Capítulo 2: Sentimiento de Culpa
Tres días después del incidente
Vanessa había ido a visitar a Ferb por voluntad propia, había hecho una promesa y estaba dispuesta a cumplirla. Desde que lo escuchó hablar sintió algo especial por él. Era menor que ella por algunos años pero la madurez con la que hablaba fue lo que más la impresionó. Esperaba poder ser su amiga.
Sin embargo cuando llegó al orfanato le esperaba una trágica noticia. Llamó a Ferb pero no obtuvo resultados. Los niños y las monjas habían salido del internado, ninguno quería darle respuestas, todos lucían como si una atmósfera sombría los cubriera y ciertamente ella sentía como si esta la cubriera.
No era normal ver a tantos niños juntos y callados. Los más pequeños lucían confundidos mientras que los mayores inútilmente trataban de detener las lágrimas. Buscó con la mirada una cabellera verde. No la encontró.
Preguntó a una de las monjas por la habitación del desaparecido. Aquella pregunta hizo que la mujer comenzara a llorar. Fue difícil entender lo que decía pero al final logró indicarle con la mano el lugar al que debía dirigirse si quería respuestas.
Nadie intentó detenerla pero aunque lo hubieran hecho ella no los habría escuchado, quería ver por sus propios medios lo que había sucedido. Tenía un presentimiento sobre lo que había ocurrido, su instinto de periodista le decía que todo estaba mal.
Hubiera deseado estar equivocada, lo que se encontró era más de lo que podía soportar. Se dejó caer de rodillas y se permitió llorar. Escuchó unos pasos acercarse pero no levantó su rostro del suelo, no quería volver a verlo.
Era tan horrible por todo lo que tuvo que pasar siendo tan solo un niño. Tenía todo un futuro por delante pero él mismo se había encargado de borrarlo.
—Esto es tu culpa —le dijo la monja con la que había hablado el día anterior —. Sabía que no le haría bien recordar lo ocurrido pero él insistió y creí que le estaba haciendo un…
Esa mujer no pudo seguir hablando pues el llanto hacía que sus palabras fueran incomprensibles, nunca había visto a una mujer tan destrozada. La mayor intentó calmarse pero le era difícil, en ese poco tiempo había aprendido a querer a Ferb como uno más de sus hijos.
—Debería irme —le dijo Vanessa sin disimular el dolor que experimentaba, sentía que el estar allí era una ofensa para la memoria del joven de los cabellos verdes —. No les haré perder más tiempo
—Espera —le dijo la monja a la vez que la detenía por el brazo, aun negándose a verla —. Él dejó una carta para ti, fue su última voluntad y estoy dispuesta a cumplirla, aunque no esté de acuerdo. Pobrecito mi niño, sufrió tanto pero finalmente puede descansar en paz.
El día del incidente
Linda no entendía a Candace. Si bien al principio le parecieron divertidas las ocurrencias de sus hijos con el tiempo las de Candace se tornaron molestas. Ella insistía que sus hermanos planeaban algo grande y extremadamente peligroso.
Phineas y Ferb le contaban sobre sus sueños de ser grandes ingenieros, sus planes para las vacaciones. Practicar surf, subir la torre Eiffel por fuera, crear nano robots, crear una montaña rusa entre otras muchas cosas más. Sus hijos tenían una imaginación ilimitada, eso no lo podía negar pero nunca creyó lo peligrosa que esta podía ser.
No se esperó que Candace les siguiera el juego. Ella era una adolescente pero parecía más interesada en delatar a sus hermanos que hacer amigos. Muchas veces le dijo que Phineas y Ferb estaban arriesgándose con sus experimentos pero ella nunca la escuchó.
Al principio lo tomó como una forma de llamar la atención. Si bien se había casado con Lawrence hace algunos años comprendía que su hija mayor hiciera esas cosas por algo de atención pero era algo que la estaba cansando.
Temía lo que pudiera llegar a ser de su hija. Por estar pendiente de lo que ellos hacían no saía con sus amigos, alegaba que como hermana mayor era su deber protegerlos del peligro que ellos mismos provocaban. Incluso se estaba haciendo daño con tanto estrés.
Esa obsesión se le estaba saliendo de las manos. La mayor parte del tiempo solo hablaba de dos temas, Jeremy y las travesuras de sus hermanos las cuales tendía a exagerar en gran manera. No se lo había dicho pero ya había hablado con una especialista en el tema y la psicóloga le había asignado una cita para la próxima semana.
No había tenido la oportunidad de decírselo y no la tuvo nunca pues después del incidente comprendió las razones de la mayor de sus hijos. Hablar con ella, disculparse tampoco fueron alternativas, después de conocer la verdad para ella el tiempo se terminó.
Ese día había salido de compras con su esposo, Candace insistió con lo mismo y ella la ignoró. No era que pensara que era una mentirosa o que tuviera problemas de vista, algo que consideró en varias ocasiones, era que le parecía imposible que sus hijos fueran capaces de hacer algo como eso.
Candace la alcanzó en el supermercado, lucía agitada por lo que dedujo que había llegado corriendo hasta ese lugar. Al principio pensó que algo había pasado con Phineas y Ferb pero al escucharla se sintió enojada.
—Pero es verdad, ellos terminaron esa cosa e invitaron a todos para que la usaran, si no hacemos algo pronto no habrá solución.
—Candace ¿de verdad crees que ellos podrían construir una montaña rusa? No se pueden conseguir fácilmente los materiales.
—Usaron materiales de la basura y eso es peor. Es inestable y peligroso.
—Candace, por favor, ya es suficiente. Phineas y Ferb son niños, nunca harían algo así, no tienen los medios para hacerlo.
Esa fue la última vez que Linda vio a su hija mayor. Eran niños, nunca imaginó que las palabras de Candace no estuvieran tan alejadas de la realidad. Cuando supo que ella le decía la verdad era demasiado tarde para hacer algo, el tiempo se había agotado.
Dos días después del incidente
Ferb se dirigió al escritorio y tomó una hoja de papel, tenía una carta que escribir. Lo único que lamentaba era no poder estar cuando Vanessa lo visitara. Desde el momento en que la vio supo que ella era la persona a la que quería contarle su historia, solo esperaba no causarle ningún problema por la decisión que había tomado.
Mentiría si dijera que no llegó a pensar en olvidarse todo, empezar de nuevo y darse una oportunidad de conocerla. Hablar con Vanessa le había hecho sentir una tranquilidad que no experimentaba desde antes del incidente pero no era suficiente para olvidar.
Quiso imaginar que hubiera sido de su vida si la hubiera conocido en otras circunstancias, unas más favorables. Hubieran sido buenos amigos, quizás algo más pero no era lo más importante en ese momento, para él ya no existían las posibilidades.
Era por esa razón que sería ella a quien le dedicaría sus últimas palabras. Estaba decidido a hacerlo, no había marcha atrás. Quería olvidarse de todo, volver a verlos, pretender que nada había pasado pero sabía que era inútil.
Nada delo que hiciera podría borrar o cambiar lo sucedido. Había pensado en ello durante esas horas en vela y a la única solución a la que había llegado era que solo con una máquina del tiempo o con las esferas del dragón podría recuperar lo que perdió en ese incidente pero eso era imposible.
Nadie lo veía como el culpable pero él se sentía de ese modo. Phineas había sido recluido en una institución mental mientras que él era ignorado, nadie lo juzgo, nadie dijo nada pero él se sentía tan responsable como cualquiera de ellos.
No pudo detenerlo. Lo intentó con todas sus fuerzas pero fue en vano, su hermanastro se negó a escucharlo. Estaba encandilado por la idea de hacer algo grande, quería evitar el aburrimiento en el verano, nunca quiso lastimar a nadie y Ferb no podía odiarlo.
Sabía que no era seguro continuar, que los materiales eran inestables pero no le impidió a nadie probar la creación de ambos. Varias de las piezas fueron colocadas por él y también fue el que tomó las herramientas de su padre sin pedirlas primero.
Quiso enmendar su error de último momento pero Phineas adelantó la demostración de la montaña rusa. Él no presenció el incidente y quizás esa fue la razón por la que nadie lo vinculo con los hechos y no resultó herido.
En su carta no culpaba a nadie, no quería marcharse dejando un mal recuerdo, algo que sabía era inevitable. Estaba cansado, solo quería dormir y nunca más despertar.
Tomó una soga y la deslizó en una de las vigas del techo, la aseguró con un nudo que había aprendido de las niñas exploradoras y su determinación creció, ella no merecía lo que le pasó, Isabella era una niña tan dulce, su único error fue creer que todo eso saldría bien.
Si ella lo pudiera ver no aprobaría lo que estaba haciendo. Era la líder de las exploradoras y rechazaría el uso de las enseñanzas del grupo para algo tan sombrío, pero ella no estaba y él sabía el porqué. Tendría que vivir con ello pero no quería, no podía hacerlo.
Firmó la carta y la dejó sobre la mesa. Había contaba su versión de la historia, el mundo sabría un poco más sobre ese terrible incidente, no había nada que lo retuviera en ese mundo pero antes de irse quería explicar sus motivos. Esas mujeres cuidaron de él, en poco tiempo le hicieron sentir la calidez de su hogar, sentía que se los debía.
Subió a la silla, debía darse prisa, si las monjas lo sorprendían no tendría otra oportunidad como esa. Estaba mal, lo sabía pero estaba determinado. Nadie lo criticó más que él mismo, de todos él fue su propio juez y verdugo.
Colocó la cuerda en su cuello como si se tratara de una bufanda. No pudo ir al funeral de sus familiares y amigos, tampoco planeaba despedirse de ellos pues esperaba volver a verlos pronto, muy pronto. Tan solo esperaba que ellos pudieran perdonarlo porque él no podía.
Una lagrima se deslizo sobre su ojo. No quería llorar, sus lágrimas no podrían traerlos de vuelta pero ya no podía contenerse más. En un día lo perdió todo, tan solo deseaba que eso terminara.
Cerró los ojos dejando que las últimas lágrimas descendieran sobre su rostro. Empujó la silla, pronto el dolor se iría. Cuando conoció a Vanessa pudo ver un pequeño rayo de esperanza. Si la hubiera conocido en otras circunstancias si no estuviera roto, incluso si tuviera algunos años más podría haber sido diferente, quizás incluso podrían haber sido novios pero eso nunca sería algo más que una posibilidad.
El día del incidente
Inútil, impotente, así se sentía. Sus temores se hicieron realidad, la montaña rusa que construyeron se salió de control y había acabado con la vida de sus padres, los había aplastado junto a otras personas que tuvieron la desgracia de encontrarse en el lugar equivocado a la hora equivocada.
Debió insistir más, obligar a sus hermanos a que la obedecieran como hacía muchas hermanas mayores, tanto que debió hacer pero al final nada logró. Buscar pruebas y demostrarle a su madre que estaba en lo cierto, hubiera podido sacarla del camino y ella no estaría muerta.
Cerró los ojos pero la imagen seguía grabada en su mente. Sus padres estaban guardando las compras cuando la montaña rusa pasó descarrilada sobre ellos. Podía verse algo de sangre pero eso era suficiente para que Candace imaginara el resto. El automóvil estaba destruido, no existía posibilidad alguna de que sobrevivieran.
La gente comenzó a reunirse alrededor, lo más prudente sería alejarse pero la curiosidad era más fuerte. Las posibilidades de que una montaña rusa acabará con la vida de un matrimonio era prácticamente nula pero era exactamente eso lo que había sucedido.
Los policías y paramédicos no se demoraron en llegar. La montaña rusa seguía descontrolada pero no podían dejar a los heridos sin atención. No quiso quedarse a escuchar lo evidente, no quiso verlos más, solía quería correr, huir lejos donde la sangre de su madre no la alcanzara.
Los paramédicos y doctores llegaron rápido a la escena de la tragedia y ella no podía moverse de ese lugar, deseaba que todo fuera una pesadilla y pudiera despertar cuanto antes. Pero no fue así, en unas camillas pudo ver cuando sacaron el cuerpo mutilado de sus padres.
Vomitó su desayuno, no podía soportar la escena frente a ella. Nunca le gustaba estar equivocada pero en ese momento era lo que más deseaba.
Corrió hasta que sus piernas no pudieron más, hasta que respirar se volvió doloroso y aún así no quería detenerse. Un muro frente a ella le impidió seguir avanzando y a la vez ese muro detuvo al artefacto responsable de tantas muertes.
No tuvo tiempo para escapar, fue demasiado rápido. De un momento a otro su visión se tiñó de rojo. Todo su cuerpo dolía, intentó moverse pero su cuerpo no reaccionaba. Vio su pierna completamente cercenada, no tuvo que llevar su mano hasta el lugar donde esa debería estar ara entender que era suya, quiso gritar mas de su boca solo salió sangre.
Como una película antigua su vida pasó frente a sus ojos. Había tanto que lamentaba. Nunca pudo declarársele a Jeremy, no había tenido su primer beso, no podía detener a sus hermanos, toda una lista de fracasos, el sentimiento de culpa era lo que más la atormentaba.
En medio de los cuerpos de aquellos que se animaron a subir a la montaña rusa hecha por Phineas y Ferb, Candace exhaló su último aliento de vida.