Card Captor Sakura y sus personajes pertenecen al Grupo CLAMP. La historia sí es mía.


UN MUNDO NUEVO.

CAPÍTULO 1 : "Te vi"

(Sakura)

—¡Sakura! Apresurate o no llegarás a tiempo.

Y ahí estaba la siempre amable voz de Meiling Li atravesando el departamento que compartíamos.

Nos conocíamos desde pequeñas y éramos buenas amigas, pero le había perdido el rastro algún tiempo cuando decidió abandonar Japón y regresar a su natal China años atrás. Realmente me emocioné cuando me llamó en busca de un lugar temporal para vivir, ¡la había echado de menos!

Afortunadamente para las dos, yo podía ofrecerle más que un colchón por unos días ya que mi anterior compañera de piso, mejor amiga y prima, Tomoyo Daidouji, se había mudado con su novio Kurogane. Admito que parte de mi emoción ante las intenciones Mei se debía a que me había sentido bastante mal durante las semanas en las que viví sola. No es que no disfrute de un poco de silencio, pero tampoco me considero para nada una persona solitaria, y aunque ella podía ser explosiva, quejica y enojona, era una compañía por demás divertida.

—No grites loca, ya casi estoy lista —le contesté asomándome por la puerta de mi habitación.

Antes de salir, le di un último vistazo a mi apariencia en el espejo. Después de provocar un lindo revoltijo que convirtió a mi cama en una extensión de mi armario, me decidí por unos pantalones negros, una blusa verde claro y unos zapatos bajos con detalles de pedrería. Nada elegante, pero la ocasión ameritaba, al menos, un mínimo de esfuerzo.

Habiendo dado por finalizada mi evaluación, salí al comedor y encontré a Mei sentada a la mesa desayunando.

–Toma –soltó acercándome un plato con waffles y fruta—, come y que no se te haga costumbre porque no soy sirvienta de nadie y también tengo cosas que hacer.

–¡Uy! Alguien no está de buen humor esta mañana –me burlé.

Apretó los dientes en lo que supuse era un intento de evitar insultarme.—Sólo hazlo y no molestes que no estoy para tu alegría mañanera —contestó sin relajar el rostro.

Rocié mis waffles con miel y comencé a degustarlos mientras la observaba. Llevaba su largo cabello negro recogido en una coleta alta con algunos mechones rebeldes que caían sobre su cara. Sus ojos, de un marrón rojizo, estaban completamente concentrados en la pantalla de su notebook, al tiempo que sus manos tecleaban a una velocidad que no me parecía humana.

—Oye, Mei, ¿te encuetras bien? —pregunté con cautela.

Suspiró relajando los hombros.

—Lo siento. Sí, estoy bien, es decir, nada grave, sólo que Tsukishiro parece querer matarme con todo el trabajo que me asigna. Que él no tenga vida es su problema, pero se empeña en arrastrarnos a todos a su demente forma de llevar el estudio.

—Es una pena que tengas que esforzarte tanto, pero no puedes negar que eso tiene mucho que ver con el éxito que están alcanzando. Tú misma dijiste que cada vez tienen más y mejores clientes.

—Cierto, pero justamente por eso es que necesitamos ayuda, uno o dos abogados más no nos vendrían nada mal. Ahora mismo estoy preparando demasiados casos, incluso traté de persuadirlo diciendo que mis defenzas podrían perder calidad si no limito la cantidad un poco, pero ese terco se niega a tomar a ninguno de los aspirantes que se postularon para el empleo. Es desesperante.

—No te preocupes, encontrarán a alguien —aseguré, sonriendo para que notase mi optimismo—. Nunca tuve mucha relación con Yue, pero estoy segura de que no dejará que su estudio pierda clientes por una estupidez de esas. Siempre me pareció un tipo sensato, y obviamente ambicioso.

Meiling hizo una mueca entonando los ojos hacia su computadora.

—En eso último no te equivocas.

—Debo irme, gracias por la comida, mami —Le di un sonoro beso en la mejilla entre risas—. Relájate o te arrugarás.

—Vete al diablo —masculló, antes de volver a su tarea.

Salí del departamento consciente de que estaba retrasada, por lo que estando a unas cuadras, me bajé del autobús y corrí el camino que me faltaba para llegar a destino. A lo lejos reconocí a Naoko que estaba parada de brazos cruzados en la puerta del imponente edificio.

—Gracias a Dios, Sakura, ya están todos arriba —me dijo a modo de saludo la joven de lentes que me esperaba con notable ansiedad.

—Lo siento —me disculpé haciendo un pequeña reverencia—. Jamás me acostumbraré a Tokio y sus transportes.

Ambas reímos mientras me guiaba por el vestíbulo. Sabíamos perfectamente que la ciudad no tenía la culpa de mis eternos retrasos, porque si había un defecto sobresaliente en mí, sin dudas era mi falta total de la percepción del tiempo. Y mi amor por dormir, claro está.

Recorrimos los pasillos hasta dar con una oficina en donde nos harían otra de las, a esta altura, más acostrumbradas entrevistas. En realidad, no tanto, y es que seguían poniéndome tan nerviosa como al principio, incluso haciendo que me volviera una persona tímida y hasta algo antipática, lo que nunca fui.

Cuando decides que quieres ser actor, sabes que podrías tener que someterte a este tipo de situaciones pero, a decir verdad, a mí nunca se me vino a la cabeza la posibilidad de que eso llegase a pasar. Elegí el teatro pensando no sólo en que podría tener el placer de interpretar grandes personajes del arte escénico y la literatura, sino también que lograría escapar de las atenciones la fama. Siempre me imaginé que podría hacer eso que tanto me apasiona pasando totalmente desapercibida, ya saben: llegar, hacer mi trabajo e irme sin más.

Reconozco que pequé de ingenua.

No estaba en mis planes que una producción de poco presupuesto, realizada casi por entero en mi pueblo natal y creada sólo como un contenido más para Internet, alcanzara tanta popularidad.

En la sala se encontraban dos de mis compañeros de elenco, una productora y por supuesto, llegando conmigo, nuestra flamante directora, co-guionista y realizadora general de la serie. Como podrán notar, a Naoko Yanagisawa no le gustaba delegar.

—¡Buenos días! —saludé alegremente.

—Buenos días, damas. Se ven radiantes esta mañana.

»Sakura, el verde definitivamente resalta tu ya aplastante belleza —dijo el único hombre en la habitación. Acto seguido, sentí como un rubor intenso se apoderaba de mis mejillas—. Bueno, al igual que el rojo —agregó, todos estallaron en carcajadas en lo que yo le pedía a la tierra que me tragara.

—Ya déjala en paz, Eriol —me defendió la bella castaña sentada a su derecha—. La pondrás aún más nerviosa.

Agrací a Rika con un sonrisa y le saqué la lengua a Eriol en un gesto infantil, luego me senté en una de las sillas vacías fingiendo estar enojada. Mi acto fue tan falso que él volvió a reírse.

Debo decir que uno de los mejores resultados de esta experiencia en mi carrera, de seguro, fue mi relación con mis compañeros.

Eriol Hiraguizawa era apuesto, talentoso y siempre parecía estar de buen humor. Ya los blogs y artículos lo empezaban a catalogar de galán. Tenía unos brillantes ojos azules enmarcados por unos finos lentes, su cabello negro azulado hacía un perfecto contraste con su pálida piel y su acento inglés le daba ese toque exótico tan llamativo. Siempre de porte elegante y misterioso, arrancaba suspiros a donde quiera que fuera.

Por otro lado estaba la protagonista de la serie, que en cuanto a belleza, no tenía nada que envidiarle a nadie. Dulce por naturaleza, Rika Sazaki era una joven cautivadora y femenina. Siempre usaba faldas y vestidos coloridos, jamás la verías desmaquillada en público o desarreglada de alguna forma. Al contrario de mí, a Rika sí le gustaban la atención y los alagos. Yo sabía que ella quería no tanto ser respetada por su talento y desempeño, sino admirada por un público fiel. Mi compañera deseaba fanáticos.

—Buenos días, lamento la tardanza —saludó la periodista al llegar—. ¿Alguien desea algo de beber? Tenemos té, café, ¿quizás algo fresco?— Todos negamos a su ofrecimiento y prosiguió— De acuerdo, entonces comencemos de una vez.

Para mi buena suerte, la mayoría de las preguntas las contestaban las personas a mi lado. Todo lo relacionado a la historia y la producción era territorio de Naoko y Misato (la antes mensionada produtora), en cuanto a los detalles jugosos y anécdotas, tanto Eriol como Rika se desenvolvían de manera admirable.

—En fin, lo que me parece sumamente atractivo del projecto es como, a pesar del factor fantasioso de la magia y esas cosas, la historia se centra en la interacción entre los personajes. Creo que a fin de cuentas, el punto focal siempre termina siendo el amor, en todas sus formas —reflexionó Eriol.

—Muy interesante, señor Hiraguizawa.

»Señorita Kinomoto, nos ha privado de su opinión prácticamente todo el rato. Me gustaría que nos cuente algunas cosas sobre su personaje y la relación que tiene con ella.

Ok, ya despierta, Sakura.

—Em, este... —mascullé.

—En un idioma que todos comprendamos en lo posible, Sak —se mofó el mitad inglés, mitad japonés. El coro de carcajadas no se hizo esperar y por mi rostro pasaron miles de tonalidades en un segundo. Yo nunca odie a nadie, y menos a Eriol, a quien ya consideraba un amigo, pero desgraciado despertaba mis instintos asesinos sin ningún esfuerzo si le apetecía.

—Ya cierra la maldita boca, idiota —casi grité sin pensar. Evidentemente el vocabulario de Meiling se me estaba empezando a pegar.

Todos volvieron a reír y yo a sentirme avergonzada. Mucho, de hecho.

—Lo siento, no quise ser grosera.

—No se preocupe, si me permite tutelarla... —preguntó la joven entrevistadora y asentí— Gracias, prefiero que te relajes, la idea de esto es que nuestros lectores puedan conocer un poco a las personas detrás de los personajes que los conquistaron.

—Realmente creo que Misaki es mucho más interesante que yo —respondí completamente convencida.

—Déjame decirte que los seguidores de Cazadores no opinan lo mismo, eres altamente popular entre ellos —Liberé una leve risita nerviosa pero a ella no le hizo mella y siguió como si nada—. Dime, Kinomoto, ¿cómo te estás llevando con la creciente exposición de la serie?

Lo pensé un momento y dije:

—Por el momento no he visto demasidos cambios en mi vida en general, sólo estas entrevistas y algún que otro vlog que nuestra directora nos obliga a hacer mientras filmamos —comenté mirando por un instante a la castaña cabello corto y lentes a mi lado, la cual me sonrió con complicidad—. Aunque tampoco es que tenga mucho tiempo para notar algo, estamos en pleno rodaje de la segunda temporada y por ello trabajamos mucho.

—Ciertamente la segunda temporada nos tiene a todos intrigados. Sayuri aún no descubré qué o quién provoca todos esos misteriosos episodios, ni tampoco ha logrado hablar con William sobre sus sentimientos —Giró un poco su silla y centró su atención en la pareja protagonista—. Ambos tienen una química maravillosa en la pantalla, ¿cómo describirían su relación fuera de ella?

Así siguió por unos minutos más. La periodista no volvió a reparar en mí, cosa que agradecí. Dimos por finalizada la entrevista y nos despedimos hasta la tarde cuando continuaríamos filmando escenas para Cazadores.

Antes de dejar la oficina llamé a mi prima por teléfono. Le conté que me encontraba a pocas cuadras de su taller y que contaba con algunas horas libres. No necesité más que eso para que me propusiera compartir un almuerzo. A medida que los años iban pasando, las posibilidades de vernos comenzaban a escasear, por lo que aprovechábamos cada oportunidad al máximo por pequeña que fuese.

Habiendo terminado, salí y avance esquivando varias personas que corrían con papeles en la mano o haciendo malabares con sus tasas de café. Ese lugar parecía haber sido construido en la década del 70 y remodelado con los años; todas las oficinas tenían enormes ventanales vestidos con persianas verticales de esas que son como grandes paletas de tela rígida, y a través de ellas podías ver el interior con algunos escritorios y cubículos pegados uno al lado de otro. El sonido de teléfonos sonado era constante, al igual al de los empleados hablando y riendo, pensé que se veían contentos, pero que definitivamente yo no soportaría estar encerrada todo el día.

Llegué al final y me encontré con los ascensores, los llamé a todos y esperé al que apareciera primero. Segundos después estaba sola en el del medio, pero en el preciso instante en que las puertas metálicas se estaban por juntar, una mano se interpuso entre ambas deteniéndolas y permitiendo a un hombre entrar.

Era un hombre más o menos de mi edad, alto, ligeramente broncedo y atlético. Aunque fue poco el tiempo que lo vi, percibí en él un carácter seguro y autoritario, aires de rectitud que se contradecían con su despeinado cabello color chocolate. Su fría mirada castaña se posó sobre mí lo suficiente para notar que tenía algunas vetas ámbares que, juraría, lo hacían ver más intimidante aún. Disimulé el sobresalto que me atacó cuando cortó nuestro contacto y giró dándome la espalda para presionar el botón del primer subsuelo, fingiendo que me había vibrado el celular que todavía tenía en la mano.

No sabía por qué, pero me pasé todo el recorrido hasta planta baja mirando de reojo el perfil de su rostro. Admito que era bastante guapo, pero lo que más me atrajo a ese joven tan formalmente vestido, fue la sensación de que lo conocía de algún lado.

Sin que lo advirtiera habíamos llegado a mi piso.

Tenía toda la intención de olvidar para siempre mis cavilaciones hasta que pasé a su lado y escuché una voz masculina que decía:

—La próxima vez que quieras saber algo, pregunta. Suele ser más efectivo.

Miré al frente ignorando el temblor de mis rodillas y salí pretendiendo no oír lo que había dicho. No me detuve hasta que atravesé los molinetes y dejé salir un aliento que ni siquiera era consciente de que contenía. Claro, es que la vergüenza volvió a hacer acto de presencia en mi vida cuando caí en cuenta de lo mal que había quedado enfrente de ese tipo.

De todas formas, reanudé mi marcha mientras me convencía de que no importaba lo que él pensara porque no volvería a verlo jamás.

(Syaoran)

Ese día tenía a fuerza que ser uno de los buenos.

Había arreglado una reunión para ultimar los detalles de un contrato con una agencia de publicidad que nos dejaría, a la empresa y a mí, jugosas recompensas. El proyecto de digitalizar nuestros recusos para así adaptarnos a «La era de las redes sociales», arrojaba mejores resultados de los que habíamos previsto, y traían consigo todo un nuevo campo de negocios que no íbamos a desaprovechar. Pero a pesar de esas buenas nuevas, lo que hacía a ese jueves tan interesante era que había planeado permitirme la satisfacción personal de volver a verla.

Unas semanas atrás, me había dado a la tarea de revisar varios artículos a punto de publicarse y noté entre los que me envió el jefe de redacción, uno sobre una nueva serie que se estaba volviendo muy popular entre el público joven. Por lo que entendí, estaba pensada para distribuirse en una plataforma digital de videos pero había logrado traspasar ese plano para convertirse en todo un fenómeno. Intercaladas en el artículo se exhibían imágenes de algunas escenas, y una en especial se apoderó de mi atención. No podría equivocarme, era ella, la amiga de la infancia de mi prima.

Tenía una cámara en la mano y hacía un gesto exagerado mientras veía con ilusión a una chica que sostenía un báculo (mágico, según el texto que acompañaba la foto).

De inmediato recordé cuando éramos niños. Mi prima Meiling siempre la invitaba a nuestras reuniones familiares con la excusa de que se aburría, y, la verdad, la entendía... Los asistentes, aunque muchos, eran en su mayoría adultos y solían hablar sólo de los negocios de Empresas Li.

Por mi parte, no contaba con esa opción. Mi madre se encargaba de que, tanto mis hermanas mayores como yo, presenciaramos las discusiones que tenía con nuestros asociados y parientes. Ieran Li era una mujer por mucho desconfiada y no permitiría bajo ningún concepto que alguien ajeno a la familia tocara el imperio que tanto le había costado a su suegro fundar y más tarde, a su esposo y a ella, hacer crecer. Es por eso que Fuutie, Shiefa, Fanren, Feimei y yo, teníamos la obligación de aprender el negocio para así llevar adelante nuestra herencia cuando fuéramos adultos.

Al final de cuentas, sólo Fuutie y yo nos involucramos de lleno en la empresa. El resto de mis hermanas decidieron tomar otros caminos, cosa que mi madre permitió sólo porque nosotros manejábamos todo perfectamente bien sin ellas. Mientras que yo me encagaba de la revista y la editorial, Fuutie lo hacía del sector inversionista. Mi madre seguía siendo la jefa de la mesa de socios y CEO de Empresas Li, a pesar que ese puesto me correspondía a mí, a falta de mi fallecido padre, por ser el único hijo varón en una familia tan antigua y tradicional como la nuestra.

Se preguntarán entonces por qué no era así; bien, simplemente resolví atrasar el momento de ocupar ese lugar un tiempo hasta que me sintiera más cómodo con la idea. Es que a mis veinticinco años, consideraba que mis responsabilidades eran más que suficientes.

No creía que hubiese reparado en mí por más de un instante, pero yo sí recordaba a Sakura Kinomoto. Era una niña siempre tan alegre y risueña, como adorablemente torpe e ingenua. Tenía a todos encantados con su calidez, incluyéndonos a mi madre y a mí, y, para ser franco, no sabría decir en cuál de los dos casos era más raro. Ambos éramos en escencia severos y poco permeables, pero Sakura logró superar nuestras barreras, incluso consiguiendo convertirse en mi primer interés por el sexo opuesto.

Tiempo después de conocerla, mis tíos tuvieron una fuerte discusión con su cuñada por lo que ya no fueron bienvenidos en mi casa, así que de la noche a la mañana, le perdí el rastro a la amiga de mi prima.

—Buenos días, señor Li —saludó mi secretaria cuando llegué al último piso del edificio donde se encontraba mi oficina.

—Buenos días, Ai.

»Hazme el favor enviarme el informe de ventas en cuanto lo traigan y acomoda un espacio en la agenda de hoy para tener una reunión con el señor Matsuda, dile que necesito hablar con él.

—Bien, señor.

—Otra cosa, ¿tienes idea de a qué hora será el reportaje a los actores de esa serie de Internet? Cómo era... «Cacería», o algo así —Me miró extrañada pero yo me mantuve firme e impesonal para que no notara mi real nivel de interés.

—Em, sí —contestó en un balbuceo, aunque de inmediato retomó la firmeza de su voz—. Tengo entiendo que es a las once en el piso de abajo, en una de esas oficinas que redacción usa para juntas.

—De acuerdo, gracias.

»Por favor dile a Nakuru que se apresure con la publicación de ese artículo, no quiero que esa cosa pase de moda y ya no nos sirva de nada.

La vi asentir y cerré la puerta dispuesto a ponerme a trabajar por unas horas hasta que lograra cruzarme accidentalmente con Kinomoto.

No me malinterpreten, no era un loco psicópata que no podía olvidar a una niña que jamás le dio más que un saludo, y cuando la vuelve a encontrar, planea secuestrarla y encerrarla en un sótano. Primero que nada, jamás tuve sótano. Además, si hubiese querido, podría haberla perseguido mucho antes, ya que Mei y yo éramos muy cercanos, no hubiera sido difícil dar con su amiga.

En cambio, seguí con mi vida sin inmutarme. Es cierto que tuve una adolescencia un poco solitaria al principio, pero eso fue hasta que conocí las ventajas de ser habilidoso en un deporte tan aclamado como el Fútbol en el Instituto. Ya con mi grupo de verdaderos amigos formado, mi época universitaria se salió de control más de una vez, sólo diré que no me privé de nada de lo que se me antojó.

Es curiosidad, no tiene nada de malo —pensé.

X

Apenas hacía un par de horas que estaba trabajando y mi buen humor inicial se desvanecía lentamente. A veces me daba la sensación de que nadie en ese edificio era capaz tomar decisiones por sí mismo; pero, realmente, que me retuvieran quince minutos para que confirme nimiedades sobre el evento de la revista, ya era el colmo de la inoperancia.

—Con que ahí estás. Estuve buscándote un buen rato.

¿Tan terrible es que cumpla con mi cometido que el universo se empeña en ponerme palos en la rueda?

De inmediato divisé a la dueña de aquella voz. Caminaba hacia a mí contorneando las piernas y moviendo su largo cabello, llevaba unos leggins y una camisa de la que sólo recuerdo que tenía los botones desabrochados hasta el escote. Era Nakuru Akizuki, una de las más talentosas periodistas del equipo, y no hablo sólo de sus habilidades profesionales.

—¿Qué se te ofrece, Nakuru? Estoy algo apurado, me esperan.

—¡Oh! Qué lástima, pensaba que podríamos almorzar juntos. Ya casi no hablamos, Syaoran —dijo esbozando una tímida sonrisa.

—Ya ves que no puedo —Intenté cortar la conversación lo antes posible—. Dime que necesitas de una vez.

—Vamos, Syao —se quejó—, sólo busco que te relajes un poco, no sé, charlar o... —Posó sus manos en mis hombros y se me acercó— Podríamos ir a tu oficina, todos salieron a almorzar, nadie notarán nuestra ausencia.

—Nada me gustaría más —le sonreí de lado y ella se mordió el labio inferior—. Pero no puedo ahora, te dije que estoy ocupado. Además, ya te pedí que no me hables así aquí, alguien podría oírte.

Lejos de hacerme caso, comenzó a acariciar mi cuello y nuca. Me miró directo a los ojos y dio un último paso al frente acortando las distancias hasta que nuestras respiraciones se mezclaron.

—No seas aguafiestas, ¿qué no ves? No hay nadie aquí, estamos solos tú y yo —Me mostró una sonrisa tan coqueta y sensual que haría flaquear a cualquiera—. Estoy comenzando a extrañar su energía, jefe —susurró contra mis labios.

Pero yo no soy cualquiera.

—No lo diré de nuevo Nakuru, estás acabando con mi paciencia.

De acuerdo, no era frecuente que rechazara una propuesta semejante, pero tampoco soy un animal, cuando digo que no es no, por más ofrecida que se ponga la criatura de turno.

Abruptamente apartó sus manos y su semblante se endureció.

—Correcto, ve, pero tú te lo pierdes —refunfuñó y salió en dirección opuesta a la mía.

Bien, qué hora es... Maldición.

Se había hecho tarde, de seguro ya habrían terminado. Caminé dando grandes zancadas y bajé por las escaleras al piso de redacción. Recorrí el pasillo hasta dar con las oficinas en donde se suponía que estarían esos actores sólo para confirmar mis sospechas. Obviamente había perdido la oportunidad. Resignado, suspiré y me dispuse a concentrarme en reunión que tendría con los del acuerdo publicitario. Repasaba mentalmente los temas que debía tratar con ellos cuando, estando a unos pasos, noté como uno de los ascensores se estaba yendo. No podía seguir perdiendo tiempo en vano, detestaba la impuntualidad y eso incluía la mía. Tras un trote corto, introduje mi brazo deteniendo las puertas para poder ingresar.

Admito que mi percepción de ella se amplió en cuanto la vi, era claro que había dejado de ser una niña. Llevaba su cabello castaño claro suelto, cayendo a penas por debajo de los hombros y enmarcando su aún angelical rostro. En él, destellaban dos enormes ojos verdes comparables con par de esmeraldas más bello que podrías haber visto en tu vida. Era pequeña, pero perfectamente proporcionada, la delataba su simple pero elegante pantalón negro y su blusa ajustada verde claro. Me atacó una irracional necesidad de acercame mucho a ella, de tocarla y sentir bajo mis yemas la textura de su piel apenas un tono superior a pálida, pero no me dejé llevar. De todas formas, me felicité internamente haber sugerido el artículo y enseguida me obligué a despertar de mi ensoñación y presionar el botón que me llevaría el sector donde se encontraba mi auto.

Cuando recuperé mi cordura me sentí como un completo idiota. Había planeado llegar con alguna excusa, presentarme, hablar un poco e invitar a ese grupo de actores a la fiesta que la revista ofrecía ese fin de semana. Claro, ya en un ambiente más relajado, podría abordar a Sakura minimizando el riesgo de ser rechazado en mi intento se satisfacer mi más reciente capricho, pero no, estaba ahí parado sin poder articular palabra. Por alguna extraña razón, la mujer a mi lado me ponía muy nervioso, especialmente cuando me miraba de esa manera.

Un momento.

Me estaba mirando, y no era para nada disimulada, debo agregar. Lamentablemente para mí, no era una de esas miradas a las que tanto me tenía acostumbrado la población femenina, era intensa e inquisidora, ¿me habría reconocido?

Llegamos a plata baja y las puertas se abrieron, ella dio un paso adelante y no me contuve.

—La próxima vez que quieras saber algo, pregunta. Suele ser más efectivo —le dije.

Ahora creo que más que querer ponerla incómoda como ella lo había hecho conmigo, estaba dando un desesperado y nada fructífero intento de entablar una conversación, incluso si no fuera amable. Como dije, no funcionó. Sakura simplemente me ignoró y me dejó solo en ese mínimo espacio sintiéndome todavía más imbécil que el minuto anterior.


¡Hola, mucho gusto! Esta es la primera vez que escribo algo para esta página o cualquier fandom. Hace un tiempito se me dio por leer fics de CCS y no pude resistir la tentación de animarme a publicar algo también.

Como verán no tengo mucha cancha en el tema pero la idea es pulirme de a poco. Espero que hayan disfrutado de este primer capítulo, apenas vamos conociendo a los personajes (va, mi interpretación porque en realidad son más que conocidos) y presentando el contexto, pero ya va a ir tomando cuerpo.

Tengo bastante avanzada la historia pero no la terminé, dudo que sea larga, no es tan complicada como para eso, el punto es que sea un entretenimiento ligero.

Buen, basta, me voy hasta la próxima actualización.

¡Qué anden bien !

¡Éxitos!

Mezzolec.