¡Hola! Por primera vez, traigo una traducción... Este fanfic lo encontré hace unos días en Tumblr, terminé de leer lo que había (van 30 capítulos... Aún lo continúan) e inmediatamente pedí la autorización para traducirlo porque damn es tan bueno ;u; Es de esas historias que siempre quise leer, además, es de las más canónicas que he leído en el último tiempo. De verdad no puedo expresar cuánto lo amé xD Espero que lo sigan y les guste. Aún no estoy segura de cada cuánto publicaré un capítulo, pero no creo que me tarde tanto tiempo :x
El fanfic está escrito por WolfstarPups90 (en Ao3). Dejaré el link del original en mi biografía, por supuesto.
Eso, ¡DISFRUTEN!
El comienzo – Año uno
- Tal vez sea una mala idea.
- No podemos mantenerlo aquí, él necesita estar alrededor de niños de su propia edad. Otros niños como él, Hope.
- ¿Cómo él? Lyall, ellos no serán como él. Nadie será como él… Oh, mi pobre bebé. ¿No podemos simplemente enseñarle en casa?
- Dumbledore me ha asegurado que estará a salvo, Hope. Tienen todo preparado para acomodarlo a su condición.
Un Remus Lupin de once años podía escuchar a sus padres discutiendo en la cocina. Pensaban que él estaba dormido. Debía estar dormido a tal hora de la noche. Pero no podía. No por sus padres, quienes sabía estaban solamente preocupados por su seguridad, pero sino porque estaba emocionado. Mirando hacia su reloj alarma, podía ver que eran las 2:30 de la mañana, y eso significaba que en solo 6 horas y media, estaría arriba del tren que lo llevaría a Hogwarts. ¡Él! ¡Un hombre lobo! Imaginen eso…
- ¿Qué pasa si alguien se entera? ¡O peor! ¿Qué pasa si él lastima…?
- ¡Hope! No digas cosas como esas.
- Lyall, es una preocupación perfectamente válida.
Remus frunció el ceño y se giró sobre su otro lado, llevando su almohada sobre sus oídos y cerrando los ojos apretados. Él mismo tenía las mismas preocupaciones que su madre, pero se rehusaba a pensar en ellas. Él iba a ir a Hogwarts. Iba a asistir a la escuela como cualquier chico normal de su edad. Iba a ser normal.
Sólo quiero ser normal…
-o-o-o-o-o-
- Recuerda, Sirius, tú no eres normal. Tú no eres común. Estás sobre eso. Eres un Black y espero que tengas tu mejor comportamiento, ¿entendido? – Walburga habló con severidad mientras se incorporaba, su rostro rígido en frente de su hijo mayor en la plataforma, en espera de la máquina de vapor escarlata. Su hijo, Sirius, era un chico de aspecto aburrido con un brillante cabello negro y ojos de un gris tormenta que no parecían estar prestándole atención a su madre en lo absoluto. Más bien, estaba haciendo bocanadas de humo de diferentes colores disparadas desde su nueva varita para complacer a su hermano menor, quien estaba chillando de la risa.
- ¡Mamá! ¡Mamá, quiero ir a Hogwarts también! ¡Quiero tener mi varita, mamá! ¿Siri, puedo ir contigo?
- ¡Pronto, Reg! – Sirius sonrió – Mira esto…
- Sirius Black, ¿me estás escuchando? – Walburga estalló, tomando a su hijo mayor por el hombro – Levántate derecho y detente con tus estúpidas payasadas. No quiero escuchar nada sobre ti causando algún tipo de estrago. Estás representando a La Noble…
- Y Ancestral Casa de los Black, lo sé, Madre – Sirius refunfuñó mientras se alejaba de ella. Se incorporó dramáticamente, como los soldados muggles que ha visto en Londres, los que no se moverían o sonreirían. Una vez que su madre le dio la espalda, le guiñó un ojo a su hermano y sonrió. Cuando el tren se detuvo, los padres se despidieron llorosos de sus hijos. Sirius abrazó a su hermano fuertemente.
- Te veré durante las vacaciones, Reggie. Pasará rápido, te lo prometo – y con un cortés adiós a su madre, Sirius tomó su baúl y se subió a bordo.
Corriendo a través de los carros, podía sentir toda la emoción reprimida que había dentro de él, desde que la carta había llegado en el correo. Había querido saltar y gritar de alegría, pero esa clase de comportamiento no estaba permitida en La Noble y Ancestral casa de los Black.
- ¡Sirius! – Una familiar voz cancina lo sacó de su alegría y se detuvo en seco, a punto de tropezar con el baúl del rechoncho niño delante de él que iba haciendo su camino hacia la fila de compartimentos. Una vez que se había incorporado ligeramente, llevando sus hombros hacia atrás y levantando la barbilla, cuando se giraba para encarar a sus primas en el compartimiento de la derecha.
- Narcissa – asintió brevemente a la rubia hermana mayor –. Trixie.
- ¡No me llames Trixie! – Se quejó la más joven, una chica con cabello oscuro – Odio cuando me llamas así.
- Bueno, yo odio cuando hablas, pero aquí estamos, chillando a la distancia – Sirius sonrió y se apoyó contra la puerta. Los ojos de Bellatrix se fruncieron y abrió la boca para decir algo sarcástico en respuesta pero Narcissa la interrumpió.
- Sirius, le dije a tía Walburga que tendría un ojo sobre ti – dijo, viéndolo con un aspecto de disgusto. Como si le quemara –. Soy una Prefecta, después de todo – agregó, volteando su rubio cabello plateado sobre su hombro para mostrar la brillante insignia.
Sirius rodó los ojos.
- En serio, Cissy, no lo había escuchado ni siquiera una vez en este verano, "¡Oh, Narcisa es prefecta! ¡Qué encantador! Oh, Sirius, ¿por qué no puedes ser como tu prima?"
Los ojos de Narcisa se fruncieron.
- Será mejor que no hagas ningún problema, Sirius. Si Slytherin pierde la Copa de las Casas por primera vez en cinco años porque tu comportamiento nos cuesta puntos, serás la decepción de esta familia.
- Oh, qué horrible – dijo Sirius rotundamente –. Ahora, si me disculpan, necesito encontrar un asiento.
- ¿No te vas a sentar con nosotras? – Preguntó Bellatrix con su vocecilla – Tía Walburga dijo que se suponía que te sentarías con nosotras.
Sirius miró alrededor.
- Curiosamente, no la veo por aquí. Adiós, señoritas – y antes de que alguna de sus primas pudiera objetar, rápidamente se fue al siguiente carro.
El tren ya había comenzado a moverse, y los compartimentos estaban en su mayoría llenos para la consternación de Sirius. Había decidido que preferiría quedarse de pie todo el camino antes de volver y sentarse con sus primas. Estaba a punto de aceptar su desafortunada suerte, cuando fue a abrir una puerta. Este compartimento no estaba del todo lleno. El rechoncho niño que casi había atropellado anteriormente estaba hablando animadamente, aunque en voz baja, con un niño larguirucho, de gafas y el pelo negro desordenado. Y entonces había otro niño. Un pequeño y pálido chico con el pelo castaño que parecía estar durmiendo, desplomado contra la ventana. El niño con las gafas miró hacia Sirius y sonrió ampliamente.
- Tenemos espacio, si lo estás buscando – se levantó cuando Sirius entró y extendió la mano para estrechar la de Sirius –. Soy James Potter. Este de aquí es Peter Pettigrew.
- Sirius Black.
- Black, ¿eh? – La sonrisa de James vaciló un poco y Peter dio un audible jadeo. El otro chico continuaba durmiendo – ¿No deberías estar con tu familia? Sé que se quedan todos juntos.
Sirius frunció el ceño, un poco ofendido.
- ¿Qué se supone que significa eso?
James parecía avergonzado.
- Lo siento, amigo. No quise decir… Lo siento. Te puedes sentar con nosotros, si quieres – volvió a sentarse a un lado de Peter. Sirius no se sentó, en cambio, dejó que sus ojos se perdieran sobre el chico durmiente. Se veía enfermo. Sirius se preguntó por un momento si sería contagioso… Tal vez debía encontrar otro lugar para sentarse.
- ¿Quién es él? – Preguntó.
James se encogió de hombros.
- No sé. Pobre chico, debió tener una noche difícil. Está fuera de combate. Sueño pesado – los ojos de Sirius se fijaron en él por otro momento antes de decidir cuáles eran sus posibilidades. Si estaba enfermo, tal vez podía contagiarse y escaparse de algunas clases para explorar el castillo.
- Como sea – James continuó hacia Peter –, toda mi familia ha estado en Gryffindor por generaciones. Así que entraré seguro. No estés tan nervioso, estoy seguro que entrarás a una gran casa con un gran grupo. No es como que fueras a entrar a Sly… – se calló y miró a Sirius – Quiero decir, no es que Slytherin sea, tú sabes, algo malo o…
- No voy a entrar a Slytherin – indicó Sirius, cruzándose de brazos.
- Oh – dijeron James y Peter.
- Lo siento – dijo James tímidamente –. Es sólo que toda tu familia…
- Bueno, yo no – Sirius apretó los dientes.
Peter le dio una mirada algo burlona.
- No te ofendas, pero… ¿cómo lo sabes?
- Les diré que no quiero entrar ahí – insistió Sirius. Pero él no había pensado en ello. ¿Cómo podría asegurarse de eso?
James se mordió el labio.
- Er… Seguro, amigo… De todas formas, Pete, ¿quieres ver la fotografía que tengo autografiada por Carlos Clodoaldo en la última Copa?
Los ojos de Sirius se iluminaron.
- Eres un fan de Brasil, ¿eh?
- Nah, de Bulgaria. ¡Pero Clodoaldo es un gran bateador!
- ¡Sí!
- ¿Algo del carrito, niños? – Interrumpió una mujer rolliza empujando un carrito de golosinas. Los tres niños saltaron de sus asientos, hundiendo sus manos en los bolsillos y pidiendo tantos dulces como podían permitirse. Aun así, el niño enfermizo no se movió. Y mientras James y Peter volvieron a sentarse con su botín de dulces y pasteles, Sirius guardó una rana de chocolate sólo en el caso de que el niño despertara.
El tren llegó a la parada lentamente y todos empujaron para agarrar sus pertenencias y bajarse rápidamente del tren. Cuando James y Peter se unían al resto, Sirius se giró y gentilmente le dio un leve golpe al niño que dormía.
- Hey… Llegamos – los sorprendidos ojos del chico, los cuales ahora Sirius podía ver eran brillantes, casi de un inhumano color ámbar, se abrieron de golpe.
- Oh, yo… Er… Gr-gracias – el chico parecía nervioso cuando se levantó y recogía sus cosas.
Sirius asintió con la cabeza.
- Sí… Tienes el sueño pesado. ¿Estás bien, entonces?
- Sí. Estoy bien. Gracias. Quiero decir… por despertarme – Y con eso, el chico agarró sus cosas y salió como una flecha, desapareciendo entre la multitud.
- ¡Primer año! – Disparó una voz por sobre la multitud de estudiantes parlantes – ¡Los de primer año, por aquí! – Y fueron guiados, por lo que Sirius asumió debía ser un gigante, hacia el lago.
- ¡Cuatro por bote! Vamos, entonces – Sirius se subió a un bote y fue seguido casi instantáneamente por su prima Bellatrix, un chico con pelo grasiento y una larga nariz y una niña con el cabello rojo, quien Sirius asumió debía ser una Weasley. Todos estaban mayormente en silencio cuando los botes flotaban a través del oscuro lago. Hasta que, finalmente, un fuerte jadeo escapó de cada uno de ellos cuando el castillo aparecía en su visión.
- ¡Es hermoso! – Jadeó la niña pelirroja – ¡Severus, es la cosa más increíble que he visto jamás! ¡Oh, Tuney lo amaría! – Su voz sonó triste.
- No pienses en ella, Lily – dijo el niño, Severus.
- Pensé que sería más grande – bromeó Bellatrix –. No hay manera que haya un basilisco escondido dentro de eso, como dijo Lucius.
Sirius rodó los ojos.
- ¿De verdad crees todo lo que ese cretino dice, Trix? Eres más tonta que tu hermana.
- ¡Deja. De. Decirme. Así!
- Oh, cállate antes que te empuje dentro del maldito lago y deje que el calamar gigante te…
- No hay un calamar gigante, Sirius. Eso es ridí… ¡Oooh! – Como si fuera una señal, un largo tentáculo surgió desde el otro lado del agua cristalina, ondulándose perezosamente en el aire antes de desaparecer de nuevo.
Como si la vista del lago no hubiese sido lo suficientemente asombrosa, paso a paso que daban dentro del castillo era la cosa más increíble que ellos vieron alguna vez. La emoción en el aire era palpable cuando charlaban, atónitos con el movimiento de escaleras y armaduras que los rodeaban.
- ¿Entonces en qué casa crees que vas a estar? – James Potter le estaba hablando a la pelirroja, Lily, con la que Sirius había compartido el bote.
- Oh, no estoy segura – ella se encogió de hombros –. Verás, mi familia son muggles.
- Sé que yo seré seleccionado dentro de Gryffindor – dijo James con orgullo - ¡Donde habitan los valientes de corazón! ¡Tal como mi padre! Es la mejor casa…
El niño del cabello graso a un lado de Lily se mofó.
- Sólo si prefirieres ser el musculoso en vez del listo.
- ¿A cuál esperabas entrar tú, entonces? – Sirius sonrió – Viendo que claramente no eres ninguno de los dos.
James chilló de la risa y Lily agarró al otro chico.
- Vámonos, Severus – y lo alejó.
Todos ellos se quedaron en silencio cuando una bruja de apariencia severa con cabello gris amarrado y sujetado apretado en un nudo sobre la parte superior de su cabeza y unos pequeños lentes rectangulares que se acomodaban a la punta de su nariz.
- Bienvenidos, primer año - dijo ella, mirándolos a todos sobre el borde de sus gafas –. Soy la profesora McGonagall. Soy la directora adjunta, profesora de Transformación y la jefa de casa de Gryffindor. La selección va a comenzar en un momento. Síganme – se giró, su larga túnica esmeralda deslizándose detrás de ella y la puerta se abrió.
Los de primer año jadearon violentamente con el cielo encantado de noche que el techo del Gran Comedor retrataba, y a las velas flotantes. Algunos de ellos saludaban entusiasmado a sus hermanos y familiares en años superiores mientras caminaban hasta el frente del salón donde había un simple taburete de madera con un grumoso y viejo sombrero de mago posado en la parte superior. La profesora McGonagall una vez más le anunció a los de primer año:
- Cuando llame su nombre, tomarán asiento en el taburete y se prueban el sombrero. Cuando el sombrero anuncie su casa, se unirán a sus compañeros en sus mesas – abrió un largo rollo de pergamino.
- Avery, Killian – a quien Sirius reconoció como hijo de uno de los amigos de su padre, fue el primero en ser seleccionado, y el sombrero gritó "Slytherin" luego de ni siquiera estar encima de la cabeza del chico.
- Beckwith, Davis – entró a Hufflepuff.
- Bellrose, Anastiasia – fue la primera en Ravenclaw.
- Black, Bellatrix - Sirius se encogió cuando su prima, pequeña en forma pero muy grande en presencia con su gran energía, casi lo empujó hasta arriba y trepó en el taburete. El sombrero apenas tocó su cabeza antes de gritar "Slytherin", a lo que ella casi chilló de alegría y corrió a encontrarse con su hermana mayor. Lo que significaba que el siguiente sería:
- ¡Black, Sirius!
Hubo un murmullo alrededor del Gran Salón cuando algunos estudiantes estiraban sus cuellos o en incluso se ponían de pie para tener un vistazo al heredero de la infame fortuna Black. Llevando sus hombros hacia atrás y tragando fuertemente para pasar el nudo en su garganta, Sirius caminó hasta arriba, se levantó y se arriesgó a mirar hasta la mesa de Slytherin, donde sus primas se estaban moviendo para hacerle un lugar. Su estómago se redujo cuando la profesora McGonagall bajó el sombrero hasta su cabeza.
A diferencia de Bellatrix, el sombrero no gritó inmediatamente la casa asignada. En vez de eso, Sirius escuchó una voz venir desde dentro de su cabeza.
- Bien ahora, otro Black. Había creído que serías sencillo de asignar, tal como tus primas.
- No me parezco en nada a mis primas – Sirius pensó furiosamente.
- Bueno, yo no iría tan lejos – dijo la voz –. Veo un montón de ambición, y usted es ciertamente muy astuto, Señor Black. Sería un pupilo estrella para Slytherin.
¡No! – Sirius apretó sus dientes así no podría soltar una palabra en voz alta – No en Slyherin. Me iré. Me escaparé. No puedes obligarme a quedarme. Me rehúso.
- Está usted un poco exaltado, ¿no es cierto? Pero veo lealtad en ti, Sirius Black. Y valentía. Sí… bien, entonces, creo que te pondré en… ¡Gryffindor!
Hubo un sonoro jadeo alrededor de todo el salón seguido por un mortal silencio y Sirius podía sentir la fría y penetrante mirada de sus primas cuando se deslizaba desde el taburete y se acercaba a la mesa en el lado opuesto del salón. Sus pasos parecían hacer eco en el sorprendente silencio hasta que…
- ¡Sí, Sirius! – Gritó James Potter desde la multitud – ¡LO HICISTE, AMIGO! – Y con eso, el salón estalló en aplausos mientras se acercaba el siguiente estudiante. Sonriendo de oreja a oreja, Sirius se desplomó con un gran suspiro de alivio en la mesa de Gryffindor mientras la selección continuaba.
- Evans, Lily – fue llamada y el sombrero no tardó mucho en anunciar que ella también era una Gryffindor. Con gracia corrió a la mesa, tomando asiento frente a Sirius y sonriéndole ampliamente a su amigo Severus, quien no lucía tan satisfecho como ella.
- Flannigan, Declan – se convirtió en Hufflepuff.
- Goyle, Robert – Slytherin.
- McKinnon, Marleen – Gryffindor.
- Meadowes, Dorcas – Gryffindor.
- Norton, Joleen – Ravenclaw.
- ¡Lupin, Remus!
Ese era el chico enfermizo del tren. Sirius no podía decir lo que era, pero algo sobre ese chico le intrigaba. El sombrero parecía estar tomándose su tiempo con él también, pero después de un momento gritó "¡GRYFFINDOR!" y Remus, luciendo muy sorprendido, se dirigió a la mesa de Gryffindor y se sentó a un lado de Sirius, mirando hacia sus manos con los ojos abiertos y atónito.
Más estudiantes fueron seleccionados. Peter Pettigrew se unió con ellos a la mesa de Gryffindor y el sombrero apenas tocó el desordenado cabello de James Potter antes de gritar que él también sería su compañero.
- Bien hecho, amigo. ¿Cómo lo hiciste?
- No sé – Sirius mintió mientras Severus Snape era seleccionado dentro de Slytherin –. Supongo que no estoy hecho para Slytherin.
James hizo una mueca cuando Snape se unió a la mesa al final del salón.
- Mejor así – agitó la cabeza –. Hey, Evans, ese cretino grasoso de Snape te está mirando. ¿Cuál es su problema?
Lily pareció ofendida.
- Resulta que es mi amigo. Y sólo está decepcionado de que fuimos seleccionados en casas diferentes.
- Deberías también darte por vencida con esa amistad – James reprendió –, ahora que está con ese grupo.
Los brillantes verdes ojos de Lily brillaron con ira.
- Puedo ser amiga de quien quiera que vea que sea conveniente, Potter. No me importa en qué casa estén.
Y con eso, se puso de pie y se trasladó de la mesa para sentarse al lado de Marleen McKinnon y de Dorcas Meadows.
James sonrió ampliamente.
- Veo que le gusto.
Hubo una suave risa desde el lado izquierdo de Sirius, y Remus Lupin, aun mirando intensamente hacia sus manos, dijo en voz baja:
- Imagina cómo te trataría si te odiara.
Sirius se largó a reír y Peter resopló. James frunció el ceño, ajustando sus gafas en el puente de su nariz.
- Tú eres el chico que estaba dormido en el tren.
El chico se sonrojo ligeramente, lo que hizo en verdad fue que sus mejillas lucieran mucho más saludables ahora.
- Er, sí… soy Remus Lupin.
- James Potter – le extendió una mano a Remus quien vaciló antes de aceptarlo, como si nunca hubiera tenido mucho contacto humano antes. James continuó con las introducciones –. Este es Peter Pettigrew. Y este de aquí, en la mesa de Gryffindor, lo creas o no, es Sirius Black.
Sirius rodó los ojos, pero le sonrió y agitó la mano de Remus. Remus pestañó hacia él con esos grandes, inquietantes brillantes ojos.
- Lo siento, er… ¿Se supone que es la gran cosa?
- Él es un Black – repitió Peter –. Ningún Black ha sido seleccionado en otra casa que no sea Slytherin, nunca. Toda la familia tiene mucho dinero también. ¿Vives en un castillo, Sirius? ¿Es más grande que esto?
Sirius levantó una ceja y negó con la cabeza.
- No, no seas ridículo… Quiero decir… Es una mansión, seguro… Pero no… No un castillo – se llevó una mano nerviosamente a través de su cabello.
- Oh – dijo Remus –. Lo siento. Fui criado mayormente alrededor de muggles, así que…
James parecía pensativo.
- Lupin… Aunque ese es un nombre Mago.
Remus asintió.
- Sí. Mi papá es un mago, pero mi mamá es muggle – parecía como si no quisiera hablar mucho de su familia o de su hogar. Suerte para él, un viejo mago con una larga barba blanca se había puesto de pie frente al podio y en frente del Gran Salón.
- ¡Bienvenidos a Hogwarts! Soy el Director Dumbledore. Sólo quiero dar algunos anuncios antes de comenzar con nuestro banquete. Para comenzar, el Señor Filch amablemente pide que se abstengan de usar cualquier Bomba Fétida en los corredores – sus ojos brillaron –. Y también me gustaría recordarle a todos que los frisbees con colmillos son sólo para el uso exterior – hubo un ataque de risa por algunos estudiantes mayores de Gryffindor –. También, hemos plantado un árbol muy extraño y peligroso en los terrenos. El Sauce Boxeador es para ser evitado a toda costa, podría y rompería cada uno de los huesos de su cuerpo.
- ¿Por qué en la tierra querrían ellos poner algo así de peligroso en los terrenos del colegio? – Lily Evans siseó.
- Bien, ahora – Dumbledore continuó –, estoy seguro que todos están ansiosos por comenzar con nuestro festín. ¡Disfruten! – Agitó una mano y la mesa, que había estado completamente vacía, se llenó con todos tipos de comida. Pollo, jamón, cerdo, filetes, vegetales, papas, cualquier cosa que se pudiera imaginar. Sirius, James y Peter comenzaron a apilar comida sobre sus platos cuando la Profesora McGonagall se acercó a ellos por detrás.
- Señor Lupin, ¿vendría conmigo, por favor? Al Profesor Dumbledore le gustaría tener una palabra con usted – y Remus se levantó y la siguió.
James los miró alejarse y negó con la cabeza.
- ¿No pudo esperar a que tuviera algo de comida dentro de él? El pobre chico luce como si no hubiera comido en meses – aunque no parecía tan preocupado, mientras se llevaba más papas machacadas a la boca.
- Sí – Sirius estuvo de acuerdo. Algo sobre Remus Lupin estaba definitivamente mal. Pero sacó aquello de su cabeza y se enfocó en su propio estómago gruñón.
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- Ah, Señor Lupin – Dumbledore sonrió cálidamente cuando Remus entró en la oficina, observando alrededor con interés en todos los artefactos mágicos, los libros y los cuadros –. Es bueno volver a verlo.
- Es bueno verlo a usted, Señor – respondió Remus educadamente –. Y gracias, de nuevo… Por dejarme entrar aquí.
Dumbledore frunció el ceño.
- Mi querido chico, es tu derecho estar aquí desde que naciste.
- Bueno… quiero decir… Tal vez, si no fuera… Bueno, usted sabe – Remus miró hacia abajo avergonzado.
- Remus, escúchame – dijo Dumbledore, apoyándose sobre su escritorio, sus ojos azules brillando con amabilidad –, tú no eres tu condición. Y tienes todo el derecho de estar aquí. No tienes que agradecerme. Tengo fe en que serás uno de los mejores estudiantes de Hogwarts – le guiñó un ojo, sentándose de vuelta en su silla –. Sin embargo, tenemos que hablar de tu seguridad, por supuesto. Le prometí a tu padre que haría todo lo que estuviera en mi poder para asegurarme de protegerte y de que nadie se entere de tu secreto.
Algo en los ojos de Dumbledore hizo que Remus se sintiera seguro, y asintió sonriente al viejo mago.
- Ahora bien, la Profesora McGonagall te presentará a Madam Pomfrey, nuestra curadora y ellas te mostrarán dónde pasarás las noches de luna llena. Te prometo, Remus, esto va a funcionar. Creo que serás muy feliz aquí.
Remus asintió y se levantó.
- Gracias, profesor.
Se giró para irse con la Profesora McGonagall.
- Y Remus – Dumbledore agregó,
- ¿Sí, profesor?
Dumbledore sonrió.
- Haz amigos. Ellos serán tu mayor fortaleza, te lo aseguro.
La sonrisa de Remus flaqueó ligeramente. Parecía que Dumbledore sabía que Remus tenía planeado terminar la escuela con su nariz en un libro, volar completamente bajo el radar.
- Lo… Lo intentaré, Profesor.
Para cuando Remus finalmente pudo ir hasta su nuevo hogar en la torre de Gryffindor, era demasiado tarde. La mayoría de los otros estudiantes ya se habían ido a sus camas. Remus fue cuidadoso para ser extra silencioso cuando entró al dormitorio de los de primer año y caminar hasta la cama vacía que claramente pertenecía a él. Exhausto, se quitó el sweater, alegre de que sus compañeros estuvieran dormidos y no pudieran ver las cicatrices que llenaban su cuerpo. Se cambió a su pijama y se subió a su cama cuando escuchó el sonido de un papel arrugarse debajo de su almohada. Levantando esta, se encontró con una solitaria rana de chocolate y una nota garabateada desordenadamente sobre un pedazo de pergamino.
Pensé que podrías tener hambre. – Sirius.
¿Les gustó el primer capítulo? :v
Bueno, si dejan sus comentarios, yo feliz se los entregaré a la autora :3
-Agradecimiento especial a Lily Black Watson-Harkness por leerme y asegurarse de que quede legible.