Desde que nació y la sostuvo por primera vez en sus brazos, tan pequeña, tan frágil. Juro que la iba a proteger.
En el instante en que sus ojos azules se posaron en los suyos, haciendo contacto visual a sus profundos ojos negros e inocentes o cuando Pan con su mano tan pequeña tomo su pulgar. Rectifico lo anterior dicho.
Necesitaba protección y Trunks se la iba a dar. A cambio a él le daba felicidad, no pudiendo evitar que se le dibujara una sonrisa en su rostro cada vez que la veía.
Como en el momento en que oyó la primera palabra de Pan que no fue más que su nombre. Dandole una alegría inigualable.
Ella dependía de él. Lo quería y él también sentía lo mismo por la pequeña.
Luego de eso, ella empezó a perseguirlo por todas partes y con sus pequeñas piernitas corría para alcanzarlo. Esbozando su sonrisa, grande y radiante que ocasionaba que aunque él tenía un mal día, ella lograba apaciguarlo.
Era una niña, una dulce niña.
No obstante ella no podía ser una niña por siempre. Al paso de los años, ella creció y a medida que lo estaba haciendo se volvía mas intrépida, pero aun conservando su toque inocente, al avergonzarse y sonrojarse por cualquier situación.
Era audaz, valiente y se esmeraba en todo lo que hacía.
Y a pesar de que el tiempo pasaba y ella crecía, cambiando y convirtiéndose en una bella mujer con sus ya cumplidos veintiún años.
Ella aún seguia siendo una niña a sus ojos.
El tiempo pasó y la siguió considerando de la misma manera, pero había una diferencia, la cual ahora era su niña.
Y muy próximamente iba a hacer su esposa.