Creo que este es el capítulo más complicado de escribir y por eso he tardado tanto eweU ¿Sabían que Francia modificó la división de sus departamentos desde el 1 de enero de 2016 y sus nombres se volvieron oficiales el 30 de septiembre? Tuve que releer varias cosas porque la info que tenía la saqué en mayo Xd Well… Disfruten el capítulo owo)/

Disclaimer: Miraculous Ladybug no es de mi propiedad intelectual ni similar, pertenece a Thomas Astruc y ZAGTOON. Lip Smoke pertenece a Mai Nishikata.

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LIP SMOKE

CAPÍTULO III

PROHIBIDO

Quiero saber los verdaderos sentimientos que se ocultan al otro lado del humo.

– ¿A qué se refiere con prohibido?

Bueno… No tengo una idea clara. – Respondió el hombro del otro lado de la línea. – La idea que mejor me han dado es la de realizar algo que vaya en contra de reglas o normativas estandarizadas.

– ¿Y eso cómo se supone que se transmite a un diseño?

Marinette sentía muchas dudas sobre esas inspiraciones del mayor y no propiamente porque dudara de que le funcionaran, sino todo lo contrario. Quería saber cómo, aquel que admiraba, lograba transformar algo tan abstracto como una escena en un conjunto de ropa de tan alta calidad.

He conseguido una reservación en un sitio muy lindo al suroeste de nuestro querido país.

. . .

Tras varias horas de viaje llegaron al municipio de Cazaubon en el departamento de Gers. Toda aquella zona, cercana del bosque de las Landas, era bien conocida por ser un centro turístico con aguas termales, siendo este su primer atractivo para las personas.

Siendo más específico, había arribado al Barbotan-les-Thermes, un sitio de aguas termales exclusivo y con paquetes en pareja que buscaban prevenir enfermedades y tratar ciertos padecimientos.

La jovencita estaba sorprendida cuando su jefe le pidió de forma tan descarada a sus padres que le dieran el permiso de ir con ella y otros trabajadores del atelier en el que llevaba tiempo laborando; aunque la verdad es que lo que le desencajó la mandíbula es que sus progenitores no pensaran ni un segundo para aceptar. Es por ello que pasaría dos días en aquel spa de alta categoría, todo pagado por Gabriel Agreste de primera mano.

Hasta donde su investigación por internet le llevó, supo que los tratamientos más baratos de aquel sitio rondaban los 340 euros y con eso sólo se refería a los servicios más básicos.

– Vayan por aquí. – Les indicó el director de las aguas termales que era amigo del rubio platinado. – Es un gusto tenerte aquí, Gabriel.

– Es un placer venir a visitar este maravilloso lugar nuevamente junto a algunos de mis empleados.

La pequeña azabache sintió una ligera punzada en su pecho, pero no podía decir que eran algo cuando solamente estaba en ese sitio para ayudar a inspirar a su jefe.

– Lo que necesites, puedes pedirlo. – Le dirigió una sonrisa cómplice a su amigo de negocios.

– Muchas gracias, Serge.

Los varones se despidieron a la entrada de una de las habitaciones del spa. Los parisinos voltearon a verse, pues era imposible lo que estaba sucediendo, pero según la nota que otro de sus trabajadores dejó, esa habitación la compartirían ellos. Sin más opción, entraron para notar que el cuarto a pesar de ser el mismo, estaba dividido para dos personas. Las camas estaban en zonas un poco separadas, pero eran lo suficientemente grandes para que ambos durmieran en una sola.

Decidieron ignorar el hecho de compartir espacio y se prepararon para toda la ruta en el spa que les esperaba. Lo primero sería hacer un poco de ejercicio para sudar un poco, que las toxinas comenzaran a salir de sus cuerpos

La primera en cumplir con el ejercicio fue Marinette, por lo que ella regresó a cambiarse la ropa deportiva por un traje de baño de dos piezas que era necesario para las siguientes sesiones. Se cambió lo más pronto que pudo, para salir cuando su acompañante iba llegando a la habitación. Agradecía al cielo que fuera una norma general el que debían de usar una bata cuando se movieran por el lugar, así él no vería su cuerpo joven.

Al llegar al sitio asignado notó que era un cuarto con sólo una cama un poco diferente, tenía la forma del cuerpo de una persona y sobre ella estaba colocada una manta plástico que sobresalía de la misma. Sus fosas nasales fueron inundadas por el aroma a tierra mojada mezclada con pasto recién cortado, ello provenía del famoso barro de aquel sitio, uno que decían que tenía propiedades benéficas para el cuerpo. Ella no era precisamente una chica que cuidara demasiado de su salud, pero si deseaba tener un buen aspecto, procurarse era un punto necesario para ello.

Notó que con ella estaba una mujer que apenas parecía sobrepasar los 30. Le comenzó a dar instrucciones y, siguiéndolas al pie de la letra, fue atendida con calma. Ya recostada en la correspondiente cama fue cubierta con el barro cálido, ideal para que no fuera un golpe térmico de su piel aún caliente por el ejercicio

Durante los veinte minutos que se mantuvo con el barro y envuelta en aquel plástico, su mente se quedó completamente en blanco por primera vez desde que había conocido personalmente a Gabriel Agreste que no abandonaba ni un solo segundo su mente. El placer que sentía por tan buena atención la llevó a relajarse tanto que por poco y se duerme en ese sitio, de no ser porque su tiempo ahí terminó.

Bajó de ahí con ayuda de la misma mujer, quien la llevó a una pequeña regadera donde pudo quitarse lo que se había quedado adherido a su piel.

– Ahora la llevaré a su tina.

No supo muy bien a que se refería, pero no dudo en seguirla. Apenas se iba amarrando la bata cuando notó que de la puerta de al lado iba saliendo aquel que la había llevado a ese sitio. Él sonrió de buena manera al verla tan relajada, con el cabello recogido de forma desordenaba hasta la parte más alta de su cabeza. Para la franco-china fue un golpe directo al corazón.

Cada uno caminó junto a su respectivo guía por el mismo camino, un largo pasillo en donde se veían arcos divididos justo por la mitad; bajo ellos había un par de puertas que daban a pequeñas habitaciones, con tinas llenas de agua sulfurosa. El aroma a azufre era algo evidente en el ambiente, pero no era penetrante o molesto por lo que ninguno parecía irritado.

El par de empleados se detuvo en el mismo arco, uno en cada una de las puertas. Avanzaron sin decirle nada a sus compañeros, pero Marinette no pudo evitar detenerse un momento para ver cómo era que el mayor entraba primero a su habitación asignada, posteriormente entró en la suya.

Ingresó al agua y tras unas indicaciones que no prestó atención fue dejada sola, con la puerta cerrada.

Su mente estaba imaginando cientos de cosas pues al otro lado de la pared se encontraba el hombre de sus sueños, sólo portando un pantaloncillo. ¿Sería ajustado u holgado? ¿Él también estaría pensando en la chica de al lado? Las ideas y preguntas invadían a su cerebro que parecía fulminado, no sólo por el calor de aquel sitio.

– ¿Qué me está pasando? – Se dijo a sí misma introduciéndose un poco más al líquido ligeramente amarillento. – No debería de pensar cosas así, creo…

Estaba teniendo un diálogo en voz alta con ella misma. ¿Treinta minutos en esa habitación le bastarían? Después de esto ya no tendría más momentos a solas, por lo menos no hasta que regrese a su hogar.

– No me desagrada el señor Agreste y… Yo misma sabía que tenía sentimientos por él. – Su cuerpo se tornaba rojo por la bilirrubina en su sangre y la temperatura. – Quiero que él me vea como una mujer, no sólo como su empleada que lo ayuda en sus locuras. Deseo que él pueda darse cuenta de lo que yo siento y que me tome enserio. Vamos, no soy una niña que no sabe que es lo que quiere en la vida. ¡Claro que lo sé!

Suspiró. Ya no podía ocultar que lo que sentía por el padre del chico que hace unos años le rompió el corazón, era una simple atracción o admiración barata. Su corazón latía con sólo tenerlo en mente. Sus piernas temblaban al sentir la mirada del hombre posarse sobre ella, viéndola de forma honesta. Su mente se volvía un caos cuando lo tenía junto a sí.

Ese hombre, que prácticamente le doblaba la edad, se había vuelto parte indispensable de su vida, una razón más de despertar cada mañana para continuar viendo al frente sin agachar ni un poco la mirada.

– Pienso que él no se ha dado cuento de mis sentimientos, después de todo él me sigue viendo con ojos de que soy una estudiante. ¿Qué haría si se los dijera? ¿Los aceptaría? Aunque la verdadera duda es si los correspondería…

Estar enamorado de cualquier persona siempre resultaba difícil y algo peligroso para el corazón. Uno siempre querría ser correspondido, pero eso sería imposible, las cosas en el mundo no podían ser tan simples. Además, el ser humano está hecho para aprender de sus errores; encontrar a la persona destinada para el resto de los días, no debía ser un juego tan simple.

Aunque todo aquello sonaba desesperante, podía convertirse en la mejor aventura de la vida de cada persona. A fin de cuentas, para encontrar a esa persona primero debías de encontrarte a ti mismo y eso era algo que Marinette estaba haciendo al lado del diseñador de modas. Ella nunca habría pensado que su trabajo ideal era no sólo diseñar ropa, sino ser la inspiración de alguien más; convertirte en su musa, en participar activamente para que esa persona mejore en sus habilidades y logre avanzar en el mundo tan cambiante.

No podía estar más feliz y complacida con las oportunidades que la vida le había otorgado desde pequeña. En cada etapa de su vida existían las cosas positivas y las negativas, pero de todas había logrado salir con algún tipo de enseñanza, y esta no sería la excepción.

Con una enorme sonrisa comenzó a juguetear con el agua de aquel pequeño sitio en el que se encontraba, hasta que la campanilla que indicaba el término de su tiempo. Frente a ella apareció la misma mujer.

– Ahora debe darse una ducha de agua fría para cerrar sus poros y eliminar los residuos. – Le entregó un panfleto. – Aquí le indica cómo usar los productos que se encuentran en el baño de su habitación.

– Gracias.

Salió de ahí, no sin antes girar su mirada en dirección a la puerta gemela a la suya. Seguía cerrada y si sus oídos no le fallaban, ninguna campana sonó del lado contrario, donde estaba él.

Su boca se torció un poco, sabía bien que permanecer mucho tiempo en las aguas termales terminaba siendo contraproducente a la salud, aunque se alivió un poco al notar que la misma empleada que la atendió a ella estaba entrando al otro sitio. Apresuró el paso para llegar antes al cuarto compartido y no tener que interrumpir el tratamiento de su acompañante.

Apenas entró se metió con todo y traje a la regadera. Torpemente tuvo que leer lejos de esta el documento que le dieron, aquel que no había prestado atención. Se alejó del agua para colocarse el exfoliante, espero un poco y se lo retiro con cuidado. No era algo muy complicado, después debía de aplicar en todo el cuerpo loción o crema, de acuerdo a como su piel resintiera el tratamiento. Lavó su cabello que ya había mojado y tras ello decidió que estaba tan limpia como esperaba.

Extendió su mano para buscar la toalla que presionaba contra su cuerpo para secarlo. Realizó lo mismo en busca de su ropa, notando que por las prisas no había metido ninguna.

– Señorita Marinette. – Escuchó que Gabriel la llamaba al abrir la puerta de la habitación.

– E-estoy saliendo del baño. – Necesitaba buscar que hacer para cubrirse o armarse de valor para pedirle su ropa. – Ya salgo.

– No se preocupe, con calma.

Miró por todos lados. Colocó la bata sucia y su traje de baño en el cesto de lo que pedirían que lavaran en el hotel, mientras en una de las repisas de ese mismo baño, tomó una bata nueva, un poco más larga que la que había estado usando esa mañana.

– Listo, puede pasar. – Ella tenía la cabeza baja.

– Gracias. – Pronunció el hombre rozando sus manos con uno de ella.

Apenas escuchó que la puerta tras de sí se cerró, fue a la búsqueda de su ropa para poder vestirse, después de eso tomaría una siesta. Aun cuando no había hecho la gran cosa, se sentía adormilada por esas mismas actividades.

. . .

– ¡Marinette! – Una voz femenina gritaba su nombre mientras la zarandeaba en la cama.

– Para. – Chilló irritada. – Trixx, detente.

– ¡Huy! Disculpe princesa. – Se retiró la castaña riendo.

– Deja de ser tan infantil. – Intervino molesto un moreno de ojos verdes. – No pareces de tu edad con esa actitud.

– Es bueno ver que al fin llegaron. – Gabriel observaba desde atrás como era la relación de sus tres empleados. – Por cierto Plagg, tenemos que hablar de cómo se distribuyeron las habitaciones.

– ¿C-conmigo? – Palideció ante las palabras de su jefe. – ¡Trixx fue la de la idea!

– ¿Algún problema jefecito? – Rio ocultando lo evidente. – Así comenzará a ver lo prohibido.

Las mejillas de los que se hospedaban en aquella habitación se encendieron, mientras que la del otro varón era de un desconcierto total.

– Vayamos a comer todos.

Los tres adultos comenzaron a retirarse de ahí, dejando a una desorientada jovencita que no entendía que era exactamente lo que había sucedido en ese momento. Suspiró sentándose en la orilla de la cama, tocando su pecho del que casi salía su corazón, esto parecía una hermosa tortura que estaba dispuesta a vivir.

– Marinette… – Trixx la llamó, pero no respondió nada.

La ojiazul simplemente se levantó y siguió a los demás enmarcando su habitual sonrisa. No saldrían del lugar, pues por el tratamiento que se había realizado sería mejor que su piel no recibiera los rayos del sol.

El restaurante de aquel sitio se caracterizaba por la comida de origen orgánico, con bajos niveles de grasas y sales que podían perjudicar el cuerpo. A pesar de esos cambios, la comida seguía siendo deliciosa, ¿o podía tratarse simplemente del hambre que todos tenían por el viaje y la llegada temprana? Después de todo ninguno había desayunado.

Aquella comida a pesar de verse ligera, estaba llena de suficientes proteínas y carbohidratos para hacerlos sentir con gran energía. Lo más llamativo de todo fue el postre que tenía forma de un conejito blanco que se resguardaba en un enorme pasto; al comerlo tenía un relleno de mermelada de fresa y los detalles del cuerpo estaban realizados con chocolate.

– Señor Gabriel. – La chica extendió su mano a la comisura del labio. – Tiene un poco de fresa.

Todos se quedaron estupefactos al ver como ella retiraba aquel producto del rostro masculino sin ningún miramiento. Las acciones de ella eran demasiado naturales. Para cuando Marinette se dio cuenta de cómo estaba reaccionando el resto, ya era muy tarde, había realizado una acción que deseaba, pero comprendía que no era precisamente la mejor a los ojos de otros.

– Gracias. – Gabriel tenía una mirada algo lasciva. – Se te ha acelerado el corazón, ¿no es así?

– Bu-bueno… El lugar, las ropas, el que estemos juntos en la misma habitación… E-e… ¡Sólo es eso!

– ¡Esto puedo usarlo!

El peliblanco sacó de su bata una pequeña libreta, comenzando a realizar algunos trazos simples que de apoco se iban transformando en figuras femeninas y algunas masculinas. Para la azabache, era la primera vez que podía observar cómo era la transcipción de una idea abstracta al papel; aunque aún le falta observar el paso del papel a la tela.

Sin importar mucho lo que le rodeaba, se quedó mirando fijamente a aquel hombre que se había vuelto indispensable para su corazón. Lo observaba trabajar con mucho entusiasmo, hasta podía comprarlo con un niño pequeño que realizaba de forma animada un dibujo de su familia feliz.

Se estaba enamorando demasiado de ese hombre mayor, algo tan rápido que se volvía peligroso…

– Y dime, pequeña Marinette. – La pelirroja de Trixx se acercaba demasiado a la ojiazul. – ¿Qué ha pasado desde que no estamos aquí?

La mayor sujetó de las mejillas a su compañera de trabajo quien intentaba liberarse de esa pequeña prisión, o por lo menos girar sus ojos antes las preguntas tan directas que estaba recibiendo.

– Ayuda, Plagg… – Pronunció la chiquilla, pero el personaje había huido directo a la barra de ensaladas para robarse el queso que estaba por ahí.

– Vamos, ¡habla! Él no lo notará. – Señaló con la mirada al anciano que no percibía nada a su alrededor. – Confiesa.

– N-no ha pasado nada en particular…

Dejó de estrujar sus mejillas y la tomó de la mano para salir de ese sitio.

– Iremos a las piscinas del lugar a hacer ejercicios aeróbicos.

– Bien. – Respondió el canoso sin prestar demasiada atención.

. . .

– Parece que te gusta mucho que el señor Agreste te esté pidiendo ayuda periódicamente.

– N-no es nada de eso. – Aunque estaban en medio de una rutina de bicicleta estática bajo el agua, su compañera seguía buscando hablar sobre fu jefe. – Cobro mejor que si sólo trabajase como becaria en el taller.

– Y hay otras maneras de que no trabajes más. Je, je, je, je… – La sonrisa lasciva daba a entender un sinfín de cosas.

– No sé a qué te refieres.

– ¡Oh, vamos! – El instructor le reprendió por subir la voz demasiado. – A leguas se nota que te gusta.

– ¡Él no me gusta! – Ahora era a Marinette a la que reprendían. – No es como que haya química entre nosotros, o algo así.

– Tal vez tengas razón. – Suspiró volteando al frente, en la posición adecuada de los ejercicios. – Después de todo, él siempre ha dicho que no le pondría la mano a una de sus preciadas estudiantes.

– ¿Eh?

– Aunque, ¿lo dirá en serio?

– ¡Un aplauso! – Pidió el hombre que llevaba la clase. – ¡Con esto terminamos este pequeño taller de aeróbicos!

La más joven le daba vueltas a las palabras que Trixx le había dicho, aunque esta última sólo reía maniáticamente por ver lo evidente.

Se tomaron de las manos para salir, notando que en la alberca contigua estaban Plagg y Gabriel nadando un poco; en cuanto las vieron, les hicieron una señal de que se verían en la salida de aquella zona.

– Que coincidencia. – Inquirió el moreno.

– Ja, ja, sí. – Respondió su contraparte.

– ¿Y el señor Agreste? – Interrumpió la hija de los Dupain-Cheng buscando al hombre de su interés.

– Podríamos decir que se quedó en remojo.

– Ja, ja, ja, ja, ja. Se nota lo viejo que es.

– Parece que ya todos están aquí.

El de cabello platinado salió con una pequeña maleta colgada de su hombro y la típica bata que todos estaban usando. A la menor de ellos el dio un vuelco el corazón, a pesar de verlo ya con un peinado más relajado, el observarlo con el cabello aún gotendo y siendo intentado de acomodar en su habitual forma, le daba un estilo fresco y varonil que no podía ser inigualable con otra persona.

A pesar de que aún no eran ni las cuatro de la tarde, el jefe de todo había decidido regresar a su habitación para trabajar en la versión digital de los modelos que estaban en su mente y el papel de recién, es por ello que el resto de la tarde la pasó con sus superiores hasta que decidieron ir a beber.

– Recuerda no andar muy tarde por ahí. – La de expresión zorruna seguía jugueteando con el tema prohibido. – En serio, no andes fuera de tu habitación mucho tiempo.

– E-está bien.

– Ya deja de molestarla. – Plagg golpeó en la cabeza a su compañera para luego sacarla arrastrándola por el pasillo.

– ¡No lo olvides Marinette!

– ¡Qué te calles, dije!

Ignorando lo que estaba pasando en aquel sitio, la franco-china entró a la habitación que compartía con su jefe. Algo que llamó su atención desde el momento en que abrió la puerta, fue que todo el sitio estaba inundado por una fragancia a vainilla y música; la melodía que sonaba era una nueva versión, con más instrumentos, de las Cuatro Estaciones. Quería asomarse por la curiosidad de saber cómo era que se inspiraba, aunque seguro no era lo más adecuado.

Sacudió la cabeza y pesadamente comenzó a caminar al lado que le correspondía, pero ¿y si se asomaba sólo un poquito?

– Se-seguro que no pasa nada. – Temblaba mientras abría un poco la puerta que los separaba.

– ¿Pasa algo señorita Dupain?

El peliblanco estaba sentado en el piso, dejando de lado la bata y sólo estando con un pantaloncillo mal acomodado de tal forma que permitía ver su ropa interior. Estaba fumando un puro, algo que no parecía ir demasiado con su imagen del momento. Tal vez era parte de su ritual de inspiración.

– Eh… Bueno, sólo quería ver cómo era que usted… Bueno, no… ¡No puedo dormir! – Se rasacaba la nuca. – Si, eso.

– ¿Estás segura? – El varón observó su pantalla para ver la hora. – Aún es muy temprano, ¿no crees?

– Si, bueno… Es que el viaje… Y quiero aprovechar bien temprano el mercado local.

– Ya veo. – Se acomodó para apagar el tabaco. – Bien, puedes quedarte aquí hasta que te de sueño, pero estoy trabajando por lo que no puedo hacerte compañía. – Se colocó sobre los hombros una camisa que tenía cerca. – Pasa.

– Con permiso.

Apenas dio un paso dentro de esa sección de la habitación del hotel, sentía como si se encontrase en un sito completamente diferente. Sus sensaciones estaban inundadas por el ambiente diferente.

Tomó asiento en la cama del mayor. Olía igual que la suya, no tenía precisamente algo especial como el resto del lugar. Bueno, sólo le quedaba conciliar el sueño teniendo a su enamorado a un par de metros de distancia, aunque… ¿Podría comenzar alguna? Después de todo él estaba trabajando. Pero eso no quitaba que estuviese interesada en saber si podría ponerle un dedo encima. ¿Qué era lo que en verdad pensaba ese hombre de ella?

Se trataba de un hombre maduro, viudo, con un solo hijo que crio desde la adolescencia hasta hace unos años que partió a Italia para realizar sus propios sueños. Una persona a la que no le hacía falta el dinero, pero que tenía ciertas carencias en la vida, dejando todos sus esfuerzos a su trabajo de alta costura. ¿Podría ella entrar en su desgastado corazón?

¡Tonterías! Aún si ella pudiera estar con el varón, el ser alguien importante, alguien que tuviera una parte de la vida de ese hombre, se trataba de un deseo egoísta y egoísta, por sobre todo. Ella sólo podía ser una fuerte fuente de inspiración para alguien así de talentoso.

– Iré por agua.

Volvió a levantarse de la cama, esta vez en dirección al tocador de la habitación donde se encontraban un par de botellas de agua. Tras lavarse un poco la cara, tomó una de las botellas que cayó de sus manos por la sorpresa de tener a Gabriel detrás de ella, viéndola atentamente por el espejo.

– También quiero algo de agua. – Rodeo la cintura de la chica para agarrar la botella que había caído en el lavadero. – Es bueno tomar algunos descansos.

– Lo siento.

– No te preocupes, aparecí sin decir nada. – La mano del más alto se posó en su cabeza olía con suavidad. – Tu shampoo huele muy bien.

– E-es de arándado… – Apretó sus manos contra la pieza de mármol a modo de controlar sus nervios. – Mi madre me lo compró recientemente.

– Incluso tú usas cosas adorables. A veces parece que te molestan.

– No. Son dulces, y eso es genial.

– Señorita Dupain, no tenemos que actuar como profesor y estudiante, se acerca demasiado a la realidad. – El peliblanco se alejaba de ella. Parecía un rechazo sutil.

– Pienso que no somos nada de eso. Nosotros hemos trabajado juntos por ya varios meses, y eso nos ha permitido tener una relación más cercana.

– Bueno, es importante saber que no me odias. – Regresaba hacía el escritorio donde estaba trabajando. – Por cierto, lamento hacerte hecho que me ayudaras nuevamente. Esta será la última vez.

– ¿Eh?

Esto parecía ser más que un rechazo, sentía como si la repudiara al decirle aquellas palabras.

– Gracias a ti pude generar muy buen material.

¡No quería que fuese la última vez!

Sin pensarlo, se arrojó hacía su jefe, sujetándole las vestimentas de forma torpe, estando a punto de caer por la falta de equilibrio de ambos.

– ¿Señori…?

– ¡Me niego! ¡Si no me vuelves a contratar, te demandaré por acoso sexual! – Para tiempos desesperados, medidas desesperada.

– ¿Qué? ¡No digas esas cosas! – Estaba boquiabierto. – ¡Si te vuelvo a pedir ayuda tendrás que estar más tiempo con este viejo!

– ¡Pero quiero estar con este viejo! – Tras soltar el agarré, él se giró para contemplarla estupefacto. – Eres consciente de ello, ¿verdad? Tú sabes que no soy una estudiante o una simple empleada, soy una… Mujer.

La puerta del cuarto se abrió, pronto alguien irrumpiría su lugar. Tomó a la azabache de la muñeca y la arrojó a la cama para luego entrar él. Cubrió a ambos con la manta. Debía de evitar que notaran que eran dos personas en un mismo sitio, por lo que terminó abrazándola contra su cuerpo lo más fuerte posible. Las respiraciones rápidas de la fémina se convertían en escalofríos que recorrían todo su cuerpo cada que golpeaban contra su pecho.

– ¡Señor Agreste! – Trixx entró gritando con una botella de licor en mano. – ¿Ya se tiró a Marinette?

– ¡Vuelve aquí estúpida zorra! – Plagg también apareció con la ropa deshecha. – No vengas a molestar con tus estupideces.

– ¿Cuáles? – Se mostró indignada. – ¡Yo sólo digo puras verdades! Ellos se quieren coger el uno al otro. No sé qué demonios esperan. Y eso que los metí en una sola habitación.

– ¿Qué demonios?

– Ustedes debería de dejar dormir a las personas. – Su jefe los miró amenazante. – Tienen hasta cinco para irse a su habitación si no quieren ser despedidos. 1… 2…

– ¡Carajo!

El moreno tomó a su compañera de bebida y corrió lo más rápido que pudo mientras la arrastraba con todas sus fuerzas mientras la mujer le gritaba que era un aguafiestas que no quería a otros felices.

Para Gabriel que se encontraba atento de lo que hacían ellos, en cuanto escuchó que entraron al cuarto del frente, retiró la manta que estaba sobre ellos junto a un enorme suspiro.

– Lo lamento mucho, señorita Dupain-Cheng. – Ahora él era el más nervioso. – Sólo pensé que no sería bueno que alguien nos viese juntos aquí. A-aunque creo que esta situación no es precisamente la mejor.

– Yo… – El rostro de Marinette se encontraba rojizo.

– Y yo, me he dado cuenta de todo. También te tengo cariño, pero no creo que nuestros sentimientos sean los mismos. – La mirada mayor se desviaba. – Aunque te quisiera… Debido a mi posición, nunca podría decirte mis sentimientos.

– ¿E-es porque soy una estudiante de instituto o porque trabajo en uno de los atelier asociados?

– Ambas.

– Dicho de otro modo, te importan demasiado las apariencias. – El ceño femenino se frunció. – Eres un cobarde.

Para el dueño de las empresas Agreste, esta era la primera vez que alguien menor, con menos experiencia y tal vez menor conocimiento de la vida, lo estaba llamando de esa forma sin medir sus palabras. Esto era una tremenda sacudida a su persona.

– "No puedo confesar mis sentimientos ya que otros me verán como un aprovechado por mi posición social" o "una estudiante pertenece a un mundo completamente diferente al mio". – Iba soltando una tras otra. – ¿O qué tal? "Las personas creerán que sólo es por las apariencias y se burlarían de mi". ¿Estás pensando que es demasiado para ti? Los mayores son taaaan patéticos.

– Eso y esto son dos cosas diferentes. – Intentaba defenderse. – Cuando seas adulta, lo comprenderás.

– No tengo intención de entenderlo. – Sus delgados brazos comenzaron a rodear el cuello masculino. – Ahora mismo, sólo quiero estar así contigo.

Lo acercó con ferocidad para besarle, pero este respondió alejándose con brusquedad a modo de evitarlo consiguiéndolo exitosamente, aunque la consecuencia fue un pequeño tirón de su cuello y los brazos de la chica.

– Eso ha sido muy atrevido por tu parte.

– Muchas gracias. Aunque fallé.

– Dios mio… – Suspirando se sentó a la orilla de la cama, sin dejar de ver a su compañera. – Eres una mujer espléndida.

– Ja, ja, ja, ja… Voy a conseguir que te olvides de tu posición, señor Agreste. – Esa sonrisa era espléndida.

– Lo espero con ganas.

Acarició el cabello azulado de la jovencita que ya comenzaba a cerrar de a poco sus ojos cielo. Si calculaba bien, ya serían cerca de las tres de la mañana, por lo que era natural que ella tuviese sueño. Él también debía de dormir.

– Que chica más problemática…

Cuando al fin ella cayó dormida, tomó un par de mantas del armario de aquella habitación e improvisó una cama de piso junto a donde su musa dormía con calma.

Probablemente ninguno despertaría temprano para asistir al mercado local y llevar recuerdo a sus familias. Bueno, después vería cómo solucionar ese pequeño detalle.

Continuará…

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¡Oh si! Al fin actualicé este fanfic ;_; Sufrí muchísimo con este capítulo ya que en el manga original iban a un onsen y claramente no viajarían hasta Japón sólo por un par de días XD Así que tuve que buscar opciones en Francia que se adaptaran un poco al concepto que quería que se entendiera :3 Así que tras mucho sufrimiento, lo conseguí XD Si gustan buscar información sobre los lugares que mencioné, en la red se encuentran con mucha facilidad :D

Me emociona saber que sólo queda un capítulo más y su epílogo para que termine esta historia y pueda continuar con tranquilidad otras que están en publicación 3

Disfruten mucho este capítulo que fue de +4000 palabras D: Espero que el próximo sea todavía más largo y les encanté ;w;)/ Gracias por su apoyo incondicional y el esperar por tanto tiempo para una actualización decente :'v Los amo 3 ¡Buen día a todos!