Disclaimer: Los personajes, algunas locaciones y demás de Saint Seiya Lost Canvas no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi.
IN SPITE OF ALL THE DANGER
Capítulo 1: Lluvia y soledad.
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Llovía intensamente, una niña de cabellos castaños corría protegiendo una cesta de flores por los alrededores del santuario de las 12 casas.
— ¡Debo apresurarme o todos los pétalos caerán antes de que llegue con el patriarca!
Ese arreglo de flores que llevaba era una ofrenda de su pueblo Rodorio hacia la Diosa Athena, por lo tanto no debía de arruinarse. Sentía que no podía más, que fallaría en su tarea y se arruinarían esas bonitas flores por su torpeza, en eso, un muchacho que parecía ser parte de la mismísima lluvia la cubrió con una capa blanca.
— ¡Muchas gracias! —gritó Agasha, la niña, sorprendida, aferrándose a la confortable tela blanca que ahora la protegía de la lluvia.
Al ver que aquel joven de cabellos celestes no le contestaba, se acercó hacia él, pensando que quizás no la había escuchado por la fuerte lluvia. Estaba a punto de hablar nuevamente, pero el joven la interrumpió.
— ¡No te me acerques! —demandó con tosquedad.
Ella quedó perpleja ante tan fría respuesta. Al darle una segunda mirada pudo darse cuenta de que este joven misterioso era uno de los doce caballeros dorados del Santuario. El muchacho tenía bonitas facciones y unos ojos azules que hipnotizaban a cualquiera. Ella había escuchado de un caballero de tales características: el caballero dorado de piscis, Albafika.
Él siguió su camino, ignorando todo lo que ella pudiera estar pensando en ese momento.
— Eso estuvo cerca —pensó.
Caminó unos pasos, llegó a su templo y siguió en dirección al jardín de rosas demoníacas. La lluvia ya se había transformado en una ligera llovizna.
— Este jardín no ha cambiado nada —se dijo para sí, contemplando su alrededor —Es un lugar donde no hay más que rosas envenenadas —agregó muy triste— Sin nadie, sin aves, sin insectos, sin ninguna otra planta.
Se sumió en un suspiro y se sentó en el medio de ese jardín carmesí, frente a lo que parecía ser una lápida.
Agasha estaba sentada en un banquillo de madera que estaba en la entrada de su casa, ayudándole a su padre con algunos arreglos florales.
— ¡Fue muy grosero, yo sólo quería agradecerle! —refunfuñó.
— ¡Ay mi querida hija!—suspiró— Hay una razón por la cual el señor Albafika se comporta de esa forma —se detuvo unos segundos y luego continuó— Debido a su duro entrenamiento, parte de su sangre está envenenada. Él realmente cree que su cuerpo es un peligro para los demás. Piénsalo —sonrió— tal vez si no te hubiera tratado así, no estaríamos hablando de esto ahora.
La florista no podía creer lo que su padre le estaba contando y se sentía mal porque lo había juzgado duramente. Había hasta llegado a pensar que la había tratado de esa forma por narcisismo, por creerse superior a ella por su belleza ¡Qué errada estaba!
— Ahora entiendo ¡Qué tonta fui!—susurró y se quedó unos segundos pensativa, asimilando lo que le había dicho su padre. Inmediatamente, le entró una duda que la empezó a carcomer— Pero, entonces ¿El señor Albafika no tiene amigos? Seguramente debe de sentirse muy solo.
— No sé si a tal extremo —rió al verla tan preocupada— Supongo que de alguna manera se relaciona con los otros caballeros dorados.
Tiseo era un hombre de unos 40 años, robusto, alto y sobre todo una muy buena persona. Él había perdido a su esposa Eliselda y tuvo que cuidar de Agasha desde que ella tenía siete años. La pérdida de su esposa lo había afectado bastante y a veces sentía un vacío muy grande que sólo podía calmar su hija que le hacía recordar mucho a su esposa en la gran mayoría de sus aspectos: su carácter, su apariencia, su color de voz y muchas actitudes que le hacían sentir que por un momento su amada estaba con él.
Habían pasado dos días desde el encuentro y la florista aún tenía con ella la capa del caballero. La había lavado y colgado en la puerta de su cuarto. Sabia que algún día debía devolverla, pero no se animaba a hacerlo. Había pensado en la posibilidad de que él fuera a la aldea a buscarla pero, al ver que los días pasaban y no había ninguna señal del Santo Dorado, decidió llevársela ella.
— Papá, iré al santuario a devolverle esto al señor a Albafika —anunció con la capa entre sus manos.
— Está bien hija, pero no creo que puedas entregársela personalmente.
— Lo sé, pero no importa —sonrió— me encargaré de que mi gratitud le llegue de alguna forma —contestó y partió hacia el santuario con su cabello ondeando al viento.
El pisciano se encontraba descansando en su templo luego de haber terminado de entrenar. Estaba muy cansado y le dolía todo el cuerpo, pero no se podía dormir. De repente comenzó a oír unos pasos que se adentraban en su templo.
— Buenas tardes, Albafika —dijo una voz— ¿Cómo te encuentras?
— Buenas tardes, Shion —contestó seriamente— ¿Te puedo ayudar en algo?
Shion de Aries tenía el cabello verde claro y dos puntos rojos en su frente, era un lemuriano bastante común y poseía las características de todas las personas que eran de Jamir; era un muchacho sabio y dedicado.
— No, gracias —le sonrió— sólo quería pedirte permiso para pasar por tu templo y, saber cómo estabas —El pisciano ni lo miró.
— Estoy bien, gracias. Puedes pasar por mi templo.
El ariano estaba acostumbrado a la actitud huraña del caballero de Piscis, pero aun así no descartaba la idea de que el esquivo muchacho debía sentirse muy solo e intentaba, las pocas veces que lo veía, entablar alguna conversación para ganarse su amistad.
— ¡Qué bueno! —respondió algo incómodo, no sabiendo cómo continuar luego de tan fría contestación.
Piscis no contestó nada, sólo esperaba que el Caballero de Aries se fuera de su templo. En ese momento, una herida que se había hecho en su entrenamiento empezó a sangrar. Shion lo notó y comenzó a preocuparse.
— Albafika ¡Estas sangrando! ¿Qué te pasó? — olvidándose de todo lo de la sangre envenenada, se acercó a él. Estaba casi rozándolo, pero el pisciano rápidamente se corrió a un lado.
— ¡Aléjate, Shion! Sabes que no...- el ariano no lo dejó terminar.
— ¡Yo no le temo a tu sangre envenenada, Albafika! —respondió alzando la voz.
No pudo darle ninguna respuesta, estaba sorprendido de que alguien tan protocolar como Shion tuviera una reacción así.
Al ver que el bello muchacho no le contestaba, el santo de aries decidió seguir su camino, ya que debía ver al Patriarca Sage.
— Ten eso en mente —agregó como despedida.
Albafika se quedó conmovido, no lo podía creer.
— Es una lástima, seríamos buenos amigos de no ser por… esto —se dijo acomodando la venda que se había puesto sobre la herida que Shion había visto sangrando. De todas formas, él prefería estar solo antes que soportar la perdida de alguien más por culpa de su sangre.
Estaba a punto de dormirse cuando, nuevamente, unos pasos lo interrumpieron.
— ¿Quién podrá ser ahora? —pensó abriendo sus ojos lentamente.
— Bu bue-nas tardes —balbuceó una dulce voz.
Ni la miró, pudo reconocerla de inmediato.
— ¿Quién te dio permiso para entrar a mi templo?
— Emm, disculpe señor —contestó entre apenada y sorprendida, no esperaba encontrárselo allí— pero es que tenía que devolverle esto —dijo enseñándole la capa.
— Está bien —bufó— Déjala en el piso y retírate.
— Bueno —replicó descolocada —Pero antes, yo quería agradecerle por lo del otro día —se puso nerviosa al ver que el santo seguía ignorándola— la lluvia… usted… yo… capa.
— No fue nada —rebatió, intentando sonar amable.
— Bueno, mejor será que me vaya —sonrió— Ah y mi nombre es Agasha —acotó, retirándose lentamente.
— Agasha —repitió por lo bajo —Es una niña muy dulce —pensó, dejando caer sus parpados para sumirse en un profundo sueño.
Notas de la autora:
¡Hola a todos! Bueno, este es un fanfic que empecé a escribir hace como 5 años atrás jaja. Nunca lo subí a esta plataforma, siempre me limité a facebook y bueno como pasó tanto tiempo me decidí a reescribirlo (agregando o quitando algunas pequeñas cosas) Si ya lo conocen y vienen leyéndolo hace rato, sigan porque como ya dije cambie unas cuantas cosas. Con respecto a la historia: está situada casi tres años antes de la guerra santa (un poquiiito antes de que Tenma vaya al Santuario a entrenar) y de la muerte de Albafika, Agasha tiene 12 y Albafika 20 años. Con el correr de los capítulos van a entender por qué es tanto el tiempo. En fin, espero les guste y los espero el próximo capítulo :)