DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.

ADVERTENCIA: Muerte de personajes/ Leve OoC/ Universo alterno/Lemon.

SUMARY: "En este laberinto de la vida donde tanto domina la maldad, todo tiene su precio estipulado: el amor, el parentesco y la amistad" Anónimo; como los protagonistas de esta historia, porque a pesar de sus nombres de ficción, casi todo lo contado, está basado en la vida real.

Espero que lo disfruten.


El precio a pagar

Capítulo 5: Un café con poca azúcar

―No está muerta, ¿verdad? ¡Oh, Diablos, dime que no lo está! ¡Deberíamos estar en un avión en este momento, Neji!

Shisui Uchiha guardó silencio cuando los afilados ojos azules de la criatura más despampanantemente sexi que había visto en su vida, lo traspasaron como un par de balas frías. Él no era, precisamente, una persona prudente. Su descontrolada lengua en más de una ocasión lo había metido en problemas, y no por primera vez, él deseó tener la actitud flemática de Neji o, por lo menos, sus distantes y controladas reacciones en circunstancias de estrés. Estaba pensando en lo conveniente de ser un poco más como su mejor amigo, cuando lo escuchó hablar y la ansiedad que detectó en su voz lo sacó un poco de órbita.

―Se golpeó la cabeza al caerse, pero no estaba sangrando cuando la revisé. ¿Cree que debamos llevarla a un hospital?

―Estará bien ―dijo la mujer rubia cuyo atractivo Shisui consideraba una devastadora combinación de belleza angelical y propósitos indecentes. La mujer perfecta si él no estuviera secreta y jodidamente enamorado de otra―. Creo que… está despertando.

Alzando la cabeza con impaciente curiosidad, Neji pudo constatar que Jade/Sakura, o cualquiera que fuera su verdadero nombre, se movía. Estaba tendida en un desvencijado sillón tapizado con felpa, en el oscuro y raramente dispuesto almacén de la tienda. Allí la había dejado él hace unos minutos cuando los gritos de Moegi atrajeron la atención del resto de los trabajadores de la floristería e Ino, a juicio de Neji, la voz cantante del lugar, le indicó a dónde debía llevarla. Dentro de esas apretadas paredes todo se percibía más oscuro, el aire parecía no circular, embotellando el hedor dulzón de los camposantos; el de flores marchitas. Fuera o no por eso, la palidez cérea del rostro sudoroso de Sakura no había desaparecido a pesar de los cuidados a los que había sido sometida tras su pérdida de conciencia. Su aspecto, el de alguien realmente enfermo, descompuso a Neji, sumiéndolo en un mar de suposiciones al no hallar ni un rastrojo de la mujer despampanante con la que él había tenido sexo hace unas cuantas noches. Sakura se removió en el sillón bajo la atenta vigilancia de todos, pero Neji, que llevaba una expresión ilegible en el rostro, sintió un alivio casi abrumador cuando ella dio claras señales de reanimación. Era una suerte que despertara, no solo por el hecho de que se hallara terriblemente preocupado por su salud, sino porque Ino no había cesado de atosigarlo con inquisiciones que él, aparte de dar su nombre, no tenía idea de cómo contestar.

―¿Te sientes bien, Sakura?

La aludida tomó una bocanada de aire, abriendo los ojos lentamente mientras intentaba seguir la voz de su amiga. Neji, que todavía estaba acostumbrándose al nuevo nombre de Jade, la observó con la agudeza de un sabueso, proponiéndose predecir su próxima reacción. Ella se había desmayado al verse descubierta, por lo que él pudo deducir que ninguno de los allí presente tenía conocimiento de sus actividades nocturnas. O lo que él prefirió creer: tal vez, eso significaba que no hacía mucho tiempo que ella llevaba esa doble vida.

―Eso creo ―murmuró, tocándose la zona de la cabeza donde se había golpeado al caer mientras que Ino le ayudaba a erguirse―. ¿Qué me pasó? Yo estaba… y entonces… ¡Ay, Dios mío!

―Te desmayaste ―le informó Neji; y el solo sonido de su voz le aceleró tan desproporcionalmente el corazón, que Sakura se sintió desfallecer otra vez.

Entonces, él dio un paso al frente y cuando sus miradas se cruzaron, ella, con un aturdido terror en sus ojos verdes, se sonrojó tanto que hasta Ino pareció notarlo.

―¿Ustedes se conocen? ―A pesar del tono interrogativo, Sakura detectó que su amiga solo esperaba una respuesta afirmativa. Si fuera solo por su talento al estudiar la conducta humana, Ino sería un prodigio―. ¿Sakura?

―Nosotros… ―Sakura inició con vaguedad; los ojos desorbitados y, para su horror, la garganta comenzó a estrechársele―. Él y yo… Sí… Pero no…

―Sí nos conocemos ―intervino Neji al recordar lo mal que Sakura llevaba las cosas cuando se enervaba. Shisui lo codeó en un costado y le dedicó un guiño pícaro que nadie vio.

Aunque era lo que suponía, Ino alternó la mira entre ambos.

―¿En serio?

Sakura enfocó los ojos en Neji y lo vio fruncir el ceño; se le veía más confundido de lo que ella estaba nerviosa. Parecía como si en cualquier momento empezaría a hacer preguntas que la expondrían a ofrecer explicaciones que no quería dar. La idea envió un rayo de pánico a través de ella que se sentía como si fuera a desmayarse de nuevo. Algo en Sakura pareció revelarse ante tal posibilidad y haciendo a un lado el mareo ciego que empezaba a aturdirla, encaró a Neji como retándolo a desmentirla mientras decía:

―Ino, él es Neji Hyuga. ―Su voz sonó áspera, pero al menos parecía que había logrado encontrarla―. Es uno de los representantes del colegio de Sarada ―agregó ella, procurándole a su mentira una mayor credibilidad.

Ino le dedicó a Neji una mirada de intenso escrutinio y algo en él no debió convencerla porque arqueó una ceja al preguntar:

―¿Siquiera tienes hijos?

Todavía consternado por las palabras de Sakura, él contestó sin meditar:

―Sí. Dos. Gemelos, de hecho.

La concisa sinceridad de Neji, redujo las sospechas de Ino y despertó el interés en una sorprendida Sakura, que si no se hubiese visto obligado a continuar con la farsa, le habría preguntado qué tan cierta era su declaración. Todo se le antojaba como un peligroso juego de mentiras piadosas y verdades a medias.

―No me habías dicho que tenías un amigo tan… agradable. ¡Tendré que llevar a Inojin más seguido al colegio! ―sonrió Ino al tiempo que un recuerdo llegaba a su cabeza―. ¡Espera! ¿Un representante dijiste? ¿Él es con quien saliste el sábado?

Al escuchar la pregunta, Sakura mudó de color y apenas si fue capaz de sostenerse en el sillón. Sintió como si hubiera recibido una descarga eléctrica en la parte posterior de su nuca, sacudiéndola a un estado de alerta total. Neji captó su conmoción y atendiendo a su mirada suplicante, le admitió a Ino, sin necesidad de soltar una sola mentira, que había salido con Sakura la noche del sábado. Ino había sonreído, dichosa, diciendo algo sobre lo mucho que le alegraba que fuera cierto el asunto de la cita y que su amiga se merecía rehacer su vida.

―¡Ino, por favor! ―se quejó Sakura ante su impertinencia.

―Debes comer más ―la reprendió Ino cuando su euforia a ocasión de la futura boda de Sakura se hubo disipado y consideró que el descuido por su alimentación estaba incidiendo negativamente en su salud―. Seguro que por eso te desmayaste. Sakura, debes dejar de hacer un drama cada vez que tu hija arma un berrinche.

Neji, que estaba a la escucha y además ya lo sospechaba, logró sobreponerse, rápidamente, de la impresión de que Jade… no, Sakura tuviera una hija. Una hija que se suponía iba al colegio con sus hijos que, dicho sea de paso, estaban en un internado para varones a las afueras de la ciudad.

―¿Podemos hablar? ―preguntó Neji, dirigiéndose a Sakura. A pesar de lo interesante que le resultaba la situación, Shisui se vio obligado a señalar que tenían poco tiempo para llegar al aeropuerto; Neji fue tajante en que debían esperar―. Solo serán un par de minutos.

―Claro ―replicó Ino, desestimando las mudas súplicas de su amiga y haciéndole señas a Shisui para que él imitara su ejemplo―. ¿Te apetece algo de té?

Shisui negó con la cabeza y emprendió su salida del almacén, no sin antes recordarle a su amigo que no podían darse el lujo de perder el vuelo. Neji hizo un gesto de asentimiento, instándole a que se diera prisa en salir. Tan pronto como ella y Neji se quedaron solos, Sakura expulsó de sus pulmones una porción de aire que no se había dado cuenta que estaba reteniendo y, casi, violentamente volcó su mirada en él. Los ojos de Neji también estaban clavados en ella, pero de esa manera tan extraña con que él siempre parecía mirarla, que hizo que la sangre le hormigueara bajo la piel.

Sin más dilación, él dijo:

―¿Así que te llamas Sakura, tienes una hija y no eres una… prostituta? O, por lo menos, nadie parece saber que lo eres.

―¡Neji! ―exclamó ella, viéndose afectada por sus inquisiciones. Con horror abyecto, atinó a explicarle―. Este no es el lugar para hablar de eso.

―Sí, supongo que no. ―Echó un vistazo en rededor y cuando estuvo seguro de que nadie les oía, reclamó―. ¿Por qué te fuiste sin avisarme?

Ella no supo qué contestar y se quedó en silencio, tratando de ocultar el choque en su propia cara. ¿Él había esperado una despedida? ¿Qué intercambiaran números o algo por el estilo? Más confundida que otra cosa, Sakura trató de componer una respuesta, pero se dio cuenta que no podía compartir con él las verdaderas razones de su proceder.

―Estoy esperando ―insistió más brusco de lo que nunca ella lo había visto; el desdén goteando en su actitud―. ¿Por qué?

―¿Estabas dormido? ―repuso Sakura, aventurando. Él la miró con una especie de agotado resentimiento; ella se encogió de hombros con sumisión mientras decía―. No quería hablar contigo. Todavía no quiero. Esperaba no tener que volver a verte nunca.

Neji desechó las últimas palabras de Sakura, prestando atención al llamado de Shisui. Luego de una vaga respuesta al apremio de su amigo, se metió la mano en el bolsillo de su saco y extrajo de la billetera una tarjeta corporativa. Se la tendió a Sakura, diciendo:

―Debo irme. Estaré fuera del país por unos días, pero esos son mis datos. Llámame. Necesito que hablemos.

Sakura se dispuso a tomar la tarjeta solo porque entrañaba que con eso él se iría, pero sin ninguna obvia intención de hacer lo que le proponía. Neji rodeó su muñeca cuando ella estiró la mano y el chispazo del contacto casi la hace saltar fuera de su piel. Se sentía igual que la primera vez que él la rozó. Dolorosa y placenteramente igual. Como castigándose por el descontrol de sus emociones, Sakura arrancó su mente de esos recuerdos y retiró la mano con vehemencia, escondiéndola, convertida en un puño, sobre su regazo. Neji debió entender que eso era todo, porque se alejó sin reticencias. Cuando él salió del almacén, el peso del miedo en el estómago de Sakura se aligeró abruptamente, dejando en su lugar una insondable sensación de vacuidad. Reanimándose, ella aunó las fuerzas necesarias para ponerse de pie y, arrojando la tarjeta en el cesto de la basura, se preparó lo mejor que pudo psicológicamente para hacerle frente a las pesquisas de Ino.

Ya después encontraría una forma de deshacerse de Neji Hyuga.

Pasaron varios días antes de que Ino hubiese dado por saciada su curiosidad en lo referente al tema de Neji Hyuga. A pesar de que Sakura le había asegurado que su cita con él había resultado un desastre –cosa que ella no se atrevía a poner en tela de juicio dada la posterior conducta de ambos- y que el que él hubiese ido a la floristería no era más que una terrible casualidad, Ino insistía en que debían darse una segunda oportunidad y arreglar todo cuanto hubiera que resolver para que la relación siguiera prosperando. Pero con el paso de los días y la rotundidad de Sakura al negarse a contestar las dos llamadas que hizo Neji, ella no solo había abandonado la curiosidad, sino también las esperanzas de que su amiga pudiera encontrar en él un compañero.

Insistió en balde, esperando hacerla cambiar de opinión con la axiomática teoría de lo bueno que sería para Sarada contar con una figura paterna, pero aun cuando no le dio razones explícitas, Sakura no cedió a sus argumentos. Al fin, Ino había dejado el asunto por la paz y percibiendo la angustia que ello parecía generarle a su amiga, no volvió a tocar el tema hasta que el propio Neji se presentó en la floristería una semana después del episodio del desmayo en busca de una audiencia. Por desgracia, como se lo comunicó Ino en ese momento, Sakura había pedido el día libre. Estaba en el hospital en la revisión periódica de Sarada; aunque por respeto a la privacidad de su amiga, eso no se lo dijo; debía admitir, sin embargo, que ganas no le faltaron. Él parecía interesado, sino en una relación formal, por lo menos en aclarar alguna suerte de malentendido que hubiera interrumpido su acercamiento.

Sakura siempre había sido una persona muy discreta y aunque a la rubia le dolía que su amiga no le prodigara la suficiente confianza como para explicarle su decidido desdén por Neji Hyuga, tampoco se atrevía a inmiscuirse en sus cuestiones más de lo permitido por los años de amistad. Con ingenio, trató de sonsacarle alguna información al pretendiente, sin embargo, él era tan o más reservado que su amiga y ni con todos sus encantos, Ino fue capaz de romper aquel obstinado hermetismo. Así que no le quedó otra opción más que llamar a Sakura y participarle los detalles de la visita del hombre. Ella no se mostró más sorprendida que turbada y le hizo preguntas extrañas acerca de si Neji había dicho más o menos de lo que ella ya le había referido. La conversación fue corta, pero antes de que le pusieran fin, Sakura le anunció que si todo salía bien, a Sarada lo operarían en tres semanas y que, como estaba segura que ella entendería, tenía que dejar a disposición su cargo en la floristería como mínimo por los próximos dos meses.

Ino había quedado tan patidifusa con la noticia, que no se acordó en ese instante de preguntarle a Sakura de donde había sacado el dinero para la operación, ya que era obvio lo imposible que resultaba que hubiese sido capaz de reunirlo tan rápido. Al siguiente día, cuando Ino fue a visitar a su amiga para conocer los detalles y darle sus parabienes por el acontecimiento, Mebuki le contó con alegría que Sarada había sido seleccionada por una fundación dedicada a socorrer a niños con cáncer, que asumiría todos los gastos de la cirugía. Mientras revisaba los folletos con la información, Ino exteriorizó su entusiasmo con ello y cuando tuvo a Sakura enfrente, lo repitió:

―¡No puedo creerlo! ―sollozó, emocionada―. ¡Sakura, esto es maravilloso!

Mientras entraba en la sala y se sentaba en uno de los muebles de pino, Sakura sonrió, tímidamente, pero igualmente conmovida.

―Lo es ―afirmó Mebuki con su más radiante sonrisa―. Y lo mejor de todo es que el médico asegura que debido a la consistencia de Sarada, hay altas probabilidades de una recuperación rápida.

―¿Dónde está la niña? ―preguntó Ino, presa por el impulso de abrazar a Sarada.

―Está dormida. ―Sakura le dijo―. La llevé al parque esta mañana y llegó exhausta.

―¡No sabes cuánto me alegro, Sakura! Estoy tan contenta que puedo romper a llorar ahora mismo.

―Pues hazlo ―le dio permiso Mebuki―. Yo no pude pegar un ojo en toda la noche después de que Sakura me diera semejante noticia.

Las tres rieron con genuina alegría. Ninguna expresando tanta satisfacción como Sakura. El que la operación de su hija se llevara a cabo pronto y que las personas que tenían algún derecho de exigir explicaciones acerca de la forma en la que ella había obtenido el dinero le hubieran creído sus invenciones, era más de lo que podía pedir. Solo quedaba ese asunto de Neji y esperaba que se zanjara cuando él se cansara de sus tácticas de evasión. Por eso había resuelto no volver a la floristería hasta que pasara un tiempo prudente y aprovechar las horas que antes empleaba trabajando, en compartir más con Sarada y Mebuki antes de la operación y encargarse de la recuperación de la niña después de la misma.

―¿Puedo pedirte un favor? ―le preguntó Sakura a Ino cuando Mebuki fue a la cocina por más café. Sin titubear, Ino asintió con la cabeza―. Me gustaría que si Neji volviera a preguntar por mí en la floristería, le dijeras que ya no estoy trabajando allí y que no sabes nada de mí.

Ino se mostró naturalmente sorprendida, pero aun así, respondió:

―No sé qué fue exactamente lo que pasó entre ustedes. Y sospecho que hay más en este asunto de lo que has querido confiarme, pero cuenta con que haré lo que me pides.

Sakura sonrió más agradecida de lo que en realidad se mostró y abrazó a Ino. La rubia correspondió el gesto con verdadero aprecio; su mente oscilando entre si debía o no dejar que, con su ciega terquedad, Sakura desperdiciara tal vez la única posibilidad que tendría de volver a ser feliz.

La practicidad de Neji nunca había tenido que ser juzgada por nadie, más que por él mismo. Desde que tenía memoria siempre había conseguido salirse con la suya y por eso no estaba dispuesto a que esta vez fuera diferente. A pesar de parecerlo, no era una cuestión de capricho. Algo más fuerte lo había impulsado a hacer lo que estaba haciendo, no sabía si era pasión, deseo u obsesión; lo cierto es que necesitaba verla, que ella lo escuchara y que le diera sus propias justificaciones.

Haberla encontrado de esa forma tan inesperada había sido un choque muy fuerte para él. Después de que Sakura lo dejara aquella noche en el hotel, Neji, aunque lo había intentado, no logró apartarla de sus recuerdos. Junto con Shisui trató de dar con ella, pero cuando su amigo le explicó que la había contactado a través de una página web y que el perfil de Jade había sido eliminado de la misma horas después de que se efectuara su encuentro en el hotel, él había asumido con toda la ecuanimidad del mundo que no la encontraría. Que jamás la volvería a ver. Sabía que, aun cuando lo pasado en el Mangetsu siempre tendría una relevancia significativa para él, eventualmente se olvidaría de ella y hasta antes del sorpresivo reencuentro, pensó que era lo mejor. Sin conocer ni su nombre real, Sakura le era tan desconcertante que él sabía que podía convertirse en una piedra en el zapato para su matrimonio; y tener la certeza de que no la volvería a ver había conseguido tranquilizar, después de una larga reflexión, el desasosiego que esa misma verdad le había producido al principio.

Nunca sabría explicar qué extraña fuerza del destino entró en juego, pero el mismo día que había tenido que suspender su boda por asuntos meramente laborales, cuando ni siquiera había transcurrido una semana del primer y único acercamiento entre ellos, la había vuelto a ver. Totalmente distinta, pero era ella al fin y al cabo. El encuentro, sin embargo, no parecía agradarle a Sakura de la misma manera que a él; ella solo se había mostrado imperiosamente atemorizada y desde entonces no había hecho otra cosa que anular cualquier posibilidad de proximidad, negándose a atender sus llamadas y renunciando a su trabajo en la floristería. Él, que debió haber tomado su actitud como una señal de lo poco interesada que estaba ella en profundizar cualquier relación entre ambos, estaba haciendo todo lo contrario; estaba siguiéndola por la calle mientras intentaba convencerla de venir con él.

―¿Piensas que soy tan estúpida como para dejarte saber dónde vivo?

―Ya sé dónde trabajas ―le informó él. Lo había averiguado gracias a su perturbador encanto y a la ingenuidad de Moegi―. Y no puedes renunciar a cada trabajo solo para evitarme.

Ella hizo un sonido de exasperación mientras apretaba el paso en la acera. Desde su vehículo en marcha lenta, Neji la observó; los leves destellos de una farola envolviéndola en una nube de luz artificial que hacía parecer su rostro macilento. Iba vestida con jeans –como casi siempre- y sobre una franelilla de algodón blanca llevaba un suéter oscuro con el estampado de la gasolinera de la que acababa de salir sobre la parte lateral de la manga. Una larga crineja rosada le guindaba en el hombro izquierdo y contra el regazo sujetaba una bolsa cargada de víveres.

―¡Deja de seguirme!

―No lo hago. Bueno, no con esa intención. No soy un acosador, Sakura.

Ella lo escudriñó con una mirada de enfado.

―Está bien ―admitió Neji―. Puede que te haya llamado más de lo que se juzgue prudente.

―Y presentado en mi trabajo más veces de las necesarias ―señaló ella con un profundizado disgusto, sin detenerse para acusarlo. Cruzó la calzada en dirección a la estación del metro.

―Precisamente porque no atiendes mis llamadas. ―le gritó Neji, apeándose del carro para darle alcance.

Frustrada, Sakura se detuvo y lo miró; la impaciencia, que a estas alturas ya había vencido el miedo a Neji, supurándole por los poros.

―¿Qué es lo que quieres de mí?

―Que hablemos.

―¿Solo eso? ―La voz le salió en un tañido de recelo.

―Déjame llevarte a casa. ―Ante la evidente tensión en su postura, Neji agregó―: O vayamos a por un café o lo que quieras.

Ella se quedó meditando; el verde de sus ojos oscurecido. Su respiración como la de un roedor acorralado por una serpiente, empezó a aminorar su ritmo para luego acelerársele de súbito.

―¿Si voy contigo por un café prometes dejar de llamarme y venir a mi trabajo? ¿Prometes que me dejaras en paz?

―Lo prometo.

Hubo algo en su voz que no la convenció del todo, pero era tomar eso o seguir lidiando con su acecho. Y lidiar con él era agotador en el mejor de los casos y le causaba migraña en el peor. Así que debía que dejarle las cosas claras de una vez por todas. Aunque cómo lo haría, dado que sus propios pensamientos era un almiar de contrastadas emociones, todavía era un misterio.

―Bien ―suspiró Sakura con resignación.

Mientras abordaba el auto por la puerta que Neji mantenía abierta, Sakura estuvo consciente que estaba cometiendo un error, pero una parte apenas consiente de su cabeza, le impelió a que no diera marcha a tras; a que hablara con él y descubriera que sentía realmente.

―Te ayudo con esto ―dijo él, quitándole los víveres para dejarlos en el asiento trasero y ella pudiera abrocharse el cinturón de seguridad. Cuando sus manos se rozaron tenuemente, la postura de Sakura mostró de nuevo la tensión en cada línea de su cuerpo―. ¿Algún lugar al que prefieras ir?

Sakura se encogió de hombros, como había aprendido a encogerse de hombros ante cada situación inesperada de su vida; Neji lo interpretó como una de sus tantas negativas. Tratando de ignorar la cercanía, condujo por la iluminada calle; las palabras amontonadas en su cabeza sin coger la forma adecuada para afrontar a Sakura. Se detuvo en una cafetería al azar de una calle como cualquier otra, que no tenía estacionamiento, por lo que tuvo que aparcar en un oscuro callejón lateral. Se bajó del auto y cuando iba a abrirle la puerta del copiloto, ella ya estaba afuera. Se miraron en la penumbra, Sakura ocultando un traicionero sonrojo y él tratando de controlar sus impulsos. Entraron al local sin dar muestras de haber advertido las reacciones del otro. Sin asistencia especial, ocuparon una de las varias mesas cercanas a la vidriera frontal, donde las luces de neón rutilaban con fuerte rojo en señal de abierto. El resto del establecimiento estaba atiborrado de mesas vacías y una larga barra de superficie de pino se estiraba en la parte derecha de la cafetería como una muralla infranqueable en resguardo de los cocineros y sus estufas. La cajera, una señora de mediana edad y alborotada melena castaña, estaba posicionada en un rincón de la barra mientras atendía a una pareja de jóvenes que iba de salida.

Una honda inspiración de aire se abrió paso por los pulmones de Sakura, pero cualquier viso de su rubor se había desvanecido. Al haber logrado acomodar un esquema de conversación, Neji también parecía más tranquilo. Iba a preguntarle a Sakura por qué ella no parecía una prostituta de verdad; si realmente lo era y, de ser así, qué la había llevado a convertirse en una. Si no se dedicaba a vender su cuerpo, le exigiría una razón por haberse acostado con él por tanto dinero. Podría ser algo que ella no quisiera contestar, pero era algo que, a fin de cuentas, él necesitaba saber. Justo cuando sus labios se movían para formar la pregunta, una camarera con aire displicente y aspecto juvenil se acercó a ellos. Era rubia y alta, pero aparte de esos rasgos, parecía una mujer bastante corriente. Neji apenas la miró cuando se juntó a la mesa.

―¿Qué desean ordenar para comer?

―Nada ―respondieron Neji y Sakura al unísono.

La camarera alzó una ceja con altanería; era evidente que no estaba acostumbrada a tratar a los clientes con cortesía.

―¿Van a tomar algo, supongo? ―Pero su pregunta parecía más una orden―. ¿Té, café, jugo…?

―Café ―dijeron ambos, otra vez, a coro.

―Bien ―dijo la camarera, anotando la orden en su talonario, suavizando su mirada solo cuando divisaba a Neji; Sakura pensó que era imposible que alguna mujer fuera indolente a sus visibles encantos―. ¿Con crema?

―Sin crema ―se adelantó Sakura, para luego añadir al mismo tiempo que Neji―. Lo prefiero con poca azúcar.

Ellos se miraron y sonrieron, como dos viejos conocidos que se ríen de algún chiste privado. Pero lo hicieron solo porque a pesar de todo lo intenso que había ocurrido entre ellos en tan escaso tiempo, acababan de darse cuenta que tenían en común algo tan simple como su gusto por el café.

Un café con poca azúcar.


Capítulo cinco: listo. Ya solo restan cinco. Espero que les haya gustado y me puedan compartir sus impresiones. Gracias por todos sus comentarios y por el apoyo; se les quiere.

Próximo capítulo: Laberinto.

¡Feliz existencia!