Este fic participa en el reto anual "Long Story 4.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black

Disclaimer: el potterverso le pertenece a Rowling.

Quiero agradecerle a Druida su paciencia, disposición y consejos. También a YUKI NICKY1 quien vio nacer la idea del fic en nuestras entretenidas conversaciones y quien me animó a continuarla.

Esta es mi primera participación en este foro con un fic, espero les agrade xD.


Capítulo 1

Después de un suculento almuerzo en la Madriguera, se prepararon y partieron hacia el número 12 de Grimmauld Place. Había mucho por hacer para dejarlo en condiciones y celebrar ahí su cumpleaños. Harry deseaba pasar ese día en la casa recientemente heredada, no podía tener a su padrino pero sí podía estar dónde había vivido los últimos tiempos. La señora Weasley tenía todo listo y en mente para hacer de esa cena un evento alegre, lleno de risas y anécdotas que pudieran borrar los malos recuerdos, aunque sólo fuera posible por unas horas.

Hermione hizo lo mejor que pudo y, como era de esperarse, su primer instinto fue hacerlo a la manera muggle, es decir, ensuciándose las manos, no podía evitarlo, era más fuerte que ella el impulso de tomar un trapo y comenzar a limpiar los muebles. Tomó consciencia de lo que hacía cuando escuchó a los demás reír bajito detrás de ella y los vio sacudir la cabeza, se sonrojó furiosamente, había sido atrapada una vez más tropezando con los resabios de su educación previa, esos pequeños despojos que, como las migas de Hänsel y Gretel, la llevaban de regreso a su hogar de la infancia.

Intentó mantener la calma y no mostrarse afectada, después de todo, estaban ahí por Harry, no debía sentirse mal porque él la necesitaba entera y alegre, suficiente tenía con la muerte de Sirius. Dejó el trapo a un costado y fue al baño, se miró al espejo y su mano instintivamente se movió hacia el lugar en el que debería haber una jabonera pero sólo apretó el aire. Su frustración creció, no podía ser posible, volvía a cometer el mismo error a sólo minutos del primero, volvía a intentar hacer las cosas como una muggle, no conjuró un hechizo, no transfiguró algún elemento, sólo buscó un jabón en un lugar donde no habría uno.

Estaba enojada consigo misma, no quería ver a nadie por un buen rato, por lo menos hasta que su frustración fluyera y pudiera compartir sonrisas y bromas con los Weasley, Harry y los demás que también aparecerían: Tonks, Remus, el profesor Dumbledore, la profesora Mcgonagall, Moody, incluso Fleur iría. Suspiró y se escabulló hacia la biblioteca, lugar que se volvía su santuario, lugar que la serenaría y calmaría.

Apenas entró pudo ver que estaba cubierta de un halo de polvo, cerró los ojos y respiró profundo dejando que sus pulmones se llenen de ese característico aroma a libros viejos. Le hubiera gustado decir que era desagradable estar allí pero, todo lo contrario, se sentía casi una arqueóloga deambulando por los antiguos tomos de la familia Black, sólo podía sonreír satisfecha. Pasaba su mirada por el lomo de los libros pero no sus dedos, no quería romper la magia que parecía envolver los alrededores, se sentía casi una intrusa dentro de lo que el paso del tiempo preservaba.

Avanzaba paso a paso con las manos bien sujetas en su espalda hasta que una sección en particular llamó su atención y la observó detenidamente, no se había percatado de ella anteriormente. Los libros allí tenían escritura cuneiforme, la escritura más antigua que se conserva en el mundo, ¿sería posible que los Black tuvieran copias de las transcripciones en arcilla de la antigua Mesopotamia? Por supuesto que sí, su biblioteca era de las más antiguas y completas del mundo mágico británico así que eso era más que posible. Hermione perdió el aliento al observar que en uno de los estantes había tablillas fenicias, incluso de Babilonia, y estaba segura que si hurgaba un poco más, encontraría algunas de la vieja Acadia o Persia.

Estaba completamente abstraída por el tesoro que había encontrado hasta que una caja con símbolos egipcios llamó su atención. Mordió su labio inferior mientras sus manos parecían ser atraídas y sin siquiera respirar la tomó y observó por unos segundos, era en extremo delicada, cubierta de oro puro con gemas injertadas, pintada con delicadeza. Se preguntaba si era auténtica o una imitación muy bien lograda pero, sobre todo, se preguntaba qué contendría.

Su curiosidad, esa pequeña sensación que se alojaba en la base de su estómago, que entumecía sus brazos y aceleraba su corazón, le gritaba que investigara qué era eso que tenía en sus manos. Para su sorpresa no había ninguna traba o pequeña cerradura, parecía ser que lo único que necesitaba hacer era levantar la tapa y descubriría su secreto, eso la emocionaba.

Como si se tratara de un antiguo libro a punto de deshacerse entre sus dedos, levantó con lentitud la tapa y sus ojos se deleitaron con el contenido, un sencillo brazalete de oro. Verificó que no tuviera hechizos o encantamientos sobre él y lo tomó, lo miraba con cierto asombro, era simple y liso pero su brillo cautivaba, la embelesaba. Pasó sus dedos sobre él y notó que en la cara interna había unas iniciales: B.D.B.

¿Sería imprudente usarlo? se mordía el labio como queriendo sujetar ese deseo naciente en ella, miró hacia la puerta, podía escuchar que los demás estaban abajo, la señora Weasley regañaba a los gemelos, Ginny estaba con Harry y Ron, el estruendo de unos platos cayendo le indicaba que Tonks ya había llegado y pronto estaría Remus. Cerró los ojos y suspiró, fue hasta la entrada de la biblioteca, cerró la puerta y volvió su mirada hacia el brazalete una vez más. En su interior, dos fuerzas pujaban con igual ferocidad, la que le decía que se probara el brazalete y la que le gritaba que eso era una total imprudencia.

Con un rápido movimiento que tenía más de osadía e insensatez que de buen juicio y cordura, se colocó la joya en la muñeca izquierda. La sensación fue instantánea y duró menos de un segundo, una fuerte presión en la boca de su estómago seguida de una sacudida y falta de aire, algo similar a una aparición pero diez veces mayor.

Casi cae al suelo pero logró mantener el equilibrio, llevó una mano a su cabeza y la otra a su estómago, estaba mareada. Cuando se recuperó un poco y miró los alrededores casi dejó de respirar: todo estaba reluciente, los vidrios de las ventanas estaban impecables, la alfombra parecía nueva, las cortinas de terciopelo no estaban raídas y manchadas sino que mantenían un vivo color esmeralda, los muebles y libros estaban impolutos, la araña del techo iluminaba el ambiente con una cálida luz amarilla.

—¡Qué demonios! —dijo casi para sí misma.

Unos gritos llamaron su atención, identificaba claramente la voz del retrato pero su vocabulario no estaba limitado a los insultos que propinaba hacia 'mestizos', 'sangresucias', y 'traidores a la sangre' como acostumbraba. Hermione se sorprendió, lo que escuchaba casi sonaba como los regaños de una madre a un hijo, eso la desconcertó, fue hasta la puerta, la abrió con cautela y lo que vio la dejó sin aliento, ante sus ojos la propia Walburga estaba parada a unos metros de ella, sujetando del brazo a un joven de cabello negro mientras le siseaba amenazadoramente

—Harás los honores como corresponde, no deshonres a la familia, ¡compórtate!

Con la misma cautela con la que abrió la puerta la volvió a cerrar, llevó sus ojos al brazalete con la intención de sacárselo pero, en ese mismo momento, advirtió que su mano, su brazo, su cuerpo no eran los de ella. Con desesperación tocó su rostro y al tacto sentía que no era el suyo, pasó su mano por su cabeza y donde debería haber una mata de rizos rebeldes había un peinado bastante elaborado, como los que solía ver en los retratos victorianos en los museos. Ahogó un chillido en su garganta y con rapidez se sacó el brazalete sólo para volver a sentir esa presión en la boca de su estómago, el súbito tirón y encontrarse tumbada en el suelo.

Se levantó lentamente, respiraba con dificultad y su corazón latía muy rápido, sentía ese bombeo constante aturdiendo sus oídos, trataba de serenarse, de recuperar el aliento, miró su muñeca, tenía puesto el brazalete.

Pero si acabo de sacármelo, pensó y volvió a retirarlo dejándolo caer al suelo, lo observaba desde la distancia.

¿Qué demonios acaba de pasar?, esos eran Walburga y… y… ¿Sirius?, ¿ese era Sirius Black?, se preguntaba y repreguntaba, su mente lógica sólo le daba dos posibles respuestas y ninguna la satisfacía por completo, lo único que tenía claro era que definitivamente se trató de un viaje, el problema era a dónde y cómo.

Por un lado pensaba que podría haber sido llevada a los recuerdos de la dueña de ese cuerpo que vio como propio, tal vez ese brazalete era algo similar a un pensadero, y lo que había visto se trataba de una escena capturada en el espaciotiempo por la joya. La segunda opción que barajaba era que, en efecto, había viajado en el tiempo pero no físicamente sino mentalmente, su consciencia atravesó las décadas hasta algún momento en el que Walburga vivía y regañaba a su hijos. Lo segundo parecía lo más probable, sobre todo teniendo en cuenta que recordaba habérselo sacado en esa especie de pasado pero aún lo tenía puesto al regresar, era como si al retirarlo de su muñeca se hubiera interrumpido la conexión y la hubiera liberado.

Dudaba… ¿cuál de las dos opciones era la correcta?, la única forma de comprobarlo era, precisamente, volviendo a usar la joya y experimentar, tal vez interactuando con lo que la rodeaba le daría lo que su mente inquisitiva buscaba. Miró el brazalete que aún estaba en el suelo y lo recogió con su mano derecha, amagó con volver a ponérselo pero se detuvo mordiéndose el labio. La duda y el miedo comenzaron a invadirla, imaginaba posibles consecuencias de lo que podría pasar si se trataba de uno u otro caso, sobre todo si se trataba de lo segundo, interferir con el pasado podría ser devastador. Sin embargo, si sólo eran unos minutos, ¿cuánto daño podría hacer?, no mucho, ¿no es cierto?

Su curiosidad pudo más y se volvió a colocar la joya en la muñeca izquierda sintiendo la misma sensación una vez más. Miró a su alrededor ¿qué podría hacer para saber si había viajado en el tiempo? Decidió marcar unas runas en el borde de uno de los estantes de la biblioteca. Al terminar quedó unos segundos observando la varita que tenía entre sus dedos, no parecía ser manufactura de Ollivander. Estaba abstraída con la delicadeza de los trazos cuando, de repente, la puerta se abrió y quedó petrificada al ver a una elegante bruja de rizos castaños y tez pálida, vestida con una túnica color borravino que la miró con altivez. Toda ella destilaba alcurnia pero a Hermione le llamó la atención su cabello, pensaba cómo haría para tenerlo así a pesar de sus rizos, se preguntaba si sería algún hechizo, alguna poción o cataplasma. En el momento en el que la extraña elevó una ceja y sonrió se dio cuenta, esa no era otra más que Bellatrix Lestrange, una joven Bellatrix Lestrange, o tal vez aún era Black.

El miedo la dominó al instante, se sintió descubierta y la adrenalina fluía en ella despertando todos sus instintos de sobrevivencia, quería huir pero no podía moverse, sólo pudo escuchar que dijo —Dru, debemos irnos, madre nos espera— y tras esas palabras la joven bruja oscura se retiró, cerrando tras de sí la puerta. La castaña juntó coraje y se sacó el brazalete, apareciendo una vez más en la sombría habitación, estaba sola, tirada en el suelo, miró su muñeca y volvió a retirar el brazalete con rapidez. Cuando se recuperó de la impresión, vio las marcas que había dejado en el estante pero éstas estaban atravesadas por el paso del tiempo, añejadas. Estaba confirmado, había viajado al pasado.

¿Cómo? ¿Cómo era posible? Su mente lógica dominó su miedo y los detalles de esa breve experiencia se dispusieron frente a ella como si se tratara de una mesa de disección, la varita y ese cuerpo no eran los de ella y una joven Bellatrix la había llamado Dru, claramente un diminutivo. Miró aún más detenidamente el brazalete, deteniéndose en las iniciales B.D.B., 'D' de Dru ¿existía una Black en el árbol genealógico con esas iniciales? Debía resolver el acertijo, la dueña de ese extraño brazalete era una Black, ¿a quién más le pertenecería sino?

Entendía que cuando se colocaba la joya, se conectaba con quien la estuviera usando en el pasado, tomaba posesión de algún cuerpo, y cuando se la retiraba, interrumpía ese lazo pero sólo en aquel pasado y por eso en su presente aún la conservaba en su muñeca. Si aquella persona se colocaba el brazalete cuando ella lo tenía puesto en el presente ¿tomaría posesión de su cuerpo tal como ella lo había hecho? Se espantó con la idea, aun así, debía investigar.

El apellido de la dueña iniciaba con 'B' y Bellatrix estaba ahí, debía ser una Black pero, ¿quién? No podía ser una squib porque poseía una varita, además de que la 'querida' Bella la trató casi con cariño, en ese 'Dru' hubo un dejo de confianza e intimidad. Fue hasta el inmenso y funesto tapiz, sus ojos seguían las líneas y ramificaciones, lo observaba cuidadosamente, pasaba por cada nombre pero nada, ni en la generación de Sirius ni mucho antes había alguien con esas iniciales. Sentía que la frustración la dominaba cuando un "plop" la sacó de sus cavilaciones y dio un pequeño respingo, era Kreacher que estaba frente a ella escupiendo los insultos que solía dar por su presencia.

—¿La sangresuc...— se interrumpió y corrigió —la 'señorita' desea algo?

Hermione se mordió los labios, ese elfo podía darle algunas respuestas, nadie mejor que él para hablar de la familia Black, respiró profundo porque sabía que no sería fácil escuchar los insultos que seguro le propinaría.

—En realidad sí, mmmm, ¿sabes de alguna Black con las iniciales B.D.B.?

El elfo la observó intrigado con los ojos entrecerrados, parecía contener dentro suyo cierto entusiasmo porque si había algo que amaba, era hablar de la Noble y Ancestral Casa de los Black —Kreacher no sabe de ningún miembro de la familia con esas iniciales, ninguno salvo Madame Druella Black, pero Madame no tiene otro nombre, Druella es el primero y único.

Hermione miró hacia el tapiz queriendo ubicar a la mencionada y vio que era la madre de Bellatrix, Andrómeda y Narcissa. Sin embargo, la mano que sostenía la varita que utilizó era joven y Bellatrix mencionó que 'madre' las esperaba, es decir, Druella misma.

—No, pensaba en otra persona… no lo sé… —suspiró con frustración—, pensaba en una Black que tuviera la edad de Sirius antes de que él se marchara de Grimmauld Place. —Ese era un indicativo de la época, había visto a Walburga discutir con un joven Sirius.

Tras murmurar un "traidor a la sangre" y "vergüenza de la noble estirpe de los Black", Kreacher volvió a dirigirse a Hermione:

—Kreacher conoce muy bien la genealogía de la familia y sabe que no existió ninguna Black con esas iniciales —dijo casi indignado.

Hermione no apartaba sus ojos del tapiz.

—¿Sabes si a Andromeda la llamaban 'Dru'? —Eso era posible, sus padres solían llamarla Mione así que era plausible que a Andrómeda la llamaran Dru, aunque resultaría extraño.

—No —respondió enfáticamente—, a la traidora la llamaban Andy, no 'Dru' —siseó con indignación.

Ya decepcionada, se disponía a dejar de indagar sobre el brazalete por el momento, tal vez si le preguntaba a Remus tendría algunas respuestas más útiles. Estaba por dejar la habitación cuando Kreacher volvió a hablarle.

—Pero sí existió una joven con esas iniciales —La castaña giró con rapidez hacia él, con los ojos bien abiertos mientras continuaba hablando—, aunque no era una Black… era la noble señorita Berenice Drusila Burke, bisnieta de Belvina Black y Herbert Burke.

B.D.B. Berenice Drusila Burke… 'Dru', pensó con alegría.

—¿Qué, qué sabes de ella? —Su curiosidad la dominaba y apenas podía con ella.

Kreacher entrecerró los ojos, la miraba con suspicacia, no podía desobedecer a Harry por más que así lo deseara, él ahora era su amo y le había ordenado obedecer a esa sangresucia.

—Kreacher sabe que la señorita Burke y su hermano pequeño llegaron al hogar de Madame Druella antes del verano de 1977, murió pocas semanas después y el niño desapareció… pero el traidor Sirius Black ya no vivía en Grimmauld Place y usted dijo que debía ser en la época que él vivía aquí.

Si no era Sirius… ¿a quién estaba hablándole Walburga?, pensó antes de sacudir su cabeza y preguntar—: ¿Cómo murió esa bruja?

—Kreacher sólo sabe lo que Madame Druella Black le contó a Madame Walburga. Una tarde la señorita Burke llegó muy cansada y fue a su habitación sin pronunciar palabra, unas horas después la señorita Bella la encontró sin vida recostada en su cama, fueron por su hermano pero éste ya no estaba. Nadie supo qué ocurrió con ellos, Kreacher pudo escuchar cómo todos decían que tuvo el mismo destino que sus padres, tíos y abuelos, mencionaron algo sobre la 'Maldición de los Burke'.

El silencio los invadió, no había nada más que el elfo pudiera decirle así que le agradeció y lo despidió: —Gracias, Kreacher, has sido muy amable.

Él la observó unos segundos y preguntó con cierta suspicacia:

—¿Puede Kreacher preguntar por qué a la sangresuc-señorita le interesa saber sobre la noble señorita Burke?

Dudaba si responder o no la pregunta pero decidió que tal vez si lo hacía, obtendría más información.

—Estaba en la biblioteca cuando... —Miró su bolsillo y sacó el brazalete—, cuando encontré esto.

El elfo abrió los ojos de par en par.

—¡El brazalete de la noble señorita Burke! —chilló y comenzó a temblar mientras lo señalaba y decía—, objeto maldito, no debería tenerlo, la noble señorita Burke nunca se lo sacaba y fue lo único que no estaba entre sus cosas cuando falleció. —Kreacher la miró aprehensivamente y se alejó murmurando cosas como "sangresucias inconscientes que no respetan los objetos mágicos y antiguos".

Lo que le había dicho el elfo la afectó, sabía que no debía conservarlo, que lo mejor era entregárselo a Remus o a Moody o a Tonks pero no podía dejar de admirarlo. Se sentía atraída por él, conectada a él, lo tenía en su bolsillo y no alejaba su mano como si temiera perderlo en cualquier momento. Recordó 'El Hobbit' y 'El Señor de los Anillos' y se rió negando con la cabeza

—Mi precioso —murmuró con sorna, burlándose de sí misma mientras imitaba a Gollum. La voz de la señora Weasley la trajo de sus pensamientos, la cena de cumpleaños estaba lista y debía bajar, miró el brazalete y lo guardó entre sus cosas, ya habría tiempo de mostrárselo a los demás.


Era sábado y con la lista de libros en mano se dirigieron al Callejón Diagon a hacer las compras. El corazón se le estrujó al ver lo vacío que estaba todo, especialmente al pasar por el frente del negocio de varitas de Ollivander, estaba destruido y el dueño desaparecido, presumiblemente muerto. Lo único que alegraba los alrededores era Sortilegios Weasley, el negocio de los gemelos. La castaña pensaba que las risas eran la mejor manera de mantener viva la esperanza en los corazones de todos.

Ver a Draco Malfoy en Malkin no fue del agrado de ninguno, especialmente por la ira contenida y acumulada en Harry y el desprecio que destilaba el rubio y su madre. Hermione no pudo detener a su amigo cuando éste decidió seguir a Malfoy y vio cómo se dirigió al Callejón Knockturn, ella y Ron decidieron acompañarlo. Intuía que la obsesión de Harry traería malas consecuencias pero no lo abandonaría, no lo había hecho antes, no lo haría ahora, pero eso no significaba que le daría la razón en todo, menos cuando acusaba al rubio de ser un mortífago, de haber recibido la marca. Lamentablemente, esta negativa por parte de ella terminó en una discusión, Harry se alejó de prisa y Ron fue tras él, no sin antes mirar a Hermione con algo de dolor, él entendía a ambos pero sentía que su amigo lo necesitaba más en ese momento. Ella simplemente sonrió y asintió con la cabeza dándole el permiso que silenciosamente le pedía, así quedó sola, en el límite de ambos callejones.

Se sentía triste e impotente, no sabía cómo consolar a Harry, no sabía qué debía decir para no alentar los fantasmas que el dolor y la soledad provocaban, no sabía qué hacer. Llevó sus manos a los bolsillos y sintió el brazalete una vez más, se había olvidado que aún lo tenía con ella, lo sacó y lo observó detenidamente. En ese momento, pensamientos turbios y peligrosos se asomaron por su cabeza.

Si esto me permite viajar al pasado... podría... podría cambiar las cosas... podría evitar tanto dolor y muerte... podría hacer algo por Harry… podría avisar de alguna manera, impedir que algunas cosas pasen… Miró cómo se alejaban sus amigos y se perdían entre la multitud que ingresaba al negocio de George y Fred.

Suspiró, sabía que era una temeridad volver a usar el brazalete pero la curiosidad era más fuerte que su sentido común en ese momento, haber discutido con Harry, sentir que no podía hacer nada, la había dejado vulnerable a la tentación. Ahora también se preguntaba si para que tuviera efecto, debía estar en la biblioteca de los Black o si eso había sido casualidad, tal vez la joya la transportaba sea dónde sea que estuviera su dueña en el pasado. Aunque si debían estar en el mismo espacio pero una en el pasado y la otra en el presente, sería imposible que volviera a funcionar, ¿cómo sabría ella dónde estaba esa bruja? Eso confirmaría que las veces anteriores habían sido sólo una coincidencia; sin embargo, si la transportaba sea dónde sea que su dueña estaba, sería útil. Debía averiguarlo, sólo volviendo a utilizarla se quitaría la duda.

—Una vez más, sólo una para ver si puedo hacer algo —se dijo a sí misma.

Cerró los ojos y tomó aliento antes de volver a sentir esa incómoda sensación de succión y aprensión que las últimas dos veces la marearon. Cuando terminó, levantó su mirada pero esta vez algo diferente había pasado, no podía ver el Callejón Diagon a través de los ojos de esa bruja que Kreacher le dijo que se llamaba Berenice Drusila Burke, ni siquiera estaba en una habitación o mansión o lugar reconocible. Comenzó a desesperarse, se miró y era ella misma en su propio cuerpo, estaba en lo que parecía ser una habitación brumosa, todo era oscuro, sentía como el frío calaba dentro de ella, sentía que como si se desvaneciera en sí misma, algo similar a lo que producían los dementores cuando estaban cerca, ¿qué demonios ocurría?

—Tú y tu maldita curiosidad, Hermione —se reprendió a sí misma mientras se agarraba la cabeza y se ponía en cuclillas—. siempre eres tan cuidadosa, nunca haces nada impulsivo y vas y te pones un objeto maldito en la muñeca... objeto que, dicho sea de paso, robaste... nunca le dijiste a Harry o… o a los demás... que… que… ¡Oh, Merlín! ¡¿Qué he hecho?! —chillaba bajito.

Antes de que pudiera ahogarse aún más en su propia frustración, escuchó los ecos de unos pasos que se acercaban, se incorporó de golpe y se tensó. La bruma que la rodeaba comenzó a abrirse dejando ver a una jovencita que tendría su misma edad, estaba vestida de negro con un aire similar al de la Bellatrix en el Departamento de Misterios. Era bastante alta y muy pálida, su cabello era mayormente gris aunque tenía algunos mechones negros, eso le resultó extraño a la castaña, lucía más bien ceniciento y le recordaba los restos que quedan en la chimenea una vez pasado el invierno. Caminaba hacia ella, cuando estuvieron frente a frente, Hermione pudo admirar unos ojos grises y fríos como el acero, el semblante de la bruja era serio y sombrío.

—¿Quién eres tú y qué haces aquí? —preguntó la desconocida.

—Primero dime tu nombre —respondió la castaña, con temor pero guardando su postura estoica, tanteó en busca de su varita y casi le da un paro cardiaco al notar que no la tenía.

—Estás en mi mente y creo que tengo derecho a saber quién eres... —respondió con autoridad mientras elevaba una ceja ante una perpleja Hermione—, además, no es la primera vez que irrumpes aquí... sino la tercera.

Hermione estaba estupefacta y boqueaba como un pez... ¿esa era Berenice Drusila Burke?

—Pues... yo... —comenzó a balbucear.

—Hmmm, Hermione Jean Granger, por tu nombre eres una bruja sangresucia o mestiza y... — Entrecerró sus ojos como si hiciera un gran esfuerzo —Y eres de otra época.

Palideció —¡¿Có-cómo sabes eso?! —Ahora el miedo sí la inundó por completo.

—¿Acaso no lo dije? Estás en mi mente, yo controlo lo que ocurre aquí y tú ahora formas parte de ella —Sonrió, el cansancio en ella era visible.

—Debo, debo irme... —Quiso sacarse el brazalete pero no pudo, comenzó a tirar de él pero no había caso, no se abría ni deslizaba— ¡Déjame, déjame ir! —gritó.

La joven la miraba con aburrimiento.

—Lo haría con gusto, no sin antes tomar precauciones para que no vuelvas a aparecerte por acá… pero lamento decir que llegaste en un momento algo inoportuno, por decirlo de alguna manera. —Miró sus uñas como si eso fuera más interesante que la desesperación de su interlocutora.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué significa eso? —preguntó totalmente angustiada, al borde de las lágrimas y reprendiéndose a sí misma por su estupidez, por no hacerle caso a Kreacher, por experimentar sin tomar las medidas de seguridad adecuadas.

—Pues...— Comenzó a decir mientras se acercaba más a Hermione—, acabo de sufrir un intento de asesinato, me encuentro inconsciente y ya debería estar muerta... pero algo lo interrumpió… —Miró a Hermione con intensidad—. Tu llegada evitó que muriera.

Esas palabras hicieron que Hermione se serenara, su corazón altruista no pudo más que conmiserarse ante alguien que decía haber sido... ¿casi asesinada...? Kreacher había dicho que esa joven había muerto de manera misteriosa, ¿podría ella haber llegado en el momento justo y haberlo evitado?

—¿Quién...? ¿Cómo...? ¿Por qué...? —comenzó a balbucear.

—Muchas preguntas. —Volvió a sonreír, aunque esta no llegaba a su mirada cenicienta que parecía guardar un inmenso cansancio, una fatiga añeja—. Digamos que lo último que recuerdo con certeza es estar exigiéndole una rendición de cuentas del negocio al señor Borgin, lo que responde al quién, cuando me ofreció una bebida que estúpidamente acepté, algo que responde al cómo y, diría que, la ambición responde al porqué. —Miró el suelo y suspiró—. Mi hermano y yo somos los herederos de la mitad de su negocio, si desaparecemos siendo los últimos de nuestra familia, él sería el único dueño de 'Borgin y Burkes' del Callejón Knockturn, entre otros.

Hermione dejaba ver todo su horror en su expresión, además de su sorpresa al escucharla hablar con tanta parsimonia y tranquilidad sobre su propio intento de asesinato y el potencial peligro de su hermano, ¿no tenía sangre en las venas esa chica? En ese momento recordó que una vez el señor Weasley había comentado que nada se sabía de los Burke y que el señor Borgin manejaba sospechosamente el negocio desde hacía décadas.

Tras un segundo de silencio, inquirió a la intrusa una vez más:

—He respondido tus preguntas, pero tú no las mías. Sé quién eres, pero no me has dicho por qué estás aquí. Puedo ver que llevas mi brazalete, algo que me lleva a preguntarme cómo lo obtuviste.

—Dices que puedes saber todo de mí por estar en tu mente, ¿acaso no lo has averiguado ya?

—No le negarás a una moribunda el placer de una conversación, ¿o sí? —Sonrió con malicia—. Evítame el esfuerzo de escudriñar tu mente, eso sólo me debilitaría más y podría morir… ¿tu conciencia estaría tranquila con ello?

La castaña tragó fuerte, sabía que estaba queriendo manipularla pero su corazón compasivo hablaba más fuerte que su mente calculadora.

—Sabes quién soy... me llamo Hermione y encontré este brazalete en Grimmauld Place… bueno, yo... me di cuenta... me di cuenta que al ponérmelo podía... podía viajar al pasado, no sabía si era una especie de pensadero o si realmente podía viajar, por eso volví a intentarlo…

—Esa fue la segunda vez que te sentí y por eso hiciste que marcara runas en el estante de la biblioteca —agregó ella de manera reflexiva.

—Así es… eso me respondió que, efectivamente, había viajado al pasado y que podía actuar en él, intervenir. —Suspiró antes de agregar con cansancio y frustración en su voz—. Y ahora... ahora pensé que... pensé que tal vez... tal vez yo...

—Podrías cambiar algunos acontecimientos —resolvió al verla tan dubitativa.

—No sabía qué ocurría, pude ver que no era mi cuerpo y pude averiguar que este brazalete perteneció a Berenice Drusila Burke, o sea... o sea a ti —La chica asintió aprobando esas palabras— pero quería saber un poco más antes de... bueno... de hacer algo.

—Hmmm... dices que encontraste ese brazalete en lo de mi estricta e inflexible tía Walburga— ante esas palabras Hermione sonrió —eso sólo significa que Borgin tuvo éxito y me borró del mapa, significa que traicionó mi linaje, faltó a su palabra y se apoderó de parte de nuestro negocio. Mi hermano, mi pequeño hermano...— la furia parecía comenzar a dominarla pero en un parpadeo la controló—. Tu llegada evitó mi muerte.

Hermione sintió un escalofrío al ver que esa chica sonreía de lado con malicia y que sus ojos brillaban con cierta locura.

—Creo, mi querida intrusa, que has provocado el primer cambio en el pasado, uno que no esperabas y que tal vez desencadene un efecto dominó imprevisto —susurró con cierto triunfo en su voz y su mirada.

La castaña tragó fuerte, algo le decía que esa extraña bruja buscaría venganza y que ella era el medio para conseguirlo. Con sinceridad, no sabía qué pasaría al colocarse el brazalete pero sea lo que sea que su inquisitiva y curiosa mente haya imaginado, no se acercaba en lo más mínimo a la realidad que ahora debía enfrentar.


N/A: Primer capítulo algo extenso y sin mucha acción, espero les haya gustado.

¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!

¡Nos leemos en el siguiente!

xD