¡Hola a todo el mundo! No, no he muerto, simplemente he estado desaparecida en combate... ¿Recordáis que os dije que se me había dislocado la rodilla en verano? Pues resulta que es más grave de lo que parece :( Asi que he estado muy liada con hospitales, médicos y pruebas... Y lo que menos me apetecía era ponerme a escribir.
Pero aquí estoy y he vuelto para quedarme. Ya os dije que esta historia me gustaba mucho y no la quería abandonar, y aunque me cueste muchísimo no lo haré.
Y ya dejo de ser pesada y os dejo el capítulo. Como recompensa hay una sorpresilla al final y además es más largo que los anteriores!
Unas caricias suaves se repartían por mi brazo y mi torso, consiguiendo sacarme del sueño de la manera más dulce posible. Abrí los ojos debatiéndome entre hacerlo o no por miedo a que las caricias parasen. Peeta estaba tumbado frente a mí con una mano posada sobre mi cuerpo acariciándolo.
-Buenos días –me dijo con una amplia sonrisa. -¿Qué tal has dormido?
-Muy bien –carraspeé para aclararme la garganta y me restregué los ojos. -¿Cuál es el plan para hoy?
-Luego te lo comento mientras desayunamos, ahora tenemos un rato para estar tranquilos y juntos. –se acercó a mí y me dio un pequeño beso en los labios.
-¿No podemos ampliar este plan a todo el día? –pregunté mientras rodeaba su cuello con mis brazos obligándolo a colocarse sobre mi.
-Nada me gustaría más, créeme. Pasar el día acariciándote, besándote…
Me mordí el labio y lo miré fijamente, preguntándome cómo podía haber tenido tanta suerte al encontrarme aquel chico por el camino. Hice fuerza con los brazos y lo acerqué a mí para besarlo con todas las ganas que tenía, que no eran pocas. Giramos en la cama y me coloqué a horcajadas sobre él, fue entonces cuando me di cuenta de que él iba sin camiseta, coloqué mis manos sobre su pecho y empecé a acariciar su torso, pero cuando mis manos se acercaron peligrosamente al borde de su pantalón de pijama, el móvil de Peeta comenzó a sonar.
Ambos gruñimos, pero me quité de encima de él para que pudiese contestar.
-¿Diga? –le dijo al aparato. –Vale, bien. En diez minutos estaremos abajo. –colgó y me miró. –Se acabó lo bueno. Si quieres puedes darte una ducha mientras yo me visto, yo me duché anoche en cuanto te dormiste.
-Vale. –salí de la cama y abrí el armario en busca de mi neceser. Intenté que mi ducha fuese lo más corta posible ya que solo tenía diez minutos para ducharme, vestirme y bajar a desayunar. Salí del baño ya vestida y ligeramente maquillada, Peeta me esperaba sentado en la cama con una gran sonrisa. No podía evitar sentirme extraña al darme cuenta que este era nuestro primer viaje juntos, aunque fuese de negocios y apenas pudiésemos estar juntos. –Lista.
Me cogió de la mano y fuimos al restaurante bajando en ascensor. Allí estaba sentada Delly en una mesa enorme con un montón de papeles esparcidos por la mesa. Cogimos nuestro desayuno y nos sentamos junto a la rubia.
-Bueno, ¿cuál es el plan de hoy? –preguntó Peeta partiendo en dos su croissant.
-Tenemos la reunión con el director en una hora y media, y sería preferible llegar un poco antes. Tenemos que llevarnos las muestras ya que tendremos que exponerles los nuevos modelos. Para la hora de comer deberíamos estar aquí.
-Genial. Así podremos comer juntos –dijo mirándome directamente a mí. -¿y para esta tarde?
Delly miró su agenda y sonrió a Peeta tímidamente.
-No. Lo tienes libre.
Cogí mi chaqueta y salí del hotel con el mapa que me habían proporcionado en recepción dispuesta a aprovechar el viaje y hacer un poco de turismo por la ciudad mientras Peeta estaba reunido. No había mucho que ver en la ciudad así que no tuve problemas para elegir qué ver y que no.
A la hora de comer estaba agotada, pero me dirigí rápidamente al hotel para poder estar más tiempo con Peeta. Conforme me acercaba a la puerta de la habitación comencé a escuchar unas voces discutiendo. Enseguida me di cuenta de que eran Peeta y Delly. Entré y ambos dejaron de hablar de golpe.
-¿Qué tal tu mañana? –preguntó Peeta intentando romper por completo la discusión que estaba teniendo con Delly.
-Muy turística –sonreí. -¿Qué tal vuestra reunión?
-Genial. Han aceptado ampliar el negocio a todo el país. –cruzó la habitación en dos zancadas y me dio un pequeño beso en los labios. -¿Qué te apetece hacer esta noche?
Antes de que me diera tiempo de responder Delly se acercó a nosotros y me miró fijamente.
-¿Dejarías que Peeta tirase a la basura una gran oportunidad para ampliar su negocio para que pasase una noche contigo? –preguntó bruscamente.
Fruncí el ceño y miré a Peeta interrogante.
-No le hagas caso –dijo Peeta poniendo los ojos en blanco.
-No –dijo Delly agarrando del brazo a Peeta y separándolo de mí. La mire con el ceño fruncido y sin entender nada de los que estaba pasando. –No voy a permitir que tires una gran oportunidad por la borda simplemente por pasar una sola noche con alguien que acabas de conocer y con la que puedes pasar todo el tiempo del mundo en Miami.
No tenía mucha relación con Delly y lo que acababa de decir mi había dolido. En ningún momento se me habría ocurrido a mí decir algo tan brusco de ella y más estando las dos en la misma habitación.
-¿Alguien me puede explicar qué demonios está pasando? –pregunté alzando la voz. Peeta lanzó una larga y severa mirada a Delly y después la relajó para mirarme a mí.
-Lo que ocurre es que nos han invitado a un baile benéfico al que van a asistir muchos empresarios de Europa a los que podría convencer para que se unieran a mi negocio. Pero –dijo resaltando la palabra y mirando brevemente a Delly –no te he traído aquí para que te aprendas de memoria este hotel, no he sido justo contigo y por eso, esta noche, quiero pasarla contigo.
Me mordí el labio por la ternura que desprendían las palabras de Peeta.
-Te agradezco muchísimo que me hayas traído aquí, de verdad. Y aunque me encantaría pasar esta noche contigo, no puedo permitir que no aproveches esta oportunidad –Delly respiró aliviada y sonrió. En cambio Peeta me miró triste y se pasó la mano por el pelo.
-Peeta –murmuró Delly –si te sirve de consuelo he pedido tres entradas, así, si ella quiere, puede venir.
Una pequeña luz se encendió en la mirada de él.
-¿Te parece buena idea? Así podría estar contigo y podría encontrar futuros clientes a la vez.
Lo sopesé por un momento. Podría ser una gran noche, bailaría con Peeta, hablaríamos… Pero también cabía la posibilidad de que se centrase tanto en los negocios que se olvidase de mí. Aunque también se suponía que este viaje era para estar juntos todo el tiempo posible.
-No puedo negarme a tal proposición –sonreí. Y entonces me di cuenta -¿es una cena de gala? Porque no he traído ropa bonita.
Peeta me abrazó y cuando se separó de mí dejó un brazo alrededor de mi cintura.
-Nadie se esperaba esto así que yo también tengo que comprarme algo y seguro que Delly también –la rubia asintió.
Salimos del hotel y nos metimos en un taxi que nos llevó al centro de la ciudad donde estaban las tiendas más caras.
Miré con envidia los escaparates y pensé en el poco dinero que tenía en mi cuenta bancaria. Si no le enviase prácticamente todo el dinero a Prim cada mes para que pudiera tener una vida digna podría permitirme perfectamente la ropa que se vendía en ese tipo de tiendas.
Noté una presión en la mano y me giré hacia Peeta que me sonreía.
-Hazme un favor y no mires los precios, lo voy a pagar todo yo, incluso lo de Delly –se acercó a mí más aun y me dio un beso en la coronilla.
-Pues entonces te deberé muchas cenas –le dije intentando calcular cuántas cenas podía permitirme.
-Me parece justo.
Entramos a la primera tienda y me negué a hacer caso a Peeta. Cogería el vestido más barato, daba igual lo feo que fuese.
La asistenta nos colocó a cada uno en un probador y nos fue entregando diferentes vestidos o trajes a cada uno. Mi plan de mirar primero el precio fue un total fracaso porque ni siquiera existía la etiqueta donde te señalaba el precio o la talla; así que me probé todos los vestidos descartando los que me quedaban grandes o pequeños. Intentaba adivinar el precio de los vestidos a través de la calidad del tejido pero llegó un momento en el que me estaba volviendo loca así que decidí hacer caso a Peeta y compré el vestido que más me gustaba.
Cogí un vestido verde oscuro que se ajustaba al pecho y a mi cintura y que después caía suelto hasta el suelo. Delly se decidió por un elegante vestido corto blanco y negro y Peeta se compró un bonito traje negro. De zapatos cogí los más sencillos y baratos ya que ni siquiera se iban a ver.
Volvimos al hotel para cenar y empezar a arreglarnos. Una vez en la habitación Peeta entró directamente en el baño para darse una ducha mientras yo preparaba la ropa y el maquillaje que iba a usar.
-Katniss –la cabeza mojada de Peeta se asomó por una pequeña rendija de la puerta del baño. Me giré hacia él y levanté una ceja. -¿Te importaría pasarme los calzoncillos y los pantalones del traje?
-¿Por qué no vienes tú a buscarlos? –le propuse con voz sugerente.
-No, por favor. Pásamelos –sonrió nervioso y yo no pude hacer otra cosa que acercárselos con la cara roja como un tomate.
Definitivamente pasaba algo. Todo iba bien entre nosotros hasta que algún tema relacionado con el sexo surgía.
Dos minutos después Peeta salió del baño vestido únicamente con los pantalones del traje y oliendo a su colonia, se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla antes de que yo entrase a la ducha.
En menos de una hora ya estábamos los tres completamente arreglados y en un coche que nos habían enviado para recogernos y llevarnos al baile benéfico. El edificio donde se iba a celebrar era enorme, en la entrada habían colocado varios valet que se hacían cargo de llevar los coches al aparcamiento y también había una zona acordonada tras la que estaban situados varias personas con cámaras, a nosotros no nos hicieron ninguna foto pero supuse que algún empresario importante aparecería aquella noche. Dejamos los abrigos en el guardarropa y nos dirigimos al salón principal.
Nada más entrar Peeta me cogió de la mano y me dio un leve tirón para que le siguiera a una zona un poco mas despejada.
-Katniss, quiero explicarte lo que ha ocurrido antes en la habitación –dijo directamente. –De verdad, pero no aquí. Créeme cuando digo que es por mí, no por ti. –saludó a lo lejos a alguien y volvió a centrar su vista en mí. –Quiero disfrutar de esta noche contigo, y te prometo que cuando volvamos a Estados Unidos te lo explicaré todo.
-De acuerdo, no te preocupes.
Me cogió de la mano y entramos en la gran sala donde se celebraba el evento.
Una gran cantidad de camareros estaban repartiendo bebidas y comida por todo el local, nos acercamos a uno y cogimos un canapé cada uno y una copa de vino. No pasaron ni diez minutos cuando alguien se acercó a Peeta para saludarlo y presentarse como el dueño de una gran empresa de pastelería, estuvieron intercambiando técnicas de decorar los pasteles. En todo el rato Peeta estuvo sosteniendo mi mano y me la apretaba de vez en cuando.
Me presentó a unos cuantos empresarios de los que no recordaría el nombre después.
-¿Te lo estás pasando bien? –me preguntó al cabo de una hora de haber llegado. Asentí con una sonrisa, aunque no fuese verdad. Me dio un tierno beso en los labios y yo cerré los ojos para disfrutarlo. –Si quieres luego podemos bailar juntos.
Esta vez sí que sonreí de verdad. Al ver que más personas querían hablar con Peeta decidí darme una pequeña vuelta por la sala y de paso coger otra copa más de vino. Cerca de la mesa de las bebidas vi que estaba Delly con un vaso de alcohol en la mano y observando fijamente en una dirección. Al llegar a su lado comprobé que a quien miraba era a Peeta.
-Hola –saludé.
Delly me hizo un gesto con la cabeza sin ni siquiera mirarme y se terminó su bebida de un solo trago.
-Tienes mucha suerte, ¿sabes? –me dijo. La miré interrogante y entonces se giró hacia mí. –De haber encontrado a Peeta. Y de que él te encontrase a ti. Espero que no le hagas daño.
Enarqué una ceja y la miré muy seria.
-¿De verdad? Porque yo creo que quieres lo contrario –ahora fue ella la que me miró sin comprender. –No te lo tomes a mal pero, no creas que no me he dado cuenta de la manera en la que lo miras. –nada más decir eso se puso roja. –No te preocupes, no pensaba decirle nada.
Se quedó callada unos minutos.
-¿No piensas decirme nada de que ni se me ocurra acercarme a él o algo así? –preguntó.
-¿Qué? No. Si algún día Peeta decide estar contigo en vez de conmigo no te lo reprocharía a ti, ni a él tampoco. Habría sido su decisión. –me terminé mi copa de vino y suspiré.
Delly abrió los ojos y volvió a fijar su vista en Peeta. Mi relación con Peeta iba muy bien, y yo tenía mucha confianza en mi misma. Pero si alguna vez él decidía dejarme no me enfadaría con él ni con la chica con la que se fuese, no podía enfadarme con alguien que me hubiese dejado de querer y menos con alguien como Peeta, al que no llegaría a merecerme ni en un millón de vidas. Porque tenemos lo que merecemos, pero yo no me lo merecía.
Mi chico giró la cabeza hacia nosotras al finalizar la conversación con una mujer mayor y vino hacia nosotras con una gran sonrisa.
-Delly, no te lo vas a creer, esa era Alma Coin, la mejor publicista de Estados Unidos y me ha dicho que vendrá a la fabrica para proponernos una buena campaña publicitaria. ¿Te lo puedes creer?
La rubia sonrió y abrazó a Peeta. Yo también sonreí, contenta por la noticia, pero no podía dejar de sentirme en un segundo plano en aquella situación. Era un viaje de negocios y yo lo sabía desde el principio pero supongo que las expectativas que me había creado del viaje no se habían hecho realidad. Cuando se separaron Peeta se plantó delante de mí y me cogió de las manos.
-¿Te apetece bailar ahora? –asentí y fuimos hacia la pista de baile. Me cogió de la cintura y empezamos a movernos al ritmo lento de la música. Rodeé su cuello con mis brazos y le sonreí. -¿Qué te parece si nos escapamos de esto un rato antes para ir al hotel y estar tranquilamente en nuestra habitación? –me susurró acercando sus labios a mi oreja.
-¿Estás seguro? No quiero interponerme en tus negocios.
-Completamente seguro. Mis negocios pueden esperar. Pero yo no puedo esperar a estar contigo a solas.
Me mordí el labio y apoyé mi cabeza en su pecho para que no viese el color rojo de mis mejillas.
-Vale –asentí con una sonrisa.
-Peeta Mellark –dijo alguien cerca de nosotros. Nos separamos y dejamos de bailar. Un hombre de mediana edad y bajito estaba frente a nosotros con una sonrisa. –Soy el CEO de la empresa de Alma Coin, a la que has conocido antes… Me gustaría hablar con usted.
Peeta le puso una mano en el hombro a aquel hombre y le sonrió educadamente.
-Ya he concertado una cita con Coin, hablaremos de negocios el día que vengan a nuestra fábrica. Así que ahora me gustaría poder bailar tranquilamente.
Abrí los ojos tanto que parecía que se iban a salirse de las cuencas. Cuando el hombre se marchó me giré sorprendida hacia Peeta.
-¿Pero estás loco? ¿Cómo se te ocurre no hablar con él? –le dije seriamente preocupada por el futuro de esa reunión que iba a tener en un principio.
-Sí que voy a hablar con él, el día que vengan a la reunión que hemos concertado. Además, yo ahora quiero bailar contigo.
Sonreí mientras sacudía la cabeza y le di un pequeño beso en los labios a modo de agradecimiento.
No sé cuánto rato estuvimos bailando, pero me lo pasé realmente bien. No dejamos de reírnos mientras bailábamos y dábamos vueltas a nuestro alrededor.
-Necesito sentarme un poco –le dije a Peeta. –Estos tacones me están matando.
-¿Y si mejor nos vamos al hotel? –me propuso con una sonrisa.
Le devolví la sonrisa mientras asentía con la cabeza y me dirigí al guardarropa en el que habíamos dejado los abrigos mientras Peeta iba a avisar a Delly de que nos marchábamos por si quería volver en el mismo coche.
-Delly se ha debido ir porque no la encuentro por ninguna parte.
Entramos en el coche y desde ese mismo instante no nos separamos. Estuvimos todo el trayecto besándonos dulcemente y repartiendo suaves caricias por nuestras caras.
Nada más pasar la puerta de nuestra habitación del hotel las manos se dirigieron a la cremallera de mi vestido y me la bajaron. La sorpresa tomó forma en mi cara y miré a Peeta interrogante, pero no me contestó y pasó directamente a besarme. Mi vestido desapareció de mi cuerpo en menos de dos segundos y me quedé con la ropa interior de encaje que me había puesto a propósito por si acaso la noche acababa de aquel modo.
-Madre mía… -murmuró Peeta mordiéndose el labio.
No era la primera vez que me veía así, de hecho la primera vez que me vio fue así. Pero supongo que no era lo mismo ver desnuda a una desconocida que ver desnuda a la chica que te gusta. Me quedé pensando si me pasaría lo mismo a mí con él teniendo en cuenta la cantidad de hombres desnudos que había visto. Comencé a desabrocharle la camiseta y cuando se la quité también me deshice de la camiseta interior de tirantes que llevaba debajo para que no se le transparentase la camisa. No estoy segura de si puse los ojos en blanco o si me puse bizca, pero Peeta se rio ante el gesto que hice con los ojos. Pero no podía haber reaccionado de otra manera al ver su torso.
Puso sus manos en mi cintura y me empujó levemente hacia la cama para que me tumbase en ella con él encima. Alcé mi cabeza para llegar a sus labios y pegarme a ellos como si fuese lo único que podía mantenerme viva. Y entonces noté una presión en mi entrepierna que consiguió que toda mi sangre se posara en mis mejillas.
No sabía de dónde había salido esa faceta de Peeta pero no me desagradaba en absoluto. Un pequeño gemido salió de mi garganta que consiguió que Peeta se separase de mí y me mirase con una sonrisa pícara, me puse aún más roja si era posible y me mordí el labio de los nervios. Y entonces ocurrió algo que no me esperaba.
Peeta se apoyó sobre su brazo derecho y metió su mano izquierda en mis bragas para empezar a acariciar mi clítoris con sus dedos. Mis uñas se clavaron en su brazo por la sorpresa y por el placer y me boca se abrió en un mudo gemido.
-¿Te gusta? –me susurró.
-Sí –gemí. –No pares.
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando noté uno de sus dedos dentro de mí. Me mordí el labio para deshacer el gemido que luchaba por salir de mi garganta, me agarré con más fuerza a sus hombros y escondí mi cara en el hueco de su cuello.
Hacía mucho tiempo que no me tocaban de esa manera. Gale sabía tocarme muy bien pero no lo hacía como Peeta. El rubio lo hacía con cariño y sin esperar nada a cambio, lo hacía porque quería. Sin embargo, Gale lo hacía porque sabía que después se lo iba a hacer yo
Llegó un momento que no pude contener los gemidos y salieron disparados por mi boca. La sonrisa de Peeta no abandonó su cara en ningún momento y yo me sentí sumamente feliz al ver que le gustaba que yo disfrutase. Noté como iba a llegar pronto al clímax y clavé mis dientes en su clavícula mientras explotaba. Cerré los ojos y me escondí en su pecho mientras él retiraba su mano. Respiraba con dificultad y tenía una gran sonrisa en mi cara.
Me atreví a mirarle pasados unos segundos y me mordí el labio avergonzada por los ruidos que había hecho. Él estaba sonriendo y no pude evitar ponerme más roja que un tomate.
¿Por qué me pasaba esto? Gale me lo había hecho millones de veces y nunca había tenido esta reacción. Nunca me había ruborizado por sentir vergüenza al mirar a la persona que me había tocado. Me estaba comportando como una adolescente.
Busqué sus labios desesperadamente y no me separé de él en los siguientes minutos.
-¿Me dejas ahora a mí? –le pregunté medio temerosa por su respuesta. Teniendo en cuenta todas las veces que me había cortado no sabía si aceptaría que yo también le tocase.
Por respuesta me cogió la mano y me la metió bajo sus pantalones desabrochados y bajo sus calzoncillos. Agarré su miembro con mi mano derecha y comencé a acariciarlo con dificultad debido a la ropa que llevaba por encima. Peeta se dio cuenta y se bajó los pantalones hasta la mitad de sus muslos. No pude evitar desviar mi mirada hacia abajo y para variar me puse roja al ver su miembro. No era el más grande que hubiese visto nunca, ni el más grueso, pero podía dejar atrás a la mayoría de los clientes que había tenido, incluido Gale.
-¿Te estás poniendo roja? –me preguntó mostrando su perfecta sonrisa. Le saqué la lengua y decidí concentrarme en lo que tenía entre las manos. Seguí masajeando su miembro lentamente, comprobando que lo hacía bien al ver cómo Peeta tragaba saliva antes de suspirar y viendo cómo cerraba los ojos y abría la boca poco a poco. Esta vez era mi turno de hacer que se sonrojase. Aumenté el ritmo notablemente y obtuve un gruñido de placer como respuesta. –Dios mio… -susurró con una voz ronca. –No pares, por favor.
-No lo haré –ronroneé.
Intenté aumentar más el ritmo pero me di cuenta de que las manos me temblaban. Estaba nerviosa y no sabía por qué. Había hecho eso millones de veces, sabía perfectamente cómo se hacía.
Ni siquiera con Gale me había ocurrido aquello la primera vez. Tragué saliva para intentar relajarme y decidí hacerlo lo mejor que sabía. Peeta se tumbó sobre su espalda y se puso las manos sobre la cara. Me mordí el labio y dos segundos después recorrí con mi lengua toda la longitud de su miembro, sacando un gran gemido de sorpresa y de placer de su boca. Se medio incorporó apoyándose en sus codos y me miró con los ojos abiertos. Aproveché la oportunidad y mientras mantenía la vista fija en él me metí lentamente su pene en mi boca a la vez que jugaba con mi lengua. Peeta se volvió a tumbar de un golpe con un gruñido.
-Katniss –dijo apresurado un minuto después.
-¿Qué ocurre? –pregunté preocupada.
-Para, para –al mirarle interrogante, se puso rojo –No quiero correrme así.
Aquello también era nuevo para mí. Nunca antes me habían avisado de que se iban a correr, y mucho menos habían decidido no correrse. Mi sorpresa duró más de lo normal pero no tardé en colocarme a horcajadas sobre él y darle un largo beso. Sus manos se posaron sobre mis pechos cubiertos por el sujetador y los comenzaron a masajear con cariño.
-Peeta… -susurré prácticamente pegada a sus labios. Abrió los ojos y me miró fijamente. –Muchas gracias por todo. Por haberme invitado, por el baile y… por todo. En realidad… gracias por haber aparecido en mi vida.
-De nada –sonrió. –Pero el que debería dar gracias por haberme aceptado en tu vida debería ser yo –negué con la cabeza mientras sonreía y suspiré. –De verdad te digo que me hubiese gustado pasar mucho más tiempo contigo este fin de semana.
-Bueno, si no hubiese venido habríamos pasado juntos mucho menos tiempo, ¿no?
Su sonrisa se ensanchó y me estrechó aún más entre sus brazos. Suspiró y me dio un beso entre mis pechos.
¿Qué os ha parecido? Por favor necesito que me digáis qué os ha parecido el capítulo después de tanto tiempo sin subir.
¿Os esperabais que pasase eso entre Peeta y Katniss?
Volveré a mandar un PM adelantado a aquellas personas que me dejen un review con un pequeño fragmento del siguiente capítulo.
¿Qué creéis que pasará en el futuro? Como siempre si os gustaría que pasase algo me lo podéis dejar en los reviews y yo miraré si puedo introducirlo en la historia.
MUCHAS GRACIAS A TODOS POR LEER Y MUCHAS GRACIAS A LOS QUE ME COMENTARON EN EL CAPÍTULO ANTERIOR:
-Valeria
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