Naruto no me pertenece, es propiedad de Kishimoto, solo he tomado sus personajes para hacerlos protagonistas de la siguiente historia, la cual es de mi autoría en su totalidad.


Categoría: M, por contenido sexual explícito en algunos capítulos.

Género: Romance/ Drama.

Sinopsis: Luego de ser enviada a Nueva York un par de meses por un importante caso penal del que sale victoriosa, la joven abogada Sakura Haruno regresa a su ciudad natal, donde sus padres, familiares y amigos la esperan ansiosos, en especial Sasuke Uchiha, un atractivo y audaz hombre de negocios, o como ella lo conoce, su mejor amigo, y la persona con la que se verá envuelta en una locura de una noche que nunca esperaron que sucediese... Ni que les gustara tanto.

Un desliz puede ocurrirle a cualquiera, pero, ¿sigue teniendo el mismo nombre cuando anhelas que se repita lo que en una noche estrellada fue llamado error?


Esta historia es una adaptación de mi primera publicación en Wattpad (por lo que contendrá OoC), si quieren pasarse y leerla en su versión original, son bienvenidos. Pueden conseguirme en dicha plataforma bajo el mismo seudónimo.

Sin más que decir, ¡feliz lectura!


—¿Entonces, Saku?

—Que sí, iré. —Repito tras dar un largo suspiro mientras me deshago de mis zapatos y camino hasta el sofá, no había terminado de encajar la llave en la puerta de mi casa cuando ya estaba recibiendo una llamada.

—¿Me lo prometes?

—Ya he dicho que sí. ¿Qué más necesitas para creer en mi palabra? —Digo, de mala gana, cosa que notan del otro lado de la línea telefónica.

—Oh, andas sensible... E insoportable.

—¿Insoportable? Joder —Pongo la mano sobre mi sien y masajeo ésta—, ¿Sabes cuantas horas estuve en aquel maldito avión con el enano llorón a mi lado gritando y tirando de mi cabello cada vez que quería dormir? —A veces olvido ser sutil.

—Ya veo, tú y tu sagrado sueño... —Murmura divertida del otro lado de la línea—. Ya lo he entendido, necesitas descansar.

Dejo de aplicar el masaje en el lateral de mi frente al oír su tono de voz.

—Lo siento, Ino. No era mi intención tratarte así, sólo...

—Lo sé, lo sé. —Me interrumpe—. Tu carácter obstinado no ha disminuido con los años, de hecho, creo que me he acostumbrado. —Escucho la risa, si hay algo que caracteriza a mi mejor amiga es su simpatía y paciencia, cualidades que dudo tener—. Ve a tomar una ducha que te relaje y después duermes por las horas que creas necesarias.

—Gracias por entender, adiós.

—Adiós. —Se despide antes de que la llamada finalice.

Como aún estoy relativamente cerca de la puerta de entrada, miro todo lo que tengo delante de mí. Mi hogar. Ya lo extrañaba, después de todo llevaba más de dos meses fuera por motivos de trabajo. El sólo recordarlo hace que me entre una puntada en la cabeza, creo, que en mi corta carrera, este ha sido el caso más difícil de llevar.

Decidida a dejar, por el momento, el trabajo de lado, me acerco a la cocina, más concretamente a la nevera, la cual encuentro vacía. Claro, al saber del largo viaje que me esperaba no me preocupe por dejar mis compras habituales. Cierro la puerta de esta y me dirijo a las estanterías aéreas, buscando en ella algo que me pueda servir de cena, pues no me apetece salir a la calle a media noche y sin auto. Hago una nota mental para llamar a Sasuke y avisarle de mi regreso y la búsqueda de mi auto, el cual se encuentra en su casa después que lo mandase a reparar y surgiera el imprevisto viaje.

Tanteo cada parte del mostrador hasta dar con una caja, la extraigo y me quedo mirando la presentación, como no tengo mucho de donde escoger, revuelvo lo poco que queda para dar con lo que me hace falta. Ya con lo necesario en mano, me pongo manos a la obra y en menos de tres minutos tengo una taza de cereal y leche sobre el mesón, a la cual ataco con un mordisco más fuerte que el anterior.

Termino con la comida y me dispongo a lavar los utensilios utilizados y a arreglar parte de la cocina. Marcho hasta mi habitación con paso lento pero firme, me adentro en ella y lo primero que hago es mediar la calefacción para estar lo más cómoda posible, acto seguido me deshago de mi ropa y desnudamente libre, me lanzo sobre mi cama después de adaptarla lo mejor que puedo, como la extrañaba. Miro al techo, agotada tanto física como mentalmente. Sé que me urgen unos días de descanso después de estos casi ochenta días tan ajetreados que he pasado.

No pensaré en el trabajo, debo recordarme.

Con extrema flojera, me obligo a levantarme otra vez y me acerco hasta el cuarto de baño, donde tomo una relajante ducha con esencias y velas, no está mal darse un gustito de vez en cuando.

Media hora más tarde, estoy de nuevo en la cama, con las maletas aún en el recibidor, mañana me encargaré de ellas. Bostezo profundamente y me estiro como todo un felino, no tardaré para conciliar el sueño.

Eso es obvio.

Me acurruco más entre mis mantas y suspiro de complacencia antes de caer en un profundo sueño.

O por lo menos eso creía, pues el teléfono que he dejado sobre la mesa de noche comienza a sonar y a vibrar estrepitosamente. Es una llamada, el tono que escucho me lo indica. Exasperada, saco uno de mis brazos de la comodidad de mi cama para poder atender la llamada, sin siquiera mirar antes de hacerlo.

—¿Quién? —Tengo la libertad de poder dirigirme así a quienquiera que llame porque es mi teléfono personal, de ser el de trabajo sería distinto.

—¿Acaso no tienes identificador? —Comentan del otro lado.

—No. —Bufo—. Se me ha dañado la pantalla.

—Muy graciosa. —Lo puedo imaginar negando de lado a lado en este momento, una acción fija en él—. ¿Cuándo has regresado? —Pregunta.

—Hace poco, pero eso ya lo sabes, ¿no? —Sospecho que mi comunicativa amiga ya se ha encargado de regar la noticia de mi regreso.

—Lo he escuchado por ahí. —Confirma mis sospechas—. Que detalle de tu parte el avisar.

Ruedo los ojos.

—Llevo en mi casa poco más de una hora, no exageres. —Refunfuño, girándome hasta quedar de espaldas al colchón.

—Como digas —Lo deja estar—, ¿quieres salir mañana?

No es necesario que lo piense mucho.

—Imposible, debo ponerme al día con algunas cosas.

—¿Cómo cuáles?

—Hacer las compras de la comida, limpieza general, arreglos aquí y allá. —Explico—. Pero podemos dejarlo para el fin de semana. —Estoy segura de que él irá a la fiesta de cumpleaños de Naruto, después de todo los amigos nunca faltan a celebraciones importantes.

—Está bien. —Responde—. ¿Entonces, supongo que no vendrás por tu auto mañana?

Lo había olvidado.

—Lo dudo. —Doy un largo suspiro.

—No tengo problema si lo dejas un par de días más, lo sabes. —Empieza a decir—. Y menos si es por andar en plan hogareña. —Termina con un tono descaradamente burlón.

—Iré pronto. —Es lo que respondo con voz monótona—. Ahora déjame dormir, por favor. —Pido con falsa cortesía. Mis amigos saben lo indispensable que es para mí el buen dormir cuando no estoy trabajando.

—Hazlo. Te veré luego, descansa Sakura.

—Tu igual, Sasuke.

Dejo de nueva cuenta el teléfono sobre la madera barnizada y me giro, esperando esta vez no recibir interrupción alguna en mi propósito.

Cosa que consigo, pues nueve horas después y a plena mañana estoy estirándome perezosamente.

Es grandioso esto de dormir corrido.

Coloco mis pies sobre las pantuflas afelpadas, que son mi calzado favorito y me mentalizo para poner todo lo planeado desde anoche en marcha.

Horas más tarde ya he limpiado cada rincón del lugar y he cambiado todo de posición, es una manía de la que mi mamá siempre fue partidaria, pues ella es igual.

Guardo la aspiradora en el cuarto de aseo y nada más cerrar la puerta, mi estómago ruge. Ya es hora que le dé algo para digerir.

Frunzo los labios, lo único que tengo en la alacena es leche y cereal, lo que cené anoche y repetí en el desayuno. No me apetece una tercera vez consecutiva.

Debo hacer las compras.

Dispuesta a visitar el supermercado más cercano, camino hasta mi habitación para ponerme decente, pues estoy sudorosa, despeinada y con una camisa vieja que a duras penas cubre mi trasero lo suficiente.

El timbre suena, por lo que a medio camino me detengo.

¿Quién será?

Curiosa, regreso sobre mis pasos para averiguarlo. Me detengo a mirar por el ojo de la puerta y al reconocer a mi inesperado visitante abro.

—¡Hola! —Saludo con una sonrisa.

Sasuke eleva una de sus cejas oscuras ante mi recibimiento.

—¿De mejor humor ya? —Sólo por un segundo creo haber extrañado su voz durante los últimos meses, en persona, claro está, porque siempre nos estábamos comunicando por llamadas y textos.

—Bastante. —Reconozco encogiéndome de hombros—. Pasa.

Se adentra en la estancia y se queda de pie en la entrada.

—Cambiaste todo de nuevo. —Nota, de espaldas a mí, no me hace falta verle el rostro para saber que tiene una comisura de su boca elevada.

—Era hora.

—Entiendo... —Rodeo su atlético cuerpo y me encamino por lo único que reposa en mi nevera.

—¿Quieres agua? No he hecho las compras todavía, así que no exijas. —Apunto de anticipo.

—Por favor. —Responde cordialmente siguiéndome de cerca.

—¿Por qué no avisaste que vendrías? —Indago al extenderle el vaso con el líquido vital.

—Lo hice, te dejé un mensaje en tu celular.

Lo medito un instante, de hecho no lo he escuchado desde que me levante.

—Lo tengo en la habitación. —Recuerdo.

—¿Cómo planeabas darte por enterada, entonces?

—Existe el teléfono fijo. —Es obvio, le hago un gesto con mi mano izquierda hacia donde este reposa.

Ignorando mi sarcasmo, barre el lugar con su astuta mirada.

—No importa. Ya sé que es mejor no avisar antes. —Toma un gran trago de agua y me observa de reojo.

Lo miro extrañada, ¿a qué viene eso?

—¿Por qué lo dices?

—Porque si con eso te consigo en camisón transparente y sin sujetador, por mí mejor.

La diversión tiñe sus ojos negros dándole un brillo especial que me abochorna, mientras sonríe y me señala con el vaso.

—Idiota. —Insulto, cruzando los brazos sobre mis senos y echando a correr rumbo a mi habitación.

Por la tarde Sasuke me lleva al supermercado de confianza, cito sus propias palabras, para hacer las respectivas compras, después me invita a comer y entre conversaciones y una que otra risa de mi parte por sus efímeras tonterías o comentarios sarcásticos, pasa la tarde del viernes.

El sábado llega a pasos agigantados y cuando menos lo espero, ya es la hora de que empiece a arreglarme para la fiesta que dará Naruto esta noche por su cumpleaños y para la que Ino insistió tanto el día de mi llegada en que fuese. Abro las puertas de mi armario, esperando encontrar algo que me quede, pues muy a mi pesar, en mi estadía por Nueva York, aumenté unos kilos por el apuro y el poco tiempo con que contaba para comer me hacía ingerir en su mayoría chatarra, la cual ha hecho de las suyas en mi trasero y caderas. Tampoco me veo mal, pues siempre he sido delgada, pero ahora tengo más definidas mis curvas. Paso de un vestido a otro, sin saber que ponerme.

El típico dilema de toda mujer.

—Esto no, no, no —Voy descartando a medida que paso de conjunto, esperando conseguir algo aunque sea al final—, ¿será? —Hablo para mí misma al llegar a un vestido que no he utilizado desde que lo compré en un impulso. Lo saco del armario y lo giro entre mis manos, esperando convencerme por completo al mirarlo por todos los ángulos.

Sí, es perfecto.

Lo lanzo sobre la cama en un movimiento poco delicado y regreso al armario, ahora por zapatos. Consigo unos que hacen una buena combinación con el atuendo que ya escogí, por lo que sin dudarlo, lo pongo a los pies de la cama y les doy un último asentimiento de cabeza en señal de aprobación antes de correr a la ducha.

He tenido suerte. Subo el cierre de mi vestido y me observo en el espejo de cuerpo completo.

Hasta me queda mejor ahora.

Doy una vuelta completa, detallando las tiras con las que se sujeta, el disimulado escote, el corte en forma de pico invertido que queda a medio muslo y su particular tono gris perlado. Me monto en los zapatos negros de tacón y sigo complacida con el resultado, no tardo en arreglar mi rosado cabello, llenándolo de ondas y dejando ocupado con éste un solo lado de mi cuello para exhibir uno de los hombros, mi maquillaje es natural en los ojos pero le pongo el toque de color a mis labios, los cuales pinto de un rojo escarlata que resalta bastante gracias a mi pálida piel. Satisfecha con mi apariencia, busco la bolsa que he decidido llevar y otra en la que se encuentra mi regalo de cumpleaños.

Antes de salir de casa recibo un mensaje de Ino y al responderle me aseguro de contar con lo necesario y sin saber el motivo que me lleva a pensarlo, sonrío.

Todo indica que será una buena noche.


¿Y bien? ¿Opiniones, criticas, sugerencias?

Todo es bienvenido, siempre y cuando sea con respeto, ya saben.

Saludos.