Hola,

Les dejo el primer capítulo. Espero lo disfruten.

Saludos.

CAPÍTULO I. El manuscrito.

Necesitaba su café, su día había comenzado a las cinco de la mañana, hacía dos horas ya, y la cantidad de pendientes le habían impedido ir por su habitual a la cafetería de la esquina.

-¡Ruby!- Gritó desde su oficina después de terminar la tercera llamada en lo que iba del día.

-Dígame, Señora Mills.- Entró a su despacho con más carpetas de las que podía cargar sin que corriera el riesgo de terminar en el suelo.

-Regina, Ruby, dime Regina ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? Y permíteme ayudarte con eso.- Se levantó rápidamente y tomó varias de las carpetas que cargaba su asistente.

-Gracias-. Sonrió amablemente. -Regina. ¿Qué puedo hacer por ti?-

-Necesito un café. Necesito urgentemente un café.- Miró a su asistente con cara de circunstancia.

-Americano, triple y sin azúcar, ¿Cierto?- Preguntó más por costumbre que porque de verdad necesitara confirmación. Conocía a Regina desde hacía diez años ya, prácticamente había estado con ella desde que todo había comenzado, la Editorial era la vida de su jefa, y era ella quien se encargaba de alimentarle, proveerle su dosis diaria de café, controlar su agenda, pero sobre todo, recordarle que de vez en cuando tenía que descansar, Regina era adicta a muchas cosas, pero su mayor adicción era, sin lugar a duda, su trabajo. Su jefa le miró y le sonrió a modo de respuesta. -Ahora voy por él. Mientras tanto podrías checar por favor este último manuscrito que llegó hace unos días, lo he terminado justo ayer y creo que tiene mucho potencial.- Entre sus muchas actividades, estaba la de filtrar los manuscritos que recibían diariamente y pasarle únicamente los que ella consideraba que valían la pena.

-Vale, me lo llevo a casa hoy y lo reviso por la noche.- Contestó, no porque le hiciera mucha ilusión leerlo sino porque entre menos entretuviera a su asistente más pronto tendría cafeína en el cuerpo.

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El día había pasado en un abrir y cerrar de ojos, tres reuniones por la mañana y toda una lista de llamadas por la tarde le habían dejado realmente exhausta, eran casi las nueve de la noche cuando tomó su bolsa y decidió que era momento de irse a casa. Su asistente se había ido hacia tan solo una hora, no sin antes hacerle prometer que no se iría después de las nueve, aunque no fuera amiga de Ruby le tenía un gran aprecio, así que aún con muchos pendientes en la cabeza decidió que no sería esa la primera vez que rompería una promesa.

Estaba a punto de pulsar el botón del asesor cuando una nota pegada en las puertas del mismo le hizo sonreír, era de Ruby, "¡El manuscrito! Pd. Nos vemos mañana, ¡descansa!". Regresó a su escritorio y por primera vez en el día le dedicó una mirada, llevaba por nombre "Soltar para avanzar" por Emma Swan, es un buen título, quizá valdría la pena darle una oportunidad. Tomó el manuscrito y salió rumbo al estacionamiento.

Manejar era una de esas cosas que disfrutaba en su día a día, su Mercedes CLS era su fiel compañero, podía pagarse un chofer pero prefería manejar ella, sentir la adrenalina. Solía poner música muy alta y conducir sin pensar en nada o pensando en todo. En tan solo veinte minutos estaba abriendo el portón de su casa, número 108 de la calle Mifflin.

Bajó de su auto y no pudo evitar mirar la luna, siempre había sido amante del cielo, aunque personalmente prefería los amaneceres, siempre que tenía oportunidad salía a observarlos. Se encaminó hacía la entrada y lo primero que hizo fue escuchar sus mensajes mientras se servía una copa de vino.

"Regina, es la segunda vez que me cancelas en menos de una semana, ni en nuestros peores días en la Universidad, espero una cena a modo de disculpa. Te extraño mucho, llámame. Kat".

Sonrió mientras daba el primer sorbo a su copa, Kathryn era su mejor amiga, la conoció en la Universidad, estudiaban Letras en Yale, en un principio no sabía qué pensar de ella, le resultaba intrigante y demasiado directa para su gusto, pero una vez que la conoció mejor, descubrió lo maravillosa que era, con su porte, su belleza natural y su sentido del humor, pero sobre todo era la única capaz de decirle sus verdades, no le tenía miedo como casi todos los que le rodeaban, solía mantenerla siempre con los pies en la tierra.

Era el único mensaje, tomó su bolso, el manuscrito, la botella y subió a su habitación. Estaba realmente cansada pero si no empezaba a leer el manuscrito no se quitaría de encima a Ruby. Fue al baño a ponerse la pijama, se observó con atención en el espejo, se sabía hermosa, a sus 35 años era una mujer madura y muy conservada, le gustaba correr y ejercitarse para mantenerse en forma, siempre había tenido pretendientes en la universidad, Daniel, el más importante de ellos, lo quiso como a nadie, habría terminado casada con él de no ser por ese año de intercambio en el que él conoció a alguien más y le fue infiel, nunca le pudo perdonar y jamás pudo confiar en alguien de nuevo, había subido sus barreras tan alto que era prácticamente imposible que alguien pudiera acercarse a ella y llegar a conocerle.

Había tenido pocas relaciones, después de lo de Daniel le había costado, Ingrid había intentado de verdad derrumbar sus barreras, de haberla conocido antes seguramente habrían sido muy felices, pero estaba ya muy rota, siempre que se sentía un poco melancólica pensaba en ella, pensaba en si había sido un error alejarla como la alejó. Quizá era ella y no le dio la oportunidad, últimamente pensarle se había convertido en una rutina. Se consideraba bisexual, lo descubrió a temprana edad, nunca había sido un problema para nadie, 'es la persona de la que te enamoras', aunque en su caso esperaba no volverse a enamorar .

Se acostó, tomó sus lentes, acercó su copa y la botella por si hacía falta. Observó de nuevo el manuscrito, no sabía qué esperar pero le intrigaba, comenzó a leer. Palabra tras palabra. Frase tras frase. Párrafo tras párrafo. Terminó el primer capítulo.

Tomó su celular y marcó el teléfono de Ruby.

-Aló-.

-Ruby, necesito que me consigas una entrevista con Emma Swan para hablar con ella de su libro.- Sin esperar repuesta colgó. Su asistente estaba acostumbrada a ese tipo de llamas a media noche, siempre que olvidaba decirle algo importante le llamaba.

Se sirvió otra copa y comenzó el segundo capítulo. Esa noche se desveló pero en esta ocasión no fue por pensar en lo que no fue, esa noche, el libro de Emma Swan, ocupaba todos sus pensamientos.

...Continuará...