- ¿Cómo estás? – le preguntó con una sonrisa melancólica, como ésas que les das a los pacientes que saben que no van a mejorar mucho, pero aun así ahí están, listos para sus largas y agotadoras sesiones, buscando en el sudor, en el esfuerzo de sus acalambrados músculos alguna respuesta, algo con qué despertar o alguna remota esperanza que jamás parecen perder.

- Bien – respondió después de unos momentos, no sonando tan convincente por toda la relación que había hecho en su cabeza.

- Hm…

- ¿Qué? Estaba distraída.

- Te veo casi dos veces al año ¿y tienes el atrevimiento de distraerte? – la regañó.

- Lo siento Boo… Tú sabes cómo son éstas cosas. Viajar me cansa un poco, más aún el hablar frente a muchas personas, exponiendo casos y respondiendo preguntas.

- Pero es la clase de vida nómada que buscaste, que tú quisiste, en vez de establecerte en un solo lugar – dijo, dejando su taza de café en la mesa, mirándola con esos escrutadores ojos verdes, que siempre parecían incomodarla un poco.

- Estoy bien, en serio – respondió dándole una sonrisa -. ¿Y cómo están todos en casa?

- Si hubieras ido a ella no estarías preguntando.

- ¿Es que acaso solo me vas a reprender? – dijo elevando la voz, tranquilizándose apenas notó que varias personas habían puesto su atención en aquella mesa, avergonzándola un poco.

- No se trata de eso, Korra – susurró Bolin -. Pero si no fueras tan escurridiza, si no viajaras tanto… no, ni siquiera eso. Si tan solo devolvieras de vez en cuando las llamadas, no tendría que enfadarme cada vez que te veo. Te extrañamos acá, Korra.

Él tenía razón. Al fin y al cabo, estaba haciendo lo mismo que sus padres hicieron con ella en su infancia. ¿Cuándo había sido la última vez que se había divertido con algo simple? ¿cuándo había estado pendiente de los días, observando el calendario, deseosa de que pronto fuera domingo para no hacer nada? Y ahora, apenas veía a sus amigos unas pocas veces al año, amigos que habían seguido adelante con sus vidas, formando familias, viviendo con ellas.

¿Cuándo había comenzado todo eso? Aquella respuesta la sabía, si bien no la fecha exacta, sabía el momento. Allá en la universidad, cuando Kuvira apareció y le mostró la parte divertida de un trabajo, que interiorizó a tal manera que después nada fue trabajo. Y hace tan solo unos años había despertado de aquel sueño, en una realidad completamente distinta a ése entonces. Pero era difícil bajarse de aquel tren, de aquel estilo de vida.

Quizá ése era el problema, que ya no se sentía que estaba viviendo.

No había sido ciega, pero no había hecho nada para cambiar su estado de confort. No disfrutaba de nada que no fuera planificado, la espontaneidad había desaparecido casi por completo. El deporte en raras ocasiones lo hacía, y casi solo con fines de trabajo, para ahondar lazos. Lo divertido es que ninguno había durado tanto como el de sus amigos, sus reales amigos. ¿Y en cuanto a pareja? No había mucho que decir, nadie había durado mucho tiempo con ella, no con su actual dedicación a su trabajo. Pero es por eso que estaba ahí.

- Sé que me he sumergido demasiado en el trabajo, cometiendo los mismos errores que mis padres hicieron conmigo, y yo con ustedes… con mi familia.

Bolin escuchaba atento las palabras de Korra, observando como revolvía concentrada su café con la cuchara, buscando las palabras adecuadas. Una decisión importante venía en camino.

- Y créeme cuando te digo que me doy cuenta de todo esto, pero me es difícil cambiarlo. Pero quiero hacerlo – agregó convencida, mirándolo fijamente.

- No estás aquí solo por charlas y visitas ¿no? – preguntó Bolin.

Korra se permitió abstenerse unos segundos de responder, ordenando todo en su cabeza.

- Acá en la ciudad, he venido en muchas ocasiones a un mismo hospital, el cual tiene una amplia área de investigación y desarrollo con cierta clase de personas.

Ante eso, Bolin abrió un poco los ojos, pero la acción fue tan corta y abrupta que Korra lo dejó pasar, pensando que solo era su imaginación, o su asombro por lo que estaba por decirle.

- Resumiendo, me han ofrecido un puesto ahí.

- ¿Cómo colaboradora en investigación?

- No tan así. Ese es el campo que no domino tan bien. Primero me gustaría dedicarme a la clínica, tratando casos. Lo he hecho con anterioridad, pero no en un plano completamente físico… Me gustaría dedicarme a ello – dijo finalmente, con una melancólica sonrisa en su rostro.

Bolin la observó atento. Así que venía a probar suerte a la ciudad, a la misma de la cual escapó. Si es verdad lo que ella se había propuesto, este era un perfecto paso para lograrlo. Al fin establecerse en un solo trabajo, con horarios y turnos definidos, con tiempo para recrearse y hacer otra clase de cosas.

Con tiempo para reencontrarse con amigos.

.

.

Una semana había pasado desde su reunión con Bolin. A pesar de que iba con calzado cómodo, en aquel largo y solitario pasillo podía sentir el eco de sus pasos… y de sus inseguridades. Una semana había pasado desde que todo su horario había cambiado, y ni siquiera había firmado los papeles, ni siquiera se había mudado por completo, y sin siquiera haber zanjado todas esas cosas podía sentir perfectamente como todo parecía ser una mala idea. Solo una semana había pasado y los fantasmas de la rutina ya la estaban amedrentando.

¿Es que acaso era eso lo que quería? ¿tiempo? ¿para qué quería tiempo? Para pasar con sus amigos. Pero, ¿y qué se supone que haría el resto de su tiempo libre?

Noches de diversión banal. Conversaciones sin sentido, que solo buscarían capturar a la presa de esa ocasión, jamás en su casa, ya que prefería despertar y desparecer en vez de tener a alguien desconocido que quisiera conocerla. ¿Para qué? No tenía tiempo, no quería contar con ello, y ahora, preguntándose qué es lo que sería de ella el miedo la invadió, temiendo a que volviera a esa clase de vida vacía, y que luego, inevitablemente se refugiara en el trabajo. ¿Cómo es que había dejado pasar todo eso?

Abriendo una puerta llegó hasta otra sala, con unas cuantas personas esperando su turno, pero pocas, ya que era tarde y el centro médico estaba por cerrar. Korra se dirigió hasta el mesón, su charla y posterior papeleo había terminado, pronto todo quedaría legalizado y ella formaría parte del equipo multidisciplinario que se encargaría de ayudar a personas que, por alguna u otra razón, había perdido algún miembro de su cuerpo, ya sea por alguna guerra o accidente.

- Ya me voy – dijo a modo de despedida, acomodándose el bolso en el hombro.

- Hey Korra, espera – la llamó, levantándose apresurado desde detrás del mesón -. Él no ha llegado aún.

- ¿Y? – respondió, levantando una ceja, a sabiendas de lo que iba a pedir.

El chico dibujó una tímida sonrisa en su rostro. Él sabía que ella sabía lo que se le pedía, por ello Korra emitió un cansado suspiro y enseguida se quitó el bolso, retrocediendo unos pasos hasta acercarse al mesón.

- Aun ni siquiera firmo los papeles que me hacen una real trabajadora de este lugar.

- Por favor, Korra.

- Es tarde – apuntó.

- Solo esta vez – rogó el muchacho.

Korra contrajo su entrecejo y cerró sus ojos. La verdad es que no tenía nada mejor que hacer, pero justamente los trabajos a deshoras eran los que la habían llevado hasta ése punto del cual deseaba salir.

- Está bien – dijo después de unos segundos de tensión para el chico recepcionista -. Pero dile a ése individuo que me deberá una, y una bien grande – enfatizó.

- Muchísimas gracias, me has salvado – agradeció entusiasmado.

- Otra vez – remarcó -… Bien, ¿a qué hora es la cita?

- Fue hace diez minutos atrás – respondió con una nerviosa sonrisa.

- ¿Y ahora me lo dices? – Korra se apretó el puente de la nariz, intentando no desquitarse con aquel chico.

- Ve y pon tu mejor sonrisa.

Con paso cansado Korra recibió la carpeta de ingreso de usuarios y se dirigió al ascensor para ir a la habitación en donde estaba esperando el paciente, de seguro enfadado por la impuntualidad, que con el tiempo ella había comenzado a apreciar, molestándose en demasía cuando la hacían esperar. Y ahora debía enfrentarse a eso, sin agregar a que posiblemente estuviera más enfadado por la dolencia por la cual consultaba y había asistido al centro médico en el que de casualidad ella estaba… y en el que trabajaría.

Ya de pie frente a la puerta, tomó su último suspiro y la abrió.

- Buenas tardes, lamento la demora. Mi colega tuvo un problema y es por ello que he venido a suplirlo – quizás para siempre, pensó mientras ingresaba a la habitación y recién ahí abrió la carpeta para leer la ficha del paciente -. Mi nombre es Korra, dígame el motivo de su visita, señorita… Sato.

Apenas pronunció el apellido, de inmediato sintió como una ola de frío bajó por su espina dorsal y fue entonces cuando recién levantó la vista para ver como su paciente lentamente volteaba hacia ella, al parecer con la misma e increíble sorpresa que la tenía congelada aun de pie en la puerta de aquella habitación. No había duda alguna.

- No puedo creerlo – escuchó que decía, y su mente se llenó de recuerdos que estuvieron a punto de marearla. Solo esas tres palabras bastaron para transportarla diez años atrás, como si el sonido de su voz fuera la llave de su caja de pandora -. ¿Korra?

La aludida no supo qué hacer. ¿Cómo se supone que uno debe actuar cuando te encuentras con alguien a quien amaste hace diez años, y con la cual no finalizaste en buenos términos?

- No has cambiado ni un poco – fue lo siguiente que dijo a continuación, y la sonrisa que ella le regaló fue lo suficientemente relajante para que la hiciera actuar, dando unos pasos hacia ella.

- … La verdad no sé qué es lo que debo decir – confesó Korra, sintiéndose fuera de lugar.

- Un "hola" sería un perfecto comienzo – respondió Asami, estirando su mano a modo de saludo.

Korra levantó su mano, estrechando la de Asami, quien la miraba sonriente, como si fueran viejas amigas. Eso fue un buen indicio, por lo menos no le guardaba rencor.

¿Por qué?

Había pasado demasiado tiempo, muchas cosas habían cambiado, eran mujeres adultas y además estaban allí por un motivo. Ninguna de las dos podía abandonar aquella habitación sin empezar a por lo que habían ido, la ética médica lo indicaba.

- Lo siguiente que puedes hacer es tratarme. Al fin y al cabo, por eso estamos acá – exteriorizó Asami, estableciendo pautas a su actuar, facilitando todo y a la vez haciéndola sentir ridícula. Ella era la que debía tratarla, la que debía manejar la situación, pero en vez de eso tenía a una paciente diciéndole qué es lo que tenía que hacer.

Forzando su suerte, y aportando familiaridad al ambiente, en vez de irse a sentar al otro lado del escritorio se sentó a su lado, colocando la carpeta en la mesa.

- Bien, Asami. Me meteré en el papel de terapeuta para tratar primero a lo que has venido – indicó -. Ya que ése es mi trabajo, y es mi deber – agregó, sonriendo.

- Muy bien – respondió, sonriendo divertida.

- ¿Qué es lo que te trajo acá?

- ¿No lo dice mi ficha?

- La verdad es que no la he leído – dijo, encogiéndose de hombros -. Estaba por irme cuando me pidieron venir a ver a un paciente.

- Hm. Ese es el problema con mi actual terapeuta. Es muy bueno, pero es habitual que cancele mis citas o que ponga a un reemplazo.

- Como yo.

- Aunque normalmente no suelo aceptar a otro – agregó -. Es un poco tedioso explicar el caso y los tratamientos que he recibido. Pero en este caso no sabía si él iba a llegar tarde, o simplemente no llegaría y luego subiría aquel chico de la recepción preguntando si querría atenderme con otro, a lo que me negaría.

- Entonces creo que subí a tiempo – dijo Korra, un poco incómoda, ya que no sabía si Asami había dicho eso porque no quería atenderse con ella, o meramente estaba explicaba su pensamiento.

- En ese caso te pondré al corriente.

En seguida Asami se corrió un poco más delante de su silla, haciéndose espacio para quitarse la chaqueta. Lentamente Korra observó que Asami desprotegía su brazo derecho, rebelando que debajo de la chaqueta solo tenía una polera a tiras de color blanco, pero cuando comenzaba a descubrir su brazo izquierdo, Korra no pudo evitar sorprenderse, y fue ahí cuando pudo establecer un rápido diagnóstico presuntivo.

Asami pendiente de la reacción de Korra, terminó de quitarse su chaqueta, mostrando por completo una prótesis que abarcaba hasta un poco más abajo de su codo.

- Asami… ¿qué fue lo que te pasó? – no pudo evitar preguntar.

- Es una larga historia – respondió, dándole a entender que no era momento de contarla. Y Korra entendió.

- ¿Dolor fantasma? – preguntó, y Asami asintiendo le indicó que su diagnóstico fue acertado.

- Es extraño, ya que ha pasado un tiempo desde aquello. Pero hay ocasiones en que aun siento…

- Dolor, cosquilleo, cansancio – nombró Korra, anotando algunas cosas en la carpeta.

- Exacto.

- Hm… ¿sigues tan ocupada como siempre? – le preguntó, sorprendiendo a Asami.

- ¿A qué te refieres?

- Las posibles explicaciones de por qué sientes alguna sensación de un miembro que ya no está, a pesar de haber pasado ya un tiempo desde el acontecimiento puede ser por estrés, cansancio, mucha presión, o simplemente la prótesis no encaja a los requerimientos tuyos – respondió Korra, internamente satisfecha por haberse documentado bien al respecto -. Esto ya fue hace un año ¿no? – comentó leyendo concentrada la ficha de Asami.

- Así es.

- ¿Has hecho algo de lo mencionado?

Asami emitió una corta risa, rascándose inconscientemente la piel sobre su prótesis.

- Culpable de todos los cargos – sonrió.

Korra soltó un débil y falso suspiro, haciendo público su descontento.

- ¿Acaso tu terapeuta no te lo dijo?

- Claro que me dijo sobre lo que podría sentir, pero no que esto se intensificaría a ratos. Digo, ya ha pasado un año ¿acaso mi cerebro no debería acostumbrarse a que ya no hay nada debajo del codo de mi brazo derecho?

- Mientras muevas tu brazo, y tomes cosas con aquel brazo, lo seguirás engañando – le respondió.

- Oh. Entonces he sido engañada.

- Y seguirás padeciendo de ello si es que no le haces caso a tu terapeuta. Recién ha pasado un poco más de un año y me atrevería a decir que tratas a tu prótesis como si no hubiera pasado nada, sometiéndolo al mismo estrés que tu brazo derecho. Cuando eso no debería ser así, no al comienzo.

- Ha pasado un año, Korra – alegó Asami.

- Ha pasado extremadamente poco tiempo para que lo trates así. Es una irresponsabilidad tanto de tu parte como del que te trataba. ¿Es que acaso quieres que tu dolor se acentúe hasta el punto de tener que doparte para recién sentir alguna clase de alivio? – la regañó, y pronto se dio cuenta de la importancia que le estaba dando, pero solo era como profesional. Solo por eso.

Asami se sorprendió frente a la reprimenda que ésta le estaba dando, con tanta familiaridad. En cierto modo estaba en lo correcto. Lo estaba haciendo desde un punto de vista completamente profesional, aunque algo le decía que también lo hacía por ella. En honor a su amistad, quizás.

- Lo siento – se disculpó.

- No tienes que disculparte conmigo. Esto no me afectará para nada. Te reprimo porque solo te afecta a ti.

- Lo sé. He sido irresponsable. Me dejé llevar por el trabajo.

- Lo imaginé. Pero ya sabes qué es lo que no debes hacer.

- Si, doctora – se burló.

- No soy doctora – contestó disgustada, obteniendo una ahogada sonrisa de Asami -. Bien, ¿ahora qué es lo que quieres que te dé para calmar aquello? – preguntó, intentando cambiar el rumbo de la situación -, ¿quieres medicamentos o ejercicios?

- ¿Recomendación?

- Siempre ejercicios, descanso y esas cosas. En seguida te diré qué los movimientos que debes hacer para hacerle entender a tu cerebro que aquello ya no está, pero que de alguna manera lo has logrado suplir. Ahora, yo jamás he dado fármacos para aliviar el dolor. En vez de eso soy más física.

- Oh, que sorpresa – comentó Asami -. Eso es mejor, ya que no me gusta medicarme.

- Y eso que para allá ibas encaminada – ironizó Korra.

- Ya entendí el punto.

- Déjame ver eso – indicó Korra y sin esperar respuesta sostuvo entre sus manos la prótesis de Asami, examinándola minuciosamente.

Llámenlo sensación fantasma, pero Asami sintió perfectamente el calor y el cuidado con el que Korra sostenía su brazo, palpando cada centímetro de su piel metálica.

- Esto es increíble – dijo después de unos minutos -. Jamás he visto algo como esto. Aunque no me especializo a tratar prótesis, me he topado con unas cuantas… pero nada como esto. Es muy real.

- Gracias. La he hecho yo misma – dijo Asami, orgullosa.

- Me lo imaginaba – respondió satisfecha, soltándola con cuidado -. Bien, te enseñaré los ejercicios que, desde ahora en adelante, y religiosamente, deberás realizar todos los días, por lo menos hasta tu próxima sesión ¿Queda claro?

- Perfectamente – asintió Asami.

- Ok.

A continuación, Korra comenzó a mostrarle una serie de ejercicios físicos. Enfatizando y aclarado algunas acciones, asistiéndola en el movimiento, tomando su brazo y efectuándolo, haciendo que en seguida éste fuera comprendido y ejecutado por Asami. Luego, con su permiso, le quitó la prótesis y suavemente masajeó su brazo, dando pequeños círculos desde su hombro hacia abajo, hasta llegar a su muñón, el cual trató con todo el cuidado del mundo, lo que apreció Asami.

Los minutos fueron pasando y pronto la sesión estaba por finalizar. Korra como profesional lo había hecho de maravillas, pero en cuanto a lo personal había sido nula. No se trataba de que la atención paciente-profesional necesariamente fuera personalizada, significativa sí, pero este claramente era un caso en donde ella debía decir algo, hacer algo.

Estaba pronta a darle las últimas indicaciones de Asami, y mientras lo hacía observó como ésta se levantaba de su asiento, lista para despedirse.

¿Acaso el destino la había vuelto a poner en su camino solo para verla de manera ambulatoria una sola vez?

- Espera – la detuvo abruptamente -. Con todo esto intuyo que debes ser alguien ocupada, pero ¿tienes que hacer algo ahora?

- Al principio de la sesión te hubiera respondido que sí, pero mi nueva terapeuta me acaba de dar órdenes bastante estrictas en cuanto al trabajo y al tiempo de descanso.

¿Su nueva?

- ¿O es muy pronto para decir eso? – agregó Asami, un poco incómoda por la aseveración que había hecho, sin siquiera habérselo preguntado.

- …Ni siquiera he firmado los papeles – respondió-. No me importaría serlo. Aunque, ¿no será un poco…?

- ¿Incómodo? – completó Asami -. Quizás, pero no por nada me has preguntado si tengo cosas que hacer ahora ¿no? Podemos solucionar esto en una cafetería que hay a unas pocas cuadras de aquí ¿qué te parece?

Nuevamente Asami estaba tomando la iniciativa, contrariándola un poco. Pero lo bueno de todo es que las cosas parecían dirigirse solas, o por lo menos Asami lo hacía por un buen camino.

- Vamos.

.

.

- ¿Y cómo te ha ido? – preguntó Korra luego de beber un sorbo de su café, intentando ganar tiempo para establecer una conversación civilizada.

- Muy bien. Estoy comenzando una pequeña compañía de robótica, siempre enfocada a la medicina. He ganado algunas subvenciones con mis ideas y prototipos, así que espero que las cosas sigan saliendo bien para contar con más gente que quiera invertir en ello.

- ¿Más capital?

- No tanto eso, sino por la difusión. Si bien somos una empresa que recién está empezando, nuestros servicios ya son bien solicitados dentro del pequeño círculo que conoce de esto. La idea es expandirnos a más áreas, a más hospitales. Así todos nos beneficiaríamos de esto – respondió Asami, como si estuviera en una entrevista con un posible inventor.

- Suena grande – comentó Korra, volviendo a beber de su café.

- En el centro médico en el que estás ahora, estoy liderando una investigación que ayuda a las personas a las cuales perdieron algún miembro.

Apenas dijo eso, Korra abrió más sus ojos, encajando las piezas en su cabeza. Era la misma reacción que había tenido Bolin, y ahora sabía por qué.

- ¿Korra? – preguntó Asami al ver su reacción.

- ¿Cómo es que no sabía de eso?

- ¿Cómo habrías de saberlo? – respondió Asami, un poco ofendida por la pregunta.

- Me refiero a Bolin, él sabía que iba a trabajar en ése Centro Medico, por aquella investigación en específica, pero él nunca… nunca me comentó que tú liderabas tal proyecto.

Asami dejó su taza de café en la mesa, apoyando sus codos en ella, acercándose un poco más.

- Dime Korra – comenzó –, de haber sabido eso ¿habrías aceptado el puesto de trabajo?

- ¿Sinceramente? – y ante la afirmación de Asami Korra respondió -: por supuesto que no.

- Wow, cuanta franqueza – emitió Asami, recostándose nuevamente en su asiento.

- Tú preguntaste.

- ¿Puedo saber por qué?

- Creo que sabes la respuesta.

- ¿Por mí? – el silencio de Korra fue suficiente para responder eso -. Korra, eso sucedió hace diez años. No aceptar este puesto de trabajo sería algo tan absurdo como que yo hubiera abandonado aquella habitación en cuanto te vi ingresar. Pero ya ves, no lo hice.

- ¿Pero quisiste hacerlo? – se aventuró a preguntar.

Asami se quedó en silencio. Mentiría si admitiera o negara algo, ya que la verdad era que no sabía. En el momento en que la escuchó, en que la vio, todo se volvió borroso, tanto que entró en modo automático, ese modo que siempre ocupaba en entrevistas o reuniones con inversionistas o empresarios. Gracias a eso fue que pudo sobreponerse a la situación y no huir despavorida de ahí.

- No sé ni es importante lo que quise hacer – respondió luego de unos segundos -, sino lo que hice: me quedé ahí.

- Como siempre lo has hecho – ironizó.

- Como tú siempre has huido – contratacó Asami.

Ahí estaba. Lo que Korra había estado esperando, el inicio de aquella conversación que tardó diez años en tener, y en todo ese tiempo jamás se había preparado.

- No fue tan así – murmuró.

- ¿Cómo fue entonces? ¿cómo iba a ser con ese puesto de trabajo que te traería de vuelta a la ciudad?

- ¿Sabías de ello? – preguntó curiosa.

- Por supuesto que no. Yo no me encargo de reclutar gente – respondió Asami, un tanto fastidiada.

- ¿Y qué hubieras hecho si hubieras sabido que yo estaba postulando al trabajo?

- Por lo que sé, no lo estás haciendo.

- Eventualmente iba a hacerlo – respondió -. ¿Y entonces?

Asami se quedó observándola. La estaba retando, intentando cambiar la dirección de la conversación, para que de alguna manera ella no se viera solo como una víctima. Y ella aceptó el reto.

- Entonces estaría exactamente igual que ahora, hablando contigo acerca de lo que quieres lograr en el trabajo, intentando resolver lo pasado para poder trabajar juntas.

- ¿Así tan calmada? – disparó Korra, siempre irónica.

- Lo estaría si no estuvieras tan a la defensiva, Korra.

¿Cómo lo iba a conseguir con un ambiente tan hostil como el que se había formado? Todo estaba marchando idílicamente bien hasta que ella había decidido meter la pata. El enfado de Asami tenía por creces fundamento, años de posible desconcierto para que ahora ella además intentara culparla de una reacción que no tuvo. Era de lo peor.

- Lo siento – se disculpó, obligándose a calmarse.

- ¿Eso quiere decir que no aceptarás el empleo? – respondió Asami con enfado en su voz.

- No me refiero a eso. Lo siento por todo lo que te he causado, por lo que te causé.

Asami se quedó con palabras en su boca, esto no se lo esperaba llegar. Pensó que Korra iba a escapar, sin darle siquiera una respuesta satisfactoria con respecto al trabajo, pero ahora la cosa abarcaba mucho más tiempo atrás.

- ¿Quieres… hablar de ello? – preguntó mucho más calmada, casi temerosa con que de repente Korra decidiera arrepentirse.

- Es lo mínimo que puedo hacer ¿no?

- Muy bien – dijo dando una profunda exhalación, sin saber muy bien por dónde empezar -. Desde ese entonces ¿qué has hecho? Quiero decir ¿por qué te fuiste?

- ¿Recuerdas los eventos? – preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

- ¿Cómo podría olvidarlos?

- Ahí fue que conocí a un hombre, el cual casualmente conocía a mis padres, allá en el sur.

- Eso jamás me lo contaste – dijo en voz baja Asami, un poco triste.

- Jamás me diste la oportunidad. Además, quería que todo se concretara para darte una respuesta, y la oportunidad jamás llegó.

Unos momentos en silencio llenó el ambiente. Estaban hablando de las causas del pasado, pero sin atreverse aun a tocar su relación. Ambas sabían que era un tema delicado.

- ¿Y entonces? – la apremió Asami.

- Entonces lo que hice fue viajar al sur, conocer los proyectos que tenían mis padres y ver si querían invertir junto a este hombre en la construcción de un centro médico, algo parecido en el que trabajas.

- En ese entones eras estudiante ¿aun así él te lo propuso tal trato?

- ¿Qué puedo decir? – dijo Korra encogiéndose de hombros -, era una buena estudiante en ése entones, había ganado habilidades en cuanto a relaciones sociales y eso me dio muchos contactos, además del peso de mi apellido allá en el sur. Ser hija de mis padres me ayudó con muchas cosas.

- ¿Es por eso que no apareciste más por acá? ¿Te fuiste al sur?

- Así es – respondió distante Korra -. Acá ya no me quedaba mucho. Los chicos, pero a ellos los seguía viendo de vez en cuando, ya que son mi familia. Con la influencia de Kuvira no fue muy difícil pedir un intercambio con una universidad de allá para irme ese mismo verano.

Ahí estaba aquel nombre prohibido. Kuvira, alguien a quien Asami tampoco volvió a ver, y esta era su oportunidad de saber qué había sucedido.

- ¿Ella… se fue contigo?

- Si – tardó en responder.

Lentamente un vacío estaba comenzando a crecer en el estómago de Asami. Ya estaba a medio camino, pero no estaba segura si quería enterarse de la verdad. Había pasado demasiado tiempo, las cosas y los sentimientos habían cambiado, pero eso no impidió que aquel malestar paulatinamente se propagara por su cuerpo.

- Nada la ataba acá – continuó Korra -. No sabía qué es lo que quería hacer, y aquel proyecto era una buena oportunidad para ver si era lo suyo.

- ¿Y así fue?

Korra dibujó una sonrisa distante, como si recordara algo gracioso, algo que le inspirara cariño.

- Al principio. Después conoció al que hasta ahora es su esposo.

Aquella información la asombró. ¿Kuvira se había casado? ¿y con un hombre? Pensaba fervientemente que ella se había ido con Korra al sur, donde habían podido tener una relación sin problemas. Aunque no sabía si eso había sucedido, el que Korra lo contara como si se tratara de un recuerdo cariñoso, valioso, le decía que jamás hubo un problema entre ellas, en su relación, independiente de qué índole fuera ésta.

- Asami… - la llamó suavemente, pidiendo su atención -. Yo… sé que es tarde, ha pasado mucho tiempo desde aquel día, pero nunca pude decirte todo lo que tenía que decirte.

- ¿Y por qué no lo hiciste, Korra? ¿Por qué simplemente huiste y dejaste todo sin terminar? – dijo con un nudo en su garganta, luchando por no sonar demasiado emotiva.

Korra agachó la mirada, como si aún no pudiera encontrar la respuesta. Pero no podía darse el lujo de callar, no después de tanto tiempo y cuando estaba determinada a aclarar todo, cerrar aquella etapa y seguir adelante. Con esa idea alentándola, apretó los puños y miró a Asami, dispuesta a decirle todo lo que alguna vez calló.

- Tenía miedo. Pero ahora no es tan relevante, porque mi miedo de ese entonces se cumplió. Lo que menos quería provocar terminó sucediendo igual, como algo que jamás pude controlar.

Asami la observó expectante, dispuesta a darle todo el tiempo para hablar.

- Déjame comenzar haciéndote una pregunta – emitió Korra -: dime Asami ¿por qué terminamos?

Su primera respuesta mental era muy violenta, aunque jamás tuvo pruebas más que las expuestas por sus propios fantasmas. Afirmándose a ello, ahora era mucho más claro. No fue porque pensaba que la prefería sobre otra persona, sobre otra mujer, era algo más.

- Desconfianza – respondió finalmente. Y era la respuesta más acertada.

- Eso pensé – dijo Korra después de unos segundos, dándole una triste sonrisa.

- No puedes culparme – dijo un poco ofendida.

- ¡No! – se apresuró en responder -. Tienes razón. Yo aporté a que te sintieras así. En ese entonces me concentré demasiado en el trabajo… hasta el día de hoy – agregó.

- Pero no fue tu culpa.

- No completamente, eso lo sé. Será extraño que lo diga, pero desde ése entonces no he tenido ninguna relación duradera – confesó Korra -. Cuando intenté buscar la respuesta, aparte de mi prioridad al trabajo, fue porque entendí que me costaba compartir ciertas cosas, ciertas vivencias, o que justamente me desvivía por ellas, dejando todo de lado. Eso pasó contigo… yo te descuidé, Asami, hice que no confiaras en mí y yo… y yo no hice nada para impedirlo, alimentando tus inseguridades, y las mías.

- ¿Por qué me estás contando todo esto?

- Porque no pierdo nada con compartirte estas cosas, aunque sea tarde. Decirte que, yo soy así por ti. No digo que seas culpable, sino que gracias a ti cambié para llegar a ser lo que soy ahora, tanto profesionalmente como también desempeñándome como persona – dijo, y luego calló unos momentos, recordando -. En aquél entonces, antes de conocerte, era una chica muy distinta a como fui después de ti. Y he aprendido a entender que por algo suceden las cosas, que tu llegada no fue azarosa… era como si estuviésemos dispuestas a encontrarnos, y me he dicho a mí misma que tú también ganaste algo de mí.

Asami observó cómo Korra la miraba expectante, esperando a que respondiera aquella tácita pregunta. Y después de unos segundos sonrió, ya que era uno de las resoluciones a la cual ella misma había llegado. Por supuesto que la había odiado, muchas veces, mucho tiempo, pero eventualmente Korra se había convertido en un lindo recuerdo, y pronto se había encontrado buscando las cosas que había aprendido de Korra, diciéndose que el paso por su vida no había sido solo por diversión ni para aprender cosas, sino para cambiar, evolucionar. Y lo había hecho, Korra la había ayudado a cambiar.

- Claro que lo hice – respondió luego de unos segundos -. Por mucho tiempo busqué alguna razón de por qué habías sido tan importante, y no fue solo porque contigo aprendí muchas cosas… y fueron en verdad muchas cosas – agregó con tono divertido, a lo que Korra rió ya que sabía a lo que Asami había hecho alusión -, sino porque contigo cambié algo dentro… es extraño – dijo sonriendo -, ya que no sé cómo explicarlo…

- Lo entiendo – se apresuró a responderle Korra, mirándola de aquella manera, como diciéndole que era justamente como ella lo sentía.

Con melancolía Asami miró hacia atrás, hacia el pasado. Aquella mirada la había transportado a los tiempos en que el estar con Korra era su cosa favorita. Y es que ya solo con su presencia se sentía cómoda, como algo que no podía controlar, como que nada la pudiera dañar, claro, nada más que ella, si quisiera. Y nuevamente entraba en acción su pensamiento negativo.

- También fuiste importante para mí – agregó Korra.

Esa frase era una oportunidad, como todo este encuentro.

- Entonces… - comenzó -, en honor a eso, quisiera saber qué es lo que sucedió con Kuvira.

Korra no se sorprendió, en vez de eso sonrió, y es que era cosa de tiempo que ella se encontrara hablando de ese tema.

- Al principio me desagradaba ¿sabes? – comenzó, como si ya le hubiera dado vueltas de cómo iniciar la historia -. Siempre se dirigía a mí como si me conociera, como si supiera que eventualmente iba a caer por ella. Lo chistoso es que así sucedió… ¿Por qué? Me desagradaba ese aire petulante y esa seguridad, pero era justamente eso lo que me atraía de ella, su seguridad. Y con el tiempo entendí que esa seguridad que mostraba era porque entendía el comportamiento humano. Era como un camaleón, pudiendo interactuar con toda clase de personas, pero sin perder su identidad. Y quise aprenderlo.

Korra paró unos segundos, debatiéndose entre responder brevemente la interrogante de Asami o contarle todo sobre Kuvira. No quería ocasionarle alguna clase de incomodidad o dolor.

- Continúa – la alentó. Y esa respuesta bastó para que Korra se decidiera.

- Y lo hice – siguió -, pero no solo aprendí ello, sino que gané contactos, casi sin proponérmelo, y observaba como Kuvira estaba orgullosa… Quería lograr eso, solo para que ella viera como yo construí mi propio camino, independizándome de ella. Y cuando me di cuenta de por qué le ponía tanta atención a eso, ya era tarde… y tú sabes que soy un poco emocional.

Si bien al principio Asami estaba escuchando como una espectadora, como alguien a quien no le afectaba, su estómago continuó estrujándose, reteniendo el aire en su garganta.

- Estaba emocionada… pero no entendía si era porque había conocido a alguien nuevo que realmente me interesara o porque ella realmente me atraía... como mujer.

- ¿… y lo supiste? – preguntó casi tímidamente Asami, y su propia voz le sonó desconocida, y Korra asintió.

- En el último evento que realicé, fue cuando concreté aquel acuerdo en el sur. Estaba tan feliz, tan emocionada que bebí más de la cuenta, tanto que no recordé nada más, solo que había despertado en un lugar que desconocía… era la casa de Kuvira.

- ¿Tú…? – y la pregunta murió en sus labios, no atreviéndose a salir.

- No. Yo jamás hice algo. Jamás te fui infiel, Asami. Pero ciertamente Kuvira me atraía, y aquella mañana supe que era recíproco… En ése momento, me forcé a pensar antes de actuar, o me podría arrepentir. El haberme abstenido de toda acción esos minutos fue decisivo para comenzar a entender que solo estaba encaprichada por conocer a alguien como Kuvira. Cuando aclaré eso, logré humanizarla. No era alguien tan asombrosa después de todo, solo era una chiquilla que no sabía qué hacer, que enmascaraba eso en el aire de persona omnisciente. Aunque claro, eso lo supe cuando estuvimos allá en el sur, cuando la observaba toda nerviosa interactuando con ese chico – contó sonriendo.

Así que nunca habían hecho nada. Si bien Korra y Kuvira se habían estado mandando mensajes implícitos atrayentes, al final había resultado en un malentendido emocional, que supieron sortear con prontitud. Algo que no todas las personas pueden hacer, algo para ser elogiada. Pero había un vacío.

- Entonces… ¿por qué no peleaste? ¿por qué no hiciste nada para sacarme de aquella equivocación?

- Porque todo lo que te estoy diciendo, lo supe tiempo después. No se trató de que en un segundo supe que Kuvira no me gustaba, tardé tiempo en averiguarlo, tiempo en el que perfectamente pudimos haber tenido algo, pero no me atreví a tenerlo ¿para qué? sabía que lo haría por despecho, porque estaba sufriendo silenciosamente el haber terminado contigo, …por no haber luchado.

Después de aquella confesión las dos quedaron en silencio. La mente de Asami estaba llena de dudas, pero eran tan pequeñas que éstas morían antes de ser coherentes.

El tiempo pareció ser eterno. Ambas sumidas en sus propios pensamientos, ajenas al exterior, ordenando sus vivencias, cerrando etapas.

Y eso hizo Asami.

Dejando de lado sus sentimientos, se aferró a lo ganado de aquella conversación, y eso había sido el por fin cerrar su historia con Korra, sabiendo realmente que ella nunca la había engañado, que no había terminado por otra, sino que por sí misma. Esa era su explicación, y estaba satisfecha con ello.

- ¿Y ahora? – preguntó tímidamente Korra, cuando reconoció que Asami había vuelto al presente, como si hubiera estado esperándola.

- Ahora depende de lo que quieras hacer – respondió, y era casi como una broma del destino. Era justamente la frase que le había dado Kuvira en ése entonces, cuando hizo una elección tan importante.

- Quiero cambiar – respondió Korra -, quiero quedarme aquí.

- ¿Aceptarás el trabajo?

- Ya lo hice. Al que no he postulado es al de investigación que tú lideras. Pero es porque primero quiero dedicarme a la clínica. He estado mucho tiempo dando conferencias y charlas sobre casos, tanto que extraño la práctica despreocupada, sin estar atenta a los avances significativos que después tendría que mostrar frente a cientos de personas.

- Entonces… ¿serás mi terapeuta? – preguntó divertida Asami, insistiendo en una pregunta que relajaría todo lo hablado recientemente.

- Primero quiero saber cómo sucedió eso – emitió Korra, apuntando a su brazo.

- De cierta manera lo merecía – respondió -. Estaba haciendo un prototipo, el cual no lograba complacerme. Por más tiempo que le dedicaba algo le faltaba, en algo fracasaba. Después entendí que no lo veía porque estaba pensando con otra mentalidad, sin estar completamente consciente de todas las necesidades a las cuales debía adaptarse la prótesis. Y esto ocurrió en el taller. Estaba enfadada, ya que nuevamente había fallado y pronto tenía que presentar resultados. En mi enfado arrojé la prótesis lejos, y esta fue a caer detrás de una máquina que uso para aplanar metal.

Korra puso cara de no entender aquello, por lo que Asami la describió.

- Imagínate una plancha de cocina, de esas que usas para hacer todo a plancha – dijo sonriendo ante la reiteración de sus palabras -. En el taller es lo mismo: se trata de dos grandes y rectangulares láminas de metal, que se cierran con gran fuerza, aplastando todo lo que hay entre ellos. Bueno, y ya sabes qué sucedió.

- Eso es horrible – emitió Korra espantada, luego de imaginarse como toneladas de peso descendieron sobre su antebrazo, aplastándolo e inutilizándolo instantáneamente -. ¿Y qué pasó después?

- No lo recuerdo muy bien. Pero menos mal que eso sucedió de día, ya que había más gente en el taller, que pudo socorrerme de inmediato. Hubiera sido de noche y de seguro hubiera muerto desangrada – respondió tranquilamente -. Grité, el dolor fue enorme, y no sé si fue por la sangre perdida o por el dolor que caí inconsciente. Cuando desperté estaba en el hospital, con lo que quedaba de mi brazo vendado.

Korra tragó con dificultad. Aquello debió haber sido realmente espantoso.

- ¿Pero sabes qué? No me desesperé tanto. Entendí que hubieran decidido amputar mi brazo sin mi consentimiento. Además, estaba inconsciente y no había a nadie a quién preguntarle. Era lo lógico… Si hubiera sido otra clase de persona, que trabajara en otra cosa distinta, eso hubiera sido casi como el fin del mundo, porque el perder un miembro de tu cuerpo es terrible, ya que el mundo no está adaptado para eso. Pero como trabajaba con esas personas, después de un tiempo lo vi como una oportunidad. Como te dije, lo merecía, y gracias a eso pude perfeccionar esto – dijo mostrando satisfecha como su mano se movía con soltura, exponiendo aquellos dedos metálicos.

- Debiste ser muy fuerte para haber aceptado todo con tanta facilidad.

- No me quedaba otra opción – respondió, encogiéndose un poco de hombros -. Además, no puedo sonar como alguien que aceptó rápidamente el cambio. Claro que lo justifiqué, pero como a todos, la depresión me invadió un tiempo. Fue estúpido… ya que ni siquiera había perdido mi brazo dominante ¿entonces por qué tanto alboroto? Tenía todo de mi parte: conocimientos, tecnología, trabajo, amigos…

- Jamás me contaron…

- Yo pedí que no lo hicieran ¿para qué? Tampoco contaba con que las pocas veces que tú veías a los chicos preguntaras por mí. Hubiera sido completamente fuera de lugar.

- Suena horrible si lo dices así – bromeó Korra.

- ¿Entonces? – preguntó Asami luego de unos minutos.

- ¿Entonces qué?

- Ya sabes todo, y en minuto supiste todo lo que los otros terapeutas tardaban sesiones en entender. Sin siquiera ver mi historia médica, ni los tratamientos a los que fui sometida, supiste perfectamente qué quería. O sea, no es que fuera difícil de concluir, pero de inmediato tus ejercicios, tus puntos de presión alejaron el dolor un momento.

Aquello sonaba como que algo estaba escondido. ¿Qué era lo que quería decir? No sabía muy bien si la experiencia de Korra era la que la había aliviado con tanta facilidad, o era el efecto placebo que ella causaba. Porque era precisamente ella quien la que la estaba tratando.

Korra estaba en la misma disyuntiva. Realmente nada la ataba a Asami, no eran nada, así que perfectamente podía tratarla. El problema era ese: si debía hacerlo. ¿Pero por qué no? Ya estaba todo aclarado. Aunque claro había que dejar pasar tiempo, por lo menos ya no tenía nada pendiente con ella. Empezaban casi desde cero.

- No – fue su respuesta.

- ¿Qué? – soltó Asami, completamente abrumada.

- No me malentiendas. Pero es realmente extraño que en un solo día te haya visto, hayamos aclarado todo nuestro pasado y decidiera tratarte, como si jamás hubiera sucedido nada.

Asami estaba anonadada. Todo estaba marchando bien, por lo que la respuesta de Korra fue como haber recibido un balde de agua congelada. Quizás había imaginado que todo estaba bien, y Korra solo estaba siendo cortés.

¿Cómo había sido tan estúpida?

- Pero quiero verte – agregó Korra, deteniendo sus pensamientos -. Quiero que vuelvas a estar en mi vida, como amiga, claro. Y para lograr eso, debo dejar que pase un tiempo, para que proceses todo, para que te plantees si quieres tenerme de vuelta también. Es lo más sano.

- Entiendo – respondió mecánicamente, intentando comprender todo con prontitud.

- Cuando pase eso, lo sabré.

- ¿Cómo?

- Tú cambiarás de terapeuta – sentenció, sonriendo -, me solicitarás, y es ahí cuando entenderé que estamos listas.

Nada quedaba suelto, sonaba como un buen plan. Korra tenía razón, no podían pretender haber superado todo eso en solo un día. Aclarar y concluir todo llevaba tiempo, del que ahora disponían, del que no escaparían ya que más tiempo no significaba distanciamiento, en este caso era lo contrario.

Asami sonrió. Sonaba a que todas las alternativas eran buenas. Si quería una amistad con Korra, solo debía cambiar de terapeuta, como estaba dispuesta a hacerlo desde hace mucho tiempo; y si no quería su amistad, por lo menos todo había quedado zanjado, habiendo compartido un reencuentro.

Después de eso, hablaron unas cuantas cosas más y luego se despidieron, como si se fueran a ver pronto, o como si no quisieran hacer tanto escándalo por no verse nunca.

Asami devuelta a su casa, sonreía como si estuviera encantada, ya que siempre parecía entender más cosas: con Korra no habían terminado juntas porque no era el momento, porque no estaban listas, pero ella había sido importante porque había cambiado muchas cosas, siempre para bien. Y el que ahora nuevamente se volvieran a encontrar no podía ser ignorado. En solo unas horas habían hablado con sinceridad, aunque con cierta dificultad, de lo que antes les costaba hacer. Habían madurado, ya no eran las mismas niñas de ante, lo que podía significar que el cambio había sido suficiente para que ellas volvieran a interactuar, y esta vez desde cero, como algo sano, como amigas.

No es relevante decir lo que ellas despertaban en la otra. Un atisbo de confianza y seguridad bastaba, ya que ningún otro sentimiento o emoción podía ensuciar aquel encuentro tan poco usual entre dos personas. Y esos bastan para establecer una base que sustente alguna relación de cualquier índole, como también la falta de ellos puede destruirlas.

Pero lo importante es que Asami estaba feliz, y que nadie la apresuraba a tomar alguna decisión. Además, si demoraba, era cosa de tiempo volver a encontrarse, si bien la ciudad era grande, ella solía moverse en un pequeño espacio, y eso era de conocimiento público.

Korra por otro lado estaba optimista. Que aquel día le hubieran pedido cubrir aquella cita, justamente con Asami, dándole la oportunidad de decirle todo, era algo que de alguna manera aliviaba sus inseguridades con su actual presente. Quizá eso era lo que necesitaba, un cable a tierra, algo viejo que terminara con sus esquemas, pero empezando como algo completamente distinto, un sedante que le hiciera olvidar la tan temida rutina, o que la hiciera más llevadera, compartiéndola, si es que se lo permitía.

Eso es algo que con el tiempo sabría, por ahora no había que desesperarse. Mientras tanto pensaba que absolutamente nada sucedía sin un propósito. Ella jamás se había arrepentido de haber conocido a Asami, de la forma en que lo hizo era algo inusual, es por eso que se le estaba otorgando otra oportunidad, que no dudaba en tomar si es que ella estaba lista.

Ella había sido su gran agente causante del cambio, la que había generado tantos disturbios en su mente y estilo de vida. Todo para mejor. Y sinceramente esperaba que esta también fuera una de esas situaciones.

Ya no se dejaría llevar más por el conformismo. No más huidas.

Con una seguridad sonrió, y es que ahora pelearía.

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~o~


N. de la A.:

¡Feliz 2017!

¡El último último! Lamento demorar. Los que me conocen, ya deberán saber que, desgraciadamente (y no me enorgullezco para nada de esto), no suelo ser alguien de palabra. Pero no es porque lo quiera, sino porque el destino juega en mi contra. Es algo que quiero cambiar, paulatinamente.

Un final "feliz", abierto a su imaginación. Intenté no dejar ningún cabo suelto. Todo se aclaró con respecto a Korra: su relación con Kuvira, lo que sentía, su profesión dónde se había ido. Ahora, aclarando la última frase, no se trata de que ésta peleará con fines románticos. Es más allá de eso. Se trata de pelear para tenerla en su vida, algo que se aplica a todo: amistad, familia, pareja. Porque jamás hay que dar por sentado las cosas, hay que ser persistente en ello. Es algo que he aprendido después de años de terquedad.

Una vez me preguntaron el por qué creo que esto le gusta a la gente, el leer mis escritos, y, aparte de la cochiná que le pongo, quiero creer que son por las descripciones que hago, siempre verídicas, recordando experiencias, humanizando de alguna manera la historia. Por que es super fome solo leer sexo, que después de un rato ya no es algo tan excitante. Describir lo que sienten, lo que les recuerda es algo que me encanta. De cierta manera todo lo que he escrito en esta historia en particular cuenta algo mío (algo no tan extraordinario, ya que como dice el refrán "tú eres lo que comes", "tu eres lo que escribes") y me complace saber que ustedes empatizan con esto, independiente de la situación en particular y personal por la cual estén pasando, ya que al final los sentimientos son los mismos, en distintas proporciones. Eso es suficiente para mi, haber llegado ahí.

Listo. Fueron unas últimas palabras más largas que las habituales.

Les agradezco enormemente por seguir esto, por compartirme experiencias. Gracias chicas/os.

Nos vemos~

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...Probablemente en alguna historia de castillos y pueblos, hohoho.