Inviernos Inolvidables.

Capítulo uno: Te encontré.

Frío, Kurosaki Karin a menudo soñaba con eso, gigantescos dragones de hielo puro y hermosas nevadas rodeándola. También, en esos sueños, siempre había alguien con ella, pero nunca podía verlo bien o tal vez solo no lo recordaba al despertar.

Ella realmente prefería el calor, pero siempre que tenía esos sueños pasaba todo el día de buen humor. No tenía idea de porqué pero simplemente se llenaba de felicidad después de soñar con aquellas frías bellezas.

Últimamente la frecuencia con la que tenía esos sueños aumentó, rara era la noche que no soñara con algo referente a la frialdad.

Esa mañana no fue la excepción y se despertó con una sonrisa estúpida después de haber soñado con flores de hielo y preciosos copos de nieve.

-¿De nuevo ese sueño, Karin-chan?- su hermana gemela Yuzu le sonrió desde el alfeizar de la puerta de la habitación al vislumbrar su semblante absurdamente alegre.

-Ya te dije que cada sueño es diferente Yuzu.- bufó negando con la cabeza. Esta vez las flores habían sido lo nuevo.

-Sí, pero todos tienen que ver con el hielo y la nieve, ¿no?- se encogió de hombros alegremente. –De todos modos, solo venía a decirte que me bañare abajo, así que puedes utilizar el baño de arriba.- dejó la puerta entreabierta y se retiró.

Karin bostezó y estiró los músculos, se levantó a regañadientes de la comodidad de su cama y fue por sus cosas, saliendo del cuarto para ducharse.

Al terminar se cepilló su cabello negro largo hasta la mitad de la espalda y se lo ató en una coleta alta, dejando dos gruesos mechones a los lados de su rostro y retirando hasta detrás de su oreja uno pequeño que quiso colarse a cubrir su frente.

Se enfundó en su uniforme de preparatoria, abotonando hasta el último botón de la camisa blanca con algo de dificultad debido a que su pecho había crecido un poco más de lo que le hubiera gustado en comparación a su pequeña composición y tirando del largo de la falda gris lo más abajo posible, colocándose luego sus medias negras largas hasta las rodillas y sus zapatillas blancas.

Fijó su vista en el espejo del baño, odiando el modo en el que se veía tan femenina y delicada a pesar de su mirada de malas pulgas. Se había quedado pequeña, incluso Yuzu ya la sobrepasaba por varios centímetros cuando anteriormente en su juventud siempre la había pasado por solo un insignificante centímetro, también tener sus ojos oscuros tan grandes y las pestañas tan gruesas contrastando con su piel blanca no ayudaban en nada a darle una imagen más intimidante.

¿Qué por qué necesitaba parecer más intimidante? Pues porque su hermana era prácticamente una Idol en su escuela, y necesitaba a alguien que la protegiera de todos sus acosadores.

En momentos como estos Karin realmente deseaba haber tenido un hermano que pudiera cuidar de la chica Kurosaki más dulce.

Cuando bajó a desayunar su gemela ya estaba comiendo en compañía de su madre, puesto que su padre debía estar trabajando en la clínica de la familia.

-Karin, buenos días, hijita.- su madre le sonrió dulcemente al verla. -¿Dormiste bien?- inquirió mientras le servía el desayuno.

-De nuevo tuvo uno de esos sueños suyos.- comentó Yuzu con una sonrisa.

-¡Oye, puedo hablar sola, gracias!- riñó mirando mal a su hermana castaña de ojos mieles idéntica a su madre.

-Me sorprende que sueñes tanto con el invierno, pensé que lo detestabas.- musitó su madre divertida mientras volvía a su desayuno.

-Y lo detesto, pero en mis sueños siempre se muestra como algo… lindo.- se sonrojó un poco, no acostumbrada a reconocerse como una fanática de las cosas lindas. –Y no es el invierno… es algo parecido… pero no exactamente eso.- frunció el ceño.

-Suena complicado, tienes mucha imaginación.- la castaña mayor rió tranquilamente.

-Sí, o estoy loca.- estuvo de acuerdo mientras las otras dos mujeres reían.

Fue a la escuela con su hermana y el día transcurrió bastante tranquilo, si no se contaban las entrepiernas que tuvo que patear de pervertidos que se atrevían a coquetear con Yuzu o depravados que hacían algún comentario obsceno sobre su propio cuerpo.

En su juventud solía ser bastante atlética, y eso le había dejado un buen cuerpo aparte del abundante desarrollo de sus curvas, y por esa estupidez dejó el futbol, ¿de qué servía jugar si el equipo contrario y tus propios compañeros ponían más atención en ciertas partes de su cuerpo que por más sujetadores deportivos que usara no dejaban de rebotar que en el balón? Crecer era una mierda.

En la secundaria había tratado de llenar el vacío con videojuegos, pero finalmente se decidió por el Kendo, el uniforme le convenía muchísimo más, y hasta llegó a gustarle tanto como el futbol.

Regresó a casa después de su práctica de Kendo y haber jugado un poco de futbol solitario en un lugar especial que había encontrado cuando era niña, y logró escapar del saludo excesivamente amoroso de su padre teniendo que sacrificar a Yuzu para que lo soportara mientras huía a la cocina.

Comió rápidamente, dio las buenas noches a su madre y a su hermana, golpeó a su padre en la cara para que no insistiera en abrazarla y de inmediato fue a su habitación y se lanzó a su cama sin siquiera ponerse el pijama, porque estaba ansiosa por dormir y tener otro de esos extraños sueños que la hacían tan feliz.

Esta vez, volvió a ver a los dragones de hielo, aunque la particularidad de este sueño es que solamente había uno esta vez, cuando en sueños anteriores se habían presentado varios, o tantos que no podía contarlos.

Sonrió mirando a su alrededor, la nieve crujía bajo sus pies descalzos y el blanco llenaba su visión, los copos la cubrían por completo pero ella no sentía ningún frío. El dragón extendió las alas, y voló a su alrededor.

Podía sentir a alguien a su lado, pero no le hizo caso, por más que antes trató nunca pudo verlo, así que hace tiempo había renunciado a tratar de averiguar quién era. Sin embargo… esta vez pudo sentir a ese alguien a su lado extender una mano y acariciar su mejilla, y entonces sí sintió frío, sintió frialdad pura en su toque helado.

Abrió los ojos y se sentó de golpe.

Seguía siendo de noche, notó por la oscuridad en el cuarto. Miró a su alrededor, verificando que todo este normal.

Todo parecía normal a simple vista, pero cuando enfocó bien sus ojos en una sombra inquietantemente cercana a su cama, pudo percibir lo que era claramente la silueta de un hombre.

No lo dudó y de inmediato lanzó una patada a la mandíbula del sujeto, derribándolo con un gemido.

Saltó de su cama y tomó la espada Kendo, Shinai, debajo de ella, que aunque era de madera aún era útil. La apuntó al cuello del chico oculto por las sombras mientras desviaba su mano hacia el interruptor de la luz y la encendía.

Se sorprendió al ver que el chico bajo su Shinai era uno de aproximadamente su misma edad y vestido con prendas tradicionales, aparte de que también tenía un extraño cabello blanco y ojos turquesas muy fríos.

-Por fin…- habló mirándola fijamente, su voz grave y llena de un sentimiento indescifrable para ella. –Te encontré.- de pronto abandonó su semblante serio y frío para sonreírle y mirarla con calidez. –Karin…-

La boca de la pelinegra cayó a la par que sus ojos se abrían mucho, pero de inmediato la cerró y agudizó su mirada, hundiendo más la punta del Shinai en el cuello del albino.

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?... ¡¿Cómo sabes mi nombre?!- exigió saber tratando de controlar el volumen de su voz para no despertar y asustar a su familia.

-¿No lo sabes?- le preguntó con calma, sin inmutarse por la espada de madera en su cuello.

-¿Cómo diablos quieres que lo sepa?- frunció el ceño, comenzando a perder la paciencia. –Dime de una vez quién eres.- demandó.

-Bien…- suspiró. –Mi nombre es Hitsugaya Toshiro, ¿contenta?- alzó una ceja, su semblante de nuevo inexpresivo.

-¿Y qué es lo que quieres? ¿Por qué estás aquí?-

-Estoy aquí por ti, he venido a reclamarte como mi esposa.- dijo casualmente.

Karin se lo quedó mirando por un momento, antes de estrellar con fuerza su pie contra su estómago, dejándolo sin aliento.

-Pff, al final solo eres otro pervertido lunático, tus ropas causaron intriga, lo reconozco, pero eso ya se acabó así que llamare a la policía.- rodó los ojos mientras alcanzaba su celular sin despegar la espada de su cuello.

-Yo no haría eso si fuera tú.- en un parpadeo, de repente él ya no estaba en su anterior posición recostada en el suelo, sino que detrás de ella, sujetando su celular y mirándolo con curiosidad, como si nunca hubiera visto uno antes.

-¿Qué diablos?...- ¿Qué demonios acababa de pasar? -¡Devuélveme eso!- exigió tratando de arrebatarle el celular, pero de nuevo él desapareció rápidamente y ella cayó de cara contra la cama. ¿Qué mierda?... -¿Quién…?...- volteó encontrándolo sorprendida ahora a un metro de la cama. -¿Qué eres?...- lo miró espantada, afianzando su agarre en el Shinai.

-Soy tu prometido, tu futuro marido.- declaró con simpleza. –Y también la deidad del invierno y el hielo, pero eso es irrelevante.- se encogió de hombros como si no importará en lo absoluto.

De no haber estado tan espantada, probablemente habría reído.

-T-tú estás loco…- lo apuntó con la espada, lista y en posición para atacarlo si se movía. –Aléjate de mí, demente. Devuélveme el celular para que pueda llamar al manicomio.- lo miró tratando de intimidarlo.

Él pareció querer decir algo, pero justo en ese momento la puerta se abrió y sin ningún aviso le lanzó el celular en las manos, por lo que apenas llegó a tomarlo.

-Karin, ¿todo está bien?- su padre asomó la cabeza por la puerta, mirando por toda la habitación como perro guardián. -¿Por qué gritabas?- preguntó una vez terminó de examinar el cuarto, como si no hubiera un perfecto extraño a solo un metro de ella.

-¡Pues por ese lunático!- señaló al albino, que procedió a sentarse tranquilamente en la silla de su escritorio, con semblante aburrido.

Su padre volvió a examinar la habitación.

-¿Qué lunático?- pestañeó perplejo.

La chica se quedó sin aliento, mirando a quien se hacía llamar Hitsugaya Toshiro con incredulidad. El tipo no podía ser realmente una deidad… ¿o sí?

-Es inútil, él no me vera mientras yo no lo permita.- le sonrió con superioridad. -¿Aún quieres llamar a ese manicomio? Porque si han de llevarse a alguien será a la chica que afirma ver cosas que nadie más puede ver.- su sonrisa se esfumó pero siguió viéndose como si se estuviera divirtiendo por dentro.

-N-nada, viejo… solo tuve un mal sueño, es todo…- bajó su Shinai pero no lo soltó.

-¡Aww! ¡La pobre bebita de papá! ¡Yo te consuelo!- se lanzó a abrazarla pero lo mandó a volar fuera de su cuarto de una patada.

Cerró la puerta con seguro y se volvió hacia la supuesta deidad.

-Tú.- lo miró fulminante. –Me explicaras todo esto, ahora.- exigió apuntándolo con su espada de madera, dudaba que pudiera hacerle nada con ella pero al menos no la hacía sentir del todo indefensa.

-Ya te lo explique, soy una deidad y vine a tomarte como mi esposa, ¿qué más hay que decir?- la miró sin comprender.

-¡T-tú estás loco!- gritó en un susurro. -¿Cómo esperas que me crea que eres una deidad? Quiero decir… ¿qué mierda? Y… ¿tu esposa? Ni te conozco. Me estás dando la impresión de que eres un pervertido chiflado y la única razón por la que no llame a la policía es porque aparentemente eres invisible o algo. Y si no me pongo histérica es solo porque no quiero espantar a mi familia.- tomó grandes bocanadas de aire puesto que pesé a sus declaraciones si había llegado a ponerse un poco histérica.

Hitsugaya Toshiro le sonrió con nostalgia.

-Ah… es verdad, no sabes quién soy.- murmuró como si acabara de recordarlo. –Eres una mortal, y ustedes los mortales no creen fácilmente en más allá de lo que sus científicos, libros de información e Internet les pueda probar.- se llevó una mano a la barbilla. –Muchos presumen que solo creen en lo que ven, entonces yo pregunto, si de repente esas personas quedaran ciegas, ¿comenzarían a creer solo en lo que escuchan? Y si también perdiesen la audición, ¿creerían solo en lo que huelen? Y si llegasen a perder todos sus otros sentidos salvo por el del tacto, ¿solo así comenzarían a creer en lo que sienten?- Karin se lo quedó mirando perpleja, sin terminar de comprender sus palabras. –Cuando me ves, solo ves a un extraño, y recuerdas las enseñanzas que escuchaste alguna vez sobre cómo es imposible lo que estás escuchando de mí ahora, por lo tanto inmediatamente me tachas como una persona demente, ignorando lo que sientes.-

-¿Tú qué diablos sabes respecto a lo que siento?- preguntó bastante demasiado a la defensiva.

-Más que tú, evidentemente.- de nuevo en cuestión de un parpadeo él desapareció de donde estaba y reapareció detrás de ella, de pie sobre el respaldo de su cama. –Piénsalo, ¿realmente no sabes quién soy?- susurró cerca de su oído, haciéndola brincar lejos y esquivando el golpe que trató de darle con su Shinai.

-¡¿Qué clase de pregunta es esa?! ¡Por supuesto que no sé quién diablos eres!- pisoteó aunque algo en el fondo de su mente se removió inquieto ante esa afirmación.

-¿Segura?- preguntó con parsimonia.

-¡Obviamente! Creo que recordaría ya haber hablado con un lunático con complejos de deidad que afirma querer casarse conmigo.- masculló con sequedad y los dientes apretados.

-Yo no afirme querer casarme contigo, yo afirme que me voy a casar contigo.- se cruzó de brazos suspirando con exasperación. –Y eso no fue lo que yo pregunte, no me interesa si me recuerdas, yo quiero saber qué es lo que sientes. Así que, por favor contéstame con sinceridad, ¿sientes que no me conoces?- la miró profundamente a los ojos.

Karin abrió la boca para negar conocerlo pero inmediatamente la cerró sin estar del todo segura por qué. ¿Por qué subconscientemente una parte de ella no se atrevía a negar tener idea de quién era este lunático?

-Y-yo… n-no sé… no sé quién eres…- dijo con sinceridad y sin saber por qué un poco de tristeza destiló de su tono.

Él suspiró profundamente.

-¿Con que aún no, eh?- habló para sí mismo. –Entiendo…- apartó la mirada pero luego bajó del respaldo de la cama y se sentó tranquilamente en el suelo, cruzando las piernas. –Entonces no tengo otra opción, me quedaré aquí contigo hasta que recuerdes lo que sientes.- también se cruzó de brazos, con una mirada apaciblemente inquietante fija en la nada.

-¿Eh?...- agh, suficiente de esta situación, este tipo no era más que un extraño demente, y ya no iba a tolerarlo. -¡Lárgate de una vez, maldito desquiciado!- trató de atacarlo con el Shinai pero él lo atrapó y sin ningún tipo de esfuerzo se lo arrebató de las manos, pero eso no fue lo que la dejó más shockeada, sino que fue el que en su mano la espada de madera fuera recubriéndose de escarcha y luego encerrándose en una capa de cristalino hielo puro. Casi grita a viva voz pero se contuvo. -¡¿C-cómo hiciste e-e-ESO?!- se quedó sin aliento.

-Creí que ya te lo había dicho.- miró con indiferencia el trozo de hielo en sus manos y luego a ella. –Soy una deidad, controló el hielo, estoy a cargo de la división del invierno y vivo en el paraíso.- dijo como si fuera algo tan común como beber agua. -¿Sí sabes lo que es una deidad, verdad?- preguntó con una ceja en alto.

-¡Claro que lo sé! ¡P-pero se supone… que no existen! Solo… solo son un mito…- pestañeó confusa. –Sin embargo…- miró la espada congelada. –Hiciste magia…- era aterrador, pero en realidad le parecía que tenía cierta belleza.

-No es magia, es habilidad. Una habilidad única que…- se interrumpió a sí mismo antes de acabar, pareciendo pensarlo mejor. –Aunque supongo que para ustedes los humanos sí es más bien una especie de magia…- musitó lentamente, sus dedos escavando su mandíbula cincelada. –No, sus estándares de magia son bastante patéticos, más bien es lo que llamarían un "súper poder".- explicó.

-¿Súper poder?- volvió a mirar el Shinai congelado. –Sí… eso parece.- de no estar espantada creería que era genial.

Controlar el hielo sin duda entraba en sus estándares de súper poderes increíbles.

-¿Ahora sí me crees cuando te digo que soy una deidad?-

-S-supongo que sí…- después de ver lo del Shinai, difícil era no creerle.

-¿Y también accederás a convertirte en mi esposa?- inquirió con voz aburrida.

-¡Estás loco! ¡Por supuesto que no, nunca! ¡Tengo diecisiete años!- pisoteó. –De cualquier manera, ¿por qué diablos una deidad tan divina y poderosa me quiere a mí como su esposa?- alzó una ceja, llevándose las manos a las caderas, su voz goteando sarcasmo.

-Porque estoy enamorado de ti.- contestó simplemente.

Silencio.

-… ¿Tú… sí sabes que no nos conocemos verdad?- deidad o no estaba completamente loco.

-Por supuesto que nos conocemos, íntimamente. Solo que no lo recuerdas.- contestó tranquilo.

-Pff.- bufó. –Sí, claro. Eso es imposible, ¿o me vas a salir con un cuento de que me borraron la memoria o algo así?- se burló de la idea.

-Claro que no te borraron la memoria ni nada de eso.- estuvo de acuerdo. –Nosotros nos conocimos en tu otra vida.- bueno, ella definitivamente no había estado esperando que dijera eso.

-¿Disculpa?- pestañeó. -¿Mi otra vida?- sacudió la cabeza, perpleja.

-Exacto, tu vida anterior.- asintió. –Nos enamoramos y comprometimos, sin embargo falleciste antes de que pudiéramos concretar el matrimonio y te lleve al paraíso conmigo.- por primera vez se mostró un poco incómodo, evitando mirarla a los ojos. –Conmovidos por mi tristeza, varias de las otras deidades no se conformaron a que nuestro amor se acabara por algo tan mundano como la muerte, y me aseguraron que por sus poderes tú nacerías de nuevo conservando todos tus rasgos distintivos, todo lo que eras en tu vida anterior, tu personalidad y apariencia, cosas que normalmente se pierden, ellos te las dejarían conservar para que continuaras siendo la mujer que yo amo, la que yo había conocido, para que pudiéramos hacer como si nada hubiera pasado, retomar nuestras vidas donde las dejamos.- volvió a mirarla seriamente. –Por más de cien años he estado buscando tu reencarnación, ahora la encontré, te encontré, y no hay modo en ninguno de los tres mundos de que te vuelva a perder.-aseguró feroz.

Karin lo miró con la boca y los ojos muy abiertos. Él no podía estar hablando en serio… ¿verdad?

-Eh… e-escucha, y-yo… me siento realmente alagada por tus palabras bonitas de amor y todo eso pero… con esfuerzo te estoy creyendo, no te conozco y no confió en ti.- ¿si eso era cierto entonces por qué no estaba corriendo asustada con sus padres como cualquier adolescente normal? –Comprendo que no eres humano, hasta te creo que seas eso de deidad, pero incluso si creyera tu cuentito de reencarnación, no hay manera de que realmente creas que yo querría ir y casarme contigo, ¿o sí?- esperó por su respuesta pero él se mantuvo en silencio sin quitarle la vista de encima. –Yo no sé quién eres. Yo no te conozco. No te amo.- casi se arrepintió de decir eso último cuando vio el gesto de dolor que atravesó su rostro, pero no se lo permitió porque era verdad. –Y tengo una vida hecha aquí. ¿Crees que abandonaría a mi familia y todo lo que conozco por ti, aunque seas una deidad? Tengo diecisiete, no quiero casarme, y mucho menos con el rarito de súper poderes que dice conocerme.- alzó la barbilla con una mirada dura.

Hitsugaya Toshiro la miró con la mandíbula tensa.

-Tu color favorito es el rojo…- susurró quedamente.

-¿Eh?- pestañeó.

-Te encanta, no, amas el chocolate.- dio una pequeña sonrisa nostálgica. –Adoras los deportes, te gusta leer historias sobre aventura, odias llorar, detestas el color rosa y las cosas demasiado femeninas, eres muy competitiva y te gusta cantar cuando estás sola…-

Karin se sonrojó.

-¿Cómo sabes…?...-

-No soportas que te digan gallina, eres muy sobreprotectora con tu hermana, siempre golpeas a tu padre, y la única con la que te permitirías mostrar debilidad es tu madre… y… déjame adivinar, ¿siempre has querido un hermano, o no?- esta vez la morena sí que se quedó impresionada.

¿Cómo pudo saberlo? Nunca expresó en voz alta su deseo de haber tenido un hermano, y no era algo evidente que se notará a leguas, solo solía pensarlo de vez en cuando así que… ¿cómo lo supo?

-¿Qué fue eso? ¿Estabas presumiendo tu súper poder de deidad que lee mentes?- entrecerró los ojos.

-Las deidades no podemos leer mentes.- rodó los ojos. –Más bien estaba presumiendo que sí te conozco, Karin.- suspiró y se puso en pie. –Muchas cosas de ti han cambiado al haber sido criada en esta época moderna, pero en esencia sigues siendo mi Karin.- extendió una mano para acariciar su mejilla, pero se hizo para atrás bruscamente, provocando que bajara la mirada por un segundo antes de que riera entre dientes levemente. –Sí… sin duda la misma Karin que recordaba.- la miró con ojos suaves, casi cálidos. –No te preocupes… sé que me amas, el amor es lo único que trasciende más allá de la muerte, solo falta que me recuerdes… y entonces podremos estar juntos.- le sonrió una última vez antes de, como en veces anteriores, desaparecer con un parpadeo.

Karin se quedó parada en medio de su habitación largo rato, observando como su Shinai seguía encerrado en hielo echando vapores helados, tratando de procesar todo lo que acababa de pasar.

Cuando llegó a la conclusión de que no había forma de que aquello hubiera sido un engaño o algo por el estilo, se lanzó desesperadamente a su cama y trató de dormir con la esperanza de que en realidad se tratara de solo otro de sus extraños sueños.

Su sueño de esa noche tuvo como protagonista a Hitsugaya Toshiro, pero no fue un sueño inquietante como hubiera pensado, le transmitía la misma sensación de paz y felicidad que todos los otros. Podía verlo a su lado siendo cubierto con la nieve, sonriéndole, haciéndola sentir con ganas de sonreír. No obstante, despertó con el rostro completamente serio.

Toshiro… ¿quién eres?

¿Él no podía ser la persona a la que siempre sentía a su lado, verdad? ¿Esos realmente no podían ser recuerdos de una vida anterior, cierto? Lo de ayer fue solo un sueño… ¿no?

-Sí…- murmuró para sí misma, sentándose en la cama y frotándose los ojos. –Él solo fue un sueño…- suspiró sin saber por qué la idea no terminaba de agradarle.

-No, no lo fui.- brincó fuera de la cama ante la voz de la deidad de cabello blanco, que estaba sentado de lo más casual en el marco de su ventana. –Buenos días, esperó que hayas dormido bien.- murmuró tranquilamente bebiendo té que quién sabe de dónde sacó.

-¡¿Por qué demonios sigues aquí?!- chilló horrorizada.

-Ya te lo dije.- suspiró con leve irritación. –Me quedare contigo hasta que recuerdes quien soy y lo que sientes.- le recordó. –Después de eso, solo ahí te permitiré decidir si quieres ir conmigo o no, por mientras no pienso darme por vencido.- advirtió.

-T-tú… no puedes ser real. Debo estar imaginándote…- se dijo más a sí misma. –Sí… eso es. Eres un producto de mi imaginación.- suspiró aliviada, convenciéndose que el ver su Shinai aún congelado en el suelo también era obra de una fantasía.

El albino rodó los ojos.

-Mortales…- negó con la cabeza, resignado.

El resto del día Karin se la pasó haciendo sus actividades normales y cotidianas, tratando de olvidad a su deidad imaginaria siempre siguiéndola como su sombra, la única vez que la dejaba sola era cuando tenía que utilizar el baño o cambiarse.

La persiguió hasta la escuela y se mantuvo mirando su trabajo y corrigiendo todos los errores que le encontrara, para su completo fastidio y frustración por no poder gritarle ni golpearlo sin quedar como una lunática.

Llegó la hora del almuerzo y sus amigos la jalaron hasta la azotea para comer juntos como todos los días, sin ser capaces de sentir como la presencia del chico albino los seguía todo el tiempo y prácticamente los asesinaba con la mirada cada vez que alguno le hablaba o la tocaba o siquiera rozaba de algún modo. La verdad era algo entretenido verlo rabiar por cosas tan irrelevantes, o lo era hasta que la temperatura comenzó a descender a grados bajo cero.

En el camino de vuelta a casa unos vándalos trataron de molestarla a ella y a Yuzu, diciéndoles cosas bastante obscenas, pero antes de que la de ojos oscuros pudiera patearlos en la entrepierna de repente Hitsugaya los lanzó contra un contenedor de basura con fuerza sobrehumana apenas moviendo su brazo. Ante esto, Karin se quedó con la boca abierta y luego tuvo que inventar una muy buena excusa para que su gemela se creyera que se lo había imaginado y que en realidad fue ella quien los arrojó allí.

Cuando llegó a su habitación cerró la puerta con fuerza antes de que el chico molesto pudiera entrar y comenzó a quitarse su uniforme de la preparatoria para ponerse ropa más cómoda, pero se quedó sin aliento cuando lo vio subido al marco de su ventana abierta, con sus ojos turquesas fijos en ella, o más precisamente en su torso al descubierto, solo medianamente tapado por un sujetador deportivo.

-P… p…- su rostro se tornó escarlata. -¡PERVERTIDO!- chilló escandalizada, arrojándole todo lo que estuviera a su alcance, que era su lámpara, algunas zapatillas, y muchos, muchos, balones de futbol.

-¡L-lo siento!- por primera vez tartamudeó y se sonrojó, cubriéndose los ojos y saltando fuera de la ventana.

Pesé a que estaba ardiendo en ira, no pudo de dejar de notar que aquello fue… un poco bastante adorable para un chico, si no estuviera tan avergonzada probablemente estaría riendo por su evidente mortificación, ¡cielos, ni que fuera para tanto! Solo la vio en sujetador… y actuó como un completo niñito, sip, demasiado tierno. Pareciera que nunca había visto a una mujer medianamente desnuda… cuanta inocencia.

Se preguntó si en la otra vida que supuestamente habían tenido habían llegado a… a… Sacudió la cabeza, enrojeciendo ante la idea. Mejor no pensar en eso, era pura obra de su imaginación, o su demencia.

Pasó una hora en tranquila paz antes de oír tímidos golpes en su ventana. Rodó los ojos.

-Puedes entrar.- negó resignada mientras veía al albino asomar la cabeza con cautela, seguramente queriendo asegurarse de que estaba completamente vestida, antes de colarse dentro de la habitación y sentarse en su escritorio con las mejillas rojas.

-Realmente… lamento mucho lo de antes.- masculló en voz muy baja, evitando su mirada. –No fue mi intención…-

-Está bien, cielos.- lo frenó antes de que continuara con sus disculpas. –Te perdono por esta vez, pero… que esto no se vuelva a repetir, ¿entendido?- él asintió obedientemente. En serio, era demasiado lindo para su propio bien.

-Tocaré antes de entrar en tu espacio privado.- prometió con una inclinación de cabeza.

-¿O sea que planeas seguir acosándome mucho más tiempo?- inquirió espantada con la idea.

-¿Eh? Oh, no. Solo hasta que me recuerdes y aceptes ser mi esposa.- dijo simplemente con toda naturalidad.

-Tú eres espeluznante…- lo miró mal, pero luego su mirada recayó en su Shinai, que seguía congelado. –Y por cierto, quiero que descongeles eso, ahora, mañana tengo la práctica de Kendo.- se cruzó de brazos.

-Ah, cierto…- con solo extender una mano, el hielo que rodeaba la espada de madera se derritió y desapareció por completo sin dejar ni siquiera un rastro de agua. –Listo.- se encogió de hombros.

-Umm… bien…- se quedaron sumidos en un incómodo silencio hasta que Karin oyó el llamado de su madre diciéndole que bajara a comer. –Oye, por cierto, ¿tú comes o… o qué?- lo miró curiosa.

-Como.- sonrió algo presuntuosamente. –Pero puedo conseguirme comida en cualquier momento, así que no es necesario que te preocupes sobre alimentarme.- ella se sonrojó levemente.

-No estaba preocupada…- frunció el ceño. –Solo que no me importaría traerte algo de comida, mamá siempre cocina como si hubiera un miembro más en esta familia.- rió entre dientes, fingiendo no ver el repentino nerviosismo en los ojos turquesas. -¿Y bien? ¿Vas a querer que te traiga?- alzó una ceja.

-Eh… claro, si no te es molestia. De todas formas no como mucho.- se encogió de hombros, evitando estratégicamente el mirarla a los ojos. Él ya era raro, pero… esto era demasiado excesivamente raro, ¿cuál era su problema?

¿Y por qué ella estaba tratando de descifrar los secretos de un producto de su imaginación?

También era demasiado rara, y loca, muy loca.

Bajó al comedor y cenó con su familia, y una vez estuvo satisfecha pidió a su madre si podía comer su último plato en su habitación, a lo que accedió pesé a su extrañeza.

Volvió a su habitación con el plato de comida para Hitsugaya preguntándose a sí misma qué diablos estaba haciendo y si ya había aceptado que él era real y una deidad, aparte de su prometido de otra vida.

La razón le gritaba que no pero… cuando pensaba en sus sueños, simplemente todo cobraba sentido al relacionarlo con este extraño demente acosador adorablemente guapo.

Le llevó la comida y él le agradeció comenzando a comer tranquila pero apresuradamente, pareciera que sí tenía mucha hambre.

-Así que… ¿Ahora a dónde iras?- preguntó desconfiada.

Hitsugaya hizo una pausa de su comida para mirarla con las mejillas llenas con algunos rastros de arroz en todo el rostro. ¡Agh! ¿Por qué tenía que ser tan lindo el desgraciado?

-No planeaba irme de aquí.- confesó después de tragar.

-¿Qué? ¿No piensas que te dejare dormir conmigo en mi propia habitación o sí?- se horrorizó.

-Claro que no.- dijo con calma.

-¿Entonces por qué dices que no te iras?- ya estaba comenzando a perder la paciencia con este tipo.

-Dormiré aquí, en tu casa, en el mismo lugar donde dormí anoche.- se encogió de hombros. –En el techo.- aclaró ante su mirada impaciente, luego volviendo a comer.

-¿Dormiste y quieres seguir durmiendo en el techo? ¿Estás loco?- en serio la desesperaba.

-¿Qué tiene de malo?- indagó como si realmente no le viera el menor inconveniente.

-¡N-no está bien que una persona duerma a la intemperie y en una superficie dura! ¡Cualquier niño lo sabe!- graznó pisoteando.

-Oh… Admito que es incómodo, pero no es como si pudiera enfermarme por dormir fuera. Las deidades no nos enfermamos.- no le dio importancia alguna.

-¿Y qué hay si llueve? ¿A las deidades no les importa mojarse?- se cruzó de brazos.

-Si nos importa, pero no lloverá.- aseguró confiado, justo un segundo antes de que un trueno resonara en el cielo y el golpeteó de las gotas de lluvia bombardeara ruidosamente el techo.

Karin sonrió burlonamente.

-Ahora, Hitsugaya-kun, ¿dónde dormirás?- se llevó una mano a la cadera. Él suspiró ruidosamente.

-Llámame Toshiro. Y no te preocupes, supongo que…- hizo una pausa en lo que terminaba de comer. -¿Puedo dormir en el sofá de la sala? No es como si tu familia pudiera verme.-

-¡No me preocupo!- se ruborizó. –Y…- miró por la ventana como la lluvia empeoraba. –Bien… Pero más te vale no causar problemas.- advirtió pesé a que no tenía idea de qué podría hacer ella contra una deidad, aunque tampoco se le ocurría por qué una deidad querría robarlos, romper sus cosas o etcétera. Podría tener miedo de que fuera un violador de simples mortales, pero luego de ver su reacción al verla semidesnuda… lo dudaba.

Esa noche tuvo un sueño especialmente raro.

Por alguna razón, era una niña, y se encontraba vestida con un Kimono muy hermoso y bastante ostentoso, rodeada de nieve. Estaba jugueteando en la nieve, lanzándola por todas partes y girando bajo los copos, cuando de repente un niño bastante mayor se le acerco con un gesto muy apático. Hablaban un poco y ella por alguna razón lo arrastraba a jugar consigo y juntos hacían un muñeco de nieve.

Despertó justo después de ver aquel niño albino de ojos turquesas sonreírle.

Toshiro… ¿qué eres para mí?

Cuando bajó a desayunar lo encontró sentado en la quinta silla que su madre por alguna razón siempre acercaba a la mesa, como si esa fuera una familia de cinco y no de cuatro.

Se sentó en su silla lanzándole malas miradas sin estar segura de la razón, quería estar furiosa con él pero no estaba segura de por qué. Dudaba que el tipo fuera un mentiroso o una alucinación, pero es como sí en alguna parte ya supiera quien era pero simplemente no pudiera acceder a esa información, o tal vez subconscientemente no quisiera aceptarlo, pero ¿por qué?

Por culpa de Hitsugaya Toshiro no lograba comprenderse a sí misma, y lo odiaba por eso.

¿Quién se creía para confundir su cabeza y su corazón de esta forma? Deidad de quinta.

Ese día en la escuela fue como el anterior, él la siguió a todas partes y casi les dio hipotermia a sus amigos por sus celos paranoicos.

Afortunadamente en la práctica de Kendo se quedó a raya, rezagado aunque mirándola fijamente en todo momento, la incomodaba pero no la desconcentró tanto, por suerte.

Como Yuzu había ido a casa de unas amigas, el camino de vuelta a casa fue sola con él, que decidió entablar una conversación.

-Así que… ¿te gusta mucho el Kendo? Eres muy buena.- aduló.

-G-gracias…- se sonrojó un poco. –Y… sí. Prefería el futbol pero ahora no podría decidirme entre los dos.- sonrió un poco pero luego su sonrisa se convirtió en una mirada fulminante a un chico que la miró como si estuviera loca, tal vez porque debía parecerles que hablaba con la nada. -¿A ti te gusta el deporte?- lo miró curiosa.

-De donde vengo no lo llamamos exactamente un deporte… pero sí.- se cruzó de brazos. –Y también me gusta el futbol… aunque hace mucho que no lo juego.- de pronto su mirada inexpresiva nuevamente se llenó de nostalgia, antes de volver a la misma de siempre. -¿Quieres jugarlo conmigo?-

-¿Al futbol?- sus ojos se iluminaron, esperanzada de haber encontrado un compañero con el que poder volver a jugar el deporte sin que esté mirándole descaradamente los pechos, aunque fuera un ser sobrenatural.

-Sí, sí tienes un lugar donde la gente no pueda mirar para que no piensen que enloqueciste…-

-¡Lo tengo!- lo tomó de la muñeca y lo arrastró de vuelta a la casa.

Lo metió en su cuarto y cerró la puerta, luego comenzó a quitarse el uniforme de la escuela.

-¡¿Qué crees que haces?!- chilló rojo antes de saltar fuera por la ventana.

Karin no pudo evitar reír, ese chico definitivamente nunca antes había visto a una mujer desnuda.

Se cambió a algo más cómodo lo más rápido que pudo, brincando emocionada de nuevo hacia afuera y diciéndole a su madre que llegaría tarde porque saldría con un amigo.

¿O el término prometido de otra vida sonaba mejor?

-¡Toshiro!- lo llamó. Él apareció tras ella de inmediato, con una mirada... rara. -¡Vamos!- lo arrastró por la muñeca de nuevo.

Estaba demasiado emocionada por el juego como para preocuparse por otra de las rarezas de Hitsugaya Toshiro.

Lo llevó hasta el claro de un bosque que un día encontró por accidente, era lo suficientemente amplio para servir de cancha y algunos de los árboles podrían servir como portería. Sacó un balón de futbol bien oculto en un arbusto.

-¿Jugaremos aquí?- el chico parecía impresionado.

-Sí, ¿a qué no es increíble?- le sonrió entusiasta.

Él le lanzó una breve sonrisa y casi juró que su corazón se saltó un latido.

-Es increíble, sin duda.- estuvo de acuerdo.

-¡Bien, pues…!...- dejó el balón en el césped. -¿Empezamos? ¡Pero no se vale usar tus súper poderes de deidad o cómo le llamen!- lo señaló acusadoramente.

-No me atrevería.- sonrió de lado, a lo que ella se sonrojó pero rápidamente sacudió la cabeza y empezó a patear el balón.

Estuvieron jugando toda la tarde. Hitsugaya era increíblemente bueno y al principio le daba ventaja y no jugaba al cien por ciento, pero luego ella le exigió a gritos que no se anduviera con juegos, a lo que él solo aumento la dificultad pero sin jugar a su máxima capacidad, aunque de todas maneras no importaba porque le pateó completamente el trasero. Le ganó nueve a dos el desgraciado.

Volvió a la casa refunfuñando mientras el albino contenía sus risas, pero pesé a que estaba molesta por haber sido vencida de modo tan aplastante, la verdad era que hacía mucho no se divertía tanto.

Cuando llegaron a su hogar encontró dos notas pegadas al refrigerador. Una era de su hermana avisando a sus padres que se iba a una pijamada con sus amigas, y otra de sus padres avisándole a ella que saldrían a cenar y volverían muy tarde, y que podía cocinarse u ordenar pizza.

Como no era una aficionada a cocinar, se decidió a ordenar pizza, pero entonces se le ocurrió preguntar a Toshiro su opinión al respecto, después de todo ya que no había nadie podían comer los dos en el comedor.

-Oye, Toshiro.- llamó su atención. -¿Prefieres comer pizza o quieres que cocinemos algo?- inquirió tratando de ser amable.

-¿Qué es… pizza?...- entrecerró los ojos, a lo que rodó los suyos.

-¿En el paraíso no tienen pizza? Entonces deberían dejar de llamar a ese lugar así inmediatamente.- ningún lugar carente de pizza merecía un título mayor a sinónimo de infierno.

-En el paraíso tenemos los platillos más exquisitos que los mortales solo pueden soñar con saborear.- argumentó a la defensiva.

-Aja, sí, claro.- no le hizo el mínimo caso mientras pedía dos pizzas.

-¡Voy a probártelo!- se acercó a su refrigerador y lo abrió. –Puedo usar algunos de estos ingredientes para hacer un plato sencillo pero delicioso típico del paraíso…- se llevó una mano al mentón examinando todo lo que había. –Uh, si me lo permites, claro.- la miró expectante.

-Sí, está bien. Tú me preparas ese platillo supuestamente digno del paraíso y yo te pido una pizza, a ver quién tiene la mejor comida, mortales o deidades.- rió con lo absurdo que sonaba eso, pero simplemente no le cabía en la cabeza que alguien que presumía venir del paraíso nunca haya probado la pizza.

La pizza tardó veinte minutos en llegar y lo mismo tardó Hitsugaya en preparar su platillo.

-¿Es frío?- Karin arrugó la nariz una vez estuvieron sentados en la mesa, él con la caja de pizza delante y ella con el tazón que había preparado lleno de un enredo de fideos mezclados con un montón de vegetales y frutas picadas al que no se le veía ni rastros de carnes aunque lo había visto trozar un pollo. Y encima la cosa rara estaba fría. -¿No esperas que me coma esto, o si?- hizo una mueca.

-Yo voy a comerme este extraño montón de masa con queso condimentado por ti.- masculló con frialdad mirando mal a la pizza.

-Una vez la pruebes te encantara.- aseguró picando su comida con los palillos como si fuera un animal muerto en la carretera.

-Lo mismo podría decirte yo del ovillo.- tomó un pedazo de pizza mirandolo con asco.

-¿Ovillo?-

-Así le llamamos al platillo.- suspiró y comenzó a acercar la porción a su boca. –Bueno… supongo que yo empiezo.- finalmente la mordió, aunque fue de un costado y no de la punta, pero la morena estaba demasiado expectante por su reacción como para burlarse.

Él masticó lentamente, casi con miedo, luego por fin tragó y la miró de modo que por un momento pensó que en serio no le había gustado, pero luego, le dio otro mordisco.

-¿Y bien?- este chico no era bueno manteniendo a raya su paciencia.

-Tengo que admitirlo.- miró la pizza con agrado. –Es de las mejores cosas que he comido.- bufó derrotado, acabándose luego el trozo en otros tres mordiscos.

¡Victoria!, cantó la de ojos oscuros en su mente.

-Sabía que te gustaría.- sonrió.

-Bien, pues ahora prueba tú el ovillo, algo me dice que te gustara.- musitó confiado antes de tomar otra porción.

La Kurosaki miró con horror el tazón de "ovillo", pero valientemente tomó los palillos y se llevó un gran pedazo de aquella aberración a la boca.

El sabor extraño estalló en su boca de manera mucho menos desagradable a lo que había pensado, y mientras más masticaba más le gustaba. Era una mezcla de salado y picante con toques de dulce aquí y allá, y podía sentirle levemente el gusto a pollo. Cuando terminó de tragarlo, le dejó una sensación refrescante en la boca.

-Wow…- murmuró sorprendida. –Es raro… pero delicioso.- admitió, demasiado ocupada llenándose la boca como para pensar en su derrota o más bien empate.

-En realidad…- él ya iba por su quinta porción. –El ovillo se come caliente…- comentó haciendo que lo mirara raro. –Y sí te lo di frío, es porque nosotros solíamos comerlo así.- susurró con su ya característica mirada nostálgica.

Karin dejó la comida de lado por un momento.

-¿Te refieres… a nosotros… en esa otra vida de la que me hablabas?-

-Sí… no es la primera vez que nos encontramos en este tipo de situaciones. Solo que en aquella ocasión me hiciste probar el chocolate.- rió entre dientes, sus ojos perdiéndose en la lejanía antes de volver a ella con intensidad.

Masticó nerviosamente de su exótica comida, incómoda por todas las emociones que brillaban en sus ojos turquesas aunque su mirada volviera a ser su inexpresiva helada.

-E-esto es muy raro para mí, ¿sí lo sabes, verdad?- se removió inquieta. –Mmm… Como que ya te creo todas esas locuras que dices respecto a reencarnaciones y súper poderes de deidades, pero, Toshiro, yo… no… Sigo sin saber quién eres.- esta vez la tristeza en su voz era palpable. Él la miró impasible. –Sueño contigo todas las noches, antes de que vinieras siempre soñaba sintiéndote sin verte, y ahora puedo verte y es como si fueran recuerdos, pero nunca puedo entender nada, y yo quiero entender.- exclamó afligida mirándolo profundamente, antes de bajar la mirada cuando él no reaccionó y volver a comer apresuradamente de su plato. –Di algo el menos...- susurró sin atreverse a mirarlo.

-Te amo.- se atragantó con su comida ante las palabras de Toshiro. –Sé que esto es difícil y extraño para ti, pero no te haces una sola idea de lo doloroso y difícil que fue para mí resistir cientos de años sin ti y no haberte tomado en mis brazos apenas te encontré otra vez y lo mucho que quiero besarte a cada segundo que estoy contigo.- la sinceridad y el dolor contenido desbordaban de sus palabras.

Ella lo miró sin saber qué decir, conmocionada, prácticamente paralizada.

-Toshiro…- no tenía palabras.

-No tienes que decir nada.- suspiró profundamente. –Lamento ponerte en esta situación. Terminemos de comer y… ¿puedes enseñarme qué son esas cosas llamadas "películas"? Oí a tu familia hablando acerca de eso.- cambió de tema rápidamente.

-Eh… oh, ¡sí, claro, está bien!- cedió al cambio de tema, porque verdaderamente no sabía qué decirle.

Terminaron de comer el ovillo y las pizzas juntos mientras Karin se decidió por mostrarle la saga Star Wars, puesto que era inaceptable que cualquier criatura viviente con la capacidad de comprender películas no viera ninguna de esas películas.

Estaban casi al final de la tercera película cuando el sueño comenzó a invadirla.

Como todas las noches desde que conoció a Hitsugaya, soñó.

Esta vez en el sueño era una pre-adolescente, de unos doce o trece años, y se vio a sí misma comiendo chocolates con Toshiro mientras paseaban en la nieve. Él se veía varios años mayor que ella pero sin llegar a verse de la edad con la que lo había conocido hace unos días, que era cerca de los veinte años.

Conversaban animadamente, mirándose todo el tiempo, y en cuanto terminaron sus chocolates él tomó tímidamente su mano, enredando sus dedos con los suyos. Ella sonrió sonrojada, dándole un ligero beso en la mejilla.

De pronto él detuvo su caminata, y ambos fijaron su vista en un árbol en medio de la nieve derretida, que ya estaba comenzando a florecer, señal de que el invierno estaba por acabarse dándole paso a la primavera.

Ambos sonrieron tristemente, volteando a verse.

-Ya es hora de que me vaya…- él había suspirado con pesar. –Lo siento, Karin…- tomó su mejilla con cariño.

-No es justo…- su versión más joven se notaba devastada. -¿Por qué solo puedes quedarte en invierno?-

-Soy la deidad del invierno, solo tengo permitido estar aquí en lo que perdure la estación, ya te lo explique…- la abrazó contra sí. –Créeme que realmente odio no poder quedarme contigo.- murmuró con el rostro hundido en su cabello.

-Y… ¿yo no puedo ir contigo?-

-Lo siento, no.-

-¡P-pero… pero sí Ichi-nii pudo ir con su Rukia-chan cuando se casaron! ¿Por qué yo no puedo ir contigo?-

¿Ichi-nii?

-Justamente porque tendríamos que casarnos, Karin, y eres muy joven para eso, aparte de que dudo que quieras separarte de tu familia solo por mí, ¿o sí?-

-Estaría con Ichi-nii, y ellos comprenderían, porque nosotros n-nos… a-amamos… ¡¿cierto?!- lo miró expectante.

-Cierto.- sonrió. –Pero aun así este no es el momento.- tomó los lados de su rostro y la besó tierna y ligeramente. –Hasta el próximo invierno.- se despidió. –Te amo.-

Ella cerró los ojos y pudo sentir sus labios sobre los suyos otra vez, pero el beso no era ligero ni tierno, sino que apasionado y demandante, y tan… real.

Toshiro… ¿por qué me amas?

Abrió los ojos de golpe y estrelló una bofetada en el rostro de Hitsugaya, sentándose recta en el sofá donde había estado soñando una vez se salió de encima de ella.

-¡P-pervertido idiota!- pisoteó. -¡No puedo creer que me hayas besado mientras dormía!- rayos, vaya manera de perder el primer beso. Yuzu jamás debía enterarse de esto.

-Disculpa…- se frotó la mejilla. –No me pude contener…- apartó la mirada.

-¿Esa es tu excusa?- realmente quería estrangularlo.

-Tú… estabas diciendo mi nombre…- eso la congeló por completo.

-¿En serio?- sintió su rostro arder.

-Sí… ¿Con qué soñabas? ¿Ya me recordaste?- inquirió sin poder ocultar la ilusión que le causaba la idea.

-E-e-eso no importa…- apartó la mirada. –Aún es muy tarde así que me iré a dormir y tú también deberías dormir un poco.- no esperó una respuesta y simplemente se marchó casi corriendo escaleras arriba rumbo a su habitación.

Los sueños definitivamente eran recuerdos. Así que mientras más soñara, más recordaría, más podría entender.

¿Quién era ese Ichi-nii y esa Rukia-chan que mencionaba en su sueño-recuerdo, de todas formas? Quería averiguarlo.

Se recostó en su cama y se cubrió con las mantas hasta la cabeza, tratando de dormirse rápidamente, pero por desgracia su mente siguió desviándose al beso que ese estúpido le había robado. No podía dejar de sentir su rostro ardiendo al recordarlo, y más ante el pensamiento de querer que aquello se repitiera. Agh, malditas hormonas.

Continuara...

Holaaaaaaaaaa! :D

Cuanto tiempo, no? xD

Bueno, nadie pudo adivinar que número de OS es este, pero como katiti lo intento y estuvo cerca tendrá como premio de consolación una sensual galleta °¬owo

Y es que... ESTE ES MI "OS" HITSUKARIN 132! *Q*

Lloro, lloro! Que alegria! TTwTT Finalmente! Finalmente llegue a este número! :'D Y sí, es super importante, desde que me volví HitsuKarinista me obsesione con los numeros 132 y 316 xD Ojala algún día llegue a mi OS 316 :'3

Como es un numero tan importante decidí hacer mi primer Two-shot ~owo~ Y tendrá LEMON en el segundo cap e.e Aunque creo que va a ser bien romanticon y bastante light, sorry para las que les guste lo hard xP

Quería hacerlo solo un One-shot muy largo pero finalmente no quise hacerlas esperar más tiempo así que lo subo ahora, las extrañaba n3n

Dudo poder subir la segunda parte mañana pero no pasa de esta semana, ya casi la termino ;D

Vieron que ya está llegando el final del manga de Bleach? QnQ CELESTE kaomy-chan llorara, CELESTE kaomy-chan no sabra qué hacer con su vida Q^Q

Me voy a deprimir TT_TT Aunque sea, Tite terminalo bien! Que sea epico! QuQ9

Hablando de Tite los personajes le pertenecen XD Bien, bien, volviendo con el fic, esperó que les haya gustado y sé que está raro pero todo se aclarara en la segunda parte nwn Por cierto, eso del platillo "ovillo" lo invente yo, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia XP

Ahh... que bello momento, esto es muy especial para mí, mucho TuT Recuerdo que la primera vez que me fije, en el Fandom español solo habían 311 fanfics HitsuKarin (que memoria la mía :P) Y ahora hay más de 650! *w* Cuanto ha crecido el fandom, que lindo TTuTT

Jeje, un día yo solo llegue y dije que iba a hacer 500 o 600 fanfics, ahora dudo poder pasar de los 300 alguna vez XDD Pero que lo intento, lo intento nwn9

Bueno, ahora dejo de desvariar y me despido! Hasta el proximo cap de este o otro fic o One-shot! ;)

COMENTEN! *o*

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!