ERES LA EXCEPCIÓN A LA REGLA
Su revuelto cabello color chocolate, aquellos ojos tras los cristales y una desquiciante sonrisa acompañada por una voz sarcástica eran lo que más le molestaba. De forma indiscutible era un prodigio del béisbol, pero, en general, todo sobre él hacía que se le derramara la bilis.
No lo odiaba, sólo que estaría de mejor humor entre menos viera su cara.
Solía pensar que sólo los idiotas se atrevían a perturbar la paz con comentarios honestos, pero cínicos y, encima de todo, reír de forma tan pesada como sólo él sabía.
Ese hombre era un demonio; siempre restregándole su horrendo control al lanzar; podría ser de los mejores catchers en todo Japón, ¡pero de ninguna manera seguiría soportando esa clase de comentarios!
Lo peor de todo era cuando notaba la mentira tras el drama. Eludía sus amenazas y sólo le quedaba mandarlo al infierno con la mirada. Fue justo en un momento de indignación que lo vio pedir un tiempo fuera para acercarse y mencionar una frase irónica: «Vaya, hasta los idiotas pueden ser presa de Cupido».
¡Tonterías! ¿Sawamura Eijun enamorado? ¡Estaba seguro de que sus latidos le pertenecían al deporte, al correr junto al equipo, al subir a su montículo! ¿Entonces, qué era ese ligero temblor que se apoderaba de su cuerpo y le producía una extraña pero agradable revoltura en el estómago?
«¿Amor?»
Aquella palabra era lo que Kuramochi le echaba en cara cada que se ponía a patalear en su cama haciendo una hilarante rabieta por pequeños y ridículos detalles sobre la personalidad de su compañero de batería. Sentir amor por él… ¿Tenía tiempo para pensar en eso con el Torneo Nacional a la vuelta de la esquina?
«No. Ni loco».
Eso no podía ser amor, ni siquiera cariño. De ser así, ¿dónde quedaban todas esas boberías que se presentaban en los títulos de mangas que Jun le prestaba?
Mas para toda regla hay excepción. Si hacía un poco de memoria, había veces en las que aquél chico le daba un pequeño empujón para seguir adelante. Podía ser de forma directa, cruel, desalmada, con un chiste de por medio, haciéndole ver sus errores o fortalezas, pero nunca le había negado una mano.
«Tal vez…»
—Sawamura.
Aquella palabra lo sacó de su trance.
—¡Miyuki Kazuya!
—No uses mi nombre completo. Además —sonrió de forma burlona—, ¿en qué estás pensando? A no ser que tengas fiebre, veo que los colores suben a tu cara descaradamente.
—¡En todo caso el descarado es el que entró a mi cuarto de forma tan repentina!
—Toqué la puerta varias veces y no respondiste.
—¡Mentiroso!
—¡Oh! ¿Acaso estabas viendo el material explícito de Kuramochi y no querías que te molestara?
—¡No soy un depravado como tú…! —ni siquiera pudo terminar la frase, porque la risa que tanto le irritaba se había hecho presente. ¿Acaso lo creía un pervertido?
—Como sea. El entrenador Kataoka acaba de salir de su junta de profesores, así que más vale que te des prisa. Va a anunciar la alineación del partido de mañana.
Sawamura asintió con la cabeza antes de que el otro se retirara.
Dicen por ahí que no todo puede ser tan malo, después de todo, del odio al amor sólo hay un paso.
«¿Amor? Por su supuesto… ¡Por el béisbol!»