagen se le empezaba a partir.

Tal como cuando era periodista…


Estaba viéndose en el espejo, agotada, deshaciendo su peinado.

Cuando el espejo le mostró que había una figura tras ella.

—… está afuera. —Murmuró Levi, tras dos minutos en silencio.

Hanji suspiró, sonriendo.

—Pues claro que está afuera. Está esperándote para salir. Aceptaste, ¿no es así?

Levi no dijo nada. Era verdad que no había podido decirle que no a Eren. ¿Era tanto el poder que tenía sobre él?

La mujer se quedó callada, observándolo. Casi podía tocar el torbellino de pensamientos tras la cara confundida del pianista…

—¿Tienes perros? —Preguntó Levi, de repente, con la mirada al lado contrario de Hanji. Ella le miró con interés.

—No. Pero tengo un gato, Bean. —Respondió, suavemente.

Era el intercambio más profundo que había tenido con Levi hasta la fecha.

Aunque algo le decía que éste quería profundizar más…

—Si tú supieras… que un día no podrías cuidar de tu gato, estar con él, ¿qué harías?

Hanji parpadeó lentamente.

Todo le gritaba que aquello, en realidad, se trataba de Eren.

—Si lo cuidas y él se acostumbra a ti… cuando le faltes, quizás le hagas daño.

El semblante de la chica se tiñó de curiosidad.

—¿De qué estás hablando, Levi?

—De tu gato. Cómo ser una buena dueña.

Hanji asintió, como quien se traga el cuento.

—Yo lo cuidaría hasta que ya no pudiera cuidarlo… porque no quiero separarme de él. Lo cuidaría hasta el final porque lo quiero.

—¿No te parece egoísta?

—No. Me parece sincero.

Levi clavó la mirada en el suelo. Hanji sonrió.

—Pero le explicaría que un día me tendré que ir, y el porqué. —Agregó— Le diría que no quiero dejarlo, lo que él significa para mí. Todos los días. Me aseguraría de hacer cada día especial para él, para mí. Para ambos.

El azabache no habló por un rato. Entretanto, Hanji terminó de desmaquillarse, tomando su abrigo para salir.

—… Recuerda que hablamos de tu gato. —Advirtió el más bajo.

—Por supuesto. —Contestó Hanji, para despedirse por esa noche.

Levi se quedó más tiempo en el camerino, entre la soledad y el silencio.

Ésa sería la noche en la que finalmente le diría a Eren.


Habían ido a un cine popular en Lime Street. No estaba la función que Eren había querido ver, por lo tarde que habían llegado. Sin embargo, Eren no le recriminó por la tardanza, parecía feliz por el simple hecho de compartir el momento.

Pagaron por la última función, sin reparar en el póster ni preguntar por la sinopsis. Más tarde, Levi se arrepentiría enormemente de eso.

Mentiría si dijera que había prestado atención a los primeros veinte minutos de la película: En su mente, Levi sólo buscaba todas las formas posibles de explicarle a Eren sobre el problema e imaginaba todas sus posibles reacciones. Ninguna era positiva. Agradecía que la cita fuera en el cine, le daba tiempo para pensar más.

Aunque parecía que, entre más lo pensara, lo empeoraba.

Así, cuando Levi hubo armado lo que le pareció "la opción menos mierda", volteó hacia la pantalla para fingir atención, y la imagen de una persona en coma lo congeló.

Pero no se comparó al observar la expresión de Eren.


"Diciembre 25, 1966

El hecho de que propusieras pasar tu cumpleaños conmigo… no sabes lo feliz que me hizo.

Tus compañeros de trabajo te organizaron una fiesta. Parecías cansado del ruido. Habías asistido por cortesía, sentándote a un lado de mí, tu mano enlazada con la mía por debajo de la mesa.

Te saqué del club, con la excusa de salir a fumar. Nos quedamos en el balcón. Te gustaba el silencio, la noche sin luna e infestada de estrellas. Se oían villancicos a los lejos y las campanadas de una iglesia. Las calles brillando de rojo y dorado, un olor navideño en cada callejón.

Dijiste que, hasta ese momento, tu cumpleaños había sido la misma mierda que todos los demás. No supe qué decirte, sólo bajé la cabeza y me disculpé.

Luego, me diste las gracias por haberlo cambiado, por haberte dado justo lo que esperabas: Aire fresco, un relativo silencio y unos brazos donde descansar.

Juré que eso nunca te faltaría. Que yo nunca te faltaría.

Hasta ahora, lo mantengo.

Y hasta siempre, Levi"


—¿Sigues teniendo problemas para dormir?

Eren estaba confundido. Difícilmente había escuchado la voz del moreno ese día.

Tampoco la escuchó tras esa pregunta.

Creía que Levi se estaba abriendo un poco, a través de todas esas citas… ahora tenía la sensación de haber vuelto al principio. O peor.

—No hay muchas películas sobre enfermedades terminales. —Comentó, en voz baja— Te dejan una… sensación extraña, ¿no?

Acto seguido, el mayor paralizó el paso por completo. Eso lo asustó.

—¿Pasa algo?

—Nada. Tengo sueño. Me iré antes.

Eren agachó la cabeza. Tenía una sensación infinita de vacío en el estómago.

Sin embargo, aunque Levi había asegurado que se iría, seguía inmóvil en su lugar. Los consejos de Hanji retumbaban en su memoria. ¿Por qué tuvo que preguntarle a esa descabezada, en primer lugar?

Hacía un rato, Levi había encontrado lo que le pareció "la manera más espantosa-pero-no-tanto de decirle al mocoso".

Ahora, había mandado esa "manera" al diablo.

Quería decirlo a como le saliera de la boca y desaparecer. De igual forma, ya sabía cómo reaccionaría Eren.

El castaño se había quedado callado, observándolo con atención.

Y fue entonces que Levi soltó fríamente:

—Viste a esa persona en la camilla, ¿no es así? Pues así voy a terminar yo. —Le aventó, directamente a unos ojos que se asombraban— Postrado en una cama, patético e inútil, sin saber ni una mierda de mí. No quieres salir con un cuerpo tirado en una cama, con citas en el hospital para ver cómo se muere.

—… ¿qué? —Fue toda la respuesta de Eren.

—En el tren me preguntaste por qué dejé mi trabajo. —Le recordó, directamente— Intenta ser periodista con todos los malditos problemas que yo tengo.

—No te estoy entendiendo…

Por primera vez, quería gritarle a Eren qué tan imbécil era. Sentía que se estaba ahogando de ansiedad. Deseaba que Eren lo maldijera y se fuera en ese mismo momento.

Pero ahí estaba, frente a Levi, contemplándolo con preocupación.

—¿Por qué no nos sentamos?

—No hace falta. —Gruñó el más bajo, con el cuerpo temblando. Ni siquiera podía tragar saliva.

No quería perderlo… pero sabía que así sería.

Sólo que fuera rápido.

—Sólo un momento, Levi. Por favor. —Le pidió, señalando a una banca en una parada de autobús. El azabache negó con la cabeza.

—No, no…

—Un minuto, ¿de acuerdo? Es importante para mí escuchar esto, saber qué está pasando. Parece difícil para ti explicarlo, pero… esfuérzate un poco, para que te pueda entender.

Los ojos grises se perdieron en el suelo.

—Ya te dije todo lo que había qué decir. —Murmuró. De repente, empezaba a sentir mucho frío. Sentía que se estaba congelando.

—Vamos a empezar de nuevo, ¿está bien? —Preguntó el castaño, señalando hacia el asiento.

Formó un puño, pero se sentó.

El menor tomó aire, y comenzó:

—Dijiste algo de un hospital, de no saber nada de ti. Pero yo te veo ahora mismo, y no pareces nada así. —Le contó.

—Pero-

—Ése es el caso terminal, ¿no? —Le preguntó Eren— Te adelantaste mucho. Necesito que me digas qué pasa ahora.

Se hizo un silencio. Sólo se oía el ruido de insectos entre la maleza, pasos de transeúntes, el rumor de las llantas de algún coche. No había autobuses a esas horas.

—Olvido cosas. —Dijo, mucho tiempo después. Tanto, que Eren casi había olvidado la pregunta original. Levi le hablaba sin verlo— Hay veces en las que no soy capaz de recordar un día completo. Antes eran lapsos, pero —pausó— se está volviendo más… estoy perdiendo mi mente —comentó. —Estoy perdiendo mis recuerdos… quién soy, de dónde vengo, adónde voy.

Eren guardó silencio, pensando en lo difícil que debía ser para el mayor confesar aquello. Para él era difícil de escuchar.

—Un día, te veré y no te podré reconocer.

Aunque iba a responder, fue la voz de Levi la que se percibió.

—Las citas a las que no he ido… es porque las he olvidado. Llegará el día en el que finalmente te olvide.

Entonces, miró a Eren soltar un suspiro largo. El chico había sonreído; una sonrisa que temblaba, como si se estuviera quebrando.

—No lo permitiré.

El mayor lo miró como si fuera un zafado.

—¿Qué? ¿Crees que lo hago a propósito?

—No dejaré que me olvides. —Decidió el chiquillo, como si lo tuviera todo bajo control— No lo permitiré. —Repitió. —Cada vez que tengamos una cita, Levi… te mandaré una carta con los detalles de todo lo que hicimos —prometió— y, para que sepas quiénes somos y por qué estamos juntos, de dónde venimos y en dónde estamos… sólo tienes que leer todas las cartas hasta el día corriente. —Sonrió, con la mirada al frente. —Te quiero en mi vida, y las cartas serán los recuerdos más felices que vivamos, los momentos que nos hagan madurar o crecer.

Levi lo miraba como si no lo conociera.

—Por qué haces esto… Otra persona no-

—Yo no soy otra persona. —Le recordó Eren, con una mirada firme— Soy la persona que quiere luchar por ti, hasta el punto final de la última carta.

Cuando oyó aquello, sintió que algo dentro de él se había sacudido.

Fue la primera noche que durmió en una parada de autobús, con la cabeza perdida en el pecho de alguien, conforme la llovizna empezaba a mojar la ciudad.

Esa ocasión, en el pecho de Eren encontró la mejor de las muertes.

La promesa de eternidad.


Fue un periodo corto.

Citas, detalles, besos que Eren le robaba al pianista en el club de jazz, frente a sus colegas, inspirando las burlas más épicas de Hanji… los ratos que Levi se quedaba en el café donde trabajaba Eren, estudiando mientras esperaba a que éste saliera de su turno. Era demasiado dulce para ser verdad; o, más bien, era dulce y era verdad. Pasó su cumpleaños, el de Eren, en plena primavera… como el efecto de Eren en su vida: Regalos, planes, promesas, fotografías. Recuerdos. Cada vez más recuerdos, como una colección de joyas mentales.

Y cartas. Cartas que inmortalizaban cada encuentro, que se iban acumulando en la alacena de Levi.

—¿Por qué firmas con hasta siempre, Levi? Es ridículo. —Comentó, al leer la carta de la cita más reciente. Su domicilio estaba escrito ahí, uno que, más adelante, sería tachado. Eren respondió sonriendo.

—Firmo así porque cada carta es un recuerdo, y cada recuerdo contigo es eterno.

Ugh… —gruñó, asqueado.

A veces creía que la diabetes lo mataría más rápido que la misma enfermedad.

Aunque, irónicamente, se sentía como si Eren fuera una medicina para la vida.


Cuando pensó aquello, estaban en los días más soleados de su relación, por decirlo de alguna manera. Levi podía resistir el insomnio, los movimientos involuntarios en sus músculos, los cambios de humor, la desorientación, incluso algún tropezón o caída que Eren se había apresurado a detener, sin hacer comentarios cuando ocurría. Al caminar, a veces Levi miraba al resto de las personas, pensando que Eren podría ser más feliz con cualquiera de ellas… sin tener las molestias de estarlo auxiliando, sin tener la carga de alguien enfermo.

La vez que Levi comentó esto, en una noche de desesperación silenciosa en la que se alcoholizó, Eren besó su frente.

—No me interesa ninguna de esas personas porque no eres tú. —Respondió, con firmeza— No me importa si te tropiezas, te ayudaré a levantarte. Tampoco me importa si olvidas algo, lo vamos a escribir. No me importa si no puedes dormir, vamos a hablar hasta que te dé sueño. No te veo como alguien enfermo, te veo como te conocí en ese tren. Me gustas así como eres… para mí, eres perfecto así.

Cuando oía esas respuestas, Levi se preguntaba si el enfermo de la cabeza sería Eren y no él.

Se lo preguntaba mientras sentía que algo dentro de él se derretía, inevitablemente.

Sólo con él y sólo por él.


Pero, con el pasar del tiempo, días nublados empezaron a llegar…

—¿Qué ocurrió?

Escuchó el tono severo de Eren del otro lado de la línea. Jamás lo había oído tan molesto.

—Mocoso, no esperaba tu llamada.

—Tengo horas esperándote.

—¿Esperándome?

—Quedamos en el parque. Han pasado seis horas.

Estaba perplejo, y lo primero que atinó a hacer fue descubrirse las mangas. Miró sus muñecas, acababa de bañarse…

Las notas…

Su memoria estaba fallando más de lo acostumbrado. Cuando pensó en revisar las notas, la imagen se distorsionó.

Debió haber terminado desde antes con la relación. ¿Qué rayos le estaba haciendo a ese muchacho, haciéndolo perder el tiempo así?

Pero una parte de él seguía empecinada en que no estaba listo para perderlo…

Sin embargo, en realidad, jamás estaría listo para perderlo.

No podía seguir haciéndole eso. No era justo para él.

Eren sonaba tan cansado por el teléfono, y era tan joven…

Podía encontrar a alguien que no estuviera mal.

Eren no tenía que sufrir con él…

—Disculpa. Me mareé bastante y me quedé en casa. —Comentó— Lamento haberte hecho esperar y no llamarte para explicarte.

Mintió tan descaradamente…

—¡¿Mareado?!

El grito de Eren lo dejó sordo.

—¿No has dormido bien? ¿No has comido? ¿Quieres que vaya a tu casa a cuidarte? ¡Dilo e iré inmediatamente!

No pudo evitarlo.

Su maldito estómago se estrujó de puro cariño a ese desastre de pelos castaños.

—No, sólo… quiero estar solo un rato. Debe ser por el trabajo. Voy a dormir. —Siguió mintiendo.

—Pero-

—No quise fallarte en la cita.

—Tendremos otra, ¿no? —Se apresuró el muchacho— Cuando te sientas mejor. ¿Cuándo tienes tiempo? No importa que sea el próximo mes.

"No lo hagas" dijo una voz interna. "Hacerlo sería egoísta. No lo lastimes más".

Y recordó…

"Nunca estaré listo para perderlo, en realidad"

Cómo estar listo para perderlo, si con cada detalle…

—Me encantaría verte. —Oyó, del otro lado de la línea— Perdón si soné molesto cuando empecé la llamada. Entiendo lo que pasó.

Cada maldito detalle…

—El viernes. —Respondió Levi, con un nudo oscuro comprimiendo su estómago— En el mirador cerca del muelle. ¿Puedes?

Su determinación y seguridad legendarias…

—Ahí estaré.

Cómo, maldita sea, no iba a adorarlo.


El día que se conoce a una persona destinada a ser significativa… es inolvidable.

El día en que desaparece también lo es.

La brisa del río Mersey lo golpeaba suavemente, como si jugara con su cara. Levi tenía una hora esperando; y, aun así, no se sentía preparado para eso.

Perderlo.

Era la última vez que tenía pensado ver a Eren, aun cuando estuviera clavado en lo más profundo de él. No pensaba seguirlo lastimando, haciéndole creer que podía funcionar "decentemente". Mintiéndole.

Los últimos días, Levi había perdido la capacidad para hablar con fluidez; tenía que detenerse en cada sílaba para pronunciar correctamente. Si intentaba hablar más rápido, se tragaba las sílabas y se percibía un sinsentido. Caminar con normalidad se había vuelto imposible también.

No se sentía capaz de ver a Eren a la cara, siquiera estar frente a él. Se sentía demasiado inferior.

Pero casi se fue de lado cuando Eren llegó.

No fue lo elegante que lucía —que lo hacía, el maldito bastardo— sino su actitud lo que lo impactó: La felicidad que Eren sentía por volver a encontrar a Levi se desbordaba por sus ojos verdes… por sus pasos enérgicos y por su voz. Eren tenía más características de sol que de persona, brillando como lo hacía, como una fuente de calor inagotable, aferrándose a la mano de Levi por el muelle como un hilo de oxígeno que no quería soltar.

Para él, la mano de Eren también era un hilo de oxígeno…

Pero prefería asfixiarse a terminar siendo la miseria de él.

Visitarlo en los hospitales hasta verlo quedar en coma, no era la clase de futuro que quería para Eren. No quería que Eren pasara ni un solo día así.

Y así, con la excusa de fotografiar el río Mersey desde varios ángulos, Levi encontró el ángulo que lo desapareció.

Sólo quedó la refrescante brisa del río.

Río y soledad.


Había llamadas y cartas por montones.

Ninguna alcanzó a Levi.

Había cancelado la correspondencia, el teléfono, terminado el contrato de renta de su casa para alquilar un apartamento en el viejo Londres. Había tomado un tren que lo llevara a doscientas millas de ahí: Liverpool estaba lleno de Eren; cada nube, cada pared y callejón trazaba su historia. Y dolía.

Dolía porque había sido lo más hermoso que había tenido en la vida.

Había hecho algo cruel, algo que ni él mismo podía perdonarse. En el muelle, en el punto exacto donde habían acordado reencontrarse, Levi había dejado una nota concisa que aclarara el panorama para el mocoso.

Una nota donde le pedía que no lo buscara más, sin añadir más información.

Y cada nube, pared y callejón de Liverpool fue testigo de la búsqueda inalcanzable que hizo el muchacho en nombre de Levi.

Éste jamás apareció.


A veces sentía que sus ojos caerían y rodarían por el cuarto, por el peso de las lágrimas. Jamás en su vida había llorado tanto. Por más que intentara detenerlo, no podía; era la sangre cristalina de su interior vuelto cenizas.

Una semana más tarde, recibió una caja por paquetería.

Al abrirla, la imagen fue un golpe para sus ojos y para su pecho: La caja repleta de las cartas que le había escrito a Levi, con el propósito de evitar el olvido. Todas devueltas a su autor.

Sólo había una nota, con la pulcra caligrafía de Levi.

"Das Ende"

El hecho de leerlo en alemán le caló aún más hondo.

Era el final.


Había transcurrido un año y medio.

Practicaba guitarra por las tardes, y ahorraba para un amplificador. Oh, si su padre lo viera practicando Hound Dog como estaba, estaría cantando alegrías en alemán similares a "du undankbar Scheißkerl!" (Tú, pedazo de mierda malagradecido).

Su padre no era el señor más simpático de Alemania, no iba a mentir sobre eso.

Esa tarde, Eren esperaba una visita que fue puntual en llegar: El único amigo que había hecho en Liverpool, un rubio que había trabajado pocos meses en el café, para ahorrar para sus estudios de medicina en otra ciudad. Un amigo que Eren recibió con un abrazo.

—Me alegra que estés superando lo del pianista. —Sonrió, levantándose del único sofá que Eren tenía en el apartamento, mientras él ocupaba unas cajas— Suerte con el amplificador.

—Suerte con medicina. Harás un gran trabajo.

Armin asintió, prometiendo escribirle cada semana.

Eren sólo se rió.


Londres era demasiado frío. Demasiado gris.

Demasiado cerrado.

Armin había saludado a todos los vecinos, les había llevado un pequeño detalle. Su abuelo le había educado así. Eren siempre se burlaba diciéndole que era demasiado formal.

Había un vecino que nunca le abría.

Fue por eso que, una tarde, cuando Armin pasó por los buzones del complejo de apartamentos, se quedó helado al ver a un azabache retirando su correspondencia del buzón aledaño al suyo.

Y se volvió pálido al leer el nombre en las cartas.

"Levi Ackerman"

El recuerdo de Eren azotó su memoria como un trueno. Cuánto éste lo había buscado.

—Por Dios…

Sabía que no debía hacerlo. Más bien, no debía hacerlo.

Se quedó en silencio, mirando la figura muda de Levi partir.

No pudo arrancar el recuerdo de su cabeza. Ni el de Levi, ni el de Eren. No lo arrancó mientras desempacaba sus cosas. Mucho menos lo arrancó cuando encontró aquella caja que había empacado por error, tomando ésta en lugar del regalo de despedida de Eren, antes de mudarse.

Una caja repleta de cartas, todas dirigidas a su vecino moreno, con una dirección en Liverpool escrita al frente.

Armin la apoyó sobre el escritorio, pensando detenidamente en qué hacer, preguntándose una y otra vez si sería prudente actuar así.

Su conclusión condujo su mano al cajón, buscando una pluma.

Uno a uno, comenzó a tachar cada domicilio de cada carta.

Y, cada sábado, Armin dejaba una en el buzón de su vecino.

Sin dirección.


Cada martes, Eren recibía una carta de Armin.

Pero ninguna se pareció a la de aquel martes.

Esa vez, Armin se había ahorrado las formalidades, algo imposible de creer.

Eren la leyó casi cuatro veces, atónito.

"Eren,

¿Puedes escribir una última carta para Levi?

Te preguntarás por qué. Estuve leyendo sobre procesos de duelo, para una clase.

Creo que sería bueno que escribieras una última carta para él. Escribirlo tal vez te ayude a recordar, a descubrir lo que sientes y canalizarlo para darle una salida a tu dolor. Me gustaría que lo intentaras.

Si decides hacerlo, envíamela. Creo que te sentirás mejor"

Eren ignoró la sugerencia durante dos días.

Armin debía estar loco. Era su amigo cuerdo, aunque seguramente juntarse tanto con Eren lo había vuelto loco.

Sin embargo, al tercer día, Eren buscó un bolígrafo, y pasó media hora haciendo rayas inconexas mientras divagaba, pensando en qué decir y escribiendo falsos inicios que acababa tachando. Terminó botando dos árboles de hojas blancas en su desesperación.

Al cuarto día, escribió lo primero que golpeó su cabeza, dobló la hoja y la guardó en el sobre.

Al frente, pegó un sello postal a Londres.


Cerró su maleta, echando una mirada en derredor. Ojos grises cansados paseándose por cada pared descolorida.

Era probable que no volviera a ese apartamento jamás.

Curiosamente, en su maleta, sólo guardaba una partitura. Ni siquiera era de jazz, ni de la música clásica que tanto amaba. Ni siquiera era para piano, él la había adaptado de la guitarra la primera vez que la escuchó. Más allá de eso, ni siquiera era su canción preferida.

Pero era la canción que resumía lo más quería en la vida.

Tomó las llaves, dispuesto a dejarlas en su buzón, donde el dueño le había indicado colocarlas al terminar su contrato.

Y fue cuando, al abrirlo como cada sábado, se encontró con una carta más de él. De ese nombre que no figuraba en el más mínimo rincón de su memoria.

Ese Eren Jaeger vacío; trazos de tinta que no le decían nada.

Y que, a la vez, le decían tanto.

Ésa fue la primera vez que Levi le respondió una carta.

Qué más daba. Levi conocía su propio final.


"Febrero 2, 1969

Levi,

Te adoro con toda mi vida. Fue así, es así y será así.

Por eso, siento mucho no tener una respuesta a tu enfermedad.

Quisiera tener todas las respuestas en el mundo, para ponerlas todas en tus dedos.

Supongo que entendí que te hubieras ido, tras pensarlo mucho tiempo: En realidad, yo no iba a ser capaz de curarte, y prácticamente no podía hacer nada más que quererte. Quizás sentías mucha presión cuando yo estaba ahí. Sea como sea, sé que elegiste la mejor solución.

Fui feliz el tiempo que te tuve. Te deseo lo mejor, ahora y siempre. Te agradezco por haber formado parte de mi vida, y haber sido lo más hermoso de ella.

Hasta siempre, Levi"


"Imagine Coffee Shop - 7pm"

Su té estaba frío.

Una dulce llovizna golpeaba el cristal, en una melodía pacífica pero desordenada.

Levi se sentaba cerca de la ventana cuando llovía. Le relajaba cómo el cielo lloraba sobre la ciudad, el agua recorriendo las calles y volviéndolas un espejismo, el viento agitando con armonía los árboles. Ésos eran de los pocos momentos que relajaban a Levi a plenitud.

La voz de McCartney brotando de la rocola de la esquina…

"Someone's knockin' at the door

Somebody's ringin' the bell…"

(Alguien llama a la puerta

Alguien toca el timbre…)

Observó su reloj de pulsera: 6:55.

Cinco minutos para conocer las respuestas a tantas incógnitas… si es que el autor de las cartas llegaba al café, y llegaba temprano.

"Do me a favor

Open the door

And let 'em in"

(Hazme un favor

Ábrele la puerta

Y déjale entrar)

Levi no lo sabía… pero, en su más puro interior, Eren soñaba con que el moreno abriera esa puerta.

Y le dejara entrar.

O regresar, al menos unos minutos.

Incluso unos segundos.

—¡Levi!


Eren apenas consiguió parpadear. Ni siquiera se sentó, sus rodillas se doblaron conforme sus ojos iban caminando por cada letra.

La caligrafía no era pulcra, sino temblorosa.

Sin embargo, muy pronto, eso fue lo menos importante.

"Febrero 9, 1969

Saludos, Eren Jaeger,

Estoy al corriente de cada carta que has enviado, sólo no me daba la gana responder.

Tengo algunas preguntas. ¿Puedes el martes? Al menos que tengas algún problema para venir a Londres.

Imagine Coffee Shop - 7pm.

No tolero retrasos"

La carta llegó dos días después, el lunes.

Estaba de más decir que Eren tomó el tren rumbo a Londres esa misma noche.


—¡Levi!

El mayor volvió su rostro hacia el sonido, sin levantarse de su lugar.

Enseguida, un castaño estaba frente a él, sin reparar en varios detalles…

Empezando por los lentes negros que portaba, y continuando con que, si Eren no hablaba, el moreno no sabía adónde dirigir el rostro.

No le tomó tanto tiempo adivinar lo que sucedía; pero, entre la música y el ajetreo de la gente, Eren sólo preguntó:

—¿Te gustaría ir a un lugar más tranquilo? Estamos muy cerca de Hyde Park.

Levi no comentó que seguía escuchando lluvia.

Sólo quería salir de ahí.


No estaba tan cerca. Nunca nada está cerca para quien se le dificulta caminar.

Se sentaron en una banca, bajo la copa frondosa de un árbol, cerca del río. Una escena nublada que Levi no podía observar.

Podía percibir el ruido de la lluvia, las gotas golpeando el lago Serpentine, el sonido irregular del viento húmedo y tormentoso. Sentía el acero mojado de la banca y una mano caliente sobre su muñeca. No recordaba a ese tipo —ni siquiera sabía si era el tipo—, ni su voz, pero el tacto le parecía vagamente familiar.

Un tacto de antaño.

—Te ves como siempre, Levi.

No podía decir lo mismo.

—Había pensado que quizás ésta sería la última vez que nos veríamos —agregó— y pensé en traerte un regalo. Pensarás que estoy loco. Armin me dijo que exageré, pero esto fue lo primero que imaginé cuando vi tu respuesta. Te juro que intenté cambiar de regalo, pero nada más se me ocurrió y Armin estaba en exámenes.

Levi suspiró.

Y, por primera vez en dos años, Eren escuchó su voz.

Pausada, bajísima, dificultosa.

—Yo también te traje algo.

Le entregó la maleta donde guardaba la partitura.

Eren la recibió, mas no la abrió.

—Mírala cuando no esté.

El castaño asintió, sin ahondar en el doble sentido.

—Yo… bueno. Estuve en el tren practicando esto. Me empezaba a salir bien, y ahora… Verás. Me gustaría… uh. No, espera: si tú quieres; ah, no.

Pasaron unos buenos cinco minutos de divagaciones, hasta que Levi por fin escuchó una idea completa.

—¿Recuerdas cuando te cité en el muelle, hace dos años?

—… no.

—Ah. Bueno, te cité en el muelle hace dos años. —Le informó.

—Creo que pude saltar a esa conclusión por mí mismo. —Respondió el mayor, de mala leche, aunque muy lentamente.

Sin embargo, Eren se soltó a reír tan pronto terminó de escuchar.

—Bueno… tenía algo planeado esa vez, por eso me dolió más que desaparecieras. Ese día especialmente. Pensé que te habías dado cuenta.

Diablos. No recordaba absolutamente nada.

—Te… uh. Te había comprado algo. Después de eso, lo conservé por si algún día volvías. Es que… siempre ha sido tuyo. Puedes botarlo si no lo quieres.

Rayos, que el mocoso les daba vueltas a las cosas.

—Quería que lo tuvieras. Eso significabas… bueno, significas para mí, aunque puede que te incomode ahora. Así que, es muy tarde, pero toma. No tienes que decir nada.

Sintió algo duro en la mano izquierda, como una piedra.

Un cuadro. Una abertura. Algo frío, metálico. La piedra se sentía rasposa.

—No sé qué-

—Un anillo. Esa vez, quería casarme contigo. —Aceptó, seriamente— Ya no te vi, así que lo guardé, para recordarme que habías sido real.

Era el tipo.

—Puedes dárselo a otra persona. Estás a tiempo. —Sugirió el moreno.

—No quiero dárselo a nadie más. —Admitió— Por eso, te dije que podías tirarlo si no lo querías.

Tragó saliva.

—No entiendo por qué eres amable con alguien como yo, que no ve, que no sirve. Será lástima. —Concluyó.

—Jamás se me ha ocurrido sentir lástima por ti. —Contradijo.

—No te entiendo. —Repitió.

—¿Qué tal amor? —Intentó.

La respuesta fue inmediata.

—No podrías enamorarte de mí.

—Te lo dije hace tiempo —le recordó—. Que tú no ames tu versión de ti, no quiere decir que yo no puedo amarla. Lo hago. Aún lo hago porque eres la misma persona. Siempre has sido la misma persona.

Se formó un silencio.

—Realmente no te entiendo… —comentó, colocándose el anillo en el anular, ante un Eren estupefacto— Lo voy a vender. Sólo lo mantengo caliente.

—Oh, es inspiradora tu lucha en tiempos de pobreza.

—Gracias.

—Suponiendo que te hubiera preguntado, ¿cuál habría sido mi respuesta? —Se interesó el castaño.

—Aún puedes preguntar y averiguarlo. —Lo retó el mayor. Eren viró los ojos.

—Dijiste que lo ibas a vender. Claramente, mi respuesta es "no".

—Quién sabe.

Eren soltó una risa nerviosa.

—Por cierto, nada más por curiosidad, ¿sí te casarías conmigo?

—Creo tener el estómago.

—Pensé que dirías el sentimiento.

—Mis respuestas no son maricas como las tuyas.

Eren sonrió abiertamente. Levi sólo se mordió una sonrisa que amenazaba con nacer, manteniendo una expresión relajada.

La más relajada que Eren jamás había visto, casi cercana a lo feliz.

No había nadie en el parque, nadie lo visitaría estando así de lluvioso. Por eso, Levi se permitió aquel descuido de apoyarse contra Eren, siendo envuelto por sus brazos casi por reflejo.

Pasaron unos minutos. Sintió la respiración cálida de Levi contra su propio pecho, mientras indagaba en la maleta por su propio regalo.

Sonrió suavemente mientras sus ojos se perdían en la canción, y en el casete de audio que Levi le había grabado.

Una grabación dulce, feliz, agradecida, enamorada en el piano, al puro estilo libertino del jazz.

Algo en el interior de Eren se apretó al encontrar la lírica; y, al mismo tiempo, se llenó de alivio cuando leyó:

"Ayer, el amor era como un juego fácil

Ahora añoro el ayer…"

Abrazó el cuerpo pálido. Su cabeza de suaves hilos negros resbaló.

—Yo también… también añoro el ayer…

Al decirlo, lo apretó más contra sí mismo, como la pieza preciosa que era en su vida.

Adorándolo como ayer, ahora y siempre.


Fin.

Canciones citadas:

"Yesterday" - The Beatles (1965) (versión jazz-style piano)

"Let 'em In" - Paul McCartney & Wings (1976)

"Hound Dog" - Elvis Presley (1956)

"The Way You Look Tonight" - Frank Sinatra (1964)

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Notas: La enfermedad de Levi está inspirada en la de Creutzfeldt-Jakob. Hay varias inconsistencias.

Gracias a quien se molestó en leer.

Un saludo.