Bleach no me pertenece.
5. Ante mortem.
La noche era fresca y ella solamente estaba cubierta por una sábana blanca pues entre la complicidad de las tinieblas, le había entregado el alma, el corazón y el cuerpo al hombre que amaba, quien reposaba a su lado. Todavía podía sentir sus caricias recorriendo su cuerpo, cuando tocaba puntos en donde perdía la cabeza, cuando por fin pudieron ser uno, cuando en medio de todo el éxtasis que desataron se juraron amor eterno; todavía podía escuchar las dulces palabras que le dedicó al terminar de amarse. Todo eso estaba impreso ahora en su memoria y en su cuerpo.
Ese día se habían unido ante todos por medio de votos y celebración. La fiesta fue increíble pero lo que más ansiaron todo el día era estar solos, ya no como una simple pareja sino como marido y mujer.
Ambos se habían guardado para el otro porque esperaban que la primera noche fuera perfecta, en donde descubrirían juntos una y varias cosas a la vez.
Ahora estaban descansando, el silencio del exterior delataba la hora que era, pero pese a que en pocas horas la alborada comenzaría a pintarse, Orihime no podía dormir todavía pese a que su cuerpo lo pedía, pese a que la desnudez a la que estaba expuesta pedía ser cubierta con más para poder descansar, pese a que el cansancio por tanto amar a su ahora esposo reclamaba que yaciera sobre la cama para dormir. Había algo en lo que no había pensado hasta ese día.
Aunque todos los meses hasta ahora habían sido pura felicidad, a Orihime a veces le preocupaba cierto tema, uno que tenía que ver con el mundo espiritual que conocía.
Desde que se vio sola en el mundo, en algunos momentos pensaba en que realmente no había nada por lo cuál seguir viviendo. La desesperación a veces logra que la gente se pare al borde del abismo, y allí simplemente hace falta algo que nos orille a saltar; bien puede ser un simple soplido o un empujón con mucha fuerza para hacernos caer. Pero ella fue fuerte, decidió no ceder, decidió ir contra el viento, decidió soportar los golpes más duros para estar a metros del abismo e ir hacia adelante.
Dejó esa preocupación atrás hacía varios años, cuando encontró gente en la que confiar y amar.
¿Por qué ahora que conocía la mayor de las felicidades se sentía así?
Es que ahora no era perderse ella sino que también temía perder a alguien. Ahora tenía con quien compartir el mundo, el hombre que amaba caminaría a su lado. Estaban bajo un contrato en donde la retribución ahora era amor eterno. No quería pensar en que si él faltaba ¿qué haría? conocía lo que había más allá de la muerte pero no era algo que a ella le terminara de gustar.
Tampoco podía vivir preocupada por siempre pues eso ensombrecía cualquier pensamiento feliz que tuviera.
Las palabras no sostienen nada, no hacen que algo deje de pasar si está escrito en el Hado.
- ¿Sigues despierta?- preguntó él removiéndose un poco pues hacía algunos minutos había sentido que ella se sentaba.
- Sí.
- ¿Te duele algo? ¿fui muy brusco?- preguntó de nuevo el hombre con preocupación.
- No, nada de eso- respondió la mujer sonriendo dulcemente. Volteó a mirarlo y su corazón se llenó del más puro amor y preocupación.
- Entonces ¿qué tienes?- volvió a preguntar Ichigo sentándose al lado de ella.
- ¿Alguna vez pensaste en que morirías?
El hombre se sorprendió por tal cuestión pero pese a ello, respondió con sinceridad.
- Yo morí una vez, en Hueco Mundo.
Orihime recordó entonces aquel momento en su vida, en donde sintió el viento casi tirarla del abismo.
- Pero hizo falta más que eso para evitar que regresara a protegerte- declaró y pasó un brazo por los hombros de su esposa.
- Tengo miedo- confesó ella.
- No creo que sea a morir sino al futuro.
- A lo mejor, pero de cualquier forma, estoy asustada.
- Antes de la muerte, ocurren muchas cosas y lo mejor de todo es que no sabemos cuánto es ni lo que pasará. Yo te voy a proteger pero también debo saber si contaré contigo. Hoy nos casamos y en nosotros está el seguir juntos, en honrar nuestras palabras.
- Yo te amo como no te imaginas...- susurró ella sintiendo lágrimas aglomerarse en sus ojos.
- Y yo a ti, me alegro de haberme casado contigo.
Esas simples palabras eran lo que ella necesitaba escuchar para serenarse. El miedo disminuyó pero ahora era solamente una simple incertidumbre. Todos la tenían al no saber del futuro.
- Si tienes miedo o te sientes mal, dímelo, ahora ya no estás sola, nunca más lo vas a estar- prometió Ichigo.
- Prometo que te lo diré, así como también prometo cuidar de ti para siempre- dijo ella abrazándose a él.
- Hagamos de nuestros días, la mejor de las aventuras.
- Lo será si siempre estamos juntos- aseguró Orihime y lo besó intentando plasmar todo el amor que sentía por él.
Se recostaron sin soltarse y pese a que todavía no había más que la simple sábana cubriéndolos, decidieron estar así, haciendo el amor de esa manera; no eran necesarias otras caricias más que el estarse reconfortando el uno al otro, más que sentir el corazón del otro latiendo, más que tener la certeza de que nunca se separarían.
El miedo de ella parecía un poco infundado pero con los antecedentes en su vida, tenía justificación. Ahora que él había prometido tantas cosas, ya no estaba allí. No sabía si volvería pero siempre buscaría al amor de su vida para ayudarla a superarlo.
"Ante mortem" o "antes de la muerte" en relación al Mausoleo de Halicarnasco, lo iba a dejar para el último por lo del tema de la muerte