NA: Tal y como dije en mi página de Facebook: Inspiración + Cuarentena = Lo que necesitaba para terminar mis historias xD

¡Ahora sí, al fin llegamos a la recta final! Un capítulo más y el epílogo y daremos por concluida esta historia :')


Capítulo 43: Screaming loud.


—Vincent —dijo con solemnidad. El cuerpo de Hermione se tensó involuntariamente ante la mención del hombre que, no hacía tanto tiempo, causó tanta incertidumbre en su relación. Draco lo notó, por lo que apretó su mano más fuerte—. Sí, Vincent. Él fue el que propició que me detuvieran.

—¿Quieres decir que él tuvo la culpa de que te encarcelaran?

—No, yo era el único que iba contra la ley, así que la culpa fue solo mía.

—Entonces… ¿Qué tiene que ver él en la historia?

Draco se tomó un momento para respirar profundamente. Hermione sabía en el fondo de su corazón lo mucho que le estaba costando hablar de aquello. Ella misma había comprobado en sus carnes que, por mucho que se luchara contra los demonios de uno, nunca se lograba superar al cien por cien todo el daño y los estragos ocasionados en la mente y el corazón.

—Él estaba enamorado de Astoria —continuó al fin—. Siempre lo estuvo, a pesar de que ella solo lo veía como a un amigo. Cuando empezamos a salir me presentó a su grupo de amigos, pero... ¿Sabes esa sensación cuando te presentan a una persona y, sin haber intercambiado una sola palabra, ya intuyes que no os llevaréis bien? Bueno, pues él ya me la tenía jurada desde antes de conocerme simplemente por salir con su amor platónico, imagina cuando se enteró de lo que hacía...

Hermione tragó el exceso de saliva de su boca.

—¿Y qué hacías? —preguntó con cuidado.

Él la miró, examinando la expresión de su rostro para asegurarse de que estaba preparada para oír la respuesta.

—Vendía droga —dijo al fin—. Y no era por necesidad de dinero. Acababa de recibir la herencia de mis padres y parte de la de mis abuelos. Sí, pero también acababa de perderlos a todos ellos, incluida mi hermana. Estaba perdido y no me quedaba nada en el mundo a lo que aferrarme. Así que cometí el error de rodearme de malas compañías. En cierto modo fue revelador descubrir que todas esas personas tenían menos que perder en la vida que yo, porque hubo un momento en el que llegué a creer que yo era el ser más miserable y desgraciado del mundo. Y no, yo no tenía nada... pero eso era antes de que ella apareciera en mi vida.

—Esa parte me la sé —susurró Hermione.

—Sí, amor. Sabías que estuvo a mi lado en el peor momento de mi vida, pero no que fue la razón por la que no me hundí hasta el punto de acabar de mierda hasta el cuello. —Hizo una pausa para tragar el dolor que apretaba su garganta—. He visto morir a mucha gente, Hermie, personas desamparadas que buscaban un poco de consuelo en un puto gramo o en media pastilla que les hiciera alucinar. Personas con una tristeza infinita en sus corazones, personas sin suerte que no tuvieron la oportunidad de ser la mejor versión de sí mismos en este mundo. Yo elegí el camino más pedregoso y viví rodeado de violencia durante mucho tiempo, pero lo hice porque la pena era tan… asfixiante, que me lancé a vivir emociones fuertes para al menos poder sentir algo. Pero solo tomaba el dinero de esas pobres personas a cambio de sus vidas, y cada vez estaban más y más débiles, más enganchados. Y morían solos, tirados en algún portal cochambroso o algún sitio lleno de mierda. Y todo por mi culpa.

Hermione también sentía un nudo en la garganta después de escucharlo. Podía sentir lo mucho que esa parte de su pasado lo atormentaba, y verlo así no era algo fácil de digerir. Trató de hacer acopio de la lógica para intentar aliviar su dolor.

—Si no hubieras sido tú, habrían acudido a otra persona que les vendiera lo que querían.

—Eso me decía yo al principio —confesó—. Pero sigue sin ser fácil de asimilar que me aprovechara de esas personas con la única excusa de haber tenido una vida de mierda. Estaba tan enfadado con el mundo… que a veces aún siento que tengo las manos llenas de sangre.

—Draco…

No había palabras que pudieran aliviar su remordimiento. Realmente no las había.

—Todo ese tiempo estuve rodeado de gente horrible.

Hermione tomó su rostro entre las manos y le hizo mirarla.

—Eso no te hace uno de ellos.

—Lo fui una vez.

—No, tú eres diferente. La gente mala no se arrepiente de hacer cosas malas. Tú te avergüenzas de tu pasado porque has tenido la capacidad de cambiar, de madurar y aprender de tus errores —rebatió con efusividad, luego descansó la cabeza contra su hombro y añadió—: Tomaste malas decisiones en un punto de tu vida que ya quedó atrás. Me enorgullece que hayas sido capaz de salir de ahí, de hacer retro inspección y darte cuenta de que ese no era tu destino. Las buenas personas no lamentan… no lamentan haber causado mal a los demás. —Se separó lo suficiente como para poder mirarlo desde abajo—. Aún no entiendo qué pinta Vincent en todo esto.

Draco suspiró.

—Un día, Astoria y yo salimos de fiesta con sus amigos. Vincent, como el imbécil que es, se pasó con el alcohol y... bueno, intentó besarla. Yo estaba delante, y no es que estuviera acostumbrado a solucionar las cosas hablando… Así que usé los puños y le rompí la nariz, como ya sabes. —Hizo una pausa para apretar los labios con frustración—. No es que me sienta orgulloso de mi faceta violenta en la adolescencia, pero no puedo cambiar lo que ya está hecho.

—¿De qué manera una simple pelea te llevó a la cárcel? —preguntó, curiosa.

—No fue la pelea de esa noche, fue él yendo a la policía al día siguiente a contarles todo lo que sabía.

—¿Te delató?

—Sí, fue su venganza personal —explicó—. No es que no estuviera deseando hacerlo desde que se enteró de que traficaba con droga. Esa noche yo solo le di la excusa perfecta para hacerlo.

—Ya veo…

—¿Pero sabes una cosa? He tenido mucho tiempo para pensar y reflexionar en las sesiones de terapia, y al final he llegado a la conclusión de que seguramente hasta tenga que darle las gracias por hacerlo.

—¿Por qué?

—Bueno, al meterme en la cárcel evitó que siguiera por ese camino, y el tiempo que pasé allí dentro hizo que me distanciara de las malas influencias con las que convivía fuera. En la cárcel me hice amigo de personas que… digamos que eran lo mejor entre lo peor. Me hice el primero —dijo, señalando la serpiente que Vincent le había revelado en la boda ser un tatuaje carcelario—, y lo más valioso: aprendí a tatuar.

—¿Teníais máquinas dentro?

—No, de hecho, estaban totalmente prohibidas… pero los presos pueden ser muy ingeniosos cuando quieren. Conseguían las baterías, las agujas y las tintas de contrabando y construían máquinas caseras.

—Bueno, parece que al final todo tiene su lado positivo.

—Pero eso no es lo más importante —la interrumpió—. Cuando conseguí salir de la cárcel por buen comportamiento, descubrí que Astoria ya no estaba. —Hermione asintió en silencio, recordando todas esas veces en las que le había asegurado que ella se había ido de un día para otro y sin dar explicaciones—. Sé que te mentí con respecto a eso, y lo siento, pero todavía no estaba listo para contarte toda la verdad.

—Está bien.

—El caso es que si ella no se hubiera ido… ¡Jamás te habría encontrado! —Reprimió un escalofrío—. Y fue muy difícil para mí asimilar que ya no estaba, que mi conducta había llegado demasiado lejos para ella… ¡Y es comprensible! A partir de entonces, toda mi vida he estado luchando por ser una mejor persona, intentándolo todo por dejar atrás los hábitos que me perjudicaban y que de paso herían a la gente a la que amaba... Y fue una verdadera lucha constante hasta el día en el que entraste por la puerta del estudio y me miraste como si necesitaras que arreglara todo lo que estaba roto en tu interior. Y de repente todos los problemas que aún me atormentaban desaparecieron porque ya no tenían relevancia. Desde ese día solo quise ser quien velara por ti y te ayudara a deshacerte de tus demonios. Y cuando quise darme cuenta, ser una buena persona ya no era una lucha, sino un hecho. Simplemente lo era porque te tenía a ti, porque estabas a mi lado. Y fue tan fácil como respirar —confesó con solemnidad—. Estaba tan cómodo siendo la persona que merecías que, por mucho tiempo, olvidé que yo también tenía mis demonios. Y volver a enfrentarlos ha sido duro, pero sabía que no podría ser el mejor padre para ese bebé si no aceptaba mi culpa y me libraba de mis lastres. Así que, sí, tengo que estarle agradecido a ese idiota porque el destino todo lo entrelaza, y de no haberme delatado, nunca te habría encontrado a ti.

Hermione besó sus labios con ternura. No, no le importaba su pasado, lo único que le importaba era quién era él ahora, en ese momento.

—Vale, pero no vuelvas a irte… —susurró, poniéndose melosa mientras buscaba un hueco que le permitiera meter la mano dentro de su pantalón.

—Espera… —Draco la separó y Hermione se mostró derrotada por no terminar de conseguir lo que quería—. ¿Podemos hablar ahora de cómo has estado?

—¿A qué te refieres?

—Cuéntame cómo te has sentido en mi ausencia —le pidió.

—Ya te he perdonado —le informó, por si aún tenía dudas—. No tiene sentido que hablemos más de ello.

—¿Por qué? Esta casa no quita el daño que te he hecho durante todos estos meses.

—¿Crees que solo te perdono por esto? —preguntó, moviendo las manos para abarcar todo aquel espacio—. Porque estarías muy equivocado.

—Vale, olvídate de la casa. Pero venga, seguro que tienes mucho que reprocharme. Y puedes gritarme, necesitas hacerlo. Pero tienes que sacarlo de aquí —dijo, señalando directamente a su corazón—. El dolor tiene que salir. Si no lo haces ahora, podría explotarnos en la cara más adelante.

—¿Qué? ¿Quieres que te grite?

Hermione parecía no dar crédito a lo que escuchaba.

—Sí —afirmó él—. Es más, ¡insúltame! ¡Dime lo más grosero que se te ocurra!

—¿Por qué no puedes contentarte con el hecho de que te perdone?

—¿Estás segura de que realmente lo has hecho? Ahora que ha pasado la emoción del reencuentro… Sé sincera. ¿Te has parado siquiera a pensar en ello?

—¿Qué se supone que tengo que pensar? Sé muy bien que te perdono —sentenció, empezando a hartarse de su insistencia. Una imprevista impotencia había comenzado a hacer temblar cada parte de su cuerpo.

—¿Sí? ¿Después de desaparecer no una, sino dos veces de tu vida? ¿De irme sin explicación?

Aquello fue la gota que colmó el rebosante vaso.

—¡Sí, te perdono! ¿Por qué te muestras tan reticente a aceptarlo? ¿Qué quieres? ¿Que te confirme lo duro que ha sido? ¡Pues sí, ha sido jodidamente difícil seguir con mi vida sin tener ni puñetera idea de dónde estabas o de si volverías algún día! ¡SIN NI SIQUIERA RECIBIR UNA JODIDA LLAMADA PARA DECIR QUE ESTABAS BIEN! ¿Era tan complicado marcar mi número, Draco? ¿ERA TAN COMPLICADO CONTAR CONMIGO? ¡Joder! ¡ME DEJASTE PENSAR QUE ME HABÍAS ABANDONADO! ¡QUE AQUEL BESO HABÍA SIDO EL ÚLTIMO! ¡DEJASTE QUE ME DEPRIMIERA, QUE LLORARA DESCONSOLADAMENTE DÍA Y NOCHE, QUE GRITARA TU NOMBRE EN SUEÑOS Y QUE LA PENA ME CARCOMIERA POR DENTRO CON TU SOLO PENSAMIENTO! ¡DEJASTE QUE ME VOLVIERA LOCA POR TU PARTIDA! ¡Y DEBERÍAS ESTAR AGRADECIDO DE QUE TE QUIERA DE VUELTA EN MI VIDA, PORQUE NO CUALQUIERA ESPERA INDEFINIDAMENTE A ALGUIEN QUE ACABA DE DEJARLE! ¡Y YO LO HICE! ¿Sabes? ¡Alguien más estuvo interesado en mí durante todos los meses que me faltaste, alguien a quien no le di ni la más mínima oportunidad porque…! ¡PORQUE TE QUIERO, DRACO! ¡TE QUIERO A TI MÁS QUE A NADA! ¿Y AHORA TIENES EL ATREVIMIENTO DE PONER EN DUDA QUE TE PERDONO? ¡SE REQUIERE MUCHO AMOR PARA PERDONAR ALGO ASÍ! PERO TÚ QUIERES TUS MALDITOS REPROCHES, ¿CIERTO? ¡PUES AQUÍ LOS TIENES!

Al contrario de lo que le había asegurado a Ginny unos días antes y de lo que había creído imposible, sintió una pequeña patada en su interior. Hermione habría continuado gritando de no haber sido por lo que parecía una sutil advertencia por parte de su bebé.

Todo se quedó en silencio durante un tiempo.

Seguramente era la vez que más fuerte había gritado en toda su vida. Sintió su garganta resentirse y sus ojos llorar lágrimas de impotencia. Sollozó e hipó, y lo hizo reiteradas veces. El tembleque de sus manos se propagó por todo su cuerpo, afectando a su mandíbula y haciendo que sus dientes castañearan tan fuerte que tuvo la sensación de que terminarían rompiéndose.

Maldición, había vociferado tan fuerte que ahora le dolía la cabeza y sentía sus mejillas arder como nunca. Y su visión estaba demasiado nublada como para poder ver su expresión, pero a pesar de que había esperado una respuesta por su parte, Draco no dijo ni una palabra.

Sintió cómo pasaba un brazo por sus poplíteos y otro por su espalda y la levantaba del suelo como a una niña pequeña. Hermione se encontró llorando desconsoladamente contra su cuello a medida que se desplazaban. Las luces se apagaron y pronto estuvo sobre una superficie blanda y arropada con una manta de pelitos. Él se metió en la cama tras ella y la abrazó por detrás con fuerza.

Si antes ella había gritando como nunca, ahora él la abrazaba de la misma manera.

No supo de dónde sacó la voz para hacerlo, pero Hermione susurró en la oscuridad:

—Hubiera podido llegar el fin del mundo y ni siquiera lo hubiera notado.

Su garganta experimentó un dolor punzante en las paredes.

Estaba tan agotada que sus ojos se cerraron lentamente sin quererlo.

Draco acarició su cabello sobre la almohada.

—Si llega el fin del mundo, te prometo que estaremos juntos para afrontarlo —murmuró en su oído—. Ahora duerme, duerme, mi amor.


Hermione se encontraba con los antebrazos apoyados en el borde de la cuna, levemente inclinada hacia adelante mientras admiraba a la bebé que dormía envuelta en mantitas y rodeada de ositos de peluche.

Alguien se acercó por detrás, le dio un beso en la sien y le pasó un brazo por los hombros antes de mirar en la misma dirección.

—Es… perfecta —susurró Draco.

—Es nuestra —respondió ella, sin poder dejar de mirar a su pequeña hija—. ¿Crees que esté respirando?

—Estoy seguro de que lo has comprobado al menos tres veces desde que te has levantado de la cama para venir aquí —dijo de manera burlona.

—¿Y cómo puedo estar segura de que no está teniendo una pesadilla?

—Es un bebé, Hermie, seguramente ni siquiera sueñe mientras duerme.

—¿Necesitará que le dé el pecho?

—Estoy convencido de que llorará cuando tenga hambre.

—¿Querrá que la coja? Yo quiero cogerla.

—Amor… —Draco puso ambas manos en sus hombros para hacerla girar hacia él—. Son las tres de la mañana y no duermes desde que diste a luz, lo cual fue… hace aproximadamente veinticuatro horas.

—Pero…

—Ven a la cama, necesitas descansar.

Hermione estuvo a punto de aceptar, pero en ese mismo instante su hija empezó a sollozar muy flojito para luego llorar estrepitosamente.

—¡Ja! —Se rió—. ¿Lo ves? No necesito descansar, solo cuidar de ella.

—Está bien, me quedaré con vosotras entonces.

La madre primeriza cogió con cuidado a la niña y se dirigió a una mecedora que había en una esquina de la habitación. La colocó sobre su regazo y se subió la parte de arriba del pijama con impaciencia. Sus ganas de ejercer como madre eran más que evidentes, pero no pudo reprimir una mueca de dolor cuando la niña atrapó su pezón entre los labios con demasiada fuerza.

—Con delicadeza, pequeña Alicia —le dijo su padre, acariciando su cabecita con una ternura insólita en él.

Hermione moría de amor cuando, de repente, despertó. Despeinada y con la misma ropa que el día anterior, se vio sola en aquella gran cama. Se desperezó y se obligó a levantarse, escuchando algunos ruidos mientras avanzaba por el pasillo. Entró en la cocina, donde Draco estaba preparando el desayuno, pero en lugar de saludarlo con un beso fue directa a sentarse a la mesa para pegar la frente en ella.

—Tienes un aspecto horrible —le dijo él.

—Así me siento —respondió ella con ronquera. Carraspeó para intentar aclararse la garganta, pero fue en vano.

—Nuestra primera pelea como marido y mujer te ha dejado exhausta, ¿eh? —Hermione levantó el dedo corazón en su dirección y decidió ignorarlo por completo, pero Draco se acercó y se arrodilló junto a su silla—. ¿Estás bien?

Ella se enderezó al instante para responder.

—¡No! Estoy ronca y me duele la cabeza.

Draco estuvo tentado a abalanzarse sobre ella para abrazarla, pero finalmente se contuvo.

—Es mi culpa por obligarte a gritar, ¿verdad?

—Sí, sí, literalmente me obligaste.

Esta vez él no pudo evitar abarcarla entre sus brazos.

—Lo siento, Hermie, pero tenías que hacerlo.

—¿Tenía? —Su voz era cada vez más ronca.

—Demostraste tener mucho dolor guardado, pero ahora ya te has librado de él —dijo, sus ojos volando hacia el anillo que había en su dedo. Hermione se percató de ello.

—Agradece que no te haya pedido el divorcio.

—Entonces habría hecho lo que fuera por volver a conquistarte. —Le sonrió—. Ahora, no digas nada más. Voy a prepararte un poco de té de miel con limón para esa garganta. ¿Quieres también una pastilla para el dolor de cabeza?

—No. —Hermione lo retuvo agarrando la manga de su chupa y, haciendo un gran esfuerzo para encontrar su voz, dijo—: Tenías razón, estaba muy dolida y necesitaba sacarlo todo fuera. Pero el rencor nunca ocupará tanto espacio en mi corazón como el amor que siento por ti. —Draco quiso interrumpirla para que dejara de hablar, pero ella siguió haciéndolo de todos modos—. Te quiero, Draco. Y quiero que seamos una familia, por eso te perdono. Considero que ya es bastante castigo que tengas que vivir sabiendo que una vez fuiste el causante de muchos de mis desvelos y ansiedad.

La mirada de Draco se perdió en algún punto a sus espaldas. Parecía haberse quedado sin habla. El tiempo pasó sin que ninguno dijera nada más por un buen rato. Luego, él se levantó y se sacudió los pantalones. Terminó de preparar las tortitas, le hizo el té que le había prometido y se sentó frente a ella a desayunar. Cuando ambos hubieron terminado, finalmente agregó:

—Voy a encargarme de compensarte todas y cada una de las lágrimas que hayas llorado por mí —le aseguró—. Era consciente de que te haría daño al irme, pero no imaginé cuánto. Solo fui consciente de la realidad cuando fui a verte al hospital.

Hermione le dio un nuevo sorbo al té. La calidez del líquido alivió su garganta considerablemente.

—¿Cómo lo supiste? Realmente creí que estaba soñando.

—Uno de los tatuadores del estudio estaba en urgencias por un tatuaje infectado cuando llegaste. Dijo que alguien gritó que estabas teniendo un aborto y acto seguido te desmayaste. Como estabas sola, o al menos eso creyó él, me llamó incansablemente hasta que contesté y me contó lo que había visto —reveló—. Llegué tan rápido como pude.

—Debiste hacerme ver que estabas ahí de verdad.

—Tal vez, pero hubiera resultado algo violento para tu amigo.

Hermione hizo memoria.

—¿Danny?

—Como se llame. Ese era el chico interesado en ti, ¿verdad? Del que me hablaste en las cartas y al que mencionaste ayer. —Ella no respondió—. No te preocupes, no me molesta. De hecho, agradezco que hubiera estado contigo cuando pasó… cuando necesitaste ir al hospital.

—No estábamos solos… bueno, sí, pasó a recogerme en su coche, pero nos dirigíamos a una fiesta con gente de la oficina.

—¿Y?

—No pasó nada entre nosotros. —Draco se encogió de hombros, como si no le importara—. ¿No necesitabas saberlo?

—Hermie, no podría haberme enfadado contigo si hubieras decidido salir con él. ¿Y qué si os hubierais besado? ¿Y qué si hubiera pasado algo más? —Sus palabras eran sinceras, pero en su rostro podía apreciarse cómo le dolía de tan solo imaginarlo—. Solo tú eres dueña de tu cuerpo, y a decir verdad no me debías nada después de haberte dejado.

Hermione se levantó solo para sentarse en su regazo. Luego, con un hilo de voz, susurró:

—Oh, Draco, te debo tantas cosas… Fuiste un punto de inflexión en mi vida. Apareciste cuando necesitaba cambios, cuando los necesitaba ya. Tomaste cada pedazo de mí y me recompusiste mientras me enseñabas a amar, mientras desplegabas de una vez mis doloridas alas. Yo era como un pájaro que necesitaba dejar el nido, pero que miraba hacia abajo y no se atrevía a saltar. ¿Y si el miedo me paralizaba y no conseguía mover las alas? ¿Y si me estrellaba en el suelo? Pero tú aportaste ese toque de locura que hizo que me lanzara al vacío sin mirar. —Hizo una pausa para besar su cuello—. Es como si no hubiera sabido que te necesitaba hasta que te tuve delante y te pedí un tatuaje.

Draco levantó su camisa y apartó un poco su pantalón para verlo. Su vientre crecía por momentos.

—Es el tatuaje más rentable de mi vida.

—Pues no será en lo económico, porque creo recordar que me cobraste el mínimo —dijo riendo.

—Sí, pero gané una mujer y una hija. —Draco la besó en varias partes de su cara antes de hacer lo propio con sus labios—. Te quiero, esposa.

—Esposa… Suena raro.

—Pues tendrás que acostumbrarte, porque… —dijo, levantando su mano y señalando el anillo que llevaba en el dedo anular—. ¡Sorpresa! Ya eres mi esposa.

—En realidad… todavía no. Técnicamente, para que esto se considere un matrimonio, esos papeles del salón necesitan ser firmados y sellados por tu contacto.

—¿Crees que me importa? Para mí eres mi mujer desde el día en el que te conocí. Punto.

Hermione se rió tanto como su dolor de garganta le permitió.

—Siempre imaginé que mi boda sería…

—Por favor, no digas que en la iglesia.

—No, no. Pero probablemente habría sido en algún sitio bonito, rodeada de mi familia y amigos.

—Espera, me estás haciendo sentir mal por no haber planeado algo más especial.

Ella le quitó importancia agitando una mano al aire.

—Da igual.

—No, claro que no. Rompamos esos papeles y organicemos una ceremonia en condiciones.

—¿Estás loco? ¿Sabes lo que se tarda en organizar una boda? ¡Meses! —le dijo, rodando los ojos—. Además, ya se me nota el embarazo.

—¿Y qué?

—Que no me gustaría tener que salir hinchada en las fotos nupciales. ¿Sabes la barriga que tendría entonces? Agh, da igual. Ni siquiera le doy tanta importancia al matrimonio, olvida lo de antes. —Lo miró. No parecía muy dispuesto a hacer lo que le pedía, así que decidió cambiar de tema deliberadamente—. Por cierto, tenemos que comprar una mecedora.

—¿Para qué?

—Para sentarme tranquilamente a ver cómo la niña se aferra a mis pechos bruscamente cuando le dé de amamantar.

—Lo has soñado, ¿verdad?

—Muy vívidamente.

—Necesitamos una entonces. ¿Vas a preguntarles a tus padres si quieren venir cuando vayamos a elegir los muebles de su habitación?

—Bueno, primero tendré que decirles que estoy embarazada. —Draco parecía sorprendido de que no lo hubiera hecho ya—. ¿Qué? Hubieran querido felicitarte y tú no estabas por ningún lado para recibirlos.

—Justo donde duele.

Hermione le sonrió, pero se levantó de su regazo y se sirvió un poco de agua. Luego se volvió, apoyándose en la encimera a la vez que decía:

—Por cierto, hablando de padres. Mañana tenemos merienda familiar en casa de los míos. Menos mal que has aparecido antes, porque no tenía ni la más mínima idea de cómo excusar tu ausencia esta vez.

—Tengo una idea mejor, ¿por qué no los invitamos aquí? Así les enseñamos la casa.

Hermione estuvo de acuerdo, así que llamó a sus padres para avisarles. Ellos se mostraron más que sorprendidos al escuchar que se habían mudado, sobre todo porque había sido de un día para otro. Pero ellos siempre habían hecho las cosas así, tal y como venían y sin pensarlas demasiado.

Después de ver pasar la mañana del sábado en el porche y cocinar algo juntos para el almuerzo, Draco condujo hacia el apartamento para vaciar el armario de la ropa de Hermione y terminar de recoger sus otras pertenencias. La tarea les llevó gran parte del día, pero el lugar quedó bastante diferente para cuando terminaron. Quedó vacío.

Hermione se sacudía el polvo de la ropa cuando él agitó una bolsa de basura para abrirla.

—¿Qué falta? —preguntó con sorpresa. Creía que lo único que habían dejado donde estaba era la ropa de Ginny.

Draco le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera hacia la habitación. Una vez allí, se dirigió al armario y abrió el lado Astoria.

—Falta algo que debí haber hecho hace mucho tiempo.

Ella se acercó para apretarle la mano e infundirle ánimos, aunque sabía que ya no los necesitaba. Ese día, en ese momento, él estaba más que preparado para hacer algo que tiempo atrás habría considerado imposible, impensable.

Y ella estaba a su lado para ayudarle.

Abrieron la bolsa y empezaron a meter dentro todas las cosas que la mujer no quiso llevarse al marcharse, tal vez porque le recordaban a su vida con Draco, tal vez porque quería empezar de cero en todos los sentidos imaginables.

Reconoció el vestido que se puso el día que fueron al hotel donde trabajaba Ron para darle una bofetada sin manos. También esos tacones de infarto que casi resultan ser la perdición para sus tobillos. Y más y más ropa, la mayoría demasiado elegante o ceñida para su gusto. Muchas faldas, tops y algunos pantalones "skinny". También echaron en la bolsa sus pulseras y collares, sus accesorios para el pelo y su maquillaje. Lo echaron todo hasta que ya no quedó absolutamente nada de ella. Ni rastro de que una vez también vivió allí.

Estaba oscureciendo cuando metieron todo en el coche, incluido al gato. Fueron a llevar la ropa de Astoria a un punto donde la aceptaran para caridad y acto seguido volvieron a su nuevo hogar apartado del mundo. Donde solo eran ellos, el gato y su futuro bebé. Un lugar al que, después de tanto dolor, podía llamar abiertamente paraíso.


—¿Por qué estás ronca?

—Dejamos una ventana abierta y cogí un poco de frío por la noche.

—¿Y por qué no nos contaste que estabais pensando en mudaros?

Era evidente lo impresionada que estaba su madre después del tour que le habían hecho por la casa. Ahora, los cuatro se sentaban en la mesa de exterior con algo de té y unos cuantos dulces que Draco había comprado en el barrio más cercano por la mañana. Hermione cerró los ojos un momento, disfrutando de la calidez que el sol de septiembre le proporcionaba en el rostro.

—Porque no lo sabía —dijo entonces con sinceridad, ganándose miradas de escepticismo por parte de sus progenitores—. Cuando os conté que la convención de tatuadores a la que había ido se alargaba… os mentí. Aunque yo no lo sabía. Draco estuvo todo ese tiempo renovando la casa para darme una sorpresa.

—Es la casa donde viví de pequeño, así que pensé que podríamos dar un paso adelante y mudarnos —explicó—. Pero necesitaba una buena reforma, así que a los albañiles y a mí nos tomó bastante tiempo arreglarla.

—Debo admitir que estoy asombrado con el resultado, Draco, pero se me hace casi inverosímil que mi hija ya tenga un lugar que se parezca más a un hogar que a un piso compartido —comentó su padre, quien hacía tiempo que ya no miraba a su novio como si quiera sacarle las vísceras por la boca. Porque le había costado, pero había terminado aceptando que su apariencia no se correspondía en absoluto a su forma de ser. Y a decir verdad, con sus acciones Draco se había ganado, no solo su confianza, sino también su respeto y su cariño—. Son estas cosas las que me hacen darme cuenta de cuánto ha crecido mi niña.

Su hija estiró la mano derecha sobre la mesa y apretó la suya.

—Ha sido un largo camino para todos —concluyó, viendo a Draco de soslayo y encontrando una mirada de "estoy aquí, amor" en sus ojos. Había llegado el momento de hacer lo que habían planeado—. Tomemos una foto para inmortalizar este momento —sugirió.

Todos se levantaron de la mesa. Hermione y sus padres se colocaron frente a la casa mientras Draco colocaba un viejo trípode de su primo a unos metros y programaba la cámara para lo que ellos creían que era una cuenta atrás. Luego, corrió para ponerse al lado de la chica y sonreír al objetivo. Sin embargo, aunque el flash nunca saltó, Draco y Hermione gritaron a la vez un gran: "¡Vais a ser abuelos!".

Su madre se rió hasta que asimiló las palabras en su cabeza. Su padre se quedó paralizado.

—¿QUÉ? —gritó la mujer—. ¿QUÉ? —volvió a gritar.

—¡Estoy embarazada, mamá!

—¡¿QUÉ?! —repitió. Cualquier otra palabra había desaparecido de su vocabulario.

—Oh, Dios mío —murmuró su padre mientras miraba su vientre, su cara, y luego su vientre de nuevo.

Su madre siguió gritando. Hermione solo supo que era de alegría cuando empezó a dar saltitos y se agarró a su cuello para darle un emotivo abrazo. Draco las abarcó a ambas y su padre se unió tan pronto como salió de su estado de shock.

—Y eso no es todo… ¡Nos hemos casado! —gritó Hermione, señalando el anillo en su dedo que tanto le había costado esconder de su vista.

La euforia de aquellas cuatro personas quedó grabada en un largo clip de nueve minutos y veintisiete segundos, clip que podrían ver y rever en el futuro tantas veces como quisieran, clip que podrían enseñarle a su hija para que viera lo amada que había sido por todos incluso antes de nacer.


Hermione se despertó antes de tiempo para darse un buen baño antes de ir a trabajar el primer día de la semana. Llevaba queriendo estrenar esa bañera desde la noche en que la vio, pero las circunstancias simplemente no se lo habían permitido hasta ahora.

Draco la llevó al trabajo y luego fue directo al pub para ponerse al día con la administración que habían estado llevando ella y Ginny en su ausencia. Después, iría al estudio y se las arreglaría para que sus compañeros lo aceptaran de vuelta. No estaba muy preocupado al respecto, porque si bien su marcha repentina les había ocasionado alguna que otra pérdida monetaria, el setenta por ciento de las llamadas seguían siendo para pedir cita con él.

Hermione aprovechó el descanso tras la primera reunión de la mañana y llamó a la autoescuela. ¿Cuánto tiempo más alargarían su espera? Ahora vivía a casi diez minutos en coche del primer barrio de la ciudad, y no era como si pudiera disponer todo el tiempo de que Draco la llevase a donde necesitara.

Finalmente, y como ella quería, le dieron una fecha muy próxima para su examen práctico. Quiso llamar a Draco para contárselo, pero su móvil sonó en ese instante con un nombre diferente en la pantalla.

—Hola —saludó.

—¿Hola? ¿Literalmente vacías todo el apartamento y solo dices hola? ¡No es como si hubiera pensado que habías muerto repentinamente! ¡No, qué va!

Hermione se mordió un labio ante la reprimenda de su amiga. Si era sincera, ni siquiera se había acordado de que volvía a Londres ese lunes.

—Ginny, es una larga historia —trató de explicarse.

—No voy a aceptar una excusa que no sea más que excelente. Lo sabes, ¿verdad?

—Draco ha vuelto —dijo, y la persona en la otra línea quedó pasmada—. Ha reformado la casa familiar que tenía de pequeño y nos hemos mudado allí… ¿Hola?

—Sí, perdona, estaba asimilando todo eso. Vale, es una buena excusa. —Hermione sonrió con ganas—. ¿Y cómo ha sido el reencuentro? ¿Tenía él una buena excusa para dejarte? ¿Hubo sexo?

—¡Gin! —la regañó por el atrevimiento, pero se movió hacia un lugar más apartado de la oficina para poder responderle—. Sí, él tenía sus motivos. Y no, no hubo sexo. Solo algunos gritos.

—¿Por eso tienes voz de Tiranosaurio Rex?

—Sí, por eso —dijo, tratando de aclararse la garganta nuevamente—. ¿Cómo fueron tus mini vacaciones con la familia de Cedric?

Antes de que su amiga pudiera responder, se escuchó una puerta cerrarse y Ginny exclamó:

—¡Volvió a casa por Navidad! Bueno, casi.

Hermione sonrió al escuchar a Draco de fondo saludar a su amiga. Ginny le colgó sin previo aviso, pero solo transcurrieron unos pocos segundos antes de que iniciara una videollamada.

Volvió a esbozar una sonrisa, esta vez mucho más grande, cuando descolgó y vio a ambos saludarla a través del teléfono.

—Estaba comprobando el inventario cuando he escuchado a alguien aquí arriba, así que me he asomado a comprobar quién era —explicó el rubio.

—Lo siento, era yo echándole la bronca a tu novia por no avisarme de que os habíais mudado —dijo su amiga—. ¡Una se va unos días y cuando vuelve se ha perdido todo el chisme!

—Bueno, ¿vas a contarme qué tal con la familia de Cedric? —le repitió Hermione.

—Me adoran —reveló, echándose el cabello hacia atrás con un gesto refinado—. Su prima me ha confesado que creía ciegamente que acabaría solo. En lugar de "el loco de los gatos" lo llamaba "el loco de la ropa extravagante". Pero bueno, están contentos de que lo quiera con todo y eso. Nos quedamos en casa de su abuela, donde teníamos una habitación para los dos. Ha sido la primera vez que dormimos juntos desde que empezamos a salir, y la verdad es que ha sido una experiencia genial. —Su sonrisa se apagó lentamente al añadir—: De vuelta en Londres hemos tenido que volver a separarnos. ¿No es injusto? Daría lo que fuera por que podamos tener un poco de intimidad.

—¿Por qué no os mudáis al apartamento? —intervino Draco—. Nosotros ya no lo necesitamos.

—¿Qué? ¿En serio?

Hermione se emocionó al ver la mirada de felicidad de su amiga.

—Claro, es lo menos que puedo hacer después de que hayas cuidado de ella cuando yo no estaba. Además, prácticamente tú ya te habías mudado, ¿no? Solo tendrías que decírselo a él.

Ginny trató de contener su emoción cuando dijo:

—Vale, pero… ¿De cuánto estamos hablando? —Draco la miró sin entender—. De dinero. ¿Cuánto es el alquiler?

—Ah, nada.

—No puedo aceptarlo.

—Venga, Ginevra —se buró, consiguiendo una ojeada asesina por su parte—. No necesito el dinero. Tanto Hermie como yo trabajamos, y además tenemos los ingresos del pub. No me importa cederos el apartamento.

—Si no pago no me quedo.

El hombre rodó los ojos en respuesta.

—Vale, ¿cincuenta libras al mes? Así, por decir un precio simbólico.

—Que sean cien. Y nosotros pagamos las facturas.

—Oye, lo normal sería que pujaras por menos de lo que te propongo, no a la inversa.

—Pero es que a mí no me gusta lo que se considera "lo normal". Solo tienes que ver a mi novio.

Hermione se rió con ganas al ser testigo de su jocosa conversación.

—Está bien, no quiero pelear más —dijo Draco, rindiéndose ante su insistencia—. Cien libras al mes.

—Hecho. —Ginny extendió una mano que él tomó y sacudió—. Un placer hacer negocios contigo.

—Prácticamente me has obligado a tomar tu dinero.

—Cuando nazca Gwen me lo agradecerás.

—¿Sabes qué, Gin? —intervino Hermione con un atisbo de malicia. Se le había ocurrido una ingeniosa idea y no iba a dejarla pasar. Puso cara de pena ante la cámara y, a continuación, dijo—: A Draco no le gusta ese nombre.

La vio abrir mucho la boca e interrogar a su novio con la mirada como si quisiera explicaciones. Luego se rió y colgó, abandonándolo a su suerte para que se las apañara con la bestia mientras ella volvía a su puesto de trabajo.

Podía haberlo perdonado, pero nunca dijo nada acerca de no hacérselas pagar poco a poco con pequeñas cosas como esa.

El día transcurrió lleno de arduas tareas que la dejaron exhausta, pero Hermione no dejó de sonreír ampliamente cuando salió del edificio y se montó en el coche con Draco. Sabía que diría algo parecido a "me la has jugado".

—¡Oye, hoy me la has jugado!

Sonrió, ahora para sí misma. Bingo.

—Sí, te he lanzado a los leones, y casi que puedo decirlo literalmente, porque Ginny es bastante leona cuando quiere.

—¿Leona? ¡Es una fiera! ¡Y dejaste que me amenazara con retirarme la palabra si no llamaba a mi hijo como ella quiere! —Hermione se rió escandalosamente, lo que hizo que Draco se enfurruñara un poco—. No es gracioso.

—Sí, sí lo es. Y es lo que te espera durante los próximos meses.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, que he pensado que mereces pagar un precio por todo lo del abandono. Ah, y por obligarme a gritar.

Draco arqueó la ceja en un gesto que Hermione no supo descifrar, pero de repente parecía tener mucha prisa por realizar el trayecto de vuelta a casa. Cuando abrió la cancela y aparcó el coche a un lado de la casa, prácticamente sacó a Hermione del mismo y tiró de ella hacia el interior de la casa.

Ella se dejó llevar, pero realmente no entendía a qué se debían sus prisas. Cuando llegaron al dormitorio, Draco le hizo una pronunciada reverencia.

—Has dicho pagar un precio, ¿no? Es decir, que quieres castigarme.

—Sí… —respondió ella, sin terminar de entender.

—¡Adelante! —se apresuró a decir mientras se quitaba la camiseta—. ¡Castígame todo lo que quieras!

—Oh… ¡Ahhh…!

Ya. Ya entendía. Se mojó los labios instintivamente.

—¿Y qué te hace pensar que quiero castigarte en la cama? ¡Llévame al sofá! —le ordenó, tratando de sonar autoritaria.

Draco la tomó en brazos y obedeció sus órdenes. Una vez en el salón, la chica lo empujó para que se sentara donde había querido tener sexo dos días atrás. Este se volvió a levantar para ponerle las manos encima, pero ella lo devolvió de nuevo a donde quería que estuviera.

—¿No puedo ayudar a desnudarte?

—¡No! De hecho… solo podrás mirar de ahora en adelante.

—¡¿Qué?! —exclamó él, en desacuerdo con sus palabras.

Hermione lo ignoró y empezó a quitarse la ropa con suaves movimientos que pretendían ser sexys. Draco se mordió un labio mientras disfrutaba del striptease.

—Quítate los pantalones —le exigió. Los tuvo fuera en un suspiro—. Ahora… escúchame bien… voy a subirme encima de ti pero quiero que dejes las manos quietas, ¿de acuerdo?

Él asintió, aunque por su forma de mirarla Hermione supo que apenas había escuchado lo que le había dicho. Desabrochó su sostén y lo dejó caer al suelo, quedando solo en braguitas. Se acercó lentamente y puso una pierna a cada lado de su cuerpo.

—Hmm —gruñó él a la vez que alzaba una mano para manosear su pecho.

Hermione le dio un manotazo para que la apartara.

—He dicho que no puedes tocar. Ese es tu castigo.

Draco, literalmente, se arañó la cara mientras ella se movía encima de su sexo.

—¡Uff! —casi gritó. Puso sus manos cerca de su cabeza y las cerró en puños que pronto volvió a abrir para luego volver a cerrar. Y así en reiteradas ocasiones. Se notaba la frustración de no poder tocar su cuerpo siendo que lo estaba poniendo tan cachondo—. Cuando dije que me castigaras no me refería a esto.

—Shhh, tampoco puedes hablar —le indicó.

—¡MMM! —gritó con los labios sellados.

Hermione empezó a besar su rostro a la vez que seguía moviéndose contra su enorme erección. Draco estuvo tentado a devolverle los besos en varias ocasiones, pero después de una mirada de advertencia que claramente decía "si lo haces, esto se acaba" decidió aguantarse y empezar a dar pequeños guantazos al sofá para canalizar su frustración por ahí.

Hermione empezó a hacer pequeños gemidos y Draco echó la cabeza hacia atrás para gimotear.

—¿Quieres entrar dentro de mí? —le preguntó con picardía. Él asintió con la cabeza de manera bastante efusiva. Se sentía realmente poderosa, así que dio su siguiente orden—: Rómpelas. Rompe mis braguitas.

Draco se mostró reticente al principio, pero luego entendió que aquella era la única forma que había de que tuvieran el sexo que quería y necesitaba. Porque ese día mandaba ella, y no parecía estar bromeando en absoluto.

Agarró la tela que los separaba con ambas manos y ejerció tanta fuerza como necesitó para rasgarla. Seguidamente, Hermione hizo un solo movimiento de caderas y su miembro estuvo en el interior de su vulva súbitamente.

Ambos gimieron a la vez, siendo ella la que habló después.

»Tócame —reclamó—. Tócame ahora. Ahí, solo ahí.

La mano de Draco voló hacia la intimidad de su novia para poder acariciar su clítoris. Los movimientos circulares de su pulgar la hicieron temblar de placer hasta que ambos gritaron y se dejaron alcanzar, de nuevo juntos, por el apogeo de sus ardientes cuerpos.


Al día siguiente la alarma de Hermione no sonó. O tal vez sí lo hizo y ella estaba demasiado cansada para escucharla; se había acostado con un malestar generalizado en el cuerpo y un poco de nauseas, lo que había provocado que apenas hubiera pegado ojo durante la noche.

Ahora, después de mirar el reloj, se daba cuenta de que solo tenía quince minutos para arreglarse antes de salir.

—¡Ah! —exclamó cuando saltó fuera. Tenía unas agujetas horribles y, además, le dolía la espalda como nunca antes.

Corrió al vestidor y lanzó el pijama por los aires para vestirse, luego fue al baño y se lavó la cara a toda prisa, pasando entonces por la cocina para coger cualquier cosa que le quitara el hambre atroz que se gastaba.

Mientras devoraba un dulce industrial, Draco entró por la puerta con el torso al aire y aún en calzonas.

—Como no te levantabas pensé que hoy no irías a trabajar —le dijo mientras se desperezaba.

Hermione resopló.

—Tengo que ir, pero la alarma no ha sonado. ¿Tú no trabajas hoy?

—Por la tarde.

—Está bien. ¿Puedes vestirte? Tenemos que salir ya.

Draco se encogió de hombros y se fue con tranquilidad, volviendo completamente vestido en menos de un minuto. Se subieron al coche y pusieron rumbo a la editorial.

—¿Cuándo lo dirás en la oficina?

—Seguramente lo haga pronto. No es algo que pueda seguir ocultando por mucho tiempo. ¡Ah! Y también tendré el examen práctico en unos días, así que ya no tendrás que llevarme a los sitios si no quieres.

—Siempre quiero. —Fingió un mohín—. Significa pasar más tiempo contigo.

Ella le sacó la lengua.

—¡Ah, qué fastidio! —dijo entonces, cambiando de tema—. Tenía ganas de ver una peli por la tarde, pero si no vas a estar…

—Deberías ir a casa de tus padres, ya que no voy a poder ir a recogerte —le sugirió, mirándola por el rabillo del ojo con intensidad—. Además, no es apropiado que te quedes sola en casa y sin un medio de transporte. Podrías tener un accidente y nadie se enteraría.

—Sí, qué remedio —contestó con aburrimiento mientras miraba por la ventana—. Me pasaré por allí a merendar y a esperar a que salgas. Pero luego me debes una peli.

—Prometido.

El semáforo se puso en rojo en ese mismo instante, así que ambos estiraron sus dedos meñiques y sellaron su promesa con un "pinky promise".


Hermione sabía que había decidido no estresarse por el bien de su embarazo, pero en la oficina las responsabilidades eran más y más grandes cada día y no podía evitar tener algún que otro cuadro de ansiedad a veces… lo cual era exactamente lo que le estaba pasando en ese momento.

Le pidió ayuda a Danny para que la cubriese mientras ella se encerraba en el baño a hacer ejercicios de respiración que le devolvieran el aliento.

Unos minutos más tarde se echó algo de agua en la nuca y volvió a su puesto, pero la expresión de su rostro disuadió a Danny de preguntarle qué le pasaba.

Había días que simplemente eran malos porque sí. Sin explicación. Y no porque tuviera todo lo que quería en la vida dejaban de existir.

Podían ser sus hormonas o el hecho de haber tenido que correr como una loca para llegar a tiempo al trabajo. O quizás que la montaña de papeles sobre su mesa no hacía más que aumentar por mucho que trabajara, o tal vez que no vería a Draco hasta la noche.

Probablemente un poco de todo. Y estaba bien. Tenía derecho a tener un mal día a veces.

Así que se tomó su tiempo para llegar a la casa de sus padres cuando salió del trabajo. Seguramente iría directa a tirarse en la cama de su habitación y descansar todo lo que por la noche no había podido. Sentía su cuerpo resentido, apagado.

Tomó el transporte público y arrastró los pies hasta llegar a la casa, abriendo la verja y entrando al patio delantero casi sin ganas. Subió los peldaños hasta la puerta y llamó al timbre. Creyó escuchar algunos murmullos nerviosos en el interior, pero terminó concluyendo que seguramente hubieran sido producto de su imaginación.

Alguien abrió la puerta, pero nadie la recibió. Echó una ojeada al interior. Parecía que habían bajado todas las persianas y corrido todas las cortinas ya que dentro solo había oscuridad.

—¿Mamá? —preguntó, dando un vacilante paso hacia adelante—. ¿Papá?

Por su mente pasaron varios escenarios posibles, desde el secuestro de sus padres hasta el robo de sus pertenencias.

Sin embargo, todos sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la luz se encendió de repente y varias personas saltaron a su vista para gritar muy fuerte:

—¡FELICIDADES!

Hermione se sobresaltó tanto que necesitó agarrarse al pasamano de la escalera para no caerse. Miró a todos los presentes, perpleja, pero su cabeza no logró entender lo que pasaba hasta que Draco se acercó a ella y besó un lado de su nuca.

—Feliz cumpleaños, amor.

Ella lo miró con incredulidad mientras alguien hacía fotografías al otro lado del salón.

—¿Es…? ¿Es mi cumpleaños? —logró preguntar. Él sacó su teléfono móvil y le enseñó el calendario.

19 de Septiembre.

¿Cómo podía haber olvidado su propio cumpleaños? ¿Eso significaba que ya tenía 26?

La gente empezó a acercarse para abrazarla. Estaban sus padres, Ginny, Cedric, Alex, Julie, Cho, y todos los amigos de esta, quienes también le dieron la enhorabuena por su embarazo y su inesperado matrimonio.

La sentaron a la mesa y pusieron un pastel delante de ella, pero Hermione sentía que aún no era del todo consciente de lo que había pasado, así que se tomó un momento para asimilarlo.

¿Habían planeado su cumpleaños entre todos? ¿Desde cuándo? ¿Julie y Alex habían viajado, seguramente teniendo que pedir días libres en sus respectivos trabajos, solo para estar presentes en su día?

Su cumpleaños… ¿Ya habían pasado 365 días desde el último? Porque recordaba con total claridad lo sola que se había visto tan solo un año atrás, lo incomprendida, afligida y vacía que se había sentido por dentro.

¿De verdad había pasado tanto en tan poco tiempo? ¡Cómo había cambiado su vida desde ese desastroso veinticinco cumpleaños, y qué exultante y pletórica se sentía ahora!

Ahora era tan amada que se había convertido en otra. Ahora era una persona diferente, alguien mejor. Y su día había dejado de ser un mal día para convertirse en el mejor.

Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas mientras las velas se consumían delante de todos los presentes, quienes la miraron preocupados por un momento.

—No, no… —se apresuró a decir—. Son lágrimas de felicidad.

Así que puso una sonrisa bien grande en su cara y se inclinó sobre la tarta para soplar las velas.

En su último cumpleaños solo había tenido a sus padres para aplaudirle, pero ahora eran tantos que apenas cabían en el salón de la casa. Y los aplausos llegaron a ser ensordecedores.

Además de acribillarla a besos y a abrazos sinceros, sus amigos también la enterraron en regalos: Ginny le había comprado un vestido rojo premamá, Cedric un jersey naranja chillón de lana gorda, Alex un marco con otra foto de Draco y ella y Julie un libro del cual no reconocía la portada.

—Guárdalo y léelo en privado —le pidió su amiga.

Hermione siguió abriendo regalos hasta que llegó a los de Draco, que prácticamente ocupaban una bolsa entera, entre lo que había ropa, libros y bombones.

Cuando los regalos se acabaron comieron el dulce y bebieron té o leche, sacando su padre incluso alguna cerveza que había comprado para Draco. Charlaron, hicieron apuestas sobre el sexo del bebé y jugaron a las cartas hasta que se hizo tarde y todos empezaron a irse.


—Ha sido el cumpleaños más impresionante de toda mi vida —dijo Hermione contra el cuello de Draco mientras una película se reproducía en la televisión de su casa.

—Olvidas algo.

—¿De nuevo?

—Sí, de nuevo. —Se rió, sacando una cajita de la nada y abriéndola frente a ella—. Hoy también es nuestro aniversario.

Un colgante en forma de corazón brillaba con el esplendor de mil circonitas en una cadena de oro blanco que pronto colocó en su cuello.

—¿Un año? —murmuró—. ¿Ya?

—Y los que vendrán.

—Lo siento, yo no te he comprado nada.

—Sigue regalándome tu compañía y seré el hombre más feliz del planeta.

La camiseta del pijama se le levantó un poco cuando se acurrucó junto a Draco en el sofá. Las mariposas de su cada vez más abultado vientre batieron las alas en su imaginación.

Sí, desde luego que ese tatuaje también había sido la decisión más rentable de su vida. Y quería gritarlo fuerte, a los cuatro vientos, hasta que su garganta volviera a resentirse de nuevo.

La película acabo y los recién casados se fueron a la cama. Hermione dejó la lámpara de su lado encendida y tomó el libro que Julie le había regalado. Por lo general no solía leer las dedicatorias de los autores, pero esa vez, pasando las páginas, algo llamó su atención.

"A mis amigos, HG y DM, quienes con su hermosa e idílica relación inspiraron esta historia de amor."

Hermione dio un brinco en la cama. Volvió a mirar la portada solo para encontrar por primera vez el nombre de su amiga impreso en la parte baja. ¿Qué? ¡Habían publicado el libro que Julie llevaba tanto tiempo escribiendo! ¡Y los protagonistas eran ellos!

Por enésima vez en el día, Hermione quiso gritar de alegría.


NA: ¡Estoy llorando porque el final está muy cerca! No quiero que se acabe, pero a la vez quiero escribir de una vez ese final con el que tanto fantaseé. ¿También tenéis sentimientos encontrados?

¿Me dejas un triste review? :(
Cristy.