Capítulo 36: Choque
¿Estás seguro?
¿Es tan sencillo determinar que eres el bueno del cuento?
El héroe, el defensor. El protector.
Como si el mundo fuera blanco y negro.
¿Tan fácil es?
Pero dime entonces una cosa.
Si eres el bueno.
¿Dónde está tu final feliz?
Naruto.
Temblaba.
Su mano estaba temblando.
Sasuke se removió, inquieto, como si estuviera esperando algo. Yo, con las manos atadas y en el suelo, sólo veía parte de su rostro por las sombras profundas de la sala. Había olvidado encender la luz al entrar, luego no tuve tiempo.
Bufó, sin dejar de observar a la ventana cada tanto. Parecía impacientarse con rapidez y yo me sentía más pesado conforme el efecto del sedante se abría paso en mi cuerpo. Quería resistirme, pero mantener los ojos abiertos se estaba convirtiendo en un verdadero reto.
Sólo para verlo.
— Sasuke — Fue mi voz temblorosa. Ni siquiera me di cuenta de que estaba intentando hablar. Necesitaba una explicación, saber por qué había montado todo ese teatro para conseguir lo que ahora guardaba en el bolsillo. Quería preguntar, en voz alta, si todo había sido una actuación. Todo. Ese todo que nos implicaba a él y a mí como algo más. De verdad lo intenté, pero por más esfuerzo que puse en mi boca, las palabras no salieron.
Su rostro permaneció impasible mientras me observaba, pero se limitó a fruncir el ceño y desviar la vista de nuevo. Algo le enojaba, mucho, pero había algo más que no podía distinguir correctamente, algo que no me estaba diciendo.
— Parece que sólo hay una forma de terminar con esto — Murmuró, a nadie en particular. Apenas alcancé a entender sus palabras antes de que el arma apuntara a mi cabeza. Entonces temblé, empecé a jadear; quise moverme, hacer cualquier cosa, pero fue inútil.
Jaló del gatillo.
Lo próximo que supe es que gritaba. Me había enderezado abruptamente y todo a mi alrededor estaba oscuro. Sudor frío recorría mis sienes y jadeaba, intentando recuperar el aliento. Cada uno de mis músculos estaba tan tenso que dolía…
Pronto las tenues luces de afuera y el olor familiar me recordaron dónde estaba. La habitación de invitados de Sakura tenía vista a la calle y desde ahí percibí el sonido de algunos autos que pasaban a altas horas de la noche. El tacto de las sábanas, el aroma en el ambiente, ayudaron también a tranquilizarme. A tientas pasé mis manos en mi cuello y mi rostro, como si quisiera corroborar que ninguna bala había penetrado mi frente. Era absurdo, lo sabía. Incluso que me asustara tanto a esas alturas era algo que no podía comprender.
Desde el día en que Sasuke se fue, soñaba con ello de vez en cuando. A veces réplicas exactas de ese momento y otras mucho más tormentosas. Sakura decía que era la manera en que mi cabeza intentaba lidiar con el coraje y el dolor, pero cuando quiso explicar más, me negué a seguir hablando del tema. A mí me bastaba con saber que no significaba que estuviera siendo controlado de alguna manera o que aquello afectaría mi rendimiento en el trabajo. No me interesaba otra cosa.
Excepto que había algo que no podía explicar con exactitud. En los sueños, siempre cambiaban pequeños detalles: el lugar, las armas que él usaba, o incluso las posiciones en que me encontraba sobre el suelo. Se mantenía la situación, la sensación de desasosiego, su mirada helada sobre mí…
Y su mano, temblorosa.
El problema con ello era que cuando en realidad pasó, a Sasuke no le había temblado nada. Lucía completamente seguro de lo que hacía, era evidente en su rostro. Cuando me sedó, cuando me dejó caer; incluso durante sus palabras de despedida, siempre se mantuvo en perfecto estado físico. Aunque al principio quise convencerme de que era algo que probablemente había bloqueado de mi mente, pronto no pude seguirme engañando, aunque mis reflexiones en torno a ese pequeño detalle no sirvieran de nada.
¿Por qué mi mente replicaba un gesto que nunca estuvo ahí?
Le había dado vueltas al asunto varias veces, en parte queriendo convencerme de que sí había pasado, pero yo no me di cuenta en su momento. Desgraciadamente, si algo tenía grabado con detalle sorprendente era esa escena, desde su ropa y su expresión, hasta la forma en que la luz le daba en el rostro, en el suelo del apartamento, en sus ojos. Aún si hubiera temblado en realidad, habría sido casi imperceptible; pero en mi sueño se manifestaba vivamente, como si apenas pudiera sostener el arma debido a él.
Mis pensamientos se interrumpieron por el sonido de unos pasos cautelosos en el pasillo, muy audibles por la puerta entreabierta. Cuando Sakura asomó el rostro, sostenía su teléfono en la mano con la pantalla encendida para alumbrarse. Me observaba con preocupación, el cansancio visible en sus facciones.
— ¿De nuevo? — Preguntó en un susurro. Tal vez intentó sonar divertida, pero fracasó. Suspiré.
— No tenías que venir.
— Ya lo sé — Respondió, ligeramente desganada. Al principio se asustaba con mis gritos y debí pedirle que no viniera a verme cada vez que pasaba. No siempre hacía caso, y en parte me sentía culpable por seguirla preocupando inútilmente.
Se quedó en silencio, sin entrar a la habitación y yo sin decir otra palabra. La luz que entraba por la ventana inundaba sus facciones y la volvían más tétrica, más misteriosa. Fruncí el ceño cuando sus labios mordidos me señalaron que ahí faltaba algo que decir.
— Estoy bien-ttebayo, puedes dormir otra vez.
Asintió secamente. Su mirada paseó por la habitación, por las cortinas corridas, y finalmente regresó a mí.
— Si te dijera que acompañáramos a Lee a su próximo trabajo, ¿aceptarías?
Aquello fue demasiado repentino y me costó varios momentos entenderlo. Las imágenes de mi sueño seguían presentes y era difícil dejar de prestarles atención para enfocarme en Sakura.
Luego lo entendí, porque la pregunta no tenía nada que ver con nuestro destino. Lo que ella verdaderamente quería saber era si yo era capaz de dejar el distrito.
— ¿Por qué preguntas?
— Creo que necesitamos un descanso de todo esto — Dijo con más aplomo; seguramente un discurso que venía planeando tiempo atrás —. Lee me habló hace unos días y me dijo que le han asignado un trabajo que lo obligará a quedarse unos meses. Por ello le dijeron que puede acceder a un pequeño departamento temporal, cerca de su centro de labores. Sé que deberíamos hablar de esto en la mañana, pero... — Pausó, los ojos fijos en mi expresión y sus dos manos apoyadas en el marco de la puerta. Sus dedos crispados denotaban su tensión —. Podemos ir los dos, Naruto.
Había un atisbo de esperanza en su expresión, como si momentos antes esperara lo peor y mi falta de respuesta le dijera que se había equivocado. No lo hizo, en realidad, y recordé que no le había mencionado una sola palabra de mi acuerdo con Ino, ni de mi papel a partir de ahora en el enfrentamiento a ciegas con los híbridos. Buscaba protegerla y fue esa misma razón la que me hizo asentir, con fuerza y fingiendo emoción, a sabiendas de que era mentira y sólo buscaba ganar tiempo.
— No veo por qué no. Tengo ganas de conocer todo por allá-ttebayo.
— ¿De verdad? — Pareció completamente descolocada —. Quiero decir… Claro, allá tienen muchas cosas interesantes. Lee me ha contado mucho…
Hizo ademán de entrar a la habitación y luego lo pensó mejor. Seguía demasiado asombrada por mi respuesta y sólo atiné a poner una cara de desconcierto, como si no entendiera su sentir.
— ¿Cuándo nos vamos? Necesitaré empacar bastantes cosas-ttebayo.
— En tres días — Respondió con un hilo de voz —. ¿Estás seguro? ¿No buscarás algún pretexto para quedarte?
Medité mi respuesta, algo que me era inusual pero necesario en ese momento para medir mis palabras. Sakura tenía que creerme o empezaría a preguntar. Y si lo hacía, probablemente la ponía en un riesgo mayor si buscaban algún pretexto para interrogarla respecto a mis acciones. La miré de nuevo y sonreí levemente. La respuesta no era una mentira.
— Estoy cansado de estar aquí.
El dolor cruzó su rostro, y por un momento me sentí mal. El distrito era nuestro hogar y se volvía difícil para ambos saber que nuestro único deseo era alejarnos. Dejó de ser un sitio acogedor, o siquiera agradable. Las traiciones y el miedo a desaparecer repentinamente por capricho de la Élite, ensombrecían nuestros días cada vez más. De no ser por mi charla con Ino, realmente habría considerado irme. Ahora ya no tenía caso.
— Pronto terminará — Murmuró con una leve sonrisa. Asentí con una similar mientras simulaba bostezar. Entonces dijo buenas noches y volvió a su habitación con pasos apresurados. Cerró la puerta con más ruido de lo común, pero eso no evitó que percibiera el sollozo que se le escapó antes de alejarse de la entrada.
Me quedé quieto, mirando a la nada. Una parte de mi deseaba, desesperadamente, que ella tuviera razón.
OoOoOoO
Kakashi Hatake era el jefe del sector sur de vigilancia interna del distrito. Lo supe por su gafete, porque nunca se presentó, y porque una vez me enviaron a reportar que había llegado veinte minutos después de mi hora cuando él todavía ni siquiera estaba presente en su oficina.
Las circunstancias en las que me encontraba me obligaban a respetarlo, pero lo cierto es que no sentía que se lo mereciera. Su rutina consistía en sentarse a sus anchas en su oficina y ver a todos lados, como una supervisión perezosa que en realidad no hacía gran cambio porque nunca se molestaba en levantarse, aún si ocurría una riña en los pasillos o alguien desobedecía órdenes de su jefe de escuadrón.
Sin embargo, esa mañana superaba los límites de mi paciencia. Había estado trabajando días anteriores en un reporte sobre una banda de traficantes de productos animales que operaba en los límites del distrito Élite. Eran discretos, tremendamente hábiles. Con todas las horas que tenía para desperdiciar tras un escritorio, me había dado cuenta de un par de inconsistencias respecto a los testimonios del escuadrón que los investigaba. Eso trataba de explicarle cuando arrojó las hojas sobre su escritorio sin miramientos.
— No sirve. Vuelve a hacerlo.
Ni siquiera había leído más allá de la primera página. Incrédulo, no tomé el archivo de vuelta y me dediqué a observarlo hasta que se dignó a alzar la vista hacia mí.
— Disculpe, ¿puedo saber al menos en qué me equivoqué?
Con la mirada perdida en algún punto interesante a mis espaldas, no intentó recuperar el archivo ni hablarme más alto, aun cuando tenía esa extraña máscara que tapaba gran parte de su cara. Los rumores decían que una de esas criaturas salvajes de la periferia le había arrancado la piel.
— En tu primera hoja debe de haber un planteamiento exacto del problema y una serie de estrategias para solucionarlo enumeradas del uno al diez.
— ¡Eso está en la segunda página! — Exclamé, pero él negó con la cabeza, como si estuviera aburrido.
— Tiene que estar en la primera. Que esté en la segunda sólo confirma tu incapacidad de seguir instrucciones y un alargamiento innecesario de tu trabajo — Se dispuso a endulzar el café que había comprado antes de llegar. Cuando iba a dejar caer el primer terrón de azúcar, volvió la vista hacia mí —. ¿Algo más?
Consideré golpearlo, luego recordé que necesitaba el empleo. Con la Élite sobre mí a espera de un error, lo más probable era que una insubordinación de ese tipo fuera suficiente como para llevarme a acompañar a Shikamaru a la cárcel.
Me obligué a respirar, a poner mi mejor cara, y posteriormente a tomar el archivo con dedos demasiado tensos y nudillos blancos.
— De acuerdo, lo corregiré.
— No esperaba menos — Parecía querer darle un sorbo a su café, pero no en mi presencia. Me miró fijamente, como si esperara que me fuera, y yo no era tan tonto como para no entender la indirecta. Me volví sobre mis pasos e hice un esfuerzo por pensar en cosas bonitas y no relacionadas con volar el edificio en pedazos. Cuando mi mano ya estaba sobre el pomo de la puerta, habló —. Oye, eres el nuevo, ¿cierto?
— Eh… Sí — Me sorprendió que no lo supiera. Fue un escándalo por semanas, prácticamente desde que se anunció en las noticias la disolución del Departamento de Híbridos. ¿Dónde había estado ese sujeto? —. Naruto Uzumaki, señor.
— ¿Uzumaki? ¿El Uzumaki que dejó escapar al único híbrido que su equipo consiguió atrapar?
Sentí un pequeño tic en la ceja y la necesidad de morder mi lengua. De pronto mantener mi respiración calmada se volvió un reto.
— El mismo, je, je — Respondí alegremente. Mi puño estaba apretado dentro de mi saco —. ¡Pero no dude que en algún momento volveré a hacer un buen trabajo-ttebayo!
— Lo dudo mucho — Respondió de inmediato —, ¿y es eso una muletilla? Qué molesto.
Me mordí los labios, ligeramente avergonzado, pero segundos antes de mandar todo a la mierda y largarme con un portazo, volvió a hablar.
— Como sea, no parece que entiendas tu situación. La Élite me pidió ser especialmente cuidadoso contigo — Frunció el ceño —. ¿Crees que te dejaré volver al campo? ¿A intentar atrapar criminales? Debiste ser consciente de lo que perdías ayudando a esa gente.
— ¡Yo no estoy ayudando a nadie-ttebayo!
— Eso lo noto. No puedes siquiera hacer bien un trabajo de escritorio. Así definitivamente no ayudas a nadie.
Sus últimas palabras quedaron ahogadas por el pitido de mis oídos y mi propia respiración. No tenía ningún derecho de hablarme de esa forma y ni mantenerme dentro de la ley valía lo suficiente como para dejarme ofender.
— ¡Óigame pedazo de…!
Mi voz quedó ahogada por un sonido todavía más fuerte, uno que había escuchado hacía poco y que puso todos mis sentidos alerta.
Sirenas. La alerta de ataque.
Alguien había penetrado la frontera del distrito.
La frecuencia del sonido indicaba la zona afectada, y era un código rápido para que todos los refuerzos disponibles se acercaran a ella. Con eso me di cuenta de que la zona era la misma hacia la que se habían marchado los híbridos en la persecución. Aún si no se trataba del punto exacto, la coincidencia era mucha.
Di la vuelta y de nuevo me encaminé hacia la puerta. Kakashi se levantó, pero no se movió de su lugar.
— ¡¿Acaso te están llamando tus amigos, Naruto?! No entra en tus obligaciones responder a la alerta.
Me detuve, ligeramente incrédulo.
— ¡¿De qué está hablando?! ¡Todos tenemos que ir!
— Tienes totalmente prohibido acercarte a cualquier actividad relacionada con trabajo de campo.
— ¡Eso es una completa estupidez! — Grité mientras abría la puerta.
— Uzumaki Naruto — El tono calmo de su voz me obligó a volver la vista. Sus ojos totalmente fríos me observaban como la peor escoria que hubiera pisado el mundo alguna vez —. Si sales por esa puerta, te reportaré como un criminal e irás a prisión. Sé inteligente por una vez en tu vida y regresa.
Iba en serio, de verdad estaba dispuesto a delatarme. Una parte de mí no se sorprendió, pero la otra no pudo evitar sentirse herida y traicionada de nuevo aun cuando ese hombre era un completo desconocido.
Sin embargo, había una sensación más apremiante, algo que me hizo reflexionar en cuestión de segundos algo que en otras circunstancias me había llevado días.
¿Realmente valía la pena?
Fue la respuesta automática en mi cabeza la que me hizo alzar el dedo medio y mostrárselo con una sonrisa socarrona. Todos ellos se podían ir a la mierda.
Salí, azotando la puerta, y corrí hacia la salida del edificio por última vez.
OoOoOoO
Sasuke.
Tierra seca, piedras sueltas, un cielo de tormenta y más allá, el distrito. Las nubes más oscuras pululaban entre ellas como buscando reunirse, acompañadas de un viento frío y cortante que lastimaba los oídos. Sin embargo, no parecía que fuera a llover pronto. No había humedad y contábamos con eso. Nos daría tiempo extra.
Cerca de diez kilómetros nos separaban de Distrito de Defensa. Cuando nos faltaran tres para llegar, se activarían las alarmas, y después tendríamos el tiempo contado para entrar, hacer lo que teníamos que hacer, y salir. Antes de que lloviera, de ser posible, para no tener que tomar una ruta alternativa de regreso y que no siguieran nuestras huellas.
Esperábamos luz verde, pero mientras todos mantenían la vista en cualquier otra parte, yo no podía apartarla de las luces de la ciudad. El espacio llano que nos separaba del distrito comenzaba a alzarse en sus inmediaciones, hasta volverse terreno ligeramente escarpado antes de llegar al pie de la montaña, donde estaba el distrito Élite. Había suficiente luz para distinguir incluso las torres más altas o los trozos decadentes del muro exterior, carcomidos por el tiempo, pero nunca realmente débil, ni indefenso. No debíamos olvidar que se trataba de una fortaleza.
Tras pedir información, supe que el día que me marché de ahí, Menma me había trasladado inconsciente por un túnel a unos cuantos kilómetros bajo tierra, que llevaba al exterior del muro y que pasaba desapercibido por un error de sistema. El auto se había quedado unos kilómetros adelante, escondido entre viviendas decadentes, y nuevamente sin ser percibido por la vigilancia del distrito. Primero pensé que era raro, después que puede que no se tratara de algo realmente importante. La certeza de que no había afuera, nada que valiera la pena, debía ser suficiente para dedicar sus armas y protecciones a otros espacios. Tal vez dentro del mismo distrito, evitando insubordinaciones.
Esta vez, el plan era distinto. Orochimaru había ordenado derribar todos los túneles que construyó durante años, con la certeza de que no los utilizaríamos nuevamente. Ahora sería algo más temerario, algo que realmente anunciara nuestra presencia. Derribaría un extremo del muro y nos lanzaría a la boca del lobo con tres minutos de ventaja por sobre las defensas. Como sería imposible mantener el muro abierto, la fase de rescate sería por aire, con la esperanza (basada en cálculos, según Kabuto) de que no estuvieran preparados para ello.
El viento sopló de nuevo, y con él se repitió en mi cabeza la certeza de que todo aquello era demasiado arriesgado. Sí, Kabuto había estudiado las defensas durante años, intentando eliminarlas y fallando estrepitosamente hasta que consiguió lo que teníamos ahora: tres minutos de bloqueo. La explosión, además, debía darnos suficiente tiempo para entrar sin ser perseguidos, y el derrumbe de una de sus tres defensas, el tiempo necesario para salir.
A pesar de eso, la certeza de que habría bajas resultaba alarmante. Muchos de ahí sentían la emoción de un combatiente que sabe que se juega la vida, la certeza de que no verían el sol nuevamente. Había euforia y miedo en sus rostros, pero también mucha determinación que como líder no me había esperado. Deseé que la mayoría de esos rostros serios volviera con vida.
— Sasuke, ¿me escuchas?
La voz fue de Temari, hablando por el comunicador que tenía en mi oreja. Lo ajusté mejor, sin apartar la vista de enfrente.
— Claramente. ¿Qué ocurre?
— Terminamos unos ajustes, nos acercamos a ustedes por su flanco derecho.
Ladeé un poco el rostro para confirmarlo. Cerca de mi pequeño grupo (que consistía en mi equipo y unos cuantos híbridos de respaldo) se fueron posicionando el resto. Casi todos los líderes estaban allí con sus respectivos equipos, cada uno a la cabeza, pero siguiendo órdenes de Temari, que llegó antes que ellos y empezó a darles instrucciones conforme se acercaban.
La seguí, mi equipo estaba listo de todas formas. Lo que se nos venía encima era mucho más apremiante que el incidente de días pasados y por eso no hablamos al respecto. Ella revisaba que estuvieran todos los integrantes y yo decidí concentrarme en los líderes. Era de vital importancia que estuvieran en condiciones óptimas o podían dejar a sus respectivos miembros en aprietos una vez dentro de la fortaleza.
Serían cuatro grupos: uno se adelantaría para encargarse de las defensas exteriores y una vez nos abrieran paso, el segundo grupo debía colocar los sensores que desactivaban las trampas dentro del distrito. Este mismo debía dividirse en dos, uno que permanecería fuera y otro que nos seguiría hasta el edificio que era nuestro objetivo. Ahí, el último grupo se encargaría de defendernos, y el mío…
Busqué a Hanabi con la mirada. Mi equipo seguía en posición, pero varios hablaban mientras esperaban instrucciones. Tenten y Shino hacían conversación con los dos chicos formados en fila detrás de ellos. Hanabi, en cambio, no se movía.
Unos metros más allá, Neji parecía querer llamar su atención, pero debió desistir para seguir con las instrucciones de su equipo. Hanabi parecía víctima de un trance, como si estuviera desconectada de lo que le rodeaba. Sin embargo, sabía que escuchaba todo a su alrededor, probablemente intentando distraer su cabeza con otras cosas para no pensar en el enorme peso sobre sus hombros que se acentuaría conforme nos acercáramos al distrito.
Sintió mi mirada y alzó la vista. Ella sabía que yo era alguien a quien podía mostrarle sus debilidades, pero eso no significaba que realmente le agradara hacerlo. En vez de transmitirme sus inquietudes, se puso más derecha y alzó la barbilla. Incluso intentó sonreírme, pero fracasó.
— No puedes distraerte ahora.
La voz fue de Temari, por el comunicador. Me miraba desde su posición a varios metros sin dejar de dar instrucciones a los híbridos frente a ella. Me encogí de hombros y le dirigí una última mirada a Hanabi antes de continuar con lo mío.
Demoramos varios minutos en tener a todos preparados, pero seguíamos en tiempo y sólo quedaba esperar que Temari dirigiera a su grupo hacia el muro. Una vez terminó de vociferar a los suyos que se mantuvieran en fila, se acercó a mí.
— Van a contactarte con un guía. Los sensores en los trajes le informarán sobre posibles amenazas, así que debes estar atento.
— ¿A cuánta distancia funcionan?
— Debería registrar alteraciones enemigas en un rango de cinco metros — Puso una mano en mi hombro y se inclinó levemente hacia mí —. Cuídalos, y no vayas a perder los estribos por favor.
— ¿De qué hablas? — Pregunté antes de que se alejara, pero no me escuchó o fingió no hacerlo. Alcancé a percibir un diminuto sonido desde su aparato en el oído y supe que debía ser su señal. Al momento alzó una mano y una cuarta parte de todos los híbridos presentes dejaron de hablar e iniciaron su avance. Debían ser cerca de cincuenta, pero tampoco me sentía en la mejor disposición de saber la cantidad exacta.
Verlos caminar unos cuantos metros adelante y después correr, hizo que me recorriera una sensación gélida de pies a cabeza. Era el momento. De verdad, estábamos a punto de hacerlo.
— ¡Los demás mantengan sus posiciones! — Grité. Esperé un poco y luego dirigí mi mirada al líder del segundo grupo y, a regañadientes, al tercero —. Sasori, Itachi.
Ambos se separaron de sus grupos para acercarse a mí. Tenían comunicadores similares, pero no podían escuchar a Temari o a la base de control de los sensores. Se limitarían a mis órdenes o a compartir información entre ellos. Dado que a cada uno le correspondía dirigir al menos sesenta híbridos, rogaba que fuera suficiente.
— ¿Cada uno de sus integrantes tiene sus armas y equipo listos? — Ambos asintieron —. Sasori, ¿el cronómetro funciona correctamente?
El pelirrojo frunció el ceño con evidente desagrado, pero asintió y no dio más explicaciones. El sujeto me intimidaba, pero no porque temiera su ataque o su insubordinación. Había escuchado sobre él de la boca de otros híbridos y todos coincidían en que era despiadado e insensible. Él había perforado las manos de Deidara sin una mínima señal de asco o inquietud y decían que antes hizo incluso cosas peores. Tenía además un particular gusto por disfrazar bombas como pequeñas marionetas, luego amenazar a otros con hacerlas explotar, aunque nunca lo hacía.
— En caso de que el cronómetro falle, hay que estar preparados con nuestro propio conteo mental, sobre todo tú — Continué, aunque su expresión me decía que ya había considerado ese percance.
— Si el cronómetro falla, tengo bombas. Son de corto alcance, pero ruidosas. Servirán de guía, sólo tendrías que comunicárselo a tu grupo cuando salgan de allí.
— ¿Si no estuvieras en posición para lanzar la bomba?
— No soy de los que "no está en posición", Uchiha, puedes contar con ello.
Aquello no me dejaba precisamente tranquilo, pero no pregunté más y me dije a mí mismo que llevaría la cuenta y el aviso en caso de que Sasori no respondiera al llamado por el comunicador.
— Itachi, necesito que indiques a los tuyos su posición exacta alrededor del edificio. Si hay huecos, puede que los sensores de los trajes no perciban las amenazas.
Itachi asintió con la serenidad de un subordinado y pensé que agregaría algo más, pero no lo hizo. Puede que fuera nuestra situación, o que sus problemas con el pelirrojo no le hicieran sentir la libertad de decir cualquier cosa. Sasori era un buen líder, pero tampoco se negaba a una competencia, algo que en esta situación debíamos evitar a toda costa. Decidí no insistir.
— Vayan a sus posiciones entonces. Nos contactaremos por los comunicadores — Sasori se retiró de inmediato y yo volví la vista a la ciudad esperando tener suerte. Sin embargo, pronto quedó claro que no sería el caso y regresé la mirada a mi hermano, que no se había movido de su posición —. ¿Algo más?
No contestó de inmediato. Su mirada me recorrió entero y sentí el escalofrío de los recuerdos ya viejos. En nuestra vida escondidos en las alcantarillas, incluso en el laboratorio, siempre me observaba así revisando que tuviera heridas. Era una mirada de cuidado, pero de amor también, y aunque en algún momento la agradecí, en un instante como ese no tenía idea de cómo recibirla.
No tenía manera de saber si era falsa.
— Cuídate, ¿vale? — Dijo en voz baja antes de retirarse. Se unió con su equipo y se mantuvo a la cabeza, atento a mis instrucciones.
— Tú también — Murmuré, a pesar de saber que no podía oírme.
Volví la vista a la ciudad. Aunque el terreno era completamente llano, las rocas salientes y estructuras derrumbadas permitían ocultarse. Temari llevaba a los suyos por el camino menos visible desde el distrito para que no fueran detectados hasta que los radares de calor los identificaran. Antes que eso tenían que acercarse lo suficiente. Si eso salía mal, la misión fracasaría antes de empezar.
— Sasuke Uchiha, ¿me escuchas?
Sentí un viento helado contra mi columna al escuchar esa voz. Me quedé de piedra. Por un momento me costó recordar dónde estaba y que iba a pasar a continuación, y aun cuando lo hice, me tomó más tiempo poder hacer que mi boca se moviera.
Luego sentí ira, y fue ella la que permitió que mi voz saliera con claridad.
— Esto es asquerosamente humillante.
Me alejé un poco de los demás para que no percibieran mi inquietud. Fingí estar al pendiente del grupo de Temari, que a esas alturas ya eran unos puntos diminutos a la distancia que avanzaban en zig zag. No quedaba mucho tiempo.
— Escucha, sé que...
— No me interesa nada de lo que tengas que decir, Gaara.
Sabía que no estaba muerto gracias a Temari, pero había tenido la suerte de no tener que encontrármelo. Gaara estaba enfermo, pero también era un cerebrito que ayudaba a Kabuto en ocasiones y que permanecía encerrado en un espacio "apacible" para no permitir un arranque de su personalidad opuesta. No esperaba tener que interactuar con él de nuevo alguna vez, y tuve que contener el impulso de lanzar el comunicador lejos cuando volvió a hablar.
— En realidad te importa, porque soy yo quien los va a guiar dentro del distrito.
Un nuevo escalofrío me recorrió, y a esas alturas tenía problemas para controlar mis manos. Escuchar su voz me molestaba, me perturbada, y odiaba cada maldito segundo porque me recordaba a otro lugar, otro momento.
— Que manden a alguien más a hacer esto, es una orden.
— Lamento decirte que mis condiciones actuales hacen que sea difícil obedecerte, Sasuke — Respondió con frialdad —. Ahora mismo estoy conectado a tres aparatos y uno me provee de un sedante que evitará reacciones indeseadas dada mi condición.
Cada palabra me ponía más nervioso y comencé a morder mis labios mientras pensaba qué hacer.
— Quiero hablar con Orochimaru.
— No está aquí.
— No juegues conmigo, imbécil.
— Aún si lo estuviera, sabes que no va a cambiar nada.
Lo sabía, por supuesto que lo hacía.
En una situación normal habría sido imposible controlarme, pero mi lado líder me obligaba a la calma y a una mente despejada. Eso no era mucho mejor, porque nada podría hacer de lado el odio creciente en mi pecho y la sensación destructiva que comenzaba a adueñarse de mí.
Necesitaba encontrar a Gaara y partirle la cara.
— Escucha, Sasuke — Cuando volvió a hablar me di cuenta de mi respiración acelerada. Me apoyé en un pequeño montículo a mi derecha e inhalé con lentitud, mi cuerpo tembloroso —. Sé que soy un monstruo, que no merezco la oportunidad que tengo ahora, y que la vida no me va a alcanzar para poder pagar el daño que te hice, estoy consciente de ello.
— Cállate.
— Sé que esto es difícil, que me odias y que desearías matarme justo ahora, pero no puedes hacerlo. Ninguno de nosotros está haciendo lo que quiere ahora mismo.
— Dije que no me interesaba lo que tuvieras que decir — Me estaba costando calmarme. Enterré mis uñas contra mis antebrazos y hasta entonces me di cuenta de que me había arremangado la camisa para hacerlo. Fue inconsciente —. No quiero oírte.
— Lo sé — Murmuró —. Yo tampoco quisiera que me oyeras.
Guardó silencio, y aproveché para concentrarme en mi respiración y en alejar mis uñas de mis antebrazos. Habían empezado a sangrar, pero no lo suficiente para ser alarmante. Cerré los ojos, intenté relajarme. Teníamos el tiempo encima y no podía ir en esas condiciones, ni perder el control con todos los demás a espera de mis órdenes.
— La única razón por la que no he intentado nada contra ti es por Temari — Murmuré —. Ojalá ella te odiara, ojalá ninguno de los dos tuviera que cargarte en la consciencia.
— Honestamente, sería más fácil — Respondió con desgana. Eso me desconcertó y decidí aferrarme a esa sensación para evitar la nueva oleada de pánico que amenazaba con atacarme. Me dije también que Gaara sonaba muy diferente incluso a la última vez que nos habíamos encontrado. Sus palabras en el Departamento de Híbridos fueron exclusivamente dichas para lastimarme. Pero este Gaara, a quien no había conocido antes, sonaba incluso gentil.
— ¿También la vendiste a Orochimaru? Supongo que no lo sabe.
— Es un poco más complicado que eso.
— Pero lo hiciste.
Se hizo una pausa, que aproveché para observar a los demás. Algunos de vez en cuando me miraban con curiosidad, pero la mayoría mantenía la vista apartada y enfrente, respetando mi privacidad.
— Si quieres saberlo, puedo contarte.
Bufé.
— Me muero de curiosidad.
— Puedo quedarme callado los quince minutos que restan a tu señal, como prefieras.
Esta vez mi protesta se limitó a rodar los ojos. La ansiedad me carcomía por dentro y si tenía que acostumbrarme a escuchar a Gaara para la misión, había que hacerlo ya. Dependían de mí demasiadas personas como para dejarme llevar por los recuerdos, aunque fueran tan dolorosos que incluso en el presente me desconectaran tanto de mi realidad.
— Habla entonces.
Pensé que se burlaría o algo parecido, pero lo único que escuché fue un suspiro resignado y, supuse, el chirrido de una silla metálica al acomodarse mejor en ella. Aproveché su pausa para volver con los demás, a paso lento y volteando de vez en cuando al llano. Temari y su grupo estaban ya tan lejos que era difícil distinguirlos.
— Temari y yo fuimos separados unos años antes de que tú y yo nos conociéramos, porque agredía a los guardias que querían lastimarme. Así que no supo que Orochimaru habló conmigo la noche en que nos liberó, y que me ofreció un trato.
— Uchiha, ¿hay novedades? — Habló Sasori de repente. Lucía algo impaciente por estar quieto tanto tiempo. Negué con la cabeza.
— No pierdan la formación, no falta mucho para que entremos — Dije en voz alta, y aunque vi a varios fruncir el ceño, hicieron lo que les ordené. Guardé silencio esperando que Gaara entendiera que podía continuar.
— Me dijo que me ayudaría a vengarme de los que me lastimaron y que buscaría y protegería a Temari. A cambio quería que le ayudara con un "proyecto futuro".
— Ya. Supongo que dirás que tu "otro yo" fue quien aceptó ese trato y no tú — Interrumpí. Me costaba un poco hablar y la ansiedad seguía presente, pero al menos había conseguido controlar mi voz y movimientos.
Se quedó en silencio un rato demasiado largo, antes de finalizarlo con un suspiro.
— Las cosas no funcionan así. Mi otra personalidad no habría podido aceptar el trato si yo no accedía también. En ese momento yo sólo pensaba en salir y recuperar a Temari, y cuando Orochimaru realmente lo hizo y la llevó conmigo…
Inevitablemente pensé en la reunión con mi hermano. Al final, las circunstancias entre Temari y yo no fueron muy diferentes. Ambos estábamos dentro del juego ante de enterarnos siquiera, gracias a que las personas más preciadas para nosotros prefirieron guardar el secreto.
— Él nunca permitió que ella lo viera. Fingimos que había vivido en la calle todos esos meses y Temari obviamente no hizo preguntas. No pasó mucho para que Naruto y su equipo nos encontraran.
— Y a él también lo engañaste — Espeté.
Guardó silencio, como si se hubiera sorprendido por mi comentario.
— Naruto es probablemente lo único que he hecho bien.
— ¡¿Cómo te atreves a decir…?!
— Fue el único con el que nunca fingí. Parecía tan esperanzado de verme recuperado y tan dispuesto a darlo todo… Mandó muchos correos, pidió recursos y le dijo a Sakura que no descansaría hasta verme mejor. Ni siquiera pude sentirme herido cuando me golpeó luego de todo lo que te dije. Me aguantó tantas cosas…
El tono que usó para describir aquello era el de un amigo que habla de otro que es muy cercano, de casi íntimos. Sin querer, me sentí celoso de ese vínculo, de que Naruto dudara de la culpa de Gaara en el incendio y que siempre fuera un asunto presente en su cabeza.
¿Acaso dudaría de mis acciones? O, al contrario, ¿estaría completamente seguro de que siempre fui un traidor? Los contactos de Orochimaru dentro del distrito decían que mi nombre y foto estaban en la lista de los criminales más peligrosos, y que el mismo Departamento de Híbridos había autorizado el asesinato en caso de que pudiera escaparme si me encontraban.
Sólo Naruto pudo dar esa orden.
Sólo él.
— Nunca pensé que tendría que esconder tanto a Temari, ni que dañaría a tantas personas. Así que no la veas como mi hermana, sino como otra de las tantas personas a las que traicioné. No es que ella me vea diferente de todas formas.
— Y aun así está aquí, dando la cara por ti — Lo corté.
— No me daría la espalda así la hubiera traicionado cien veces más. Creo que tú, especialmente, entiendes por qué.
Mordí mis labios con ese comentario, deseando tener algo a la mano que pudiera arrojar muy lejos. Mi hermano no necesitaba estar presente para perseguirme en cada paso, en cada pensamiento.
— Son despreciables.
— Creo que muchos aquí tenemos algo de eso, ¿sabes? Hay varios que dejaron a sus familias en el Distrito Laboral, otros que quedaron marcados como criminales por desear escapar — Se interrumpió con un ligero suspiro —. Al menos tu traición salvó a Naruto. Orochimaru no lo mantendría vivo si no supiera que aún es útil para chantajear a alguien.
— El problema es que en algún momento no lo será…
Hubo un silencio tenso, peculiar porque incluso mi respiración pareció detenerse. Había algo distinto entre pensar las cosas y decirlas en voz alta, como si pronunciarlas las volviera más tangibles, más posibles entre todas las opciones. Que Gaara no negara nada sólo lo empeoraba todo, a un punto apenas soportable.
— Supongo que, para entonces, él simplemente dejará de ser importante — Murmuró poco después, aunque no sonaba especialmente convencido —. Recuerda que todo lo que hace Orochimaru tiene un motivo; él no sacrifica vidas en vano.
Quise cuestionarlo, pero tampoco me interesaba descubrir la verdad detrás de cada muerte que había presenciado las últimas semanas. El trabajo de Orochimaru era tan extenso que muchos híbridos salían todos los días a lugares desconocidos por misiones especialmente confidenciales. Muchos no volvían. Sin embargo, supuse que Gaara debía tener motivos para decir aquello y yo no estaba en posición de cuestionarlo.
— Supongo…
Mi vista regresó al muro. A pesar de los diez kilómetros que nos separaban de él, no me parecía realmente lejano, o inalcanzable. La certeza de lo que haríamos era tan fuerte que una extraña repulsión parecía nacer de lo profundo de mí. Quería estar lejos del muro, y de todo lo que significaba. Apartar a los míos de ese peligro inminente y de la probabilidad de que no regresaran.
— ¿Por qué fingir todo este tiempo? — Pregunté. Gaara tardó en entender que la pregunta era para él.
— ¿A qué te refieres exactamente?
— Por qué aparentar tanto tiempo que los híbridos eran víctimas indefensas, por qué convencer a tantos de que en efecto lo eran…
La cuestión me afectaba tanto que una parte de mí sabía que nunca debí formularla en voz alta siquiera. Tal vez no era la persona correcta, ni el momento. ¿Pude habérselo preguntado a Temari? Tal vez ella tampoco lo sabía.
— Si hubieran sabido desde el principio qué hacer, todo habría sido más rápido — Continué, ajeno ya a las palabras que emanaban de mi boca —. Pudieron ser más que espías, pudieron liderar el golpe desde adentro…
— Entre menos supieran era mejor, Sasuke. Orochimaru no estaba en posición para controlar todas las bocas que pudieran abrirse — En medio de la bruma de mi creciente ansiedad, una parte de mí le dio la razón —. Además, creo que olvidas algo muy importante.
— ¿El qué?
Gaara suspiró; por un momento se escuchó realmente cansado, pero no lo suficiente para realmente cuestionarme la historia que había detrás de ese comunicador.
— Si no eran víctimas, no había motivo para perdonarles la vida.
La afirmación fue acompañada con un eco moribundo proveniente de la ciudad. Sordo, demasiado lejano. A esa distancia apenas eran visibles algunas nubes de humo y luces rojas que parpadeaban encima de la estructura ahora semi destruida. Había además un leve sonido de alarmas, el caos se desató con tanta rapidez que cuando escuché el pitido, sabía que era ahora o nunca.
Alce mi mano, sorprendentemente firme, e iniciamos la carrera silenciosa hacia nuestro destino.
OoOoOoO
Al sentir el viento rozar mi rostro y arrojar mi cabello hacia atrás, algo cambió. Los miedos que me arrastraban momentos antes parecieron quedar olvidados en nuestro punto de partida y cada paso al frente me alejaba de mí mismo. Entonces todos a mi alrededor se movían al unísono, como articulados en una sola fuerza, que se acercaba al distrito como un ente imparable y agresivo, destructor. Yo era parte de ellos.
Los minutos corrieron a una velocidad sorprendente y pronto estuvimos frente al muro destruido. La polvareda alzada de los escombros nubló mi vista un momento, pero sólo en lo que mis ojos se adaptaron lo suficiente para continuar la marcha sin tropiezos. Nuestros oídos no tuvieron la misma suerte, ya que las alarmas no habían dejado de sonar y ahora que estábamos cerca, resultaban mucho más penetrantes.
— Tienes que tomar la calle quince, al lado de la que está frente a ti. Es la que más limpia está de trampas y vigilancia. Temari ya está ahí, pero no activarán el neutralizador hasta que no estés con ellos.
La voz de Gaara resonó clara contra mi oído, a pesar del ruido. Haciendo caso a sus instrucciones, atravesé los restos de muro con una rápida escalada entre piedras y varillas descubiertas. Mi equipo me imitó, veloces pero silenciosos, y una vez estuvimos del otro lado, se dispersaron de acuerdo a las instrucciones iniciales. No debíamos separarnos, pero tampoco podíamos ir juntos sin convertirnos en un objetivo.
— Han pasado diez minutos desde la explosión — Fue Temari esta vez —. Los refuerzos ya se acercan por el franco izquierdo, tenemos que darnos prisa.
— Ya estamos aquí — Murmuré en respuesta. Nos adentramos a la calle todavía sobre la acera y avanzamos hasta distinguir unas cuantas sombras cerca de la esquina. Cada uno de nosotros contábamos con armas de fuego que esperábamos no tener que usar, y apuntamos con ellas a las figuras hasta que, con una señal, Temari confirmó su identidad.
— Esto está muy vacío — Murmuré al comunicador. La calle estaba desierta y no se escuchaba un solo sonido en la periferia, ni se percibía movimiento alguno. Temari asintió, pero no rompió su formación frente a nosotros. Detrás de ella, varios de su equipo preparaban uno de los artefactos de Kabuto —. No me da buena espina.
— Lo más probable es que tengan como prioridad proteger sus zonas más vulnerables.
— Si es así, no es una buena noticia.
— Tienen que apurarse, no podemos confiar en que esta zona está realmente desprotegida.
Le extendieron el artefacto ya listo y me dirigió una mirada firme.
— Tienen tres minutos, Sasuke, para llegar al límite de la protección. Gaara te orientará. Si Sasori o Itachi fallan, tardaremos demasiado tiempo en llegar a ustedes. Consideren eso.
Sasori bufó, ofendido, a mi izquierda, mientras que Itachi se limitó a un seco asentimiento. Mi mano se movió y tomó el artefacto. Todo pasaba muy rápido y me sentía demasiado lento, pero mi cabeza estaba extrañamente clara y mis instintos me guiaban a lo que tuviera que hacer a continuación.
El aparato consistía en una pequeña caja con una antena y un solo botón en la base de la misma. Cuando lo activara, emitiría una señal en múltiples frecuencias que imposibilitaría el rastreo y activación de las trampas de la zona. Eventualmente se sobrecargaría y dejaría de funcionar, por ello sólo teníamos tres minutos para actuar.
— Ponlo sobre la acera en la esquina de la calle. La angulación será suficiente para dejarlos ir y que tú puedas avanzar — Fue la voz de Gaara en mi oído, acompañada del pitido insistente del aparato sobre mi mano.
Hubo un silencio, una especie de pausa temporal entre el momento en que dejé aquello en el suelo y en el que lo activaba. Fue cuando alcé la vista hacia todo mi equipo y mi mirada se topó con la de Hanabi. En vez de encontrar miedo y desesperación, como esperaba, había un brillo feroz: una entereza y entrega tal que supe, sin que me dijera, que estaba dispuesta a morir en ese lugar si la situación lo ameritaba.
Algo se quebró dentro de mí, algo que no sabía que existía. Luego apreté el botón, los tres minutos empezaron, y el mundo dio otro giro para convertirse en una tormentosa carrera.
— Avancen.
La mitad del equipo trepó con rapidez por las paredes de los edificios y subieron a los tejados. Protegerían desde allí a la comitiva sobre la tierra y alertarían de posibles refuerzos. Los demás corrimos sobre la acera, rompimos formación, y abandonamos la zona de humo para entrar al caos de la ciudad.
No era diferente a lo que recordaba tiempo atrás. La alerta había alejado a los civiles, pero los policías ya aguardaban nuestra entrada con las armas en alto. Varios cayeron antes siquiera de que nos acercáramos lo suficiente; a los demás los apartamos con golpes y disparos. Me deshice de uno que tenía intenciones de no dejarme pasar, pero no detuve mi marcha ni alenté a que los demás lo hicieran.
Teníamos que seguir a toda costa.
A esa primera resistencia le siguieron varias. Grupos enormes de policías armados nos esperaban en calles aledañas, pero no tenían tiempo suficiente para acercarse e intentar apuntarnos. Pasamos a su lado como borrones de tinta sobre el aire, sólo frenando por momentos para revisar las protecciones sobre nuestro cuerpo y el tiempo que teníamos para el próximo punto.
Nos desviamos dos calles hacia la derecha con la intención de distraerlos. Gaara murmuraba instrucciones en mi comunicador. Por momentos, su voz disminuía en intensidad y debí hacerme a la idea de que los propios neutralizadores afectaban nuestra comunicación. Si eso seguía, no podríamos contar con poder contactarnos después.
Comenzaron a escucharse sirenas, autos frenando y personas gritando a nuestro paso, pero no me detuve.
— Límite en cincuenta metros — Avisó Gaara.
— Sasori, ahora.
El pelirrojo se adelantó a la comitiva sobre los techos. Lo vi de reojo deslizarse con facilidad sobre la fachada de un edificio y colocar el aparato en un punto difícil de alcanzar. Espero a que todos estuviéramos lo suficientemente cerca y cuando pasé a su lado, activó la segunda protección.
De inmediato sentí un pitido agudo sobre mi oído, que hizo que casi perdiera el equilibrio. Distinguí a Itachi contraerse a mi lado, al propio Sasori gritando sobre el edificio, y mi vista se volvió borrosa un par de segundos que me parecieron interminables. Sin embargo, así como apareció, el sonido se fue, y me encontré corriendo a menor velocidad y con una sensación de vacío sobre mis oídos acompañada de mareo.
— ¡Gaara! ¡¿Qué demonios fue eso?!
No hubo respuesta. Del otro lado sólo se percibía el sonido de la estática. El pánico trepó por mi garganta, pero no me detuve. Otros tres minutos de carrera tenían que dejarnos a menos de dos kilómetros de distancia del edificio que correspondía al Departamento de Protección Interna. Si nos deteníamos, pronto todas esas sirenas nos alcanzarían.
— Uchiha, ¿me escuchas? — Fue la voz entrecortada del pelirrojo.
— Te escucho, Sasori.
— ¿Qué demonios fue eso?
— No tengo idea. ¿Cuál es el estado de tu equipo?
— Uno de los míos fue alcanzado por una bala; hay francotiradores en los techos — Hubo una pausa en lo que, al parecer, esquivaba un posible ataque —. Se están protegiendo, pero no será por mucho. Si pierdo a alguien más, tendré que bajar.
— También hay señales inestables en ambos francos sobre tierra — Informó Itachi, que se había alejado de mi costado hasta terminar un par de metros a mi izquierda —. Me parece que están intentando rodearnos.
— Shino, ¿qué hay más atrás?
— Hay una distancia considerable entre sus hombres y nosotros, pero no es tanta como esperábamos en un inicio — Una nueva pausa. El sonido desde atrás y su eco en el comunicador me dijo que Shino había esquivado por poco una bala —. Tenemos que activar nuestras trampas antes de que los tengamos encima.
— Nos estaban esperando — Apuntó Itachi.
Ya jadeando por el esfuerzo, debí detenerme un momento para volver la vista atrás. El grupo se había dividido, pero ningún híbrido estaba a más de quince metros del grupo que iba al frente. Sin embargo, apenas unos veinte metros más allá de ellos, los autos blindados y llenos de sujetos armados no dejaban de disparar contra nosotros.
No debíamos dejarlos acercarse más y no podía esperar instrucciones de Gaara. Dirigí una última mirada al grupo del tejado e hice una señal a Sasori.
— Activa las trampas. Itachi, necesito a los señuelos en posición.
Al momento, Itachi se separó del grupo y con una señal llamó a cuatro de los suyos. Se reunieron al final de la cuadra y se perdieron de vista cuando dieron la vuelta en la siguiente calle, mientras nosotros continuábamos en línea recta. Al mismo tiempo, Sasori liberaba las bombas, y Shino se encargaba de apurar al grupo para no quedar en el alcance de estas. Sasori gritó, el sonido de los disparos se acentuó por un momento, y luego el ruido ensordecedor de las explosiones bloqueó todo lo demás.
Una parte de mí, algo desconectada del resto de mis prioridades, se cuestionaba si era correcto lo que estábamos haciendo. No tenía que voltear para saber que había víctimas, que las bombas eran de buen alcance y que no estaban pensadas para fungir sólo como distractores. En ese mismo momento Itachi se movía con los suyos para poner más trampas y fingir que eran ellos los cabecillas de la persecución. Volarían en pedazos los edificios aledaños a nuestro objetivo y si había alguien por ahí que no hubiera salido a tiempo, no sobreviviría.
Dejábamos un río de sangre tras nosotros.
— Sasuke, ¿sigues ahí?
— Gaara, ¿qué demonios pasó? — Hice mis pensamientos a un lado y me forcé a concentrarme en el camino. La explosión nos había dado tiempo, pero no el suficiente para aminorar la marcha —. Dejé de escucharte.
— Los neutralizadores bloquean muchas frecuencias, pero en una zona donde actúan dos a la vez también afectan la nuestra — Habló con rapidez —. Volveré a desaparecer cuando atraviesen a la próxima zona, así que tengo que darte instrucciones por adelantado.
— De acuerdo.
Faltaba un minuto para la próxima zona y todavía teníamos diez calles frente a nosotros. Comenzaba a sentir la pesadez en mi cuerpo y la quemazón en mis piernas a causa del esfuerzo. Jadeaba; sentía las gotas de sudor contra mi frente y por momentos, mi vista se nublaba. Sabía que los demás no estaban en mejores condiciones, pero no había forma de detener aquello.
— Llegarán por la parte trasera del edificio, que resguarda también los ductos de ventilación. Al llegar, el grupo de Itachi se encargará de proteger a los tuyos. Cuando estén en posición, debes ir con Hanabi al tercer ducto de izquierda a derecha y ayudarla a acceder. Su trabajo es simple: entra, deja la bomba sobre la zona que le señalaron, y sale antes de que la encuentren. Hay mucho personal en el edificio, tu trabajo es asegurarte de que crean que la amenaza son ustedes y no ella.
— Dudo mucho que el lugar a donde va esté desprotegido — Comenté, ligeramente dudoso.
— Hay protecciones en todos lados, pero el plan no es evitarlas, sino que no les demos tiempo de hacer nada.
— ¿Y si Hanabi no consigue salir?
— Tendrás que dejarla; o si no quieres, enviar a todos sin ti de regreso.
La respuesta de Gaara me desconcertó. Mientras todos los demás habían recalcado que era una prioridad mantenerme con vida, ese sujeto pareció leer mis pensamientos y saber que no había manera de que abandonara a Hanabi en ese lugar. Algo en la idea de Gaara leyendo mis miedos me causó profunda repulsión, pero me limité a guardar silencio mientras Sasori colocaba el neutralizador en un espacio inaccesible de un edificio y lo activaba por tercera ocasión.
El pitido volvió con fuerza, pero como ya lo esperaba me repuse con rapidez. Tras nosotros volvieron los disparos y ordené una segunda desviación que nos dejaría a tres calles de distancia de nuestro punto original de acceso. No importaba, o eso quería pensar, mientras llegáramos a la parte trasera del edificio en el tiempo planeado.
Entonces lo divisé: era, muy probablemente, el edificio más alto del distrito. Estaba hecho con piedra oscura y brillante, y no tenía ventanas sino ductos de ventilación en espacios apenas visibles. Los últimos pisos se perdían en la neblina que envolvía a la ciudad e incluso desde la distancia en que estábamos, distinguía luces parpadeantes de color rojo, señal de que las protecciones de la estructura estaban activas.
— Es hora — Dije a mi comunicador. Itachi y Sasori se habían separado de nosotros apenas un par de calles, pero sólo en ese momento se distanciaron por completo junto con el equipo del último, para mover a la comitiva que nos perseguía hacia otra dirección. Sin dejar de correr, saqué la bomba de humo y la lancé a mi derecha. Conseguí completar una calle antes de que explotara y debiera frenar un poco para adaptarme a la falta de visión.
El largo alcance de la bomba nos permitía dividirnos sin que nos percibieran. Sentí y escuché a la mitad del grupo desviarse y tras de mí quedó uno mucho más reducido. Distinguí sus respiraciones aceleradas mientras frenábamos para mantenernos en la zona incógnita un par de minutos, en lo que los perseguidores mordían el anzuelo y perseguían a los demás.
Apenas podía ver, pero calculaba cerca de treinta y cinco personas conmigo. No quería pensar en el hecho de que debían ser cincuenta, pero tras ver los rostros sucios y heridas sangrantes de algunos, fue inevitable. Se les había ordenado permanecer en grupos de tres y veía algunos que quedaban en duplas, otros que al parecer habían perdido a sus dos compañeros y estaban solos.
No dije nada, no era necesario. En sus ojos brillaba el calor del enfrentamiento, del sobreviviente. No era momento para llorar o pensar en las pérdidas. Si no cumplíamos nuestra misión, nada de eso habría valido la pena.
— Diez segundos — Dijo Gaara en el comunicador. Extraje otra pequeña caja de mis reservas y la coloqué al final de la calle. El grupo de Itachi se dividió para colocarse alrededor del mío, una media luna protectora que debía alejarlos de las balas el tiempo suficiente para entrar. Debían lucir seguros, yo sólo los sentía expuestos. Hanabi se removía nerviosa en su lugar y no dejaba de voltear a ambos lados como si esperara una emboscada.
Tenía sangre en el hombro, pero no era suya.
— Ahora.
Activé el neutralizador. Esta vez el pitido no detuvo mi orden ni nuestra carrera hacia el edificio. Sentía que en cualquier momento la adrenalina me reventaría el corazón. Recorrimos las tres cuadras restantes con rapidez y llegamos a la entrada trasera del edificio. Todavía envueltos en la bruma de la bomba de humo, los demás se quedaron a una distancia prudente mientras guiaba a Hanabi a los ductos de ventilación semiocultos entre bolsas de basura y varillas de metal oxidadas.
Sin mirarla, aparté las bolsas y algunas cajas para dar con el que debía usar. Por el rabillo del ojo noté que la calle estaba desierta y no había señal de movimiento en varias cuadras. Sin embargo, estaba consciente de que debía haber gente dentro del edificio, probablemente ocultas en las zonas de seguridad de la estructura. Cuando el ducto quedó lo suficientemente despejado, me apuré a quitar la rejilla que lo cubría, algo que seguramente me habría costado los dedos si no hubiéramos desactivado las protecciones.
Llevaba la cuenta en mi mente. Tenía minuto y medio antes de tener que activar otro neutralizador. La entrada quedó despejada. Dentro estaba demasiado oscuro como para poder percibir algo, pero sabía que el tramo para acceder al objetivo era corto. A pesar de tener el tiempo encima, guardé mis herramientas con lentitud mientras me mentalizaba. Llevaba intentándolo desde que supe lo que ocurriría, pero no había servido de nada.
— Sasuke…
Fue su voz ahogada lo que me hizo alzar la mirada de inmediato. Hanabi tenía ese tipo de expresión anterior a la ruptura, como si sus gestos se esforzaran en ocultar su miedo desbordante. Le temblaba el labio inferior, las manos y las piernas. Su mirada, sin embargo, no era de alguien que estuviera dispuesto a correr en dirección opuesta.
Hanabi tenía el tipo de miedo de alguien que sabe que va a morir.
Quise decirle que todo estaría bien, que pronto estaría de vuelta; que tendríamos éxito y en poco más de una hora estaríamos de nuevo en casa. Pero Hanabi había visto la sangre de sus compañeros y escuchado los disparos, los gritos y los huesos rotos. Vivíamos tiempo comprado y muy probablemente se terminaría pronto. Ella, tan joven, lo sabía; y yo no tenía ningún tipo de consuelo para ofrecerle.
No tuve que pensarlo mucho, por suerte. Hanabi estiró levemente sus brazos y yo capté de inmediato y la rodeé con los míos. Escondió su cabeza en mi pecho y dejó salir un sollozo. Su cuerpo temblaba contra el mío y sólo pude acercarla más y reprimir lo más posible mi propia inestabilidad.
Yo debía haber estado en su lugar. Cualquiera del equipo debió hacer eso antes que ella. Era una niña oculta en la armadura de una guerrera y no podía, no debía, estar ahí.
Treinta segundos.
Si la misión no hubiera dependido de su papel en ella, podría haber hecho algo. En su lugar, tuve que esforzarme por quedarme quieto mientras ella me soltaba, me dedicaba una minúscula sonrisa y se adentraba por el conducto sosteniendo la mochila con el cargamento de bombas.
Vi sus pies desaparecer en la oscuridad, moviéndose con precaución, y en mi retina aparecía grabada su sonrisa con la firme esperanza de que no fuera la última.
OoOoOoO
El tiempo se volvió un borrón, un sinsentido por el que vagaba mi mente sin poder terminar de entender lo que ocurría. Como pude me acerqué a mi grupo de nuevo, gritando órdenes que no escuchaba para hacerlos tomar sus posiciones finales.
Activé otro neutralizador para que un pequeño grupo se acercara a la entrada del edificio con sus armas cargadas. Las puertas, de cristal reforzado y con un complejo sistema de seguridad, fueron destruidas con facilidad por la lluvia de balas. Las personas dentro parecían desconcertadas por la ausencia de alarmas, como si hubieran puesto en ellas su esperanza de ser auxiliados.
Todavía algo desconectado, me acerqué a la recepción y puse mi arma sobre la superficie del mueble. La chica que atendía, una castaña de ojos verdes, tenía una mezcla de miedo y repulsión en su rostro. Probablemente me reconocía, y sabía lo que había pasado y que traicioné a varios de los suyos, pero era su miedo el que no le permitía escupirme a la cara o soltarme alguna frase de desprecio. Fruncí el ceño cuando sus labios temblaron.
— Llama a todos tus guardias de niveles inferiores y diles que hay una emergencia aquí arriba. Cierra el acceso para todos los pisos superiores.
Aunque ni siquiera grité, su cuerpo se alejó unos centímetros como si lo hubiera hecho. Todavía me observaba con una extraña mezcla de odio y pánico, y sus manos no dejaban de temblar sobre su tablero.
De pronto Shino dio un golpe en el mostrador con la mirada fija en la chica.
— ¡Muévete!
Eso la hizo reaccionar. Todavía demasiado turbada, marcó las extensiones correspondientes con dedos inestables. Shino le apuntaba con un arma para no permitir que hiciera algún tipo de advertencia a su personal y aún si podía verse como falta de iniciativa mía, lo dejé hacer.
No tenía ganas de amenazar gente. Mi prioridad en ese momento era abrir camino a Hanabi y estar al pendiente del pitido del comunicador que me diera la señal de que la bomba había sido activada. Todo lo demás era prescindible; Shino, además, era capaz de fungir como mi segundo al mando y, de hecho, esa sería su misión en caso de que yo llegara a faltar.
— ¿Cuántos guardias hay por piso inferior? — Cuestioné a la chica con la voz más tranquila que pude hacer.
— Cuatro.
— Y son tres pisos inferiores incluyendo el sótano — Añadió Shino. La chica colgó, luego de haber hablado con la tercera extensión, y él decidió bajar el arma sin quitarle la vista de encima —. Deberíamos tener doce guardias aquí en pocos minutos.
— ¿Dónde están todos los demás? — Me dirigí a ella de nuevo al percatarme de que todos los rehenes tenían trajes de administrativos en vez de uno de guardia. Esta vez, cuando Shino intentó alzar de nuevo el arma, no se lo permití. Ella abrió los ojos ligeramente ante ese gesto —. ¿Todos los miembros de defensa de este edificio se fueron?
— Los llamaron para una emergencia en el muro — Respondió ella esta vez más calmada. Algunos tras de mí bufaron y un chico cuyo nombre desconocía murmuró un "Y vaya emergencia" a sus compañeros. Les dirigí una corta mirada antes de regresar a la recepcionista.
— Por favor, retírese del mostrador y pase de este lado para ir con sus compañeros.
No supe descifrar la forma en que me vio, pero obedeció y pronto estuvo sentada en el suelo al lado del resto de los rehenes. No permanecerían mucho tiempo ahí, de todas formas. Sabía que, en el muro, Temari y los suyos seguían haciendo destrozos, peleando a distancia con las defensas del distrito y comprando tiempo hasta que la bomba estuviera instalada. Respecto a ella, Hanabi no debía tardar más de diez minutos en dejarlo todo listo. Ya había pasado la mitad de ese tiempo.
Los pasillos a los lados de la recepción se llenaron de repente con sujetos armados. Los guardias de los pisos inferiores venían preparados para la emergencia, con las armas afuera y los chalecos puestos. El desconcierto les duró poco, sin embargo, una vez entendieron que sus compañeros tenían los cañones en la sien.
— Tiren sus armas — Dije en voz alta. Varios se mostraron reticentes una vez me reconocieron, pero no tardaron en obedecer. El sonido del metal chocando en la loseta brillante opacó por un momento las respiraciones agitadas de algunos. Los conté e indiqué a otro par de chicos que encargaran de recogerlo todo.
Habían pasado seis minutos. Tenía la inquietud de que los comunicadores no hubieran regresado a la normalidad todavía, ya que seguía percibiendo sólo estática del otro lado. Teníamos un número limitado de neutralizadores y sólo podríamos quedarnos tranquilos unos cinco minutos más. Después de eso, habría que empezar a correr.
El comunicador de Hanabi seguía en silencio.
— ¿Hay más personal abajo? — Pregunté al que parecía el líder del escuadrón de guardias. Era un sujeto alto y musculoso, con el cabello muy corto, que no disimuló una mueca de disgusto cuando me dirigí a él.
— Sólo personal de planta. Sin defensas, son inofensivos.
— Claro que lo son — Comentó con sarcasmo un chico del equipo de Itachi. Era menudo y las ojeras bajo sus ojos le hacían parecer un poco enfermo. La sonrisa burlona que bailaba en las comisuras de su boca rayaba en lo desquiciado —. Así son todos los de este distrito.
— No es nuestra intención cobrar vidas innecesarias — Corté, al tiempo que le dirigía al chico una mirada de desaprobación —. Les prometo que, si siguen nuestras instrucciones, nadie saldrá herido de esto.
— Qué interesante que sea un traidor el que haga ese tipo de promesas.
El comentario fue tan repentino e inesperado, que varios de los míos no supieron cómo reaccionar. Segundos después, varias armas apuntaban al sujeto, que sonreía abiertamente a pesar de la incómoda posición en la que estaba.
— Me pregunto si seguirá hablando así con una bala en la cabeza — Dijo uno de los míos. Ni siquiera lo vi, pero escuché las expresiones de aprobación del resto y la inquietud general que se acercaba a la violencia. Intercambié una mirada de medio segundo con Tenten, entendiendo que una ofensa hacia mí involucraba a todos, y los mandé callar con un ademán.
— No vamos a lastimar a nadie innecesariamente — Repetí —. Piensen que hay gente a la que ya le va mal con un cerebro tan pobre.
No tenía la intención de ser una broma, pero eso no detuvo que los míos empezaran a reír. El ambiente era tan tenso que yo mismo sentía la necesidad de hacer cualquier cosa, lanzar una carcajada o empezar a llorar, pero nuevamente mis pensamientos se vieron interrumpidos.
— Ninguna palabrería barata cambia lo que eres, Uchiha, una verdadera escoria — La sonrisa del sujeto no había flaqueado un segundo incluso después de mis palabras —. Todos ustedes son un terrible error. Fue un error haberlos aceptado entre nosotros. Debimos aniquilarlos cuando pudimos.
Apenas alcanzó a terminar su frase antes de que alguien le golpeara la cara. A mi alrededor, la molestia se incrementaba. Dos de los míos se acercaron a detener al responsable del golpe y los rehenes empezaron a discutir también.
— Basta — Ni siquiera grité, o de menos no recuerdo haberlo hecho. Los míos guardaron silencio y el sonido de cargar el arma les bastó a los rehenes para cerrar la boca. El sujeto seguía observándome, esta vez con la sonrisa un poco arruinada por la sangre que escapaba de una de sus comisuras.
Silencio. Todos esperaban mi reacción y, por un momento, quise darles una. Quise manifestar el coraje que sentía acumulado contra los suyos prácticamente desde que aprendí el lugar que me correspondía en ese mundo gracias a ellos. Quería, de ser posible, prender fuego a su supuestamente perfecta sociedad desde sus cimientos, que cada uno de los responsables se ahogara en la más profunda miseria. Sin embargo, ninguna de esas emociones me llevaba hacia ese chico. Ni siquiera podía sentirme molesto por su ingenuidad. De cierto modo, todos lo habíamos sido alguna vez.
Me acerqué a él con lentitud y apoyé una rodilla en el suelo para verlo de frente. No se intimidó y no esperaba que lo hiciera. Alcé mi mano hacia su rostro, el pulgar separado para atrapar un hilillo de sangre que escurría por su barbilla.
— Entiendo, eres el héroe, ¿cierto? — Murmuré —. Eres el que mostró valentía frente a los invasores. El imprudente, el que los distrajo para que no hicieran daño a nadie más. Felicidades.
Algo desconcertado por mis palabras, frunció el ceño. No dijo nada, pero la sonrisa había desaparecido y en su mirada había un asomo de duda.
— Te recordaré por eso, claro. Tal vez todos aquí lo hagan — Señalé con la mirada a la habitación —, al menos hasta que llegue alguien más heroico e importante que tú. Entonces serás olvidado como todos aquellos que existieron antes que tú y que hicieron cosas aún más significativas.
— ¿De qué estas…?
— Tu necesidad de protagonismo es enfermiza — Espeté —. Eres patético, pero tampoco quiero que salgas por esa puerta pensando que alguien verdaderamente sufriría por tu muerte. ¿Eres alguien importante? ¿Salvaste a muchos? ¿Eres genuinamente indispensable para tu familia? ¿Ellos lo son para cualquier otra persona?
Alejé mi mano de su barbilla y la alcé a su cabeza. Tomé un mechón de cabello y lo apreté, obligándolo a inclinar la cabeza hacia atrás. Entrecerró los ojos debido al dolor, pero no dejó de mirarme.
— Eres un peón. Todos aquí lo son. Los tuyos, los míos — Su expresión cambió un poco con ello, lo suficiente para saber lo inesperado de mi declaración —. La diferencia entre nosotros y ustedes es que nosotros lo sabemos, mientras personas como tú todavía piensan que su opinión, sus decisiones, su vida, son importantes para alguien — Sonreí —. Es bonito pensarlo, pero lamento decirte que podrías morir aquí hoy y nadie, ni los míos, ni los tuyos, sabrían tu nombre y tus motivos. Eres poco menos que nadie. No somos nada. Ni hoy, ni mañana, y deberías empezar a aceptarlo.
Lo solté luego de un fuerte jalón. Su cabeza rebotó en el aire. Después de mis palabras había tanto silencio, que pensé que mis tímpanos estaban dañados. Hasta que percibí el suave llamado de Tenten, no supe el efecto de mis palabras, el extraño orgullo en los ojos de los híbridos y la inquietud latente en las expresiones del resto. No era algo nuevo para ellos, sólo se trataba de una verdad que ninguno estuvo dispuesto jamás a pronunciar en voz alta. Un desconocido, un enemigo que pudo haber acabado con ellos, lo hizo.
Se sentía bien.
Bajé la vista justo cuando la luz se encendió y se escuchó el pitido. Era Hanabi.
— Sáquenlos de aquí y déjenlos a tres cuadras de distancia — Le dije a mi equipo al tiempo que guardaba el comunicador y me acercaba a la palanca de emergencia. Teníamos cinco minutos —. Los veré allá.
— ¿Qué hacemos con él? — Preguntaron los que sostenían al chico atrevido, todavía apuntándole con un arma en la cabeza por si intentaba cualquier cosa.
— Lo llevarán con el resto, él se encargará de juzgar su patética existencia.
Hice sonar la alarma y el barullo se incrementó un momento entre expresiones de pánico y órdenes a los subordinados. La salida, con el piso cubierto de cristal, dificultaba a algunos el paso y debieron hacer filas improvisadas para esperar su turno de evacuar. Los que estaban todavía dentro del edificio empezaron a salir de los elevadores, sin saber cómo reaccionar al ver a los híbridos ahí. Tanto alboroto había que no fui consciente, en un principio, de que la señal se había reanudado.
—… suke! …testa por…!
— ¿Gaara? — Le di unos golpes a mi comunicador, esperando que fuera el problema. Me aparté unos metros del alboroto todavía con la mano sobre mi oreja —. ¿Qué ocurre?
— Tienen… ir… hora.
— ¿Qué?
— Los rastrearon — Se escuchó de pronto. El pánico en la voz de Gaara me cerró la garganta —. Le robaron el comunicador a Sasori... ¡Van hacia allá… van a rodear!
La señal se interrumpió un momento y yo sentí que el aire escapaba de mis pulmones. Algunos híbridos, que no estaban tan lejos, me lanzaron miradas interrogantes.
— ¿Cuánto tenemos?
Por un momento pensé que no me había oído, e iba a golpear de nuevo el aparato cuando lo escuché.
— Dos minutos.
Alce la vista. Ahora había más miradas sobre mí, un silencio pesado y agónico que lastimaba mis oídos y segundos escurriéndose lentamente entre nosotros.
Entonces reaccioné.
— ¡Corran!
Entendiendo de inmediato la situación, abandonaron todo recato y empezaron a correr rumbo a la salida. Por aquí y por allá se escuchaba "¡El edificio va a explotar!" y más gritos y jadeos de pánico. La salida se atascó. Se rompieron ventanas y paredes. Para cuando conseguí salir del edificio, la mayoría ya estaba fuera y a un par de calles de distancia. Luego vinieron los disparos.
Pude ver casi en cámara lenta cómo caía un cuerpo frente a mí, luego de un disparo de costado que le arrancó los sesos. No supe si era de los míos o un rehén, pero no me detuve a averiguar. Salí corriendo en dirección opuesta, a la calle de los ductos de ventilación, mientras el contador marcaba menos de dos minutos para la explosión.
— ¡Hanabi! — Grité cuando llegué. Una bomba más allá desató una reacción en cadena entre gritos, persecuciones y alguna estructura cercana desmoronándose. Alcancé a distinguir uniformados a menos de tres calles de distancia, con las armas en la mano y disparando a todo lo que se moviera. Ni siquiera aparentaban querer salvar a los suyos, lo supe cuando el chico que me había enfrentado cayó en medio de su huida, con tres disparos en el pecho y uno en la pierna.
Un minuto.
— ¡Hanabi! ¡¿Me escuchas?! ¡Tenemos que irnos! — Hubo más explosiones, gritos y disparos que se escuchaban demasiado cerca. Me di cuenta, con horror, de que provenían de todas direcciones. Habíamos sido rodeados mucho antes del aviso. No tenía manera de saber dónde estaba mi grupo o si los demás habían salido vivos de la maniobra de distracción. Estaba solo.
Treinta segundos.
El eco del metal se confundió al inicio con los disparos. Luego lo distinguí, y volví la vista a tiempo para ver una manita que emergía del hueco.
Quince segundos.
— ¡Sasuke! — Hanabi saltó fuera del ducto, pero no le permití decir nada más. La tomé de la mano y la obligué a correr sin rumbo — ¡¿Qué pasa?!
— ¡No mires atrás!
Tenía sangre, y esta vez era suya. Algunos rapones en la cara y una herida en el costado que se sostenía con su mano libre. Tenía lágrimas en los ojos, su miedo presente. El cabello desordenado, su mano temblorosa. Los disparos rozaban nuestra ropa y no podía alejarla, llevarla a un sitio seguro.
Cinco segundos.
No podía hacer nada para salvarla.
La jalé violentamente para sostenerla contra mi pecho, al tiempo que me agachaba en la esquina de un edificio y sostenía su cabeza con mis manos.
Nada me preparó para el estruendo, para salir disparado hacia adelante. Nada me preparó para la sensación calcinante contra mi espalda, para perder la orientación por completo mientras caía y rodaba por la acera sosteniendo el cuerpo de Hanabi.
¿Es tan sencillo determinar que eres el bueno del cuento?
El héroe, el defensor. El protector.
En algún momento dejé de sentir. No podía ver ni escuchar nada.
Pero dime entonces una cosa.
Hanabi, Hanabi, Hanabi… Entre las yemas de mis dedos, apenas como un susurro en la nada, sentí las hebras de su cabello. Luego, todo se esfumó.
Si eres el bueno.
¿Dónde está tu final feliz?
.
.
.
.
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Continuará.
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Ha sido un largo tiempo.
Pasaron muchas cosas. Experimenté cambios, cosas nuevas, y me enfrenté de lleno a la adultez.
Agradezco a los que sigan aquí con todo mi corazón.
Por ustedes estoy de vuelta para terminar este recorrido.
Los veo pronto.