Hola de nuevo. ¿Qué me habéis pedido un epilogo? No sé por qué escribo con ascendencia española si no soy de ese país LOL (un saludo a todos los lectores españoles que se pasean todavía, gracias por llegar hasta acá). En fin, dejaré espacio para que continúen con esta conclusión.
Le agradezco espacialmente a aquellos que pidieron con entusiasmo en particular el epílogo y se unen a los que estaban siguiéndome desde antes:
Laura
Ash
PadmeGreene
SD90
Y por supuesto a los demás que tuvieron el tiempo de dar fav y reviews. Serán bienvenidos cuando escriba algo más de este OTP tan hermoso
DISCLAIMER: los personajes no me pertenecen, son de la saga "Canción de Hielo y Fuego". Cualquier referencia de temporalidad está basada en la serie Juego de Tronos. Más allá de eso, los escenarios y diálogos son invento mio. Reviví algunos para el contexto de la historia.
ADVERTENCIAS: rated M. Lenguaje fuerte, contenido sexual.
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LOS PERROS SON FIELES POR NATURALEZA
XI. EPÍLOGO
—¡Roth, no te alejes mucho! —gritó Sansa al pequeño Clegane, viéndolo cabalgar sobre Pascal en el terreno colinas abajo.
La pelirroja estaba sentada en un montículo de piedra vigilando que su hijo fuera cuidadoso con su equitación. Lo que la tranquilizaba al menos era que Sandor estaba cerca, montando también, para no perderlo de vista, al mismo tiempo que le enseñaba a ceñir una espada de madera. Sansa no le gustaba que su hijo fuera instruido en el arte bélico, pero bien sabía por experiencia propia que jamás debe pasarse por alto estas prácticas. Se habían librado del poderío Lannister, pero nunca se sabe si alguien quedaba para atacar a la reina Targaryen.
El terreno donde habitaban estaba cerca de Aguasdulces, una parcela revestida de una alfombra verde con excelente fertilidad en el suelo para cosechar su propia comida. Habían construido una especie de mansión, aunque menos ostentosa. Había en total veinte habitaciones contando salas de estar, pabellones dedicados exclusivamente para hacer florecer rosas, a petición de Sansa; una parecida a baños termales y una cocina decente en tamaño y bastamente surtida. Prácticamente el lugar era un paraíso.
—¡Mami, mami, mami!
Sansa giró, viendo como su pequeña Chloette corría hasta ella, seguida por Osha, quien se había convertido en nana. Sonrió al mirar cómo intentaba liberarse de su vestido que, a tan corta edad como los tres años, le estorbaba para jugar. Su cabello, rojo como fuego igual al suyo, se esparcía por el aire y se alborotaba más. Ni hablar, Sansa la cepillaría más tiempo esa noche.
Al llegar, la pequeña abrazó a su madre, riéndose y mirando atenta con sus enormes ojos cafés a su hermano y su padre.
—¿Por qué yo no puedo subirme a Pascal? —preguntó, sentándose en el regazo de Sansa
—Porque aún eres pequeña —respondió, besando su mejilla —. Cuando tengas la estatura de Roth, podrás subirte
—¿Y falta mucho para eso?
—Temo que sí. Tú tienes tres años y tu hermano seis
Chloette suspiró con capricho, cruzándose de brazos no muy contenta con la idea de esperar tres años más para cabalgar. Su madre le devolvió una sonrisa liviana y la cargó para caminar hacia los Clegane, padre e hijo, que ahora estaban practicando esgrima. Osha las siguió.
Sandor se detuvo en cuanto notó que Sansa se acercaba y sonrió de lado, deteniendo a su hijo para descansar.
—Me parece Sir, que su hijo es un valiente caballero —comentó la pelirroja, bajando a Chloette para que jugara con su hermano.
Osha tomó a ambos niños de las manos, caminando a unos metros de sus padres y cuando parecían distraídos en cortar flores y corretearse, Sansa volteó hacia su esposo, totalmente abrumada por su presencia que siempre la hacía ensordecer sus sentidos y nublar su pensamiento —. Trato de enseñarle a Chloette a usar vestidos, y ella se empeña en usar arcos y flechas
Sandor, que llevaba un conjunto menos pesado que una armadura, pero sí hecho de cuero y correas de piel gruesa, tomó a su esposa de la cintura imponente —. Es una Clegane, Pajarito. No esperes que nuestros hijos sean pacíficos
El Sabueso contuvo sus ganas de cargarla y llevarla en ese mismo instante a su lecho para hacerle el amor. Costaba creer que hubieran pasado seis años después de todo el lio de su vida como matrimonio, su partida a King's Landing, el reencuentro y el momento del nacimiento de Roth. Sandor miraba hacia los dos frutos de su himeneo con su amada esposa, sintiendo paz. Es verdad que jamás imaginó encontrarse en un lugar lejos de guerras, a pesar de ser un soldado declarado de la reina.
—Les prometiste un caballo a cada uno —señaló la Stark, notando que Roth se subía a Pascal para cabalgar cerca, a lo que Chloette replicaba.
Sandor asintió y caminó hasta la pequeña niña, quien le tendió los brazos para que la cargara, cosa que el Sabueso podía hacer incluso con un solo brazo. Le dio unos pequeños besos en la frente, mientras que Sansa se enternecía con la imagen de su esposo siendo un excelente padre (como lo supo desde que Roth llegó al mundo); Chloette estaba riéndose, totalmente feliz. Jamás ninguno de sus hijos se espantó al ver esa enorme cicatriz en su rostro y sabían verlo como lo hacía ella, más allá de las cicatrices. A pesar de haberlo conocido con un aspecto intimidante y carácter apoderado por rabia e ira, su modo especial de hacer presencia con la vivacidad de todo un guerrero, siempre le rebeló el otro lado del cristal. A la fecha, no se arrepentía de haberse casado con él porque eran interminables las cosas que aprendían diario uno del otro.
Sansa sonrió, sintiendo su cabello volar en el aire hasta toparse de nuevo con los ojos de Sandor, esos ojos cafés tan profundos dueños de cada uno de sus expresiones, miedos y alegrías durante esos últimos años que le devolvían el gesto de permanecer conectados aunque fuera con la vista. Sansa le dedicó un guiño y Sandor asintió con la cabeza mientras se acercaba con Chloette en sus brazos y Roth de la mano de Osha tras él.
—¿Qué te ha dicho papá, cielo? —preguntó la pelirroja a su pequeña Chloette
—Que puedo subirme a Pascal con él cuidándome —respondió la chiquilla con una risa cómplice, escondiéndose en el regazo de su padre
—¿Eso te ha dicho? —de inmediato Sansa alzó una ceja hacia Sandor con aire de aparentar enojarse, pero no estarlo
—Estaré montado justo atrás de ella —explicó el Sabueso, tranquilizando a su esposa.
—Pero yo me quedaré sin caballo para practicar mi equitación —replicó Roth, con un tono de voz parecido al de Sandor cuando se enojaba. Sin duda, para la Stark, el altivo Clegane llevaría siempre un lugar especial de entre todos los hijos que engendraría, después de todo, fue durante su primer embarazo donde descubrió su amor por el Perro, y Roth no era más que la prueba de ello. Tenía el mismo cabello oscuro que su padre, excepto que sus ojos eran tan azules como el cielo, heredados de la rama materna.
—Podrás montar a Brunil —respondió Sansa —. Es igual de fuerte que Pascal
Roth asintió, corriendo para meterse en la casa.
—Papá, ¿puedo jugar con Lady? —la loba de Sansa —. Seguro nos extraña —dijo la chiquilla
—Claro, linda —dio permiso el hombre, bajándola
—Con su permiso —dijo Osha —. Van a terminar llenos de pelusa y pelaje, y sacarlo de la ropa cuesta demasiado
Sansa le pidió con la mirada a su amiga que tuviera paciencia con sus hijos. Al final eran unas criaturas encantadoras, y Osha los adoraba con todo su ser. Se encogió de hombros para ir a vigilar a las pequeñas joyas del matrimonio.
Unas horas después, Roth y Chloette estaban en el cuarto de baño siendo aseados por Osha y su madre respectivamente. Les gustaba jugar con las burbujas y la espuma sobre sus cabezas, y de vez en cuando salpicaban como delfines. Eran niños muy activos verdaderamente, y cada vez que Sansa recordaba su gestación con cada uno, no podía evitar sonreír a sí misma. Eran los reflejos de Sandor, corría por sus venas sangre Clegane y Stark. Sentía orgullo de ser su madre.
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-Flashback-
Seis años atrás
Había pasado una semana desde el regreso de Sandor a Winterfell, y como lo había predicho el maestre Luwin, Sansa dio a luz. Durante el trabajo de parto la pelirroja había creído que moriría; su madre era la única a quien le fue permitido estar dentro de la habitación. Sus contracciones le impedían respirar con normalidad y hubo un punto en que iba a desmayarse, sin embargo, la fuerza de seguir adelante para poder traer a la vida a su bebé era todo lo que importaba ahora.
Sandor no estaba menos calmado, incluso no se había movida de una esquina al otro lado de la puerta. No hablaba, pero su rostro lleno de expectativa y desesperación lo decían todo; lord Stark, Robb y Jon no estaban tan alterados como él. A cada grito de Sansa que resonaba en la sala, el Perro tensaba su mandíbula y pedía a sus dioses internos darle fortaleza a la chica. Le preocupaba que su cuerpo, con la fragilidad que tenía, tuviera un traspié en el proceso del alumbramiento.
Diez horas de trabajo de parto dieron su fruto a un varón de tres kilos y medio de peso.
A nadie se le permitió entrar hasta dos horas después, cuando Sansa estaba completamente relajada y su hijo reposaba en su seno.
Los primeros en entrar fueron su padre y hermanos. Atrás de ellos estaba el Perro, tan nervioso por recibir en sus brazos a la pequeña criatura que era su sangre.
—Es precioso —dijo lord Stark, sentado a un lado de la cama
—Se parece a ti —dijo Jon —claro, cuando eras bebé
Sansa rio ligeramente y en el inter cruzó su mirada con la de su esposo, sonriendo al instante. Le transmitió por ese simple gesto que no debía cohibirse, que era real lo que pasaba. Su primogénito había nacido por fin. Lady Catelyn no pasó por alto esta forma peculiar de comunicación marital e hizo un gesto a todos para que dejaran descansar a la pelirroja.
—Me parece que sir Clegane quiere conocer a su hijo —mencionó al levantarse de un costado de la cama, acercándose al hombre —. Los dejaremos hablar
Robb y Jon querían seguir admirando a su sobrino, pero ni hablar, la palabra de su madre era ley. La habitación se vació hasta que Sandor quedó a los pies de la cama, anonadado por la belleza de su esposa incluso después de una hazaña de tales dimensiones. Ahí, recostada, con el pequeño bulto tapado por mantas blancas y grises que mecía de un lado a otro, le miraba con aire enternecedor. Se acercó dubitativo hasta sentarse frente a la Stark, quien no cesaba de sonreírle.
Sansa tomó la mano de Sandor para descubrir la tela y enseñarle a su primogénito, y al instante de verlo entendió lo que significa tener una familia. No hablaron una palabra, conteniéndose de cualquier expresión literal, porque sencillamente la felicidad de tener a su hijo entre sus brazos, durmiendo pacíficamente con pequeños balbuceos, los desbordaba. El Sabueso no contuvo más su deseo y besó largamente a la pelirroja, y al separarse, envueltos en gozo y dicha, miraron al bebé.
Sandor acercó uno de sus enormes dedos, el cual atrapó rápidamente su hijo en su pequeña mano.
—Es nuestro hijo —dijo finalmente.
—Lo es —respondió algunos segundos después Sansa —. Desde este mismo momento, ambos lo protegeremos, ¿verdad?
—Siempre, Pajarito
-Fin del flashback-
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Habían conseguido que Roth y Chloette se durmieran luego de darles un pedazo de pan y leche caliente. En seguida Sansa deseó buenas noches a Osha y se dirigió a su lecho matrimonial donde Sandor empezaba a quitarse su ropa para dormir. Al darse cuenta de la presencia de la pelirroja, inmediatamente la tomó entre sus brazos para cargarla a la cama.
—Oh, ¿acaso desea que cumplamos los deberes maritales, sir? —preguntó con aire juguetón
—Es nuestro deber como matrimonio, Pajarito —respondió el otro al tener a su esposa bajo suyo y admirando cómo la tela blanca de su camisón transparentaba demasiado para dejar ver sus perfectamente formados pechos, cosa que lo encendió en milésimas.
—¿Solo por el deber?
—Tu sabes que tengo otros motivos para hacerte mía todas las noches hace seis años
—Dímelas —pidió. Conocía más a Sandor ahora a comparación de su primera noche juntos. No era de esos a quienes les gustara derramar miel o flores por sus sentimientos, pero a cambio, sus gestos lo compensaban al grado de cada caricia soltaba vibraciones en su piel.
Sandor bajó su rostro para volverla a besar y remangó el camisón hasta la cintura contorneada de la Stark, apretando con sus enormes manos sus glúteos, al mismo tiempo que su entrepierna le dejaba notar lo excitado que estaba.
—Eres mi esposa, Pajarito. Planeo tener una enorme familia contigo. El medio para lograrlo es hacerte el amor cada vez que pueda
—¿Y qué más? —alzó una ceja y sonrió de lado —. Si, y seguro quedaré encinta de nuevo. Ya te dije que amaré a cada uno de los hijos que me des, pero principalmente porque te amo a ti, Sandor
Siempre conseguía que el frio e intimidante Clegane se rindiera a sus pies.
—Yo también te amo, Pajarito —respondió. Ahora le presentaba menos dificultad expresarse frente a ella, pero había tomado un largo tiempo adaptarse a la idea de ser amado y capaz de amar, a su vez.
Sansa tendió su cuerpo libremente por la cama y esperó que su esposo terminara los preliminares para estar unidos nuevamente, en un mismo suspiro, bajo la tenue luz de un candelabro y una vela en el buró para cama. Había una inevitable fuerza que siempre lo mantenía a tope en todas esas emociones que compartían hace seis años, las cuales esperaban que duraran todavía más. Sansa soltó un gemido al ser abierta por Sandor, aferrándose a sus hombros y suplicando más besos por cada segundo que pasaba. Durante el acto reforzaba sus sentimientos por aquel a quien alguna vez temió, a quien nunca creyó poder conocer de otra forma y de quien estaba enamorada para siempre. Sus piernas se enroscaron a la cadera del hombre, sus dedos entrelazados la sostenían y sus labios le arrebataban el aliento al calor de sus embestidas y el gran abrazo que la protegía. Su modo de tratarla en la intimidad jamás le dejaba dudas de todo el cuidado que el Clegane era capaz de tener con tan solo una oportunidad de abrir su corazón. Por eso Sansa lo amaba profundamente.
Los minutos pasaron hasta que la pelirroja presintió el orgasmo duplicado, a horcajadas de su marido. Inclinó su cuerpo y su cabeza hacia atrás, arqueando su columna al sentir sus paredes contraerse tan fuerte sobre el miembro de Sandor, sacando su éxtasis y siendo llenada por completo. Al culminar, Sandor se incorporó para besarla, mientras ella seguía abrazada por la cintura a él y no se movía. El Sabueso se encargó de voltearla para depositarla suavemente sobre las sábanas y deleitarse con su belleza. Sansa subió su mano derecha para acariciar su mejilla, recibiendo otro beso tan callado y quieto como el primero, inhalando su fuerte aroma a tierra y nieve que contrastaba con el suyo que era de miel y leche.
Se mantuvieron unos minutos mirándose mutuamente entre todo ese lio en la cama. Sansa continuó sus caricias y lentamente lo invitó para que descansase su cabeza en medio de su pecho, donde sabía que encontraba paz, donde había dejado de tener esas pesadillas de la guerra y respiraba tan tranquilo que la Stark se contagiaba de esa calma. No dudó que el destino le dio esa oportunidad, desde que se encontraron en el jardín de sus padres por primera vez hasta el día de su reencuentro. Si desde el principio sus rodillas flaqueaban al mirarlo, no le sorprendió que tuviera el mismo efecto cada día.
—Buenas noches Pajarito —oyó su voz a punto de caer en sueño profundo.
—Buenas noches, Sandor —respondió cerrando los ojos.
Efectivamente, luego de tres semanas, Sansa estaba esperando un nuevo bebé.
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Vale, pues… ¿qué puedo decir? Adoro a esta pareja y espero que el epílogo les haya gustado. Muchas gracias por leer este post-final n.n espero vernos en otro fanfic SanSan, que trataré de no tardar en publicar… Si me llega inspiración.
En fin, gracias de nuevo y hasta la próxima