XXIII

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El entrenamiento es pesado, los músculos le tiemblan y los pulmones le arden, aun así, romper de esa manera su anterior marca y expectativa activa una parte de sí mismo que creía inexistente; sonríe a mas no poder, estira un poco las piernas antes de hundirlas en las cubetas de hielo. Iida se siente satisfecho y quizás un poco desbordante, su hermano probablemente se reiría a su costa para finalmente revolverle el cabello de tal forma que torcería sus lentes, sonreiría antes de coger sus cachetes y decir algunas palabras alentadoras que le harían hinchar el pecho de puro orgullo.

A Iida le gusta imaginar ese tipo de escenas.

De hecho, lida retiene su risa tras sus perfectos dientes mas no la sonrisa ambigua que suele formar. Hay cierta irritación que no demuestra o que es difícil divisar debido a su expresión serena. Es el tiempo en cual se ve limitado, sus motores queman y están inactivos por unos minutos que le parecen eternos. Camina, mas sus piernas tiemblan y las cubetas en sus manos caen ante su desequilibrio.

No importa, al menos no realmente.

Porque ese dolor que experimenta es uno realmente satisfactorio. Uno que, después de un tiempo, demuestra su mejora.

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XXIV

Bakugou no le teme a su naturaleza.

Porque sus manos destrozan, quiebran, estallan y son tan frágiles como cualquier parte de su cuerpo. Bakugou no le teme a su naturaleza porque puede controlarla, a veces le cuesta y otras no tanto, pero tiene el control y eso es lo importante; manos de magma que cambian de color según su antojo y luego…

Luego están Deku y Yumeko.

A Deku lo conoce de toda una vida: Primero como un vecino (Hijo de una amiga de su madre) y luego como una piedra en el zapato (Inútil e insistente), amigos según él. Bakugou no puede definirlo (Al menos no ahora que tiene un Quick y una fuerza nunca antes vista, sonrisa de perlas y heridas en forma de adornos elaborados).

Yumeko por otra parte era un personaje secundario más.

Ella es una extraña del montón. Sin nada especial que capte su interés. Sin embargo, ella no es frágil y eso hace que se acuerde de su nombre; Bakugou nunca ha tenido problemas con las mujeres y no los tendrá ahora, pero que alguien se le pare al frente y le contradiga ya sea con la mirada pegada al suelo hace que una pequeña parte de su ser reconozca un poco al valiente. Bakugou se sabe brusco e intimidante, capaz de destrozar cualquier cosa con solo un poco de calor, pero Yumeko le toma de las manos, le besa, le acaricia, rasguña, vuelve a besar…

Y le toma por sorpresa recordar su nombre.

Entonces deja de ser un personaje secundario cualquiera para convertirse en la maldita entrometida de todas las mañanas, es decir: Un secundario problemático.

- ¿Sabes? Siempre me agrado tu olor. – Le comenta un jueves. Él la ignora, pero eso nunca impide que ella siga con sus divagaciones mientras se sienta al frente suyo sin importarle si alguien entra o no -. Fuerte y picoso, como la menta si le buscas comparación.

Bakugou rara vez le contestaba.

- Hubo incluso una ocasión en la cual nos separaron en grupos e hicieron que nos olfateáramos los unos a los otros, tu fuiste el que mayor voto tuvo como intimidante, Sakuka como dulce y Ryu como insípido.

- La vieja estaba chiflada.

Yumeko sonríe y asiente.

- Concuerdo contigo, ¿Quién en su sano juicio hace que los estudiantes se olfateen los unos a los otros sin más? Pudo haber terminado en tragedia sino hubiera tan poca compatibilidad.

Entonces Bakugou es sacudido y presta atención a la persona frente a él. Es el padre de Yumeko, quien le pide con voz queda que se retire del lugar mientras agradece su colaboración. Bakugou siente como la furia quema por sus venas en un intenso intento de escape, ¡¿Cómo mierda espera que cumpla con su petición si no tiene ninguna novedad?! Y puede que el hombre este devastado, pero Bakugou nunca ha sentido conmiseración por nadie, solo por si mismo.

Es que…

No es una debilidad, sino algo natural y el entendimiento de la situación en sí. No es que trate de ser amable, la compasión no es necesariamente propia de una persona virtuosa. Es solo que lo entiende, mas no lo acepta y lo juzga. Sabe lo difícil que es para la familia encontrar aprobación o consuelo en su ayuda. Pero eso no evita que se alce cuan alto es para encarar al hombre, pues ese no era el camino que se congregaba en torno a los caprichos, miedos y envidia de la humanidad. A una especie que, torcida, acogía en sus actos de debilidad e ilusoria justicia a bestias trazadas en líneas primitivas e irracionales. Como si aceptara su posición superior solo por nacer con tal título. El hombre frente a él debería de estar golpeándolo, injuriándole y exclamando cual padre el mal cuadro que pinta. Mas ese acto, ese gesto de solo pedir que se marche, no podía evitar verlo como una pésima broma. Una jugarreta agria que no le provoca la más mínima risa o jocosidad. Por el contrario, la sensación que se anida justo en la boca del estómago se asemeja mucho a las náuseas, a esa irritación capaz de quemarle las entrañas y un par de garras rasgándole los pulmones. Porque ese padre humano, que no era más que una excusa en sí mismo, retrocede.

Katsuki deja una paleta plástica con su mordida marcada. Es la prueba de su inocencia y cuando el hombre la ve empalidece. Bakugou se sorprende al no sentir nada al escucharle gemir quedo. Quizá esa era la señalización cruel y directa de la realidad, de esas epifanías que en lugar de mover el mundo lo paralizan. Una realidad en la cual los alfas eran la razón inequívoca de la miseria y la deshumanización.

Bakugou no le teme a su naturaleza. Pero si a aquellos que no pueden con ella.

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XXV

Desde un principio no es la gran cosa, solo un chico color ceniza con un carácter de mierda y ojos sangre que se pierden en el humo de sus explosiones. Simplemente un compañero de clase.

Denki sabe que es fuerte y quizá el más calificado de la clase A pero más allá de eso no tienen ninguna relación estrecha; es que no hay ninguna relación ya que son solo estudiantes que comparten un mismo salón y maestros. Sin embargo, no es sorprendente estarle mirando de reojo. Y a veces, nota que sus escarlatas miran a todos de forma analítica, fijamente, como si tratase de leer un mapa estelar con una concentración poco propia de un adolescente.

Nos estudia. – Mas no es la gran revelación.

Es que Bakugou es tan sorprendente que es difícil no notar su trabajo en sus músculos y calificaciones. Es listo. Y parece que eso no basta para saciar su sed de…No lo sabe, solo entiende que no se conformara con nada mas que un primer lugar. Eso le gusta. Es como un imán para los pobres incautos que se pasan de su imagen.

- No importa. Nada de eso importa una vez que estas en la cima. – Porque puede estar rodeado de extraños, chicos de igual o mayor calibre que él mismo y aun así no le importa pasar de ellos. Bakugou es calma en medio de la tempestad pues tiene una meta fija.

- No escuchen a ese imbécil, lo único que hizo fue conseguirnos enemigos sin razón alguna.

Y se equivoca. Es más, debió de haberlo previsto al notar la poca importancia que le dan sus otros compañeros al nuevo conflicto causado por Bakugou al estar de acuerdo con sus palabras. "Hombría" – dice Kirishima. – "Es su punto" – concluye Tokamiya.

Él simplemente no lo pudo ver.

Mucho menos cuando se para en la tarima y ratifica que será el primero causando más reticencia hacia la clase completa.

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Denki solo nota su error por primera vez en la segunda prueba.

Fue un golpe bajo, si es sincero. Pues no se espero que las personas se aglomeraran a su alrededor tan rápidamente. - ¿Interés o admiración? – Fue la mezcla de ambos. Pero lo realmente sorprendente es que él simplemente tomo lo que le convenía sin siquiera molestarse en pensarlo dos veces, fue rápido, increíblemente rápido en formar su equipo y asignar el trabajo de cada uno sin siquiera aprenderse los nombres. Solo preguntado sus quirks y limitaciones.

Lo odio un poquito en ese entonces.

Entonces Todoroki lo llama y dejo de importar.

Se equivoco por segunda vez.

Ya que no recuerda mucho de lo sucedido, todo lo que pudo hacer fue guiarse por las palabras de sus compañeros. Y fue curioso, porque al escuchar las palabras de Sero y Kirishima lo único que percibió fue un deseo poco sano de conseguir el primer lugar que desde un inicio no aspiraban. ¿Qué cambio? – quiso preguntarles. Mas las palabras se le atoran al verlos sonreír al mirar a Bakugou hacer una rabieta; incluso Mina quien sacudía sus manos no dejaba de mirarle con aprecio aun cuando se quejaba.

- Ni siquiera se acuerda de mi nombre. – La escucho – Y puede que sea por eso por lo que quiero que se lo aprenda.

No los entendió. De hecho, no entiende nada de lo que rodea a Bakugou Katsuki.

Y no queda de otra más que aceptarlo: Le teme.

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Tercera y última etapa del festival en la cual perdió de forma ridícula. ¿Quién diría que una chica de espinas podría resistir su mejor ataque? ¿Fue confiado? Indudablemente. Y esta bien, aun cuando la garganta se le cierra de forma casi dolorosa, puede aceptar esa derrota pues se sabe un imbécil presuntuoso que no midió a su oponente como tal.

Es que las mujeres le encantan y puede que caiga con mucha facilidad ante ellas.

Un idiota sin remedio que recoge sus pedazos y trata de seguir adelante con una sonrisa no tan amarga pero tampoco satisfecha. No es lo que esperaba y eso carcome un poco su conciencia. Pero puede que admita que su temprana derrota solo fuera un adelanto de su indiscutible final: Es que los chicos con los cuales estudia son unos monstruos en cuerpos humanos. Bakugou prácticamente hizo callar a todo un estadio cuando le abucheaban al destruir el ataque final de Uraraka, Midoriya y Todoroki destruyeron media plataforma en ataques de alta potencia que fácilmente hubiesen matado a otra persona. Ellos estaban a un nivel completamente diferente al de los demás.

Y es tan aterrador. Tan malditamente aterrador que todo su cuerpo hormiguea y sus ojos no paran de mirar a esos tres cada vez que puede. La diferencia es tan abrumadora que no puede evitar rememorar las palabras de Bakugou mientras una extraña añoranza embarga su cuerpo. De pronto, Kaminari no puede dejar de observarlos.

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XXVI

Todoroki detesta a su padre y por diversos motivos.

Su presencia era tan constante que se vio obligado a crear una armadura de irritación para evitar que viera sus sentimientos que escondía en el fondo de su corazón, Shouto nota no por primera vez cuan profundo es su desagrado por Enji, pues las entrañas se le tuercen y sus manos sudan en una desesperada muestra de nerviosismo. Se pregunta: ¿Le temo?

Mas no es tan así. Porque su cuerpo reacciona y todo el arde en el fuego de la determinación. Es fuerte, es descontrolado; es tan liberador que poco y nada le importa arremeter con todas sus fuerzas contra Midoriya. Y sus llamas alcanzan alturas inimaginables, siendo estas de un color que oscila entre el amarillo y el naranja, calientes, reconfortantes, porque todo su ser tirita por el frío. Shouto recuerda a su madre, mujer mitad tristeza mitad porcelana – poseída por una eterna melancolía que solo se esfumada de forma etérea cuando veía jugar a sus hermanos con la pelota pues es una princesa encerrada en una casa -torre- y puede que el príncipe sea su verdadero tormento-. Su madre en realidad carece de emociones y sus pestañas de nieve se cierran con más frecuencia de la necesaria, manos trémulas que aprietan sus prendas y uñas mordidas que cercenan la marca que la une a su padre.

Y son sus gritos, su llanto y su delirio lo que la obligan a encerrarle.

La marca en su nuca desaparece y Enji simplemente les dice que es complicado. Pues no es secreto para nadie que ninguno de los dos se ama, que Endevador esta tan ocupado en su trabajo como para siquiera mirarlos. Empero, es Fuyumi quien se planta frente a su padre para abofetearlo y pedir una confirmación a sus sospechas, más erra; porque Enji no es adultero. Entonces Fuyumi sonríe escondiendo amargura con una belleza poco propia de ella. – Es que los Todoroki no son precisamente expresivos o compasivos -. Solo quizá Natsuo – y puede que eso que se desliza en las mejillas de su hermana sea alivio.

Y son esas lagrimas las cuales logran traerle algo de cordura.

Es que Fuyumi se parece tanto a mamá… Corazón de alfileres que se rasga cual pétalos en primavera.

Shouto mira al chico frente suyo que escupe sangre mientras sus ojos destilan determinación.

No siente que haya ganado algo.

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Katsuki es rojo, rojo, rojo.

Y su piel de leche esta lastimada. No importa que se aplique ungüentos o hielo, su brazo tiembla y duele en lo que se arrepiente de no haber calentado más, sigue apretando los labios en lo que maldice a Uraraka. – Chica para nada frágil, fortaleza camuflada en rubor e increíble ingenio-. Bakugou aprieta su brazo y suena un -crack- que por poco y lo arrodilla, casi incapaz de mantenerse en pie. Siente su vista nublada y es la pared lo que evita que caiga.

Cuando Katsuki abre los ojos Aizawa se encuentra a su lado. En realidad, para su propio desconcierto, Aizawa siempre se encuentra a su lado. Es así desde el entrenamiento, desde que Bakugou olio su esencia y este lo descubrió, como si no tuviera nada de malo ser frágil. Desde que dijo:

- Los supresores no funcionan con Alfas.

Katsuki ni siquiera parpadea.

Están en alguna habitación de espera, quizá la suya, y los vendajes parecen ocultar el sol que se filtra por la ventana. Bakugou de pronto se siente nervioso. Las paredes están repletas de vendas y gasas, algunas tienen sangre y es embriagador, excitante y aterrador. Todo está tirado de forma desorganizada y tosca.

Katsuki siente como algo quiere salir y hacer daño, porque está roto y ese algo es el mismo.

- Tienes demasiado control- es lo que le dice Aizawa al rato. A Bakugou le arde la garganta, tiene un volcán en el pecho y lava por sangre.

Aizawa no debe de suponerlo, tampoco saberlo.

Es débil.

- Deberías considerarte afortunado.

- Puedo defenderme.

- No lo dudo.

Pero resulta difícil respirar y a veces está muy, muy cansado y desea tomar una larga siesta, pero…Recuerda Yumeko y es como morir en vida, ojos vacíos y almas destrozadas que remueven su conciencia.

- No creo soportarlo. – Confiesa. Aizawa permanece callado-. He hecho cosas malas y últimamente he pensado en esas cosas…-Yumeko, Deku, Kirishima, Ritsu, Ganta, Sakura, Touka. Son muchos daños –. No debería estar aquí – cambia de terma.

- Tonterías. No eres una bestia sin autocontrol – consuela Aizawa. Y es como. Como si, tal vez.

Shouta tiene el ceño fruncido, y sin embargo, no luce para nada enfadado con él. Katsuki se da cuenta que las circunstancias lo volvieron así. Pero no está mal, a Bakugou no le importan las diferencias, no realmente.

El suelo gris perla extiende sus fauces a lo corto de esas cuatro paredes. En verdad, puede sentir el vacío apoderarse de su estómago mientras la poca luz que se infiltra destila ese aroma dulce por todos lados. Cabe la posibilidad de que sus colmillos salgan y Aizawa le golpee. Una mirada grisácea y gélida que le calma las ansias. Una cualidad que admirar. Por supuesto, es su maestro quien le mira y puede que él respete a ese hombre más de lo que en la vida podrá admitir.

Es que Aizawa es el primero en creer en él aparte de Deku y su madre.

¿Se reirá de él si le confiesa que no odia esa naturaleza?

Ese lado suyo es insoportable.

Katsuki es capaz de hacer el mundo arder con tal de confirmar su valía. No le importaría causar malas impresiones y ser demasiado violento. También cabe la posibilidad de que Shota no le vea como un niño; pues es algo así como un prodigio que aprende rápido formulas y es bueno en estrategias, los otros maestros no dejan de hablar y de elogiarlo mientras se gana la envidia del resto. En el fondo es insaciable. – Tiene esa mirada depredadora capaz de erizarle antes de que pueda sonreír porque son los chicos como él que llegan realmente lejos y le hacen creer que los adultos se quedan cortos con las nuevas generaciones- niños con bases frágiles pero flexibles, donde sus entrañas arden ante el deseo de mejorarlos.

- Que mal, porque pienso descontrolarme en el siguiente encuentro.

Pero este chico es cualquier cosa menos frágil.

Shota sabe que podrá manejarlo de alguna manera.

- No esperaba menos.

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- ¡No te atrevas a volver a meterte en mi camino!

- ¡No eres el único que tiene un objetivo, Kacchan!

Bakugou no responde inmediatamente. No es que no sepa que decir, lo sabe, sino que no ve el sentido en hacerlo. Hace poco tiempo entendió ese hecho, lo que menos necesita es que sea precisamente Deku quien le recuerde ese detalle, menos cuando no entiende sus motivos. Le duele la cabeza de solo intentarlo.

En cambio, mira su brazo enyesado y la gasa en su rostro.

- Kacchan. – Izuku sigue esperándole, con la mirada gacha pues las piernas le pesan y no quiere avanzar, la distancia es escasa, pero le sorprende no estar molesto por tener que alzar el rostro para encárale – No me ignores.

Es curioso, es lo que mas quisiera hacer.

- Vete a la mierda. – escupe en cambio. Dejando de lado su disgusto para seguir subiendo los escalone.

Casi pareciera que se burla de él.

- ¿Te causo problemas, no es verdad?

- ¿Tu estúpida novia?

- Ella no es mi no…

- No importa. – Corta.

Katsuki no quiere pensar, pero sí discutir, ambas cosas están muy ligadas para su desgracia. Está agotado, como si media hora fuera suficiente para curar heridas y seguir luchando. Izuku aprieta los puños con fuerza, lastimándose en el proceso, sus huesos protestan. Bakugou es inestable pero también tranquilidad, hoy no puede definirle, es una prueba de que lo que fue nunca será; puede estudiarle mas no predecir como antaño, esta cambiando y eso le asusta.

Todo por su meta.

Todo por su falta de discreción.

- Ella lo hizo por si misma.

- ¿Y qué? ¿Esperabas que después de estar tanto tiempo contigo pegada cual lapa no aprendiera algo?

- Te puso en apuros.

- Repito: ¿Y qué?

- Es fuerte.

- Nunca lo he negado.

Pero a él sí. Izuku siente la rabia subir por sus venas. No es justo. Bakugou nunca es justo. Aun así, le toma del rostro y aprieta en las heridas porque sabe que le lastima, mira sus ojos y parece como si quisiera devorarle de un bocado. No se equivoca. Pues es la segunda vez que sus labios chocan y puede que el dolor sea mas placentero de lo debido ya que su garganta expulsa un gemido ahogado en la saliva y lengua ajena.

Se siente intimidado y las manos de Bakugou le estremecen, cálidas y callosas, parece que le despellejaran a la mínima provocación. Podría estar así mucho mas tiempo si no fuera porque precisamente es Bakugou quien le besase; es como un hierro al rojo vivo y todo él se retuerce para no quemarse.

Es que Midoriya también tiene orgullo y eso Karsuki prefiere ignorarlo.

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A Uraraka le cuesta un mundo no llorar cuando esta en las gradas.

Es que eso de perder es doloroso y abrasivo, como espinas clavándose en la garganta y estomago mientras sus ojos escuecen por el esfuerzo de no lagrimar. Ochako de hecho no recuerda haber odiado nada con tanta fuerza en su vida. No era tan débil emocionalmente para dejarse llevar por emociones tan bajas, pero si había experimentado aborrecimiento por otras tantas, como los villanos, el final de naruto, villanos, la falta de salsas en el sushi, villanos, los cortes con las hojas de su cuaderno, villanos, la mala ortografía, villanos, la -insultante- secuela de Tokyo Ghoul. Y a Bakugou.

Bueno, eso ultimo es una mentira a medias.

Porque esas manos de magma no tienen contemplación y son esos ojos – rojos e intensos – los que le miran con excitación mal contenida. Es que Bakugou ama la violencia, y puede que ella sea algo así como una niña deseosa de un juguete fuera de su alcance. Todo el mundo lo sabe, no hace falta fingir ignorancia: Bakugou es fuerte y astuto, cual bestia ansiosa de poder.

Pero también está Todoroki.

Chico mitad talento mitad misterio. Una belleza manchada por su silencio y majestuosidad plasmada en llamas. Quizá sea el más fuerte, quizá no. Porque el estadio se retuerce y destruye con cada vibración, cuerpos que chocan y se jalan, hielo y estruendo; café-turquesa contra rubí-furibundo, gritos y exclamaciones propias de un héroe con sonrisa maligna. Porque estallan y se congelan, pero de alguna forma no basta; es que ambos son algo así como inasequibles, poder en bruto y movimiento bruscos que dejan piel expuesta.

Ella se retuerce un poco. Mira su abdomen plano y es una burla en si misma, porque la piel es suave y nada firme sobresale. Uraraka sabe, porque es indiscreta y la curiosidad le puede, que Tsuyu es la única con músculos ya formados. La primera vez que la observaron sintieron un poco de miedo. Piel clara y firme, relieves definidos y flexibilidad envidiable.

- Toda una master, ¿eh? – Suelta Mina. Tocando el vientre ajeno con soltura.

- Es por estar tanto tiempo en el agua y trepando. – se encoge de hombros. Como si no fuera la gran cosa, como si sus vidas no dependieran de eso.

- Eres muy modesta, Tsuyu-chan.

La chica se queda quieta y se yergue un poco, mira a sus compañeras y puede que eso de sonrojarse sea algo apabúllante.

- Quizá. – Responde, colocándose una camisa rosa.

Es el estruendo y el brillo de las llamas lo que le saca de su ensoñación. Mira con fascinación como el fuego rodean otra vez a Todoroki y como Bakugou sonríe ante el reto.

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El olor es…- una sensación resultante de la recepción de un estimulo por el sistema sensorial olfativo-.

O al menos esa es la definición. Porque cuando se para enfrente de esos chicos siente tres mundos diferentes golpear contra su nariz. En un inicio le causa gracia, ya que ellos al ser tan jóvenes apenas y eran conscientes de cuan comunicativos y receptivos podrían llegar a ser si aprendieran mas de su olfato. Yagi recuerda su juventud con añoranza, un poco alocada y trágica. Es cosa de ver a los chicos tan plagados en esencia, supone.

Por un lado, Tokamiya es tranquilidad y serenidad; resignación si se quita la modestia. Mas Todoroki es un enjambre de avispas carnívoras inquietas que revolotean por la indecisión; es tanta su confusión que su olor almizclado le incomoda, como si pudiera verse reflejado a sus veintitantos, realmente no quiere rememorar eso…Por otra parte esta Bakugou, cual fiera encadenada. Yagi admite en sus adentros que las correas y las mordazas no podrían ser más que una exageración, pero no es hasta que le retira la mordaza que reconoce que nada de lo que diga afectara realmente a los muchachos.

A veces piensa que no hace suficiente. En especial cuando los tres se bajan de la tarima con indiferencia.

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XXVII

Iida siente como todos sus cimientos se resquebrajan y caen. Las piernas le tiemblan y el murmullo de su madre se pierde en el limitado espacio de la alcoba. Mira a su hermano atrapado en la camilla aun sonriente con el cuerpo destrozado, siendo devastador comprender que nunca podrá volver a caminar o correr, que no habrá héroe con motores por piernas en carreras fabulosas que salva vidas porque es lo que hace su hermano. Maldición, ¿Qué hizo mal para merecer tal castigo? Y las palabras vulgares no son lo suyo, pero tiene que aferrase a algo aun si no es de si mismo. No funciona. Mas se sorprende de no exteriorizar su furia con las palabras.

- Lo siento, Tenya. Tu hermano mayor perdió.

No te disculpes, por favor ¿Qué no ves que eso me destrozas?

Y aun así…Sonríe cálido. Iida lo intenta y fracasa, porque su hermano es su inspiración y es tan inalcanzables que ahora no sabe a que atenerse de ahora en adelante. Se siente perdido y desolado. Su madre le abraza mientras susurra con las lagrimas ya secas que no se preocupe, que ya lo peor a pasado. Tenya en verdad lo intenta, el creerle, más falla estrepitosamente. Porque le es legado algo que su hermano gano a punta de trabajo duro cuando él apenas y lo esta intentado; aquello no es justo, pero se ve en la incapacidad de renegar algo pedido por su hermano.

No cuando los tubos y las compresas rodean su cuerpo.

Es que…

Este mundo esta plagado de maldad y puede que lo único que se me permita sea el vengarte.

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Resulta que Izuku es un chico perdido en los confines de su propia mente. Ríe tragedias por los dientes que crujen por la presión, dejándole los labios chorreantes y cercenados para ser cosidos después; también llora un poco en delirio, pequeñas fugas de sal que le recuerdan cuan perdido esta en aquel mundo llamado adolescencia.

Pero además…-

- Eres detestable, basta ya – ordena -. No me controlas ni me conmueves pese ser tu mi inspiración y él más cercano a la cúspide de lo insondable.

Bakugou se empieza a descontrolar, rápidamente. Se le apaga el fuego en su mirada hueca. E Izuku le huele, embriagado. Él apesta a adrenalina, desodorante, menta y ceniza. Así que oye un "¿En verdad, Deku?" desde lo mas profundo del pasillo, y en su espalda, y en todo el lugar que no parece retener el sonido. Y sí, podría aborrecerle, mas es un pretencioso de primera que espera la oportunidad de cerrar distancia y estampar su propia esencia en el cuerpo ajeno.

No obstante Katsuki le mira tan frió como el cemento mientras le aprieta los labios con los dedos. Ahí, donde antes abría de anhelarlo tenerlo, ahí, donde todavía escuece el anterior contacto. Podría llamarle por su nombre a secas, pero no lo hace. Porque hubo mujeres que le llamaban de esa forma y ahora no quiere acrecentar ni pensar en la brecha que los separa. Pero Katsuki…

Katsuki solo tiene ojos para su meta. E Izuku también quiere lo mismo. Ya que ambos se contraponen el uno sobre el otro y puede que Bakugou lleve la delantera. Aquello no tendrá un final feliz. Ni siquiera sabe cuando inicio y puede asegurar que no fue bonito ni pletórico.

- Eres tan lamentable.

Y le encanta eso. Porque él es veneno infranqueable, caos y crueldad sin contingencia, un joven talentoso que toma sin pedir y da si siquiera notarlo. Es que Bakugou no le lastima con sus manos de hollín y tampoco menciona su monte dejando esas palabras a la deriva. Oh. Izuku sabe que eso que se retuerce en sus entrañas es algo peor que la ponzoña de Katsuki.

Lo cual empeora cuando deja un beso fugas mientras se aleja del lugar.

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XXVIII

Hakamata se toma su tiempo en alizar y engominar su pelo, siente como el peine lacera su cuero cabelludo junto con el crujido de sus dientes. No hay mayor dolor que ser sometido, es una experiencia sensorial inmensa – con tintes rojos destellantes -, un timbre estridente, y su cuello que se quiebra en un ángulo humillante. Y hay una particular mezcla en los olores de los trabajadores que le regodea aun en su estado, como la sensación de estallar una astilla incrustada en su palma; ¿Le temen? No. No es eso. Aquello se asemeja mas al reconocimiento.

- No ataques, solo empeoraras tus relaciones. – le murmura bajo, pero puede identificar su propio cinismo y burla. Es detestable, Best Jeanist, quien es más que un narcisista a la moda.

- ¿Con la de tus subordinados? No los necesito.

Los dientes de la peinilla se incrustan con mayor fuerza.

Siente su sangre deslizarse por el lado derecho. Esa sensación le gusta, que el dolor le mantiene estable cuando su único deseo es rugir exclamando un poder que no posee, sometiendo cuando esta atado y las cuerdas que le rodean fácilmente podrían cercenar su cuello como la fina carne que es. Es que no hay control que reclamar, no cuando es él quien necesita aprender.

- Lo siento.

- Oh, no lo sientas, que un ladrido hubiese sido mucho peor.

Y eso ultimo implica mucho. Ambos lo saben. Por eso cuando Best Jeanist lo lleva a patrullar no le sorprende; lo necesita. Aun así, se ven interrumpidos cuando un villano ataca de imprevisto cerca de una escuela secundaria y Bakugou siente la emoción bullir cual volcán en erupción por sus poros, estalla una vez y eso es todo.

- No te di luz verde para enfrentamientos, Bakugou.

- ¡Y una mierda! – grita.

Unas estudiantes chillan en admiración y eso solo empeora las cosas. Un sonido gutural vibra en su garganta pujando por salir. Bakugou retrocede asustado de su propio impulso; y aquello es ridículo, porque aquello es un tabú. Uno que -sabe- solo unos pocos pueden lograrlo, aun cuando es un acto cobarde.

Tsunagu Hakamata le observa desde su posición. Soltando un suspiro se acerca y le toma del hombro de forma gentil.

- Los héroes y los villanos son dos caras en la misma moneda – Su mano de pronto se torna firme -. Puedo verlo en ese resplandor tuyo. Entonces, ¿Qué es lo que realmente hace que alguien sea un héroe?

Bakugou tiene muchas respuestas para eso. Oh, claro que las tiene, pero teme hablar.

El poder es absoluto solo cuando se demuestra con hechos.

Y un rugido no es la mejor muestra de ello: Es solo el sometimiento por falta de fuerza. No. Quizá sea algo peor. Yumeko le enseño que esa voz es el arma predilecta de los desesperados. Aun con eso, puede forzarse a responder, pues no es como si se limitara a sí mismo, no cuando conoce cuan importante es su fortaleza natural.

- Lo que los diferencia es el público.

Tsunagu estira sus labios debajo de la prenda antes de soltarlo y comenzar a andar. Bakugou resopla y le sigue. Los pantalones le aprietan demasiado.

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Yumeko no puede mirarse en el espejo. Yumeko, de hecho, no puede hacer nada. Porque no llora, sino que se limita a observar a todo y todos desde la camilla son sus ojos imperturbables como si fuera una muñeca de porcelana.

Hakamata entra y su rostro apenas se mueve ante el sonido, un extraño vértigo se apodera de su cuerpo. Son sus ojos. Esos ojos. Los ha visto antes, en pocos lugares como ha de ser. Sin embargo, no es él el primero en notarlos. Fue Bakugou.

Quien no comenta nada y sufre por ello, como todo ser humano. Y ahora que la mira se pregunta: ¿Por qué?

Continúa caminando hasta llegar a ella. Mueve las fibras de la túnica que la cubre, son frágiles, pero fácilmente puede utilizar las suyas por si se implica la cosa. El sonido parece difuminarse, mas la chica deja de mirar su andar y vuelve a ver la ventana. Las paredes blancas pronto adquieren un tono rojizo y se espanta ante las marcas que resaltan en el cuello de la chica. Las cuenta y las paredes se vuelven oscuras y le cuesta respirar. Son cuatro. Son cuatro las mordidas que mancillan la piel blanca.

Hakamata tiene que encontrar un soporte, lo que sea.

Las nauseas se apoderan de su cuerpo, una burla en si misma. Estira un poco los dedos para amarrarse a sí mismo con su traje, respira, tomándose su tiempo para inhalar y exhalar. El silencio lo sumerge, ahogándolo; y entonces comprende que una parte de la chica se fue de este mundo y la otra, la que queda, es una cascara vacía sin nada que ofrecer.

Quizá deba ser así. Quizá sea mejor así.

Y entiende que las cosas estén un poco turbias. Son héroes. No hay remedio. Aunque mira a Yumeko y el corazón se le desangra, son malos recuerdos y épocas atroces. Porque no todo puede ser arreglado, lo sabe, pero se habían sacrificado tanto para detener aquello que revivirlo es peor que una pesadilla. Y saberlo no sirve de nada cuando ya no hay vuelta atrás.

Cuando se separó de Bakugou y se inmiscuyo en su vida personal, no espero aquello. Ahora entiende un poco su control. Cuando exuda poder pero no dominio, cuando grita pero no ruge, y ahora que ve este lado no le queda de otra que cubrirlo con su filosofía y velar por él.

La garganta todavía le arde, como si tuviera fuego en el paladar, volviéndolo polvo y cenizas. Es difícil. Es difícil imaginar a un niño de quince años encontrando el cuerpo de su amiga violado, ensangrentado y marcado. Y puede imaginarse a Bakugou paralizado, temblando como una tetera en su punto, preguntándose si habría sido su culpa por llegar tarde.

Luego viene a su mente un grito colérico y la llamada que muestra el registro del hospital.

Bakugou no debe de enterarse que estuvo ahí, que escucho y leyó todo lo relacionado con el caso de Yumeko. No puede. Tsunagu teme por su explosivo carácter, teme que; de llegar a enterarse, tome el camino de la venganza en lugar de la justicia…

¿Pero es justicia lo que busca?

No. Había algo que se le escapaba, porque en esa indiferencia y aparente descontrol ahí un chico brillante e impredecible. Habría que ser ciego u idiota para no notar el talento innato en aquel muchacho. Y eso es peligroso. Bakugou Katsuki es un potencial que bien podría salvar como acabar vidas es un abrir y cerrar de ojos. El chico no es moldeable; lo ha intento y fracasado, pero puede que eso ayude: quiere ser un héroe y esa convicción no flanquea.

Eso le basta por ahora.

Sin embargo, hay cuerpos acumulándose, una pila de carne y huesos que alguna vez fueron humanos en las afueras de la ciudad y todas siguen el patrón de las mordeduras junto con las subyugaciones. Tortura, diría Aizawa. Aizawa no se equivoca. Tampoco vale hacerse promesas, no cuando los intentos terminaron en nuevos cuerpos y una única sobreviviente que no puede ni decir su nombre.

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Continuara...