¡Hola chicos! Han pasado como mil siglos desde que nos leemos en este fic, ¡Discúlpenme por favor! UnU. Había muchas ideas rondando por mi cabeza, pero ninguna se concretaba hasta ahora. Al final, realmente me gustó muchísimo el resultado y espero que ustedes lo disfruten aún más. Como siempre, lo escribí con mucho amor para ustedes y por nuestra adorada pareja canon.

Les agradezco infinitamente y con todo mi corazón el apoyo a esta historia, leer sus reviews, ver sus alertas o favoritos me llena de alegría y me inspira a continuar (no tan rápido como quisiera). ¡Sus comentarios son alimento para mi alma de escritora! Los amo de verdad. Especial mención a Loquin-san, Guestx1, Sele de la Luna-san, Shami-san,Ben56-san, BuenAmigoDan-san, Mi querida NovaSenpai, Tsuki shin-san, Guestx2 y Guestx3. ¡Mil millones de gracias a todos! Espero seguir contando con su apoyo en esta y todas mis historias hasta el final. ¡LOS AMO!

Disclaimer: Ya aplicado (ver cap. 1)

¡A leer!

XoXoXoXo

GRACIAS, ICHIGO-KUN.

Si había algo de lo que Ichigo Kurosaki joven preuniversitario alto, muy apuesto y de complexión musculosa, curtido por las innumerables batallas que había tenido que librar en su nada longeva vida estaba completamente seguro, era de las pocas cualidades de socialización que, a sus propios ojos, poseía y de los muchos defectos que rebasaban con creces a las anteriores. Uno de ellos y del que podía presumir como su carta de presentación, era la poca atención que prestaba a los detalles que lo rodeaban: las pláticas con sus amigos que no incluyeran las palabras "peligro de muerte", su vestimenta, su corte de cabello o el más mínimo cambio que hicieran en su persona o en su físico, era dificilísimo para él detectarlo; incluso tenía problemas con sus hermanas menores por esa razón muy a menudo. Siendo dos jóvenes adolescentes buscaban, aún sin aceptarlo, la aprobación y el halago de su hermano de vez en vez esperando, en vano, que él notara el nuevo adorno en forma de fresa de su cabello o el más reciente moretón adquirido con orgullo en alguna final de soccer callejero.

Sin embargo, había para él una excepción con nombre y apellido, a quien desde el lejano momento en que se conocieron trágicamente en la entrada de su casa, aún sin saber el feliz destino que les aguardaba y que esperaba, aunque todavía no estuviera dispuesto a aceptarlo, durara para la eternidad, prestaba toda su atención y conocía muchos de sus detalles y manías: Su novia Inoue Orihime.

Mientras caminaba confiado del éxito de su misión, no podía sacar de su cabeza la confesión que Orihime le había hecho aún antes de comenzar a salir, y la triste y añorante mirada que la acompañaba: Siempre he querido tener un gatito, pero el departamento en el que vivo es muy pequeño y no me permiten animales.

Pocos días atrás, esa frase le llegó como una iluminación cuando, al pasar junto al río que dividía su barrio del de Orihime, un sonido apenas audible llamó su atención.

¡Nyan-nyan!—Al principio, no supo de dónde venía, y tampoco estaba muy seguro de haberlo escuchado, pues era apenas un murmullo en comparación con los miles de sonidos combinados de las calles y el correr del río. Con su instinto diciéndole que lo olvidara, continuó unos pocos pasos más antes de escucharlo nuevamente.

No puedes dejar pasar la oportunidad de ser un héroe, ¿verdad, Kurosaki?—Se reprendía mientras bajaba hacia el río con dirección a donde él creía haber escuchado el sonido. Unos metros más adelante, se encontró con una caja a medio cerrar, con movimiento y sonidos incluidos.

¿Qué demonios?—Se dijo mientras tomaba una rama cercana y picaba uno de los costados de la caja. Cuando lo hizo, ésta se removió con fuerza, asustándolo un poco. Aunque no había nadie a su alrededor, sentía la necesidad de proteger su reputación y haciéndose el valiente, se le acercó todavía más, y usando la punta del palo en su mano, despejó la vista hacia su interior.

Adentro, un hermoso y pequeño gatito, de no más de tres semanas de nacido, y con un fino y suave pelaje blanco por el pecho y combinado de negro y naranja por el lomito y una naricita rosada, lo miraba con sus enormes ojos color ámbar mientras sus bigotes y su cola se movían curiosamente de arriba abajo y de un lado a otro, respectivamente.

Así que eras tú quien armaba todo ese alboroto.—Dijo ya relajado y dejando de lado la rama, acariciando apenas con la punta de sus dedos la cabecita del minino, quien de inmediato levantó su cuellito en señal de que los mimos le agradaban.

Vaya que eres amigable.—Le dijo sonriendo mientras el gatito jugaba con su mano y le lamía la yema de los dedos.—¿Tienes hambre? —Le preguntó rebuscando en su mochila.—Sé que no es alimento adecuado para alguien como tú, pero ayudará.—Continuó mientras le dejaba unas migajitas de pan dentro de la caja.

Y ahora te voy a sacar de aquí para que alguien te vea, de lo contrario nunca te notarán y no podrán adoptarte.—Dicho eso, tomó la caja con mucho cuidado y subió las escaleras que los llevarían de vuelta al camino. Mientras tanto, el pequeño felino olisqueaba las migajas, no muy convencido de que fueran a gustarle.—Bueno, aquí estamos. Cuídate.—Y con una sacudida de mano, le dio la espalda a la caja que acababa de dejar en el suelo, más a la vista de los transeúntes y a la que había garabateado la palabra "¡Adóptame!" en uno de sus lados.

A pesar de que él nunca había sido particularmente amante de las mascotas, le parecía que los gatos eran por mucho, su animal preferido si es que se veía en la necesidad de elegir. Por ello, sintió una oleada de culpabilidad por dejar al gatito solo. Cuál fue su sorpresa al darse cuenta que el travieso y valiente minino había logrado salir de la caja y lo venía siguiendo con paso apresurado para no perderlo de vista.

Eres un gato listo, ¿eh?—Le dijo mientras lo veía frotarse una y otra vez contra su pierna.—Pero no puedo llevarte conmigo. No tendría mucho tiempo para ti y no sería justo para Yuzu dejarle otra responsabilidad.—Trató de razonar con él mientras, casi sin darse cuenta, lo tomaba entre sus manos para llevarlo a la altura de su cara. Tenía que reconocer que el condenado felino era tierno a más no poder. ¿Pero qué haría con él? Luego de unos segundos, las palabras de Orihime resonaron fuerte en su cabeza.

Tienes mucha suerte amigo.—Dijo finalmente, rendido ante los encantos del gatito y los de su novia no presente, imaginando la reacción que tendría de habérselo encontrado ella. Con mucho cuidado, y poniendo su sudadera como cojín, guardó al bebé en su mochila con el cierre abierto y la parte delantera doblada, para que recibiera todo el aire que necesitaba, pero haciendo su transporte mucho más fácil. Incluso, decidió cargar la mochila sobre su abdomen y estómago en lugar de la espalda, como una especie de cangurera para bebés, para poder estar más al pendiente de su nuevo amigo.

Antes si quiera de llegar a su casa, decidió que lo primero que había que hacer era llevar a su nuevo amigo Gato –no era particularmente ingenioso para los nombres. Ya Orihime se encargaría de eso– con un veterinario para que avalara que el pequeño estaba en perfecto estado de salud. Así que de inmediato llamó a la única persona que creía podría conocer a uno.

¿Hola, Urahara-san?

¡Pero si es Kurosaki-san! ¿En qué puedo ayudarte?

Quisiera preguntarte algo, pero me gustaría que lo mantuvieras en secreto, por favor.—No es como si el hombre fuera a correr y contárselo a Orihime, pero hasta que no fuera oficial, no quería que la chica se ilusionara.

Vaya, vaya. ¿En qué te metiste esta vez, jovencito? Justo me acaban de llegar unos nuevos Soul Candy que potencian la efectividad de tus ataques hasta en un 200%. Una verdadera joya.—Informó bastante emocionado, yéndose por el camino predecible, pero equivocado.

¿De qué hablas? ¡Y por qué crees que siempre que te busco es porque estoy metido en un problema?—Aunque lo ofendía la implicación de las palabras de Urahara, hasta él sabía que tenía razón.

¿Um? Bueno si no es eso, entonces… ¡Ya sé! ¿Necesitas algo para incrementar tu rendimiento…físico, con las damas?—Preguntó con la voz cargada de malicia.

¡Por supuesto que no!¡Maldita sea! Sólo quiero saber si conoces un buen veterinario cerca.

¿Qué? ¿Un veterinario? Vaya que eso no me lo esperaba. Déjame ver… El veterinario de Yoruichi-san está en la avenida 12 esquina con la calle 5. Es de toda mi confianza y si le dices que vas de parte nuestra, seguro te hace un descuento.

¡Dijiste el veterinario de Yoruichi-san? ¿Acaso ella necesita uno?—Se escandalizó— ¿Sabes qué? Olvídalo. Gracias, Urahara-san. No olvides mantenerlo en secreto. ¡Adiós!

Oye pero para que necesitas un… ¿Hola?—Y sin darle oportunidad a decir nada más, Ichigo cortó la llamada.

Así que la avenida 12. No está muy lejos de aquí. ¿Qué dices, aguantas otro poco?—Preguntó mirando al gatito que jugaba con el cierre de su sudadera bastante entretenido.—Bueno, pues andando.

A Ichigo le sorprendió lo limpio y acogedor que le resultó el consultorio; por un momento creyó que Urahara lo enviaría a un sitio de mala muerte. En cuanto entró, una enfermera de mediana edad le pidió llenar una forma mientras esperaba a que el doctor se desocupara. La información era bastante sencilla: nombre del dueño – no tuvo más remedio que poner su nombre–, nombre del amigo peludo –Gato–, dirección, teléfono de contacto y cómo había encontrado al animalito –obsequiado, adoptado, comprado, otro. – Él tachó la opción de otro, y con algo de resentimiento, llenó el espacio con unas pocas palabras: abandonado en el camino." ¿Cómo puede haber gente tan malvada?" se preguntó con coraje mientras le entregaba la forma ya contestada a la enfermera y esperaba su turno, mirando con más ternura de la que hubiera querido admitir a su nuevo amigo.

Señor Kurosaki, usted y Gato-chan ya pueden pasar.—Sumido en sus pensamientos como estaba, no vio salir a la enorme perrita de color gris con blanco y pelaje esponjado que los antecedía en turno. Consciente de lo soso que se oía "Gato-chan", se consoló con saber que Orihime seguro encontraría el nombre perfecto y apropiado para su nuevo amigo.

Bueno, ¿y qué tenemos aquí?—Dijo un hombre mayor, con unos lentes de media luna y mirada excesivamente amable, quien los recibió con una cálida sonrisa.

Buenas tardes, sensei.—Saludó amablemente Ichigo.—Encontré a este pequeño abandonado en el camino junto al río y quiero que mi novia y yo nos quedemos con él, pero me gustaría que lo revisara y de ser necesario, le ponga todas las vacunas y tratamiento para que esté sano y fuerte.—Dijo mientras el pequeño, ya afuera de su mochila, intentaba escalar por su pecho.

Excelente decisión, jovencito. Me parece que serás un excelente amigo para esta preciosa y curiosa gatita.

Con que eres niña. ¿Por qué no me lo dijiste?—La pequeña ladeó la cabeza como diciendo: "porque no me lo preguntaste".

Bueno, todo está en orden y tiene perfecta salud.—Sentenció el veterinario, luego de escuchar su corazón y sus pulmones.—Todo bien con su pelaje y no parece tener pulgas ni nada. De todos modos le vamos a poner una pequeña dosis de antipulgas para estar seguros. —Con una sorprendente destreza para su edad, y el leve temblor de las manos que Ichigo detectó apenas entraron, el doctor abrió una ampolleta con un líquido transparente que dejó caer en la nuca de la gatita, que apenas y se inmutó.

Hay que hacerlo rápido, de lo contrario se mueven y si llegan a probar el líquido... —Dejando a Ichigo en suspenso –pero quien en el fondo prefirió no saber qué pasaba si lo probaban– Se acercó a un estante y tomó varias cosas de él, entre ellas un par de agujas y una cartulina doblada por la mitad.

¿Qué es todo eso, sensei?—Dijo preocupado, ocultando a su amiguita con sus manos.

Este de aquí es desparasitante, y la primera vacuna de su esquema. Esta es su cartilla y en aproximadamente dos semanas, debes traerla para la siguiente ronda. También tienes que considerar el esterilizarla, pero eso será hasta que tenga aproximadamente cinco o seis meses, dependiendo de su desarrollo.—Sin perder un segundo y tratando de no olvidar nada de lo que el doctor le decía, el joven pelinaranja sacó una libreta y una pluma y anotó todo lo que pudo.

Muchas gracias, sensei. Así lo haré. Disculpe, pienso llevarla a vivir a casa de mi novia, pero mientras lo hago, ¿qué necesito?

Aquí podemos venderte arena para su caja y una bolsa de alimento. Debes poner la arena separa de su comida y tenerle siempre agua y comida al alcance. Con eso bastará para el momento de la mudanza, y entonces sí, entre tu novia y tú pueden decidir todos los lujos que le darán a su nueva reina. Créeme, ya lo entenderás.—Dijo sonriendo al ver la mirada confundida de Ichigo al escuchar esas últimas palabras.

Agradeciendo al doctor y a la amable enfermera, Ichigo salió del consultorio con su nueva amiga, una bolsa de arena para gatos y otra de alimento.

Todo estará bien, hermosa. Es por tu bien.—Le dijo algo compungido de verla lamerse insistentemente el lugar donde el doctor la había inyectado.

Cuatro días habían pasado desde que Gato-chan había llegado a su casa, – a pesar de saber que era gatita y de que irremediablemente se había enamorado de ella, se había negado a ponerle nombre o siquiera decirle "gatita" o algo más cariñoso. Algo de dignidad tenía que guardar – el mismo tiempo que le había tomado descubrir con quién tenía que ir para pedir el permiso necesario para que su pequeña amiga pudiera vivir con Orihime. Y justo ahora ese era su destino. Había tenido que viajar a Tokio para ser recibido por Ichinose Izumi, la dueña y administradora del edificio de Orihime. Después de revisar la dirección una vez más, se encontró a las puertas de un enorme edificio moderno, con paredes de cristal, y del que a cada segundo entraban y salían muchas personas con caras de angustia, enojo o estrés.

—Bueno, aquí vamos.—Se dijo mientras se alisaba la camisa con una mano y con la otra trataba de peinar su rebelde cabellera. Como quería causar una buena impresión, y convencer a la mujer de que le permitiera a Orihime cuidar de Gato, decidió ponerse un pantalón de vestir y una camisa azul rey, que lo hacían ver bastante guapo y como todo un profesional.

En el vestíbulo del edificio, había dos chicas con cara amable que recibían a todos los que llegaban, les pedían su nombre, una identificación, la persona a la que iban a visitar y el motivo. Cuando fue el turno de Ichigo, lo recibió la recepcionista número 2.

—Buenas Tardes… Kurosaki-san. ¿A quién viene a ver y por qué motivo?—Cuestionó la mujer luego de leer el nombre de Ichigo en la identificación que le entregó.

—Qué tal. Vengo a ver a Ichinose Izumi-sama para tratar un asunto sobre uno de los edificios que administra en Karakura. —Respondió un poco nervioso.

—Ya veo. Permítame por favor.—Luego de hacer una llamada por el conmutador, le entregó un gafete con la leyenda "visitante".—Gracias por esperar. Pase al piso 20, por favor.

Luego de agradecerle con una leve reverencia, se puso el gafete y entró al elevador. Al menos no había sido tan complicado, esperaba que Ichinose-san fuera igual. Al llegar al piso 20, las puertas del ascensor se abrieron, permitiéndole ver la lujosa pero sencilla agencia de la mujer. Al menos había 4 oficinas y una veintena de personas trabajando ahí, dejando al joven muy sorprendido.

—¡Disculpa! ¡Oye! ¿No escuchas?

—¿Eh? — Ichigo estaba tan distraído viendo a todos trabajar que no escuchó a la mujer que lo llamaba como por 5ª vez.

—¿Qué es lo que necesitas, jovencito?

—Vengo a ver a Ichinose Izumi-sama.

— ¿Asunto?

—Es sobre uno de los edificios que administra en Karakura.

—¿Qué sobre el edificio?—Presionó la mujer. Estaba claro que no tenía intenciones de dejarlo ver a Izumi.

—Quiero pedirle que le permita a mi novia tener un gatito en su departamento. Le aseguro que no causaremos problemas y…

—Lo siento, pero tener mascotas está prohibido en todos los condominios Ichinose, lo siento.

—Pero si me dejara hablar con ella, tal vez podría cambiar de opinión.—Ichigo se había sentido profundamente ofendido porque la mujer parecía subestimar su asunto y a él mismo, pero no podía darse por vencido.

—De ninguna manera. Ella está muy ocupada y no recibe visitas sin previa cita y menos de niños.—Dijo con una nota de desdén apartando la vista del muchacho, como dando por terminada la conversación. Eso había alcanzado el límite de su paciencia.

—¿Niño?¡No soy ningún niño y no me voy a ir de aquí hasta que vea a Ichinose Izumi!—Sentenció el pelinaranja alzando la voz.

—¿Qué es todo este escándalo?

—I-Izumi-sama. Lo lamento es que este joven llegó gritando que quería verla y yo sólo le estaba diciendo que eso no es posible.—De un salto, la joven mujer se puso de pie e hizo una reverencia tan profunda mientras hablaba, que parecía que se iba a tocar los zapatos con la frente.

—¿¡Gritando?! ¡Yo no te grité nunca!... Bueno, no hasta ahora. —Especificó, después de que Izumi una mujer de estatura media, vestida con una elegante falda, saco a juego y unas discretas zapatillas rojas, cuyo cabello estilo rastas pero sin serlo, estaba atado en una coleta altalo mirara acusadoramente.

—Vaya, vaya. Y qué es lo que quiere conmigo un jovencito como tú…—Habló girando la mano frente a ella.

—Ichigo, Kurosaki Ichigo. Vengo a pedirle que le permita a mi novia tener una mascota en su departamento.

—No.

—¿Cómo que no?—Preguntó incrédulo. La chica que lo recibió se rio por lo bajo con malicia, feliz de que su jefa la hubiera respaldado.

—Ya escuchaste, no se puede. Así que adiós mocoso.—Y sin decir nada más, le dio la espalda avanzando hacia su oficina.

—Pero si me escuchara tan sólo por un momento, tal vez podríamos llegar a un acuerdo.

—Negativo.

—¡Debe haber una manera! ¡Tiene que escucharme!... Por favor, Izumi-san.—Eso último lo dijo lo más humilde que pudo para no arruinar su única oportunidad, luego de gritarle a la mujer y colarse a la fuerza en su oficina.

—Vaya que tienes agallas, niño.—Le dijo con una sonrisa complacida mientras se sentaba detrás de su enorme y lujoso escritorio.—Te escucho.—Y con un movimiento de la mano, lo invitó a ocupar el lugar frente a ella.

—Gracias. La cosa es así. Vine a pedirle que por favor deje que mi novia pueda tener un gatito en su departamento. No haría mucho ruido y no le permitiríamos salir solo para no importunar a los vecinos. Ella es una chica tranquila y todos en el edificio la aprecian, no veo por qué alguien se quejaría.

—¿Cómo dijiste que se llama tu novia?

—Inoue Orihime.

—¿En serio eres el novio de Orihime-chan? Vaya gustos que tiene…

—¿¡Qué cosa?!—Nuevamente, el joven se dejó llevar por sus instintos.

—Pero si es por ella, lo autorizo.

—¿¡De verdad?!—Saltó incrédulo y feliz de su asiento.

—Sí. De hecho hace tiempo que en ese edificio no hay una prohibición como tal de tener animales de compañía pequeños. Como te podrás imaginar no sería lugar ideal para tener a un Shiba Inu o un san Bernardo, pero un gatito, no veo problema.

—¿Entonces por qué Orihime me dijo que tenía prohibido tener mascotas?

—Bueno, porque hace tiempo teníamos una inquilina bastante especial que odiaba a los animales y tapizó el edificio con letreros de "prohibido mascotas". Por seguridad de los pobres animalitos le seguimos el juego y cuando se fue no nos deshicimos de los letreros. Y como parece que no conoces a tu novia y lo respetuosa que es de las reglas, pues supongo que no ha querido darnos molestias. ¡Qué niña tan linda!—Alabó Izumi con una sonrisa de oreja a oreja.

—Es verdad, así es ella.—Concedió Ichigo, con una expresión enamorada que sorprendió a la mujer.

—Toma, dáselo para que se quede tranquila. Y si eso es todo, ahí está la salida mocoso. —Con fingido fastidio, le entregó un papel doblado en 4 para luego esconderse detrás de su lap top.

—Muchas gracias, Izumi-san.—Dijo con una reverencia.

—Sí, sí. Largo de mi vista. Y saluda a Orihime-chan por mí.

Luego de guardar muy bien el papel que le dio la mujer en el bolsillo de su camisa, Ichigo salió corriendo del edificio con rumbo a su casa feliz de haber completado exitosamente su misión. Cuando llegó a casa, se dio cuenta que su viaje a Tokio le había costado todo el día, así que por más emocionado que estuviera, tendría que esperar hasta el día siguiente para ir a ver a su Orihime.

—¡Ya llégué!

—¡Bienvenido, Onii-chan! La cena esta lista y ya le serví de cenar a Gatita-chan.

—Gracias, Yuzu. Ahora bajo.—Y sin ver a su hermana, se dirigió a su cuarto para cambiarse, encontrando en el camino a Gatita-chan en lo alto de la escalera, moviendo su colita emocionada por su regreso.

—¡Lo logramos, Gato! Mañana podrás ir a tu nuevo hogar. —Y como si la pequeña lo hubiera entendido, se aferró a su camisa con fuerza, casi clavándole las garritas en el pecho.—No te pongas así, Orihime es la mujer más buena y bondadosa del mundo, te aseguro que en cuanto te vea te va a amar tanto como yo, – confesó sin pensar– y yo te visitaré siempre que pueda.

No muy convencida, la minina le permitió cambiarse y bajar a cenar, para luego hacerse bolita en su cama mientras esperaba que el joven se le uniera para dormir. Al día siguiente y luego del desayuno, Ichigo se alistó para salir con rumbo a casa de Orihime, no sin antes ponerle un coqueto listón en el cuello a la gatita y meterla en la transportadora que había comprado un par de días antes. Feliz de salir con él, la pequeña no opuso ninguna resistencia y juntos partieron a su nuevo hogar.

En cuanto estuvieron en la puerta de Orihime, Ichigo puso a Gatita-chan en el piso, de modo que no estuviera en el campo de visión inmediato de la chica al abrir, se aseguró de traer el papel de Izumi-chan y por fin tocó un par de veces. Luego de unos pocos minutos, la joven abrió.

—¡Ichigo-kun! ¿Pero qué haces aquí? Me hubieras avisado que venías, me habría arreglado un poco.—A leguas se notaba que estaba haciendo limpieza: traía un pants tipo pescador, una sencilla blusa blanca, unas sandalias de baño y el cabello recogido en un desordenado chongo. Avergonzada, trató de arreglarse el peinado y quitarse cualquier rastro de polvo de la ropa.

—Pues para mí estas preciosa.—Le dijo, para luego besarle tiernamente la frente.

—¿Qué te trae por aquí a esta hora?

—¡Es verdad! Cierra los ojos por favor. ¡Te tengo una sorpresa que te va a encantar!—La chica se sorprendió tanto de verlo tan emocionado, que, aunque confundida, no dudo en cumplir lo pedido. Por su parte, Ichigo sacó a Gatita-chan de la trasportadora con sumo cuidado y juntos entraron a la casa.—¿Estas lista? ¡Ya puedes abrirlos!

—¿Pero quién eres tú, hermosa? —Dijo tomando a la pequeña, quien sorprendentemente no opuso ninguna resistencia, de los brazos de Ichigo, anonadado por la facilidad con que Orihime reconoció que era una gata y no un gato.

—Te presento a tu nueva compañera de cuarto.

—¿Eh? Pero Ichigo-kun… tu sabes que yo… que aquí no puedo…—En cuanto la posibilidad de perder a su nueva y pachoncita amiga se le cruzó por la mente, sus ojos comenzaron a ponerse rojos.

—¡Ah, ah, ah! Tengo esto para ti.

—¿Qué es?—Con dificultad, considerando que sólo podía utilizar una mano, Orihime desdobló el papel que decía:

Yo, Ichinose Izumi, te autorizo a ti, Inoue Orihime y al gritón de tu novio,

Ichigo no sé qué, para que tengan una linda gatita en el departamento. Cualquiera

que diga lo contrario o intente molestarlos se las verá conmigo.

Por cierto, dile a ese cabeza de zanahoria que más les vale cuidarlas, o conocerá

de cerca mi sandalia de baño especial.

—Pero… ¡Cómo? ¿Conoces a Izumi-san?

—Es una larga historia, pero sí. Fui a buscarla para que ni tú ni Gato tuvieran problemas.

—Entonces… ¿De verdad puede quedarse conmigo?

—Sí. De ahora en adelante ella será tu compañera de aventuras.

—¡Gracias!— Y ahora ya sin contenerse, la chica se puso a llorar de felicidad, besando primero a Ichigo y luego a Gatita-chan. Después de eso, la pequeña, ya sintiéndose en sus dominios, se soltó del abrazo de la joven para ir a explorar su nuevo hogar, situación que Orihime aprovechó para abalanzarse sobre Ichigo.

—Siempre quise tener una gatita. —Confesó aferrada a su cuello, todavía llorando.

—Lo sé, me lo dijiste una vez cuando te ayudé con tu exposición de inglés.

—¡Lo recordaste!—Exclamó ella feliz y avergonzada, pues ese mismo día fue cuando él escuchó de sus sentimientos de boca de Tatsuki-chan.

—Claro que sí. Y de ahora en adelante, no estarás más sola pues Gato y yo te vamos a cuidar siempre.

Conmovida como estaba, creía que su pecho iba a explotar de amor por él. Y como muestra de ello, lo besó profundamente intentando transmitir un poco de todo lo que sentía. Luego de unos segundos, su cerebro reaccionó a lo que acababa de escuchar.

—¿Gato?

—Si bueno… Prefiero que tú le pongas nombre.

—¿Y cómo le has dicho todo este tiempo?

—Gato… Pero Yuzu y Karin le dicen Gatita-chan.—Confesó disimulando su vergüenza.

—No tienes remedio, Ichigo-kun.—Luego de darle otro rápido beso en los labios, volvió a tomar a la gatita en sus brazos y dirigiéndose a ella dijo:—¿Cómo te gustaría llamarte, hermosa gatita?

Luego de meditarlo un poco, por fin dijo:

—¿Qué te parece Himeko?

—Le queda perfecto.—Dijo mirándolas a ambas sumamente enamorado y feliz de haber cumplido su cometido.

—¡Pero Ichigo-kun! ¡No tengo ni comida, ni arena, ni una camita apropiada para Himeko-chan! ¡No tengo nada!—Advirtió histérica.

—Tranquila. Por qué no te ayudamos a terminar tus quehaceres y luego los tres vamos de compras. ¿Qué te parece?

—¡Excelente!

Luego de besarlo una vez más, la chica se dedicó a terminar de barrer y ordenar los muebles, mientras Ichigo se encargó de los trastes y la cocina. Entre tanto, la pequeña Himeko se encargaba de regar la basura que ellos apilaban para recoger, cosa que lejos de molestarlos, les causó ternura infinita, aunque al final tuvieron que admitir que eso les quitó bastante más tiempo del que planearon. Cuando por fin terminaron, Orihime se fue a cambiar; al cabo de un rato salió con unos jeans, unas flats color rosa claro y una blusa blanca de tirantes debajo de un suéter delgado igualmente rosa. Finalmente, ató su cabello en una coleta.

—Qué hermosa eres. —Le dijo Ichigo mientras la abrazaba por la cintura y hundía su nariz en su cuello, aspirando su delicioso aroma a flores. Sonrojada y sorprendida por el gesto, Orihime tardó en corresponder el abrazo. —¿Nos vamos?

Tomando con una mano la transportadora de Himeko-chan y con la otra a Orihime, los tres se dirigieron al centro de la ciudad donde se encontraba una enorme tienda de mascotas, seguros de que ahí encontrarían todo lo necesario para la pequeña gatita.

En cuanto entraron, los dos jóvenes se quedaron perplejos ante la gran cantidad de productos que había en la tienda; realmente su eslogan no mentía. "Todo para su mascota". Una vez dentro, se maravillaron al ver que no eran los únicos que llevaban consigo a sus amigos peludos. Mientras recorrían los pasillos en busca de todo lo necesario para cuidar a Himeko-chan, varias personas se detuvieron para admirar y dedicar halagos a la pequeña felina de los pelinaranjas, cosa que a Ichigo no le hizo mucha gracia y a Orihime la llevó a hacer migas con los humanos de muchos otros animalitos.

En algunas ocasiones, recurrieron a la ayuda de los dependientes de la tienda para que les indicaran el mejor tipo de comida o el tipo de arena adecuado. Al final, en su carrito había una bolsa grande de alimento seco de la mejor calidad, dos bolsas de arena, un recipiente para ponerla, una camita color rosa con una bola colgante como juguete, un par de frazadas, muchos platitos para su agua y comida con tiernos diseños que Orihime personalmente había escogido, un pequeño collar lila con una placa en forma de huellita con su nombre y dirección –la de Ichigo y Orihime por si las dudas– y muchos juguetes. Al ver la cantidad de cosas que llevaban, Ichigo comentó sabiendo en el fondo la respuesta de antemano:

—¿Crees que haya algo que podríamos dejar para después?

—Mmmm… ¿El collar tal vez? No va a salir sola nunca, así que podríamos dejarlo para otro día.—Después de un rato de meditarlo, Orihime sugirió no muy convencida, mirando el collar como si fuera la prioridad número uno.

—No lo creo. Más vale prevenir.—Ichigo tampoco planeaba dejarlo.—¿Las mantas?

—Owwww. ¿Pero si le da frío? Se ve que están súper calientitas. —Dijo Orihime abrazando una para demostrar su calidez y suavidad.

—¿Sabes qué? Vamos a llevarlo todo, no quiero que sufra por nada.—Al recordar como la había encontrado y lo que le habría podido pasar de no llevarla con él, Ichigo decidió que todo era necesario.

—¡Gracias, Ichigo-kun!—Una vez más, la pelinaranja olvidó que estaban en público y parándose de puntas, le dio un rápido beso en los labios.

—Son 19,000 yenes por favor.—Anunció la cajera cuando fue su turno de pagar. Sin más remedio, los chicos dividieron la cuenta y felices, salieron para abordar un taxi con destino a la casa de Orihime. A leguas se notaba que para Himeko-chan había sido suficiente paseo por un día.

En cuanto llegaron, hicieron el cambio de muebles necesario para acomodar la camita, alimento y arenita de la gatita, no sin hacer al menos 20 combinaciones diferentes hasta elegir el lugar indicado. Cuando terminaron, la minina estaba tan en confianza con su nuevo hogar, que parecía que llevaba años ahí. Luego de que los tres hubieron comido, los chicos se sentaron en el piso para jugar un poco con ella; mientras la veían saltar sobre sus piernas intentando alcanzar una varita con una pluma en la punta. Cuando la pequeña por fin se quedó dormida en el regazo de Orihime, sus ojos se llenaron un poco de lágrimas.

—¿Qué pasa amor, por qué lloras?—Dijo apartando unos cuantos cabellos de su frente. En la intimidad, Ichigo se permitía ser todo lo cariñoso que quisiera con su Orihime.

—Gracias de verdad, Ichigo-kun. Por darme esta felicidad y por garantizarle a Himeko-chan una vida llena de amor y cuidados.

—No tienes que agradecerme, esta pequeña, al igual que tú se robó mi corazón.

—Mejor nosotras que los gnomos come niños.

—¿Qué dices? ¡Esas cosas no existen!—Dijo Ichigo sin poder reprimir una risilla ante las ocurrencias de su novia.—Y aunque lo hicieran, yo ya no soy un niño.

—Eso ya lo sé, pero a veces, cuando el corazón de una persona es muy grande y bondadoso hacen una excepción y se lo roban para prepararlo con wasabi y crema de chocolate. Para ellos es un manjar.

—Pues entonces el que corre más peligro es el tuyo. No conozco a nadie con un corazón más bondadoso y grande que el tuyo.

—Ah pero por mí no te preocupes.—Dijo satisfecha levantando el dedo índice.

—¿Y eso por qué?

—Porque mi corazón te pertenece desde hace mucho.

Conmovido por el peso y significado de las palabras de la joven, Ichigo se limitó a besar su frente y a estrecharla contra su pecho, mientras ella decidía – aun con la gatita plácidamente dormida en sus piernas– qué película verían esa tarde. En ese momento, Ichigo no veía mejor manera de pasar el resto de su vida.

XoXoXoXo

¿Qué les pareció? *o* A lo mejor algo cursi al final, pero es que yo sigo creyendo que hasta el más rudo como Ichigo tiene su corazoncito y por Orihime haría todo. Además, ¿quién no moriría de ternura con semejante gatito lindo (o perrito o la mascota de su preferencia)? Finalmente, si así son de consentidores con la linda Himeko-chan, ¿cómo serán con Kazui? *q*

Por otro lado, tal vez este sea el capítulo más alejado a lo que podría haber ocurrido en esos 10 años, porque en el manga no se dan indicios de que la familia Kurosaki tenga mascotas, pero me pareció un lindo detalle que tengan un compañerito peludo. Espero que a ustedes les agrade también.

Me gustaría hacer unas aclaraciones rápidas:

-El sonido que escucha Ichigo "nyan-nyan" es la onomatopeya japonesa del sonido de los gatitos, es decir, es el sinónimo de "miau".

-En Japón, no sólo a los maestros se les dice "sensei", también a los doctores e incluso a los mangakas.

-Como habrán notado, mi inspiración para Ichinose Izumi fue la grandiosa maestra de los Elric, Izumi Curtis. Espero haber hecho un buen trabajo con ella. :D

Nuevamente les agradezco con todo mi corazón que hayan leído este capítulo y les pido que si les gustó me lo hagan saber a través de un review; de igual forma, si tienen alguna duda, queja o sugerencia de algún momento que les gustaría ver en este fic, les pido me la hagan saber por el mismo medio.

¡Mil gracias por leer y por favor dejen reviews! Espero ansiosa conocer su opinión. Muchos besos. 3