Harry Potter pertenece a J.K. Rowling. Moi realmente solo se aprovecha de sus noches de insomnio

Este fic participa en el topic "¡Feliz cumpleaños!" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black

Personajes: Draco Malfoy/Harry Potter.

Género: Romance.

Advertencias: Slash/EWE. Este fic contiene escenas homosexuales e ignora el epílogo de manera espectacular. Si por alguna razón esto te incomoda. ¡HUYE! Si eres amante del Drarry, bienvenido seas a este pequeño fic. Dicho está; sobre advertencia no hay engaño.


Reflejos

Por:

PukitChan

III

Sobre cómo el inefable y el auror pudieron llegar a un acuerdo, gracias a un espejo.

...más o menos.

Bajo otras circunstancias, Draco hasta habría levantando sus cejas para mostrarse impresionado. Después de todo, ¿qué tan frecuente era que al regresar de una frustrante reunión con otros inefables, te encontraras con Harry Potter, luciendo dolorosamente sexy, sentado frente a tu escritorio como si esa fuera su oficina y estar allí fuese lo más normal del mundo? Definitivamente, no era algo que ocurriese todos los días, sobre todo si consideraba que se encontraban dentro del Departamento de Misterios. Por otra parte, era Potter de quien estaba hablando y no había nada que fuese imposible para él. Joder, que esa palabra ni siquiera debía existir en su cochino y nada educado vocabulario.

—Jefe Potter —pronunció, alegrandose internamente de lo bien que había sonado su voz: calmada, educada y madura. Cerró la puerta y caminó tranquilamente por la oficina hasta recargarse sobre el escritorio para así permanecer cerca de Harry—, qué inesperada sorpresa. ¿Puedo preguntar a qué debo el honor de su allanamiento?

Harry levantó el rostro para buscar los ojos del otro. Aunque sabía que había entrado sin permiso, la sonrisa en sus labios revelaba que no se sentía arrepentido por ello. Se encogió tímidamente de hombros y Draco terminó preguntándose cómo alguien podía ser tan viril e inocente al mismo tiempo. Porque a pesar de que Potter podía enfrentarse día tras día a situaciones que escapaban de su control, había una amabilidad que se negaba a alejarse de él.

—Me asustaba morir allá afuera. ¿Por qué en este departamento tienen que esconder sus oficinas como si estuvieran protegiendo al mismísimo Merlín reencarnado en ellas?

—Quién sabe, Potter, tal vez eso es exactamente lo que hacemos. —Harry abrió su boca, pero rápidamente comprendió, sobre todo por la sonrisa altanera de Draco, que el comentario no era nada más que una broma—. ¿Cómo llegaste aquí sin perderte? Al menos hay doce habitaciones conectadas entre sí que podrían detenerte.

—¿Tengo mis métodos? —ofreció Harry como excusa. Draco entornó los ojos, cruzó sus brazos, pero la sonrisa no se desvaneció de sus labios en ningún momento—. Además, quería hablar contigo. Dijiste que podía hacerlo, ¿verdad?

Sí, eso había dicho. Solo que Draco no esperaba que Harry apareciera en su oficina tan campante como siempre. No es que le molestara. De hecho, tenía que admitirlo, se sentía excitado, porque notaba el nerviosismo y la magia de Potter fluyendo por la habitación, creando (probablemente sin darse cuenta) un ambiente cuya tensión podría romperse con el más mínimo movimiento.

—¿Es sobre eso? —preguntó, señalando con su pulgar un lugar inexacto a sus espaldas. Harry, cuya visión era invadida por Draco, tuvo que inclinar su rostro hacia un lado para observar, sorprendiendose de que antes no hubiera notado que allí, luciendo como si fuese un objeto cualquiera estaba el Espejo de Oesed—. Ya te había dicho que lo trataríamos bien.

—Está arrumbado, Draco —comentó, incapaz de esconder la diversión en el tono de su voz—. Si sigue allí lo acabarás utilizando de perchero.

Draco chasqueó la lengua, y si el gesto no le hubiese resultado excesivamente curioso, Harry habría notado la manera en la que el otro levantaba las protecciones a través de magia no verbal para impedir el paso a su oficina durante las siguientes dos o tres horas.

—No te enfurruñes, Potter, solo está aquí de paso. En unos días le asignaremos un área y allí recibirá toda las protecciones absurdas que quieras ver alrededor de él. —Acomodándose mejor en el escritorio, pero sin sentarse en él del todo, Draco resopló—. ¿Eso es todo? Porque a diferencia de ti, estoy ocupado y si no tienes nada más que tratar conmigo...

Touché. Harry bajó su vista y apretó nerviosamente su ropa, convenciendo a Draco de que los rumores que corrían acerca de él por los pasillos del Ministerio eran totalmente falsos. Merlín, solo un idiota podía creer que ese Potter era una máquina sexual que bajaba las bragas de cuanta mujer se cruzaba en su camino. Además, no había escapado como gatito asustado ante su descarado coqueteo, así que eso debía hacerlo homosexual o mínimo bisexual, ¿cierto?

Entonces, mientras Harry reflexionaba toda posible respuesta, los pensamientos de Draco se paralizaron. ¿De verdad estaba nervioso por ello? ¿En serio temía por la posibilidad de que Harry pudiera rechazarlo? Maldita sea, tenía que llegar a una resolución pronto o su orgullo y su calentura no resistirían mucho.

—Yo —pronunció Harry con cuidado, relamiéndose los labios, como si con ese gesto consiguiera modular mejor las palabras, aunque en realidad solo logró poner cachondo a Draco— quería saber el por qué.

Por supuesto, pensó Draco, y aquello casi le hizo entornar los ojos, a pesar de conservar la sonrisa en sus labios.

—¿Por qué no te he llevado a mi cama luego de ese beso tan caliente que me diste, quieres decir?

—No era eso exactamente lo que estaba pensando —balbuceó nerviosamente Harry, hasta que levantó la mirada tímidamente y aceptó, casi como si fuese otra persona—: Pero se parece bastante.

Draco no tuvo tiempo de dar una respuesta mordaz. Las manos del otro se deslizaron hacia su cintura y, con una inesperada muestra de la fuerza que su profesión le había dejado, Harry lo atrajo hacia él, de tal manera que el rubio quedó sentado sobre sus piernas. Y, Salazar, si Draco no hubiese estado fantaseando con ello durante semanas, tal vez habría pensado que era ridículo.

—Las palabras no son tu punto fuerte, ¿verdad, Potter? —preguntó acomodándose mejor sobre él. Qué demonios, si ya habían llegado a ese momento, no tenía sentido comportarse como si fuesen un par de adolescentes virginales ante su primera vez.

—Deberías saberlo mejor que nadie. Siempre he sido mejor con las acciones —susurró, y a Draco le excitó que Harry lo mirara de esa manera: demostrando la fuerza de la que estaba hecho, de que, inclusive ante una situación como esa, él no se intimidara. Cierto era que Harry era muy torpe en el arte del coqueteo, pero en pasión… demonios, en eso Draco estaba por comprobar que nadie podía ganarle.

A esas alturas, con Draco a horcajadas sobre Harry, lo último que importaba era quién había iniciado el contacto, pero al rubio le alegró ser el primero. Con una sonrisa inusualmente amplia en sus labios, Draco retiró las gafas del otro y se inclinó para besar sus labios. Harry lo recibió con tantas ganas, que terminó preguntándose quién de los dos estaba más ansioso. Si él, aferrándose a sus hombros y hundiendo su lengua, o Harry, que hábilmente estaba levantando su camisa hasta lograr colar sus manos debajo de la ropa para tocar la espalda de Draco.

El contacto fue electrizante. Un gemido lleno de placer brotó de sus labios cuando sintió las tibias manos de Harry apretarlo contra él, logrando que sus entrepiernas se encontrasen. Draco no podía creer cuán bien se sentía aquello y lo maravilloso que era tener a Harry actuando de la manera en la que lo hacía. Maldito fuese. Si Draco hubiera sabido que el cabrón besaba de esa forma -que mordía de esa forma- se habría sentado sobre sus piernas desde que tenía diecisiete años.

—Tenías que hacerlo, ¿no es así? —gruñó Harry sobre la piel de su cuello mientras las manos bajaban hacia su trasero, sujetándolo con firmeza—. Debías empujar todos mis límites, hasta que fueras completamente irresistible para mí. No podía soportarlo, estaba enloqueciéndome el no poder tocarte, el no estar contigo…

Si los labios de Harry no estuvieran buscando el punto más sensible de su piel, Draco se habría reído por ganarle. Que, vale, no era una competencia, pero a veces era inevitable hacerla cuando de ellos se trataba. Y pensándolo con detenimiento, ¿acaso alguna vez había terminado?

—Deberías saberlo mejor que nadie —dijo, haciendo eco a las palabras que, tan solo unos momentos atrás, Harry había pronunciado—. De los dos, siempre serás perdedor.

Durante unos instantes, Harry se separó para mirarlo a los ojos. Había cientos de argumentos con los cuales podría contradecir su última oración, pero Draco estaba ruborizado, despeinado, sus ojos dilatados y aquello, definitivamente, no era una respiración suave y pausada. Demonios. Tenía que reconsiderar la idea de pelear con el rubio mientras al mismo tiempo intentaba desvestirlo.

A la mierda todo. Harry podía aceptar una derrota en su vida si le daban algo tan bueno a cambio. E iba a disfrutarlo.

Inclinando su rostro para buscar una vez más esos labios, Harry decidió que no hacían falta más palabras. Ya habían hablado durante mucho tiempo; el coqueteo entre ellos se había extendido más allá de lo que era razonable, así que era el momento de actuar. Se descubrió encontrándole un nuevo aprecio a las corbatas, porque era maravilloso deslizarlas por el cuello de Draco mientras terminaba de desabotonarle la camisa. Le encantó lamer sus tetillas y sentir cómo reaccionaba a ello. De hecho, Harry se sentía tan caliente, que ni siquiera le avergonzó la lastimosa rapidez con la que abrió sus pantalones para que ambos se frotaran.

Y sí, quizá debía ser romántico, lleno de emociones y explosiones y sorpresas. Tal vez debería ser un poco más como "Qué suave eres, estás tan duro..." pero en ese momento, lo único que importaba era desahogar meses de tensión sexual. Ya tendrían tiempo -todo el tiempo del mundo- para el romanticismo después. Y estaba convencido, mientras Draco se movía sobre él, gimiendo desesperado y mordiendo su hombro, que también pensaba lo mismo.

Evidentemente, aquel roce desenfrenado de cuerpos y emociones no duró mucho tiempo, aunque no pudo importarle menos. Draco sonriendo como nunca antes Harry lo había visto hacerlo, lo besó con un poco más de calma y más ternura. Y eso bastó para que Harry se convenciera de aquello no solo era sexo, no solo era la eterna calentura que aparentemente siempre tenía cuando miraba a Draco, sino que era más... algo más por lo que valía la pena arriesgarse. Por la que todo ese cortejo había sido tan excitante.

—Me debes una cita, Potter —dijo, al separarse de sus labios y recargar su rostro en el hombro del otro, sin desvanecer su sonrisa. De hecho, Draco estaba seguro de que pasando momentos como ese en cualquiera de sus oficinas, difícilmente dejaría de sonreír—. Porque te juro que esto no cuenta como una cita.

Las palabras mandonas de Draco le hicieron reír. Se abrazó a él, sintiéndose agitado, pegajoso y muy relajado. Definitivamente aquello era algo que tenían que repetir.

—Es tu culpa por no dejarte atrapar antes —dijo en tono de broma, solo para iniciar otra pelea con Draco. En serio, debería ser insano adorar pelearse cual niño pequeño con él. Se aferró un poco más fuerte y aspiró el aroma masculino de su cuello y besarlo, antes de levantar vista: allí, desde la posición en la que estaban, Harry podía ver el Espejo de Oesed y, a su vez, este le devolvía el reflejo.

Lo miró con detenimiento, observando la imagen que reflejaba. Por un instante, su corazón se detuvo ante ella, pero finalmente la comprendió… y sonrió.

—Tú eres mi deseo, Draco.


Saul, Jefe del Departamento de Misterios y encargado de todos los inefables del área, levantó una ceja al escuchar la propuesta de Draco. Nunca había esperado que llegara a tal resolución cuando le encargó asignarle un área al Espejo de Oesed.

—¿Por qué debería dejarlo en tu oficina, Draco?

El rubio, que estaba arreglando su cabello justo enfrente del Espejo de Oesed, miró a Saul por el reflejo y sonrió. Era una sonrisa arrogante pero sincera. Era el tipo de expresión que Draco comenzó a poner desde que Harry y él habían comenzado su relación.

—Porque esto no necesita protección—dijo golpeando el marco—. Su mejor sitio es aquí, en mi oficina, porque para mí es solo eso... un simple espejo.

Y su jefe, comprendiendo entonces todo, rió por lo bajo y aceptó.

"El hombre más feliz en la Tierra podría usar el Espejo de Oesed como un espejo normal, eso es, él podría mirarse en él y se vería a sí mismo exactamente como es."

FIN


Autora al habla: No estaba muerta... andaba cambiandome de empleo xD. ¡Y es verdad, jajajaja! Había tenido unos meses bastante complejos y tenía muchas situaciones pesadas en el trabajo. Hasta que decidí que era suficiente. Ahora, me mudé de empleo y estoy muchísimo mejor :DDDD. Y vale, que no es interesante, pero sí hay razones de mis ausencias. XD

En fin. Curiosamente esta historia ya estaba finalizada, y apenas me di cuenta de que no había subido este último capítulo. ¡Deshonra sobre mí! D:! Pero les agradezco toda la paciencia y sus ánimos porque son los lectores más maravillosos del mundo mundial. :D Ya saben que os quiero, y que en breve me volverán a ver merodeando por acá. ¡Gracias por todo, un beso enorme!

¡MUCHAS GRACIAS POR TODOS SUS HERMOSOS REVIEWS!

¡OS QUIERO! :D

La escritora perdida, PukitChan