Bleach
Ichigo / Rukia
Advertencia: engaños, infedelidad, mentiras. Desde el comienzo fueron advertidos no acepto mensajes de quejas al respecto.
Capítulo VII
Habían jurado no volver a hacerlo, sin embargo estaban uno en frente del otro, siendo incapaces de mirarse a los ojos.
—Hola… —saludó.
Intentó en lo posible parecer despreocupado, pero lo cierto es que los latidos de su corazón estaban empezando a preocuparle.
—Hola —respondió ella.
Fue tan solo un segundo que sus miradas se encontraron, pero bastó para que terminaran besándose.
Tal como habían prometido nunca volver a hacerlo…
Lo habían acordado y había existido una fuerte intención de cumplirlo. Una vez que alguno cedía y tomaba la iniciativa, terminaba pasando justamente eso porque el otro simplemente también lo quería en el fondo. Y lo sabían.
—¿Por qué? —quiso saber ella.
Lo cierto es que no tenía la respuesta, pero era capaz de sentirla.
En sus pantalones.
Se sentía una mierda de persona, pero eso que estaba experimentando era tan involuntario como necesario.
—¿Por qué sigues tú aceptándolo? —inquirió él.
Siempre eran las mismas preguntas, la única diferencia era quien las formulaba primero.
Ichigo se había impuesto límites y los había transgredidos casi todos. Honestamente pensaba que no era irreversible el daño si no tenían sexo, aunque en el fondo también estaba consciente de que ese era una manera de sentirme menos mal con lo que tenía plena consciencia no estaba bien.
Un auto engaño que funcionaba lo perfectamente bien como para todavía dormir al lado de su novia por las noches.
Si bien no habían tenido sexo, las cosas si habían avanzado lo suficiente como para estar rozando su erección con la entrepierna de ella.
—Ichigo, detente —solicitó con evidente esfuerzo.
Resultaba notorio el esfuerzo, dado que estaba percibiendo la humedad proveniente de ella traspasar la tela, haciendo el contacto casi tan íntimo como si no hubiese algo de por medio.
—No quiero… —fue honesto como pocas veces al respecto.
Podía ver perfectamente el punto donde sus sexos se estimulaban el uno al otro.
—… pero si en realidad tú no… —soltó.
Le costaría, pero lo acataría.
—Esto está mal… —contestó ella.
—Eso no responde lo que te pregunté —refutó.
Se detuvo y le dio el tiempo para que lo hiciera. Era una respuesta que necesitaba obtener.
—No es justo —murmuró.
—Rukia… —musitó.
No había tenido la intención real de manipular su respuesta, no obstante ella estaba evitando darla, y aunque sabía que aquello que hacían era una traición de la peor clase, se había transformado en todo lo que podía pensar a ratos. Estaba todo el día excitado…
Había escuchado que eso ocurría sobre todo al comienzo de las relaciones cuando las parejas comenzaban a experimentar sexualmente, sin embargo a él no le había pasado antes. Si tenía que ser honesto apenas podía remembrar su primera vez. Había sido con Orihime y había estado tan ebrio que le daba vergüenza recordarlo, o más bien el no poder hacerlo. Habían comenzado a tener sexo una vez que Kazui había nacido y ellos comenzaron a vivir juntos de manera oficial.
La besó, y aunque había dejado de moverse, todavía estaba en contacto con su sexo. Ella no había dejado en ningún momento de sujetarlo con sus piernas y si tenía que decirlo, con bastante firmeza.
—No habría vuelta atrás… -habló con suavidad.
—Dejemos de engañarnos al menos a nosotros mismos —pidió él.
—Nunca hubo vuelta atrás… desde el comienzo, ¿no? —asumió.
—Rukia… —mencionó su nombre.
Ella misma movió hacia un lado la ropa interior, permitiéndole el acceso que pobremente la delgada y húmeda tela le había negado.
Por un escaso segundo titubeó, pero las dudas se disiparon cuando finalmente se vio rodeado del calor húmedo que ella le proveo. Fueron segundos, pero habían resultado unos muy difíciles de controlar. Casi había acabado sin siquiera haber entrado del todo.
Rukia se movió, y aquello permitió que entrara del todo. La miró, y notó que había unas lágrimas acumuladas en sus ojos, y ella, que al percatarse de que había sido vista, lo abrazó y escondió su rostro en el lugar tras su cuello. Nunca había experimentado sentimientos tan ambiguos; no tuvo que preguntarle que le pasaba, porque él estaba sintiendo lo mismo, estaba intranquilo y cada vez que dimensionaba lo que hacían, aquello no disminuía, pero a su vez lo extraño era que a pesar de eso, no podría considerar detenerse.
Los gemidos que ella intentaba acallar sólo estaban provocándolo más. Quería ir más profundo si podía y más rápido si ella lo aceptaba.
El sonido ahogado de su sexo albergando el suyo lo distrajo lo suficiente como para olvidar los problemas que lo aquejaban. Sabía que tendría tiempo más tarde para arrepentirse, pero en ese momento no sentía que pudiera estar haciendo algo distinto a lo que hacía.
Quería hacerla sentir bien, conociéndola ella debía estar llevando una gran culpa en sus hombros en ese momento, como la de él, no obstante él estaba acostumbrado a cargar con la culpa. Se había acostumbrado a ello y de hecho no concebía una vida distinta, con menos pesares.
No la había tocado demasiado, de hecho evitaba hacerlo. Estaban en su oficina, contra una fría y dura pared, en un punto algo escondido de la vista, pero era un lugar que podría presentarse alguien en cualquier momento.
Había aprendido con el tiempo que a ellas les costaba más acabar y habían pasado tres minutos desde que había entrado, uno desde que lo había hecho en ella…
Durante los esquivos —y nunca buscados— encuentros previos, habían evitado llegar a lo que habían terminado llegando ese día, aunque se había imaginado después de esas fortuitas reuniones, el haberla tocado más.
Dirigió su mano a la abertura que los movimientos bruscos habían dejado, y se encontró con una piel cálida y suave. Rozó con delicadeza poco usual el lugar donde su pecho comenzaba abultarse, encontrándose con unos pechos considerablemente menor a los que estaba acostumbrado.
Rukia intentó retirar su mano, pero él no se lo permitió. Ella era liviana y pequeña, razones por las que en el pasado la molestó, pero que en ese momento resultaron convenientes.
—Déjame verte… —solicitó.
Lo había pedido de un modo que sonó a ruego, pero había conseguido que ella dejara de forcejear. También había logrado ver su rostro sonrojado como pocas veces lo había visto.
Aprendió en ese momento que el tamaño nada tenía que ver con la sensibilidad, porque cuando el succionó su pezón ella lo apretó de un modo que temió que su erección no volviera a ser la misma.
Ella comenzó a mover sus caderas, indicándole que eso que habían comenzado tenía que acabar. Rukia volvió a esconder su rostro, esa ocasión apoyando la frente en su pecho, para poco después comenzar a comer y lamer la piel expuesta y a su alcance, moviéndose de modo de encontrar el ritmo apropiado, buscando la fricción de manera vehemente, como si tratara de apresurar las cosas.
—Dentro no —pidió ella de manera sensual.
Sabía que era algo irresponsable, pero no se suponía que se lo dijera cuando ya no había nada que hacer porque ya estaba hecho. Había dejado de moverse, y sin embargo todavía estaba dentro de ella, no tenía la misma rigidez de hacía tan solo diez segundos antes de haber acabado, pero al parecer eso había sido suficiente para comenzar a ser testigo de cómo Rukia comenzaba a temblar incontrolablemente.
La respiración de ambos se regularizó después de unos instantes, así como también comenzaba a enfriarse el sudor. La posición en la que estaban comenzaba a volverse difícil de mantener, tal como notaba que era bastante ridícula si no se estaba inmerso en lo que era la lujuria en sí misma.
Se sentía aliviado, pero a la vez nunca se había encontrado más incómodo en la vida.
—Tengo cosas que hacer —dijo ella.
Asintió y se alejó, no sin antes mirar hacia atrás de reojo, pudiendo ver que de camino hacia su escritorio, ella se acomodaba la ropa.
En ese momento estaba segura que tenía muchas cosas con las que lidiar.
Al igual que él mismo…
.
Soñó con Kon…
Él, tal como había llegado a su vida, había desaparecido. Sin aviso.
Recordaba lo que había pensado cuando estaba decidiendo si se quedaría en el Seireitei o regresaría a su mundo, en sus planes había estado el que Kon cuidaría de su cuerpo, obteniendo teniendo él mismo uno de verdad, permitiéndole dejar ese peluche sucio y remendando. Hubiese sido una situación donde ambos se beneficiarían, porque de esa forma estando él, nadie se cuestionaría sobre su paradero, y él velaría por sus hermanas, que era la más grande de sus preocupaciones en ese otro lado. Kon, era, a pesar de todo, confiable y sus hermanas aunque conocerían la verdad, estaba seguro sería menos impactante que de pronto dejar de verlo un día, sabiéndolo en un lugar al que no podían ir si lo necesitaban, sin embargo nada de eso ocurrió. Él desapareció poco después de que él optara por regresar, aunque sabía que estaba bien, porque de si algo estaba seguro, era que él sabía cuidarse y salir airoso de las más insospechadas de las situaciones.
—Ichigo —lo llamó Orihime.
Desde ese día mirar a su novia a la cara de había transformado en el más difícil de los retos. Sentía que la culpa lo carcomía.
—¿Sí? —quiso saber.
—¿Estás bien? Estabas hablando dormido… —manifestó —. Llamabas a Kon…
—¿A Kon…? —dijo como si lo que dijo ella fuera una completa locura —. ¿Por qué hablaría de ese mal agradecido? Vuelve a dormir… Lamento si te desperté.
Orihime se movió, y de algún modo se las arregló para acercarse más a él, y terminó acurrucándose a su lado.
—Si algo está mal sabes que puedes decírmelo… —dijo con suavidad.
Era claro que estaba preocupada por él y que aquello no la dejaba descansar. Ella se comportaba de esa manera tan considerada con él, no obstante aun así él…
La había engañado…
—Discúlpame, iré a tomar una ducha… tengo calor —le dijo.
Ella asintió y se acomodó nuevamente en su lado, colocando sus brazos bajo la almohada.
Mientras estaba en la ducha, tomando el baño que en realidad no podría haber llegado en un mejor momento, remembró con peligrosa prolijidad los besos que ella le había dado en el cuello y también en los sutiles gemidos que había dejado escapar cuando el aire había sido escaso; le encantó la forma en la que ella reclamaba su espacio, pero como a la vez no permitía que se alejara demasiado.
Los besos de Rukia no seguían un patrón. Podía estar besándolo un segundo, y al otro, podía estar lamiendo su cuello. No pudo en ningún momento anticipar sus movimientos, y eso a él como guerrero era algo que invitaba a la adrenalina y la excitación que ésta desencadenaba. Era un desafío implícito; como una batalla a la cual él no podía preludiar y por lo tanto no estaba seguro de saber el resultado final, creándole expectación. Y más agitación.
—¡Mierda! —expresó con ira.
Cada día era más complejo el sobrellevar la situación. Conforme los días sólo se sentía peor.
Se secó y pasó por fuera de la habitación de su hijo, que dormía plácidamente. Había tenido la intención de sólo mirarlo desde la distancia, pero no pudo resistir el cubrirlo mejor, y acariciar su cabello.
—¿Ya es hora de levantarse? —preguntó el niño.
Ichigo sonrió. No habían pasado ni siquiera tres horas desde que él se había ido a dormir.
—No, duerme… todavía queda tiempo —le informó sonriendo —. Lamento si te desperté.
—Papá… buenas noches —dijo Kazui —. Te amo…
Kazui era un niño que al contrario de él, demostraba sus sentimientos con claridad, y aquello lo dejaba tranquilo, porque él siendo como era, había causado estragos…
Ojalá su hijo nunca tuviera que pasar por lo que él, porque si era de esa manera, y lo seguía siendo, nunca tendría que esconderse o arrepentirse por no haber hecho las cosas, o decirlas…
—Yo te amo más —respondió.
A su hijo había sido la única persona a la que él abiertamente había reconocido y le había dicho que lo quería, y se sentía demasiado bien el poder decirlo…
.
Despertó con unas sonrisas y unas voces que reconocía perfectamente. Orihime le había permitido a Kazui de nuevo colarse en medio de la noche.
Usualmente aquello era motivos de discusión, pero en ese momento no tenía ninguna intención de hacer problema por ello. No había motivo alguno por el que él buscara una discusión con ella, porque no tenía ningun derecho luego de lo que le había hecho.
—Ve a tu cama Kazui —dijo en voz baja Orihime.
—¡Pero la cama estará fría! —justificó.
—A papá no le gusta… —le advirtió.
Escuchó a Orihime hacerle cosquillas al niño para persuadirlo. El movimiento en la cama también así lo indicaba, como también la risa d él. La risa de su hijo era lo más hermoso de oír.
Todavía le era difícil de creer el haber podido colaborar con su existencia, porque era demasiado perfecto y hermoso como para haber tenido participación en ello, porque todo lo que tocaba lo destruía o lo dañaba, no obstante el parecido era innegable.
—Ve —dijo ella antes de terminar.
Esperó a que él se levantara y diera unos pasos antes de hacer su entrada en escena.
—Creo es demasiado tarde —dijo Ichigo —. Ya sé que pasaste la noche aquí.
Se levantó con rapidez y lo alcanzó tras un salto y dos zancadas.
—Te he descubierto ya —lo implicó.
Ichigo levantó a Kazui y lo llevó de regreso a la cama, y lo atacó con cosquillas y besos.
—¡Papá! —lo llamaba —. ¡Ya déjame!
Los tres estaban riendo por la situación. Ella los miraba embelesada, y con una sonrisa enorme en su rostro, mientras él no podía evitar estar pendiente de esa expresión.
Sonreía como ellos, y estaba feliz, pero no dejaba de sentirse una mierda.
La había cagado medio a medio y no había modo de volver atrás. Estaba arrepentido, y no había manera de que él pudiera guardarlo por mucho tiempo más.
Se limitó a disfrutar de esa mañana, porque a partir del día siguiente volvería al trabajo.
.
Podía sentir ese inquietante reiatsu acercarse a él. Nunca pasaban cosas buenas cuando la persona poseedora de ese reiatsu hacía contacto con él.
—Buenas tardes, Kurosaki —saludó.
No había modo de escapar de él, pero nadie podía culparlo por intentarlo.
—Urahara-san —respondió —. Buenas tardes…
Con ese tono hostil y con lo que tardé en encontrarte cualquiera diría que estabas intentando evadirme... – sonrió de manera perversa.
Era difícil escapar de él y también engañarlo. No creía conocer a una persona más inteligente que él.
—No tengo motivos —explicó —. No me di cuenta.
—Yo hubiese apostado que tus capacidades no se habían oxidado aun después de llevar una vida tranquila y ordinaria… —dijo con falso pesar.
"Debe ser grandioso llevar una vida tranquila y ordinaria"
Esas palabras dolían. Alguien las había dicho antes y él lo había anhelado también, y le había costado muy caro…
A veces había que tener mucho cuidado con lo que se desea.
—¿Ocurre algo? —consultó cambiando de tema con brusquedad —. ¿Me buscaba?
—En realidad sí… quería entregarte esto personalmente —indicó.
El hombre se acercó y le entregó un sobre que en si no tenía nada de extraordinario.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Me parece que es un sobre —respondió el hombre con obviedad.
—¡Eso ya lo sé! —contestó con enojo.
—Pues… yo apostaría que es una invitación —agregó él —. Si no me equivoco está extendida a ti, a tu esposa y tu hijo.
Ichigo decidió leer por sí mismo de qué se trataba el asunto, y tal como había dicho, se trataba de una invitación a una celebración que se haría con todos los Shinigami e invitados especiales. Los motivos no se explicaban, pero indicaba que "serían muy felices de poder contar con su presencia"
—¿Llevarás a tu familia? Tu hijo parece bastante interesado en el Seiretei —expresó.
—De hecho, no me he casado, pero le extenderé la invitación a Orihime —respondió Ichigo.
Urahara cubrió su boca con un abanico, ocultando la sonrisa que Ichigo adivinaba era maquiavélica.
—¿Vives en el pecado, Kurosaki? —se burló.
Se sonrojó. Sabía que no era demasiado habitual, pero cada vez era más aceptado por la sociedad el que no hubiese un compromiso adquirido mediante escrituras y reconocimiento de las autoridades competentes en el tema: las parejas jóvenes optaban por la convivencia antes que el matrimonio.
—¿No lo haces tú también? —rebatió.
Urahara se quitó del rostro el abanico que lo cubría, y pudo apreciar una sonrisa más pequeña.
—Vaya, vaya… ¿qué ideas te has hecho? —consultó divertido.
—¿No son Yoruichi-san y tú…? —respondió.
La risa apenas disimulada se dejó mostrar. Aquello le divertía e manera notoria, pero cambió de tema diametralmente.
—¿Irás? —consultó él.
Después de lo que había pasado con Rukia no había vuelto a sopesar el ir allá. No creía que hubiese pasado el tiempo suficiente.
—No lo sé, habría que verlo —agregó.
No quería ir. Mucho menos quería llevar a su familia allá, pero no se le ocurría ninguna excusa lo suficientemente buena para justificarse. Él no era bueno mintiendo.
—Me pareció que el pequeño, ¿Kazui es su nombre? Estaba encantado con la idea… —anunció.
El muy maldito le había dicho ya al niño, a quien la sola mención de los Shinigami le entusiasmaba. No dejaría de hablar de ello, y a él le costaba demasiado decirle que no.
—Lo hablaré con Orihime —murmuró.
—Oh, ella dijo que para ese día no habían planificado nada —enunció.
—¿Sabes más acerca de nuestros horarios que yo? —inquirió molesto.
—No lo sé… tal vez tú no andas con la cabeza donde corresponde… —habló con sarcasmo.
Con ese hombre nunca sabía si lo que decía tenía alguna clase de sustento, conociéndolo, probablemente sí, pero habían cosas que simplemente él no debería saber, ¿o era acaso omnipresente?
O tal vez simplemente él estaba demasiado sensible al respecto…
—Supongo que iremos… —habló finalmente.
Había manipulado su respuesta completamente. Probablemente era fuera su verdadera misión.
—Le haré saber tu respuesta al capitán Kyoraku —se despidió sonriente.
"Y una mierda" pensó.
Iba a ir donde sabía que no debería y recordar con más intensidad aquellas memorias de las que buscaba escapar, pero también atesorar…
Estaba confundido y se sentía perdido…
"Hace tiempo que no te sentías así… ¿no? Ichigo…"
No; eso era lo último que faltaba...
No de nuevo… él no…
Continuará...
Hola... ¿se acuerdan de mi...? ¿o de esta historia? Ha pasado tiempo...
Espero que estén bien. Yo no los olvido... nunca he sido más feliz escribiendo como cuando lo hacía acá, para los ichiruki.
Me siento finalmente preparada para retomar esta historia y darle un final, pero soy honesta y pido su apoyo. Las cosas no son como antes... ojalá me hagan llegar sus reviews. Son realmente necesarios en este punto, porque quiero saber si quieren seguir leyéndome.
Un pequeño adelanto de lo que vendrá en el siguiente capítulo...
- ¿No estás casado? -inquirió con rabia.
- Nunca dije que lo estuviese... -espetó -. Simplemente todos lo asumieron
No creía que fuera posible, pero sentía que ella lo estaba increpando delante de Renji y Orihime...