Nathaniel alzo la mirada de su cuaderno de dibujos soltando inmediatamente el lápiz, sorprendido e incrédulo asomándose un leve rubor por lo que acababa de escuchar. Este se había quedado en el salón, luego de que tocara la campana de receso. Distraído de todo su alrededor, dedicándose solo a dibujar.

No obstante solo al escuchar eso, sin creer lo que oía, levanto la mirada y pronuncio un "¿Qué?" esperando que lo repitiera la aludida.

—Enséñame a dibujar —Le repitió, quien era nada menos que Chloé que con los brazos cruzados y moviendo el pie impacientemente, miraba detenidamente al pintor.

— ¿P-por qué? —Le pregunto aun sin quitar su asombro que le ocasiono esa petición.

—Porque quiero aprender —Le contesto como si fuera lo más obvio del mundo y dicho eso le entrego un pedazo de papel, y él lo agarro— Es el hotel y el número del cuarto —Le dijo, mientras él lo abría y leía la dirección— Seguramente lo sabias, pero por las dudas —Añadió y con eso dicho y ya dándole la espalda al dibujante ella exclamo...

"Te espero mañana a las ocho"

Desapareciendo por la puerta del salón, mientras que Nathaniel aun no asimilaba la situación y escéptico vio como ella se iba, porque ella no espero la respuesta a su petición, dándolo por asumido que aceptaba.

Y si tenía toda la razón, ya que Nathaniel no tenía la intención de rechazarla, además de que por ese motivo su rostro se encontraba tan rojo que igualaba su rostro como el de un tomate. Sin embargo de toda la situación no entendía porque Chloé quería aprender a dibujar como si no supiera.

Porque ella, la superficial y caprichosa. Esa que por algún extraño motivo cautivo su corazón, es la que dibuja siempre en su rostro una sonrisa.

Y en ese instante en que sus pensamientos lo llevaron a eso, tomo su lápiz y en una hoja en blanco la empezó a retratar a Chloé a la dueña de sus sonrisas y la que se encarga de dibujarlas.