-¡Hoy es el día!

Marinette suspiró ante el entusiasmo de Alya.

-No podré con esto.

-Oh, no, no, no. ¡No puedes echarte para atrás! Ya lo habías decidido y es tiempo de llevar a cabo el plan.

Marinette dejó caer su cabeza sobre la mesa.

-Esto saldrá mal.

-¡Que no! ¡Míralo!- Alya le tomó la cara con ambas manos, haciéndola voltear hacia enfrente de ella, al lugar de Adrien, donde éste se encontraba absorto en su tarea –Lleva días sin tener sesiones de fotos, ambas lo sabemos, es tu oportunidad y debes aprovecharla antes de que vuelva a ocuparse.

Otro suspiro y el timbre de la salida sonó, lo que hizo que Marinette se sobresaltara. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que conoció a Adrien? No podía creer que había convivido con él más que con varias personas de la escuela que conocía desde preescolar y aún no podía hablarle sin tartamudear.

-¡Vamos! ¡Es hora!- Alya la tomó del brazo en cuanto terminó de recoger sus cosas y la arrastró hasta fuera de la escuela.

Adrien se encontraba al pie de las escaleras hablando con Nino, parecía más fresco que de costumbre, más radiante, Marinette lo había notado así los últimos días y suponía que era por el poco trabajo que había estado teniendo. En aquél momento sonreía, lo que habría provocado que ella se perdiera en observarlo si no fuera porque Alya estaba parloteando a su lado.

-…y entonces lo invitarás al cine, ¿de acuerdo?- Su mejor amiga le sonrió.

-Ehm…- no había escuchado ni la mitad del discurso –Podrías repetir…

-No hay tiempo, ¡vamos!- Dijo entusiasmada y jaló a Marinette escaleras abajo.

-P…pero…

-Hola, cariño- saludó Alya a su novio, Nino.

Ellos se habían hecho novios poco después del incidente de Animan, cuando se habían quedado encerrados dentro de la jaula de una pantera en el zoológico de la ciudad, hacían una estupenda pareja y toda la escuela lo sabía, incluso sus compañeros habían hecho un ranking de las mejores parejas de la escuela y habían quedado en el tope a la par con Iván y Myléne.

-¡Alya!- Reaccionó tiernamente entusiasmado Nino.

-Hola Marinette- le saludó Adrien por detrás de ella.

Sobresaltada, se sonrojó ligeramente.

-Eh… hola… Adrien…- contestó sin voltearse hacia él.

"Vamos, vamos, vamos, tú puedes" se dijo en sus adentros "¡Tú puedes!"

-Ehm…- balbuceó volteándose lentamente –Me…me preguntaba si…

De pronto sonó la bocina de la limusina, y a pesar de que Adrien la había ignorado para esperar a lo que le iba a decir Marinette, ésta se había quedado muda.

Suerte que contaba con súper Alya.

-…si querías ir al cine con nosotros en la noche- completó por ella –con Nino, Marinette y yo.

-¡Ah!- Reaccionó el ojiverde con una sonrisa de entusiasmo -¡Claro!- De nuevo la bocina –Debo irme, pero me comunicaré con ustedes- dedicó una última sonrisa a sus amigos y un guiño a Marinette, antes de dar media vuelta y partir.

La chica se puso roja.

-Me guiñó el ojo…- susurró, perdida en su propia ensoñación, seguido de un profundo suspiro.


Esa noche habían quedado los cuatro en verse en la torre Eiffel.

Hacía frío, pues el otoño estaba por finalizar, así que Marinette había optado por ponerse un par de botas caqui y un suéter del mismo color, estaba nerviosa por la salida con Adrien pero confiaba ciegamente en la ayuda que le otorgaría la presencia de su mejor amiga en el asunto.

La torre Eiffel brillaba de manera majestuosa como siempre y el campo de Marte se veía invadido por turistas, en su mayoría parejas que o bien se encontraban tomándose fotos o simplemente contemplando la belleza que la ciudad de París les mostraba.

A final de cuentas, era la ciudad del amor.

-¡Marinette!

La chica se volteó a donde provenía la voz que tan bien conocía, ya se había sonrojado siquiera antes de voltear y podía sentirlo, así que se enrolló la bufanda roja con motas negras en el cuello para que le tapara la parte inferior del rostro.

-¡Hey!- Le saludó Adrien después de detenerse, parecía haber cruzado el campo completo corriendo, pues tenía el rostro rojo y jadeaba –Disculpa por llegar tarde.

-¿Uh? ¡Ah! No te preocupes… yo… acabo de llegar- respondió la chica con una risita nerviosa que se oía amortiguada debajo de la bufanda –Aún faltan Alya y Nino.

-Oh… claro, no deben tardar.

Adrien se sonrojo un poco al darse cuenta que debían quedarse a solas hasta que llegara el resto de los chicos, era muy difícil para él interactuar con chicas y consideraba a Marinette una chica linda y de gran corazón, incluso se había sorprendido a sí mismo un par de veces observándola con admiración y había llegado a pensar que si Ladybug no existiera en su vida, tal vez habría sentido algo por su compañera de clase.

Curioso, pues Marinette sentía algo similar hacia Chat Noir. A pesar de todas aquellas malas bromas y ratos de fastidio que le hacía pasar a la heroína, Chat no dejaba de ser un verdadero héroe con corazón de oro, alguien que siempre le cuidaría la espalda y que la seguiría hasta el final del mundo aunque arriesgara su vida por ello, Ladybug jamás había podido ver con admiración a Chat fuera de su camaradería, pero apreciaba la increíble persona que era.

Pasaron varios minutos de incómodo silencio entre los adolescentes, los cuales Marinette aprovechó para mirar de reojo la ropa de su querido, quien se había puesto una gabardina de apariencia muy fina color negra y había reemplazado sus tenis naranjas por un par de desert boots negras, todo combinaba con sus usual playera negra y jeans oscuros.

"Su apariencia grita que es hijo de un diseñador" pensó la chica, bastante deleitada con la vista que tenía.

Justo entonces el ojiverde se giró hacia ella, provocando que ésta se sobresaltara un poco y se sonrojara por haber sido descubierta, a lo que el chico sólo la miró con una media sonrisa. Abrió la boca para decirle algo pero lo interrumpió el timbre de su celular y el de Marinette, sonando a la vez.

Ambos tomaron la llamada.

-¡¿Cómo que no podrás venir?!- Chillaba una alarmada Marinette a la bocina –No puedes dejarme sola con esto, ¡colapsaré!

-Está bien, lo entiendo… pero ¿estás bien?- Decía Adrien a su vez.

-Escúchame, no te atrevas a dejar plantado a Adrien o te las verás conmigo- le respondía Alya a su amiga –Te quedarás justo donde estas e irás al cine con él, pasarán un buen rato y se conocerán mejor, así le darás la oportunidad de que por fin se fije en ti.

-Haces que suene tan fácil- suspiró –pero está bien, no huiré… pero no prometo que todo saldrá bien, ambas sabemos que soy un desastre.

-¡Ánimo, chica! ¡Tú puedes!- Fue lo último que exclamó antes de colgar.

Adrien ya había colgado.

-Era Nino… dice que no se siente del todo bien y no podrá venir.

-Alya tampoco viene…

Ambos chicos miraron a direcciones opuestas por unos segundos, sonrojados por la situación. Marinette se imaginaba a sí misma parloteando incoherencias y tropezando con todo mientras Adrien simplemente se sentía incómodo con lo mucho que aquello se parecía a una cita.

Pero de cualquier manera, era tarde para arrepentirse.

-Bueno…- Adrien rompió el silencio –Ya que sólo seremos tú y yo, deberíamos irnos.


No había mucha gente en el cine, así que para los jóvenes la entrada fue rápida y la película corta, parecía que no había pasado el tiempo en absoluto cuando ya se encontraban caminando rumbo a casa de Marinette.

La chica apenas había podido pronunciar palabra en todo aquél tiempo, sus nervios la mantenían sonrojada y perdida en sus propios pensamientos, a lo que Adrien no sabía del todo como reaccionar, había intentado romper el hielo con comentarios triviales sobre lo buena que había estado la película o lo bonita que era esa noche, pero no había logrado sacarle más que sonrisitas nerviosas o asentimientos. Comenzaba a darse por vencido.

-Yo… realmente me la pasé bien- murmuró en el silencio de la calle vacía, con expresión algo triste pues empezaba a pensar que el silencio de su amiga se debía a que él no le agradaba –Sólo quiero decírtelo porque en verdad me agrada pasar tiempo contigo y este tipo de cosas… como salir al cine… casi no puedo hacerlas porque mi padre no me deja...

Marinette lo contemplaba un poco sorprendida, le alegraba saber que de verdad le agradaba estar con ella pero a la vez le causaba tristeza la represión por parte de su padre.

-¿Es de verdad tan malo?- Murmuró también.

-No, no, no, en absoluto- negó con la cabeza –Él sólo quiere protegerme, ve el mundo como un peligro constante y es un poco paranoico con eso- suspiró –Pero al final de cuentas es su manera de dar afecto…- pequeña pausa-…creo.

Ella miró al suelo pensativa.

-Pero... sí es verdad que a veces me hace sentir un poco solo- continuó, lo que llamó de nuevo a la mirada de la chica -Desde que mi madre se fue, se volvió muy distante y es raro verlo en casa, es por eso que Nathalie es la que se ocupa de mí- había nostalgia en su voz y miraba al frente, pensativo -Pero ella es muy profesional con su trabajo y sólo cumple órdenes de mi padre, así que al final de cuentas no tengo con quien hablar.

Esto conmovió profundamente el corazón de Marinette, siempre había sabido que Adrien era un chico solitario, totalmente centrado en sus deberes y responsabilidades, pero no pensó que realmente se sintiera tan solo. Ella detestaba ver a las personas mal, especialmente a las personas a las que quería, era por eso que había aceptado ser Ladybug en un principio. A pesar de ser tan torpe, la idea de poder hacer una verdadera diferencia le emocionaba, no había nada que amara más que ayudar a la gente con o sin la máscara, y en ese momento Adrien necesitaba su ayuda, la de Marinette.

Se detuvo, acto seguido Adrien se detuvo también, mirándola algo confundido.

-Debe ser horrible sentir esa soledad- comenzó hablando muy bajito -Todos necesitamos a alguien en quien apoyarnos, en quien confiar, alguien que sepamos que siempre estará cuidándonos la espalda- sonrió ligeramente, recordando a Chat Noir -Tú también tienes en quien apoyarte, quien puede escucharte, tal vez no sean tu padre o Nathalie, pero tienes a Nino, a tus amigos en la escuela y si no es suficiente, me tienes a mí…

Adrien miraba atónito a Marinette.

-Yo soy torpe y descuidada, pero cuando se trata de ayudar a mis amigos estoy dispuesta a todo, así que cuando necesites a alguien, puedes contar conmigo en cualquier cosa- se acercó un poco a él, lo que hizo que el chico se pusiera nervioso -Déjame hacerte una promesa- dijo tomándole una mano entre las suyas -No importa quién o qué te haga daño, estaré aquí y haré todo lo posible por ayudarte.

Eso último asombró al ojiverde. ¿Era posible que las palabras de Marinette sonaran tanto a Ladybug? Incluso la promesa misma se asimilaba a la que había hecho a la gente de París en sus primeros días de heroína, él lo recordaba perfectamente porque en aquél momento había jurado amar a aquella chica sin importar quién fuera bajo la máscara. Se sonrojó… ¿había alguna posibilidad de que Marinette fuera Ladybug? La sola idea le causó escalofríos.

Había mucha dulzura en las palabras de su amiga, pero una firme honestidad también. Él había visto a aquella chica defender a sus compañeros de clase y enfrentar a Chloé con la determinación de una heroína, sabía que era virtuosa y que sabía luchar por lo que creía correcto, no dudaba por un segundo lo real que era la promesa que le acababa de hacer, ni dudaba en si la cumpliría, ella era una fiera con el corazón más amable y bondadoso… igual que Ladybug.

¿O es que acaso eran una sola?

Un destello rojo lo despertó de su ensoñación, Marinette había notado su escalofrío y se encontraba quitándose la bufanda, acción que Adrien no entendió hasta que ésta se acerco y se la colocó al cuello.

-La necesitas más que yo- le dijo dedicándole una sonrisa.

El chico no supo que responder, de pronto se vio hipnotizado por su sonrisa y sonrojado por el gesto de afecto, misma sensación que había tenido Marinette hacía ya tanto tiempo, cuando aquél chico le había dado su paraguas a la salida de la escuela.

-Te veo mañana- se despidió la chica, sintiéndose satisfecha con lo que había dicho y retomó el paso hacia su ya cercana casa.

Adrien quiso pedirle que esperara, quiso ir hacia ella y tomarla del brazo para que no se fuera, pero no sabía qué decirle después de hacerlo, no sabía cómo responder a nada, no sabía con certeza si había tenido a Ladybug frente a él todo aquél tiempo.

De pronto la limusina se detuvo junto a él y Nathalie bajó un vidrio para decirle que era hora de irse.

Aún atontado por el remolino de sentimientos y pensamientos, se subió al vehículo.