Dirigió sus pasos tan ligera como pudo. Poca soltura tenía su cuerpo con la lesión de su tobillo, más, forzándose a aparentar normalidad con tal de no estropear el enlace de su hermano. Se castigó mentalmente por ser tan influenciable. Por culpa de su personalidad sumisa, su pie se hinchaba sin parar y ni todo el hielo del mundo podía frenar el dolor. «No debería haber apoyado la idea de Minerva...» reflexionó apenada.

Se forzó a caminar erguida fingiendo bienestar, como castigo por su imprudencia. Era necesario ignorar los agudos pinchazos. Tenía que advertirla antes de que Sting se enterara.

Vislumbró la puerta cerrada donde su hermano se preparaba y un gesto de alivio se dibujó en su rostro. Aún no era tarde. Justo cuando iba a llamar, su madre salió por la puerta.

—Yukino, tu hermano está muy nervioso. Es mejor que lo dejemos solo, cariño. Por cierto —contempló sus pies descalzos— ¿No te gustan los tacones qué he comprado para ti? —la albina ocultó una mueca de dolor. «¡Lo que me faltaba con el esguince!»

—S-s-sí. Mamá.. —la sujetó con delicadeza del brazo y susurró en su oído.

—¡¿QUÉ?! —gritó la rubia consternada— ¡Tenemos qué sacarle de aquí YA!

Lucy cogió de la mano a su hija y la arrastró consigo, tan concentrada en su cometido que ni se percató de la disimulada cojera de Yukino. Aún con sus bolsos de diseño y su cita diaria en el spa, la rubia era una gran madre. Pero, en una situación crítica como aquella sólo tenía ojos para una cosa...

Entró desesperada, con la albina a sus espaldas apoyándose en la pared. En su amplio comedor, su marido conversaba entusiasmado con un desconocido de cabello anaranjado. Para desgracia de las féminas, en las manos del joven se depositaba abierto de par en par el viejo álbum familiar, donde podía apreciarse las imágenes de Sting en su niñez con su problema de obesidad.

—Natsu, ¿quién es nuestro invitado? —preguntó entre dientes Lucy. El pelirrosa abrió el hocico para contestar, pero el joven se levantó y cual caballero besó con delicadeza las manos de las damas.

—Enchantée madame, mademoiselle. Me disculpo por mi grosería, mi nombre es Leo y soy un joven reportero interesado en Sting. Espero no causar problemas.

«¿Colarte en nuestra casa el día de la boda de mi hijo un problema? No, que va» pensó irónica Lucy. Forzó una sonrisa y mandó a Yukino a conversar con él. Se acercó a su marido para hablarle con disimulo.

—¿Se puede saber qué has hecho? —su amplia sonrisa la encrespó todavía más.

—No te preocupes Luce, lo he encontrado jugando con Happy en la parte trasera del jardín, tenía un pastel de carne en las manos y le he invitado a pasar. ¡Estaba delicioso! —«Genial, Natsu ha vendido a nuestro hijo por comida»

—Amor... ¿eres consciente de la situación?

El sonido de unos pasos recorriendo el pasillo agudizaron sus sentidos. Buscó la mirada de su hija con ansiedad y se relajó un poco al ver la complicidad de ésta. Sting no podía descubrir aquella piedra en el camino o los nervios se lo tragarían. La misión de salvar su boda acababa de comenzar.

Gracias por leer y comentar, parece que no es Rogue el único con problemas. ¿Se realizará la boda? xD