—¿Ni siquiera te preguntas a donde va cada semana? —espeto Tony— No es un hombre cuerdo, no debería vagar por las calles.
—Sino nos quieres aquí, solo tienes...
—No los estoy hechando, Rogers —corto Tony— pero tienes que controlar a Barnes, nunca va a dejar de ser un asesino.
No había perdón en el corazón de Tony, y nunca lo habría. Pero podía tolerar a Barnes mientras no lo tuviera de frente, y mientras supiera que estaba recluido, no en las calles poniendo a civiles en riesgo con el constante peligro de despertar al soldado de Invierno ante la más mínima palabra detonante.
—Se que no estás de acuerdo, pero está intentando ser mejor —musitó Steve— no necesitas confiar en el, pero deja al menos que confíe en si mismo.
Sus labios se oprimieron en una firme línea.
—No me agrada —fue lo único que expresó de la situación antes de marchar al laboratorio.
Trato de ignorar sus constantes pensamientos, pero no podía más que cuestionarse cuantas familias más Barnes podría lastimar. Solo bastaba una palabra errónea, un momento de caos mental para desencadenar una tragedia.
Una semana después, Tony seguía a Barnes sin levantar sospecha, estudiando cada paso que daba entre las concurridas aceras de Nueva York. Entorno los ojos con confusión al verlo parar en una florería y recoger un ramo simple de lilas.
El soldado siguió su tranquila caminata al pagar. Incluso oliendo el ramo y asintiendo para sí mismo. Con el pasar de los minutos, la muchedumbre fue disminuyendo, y Tony tuvo que guardar más distancia para no ser descubierto.
¿A donde se dirigía Barnes? Actuaba tan... tranquilo.
El concepto que tenía Tony de él era que se trataba de un soldado con estrés postraumático, suspicaz, siempre en guardia ante el menor indicio de Hydra, y por supuesto, un peligro constante. Uno no podía ir por la vida negando lo que era, y Barnes era un asesino, nada de lo que hiciera podría borrar su pasado.
Así como Tony no podía negar que la ira que lo había impulsado a espiarlo, ahora se convertía en verdadera intriga.
Lo vio en la entrada del cementerio estatal ¿Habría recordado algún antiguo compañero de guerra? Hasta donde tenía conocimiento su amigo más cercano era Steve, pero tal vez podría tratarse de algún familiar, si hacía memoria podía recordar la mención de una hermana.
Tal vez era eso.
¿Así que eso hacía cada semana? ¿Ir al cementerio, depositar las flores sobre una sencilla lápida, y sentarse?
Era bastante aburrido.
Sin embargo permaneció oculto, vigilándolo por horas. Barnes no se movía de su lugar, pero parecía hablar consigo mismo.
Fue al atardecer que se levanto, toco suavemente las letras enmarcadas en la lápida, y se marchó sin más contratiempo.
No lo siguió. Tony estaba más curioso por saber a quién visitaba.
Rosie Barnes
El nombre no le hubiera significado nada sino hubiera sido por la fecha de nacimiento y deceso.
Había fallecido con veinte años hacia tan solo cuatro años atrás. Así que no se trataba de su hermana, pero compartían el mismo apellido. Era una situación extraña.
Y tan curioso cómo era, sus inquietudes no tardaron en aclararse en solo un par de horas.
Videos, fotografías, informes... toda clase de archivos comenzaron a desentrañarse con cada tecla que tocaba. Y todo era más horrible con cada segundo que pasaba.
El último reporte, y el video de la orden ejecutada... tubo que tomar el bote de basura más cercano y vaciar su estómago.
Sabia que detrás de Barnes había cosas más siniestras, pero... ¿Cómo sus padres podrían haber tendido una oportunidad? ¿Cómo? Si ni siquiera su propia hija la tuvo.
Barnes no era un hombre, ni siquiera un robot, solo era un títere sin emociones. Tuvo que vomitar nuevamente, la grabación seguía, pero no tenía fuerza para detenerlo. Hydra... en el último video reían de Barnes, de lo estúpido que era, de como sin saberlo había eliminado a su propia hija. Celebraban su éxito al programar su mente
Siempre vería a Barnes como la mano que había asesinado a su madre. Pero Tony ahora sabia que sufría su propio tormento.
No todas las familias que había destruido habían sido ajenas, también había destruido la suya. Un monstruosidad que ni siquiera Tony se veía capaz de confrontar.
Y lo que era peor. Esa dulce niña que solo había querido el reconocimiento de su padre, un sentimiento que conocía perfectamente, jamás había obtenido cariño de su padre, solo sufrimiento. Y aún así lo había amado. Rosie Barnes no había merecido aquella vida, el ser obligada a pelear, entrenada hasta la inconsciencia, el sufrir tormento bajo las manos de sus padre ¿Alguna vez lo habría odiado? Al ver los vídeos lo dudaba, su corazón solo había tenido amor para Barnes.
¿Por qué? Incluso en su último momento había expresado más preocupación por él, que por si misma ¿Cómo pudo amarlo? Era algo que no podía entender. Barnes jamás había demostrado afecto, o le había llamado su hija, pero ella había visto a su padre entre todos los hilos que controlaban al soldado de invierno... de alguna manera, un amor y lealtad inquebrantable había nacido en ella.
Y era frustrante.
No le costó mucho encontrar a Barnes, sentado en la barra de la cocina junto a Sam, y Steve en la estufa preparando comida.
No había conocido a Rosie ¿Quién era para opinar? Y sin embargo, influenciado más por sus emociones que por la razón, atisbo un golpe violento sobre el rostro de Barnes.
—¡Tony! —exclamó exaltado Steve.
—¿Qué demonios, viejo? —cuestionó incrédulo Sam.
Contrajo su brazo, listo para soltar otro puñetazo, pero Sam lo sostuvo de ambos brazos, tratando de alejarlo de Barnes.
—¡No la merecías! —ladro furioso— ¡Y ella merecería más que tú!
—¿De que estás hablando? —musitó Bucky viéndolo con desconcierto.
—De Rosie ¡O necesitas otro golpe para aclarar tu mente!
Bucky abrió los ojos sorprendido.
—¿Cómo...? —las palabras se le escaparon, quedó mudo.
—Te seguí ayer, vi el nombre —confesó sin descaro— y he pasado toda la noche viendo sus archivos ¿Cómo tienes cara siquiera para pasearte enfrente de su tumba?
Bucky bajo la mirada al suelo ¿Cómo?
—Me hago la misma pregunta todo los días —confesó con voz rota—. Pero la abandone por tanto tiempo... prometí no volver a dejarla sola, no olvidar quién es.
—¿De quién están hablando? —preguntó Steve completamente confundido.
Bucky no levantó la mirada, o hizo intento de pararse del suelo, solo dejó que sus ojos vagarán en la distancia.
—De Rosie... —musito— mi hija.
—¿Hija? —repitió atónito Sam.
Steve se acercó y tomó el hombro de su amigo.
—¿Bucky? —llamó— ¿Qué sucedió con ella?
—Y-yo... yo la mate, Steve —confesó en un hilo de voz— la mate a sangre fría —soltó un hipido— eran órdenes, no tuve la fuerza para resistir, para mí ella solo era un objetivo.
La dureza de la revelación no sólo bastó para aturdir a Steve, sino a Sam, que perdió su amarre en Tony. Pero ya no era necesario, no tenía la más mínima intención de agredirlo físicamente.
—Ella te quería —musitó Tony— a ti, el soldado de invierno.
—Lo se —dijo Bucky.
—¿Por un instante? ¿Al menos por una milésima de segundo? ¿La quisiste mientras estuvo viva? —reclamó Tony.
Bajo el tortuoso silencio, Tony creyó que diría no.
—Si —reveló Bucky— tenía cinco, la habían dejado salir a los jardines, volvió con un puñado de ciruelas en la mano —relató con su voz temblando— me dijo que le habían gustado y que quería que yo también las probará —río débilmente— sonrió de una manera tan encantadora... podría no saber que era mi hija, pero fue la primera vez en décadas que sentí un atisbo de felicidad en el pecho, y le agradecí el obsequio —recordó— dos horas después Hydra borró mis memorias. Podía entrenar con ella, pero otra cercanía estaba fuera de los límites, les parecía peligroso que tuviera afecto por ella.
—¿Y no les parecía peligroso que ella lo tuviera por ti? —preguntó Steve empezando a comprender la situación.
—No —negó de inmediato— eso la mantenía en línea, la amenazaban con mi seguridad.
—Te amaba tanto que jamás pensó en escapar —comprendió Tony— hasta que conoció a ese chico.
—Él le dio una oportunidad de ser amada —Bucky le agradecía por ello— le hizo ver que era tan indispensable que las promesas de eliminarme eran falsas, y juntos pudieron haber desaparecido, pero...
—Te mandaron tras ellos —finalizó Tony.
—¿Te preguntas cómo puedo pararme ante su tumba? —cuestionó Bucky— no lo hago, jamás pude encontrar sus restos... —Tony lo miró con sorpresa—ahí solo hay memorias, un lugar para recordarla, para pedir perdón, para honrar a la persona que amo —soltó un trémulo suspiro— y para tener un lugar donde decirle cuanto la quiero, cuanto desearía que las cosas hubieran sido diferentes.
Tony asintió sin nada más que decir, pero antes de girarse y marcharse, preguntó algo más.
—Las ciruelas —dijo— ¿Es por eso que tienes una obsesión por ellas? ¿Por qué a ella le gustaban?
Bucky rió con la voz rota.
—Si —musitó.
—Tendrás que pedir su perdón mil años más antes de que siquiera lo merezcas en lo más mínimo —le dijo mientras se marchaba.
—Lo se perfectamente —aceptó sin reproches.
Pero para Tony no era suficiente que solo pidiera perdón frente a una lápida vacía, si iba hacerlo, al menos que fuera de la forma correcta.
—¿Qué es esto? —escuchó la pregunta de Barnes dos meses después, sin el moretón que había perdurado un par de semanas sobre su sien— ¿Stark? —insistió cuando no escucho respuesta.
—La encontré —le informó sin mirarlo— Rosie —aclaró— llame al cementerio, pero... creo que ya pasó mucho tiempo encerrada en una cueva, así que sugeriría que la incineres y siembres un lindo árbol con sus cenizas. Ya investigué, puedes hacerlo sobre su lápida.
Dio media vuelta con el sollozo de Barnes a sus espaldas. Sabía lo que significaba para él, pero no lo había hecho por él, sino por Rosie.
En una forma inexplicable se sentía conectado con Rosie Barnes, sentía que debía hacer esto, ella que tanto había amado a su padre por fin podía volver a reunirse con él.
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La segunda parte que nadie pidio, pero que mi cerebro me exigió escribir.
Y en una perspectiva que nadie se esperaba, la de Tony. Tenía planeado que fuera de Steve, pero me encanta ese tono de frustración que siente Tony, porque de cierta manera ve reflejado la carencia de afecto de su propio padre.
Ojalá alguien le haya gustado. Y ya se, otra vez le di una conclusión salada al final, pero no siento que haya un final feliz, sino uno pacifico para el arco de Rosie Barnes.
Ahora, de vuelta a la programación habitual.