Advertencia: Las personalidades de los personajes pueden variar.
I.
"Prólogo: A la deriva"
Llevaba más de cinco horas realizando aquel sanguinario experimento con uno de los piratas que casualmente se encontraron. Había ordenado no ser molestado a menos que una situación de vida o muerte se presentara -más de muerte que de vida-. Cuando se trataba de examinar los cuerpos de sus víctimas, se olvidaba completamente del mundo a su alrededor; para él no existía otra pasión que no fuera la medicina y la piratería, sus nakamas eran parte fundamental en ello y le hacían compañía cuando lo necesitaba, así que no requería de nada más.
Trafalgar Law era conocido a nivel mundial por ser un pirata despiadado y de sangre fría, digno del puesto de Ouka Shichibukai, por el cual había entregado los corazones de cien piratas al gobierno; él era un hombre que hacía temblar tanto a piratas como a marines con el hecho de sólo pronunciar su nombre, y eso le hacía regocijarse aún más en ego.
Continuaba estudiando el cuerpo de una manera sumamente detallada, casi como si su vida dependiera de ello; cada órgano, cada elemento, cada célula era manipulada con el objetivo de encontrar la respuesta a su más reciente investigación: El proceso de clonación de los órganos internos en el ser humano. Si su investigación brindaba buenos resultados, salvaría la vida de sus subordinados en caso de que llegaran a padecer alguna especie de enfermedad en alguno de sus sistemas, sin la necesidad de realizar ningún tipo de trasplante. Algo inusitado, pero con empeño, realizable.
Con bisturí en mano, se dispuso a realizar un pequeño corte en el brazo del cadáver, para tomar una pequeña muestra de la escasa sangre que aún conservaba. Estando a punto de llegar a su objetivo, fue interrumpido por un estruendoso golpe, proveniente de la puerta de la sala de cirugías, causando que el cirujano soltara el objeto que sostenía con su mano; el causante de tal alboroto no prestó atención al notable ceño fruncido del capitán, así como los rígidos puños que mantenía a sus costados.
—¡Bepo! Te dije que nadie me molestara.
—P-pero capitán... Hay problemas —el oso hablaba agitadamente, provocándole tartamudeos. —Hay u-una mujer a punto de morir y u-unos hombres nos han a-atacado.
—¿Y qué estás haciendo aquí? Deberías estar ayudando a tus compañeros —Law relajó el semblante y acompañó a su navegante hasta cubierta para verificar qué era lo que pasaba.
Efectivamente, había un par de sujetos bastante fuertes intentando atacar al submarino y otro de ellos se dirigía hacia una mujer que no hacía ningún tipo de esfuerzo para defenderse. El capitán observó detenidamente a la chica por un momento, era alguien a quien ya había visto, era... ¡Una de los mugiwaras!
¿Qué hacía ahí esa mujer?
Rápidamente desenvainó su nodachi y se dirigió hacia donde se encontraba, inmóvil, la navegante de los Sombreros de Paja, dejándole el resto a sus compañeros. Cortó sin ningún problema al regordete hombre que iba en su búsqueda, sin darle ningún tiempo para siquiera girar su vista hacia él. Cuando se deshizo del cuerpo del hombre y cerciorarse de que en el submarino hubieran echo lo mismo, se dedicó a observar a la chica... ¿En realidad ella era parte de la tripulación de Mugiwara no Luffy? Esta mujer, la cual se encontraba sentada con los brazos aferrándose a sus rodillas y la mirada perdida, estaba en un deplorable estado: Presentaba signos evidentes de deshidratación, unas ojeras -seguramente resultado de varias noches de insomnio-, su cuerpo se encontraba literalmente en los huesos, probablemente por la falta de alimentación, las prendas que vestía estaban sucias y su cabello desarreglado; sus labios los hallaba secos y partidos, y finalmente, sus ojos hinchados y carentes de brillo denotaban que había estado llorando durante varios días. Eso sólo le hacía tener más dudas.
¿Dónde se encontraba su capitán?
Si bien, podía ser una trampa por parte de sus enemigos, pero eso no tenía ningún sentido. Usar a un nakama como carnada para atraer al enemigo no era propio de mugiwara, ni mucho menos en el estado en el que se encontraba esa mujer. Algo estaba pasando, algo que no era de su incumbencia.
—¡Capitán! —llamó Penguin, acercándose a la pequeña embarcación que sostenía a las dos personas. —Deberíamos llevarla al submarino, en ese estado podría...
—Quiero que se vayan —habló Nami, interrumpiendo al hombre. —¡Quiero que se vayan!
A Las le pareció aún mas extraña la actitud de la navegante, era como si quisiera morir en ese lugar. A él, por su parte, no le importaba si ese era su deseo, pero era demasiado sospechoso que ningún otro miembro de su tripulación se encontrara cerca. Se colocó de cunclillas para observarla una vez más y descifrar algo en su rostro que delatara una trampa.
—Quiero que se vayan... Estas malditas ganas de perdonarte —susurró casi inaudible la chica, algo que sólo el cirujano escuchó. —Quiero que sientas el dolor que yo sentí —Law prestó atención a sus palabras. —Quiero que experimentes la culpa cuando te enteres de mi muerte... ¡Quiero ser yo la que te haga llorar a ti! —terminó con un prominente grito, intentando atacar al moreno.
Mierda.
Tomó ambos brazos de la chica ejerciendo poca presión sobre ellos -ya que se encontraba bastante débil- y posteriormente, levantó su ligero cuerpo sobre sus hombros, se dirigió al submarino y la soltó dejándola caer al suelo, notoriamente molesto por su acto. Él era un hombre que detestaba recibir órdenes, por esa razón había llevado a la navegante hasta ahí, decidido a comenzar un largo y pesaroso interrogatorio.
—¿De verdad crees que fue buena idea hacer eso? —una voz masculina interrumpió sus pensamientos. —Sé que no tiene justificación, pero debiste pensar antes en las consecuencias.
—No lo sé, Zoro —su rostro hacía notar un claro entrecejo arrugado, señal de estar pensando algo. —Nami jamás había intentado hacer algo así y nosotros no éramos capaces de ayudarle.
Luffy se encontraba meditabundo hacía ya varios días con respecto a la situación de su navegante; sabía que no había sido correcto dejarla partir para buscar ayuda, pero ahora no podía hacer nada por buscarla si no tenían la más mínima idea de a dónde había ido. Ninguno de sus nakamas sabía la razón por la que había sucedido eso, pero todos llegaban a la conclusión de que era algo excesivamente delicado para hacer que Nami perdiera la cordura en su totalidad.
Desde ese día se mantenía pensativo, preguntándose si ella se encontraría bien, ya que la última vez que la vio, se mantenía en un estado psicópata e incluso, había intentado matarlo. No podía rememorar ese día sin que una molesta sensación en el estómago se le presentara, era demasiado creer que Nami era una mujer violenta con una apariencia inofensiva, pero tampoco era de subestimar, era bastante fuerte a comparación de una chica normal. Aunque ese último día rebasó su límite y puso fin a la paciencia que su capitán le tenía. Él no quería llegar a ese par de extremos que le obligaron a tomar su decisión, pero las cosas así se habían dado y no tenía manera de regresar el tiempo para evitar lo sucedido.
—Zoro —captó la atención del espadachín. —¿Crees que Nami cumpla su promesa?
To be continued...
¡Saludos! Estoy aquí con un nuevo proyecto en mente, esperando que sea de su agrado. Quiero dejar claro que la pareja sera NamixLaw, pero también habrá LuffyxNami... Quien sabe, ella puede decidir querer a cualquiera de los dos. *-*
Nos leemos en el siguiente capítulo.